¿Cuándo aprenderemos? - Héctor Masoero - E-Book

¿Cuándo aprenderemos? E-Book

Héctor Masoero

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"Creo, ante todo, que estamos frente a un libro importante. Con esto me refiero a una reunión de textos de alto nivel que se convierten en una herramienta que, por su carácter comprometido, útil y exploratorio, nos permiten aprender cómo aportar, repensar y preguntar. No puedo negar que haber formado parte y pertenecer a la universidad que tiene en Héctor Masoero su timón me contagia de una emocionalidad que hace no solo de estímulo para mi estudio acerca de  él, sino también que me incumbe, nutre y desafía. No voy a detenerme en cada capítulo en particular, ya que sería demasiado extenso -como podría ser "La planificación estratégica", de Gloria Vidal, la ex ministra de educación de Ecuador, o aquellos otros que tienen como autores a Ramiro Salas Bravo o Alberto Taquini (hijo), así como el de Marita Carballo y varios de los otros notables-, pero sí subrayar algunos conceptos de lo que pienso nos invita a participar y ser protagonistas de la vida universitaria. Pienso leer y palpitar de este modo el espíritu, o el alma, si prefieren, la vocación de este libro. La universidad no puede dejar de preguntarse acerca de cuál es su lugar en el mundo de hoy. Porque si hay algo de lo que no duda es de ser un motor indispensable tanto en la generación de información, datos y conocimiento, en su más amplio sentido, como también testimonio de valores permanentes, que son aquellos que nos conforman como sujetos en la sociedad de hoy. Es su deber reconocer la velocidad de los cambios que tienen lugar en nuestra actualidad, que no pueden dejar de estar presentes en la transmisión educativa y en las nuevas estrategias pedagógicas. Porque la universidad, nuestro templo laico, instala en su cotidiana convivencia una ética, una moral, un respeto tanto por la subjetividad individual como, si me permiten este término, por la subjetividad social. Y aclaremos también que debe respirar el argumento vital, esto es la estructura universitaria que la haga capaz de cuestionar el mundo externo y cuestionarse sana y renovadoramente su trama interna. ¿Para qué? Para estar viva, curiosa, cambiante. Que refleje lo que sucede y anticipe probabilidades. De eso se trata la intuición. Porque nuestra vocación docente no es solo enseñar, sino aquello que le incluye, más amplio, y es aprender. Educar hoy es más que nunca es ser uno de los bastiones de la responsabilidad social, tantas veces amenazada. Debe promocionar desde el inconforme interrogante del filósofo hasta el permanente cuidado por el esfuerzo, la tenacidad y la voluntad.  Compartimos en las clases el soñar con el hacer, el desear con el querer. La arquitectura que alberga este universo es compleja, ardua y causante de entusiasmo. Este maravilloso libro, conjunto de lecciones generales, diagnósticos, proposiciones, ensayos y certezas, prueba que es posible" (José Eduardo Abadi).

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¿CUÁNDO APRENDEREMOS?

Propuestas para el futuro de la educación en América Latina

Héctor Masoero

(Editor)

José Eduardo Abadi • Marita Carballo • Billy Crissien • Alberto Dibbern • Roberto Igarza • Ramiro Salas Bravo • Daniel Sinopoli • Alberto Taquini (hijo) • Gloria Vidal Illingworth

Héctor Masoero

¿Cuándo aprenderemos? : propuestas para el futuro de la educación en América Latina / Héctor Masoero. - 1a edición especial - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Temas Grupo Editorial, 2023.

Libro digital, Amazon Kindle

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-8387-70-3

1. Educación. 2. Política Educacional. I. Título.

CDD 370.98

© Héctor Masoero, 2023

© TEMAS Grupo Editorial SRL, 2023.

