De paseo por la tangente - Ignacio Nazapatto - E-Book

De paseo por la tangente E-Book

Ignacio Nazapatto

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Beschreibung

Este libro es fruto de la búsqueda constante de lo irreal, lo incoherente y lo fascinante. Elegantemente, el desquicio y la música de las palabras se encuentran, de manera poco inocente, para mezclar sus colores y cegar a la mismísima oscuridad, desmintiendo los miedos lógicamente ilógicos de lo desconocido, volviendo a la rutina un juego de riesgos reales y nutritivos. El contenido emocional de esta compilación surge del florecimiento de lo que aparentemente empezó siendo un dominante deseo de ser etéreo y de que lo concreto se vuelva una anécdota. ¿El tiempo lo cura todo o el tiempo, locura y todo?

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IGNACIO NAZAPATTO

De paseo por la tangente

(Adefesios entintados)

Natanson, Iván De paseo por la tangente : adefesios entintados / Iván Natanson. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-3299-2

1. Relatos. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenidos

Prólogo

Simón dice I

Uno de Emilio: La percepción de Turín

Desidia III

Uno de Emilio: El confuso confundido

Simón dice II

Uno de Emilio: Turín en simbiosis

Simón dice III

Uno de Emilio: La visita de Góldeni a Turín

Simón dice IV

Hechos históricos de la isla, según la secretaria de la Princesa Gema:Los Verlistrubios de Zambrosia

Uno de Emilio: Carta de Nosferatu

Simón dice V

Simón dice VI

Uno de Emilio: La historia del maestro del fracaso

Cliché romántico

Simón dice VII

El teatro de plastilina y celofán

La avaricia del magnate colchonero

Damasco y el amor

Uno de Emilio: magia en la realidad

Simón dice VIII

Miseria y misterio (testimonio del apriete)

El café literario

Damasco y el amor II

Uno de Emilio: Conversacióncon Reginaldo

Simón dice IX

Uno de la Princesa Gema: Aspectos del romance con Emilio

Deus ex machina (la liberación)

Simón dice X

Carta de Barnastre al Señor Regina

Radio Magenta

Informe del detective Técnico Racoffini Lustro

Decisiones, con Horacioy Arnoldo

La distracción

Operación Simón vuelve

Festejo nacional

Invenciones revolucionarias

Festejo nacional II

Uno de Emilio: Carta a mi familia

Festejo nacional III

Simón dice XI

Carta para Menta

Simón dice XII

A mis amigos

Prólogo

La María me dijo que quedaba lindo cuando al final de un prefacio se ponía la fecha y el nombre del lugar donde fue escrito. El prólogo de la primera compilación la escribí en un viaje de trámites a Buenos Aires, al segundo no le puse fecha ni nada porque lo escribí en pleno trayecto del tren que me había tomado, y tardé tres días en escribirlo… Mi esposa me dijo que quedaba horrible que pusiera una lista de los lugares que crucé con la formación a lo largo del camino de vuelta a casa. Me dijo que tampoco podía poner tantas fechas y, como me harté, no puse nada. Esta vez me aseguré de empezar a escribir este en casa y de terminarlo en el mismo lugar.

Esto que van a leer a continuación es producto de la capacidad de comprensión y compilación de la María. Sin duda, fueron meses muy particulares, muy emocionales dice ella. Por suerte, este proyecto aquí culmina, después de todo, es lindo saber que no voy a volver a leer nada más de este tipo o, para el caso, de ningún otro.

Ya es suficiente cháchara, me voy a ver el resumen de la fecha (sic). Disfrutenlón.

Ignacio ‘Zapa’ Nazapatto, República del Ánima,15 de octubre de 2020.

