Cuarentena - Anselm Grün - E-Book

Cuarentena E-Book

Anselm Grün

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Beschreibung

¡Cuarentena! Y, de repente, todo cambia. Tienes que vivir encerrado en un lugar durante semanas con la misma gente. Sin embargo, los monjes tienen experiencia en esta situación: durante más de 1.500 años han sabido convivir en un espacio reducido. El Padre Anselm Grün, de la Orden de San Benito (OSB), nos propone las claves de lo que realmente ayuda en situaciones como estas: consejos y sugerencias para todos, ya seas soltero, vivas en familia o tengas un piso compartido. Nos muestra cómo evitar las peleas y gestionar el tiempo, cómo crear espacio libre y descubrir nuevos objetivos y rituales comunes. Resulta fundamental en estos días de Cuarentena reflexionar sobre estos temas, pero también sirve para otras situaciones de crisis. La lectura de este texto dará respuestas oncretas y calmantes a la experiencia cotidiana en tiempos difíciles.

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Anselm Grün

con Simon Biallowons

Cuarentena

Cómo lograr la armonía en casa

Herder

Título original: Quarantäne! Eine Gebrauchsanweisung. So gelingt friedliches Zusammenleben zu Hause

Traducción: Roberto Navarrete

Diseño de la cubierta: Herder

Edición digital: José Toribio Barba

ISBN digital: 978-84-254-4605-4

1.ª edición digital, 2020

© 2020, Verlag Herder GmbH, Friburgo de Brisgovia

© 2020, Herder Editorial S. L., Barcelona

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com)

Herder

www.herdereditorial.com

Índice

Dedicatoria

Prefacio

Criterios benedictinos para la vida en común

Ritmo y ritual

Viejas y nuevas metas

Nichos y espacios de libertad

El equilibrio entre la proximidad y la distancia

Perder el miedo a las emociones

Preocupación y solidaridad

Sobre los autores

Dedicatoria

Este libro, surgido de una larga conversación en común entre Simon Biallowons1 y yo, está dedicado a todas las personas que han perdido el equilibrio como consecuencia de la crisis del coronavirus. Hemos redactado estos pensamientos, no obstante, para todos los que se han visto sacudidos por esta crisis y tienen la sensación de que deberíamos volver a reflexionar sobre nuestra vida. Porque volveremos a encontrarnos con situaciones como las que ha desatado la crisis del coronavirus: el padecimiento de la angostura, la amenaza de la enfermedad y de la muerte, el sufrimiento por nuestro desamparo ante situaciones que nosotros mismos no hemos provocado, la experiencia de tiempos difíciles. La crisis ha despertado en nosotros preguntas acerca de cómo lidiar con nuestras emociones, cómo estar los unos con los otros y qué metas queremos establecernos. La crisis seguirá ocupándonos por un tiempo y situándonos antes estas cuestiones: ¿cómo nos entendemos como seres humanos en esta sociedad?, ¿dónde encontramos el sentido de nuestras vidas?, ¿qué huella queremos dejar en nuestro mundo?

De este modo, quiero desear a todos los lectores y lectoras la bendición de Dios, expresándola con una oración: «Dios bueno y misericordioso, bendice a quienes la crisis del coronavirus ha arrancado de sus vidas habituales para que se sientan amparados y protegidos por Tu Bendición en la inseguridad que caracteriza nuestra sociedad. Penetra en ellos con Tu Bendición para que a pesar de todo el peligro exterior lleguen a la armonía consigo mismos, para que estén en paz consigo mismos a pesar de toda la intranquilidad exterior. Bendícelos para que se conviertan en bendición para los demás. Que Dios arroje la luz de su bondadoso rostro sobre vosotros y os conceda Su Paz. Amén».