Cerrito 136 Piso 3°A. Ciudad Autónoma de Buenos Aires C1010AAD. República Argentina Teléfonos: (5411) 4381.1182 o 4383.6336www.editorialtemas.com

ISBN 978-987-8387-70-3

1ra. edición, agosto de 2023

Equipo a cargo de Jorge Scarfi, supervisión Betiana Cabutti, edición Julieta Berardo, arte y diseño de interior Cali Hernández y Vero Lara

Conversión a formato digital: Numerikes

Colaboración especial: Dr. Daniel Sinópoli

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 Prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos de este libro en cualquier forma y medio sin previo permiso por escrito de los autores y/o titulares de Copyright.

Índice

Cubierta

Portada

Créditos

Prefacio: José Eduardo Abadi

Prólogo. Educación: ¿la solución a un problema o un problema sin solución ni atención?

Nota preliminar. La calidad como paradigma de gestión en educación universitaria

Experiencias y proposiciones

La planificación estratégica

Planificar con foco en las metodologías activas y el avance de las ciencias

La importancia de los planes supragobierno

Partir críticamente de lo ya hecho y en su debido contexto

Un camino propio con visión estratégica

Gestión financiera y administrativa, su importancia en las instituciones educativas

Una inversión, no un gasto

La importancia de trabajar con estándares educativos

El compromiso con la gestión académica

La evaluación universitaria

Funciones principales de las instituciones de educación superior

Una clara oportunidad de mejora

Calidad e impacto en la comunidad

Informe de investigación

Valores, familia y educación

Padres y docentes, socios en la educación

Análisis comparativo 2015-2022 sobre valores a inculcar

Análisis comparativo 2015- 2022 sobre valores a inculcar

Evaluación de la calidad de la enseñanza

Artículo

Innovaciones educativas: cómo gestionar la transformación digital

Dimensiones de la innovación

Ensayos

El aula del futuro

Saberes y aptitudes replanteados

Un aula sin paredes

Inclusividad y docentes calificados

Preguntar más y exponer menos

La educación del futuro

La Nueva Revolución Industrial

Habilidades humanas y mercado laboral del futuro

Lluvia de meteoritos

Entrevistas a los autores

Gloria Vidal Illingworth. “Para planificar es necesario trabajar en consensos”

Ramiro Salas Bravo. “Invertir en mejoras es crear las condiciones para alcanzar los objetivos; en el campo de la educación, el gasto no existe”

Alberto Dibbern. “Los procesos de evaluación modificaron sustancialmente la vida interna de las universidades”

Marita Carballo. “Responsabilidad, libertad, justicia, tolerancia y respeto deben transmitirse con el ejemplo”

Alberto Taquini (hijo). “Despertar y desarrollar al máximo las capacidades del estudiante, como nunca se ha hecho”

Daniel Sinopoli. “La tecnología es la potencialidad de poner a un estudiante en el lugar más adecuado a lo que se enseña”

Billy Crissien. “La tecnología reemplaza lo que los humanos estaban haciendo como máquinas”

Sobre este libro

Sobre el editor

Landmarks

Table of Contents

José Eduardo Abadi

Prefacio

 

 

José Eduardo Abadi

Médico psiquiatra, psicoanalista, escritor, dramaturgo. Vasta trayectoria en los ámbitos de la psiquiatría y la psicología.

Profesor catedrático en UADE. Ha sido director académico de la Licenciatura en la misma universidad.

Miembro titular de la Federación Latinoamericana de Psicoanálisis y de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Director del Centro de Relaciones Hospitalarias y Comunitarias y de Psicoanálisis aplicado a la Cultura Enrique Racker (APA). Ponente en diversos seminarios en la Asociación Psicoanalítica Argentina.

Profesor invitado en las Universidades Antioque University of California y Child Clinic de Los Ángeles. Profesor del Instituto de Psicoanálisis APA y de Psicopatología en la UBA.

Libros: Y el mundo se detuvo, De felicidad también se vive, El sexo del nuevo siglo, Los miedos de siempre y los terrores de hoy, Hecha la ley, hecha la trampa, Tocar fondo: La clase media argentina en crisis, Pasaporte para la vida, No somos tan buena gente, El bienestar que buscamos, De qué hablamos cuando hablamos, entre otros.