Simón dice I

La historia comenzará con el resumen de lo que recuerdo de la infancia que compartí con Reginaldo Ruiz Regina y su hermana, Mariana. Ambos se acortaron los nombres: Mariana es conocida por su nombre y su primer apellido, Ruiz; mientras que Reginaldo se hace conocer como Regio Regina. Mi familia, los Arévalos-Saizking, y la familia de los Ruiz Regina siempre fuimos muy cercanos, nos apoyamos en momentos durísimos. Como la vez que mi amigo enfermó y solo atinó a decirme: “Simón, va a estar todo bien”, y se desmayó, y a partir de ahí, pasó un mes en terapia intensiva y comenzó a figurar con cierta prioridad de urgencia en las listas de trasplantes en los hospitales de la zona. Aunque su madre dio positivo en la prueba de compatibilidad, ni eso parecía sugerir una solución segura, de hecho, esta decisión era por demás riesgosa para ambos. Estando en el quirófano, algo sensibilizó al destino y lo hizo cambiar su rumbo, tal vez fuera por el momento en el que Mabel tomó la mano de su hijo inconsciente y entregó su vida a la posibilidad de que la de él se prolongara. Ni bien la anestesia hizo efecto, los signos vitales de Regio se desplomaron y, según nos informó el doctor posteriormente: “Resurgió de sus cenizas como un fénix, estaba clínicamente fallecido, pero algo pasó de manera inexplicable y todo rastro de aflicción alguna desapareció en ambos pacientes”. Es decir, que ni Mabel ni Regio necesitaron ser abiertos de par en par… No me gusta usar esta palabra, pero fue un milagro…

Así Mabel Galardia Rosas-Raggú, la madre de Regio y Mariana, e hija del profesor Rosas- Raggú, fue galardonada con el premio Nobel a la maternidad, por lo explicado anteriormente y, sobre todo, por ponerse al hombro la casa, las estancias y los negocios familiares, cuando Don Guillermo Ruiz Regina partió de esta realidad.

Más allá de las eventualidades de su vida, Reginaldo siempre tuvo una visión muy particular del mundo y su tangible matriz. Siempre vivió todo con una ingenuidad que se contrapuso a su exceso de actividad mental. Es de corazón puro, de hecho, cuando se interesó por mi hermana, Menta, vino a preguntarme si a mí me molestaba que la invitara a salir… Tardó tanto en dejar de tartamudear que tuve que adivinar el resto de la frase. Se puso tan feliz que empezó a gritar en medio del parque, olvidando que me había apartado del resto del grupo para preguntarme eso. Todos se asomaron por detrás de los arbustos y Regio, sin dejarse sucumbir en la vergüenza y con el momentum proporcionado por su felicidad, nos pidió que nos sentáramos alineados y que miráramos al centro del infinito, hacia el ala norte del jardín. Se paró frente a nuestros ojos y, dándonos la espalda, levantó sus manos y una gran porción de tierra se volvió océano y, con sus brazos y manos aún abiertos de par en par, pispeó que ninguno estuviera distraído, barrió de una mirada las caras de todos, empezando por la de Menta y la de Mariana, luego Ricardo Góldeni, Lucero y Osvaldo Sondrellman y hasta incluso la de Gómez, quien le regaló una cara de despistado tremenda. Regio volvió a su pose y, no bien respiró profundo, el cielo se tornó magenta, el sol púrpura y las nubes verdes… Esto duró lo suficiente como para quedar en la memoria de todos para siempre. Cuando el cielo volvió a su esperado color, Regio orquestó con un ademán vigoroso el emerger de una ballena de azúcar, la cual saltó hasta dar con los rayos del sol y fraccionarse en millones de colores, para luego, sublimemente recuperar la blancura casi translúcida de su cuerpo y deshacerse en la sal de aquel mar imposible.

—Puedo hacer aparecer cosas con mi imaginación, pero desde ya me rehúso a usar esta habilidad para hechos banales…

—¿O sea que no podemos hacer una exhibición mostrando a Pie grande y al monstruo del Lago Ness para recaudar un poco? —dije bromeando.

Ricardo amó mi idea, de hecho, se puso muy pesado aquel día y trató duramente de convencernos y enrolarnos en su tren de pensamiento.