1 Es autor de numerosos libros y editor jefe de la editorial Herder en Alemania [Nota del trad.].

Prefacio

Quizá muchos se pregunten si era realmente necesario publicar ahora un libro como este. Puedo entenderlo. Pero creo profundamente que todos en esta situación tenemos que mantenernos unidos, mostrar nuestra solidaridad, apoyarnos y compartir. Con este libro querría compartir las experiencias que los monjes han acumulado durante 1500 años y que hoy pueden ayudar de veras de manera concreta. Y querría compartir con este libro las experiencias que se han tenido en Taiwán durante esta crisis. Mi editora taiwanesa, la Sra. Hsin-Ju Wu, me narró cómo toda la sociedad quiere superar esta crisis en común. Actúan de acuerdo con la siguiente fórmula: «Me protejo para protegerte». De este modo, una idea cristiana imprime el carácter a una sociedad en la que solo el 6% de sus miembros son cristianos. En este libro me ocupo de ambas ideas: la solidaridad y el buen manejo de la situación a la que hemos sido arrojados y en la que habremos de tomar muchas decisiones por nosotros mismos.

Los monjes estamos familiarizados con el aislamiento, con la quietud, con la vida en común en un espacio de lo más angosto. Estas experiencias no pueden, por supuesto, solucionar problemas económicos, ni pueden salvar vidas, ni remedian problemas de abastecimiento, como tampoco pueden curar a los enfermos. Y de ningún modo podríamos quitar importancia y sublimar espiritualmente esta crisis, que posee unas dimensiones que la mayoría no ha vivido nunca, que tiene efectos muy concretos, que amenaza la existencia, que afecta nuestro día a día de un modo que hasta ahora nos ha sido desconocido.

Al mismo tiempo, no podemos, precisamente ahora, desatender los momentos y necesidades existenciales, pues no solo de pan vive el hombre. Aunque es seguro que no podemos solucionar con nuestro saber los problemas antes mencionados, podemos en cambio colaborar para que quizá resulte mejor algo que en ocasiones olvidamos: la vida en común. Vivimos en una época en la que cada vez hay más hogares unipersonales, en la que cada vez son más habituales las familias desestructuradas, en la que no es infrecuente que tengamos ritmos vitales muy distintos, dependientes de manera externa, en gran medida, de la escuela y del trabajo, y con frecuencia ya no estamos sencillamente acostumbrados a una vida en común estrecha y duradera. Esto no es un reproche. Tal como ocurre con el ritmo de nuestras vidas y con el modo en que se estructura nuestra sociedad, es habitual que tengamos pocos puntos de contacto. Quitarse del medio parece más sencillo que antes, pero ahora mismo resulta imposible. No me refiero solo a evitar a otros. A menudo nos evitamos a nosotros mismos, huimos de acá para allá, buscamos distracciones y estímulos nuevos de manera constante. Ahora esto se ha vuelto más complicado, ¡en parte incluso imposible!

El concepto «cuarentena» se refiere a una época de distanciamiento social, de aislamiento, limitada de manera temporal. Esto es importante: habrá un final de la cuarentena, hemos de tenerlo siempre presente. De todos modos, el origen de la palabra también da testimonio de lo difícil y exigente que puede ser una época así. A comienzos del siglo XV, los marineros que estaban bajo sospecha de tener a bordo la peste u otra epidemia tenían que echar anclas fuera de los puertos. En Italia esto se llamó quaranta giorni, «cuarenta días». Estos cuarenta días y la propia palabra recuerdan a la quaresima italiana, al periodo de ayuno anterior a la conmemoración de la muerte y resurrección de Jesús. La cuaresma es una época de renuncia, de ejercicio, que pone a prueba a los seres humanos. No solo en sentido espiritual, sino también de manera por completo concreta. Es una casualidad notable que la cuarentena por el coronavirus coincida con la cuaresma. Una casualidad que sin embargo puede hacernos de todas formas reflexionar acerca de lo que esta época significa para nosotros y para nuestra sociedad, si nos preguntamos cómo hacemos frente a esta crisis y qué aprendemos de ella sin caer en un ciego fatalismo ni en un ingenuo «elogio de la crisis». Porque, como ya he dicho, muchas de sus consecuencias y efectos nada tienen que ver con la Cuaresma y la espiritualidad. La solidaridad y la unión, la economía y la política, la sociedad al completo están en cuestión de manera concreta y siempre de nuevo actual.