Columnista en prestigiosos medios de comunicación escritos y audiovisuales. Autor, conductor e intérprete de diversos programas de televisión y obras de teatro.

Creo, ante todo, que estamos frente a un libro importante. Con esto me refiero a una reunión de textos de alto nivel que se convierten en una herramienta que, por su carácter comprometido, útil y exploratorio, nos permiten aprender, aportar, repensar y preguntar. No puedo negar que haber formado parte y pertenecer a la universidad que tiene en Héctor Masoero su timón me contagia de una emocionalidad que hace no solo de estímulo para mi estudio acerca de él, sino también que me incumbe, nutre y desafía.

No voy a detenerme en cada capítulo en particular, ya que sería demasiado extenso –como podría ser “La planificación estratégica”, de Gloria Vidal, la exministra de Educación de Ecuador, o aquellos otros que tienen como autores a Ramiro Salas Bravo o Alberto Taquini (hijo), así como el de Marita Carballo y varios de los otros notables–, pero sí subrayar algunos conceptos de lo que pienso nos invita a participar y ser protagonistas de la vida universitaria.

Pienso leer y palpitar de este modo el espíritu, o el alma, si prefieren, la vocación de este libro.

La universidad no puede dejar de preguntarse acerca de cuál es su lugar en el mundo de hoy. Porque si hay algo de lo que no duda es de ser un motor indispensable tanto en la generación de información, datos y conocimiento, en su más amplio sentido, como también testimonio de valores permanentes, que son aquellos que nos conforman como sujetos en la sociedad de hoy. Es su deber reconocer la velocidad de los cambios que tienen lugar en nuestra actualidad, que no pueden dejar de estar presentes en la transmisión educativa y en las nuevas estrategias pedagógicas.

Porque la universidad, nuestro templo laico, instala en su cotidiana convivencia una ética, una moral, un respeto tanto por la subjetividad individual como, si me permiten este término, por la subjetividad social. Y aclaremos también que debe respirar el argumento vital, esto es la estructura universitaria que la haga capaz de cuestionar el mundo externo y cuestionarse sana y renovadoramente su trama interna. ¿Para qué? Para estar viva, curiosa, cambiante. Que refleje lo que sucede y anticipe probabilidades. De eso se trata la intuición. Porque nuestra vocación docente no es solo enseñar, sino aquello que le incluye, más amplio, y es el aprender. Educar hoy más que nunca es ser uno de los bastiones de la responsabilidad social, tantas veces amenazada.

Debe promocionar desde el inconforme interrogante del filósofo hasta el permanente cuidado por el esfuerzo, la tenacidad y la voluntad.

Compartimos en las clases el soñar con el hacer, el desear con el querer.

La arquitectura que alberga este universo es compleja, ardua y causante de entusiasmo.

Este maravilloso libro, conjunto de lecciones generales, diagnósticos, proposiciones, ensayos y certezas, prueba que es posible.

Héctor Masoero

Educación: ¿la solución a un problema o un problema sin solución ni atención?

Prólogo

 

 

Dr. Héctor Masoero

Vicepresidente primero de la Academia Nacional de Educación (ANE) y miembro de la Academia Nacional de Ciencias de la Empresa.

Es Doctor Honoris Causa por UCES, PMD por Harvard Business School y Contador Público por la Universidad de Belgrano.

Es presidente del Consejo de Administración y Rector Honorario de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE).

Asimismo, se desempeña como vicepresidente de la Fundación Pastoral Universitaria San Lucas.

Es también vicepresidente de Fratelli Branca Destilerías de Argentina.

Se desempeñó como director general de Techint hasta 2019. Héctor Masoero es, además, miembro de la Comisión Fundadora del Observatorio de Prevención del Narcotráfico, institución civil que cuenta con el apoyo del Papa Francisco.