—Hay más… —dijo Regio.

Ahí nomás apareció Emilio Turín, quien fue saludado por las caras de desconcierto de todos, menos la de Regio, la de Mariana y la mía, por supuesto, porque Reginaldo ya nos había mostrado en una oportunidad que tenía dos amigos de otra dimensión y que los podía traer a nuestra realidad cuando no estaba muy distraído. Regio podía plasmar la cara de alguno de sus dos amigos interdimensionales en algunas superficies selectas, creo que dependía del pigmento del material. Emilio Turín y Damasco Galán podían materializarse y viajar por esta dimensión a través de los colores naranja, verde, púrpura, rojo y azul, algo así me explicó Regio.

—Él es Emilio Turín, se los presento: Menta, Osvaldo, Gómez, Ricardo y, bueno, ya se conocen con mi hermana, Lucero y Simón… Turín es de otra dimensión, pero lo materialicé aquí para que lo conozcan.

—¿Y habla? —preguntó Menta.

—Por supuesto. Hablo, escribo, leo y… y… bueno, eso es todo. No cocino porque no necesito alimentarme de la manera que a ustedes les resulta convencional —respondió Turín.

—¿Cómo está tu hermano? —pregunté para cambiar de tema.

—Bien, practicando sus magias, para variar —dijo Emilio, burlón.

—¿Por qué no viene también? —preguntó Ricardo, atónito por la situación.

—No puedo hacer aparecer a Damasco y a Emilio al mismo tiempo —aclaró Regio.

—¿Por qué? ¿Se pelean mucho?

—¡Nada de eso! —Reginaldo tuvo que pausar su respuesta y priorizar una carcajada que lo había inundado por dentro—. ¿Le contarías, Emilio?

—Por supuesto. Es así: cada vez que mi hermano o yo aparecemos de cuerpo entero en esta dimensión, en cualquier parte que sea, por un lado, nos volvemos parte de quien nos materialice. En este caso, Regio accedió a duplicar su información genética y así asegurarme un cuerpo. Por otro lado, al ser traídos al mundo de la realidad material, generamos un halo invisible, una suerte de concentración de energía en constante movimiento rápido, o sea, manteniendo una cierta volatilidad. De todos modos, esta especie de campo energético va ganando estabilidad conforme pasan algunos días. Para ser más exactos, esta energía se vuelve mitescere, un término muy usado en la dimensión de la que soy oriundo, y vendría a ser el “estado de compensación constante”, aunque, literalmente, la palabra se traduce del latín como “calma”. En este estado, los cuerpos energéticos de ambos se encuentran compensando el uno al otro, compartiendo el espacio pacíficamente, sin alterar las habilidades y dones de ninguno de los dos. Hay condiciones que se deben brindar para que esto suceda, como hablábamos recién, es decir, para evitar que esta dimensión sea interrumpida por un inexplicable agujero negro en medio de algún lugar, es necesario que Damasco y yo seamos materializados con cien días de distancia y que los focos de materialización interdimensional se encuentren a por lo menos mil kilómetros de separación.

—Son una bomba —dijo Ricardo.

—Somos un gran equipo mi hermano y yo, es verdad, también lo es el hecho de que podemos hacer estallar todo en mil millones de pedazos.

Cuando dijo esto último, me miró a los ojos y sentí que el humor ácido que había empleado para decir eso con la soltura que lo dijo provino de una experiencia anterior no muy provechosa. Nunca cercioré esta información, pero esa percepción me hizo pensar en lo frágil que es la realidad.

Algo curioso sucedió al día siguiente de ese evento mágico, como todos lo recuerdan. De hecho, me pareció tan extraño que, aprovechando que Emilio estaba en este plano, lo fui a visitar, a jugar al ajedrez y ponernos al día, misma rutina que luego repetiríamos por años. Ya sentados en las crujientes sillas de un mimbre muy quejoso, la conversación se desarrolló tan lenta como la partida.