Soportarlo, soportar tanto a los otros como a uno mismo, tanto la vida en común como también la soledad, constituye todo un arte. Nosotros, los monjes, tratamos de ejercitarnos en él. Hemos descubierto a este respecto muchos tesoros que también debemos redescubrir nosotros mismos; para esto sirve también este libro. Asimismo, hemos desarrollado soluciones concretas que pueden funcionar fuera del monasterio, en especial en estas situaciones excepcionales, pero también, en general, en periodos de crisis y cambios radicales. Mi deseo y el propósito de este libro es ofrecer y compartir con ustedes estos tesoros, caminos y soluciones.

Criterios benedictinos para la vida en común

Nosotros, los benedictinos, recibimos de nuestro fundador, san Benito, unos criterios claros para una vida en común apacible y exitosa. Estas reglas fueron establecidas en una época turbulenta, caracterizada por las migraciones y otras transformaciones decisivas. San Benito estaba por tanto familiarizado con la vida en común en tiempos convulsos. Por este motivo merece la pena ocuparse de estos tres criterios con más detalle. Es posible que en las formulaciones propias de la época nos resulten sorprendentes, pero se trata de criterios y principios que hoy pueden ser de especial valía.

Los retos que se plantearon a consecuencia de los cambios radicales vividos por san Benito y sus contemporáneos, en particular los retos para una nueva comunidad, fueron enormes. Sobre este trasfondo es desde donde se deben leer las reglas de acuerdo con las cuales debemos decidir si un candidato es apropiado o no para nuestra comunidad. San Benito se refiere a tres criterios: «Se observará cuidadosamente si de veras busca a Dios, si pone todo su celo en la obra de Dios, en la obediencia y en las humillaciones».2 Es posible que precisamente el último criterio suene extraño y exagerado a nuestros oídos. Sin embargo, con los tres criterios san Benito se refiere a rasgos de carácter concretos, atributos y acciones que todavía hoy son relevantes. Si el novicio pone su celo en la obra de Dios, entonces se trata de un hombre espiritual que disfruta de todas las dimensiones de la existencia humana, que se dirige hacia algo otro, que sigue los pasos de sus anhelos, y que por cierto lo hace de manera constante y continua, no solo en momentos de entusiasmo y arrebato religiosos, sino con celo. Detrás de ello se esconde también la apertura a la relación con Dios, pero también con los otros seres humanos en general. Celo por la obra de Dios es algo que podemos traducir por capacidad emocional y por la negación de una búsqueda narcisista de Dios que solo gira en torno a uno mismo y que por tanto también permanece solo en uno mismo. De igual modo, en nuestras sociedades en general, y en nuestras relaciones y familias, necesitamos seres humanos abiertos, que muestren emociones y les presten atención, que sean empáticos a fin de vencer esta crisis sin que se produzcan grandes rupturas. No podremos hacer frente a los retos por medio de muchos mundos paralelos en los que cada cual busque por sí mismo la salvación. Esto vale para esta crisis y para muchas otras con las que también nos encontraremos de nuevo en nuestras vidas.

Capacidad emocional también significa entonces preguntar simplemente a otras personas qué tal les va. Esto puede ocurrir en la familia, cuando dejamos que el resto de los miembros hablen sobre lo que les preocupa, sobre sus deseos y esperanzas. La escucha es un arte que nuestra sociedad amenaza con olvidar. No es en vano que la Regla benedictina comience en el Prólogo con estas palabras: «Escucha, hijo, estos preceptos de un maestro, aguza el oído de tu corazón, acoge con gusto esta exhortación de un padre entrañable y ponla en práctica. […] Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu a las congregaciones».3