Como pacientes afectados por síntomas variados y hasta discordantes que dan cuenta de una salud deteriorada, pero que no consiguen de los médicos un diagnóstico claro y en consecuencia tampoco un tratamiento adecuado, hoy los argentinos no sabemos qué hacer con la educación. Este libro busca, justamente, obligarnos a pensar en las preguntas –tal vez algo incómodas pero muy necesarias– sobre la educación en nuestro país y también en la región.

En principio, parecería que hay un acuerdo respecto a que tenemos un problema con la educación en la Argentina. Nuestros alumnos se desempeñan cada vez con menos éxito en las pruebas internacionales, tenemos cada año menos días de clases y los días de escuela, cuando se cumplen, parecen en buena parte del país destinados más a aprovechar el establecimiento como comedor o como guardería antes que como formadores de futuros ciudadanos preparados para la toma consciente y racional de decisiones. Compartimos la visión del problema, pero estamos lejos de encontrar soluciones: los especialistas formulan diagnósticos distintos y recomendaciones poco coordinadas sin lograr ningún avance concreto en la materia. Es decir, tenemos muchas ideas estratégicas y casi nula implementación real.

Como el paciente que va probando distintos tratamientos escuchando a distintos gurúes que prometen la sanación, seguimos distintas recetas sin entender cuál es el diagnóstico y el verdadero problema de fondo. Como país, ¿cuál es la principal dificultad que nos encontramos en torno a la educación? ¿Que nuestros alumnos aprenden cada vez menos y pasamos de ser el ejemplo en la región a uno que tiene algunos de los peores rendimientos académicos en los niveles formativos esenciales? ¿Que esa merma en el nivel educativo deriva en un pueblo con cada vez menos herramientas para analizar escenarios y tomar mejores decisiones? ¿Que, como docentes e instituciones, no estamos conectando con los alumnos de la generación alfa, cuyo perfil está atravesado por completo por la tecnología en cada aspecto de sus vidas?

Como sociedad, primero tenemos que dimensionar el problema con el que nos enfrentamos y entender la relevancia de la situación. Sucede que, pese a todo lo que venimos diciendo en este prólogo, la educación en la Argentina no parece ser un tema convocante. En la encuesta realizada por la consultora Management & Fit a inicios de 2023, la mitad de los encuestados contesta que el principal problema es la inflación, seguida de cerca por la inseguridad y solo el 3 % considera que la raíz de todo está en las fallas de la educación. Y esto no es de ahora, sino de larga data: los argentinos, como decía el cantautor folclórico Argentino Luna, conocemos más la cara y el nombre del ministro de Economía que los del de Educación. Un poco como corolario de este fenómeno, los candidatos presidenciales prácticamente no incluyen el tópico de la educación en sus propuestas electorales. Es una verdad conocida entre los gestores de marketing político que nadie gana una elección hablando de educación en campaña. Pero incluso si lo postularan como tema prioritario, lo cierto es que, como en más de una ocasión lo ha plasmado Andrés Oppenheimer, periodista muy interesado en temas de educación en la región y en el mundo la educación es un tema demasiado importante como para dejarlo en manos de los políticos. Ellos piensan en términos eleccionarios, y en educación hay que pensar en acciones de largo plazo de, por lo menos, diez a veinte años.

Cuando estamos inmersos en un contexto donde problemas como la inflación y la inseguridad consumen la preocupación diaria del grueso de la población argentina, ¿cómo podemos esperar siquiera pretender ubicar la educación como un problema acuciante? Si más del 40 % de pueblo está sumido en la pobreza y los ciudadanos de a pie no saben si van a lograr sobrevivir un día más en las junglas urbanas dominadas por la violencia, ¿cómo pretender que se preocupen por la educación de sus hijos? Y al mismo tiempo, ¿cómo podemos pensar que vamos a mejorar las condiciones de nuestro país para el futuro de nuestros hijos, si cada vez nos preocupamos menos por cómo los estamos formando?