—¿Hablaste con Ricardo o con Mariana? —pregunté sin sacar los ojos del tablero.

—No, ¿por qué? —respondió Turín.

—Después de que Regio hiciera aparecer la ballena y todo eso… —empecé a explicarle, pero me interrumpió.

—¿La ballena y todo eso, Simón? ¿Sabés lo cansador que es hacer aparecer un océano y una ballena de azúcar? No podrías entenderlo humanamente o, por lo menos, en la concepción de humano que se maneja en este mundo.

—Gracias, Turín. Muy edificante tu comentario, para nada hiriente —opiné dolido.

—¿Qué pasó con Mariana y Ricardo? —preguntó Emilio, sencillamente.

—Bueno, sabes que ya hace un tiempo están en pareja, ¿verdad?

—Lo sospeché cuando él le besó el cuello y ella cerró los ojos para absorber el afecto plenamente.

—Bueno, hoy se despertaron y ambos se pusieron a trabajar en sus proyectos, Góldeni tratando de terminar esa novela que lo amenaza con quedar inconclusa y Mariana escribiendo una de sus historias de ciencia ficción que tanto le gustan a ella. Al cabo de unos instantes, de reojo, él vio una luz que se movía y cambiaba de forma, entonces levantó la cabeza y ahí lo vio… —dije, exagerando el suspenso en demasía.

—¿¡Qué vio!? —exclamó curioso Emilio, quien claramente había dividido su cabeza en dos, una parte me escuchaba con mucha atención, la otra hacía de cuenta que se concentraba en la partida.

—Fue testigo de todo lo que ella escribía —dije—, de la cabeza de Mariana se proyectaba una especie de óvalo cuyo interior estaba decorado con móviles colores que formaban las imágenes, personajes y paisajes que eran parte de lo que su pluma dejaba asentado en el papel.

—Qué lindo lo dijiste, me sorprendió —dijo Turín con picardía.

—Voy a obviar eso —le respondí, no entendiendo realmente si él estaba siendo arrogante o si hablaba honestamente.

—En definitiva, Mariana puede proyectar externamente lo que escribe y Ricardo también debería ser capaz de lo mismo.

—Así es, luego de eso, ella descubrió que lo mismo le pasaba a Góldeni. ¿Qué pasó? ¿Por qué te resulta lógico que Ricardo pudiera hacer lo mismo? ¿Es preocupante? ¿Pasaría todas las veces que Regio hiciera un despliegue de magia?

—Para nada, no es normal, pero siempre hay una minúscula probabilidad de que pueda suceder. La verdad es que no es muy corriente que haya gente que pueda lograr canalizar la magia humana como Reginaldo o, bueno, ahora su hermana y su novio, y por esa razón pensar estadísticamente en la proporción entre daños colaterales y los llamados “contactos limpios”, es algo irrisorio y plenamente inútil.

—Yo no sentí nada —dije como añorando también haber sido afectado por la magia.

—No me extraña —dijo Emilio en un bocadillo travieso, mientras movía uno de sus alfiles, amenazando sutilmente a uno de mis caballos.

—A lo mejor deberías ausentarte con mayor frecuencia, quizás así te extrañe más —le respondí como devolviéndosela.

—¡Princesa Gema! —dijo Turín, como recordando algo—, le dije que ni bien llegaba a esta dimensión le avisaba.

—¿Cómo va esa relación? —pregunté genuina e interesadamente.

—Mejor imposible… adoptamos un chancho de esta dimensión…

—¡Tanto que dijiste siempre que querías uno! ¿Le pusiste Bidón como querías? —clamé con tamaña alegría.

—¡Por supuesto! Te toca mover a vos —respondió Turín sonriendo.

—Jaque —fue mi respuesta.

—¿Cómo puede ser? —dijo nervioso Emilio.

Tomó aire y movió una de sus piezas, e inmediatamente sintió la necesidad de cambiar su tono, para volver a la leve preocupación del otro tema y salir de la bronca de aquella última jugada donde lo había puesto contra la espada y la pared.

—¿Sabés si alguien más sintió este cambio? —agregó.

—¡Jaque Mate! —dije excitado, porque por primera vez le había ganado a Emilio en este juego—. Nadie más, que yo sepa, Turín, buen juego.

Extendí mi mano y la cara de terquedad de mi contrincante acompañaba a la sangre que se le había subido a los ojos.

—¡Estuviste practicando, canalla! —gritó con una sonrisa mezclada con una competitividad arrogante.

—Sí, y veo que vos nunca practicaste como ser un buen perdedor —le contesté con cierta actitud de altanería.

—Qué pretencioso y aristocrático es tu tonito, ¿querés balbuscia? —ofreció Turín, en un esfuerzo por dejar atrás la humillación sin sentido que estaba experimentando por haber perdido.

—Son las once de la mañana —respondí queriendo traer algo de lógica a la conversación.

—Yo lo llamo aperitivo —dijo y sirvió dos vasos cortos.

—Salud —dije, y ambos empinamos los diminutos vasos y engullimos el ardiente líquido—. Por cierto, ¿cómo fue que se conocieron Gema y vos?

—En una de las famosas y privadas galas en casa de Primo Posta, con quien compartimos grandes amistades en común, como el escritor Ícaro Narcisso, el visionario empresario Nosferatu Sangre o mismo Lucero Sondrellman, con quien mantengo una amistad profunda y alimentada por catarsis en formato epistolar. Sin querer sonar arrogante, la lista sigue…

—Sonás arrogante, pero estoy impresionado. ¿Cómo puede ser que alguien de otra dimensión esté tan bien conectado?

—No es la primera vez que vengo a este plano y no soy un principiante haciendo lo que hago.

Emilio me respondió y noté que no quería creérsela, estaba valorando su experiencia. Mientras pensaba eso, me dieron ganas de saber qué era lo que hacía Turín, pero la balbuscia borró todo en mi cerebro. A decir verdad, hay mucho de ese mediodía que no recuerdo, entre estas cosas, cómo volví a casa.

Uno de Emilio: La percepción de Turín

El día que Emilio Turín pensó haber oído como el baterista que acompañaba a Miles Davis se confundía, fue una jornada de persistente lluvia. Todo empezó con la celebración del ritual que mantiene Turín los viernes, cuando se prepara para zambullirse en su cabeza durante todo el inminente fin de semana. Su ritual o, como él le dice, “coronación”, consiste en la práctica de sus placeres musicales, el aseo propio y de la morada, culminando con una copa de malbec taparrosca, servido al compás de un disco intitulado Miles Davis & Horns.

Por la mitad de su humo, y tres cuartos de su copa, Emilio se sintió atraído por un arreglo de batería que no había percibido anteriormente, y eso que tenía bien escuchado este disco. Era el timbre de una pareja de platillos que sonaban sutilmente abiertos y percutidos por un palillo, definitivamente no eran escobillas.

“¡No puede ser que se esté corriendo del tempo!”, pensó, y una y otra vez reflexionó sobre la situación; de hecho, se quedó pensando con la mirada perdida pero fija en una garrafa de propano vacía, objeto con el cual Turín compartía el techo que los resguardaba del aguacero. Aún escuchando el arreglo fuera de tempo, y con los ojos clavados en la garrafa, notó algo que lo hizo levantarse de su asiento y estirar su mano, que el agua empapó a cuentagotas. Rio Turín porque no era error alguno el que él había oído, era sencillamente una gotera con aspiraciones musicales. Su coronación se volvió plenitud, se hizo reír a sí mismo, y eso ya es un montón.