Un país, como lo es hoy Argentina, con una población cada vez menos instruida no parece viable en un mundo dominado por la tecnología, que se transforma drásticamente a partir de cambios cada vez más rápidos y radicales. Como desarrollan en este libro Alberto Taquini (hijo), miembro de la Academia Nacional de Educación, y Billy Crissien, uno de los más importantes visionarios del futuro de la educación en la región, necesitamos realizar cambios importantes para adaptarnos a la nueva realidad. Recuperar los fundamentos de la educación, como manifiesta Daniel Sinopoli, director del Departamento de Ciencias Sociales y Humanidades de UADE, es indispensable si nos proponemos diseñar las aulas del futuro para las nuevas generaciones de alumnos, sobre todo aquellos nacidos después de 2010, la generación alfa, que llegarán pronto a las aulas universitarias. Estaremos frente a perfiles verdaderamente distintos que, aun con diferencias notables según los estratos sociales, representan un salto de paradigma.

El principal rasgo distintivo de los alfa es que el uso de las tecnologías atraviesa todos los aspectos de sus vidas cotidianas; ninguna actividad queda indemne. A diferencia de aquellos “nativos digitales” de principios de siglo, considerados así por haber nacido en un entorno posanalógico, esta generación experimenta lo digital como nunca antes, viven en y para un universo digital cotidiano. Sienten más libertad para expresarse en los mundos virtuales que en el presencial. Muchos de ellos viven hiperconectados con la ilusión de aliviar el estrés y la ansiedad, pese a que la virtualidad compulsiva empeora los estados de ánimo y tiene efectos sobre la salud y el bienestar. Su período de atención se ha reducido notablemente producto de las formas distintas de interactuar con los objetos y las demás personas. Adictos a la inmediatez, solo aceptan las respuestas rápidas y se aburren con facilidad en las lecciones que exponen contenidos que están disponibles a un clic de distancia. Desestiman las clases sobre temas que no son relevantes para la experiencia de vida que buscan y a los profesores que los dictan de manera aburrida.

En el tránsito hacia el nuevo paradigma, el alumno debe considerarse como centro del proceso. Las experiencias prácticas y el aprendizaje activo son la clave de su participación en ese proceso. El desafío implica que desarrolle competencias blandas, como innovación, creatividad, mindset emprendedor, trabajo transversal y transdisciplinar, trabajo en equipo, pensamiento lateral, liderazgo, pensamiento crítico y, por otro lado, desarrollo de valores como la empatía. Estas habilidades de naturaleza humana no podrán ser reemplazadas por la inteligencia artificial. El ser humano agrega valor con estas competencias, que no se desactualizan con el paso del tiempo, tal como sucede con el conocimiento. Por su parte, los docentes deben ser capaces de ajustarse a los cambios, pero al amparo de políticas diferentes; las regulaciones actuales hacen difícil ser flexible y cambiar.

Para desarrollar propuestas educativas que tengan más éxito con las nuevas generaciones, debemos emplear modelos distintos, más próximos a los surgidos en Europa tras la Declaración de Bolonia de 1999. Modelos de educación universitaria mucho más adaptativos y sensibles a las demandas cambiantes del mercado laboral. Modelos que vinculen más eficazmente el mundo de la educación con el mundo real, lo que es susceptible de interesar y motivar mucho más a los alumnos.

En Argentina, estamos lejos aún de practicar modelos de ese tipo. Las carreras tradicionales están reguladas en exceso por las corporaciones profesionales y el Estado, los planes son poco flexibles con trayectos acreditables muy extensos y los pasajes entre carreras son inexplicablemente engorrosos, lo que conspira contra cualquier cambio de rumbo por parte del alumno. Debemos, en cambio, apuntar a flexibilizar y aggiornar los programas regulados, ya que el mundo va más rápido que las instituciones y mucho más rápido que los árbitros burócratas. Las propuestas menos reguladas permiten a las universidades una actualización más rápida y una mayor libertad de adaptación contextualizada de las carreras a las prácticas laborales. Paradójicamente, estas carreras son, en realidad, las de mayor crecimiento.