Desidia III

El desgano es ahora un estado al que no deseo volver, mejor dicho, es un aspecto que quiero dejar atrás. Veo al naranjo dar su fruta y pienso: esa esfera de alimento es el producto de un flujo de energía que nunca cesó, que avanzó sin obstrucción, enardeciendo sus formas y su deseo de expansión. Ese árbol, entre tantos otros del montón, generó de su mero deseo, una fuente de alimento y, en el camino, se demostró a sí mismo ser capaz de exagerar su propia belleza en pos de que su fruto nutriera los ciclos vitales de otros organismos.

Mi conclusión es que el raciocinio es un arma de doble filo. En la obsesión por querer entender todo profundamente, cortamos el fluir de la energía en nuestras propias ramas, y con este hecho obstruimos la corriente sanguínea, poniéndonos en estado de emergencia constante, cosa que nos priva de la posibilidad de adoptar los estados que nos corresponda afrontar para emerger de nuestras tinieblas intrínsecas.

Para que valga real y doblemente la redundancia, voy a concluir: la desidia me genera desgano, pero no es algo de lo que quiera hablar, no me dan ganas. De hecho, con la pluma y el papel por testigos, decido, como que mi nombre es Ricardo Góldeni, que voy a trabajar en mi interior para superar mi constante procrastinación de todo… Tal vez así logre terminar mi novela de una vez.

Uno de Emilio: El confuso confundido

Falto de aire, despertó y se dispuso a escribir una carta a Lucero. Nada salía de Acéfala, así es como Emilio llama a su lapicera favorita, y esto se debe a que extravió el capuchón que la salva de la sequedad, la cual, para el asombro de Turín, hace tiempo que no se producía. Hoy se cumplen siete años de la pérdida antes mencionada, y así fue la celebración: primero algo de jazz, vino y un cigarro, un libro de anotaciones en blanco y la homenajeada por consecuencia, su entintada socia, oriunda de la estación de Retiro.

Dos horas pasaron, tres canciones de jazz instrumental, dos copas de malbec taparrosca, y la hoja seguía en blanco como su mente. Cuatro horas, siete canciones, cinco copas y medio cigarro más tarde, Turín encontró, entre lo turbio de su visión alcoholizada, que solo había escrito lo siguiente:

Lucero:

Hoy al despertar, abrí los ojos, y como era mi sospecha, por un santiamén no me encontré a mí mismo durmiendo.

“¿Que digo?”. Se echó hacia atrás, donde su espalda se encontró con un respaldo que la recibió crujiendo como acomodándose. “Vamos de nuevo…”. Arrancó la hoja y empezó de nuevo.

Lucero:

Quiero escribirte, pero no puedo…

“¿Qué significa esto?”, se preguntó a sí mismo, arrancó la hoja, bollo y al tacho. “La tercera es la vencida”, dijo queriendo convencerse.

Lucero:

En celebración del evento conmemorado el día de la fecha, alzo una copa, bueno, otra copa más, con el fin de…

Soltó la pluma y pensó, como burlándose de sí mismo: “bueno, ¿y cuándo entra la bandera de ceremonias? Dale, Turín, no estás escribiendo un discurso para un acto escolar, nene”.

Sumó un bollo más al ya abarrotado cesto de residuos. Esta vez, antes de empezar a escribir de nuevo, vació por fin la segunda botella de vino en su copa ya también ebria de ser servida, escuchó toda una canción de jazz instrumental y se terminó aquel cigarro. En definitiva, horas después, se sintió preparado para satisfacer su deseo de escribir esta postergada epístola, impulsado ahora por ser lo más concreto posible en la emisión de su mensaje:

Lucero:

Gracias por los vinos, estaban riquísimos.