Debemos evitar que tanto el sistema educativo como el perfil de los docentes queden anclados en la historia. Tenemos que entender que en el centro del proceso educativo está el alumno y no el docente, como dice Emma Palmer, doctora por Oxford University, experta en innovación educativa de la Universidad de Monterrey

Se necesitan cambios estructurales en educación y, especialmente, en la formación docente para que los jóvenes se sientan motivados a estudiar. Ellos desean estar frente a profesores que sientan pasión por enseñar y por su área de estudios. Tenemos que ayudar al docente para que enseñe con actitud positiva, contagie a sus alumnos con la alegría y los motive con pasión a querer formarse.

La humanización de la educación es un tema prioritario en la nueva agenda educativa. Es indispensable lograr que la educación incorpore como eje central el desarrollo del aspecto humano de los jóvenes. Ellos y sus familias valoran los espacios educativos cuando propician una experiencia integradora a nivel social y cultural, a la vez de promover la creatividad colaborativa y estimular la innovación.

Tenemos que trabajar en una educación humanizada y humanista, que invite a desarrollar la sensibilidad por el cuidado de la casa común, como dice el papa Francisco en Laudato si›, para enfrentar los nuevos desafíos de la globalización y, especialmente, mitigar el calentamiento global, lo que requiere educar para una ecología integral.

Como responsables de la infraestructura educativa, debemos ayudar a los alumnos con el ejemplo y hacerlo cada vez más reiterada e insistentemente a través de pequeñas acciones de baja inversión. Cuidar la Madre Tierra es un legado, y también nuestra herencia. En muchos países de la región, todavía no apreciamos el valor del agua dulce. Hacerlo demanda interés, creatividad, esfuerzo y no demasiada inversión. Recolectar el agua de lluvia para utilizar en los servicios sanitarios, instalar paneles solares en infinidad de terrazas no utilizadas y usar solo envases reutilizables en los comedores son solo algunas de las tantas formas de demostrarlo.

Otro gran desafío para la educación es la cultura del trabajo, el rigor de la disciplina y el mérito. Estos valores, lamentablemente, se encuentran ausentes en la educación en muchos países, y Argentina no es la excepción. Tristemente, los alumnos asisten a la escuela con la finalidad de ser aprobados más que para formarse, mientras que los docentes reciben cada vez más estímulos en forma de “bajada de línea” para aprobar y dejar pasar. Puedo dar testimonio por haber ido a la escuela pública de que es posible llevarlo a cabo de otra manera. En mi época, se repetía el grado si no se alcanzaba el mínimo. El papa Francisco lo dice con mucha claridad: “Se deben realizar esfuerzos tendientes a revalorizar la cultura del trabajo que conlleva las notas típicas de esfuerzo, sacrificio, conducta y disciplina”.

Además, el adoctrinamiento político en el sistema escolar siempre fue preocupante. Hoy más aún. Como lo ha dicho Paola Delbosco, presidenta de la Academia Nacional de Educación de Argentina, en una reciente entrevista: “En el adoctrinamiento hay una finalidad: que la gente piense de determinada manera y que no tenga la capacidad crítica de mirar de adentro y de afuera lo que se le enseña; esto es absolutamente contrario a las finalidades de la educación”.

Esta realidad se suma a la desesperanza que existe entre los jóvenes de los estratos más bajos. Ellos se sienten muy lejos de lograr un verdadero ascenso social en un mundo cada vez más competitivo, con cada vez menos posibilidades para su inserción. Hay que recuperar la idea de que la educación puede aportar mucho para formarlos con las herramientas y conocimientos necesarios, y así generar su real inclusión en el mundo laboral.

Lo singular es que, mientras que en la Argentina retrocedimos muchos casilleros de la imaginaria pero muy visible carrera de la educación, otros países, con esfuerzo y planes sin tintes partidarios y sustentados en objetivos de largo plazo que sobrevivan a gobiernos que están de paso –como los que en este libro propone la consultora internacional y exministra de Educación de Ecuador, Gloria Vidal Illingworth–, lograron cambiar sus propios escenarios y tendencias y fueron capaces de mejorar sus realidades educativas. ¿Por qué ellos pudieron mejorar y por qué nosotros empeoramos tanto? ¿Hay alguien que se beneficie con este deterioro? ¿Qué sectores, que ven sus intereses presuntamente afectados, son los que obstaculizan los cambios al tratar de activar soluciones que mejoren nuestro presente en la educación? Como detalla Gloria, la respuesta está en designar estándares y niveles de cumplimiento serios que nos permitan progresar consistentemente.

La posibilidad de concretar un plan estratégico de largo plazo debe sustentarse en el pilar de la evaluación sistemática, como la que pregona Alberto Dibbern. El exsecretario de Políticas Universitarias de la Argentina desarrolla un claro panorama al respecto con foco en la educación universitaria. Sin embargo, entiendo que la premisa de la evaluación permanente de los resultados educativos excede largamente al nivel universitario y debe aplicarse en todos los estamentos educativos. La necesidad de “pasar examen” es, sin duda, indispensable en las universidades. Pero si queremos mejorar los resultados académicos de nuestros alumnos primarios y secundarios, es indispensable que la evaluación también se haga en las escuelas. Y no hablamos solo de la necesidad de evaluar a los alumnos, sino también de evaluar a los docentes e, incluso, a las escuelas, con información pública y transparente de las evaluaciones que se realicen –como ocurre en otras partes del mundo– para que todos podamos analizar la performance educativa de los actores clave. Y en ese camino, proponemos volver a jerarquizar el cargo docente, premiando con incentivos económicos a los docentes no tanto por la permanencia y antigüedad, sino por la capacitación permanente y la actualización de sus conocimientos y manejos pedagógicos. Ejemplo de ello es, por caso, la capacitación internacional online lanzada por UADE para sus dos mil doscientos profesores, dictada en conjunto con Arizona State University, que es la universidad pública más grande de Estados Unidos y por octavo año consecutivo ocupa el puesto número uno en innovación, de acuerdo con el último ranking de Best Colleges de U. S. News. ¿Por qué no promover en todos los estamentos programas similares a este que estamos conduciendo en nuestra universidad?

La evaluación es el instrumento necesario, pero no suficiente, para alcanzar al paradigma de la calidad de la enseñanza. Al igual que lo dicho sobre la evaluación, la calidad no solo debe ser el objetivo de máxima para el paradigma de gestión universitaria: debe también penetrar como motor definitivo en todos los niveles educativos. De poco sirve el cumplimiento de los estándares universitarios con acreditaciones nacionales e internacionales de nuestros planes de carreras y de nuestras universidades, si no logramos que ese mismo propósito de búsqueda de calidad educativa no se replique desde la primaria, la secundaria e, incluso, desde los establecimientos de educación inicial.

En el camino de la búsqueda de la calidad a partir de la evaluación permanente, no solo son claves actores como los estados y las escuelas. Ningún modelo educativo puede crecer sin una participación efectiva de las familias. Como muestra en su informe de investigación Marita Carballo, miembro de la Academia Nacional de Educación de Argentina, las familias son indispensables en el proceso de desarrollo de actitudes y valores a través de la educación, rol que cada vez se vuelve más importante en un mundo con tantas transformaciones y tan pocas certezas. Los padres y los docentes, como dice Marita, son “socios” necesarios y obligados en la educación. No pueden ser un binomio escindido: deben trabajar de manera conjunta, articulada y consensuada en el crecimiento y la maduración de los niños y los jóvenes.

En este marco, es importantísimo reflexionar acerca del impacto real que genera el acceso a la educación de calidad de los estratos más vulnerables