Siempre cerca,

Emilio Turín

Simón dice II

Regio nunca fue de salir mucho, de hecho, solo hacía planes con nosotros, o quizás salían solos con Menta, por eso me sorprendió cómo se dieron las cosas aquella vez, porque Regio, vistiendo elegantes ropas asistió a una de las fiestas que Gómez organizaba en uno de sus clubes, para fundaciones de las empresas con las que trabaja, o colabora. En fin, aquella noche, Menta le informó que se sentía pésimamente, pero insistió para que Regio fuera por su cuenta, ya que en esas fiestas solía haber invitados de gran influencia y nunca venía mal un poco de respaldo económico de los peces gordos… Esas palabras lo convencieron de ir, besó a su compañera de vida y se fue con los ojos puestos en los negocios.

En plena noche, recibí un llamado. Era mi hermana que no podía moverse del dolor, pero nunca siendo muy específica con qué era lo que le dolía. Cuando llegué a la residencia Saizking- Regina, ya era muy tarde, su piel se había vuelto inanimada, sus gestos parcos y sus ojos ausentes. Esa noche Regio regresó borracho, e inocente, ignorando por completo lo sucedido, pronto se puso a tono cuando cruzó el zaguán, que estaba inundado de las lágrimas de mi madre y de la suya. En los ojos de Regio noté el momento exacto en el que entró en lo que él siempre reconoce como la peor de sus depresiones. La expresión de su cara al ver a Menta, fue como ver la encarnación del desamparo mismo. Después de eso, nunca volvió a ser lo que era, ninguno de nosotros fue la misma persona. A pesar de todo, por suerte, siempre nos mantuvimos unidos como una gran familia.

Cuando Reginaldo llegó a su residencia y, como contaba antes, cruzó el zaguán, una horda de familiares de todas las edades entorpecían el aire con sentidos pésames bien intencionados y protocolos fúnebres, algunos demasiado religiosos para lo que acostumbrábamos nosotros. El viudo, desalmado, subió la escalera caracol que lo llevó hasta el cuarto que compartía con su esposa desde hacía unos años. La vio, según recuerdo que me contó, y lo primero que le impactó fue ver la fragilidad de su bello cuerpo en un estado de pálida, casi amarillenta rigidez, excediendo, por el ángulo, la forma del colchón, desafiando a la gravedad, como una tabla que sobresale del borde de la mesada, pero sin amenazar con caerse.

Mi hermana Menta, falleció inesperadamente por capricho del drama que es la vida, o por lo maquiavélicos que son los escritores del destino (si los hubiera); mi amigo íntimo, camarada como pocos, destrozado por tal pérdida, inmediatamente después de superada la primera fase de su duelo, empezó a pensar y repensar formas permanentes y constantes de homenajear en grande la memoria de su esposa. Así es como ideó planes, planos y detalles de cómo erigir un país con particularidades mágicas, donde, entre otras cosas, todo sería comestible y se regeneraría instantánea y constantemente: lo que hoy se conoce (y se reconoce) públicamente como país-estado/monarquía institucional, Menta Regina. A continuación, citaré textualmente parte del discurso de inauguración de la isla, escrito y leído por Regio, solo para graficar el amor que este le tenía a su amada:

[…] Perece tu mansa presencia y me abandona el júbilo junto con la sonrisa; caduca tu voz acaramelada y la blancura de tu piel. Entre las cenizas de la esperanza, renace el fénix del número impar de besos que nos dimos en notoria celebración de nuestra eterna unión… Vuelve, cada tanto, la sonrisa sin que la llame, y se retira sin ser echada… Tu cuerpo brilla por su ausencia, tu falta es ahora el cuerpo de mi voluntad, la que impulsa a esta tierra no solo a portar tu nombre, sino que también promete hacerle justicia a la magia de tu ser… Te amo, Menta, gracias por todo, donde quiera que estés […].

Uno de Emilio: Turín en simbiosis

En su casa, Emilio siempre veía a una mosca, la misma todas las veces. Este insecto volaba de una manera muy particular, como si buscara comunicar algo, o como queriendo recuperar algo que se le había extraviado. Un día, Turín se agotó de que aquel bicho no tuviera un propósito que fuera funcional al hogar. Todo en la morada de Emilio cumplía una función específica, todo pasaba por algo y nada estaba donde estaba por simple arte del azar. Fue entonces que una tarde, al llegar a su hogar, luego de una intensa jornada de trabajo en el teatro de plastilina y celofán del ojo artístico, en la región de Oniria, vio a la mosca y la percibió dispuesta a cumplir una función. Entonces, colgó las llaves de ella.

Al despertar, la mosca seguía ahí, volando a la misma altura, sosteniendo las llaves no tan pesadas de Turín, quien, agradecido, preparó una solución de agua con azúcar en un plato de café y se la ofreció al insecto. Emilio agarró las llaves que parecían flotar imposiblemente y articuló su agradecimiento, con más dudas que certezas de si había sido oído o no. De todos modos, la mosca se dejó notar aliviada por la llegada de su descanso y fue directo al plato.

Al cabo de unas horas, Turín regresó a su hogar y vio, con asombro, que la mosca, no solo se había tomado toda el agua, sino que, por su propia voluntad se había posicionado a la misma altura que la vez anterior y, naturalmente, Emilio volvió a colgar sus llaves. Esta rutina se tornó su relación. Así, aquella vez se dieron entre sí lo que necesitaban y luego continuaron nutriéndose el uno al otro, a su forma.

Simón dice III

Cuando Regio me habló de organizar una kermesse, yo opiné que esa forma de festejo estuvo siempre muy alejada de las costumbres de nuestras familias…

—Sin irreverencia no se rompen los moldes de la costumbre y, si eso no sucede, la cultura se vuelve conservadora, reticente a la verdadera expresión y enturbiada por los torrentes ideológicos de un sistema de pirañas financieras, Simón. Aunque estás en lo correcto, no es un término que hayamos oído con mucha frecuencia, pero la Princesa Gema, al ser introducida al proyecto y ceder sus tierras para que este se lleve a cabo, me pidió que no le diéramos la espalda a la cultura ni a la historia de la isla.

—Esto incluye la Carrera de Cucarachas Marcha Atrás, ¿verdad?

—Entre otros eventos, sí. Antes de seguir hablando de la idea de la kermesse, quiero comentarte algo que me sorprendió: Gema me contó algunos hechos históricos de la isla, lo que los anales enrollados cuentan del pasado de este lugar tan mágico. Mucha de esa información me la va a estar enviando en los próximos días, cuando termine de transcribirla en papel.

—¡Que interesante! Ya que nombrás eso, quería saber, ¿el lugar esta desprovisto de todo o cómo es la isla?

—El territorio esta subdividido en provincias, cada una tiene sus particularidades, pero, con el pasar del tiempo y las malas administraciones, todo fue en desmedro. A decir verdad, quien obró mal y llevó el reino prácticamente a la ruina fue el tío de Gema, el conde Coro, quien, a diferencia de su nombre, no actuó con decoro jamás. De hecho, en un ataque de María Antonieta, dejó que la isla siguiera un rumbo de perdición, mientras él se dedicaba a ensanchar sus caderas y estómago. Años más tarde, el hermano del conde y padre de Gema, el rey Epitafio I, dado por muerto en batalla, regresó, y viendo lo que su propia sangre había logrado destrozar, derrocó al conde y ordenó, con la paupérrima imagen diplomática y las conexiones que le quedaban en aquel momento, desaparecer de todo tipo de mapa, ruta marítima y de todos los libros de textos de formación académica. Desde entonces el rey Epitafio estuvo trabajando con mínimas conexiones comerciales, en la búsqueda de la autosuficiencia y el desarrollo. La Princesa Gema tomó la posta con una cabeza más fresca. Gracias a Emilio y su conexión con Primo Posta, quien además es socio de Gómez y de los Sondrellman, pude dar con ella, combinar una reunión y enrolarla en el proyecto. Pero ¿no es increíble que un lugar así casi se vaya a la ruina?

—¿Me estás diciendo que todo lo que parecía un delirio de tu cabeza es algo real?