Del metaindividuo al poliindividuo - Betzalel Elazar - E-Book

Del metaindividuo al poliindividuo E-Book

Betzalel Elazar

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Beschreibung

En un mundo donde el individualismo se ha elevado a su máxima expresión, resulta imprescindible reflexionar sobre la esencia del ser humano. Desde la perspectiva de Betzalel Elazar, el metaindividuo ha emergido como una figura dominante, desafiando las nociones convencionales de individualismo. En un momento en que la humanidad se encuentra en una encrucijada, se presenta la opción de abrazar un papel de socio cocreador, adoptando una consciencia que trascienda el yo para construir un futuro colectivo. Este libro invita a una profunda reflexión sobre el cambio de paradigmas necesarios para evolucionar hacia un poliindividuo, donde la fortaleza individual se entrelaza con la inclusividad. Es una llamada a reescribir la historia y forjar una nueva narrativa que celebre la capacidad humana de rectificación y construcción colectiva.

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Del metaindividuo al poliindividuo.

Método NUHMA

Betzalel Elazar

Créditos

Del metaindividuo al poliindividuo

Método NUHMA

© de los textos: Betzalel Elazar, 2023

© de esta edición: Editorial Tequisté, 2023

Corrección: M. Fernanda Karageorgiu

Diseño gráfico y editorial: Alejandro Arrojo

1ª edición: noviembre de 2023

ISBN: 978-987-8958-47-7

Editorial Tequisté:

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No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su tratamiento informático, ni su distribución o transmisión de forma alguna, ya sea electrónica, mecánica, auditiva, digital, por fotocopia u otros medios, sin el permiso previo por escrito de su autor o el titular de los derechos.

LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA

Betzalel Elazar

Del metaindividuo al poliindividuo : método Nuhma / Betzalel Elazar. - 1a ed. - Pilar : Tequisté. TXT, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-8958-47-7

1. Ensayo Filosófico. I. Título.

CDD 199.82

Dedicatoria

Dedicado a la humanidad toda, en especial a aquellos soñadores de la poesía utópica del cambio, buscadores incansables de la unidad armónica de las melodías de la diversidad de colores.

A todos ustedes, no olviden que las generaciones futuras esperan con ansias los resultados de nuestros comprometidos esfuerzos por un futuro mejor.

Introducción

Bien conocida es la herencia que nos legó la revolución industrial: en el principio fueron las industrias y los trabajadores. Entonces, las industrias crecían transformando la economía rural en una urbana y mecanizada. Viendo el hombre que estos cambios eran auspiciosos, los impulsó mediante la construcción de ferrocarriles, carreteras y comunicaciones, además del motor a vapor que movilizaría barcos y trenes. Dio origen en este escenario al sindicalismo, la anarquía, el socialismo y el comunismo, producto de la brecha entre el proletariado y la burguesía. Fue así el primer nivel de la exaltación del individuo conocido como primera revolución industrial.

Dijo la humanidad: necesitamos descubrir la factibilidad de nuevos materiales en pos del crecimiento productivo, experimentando —entre otras cosas— un notable avance en materia de aplicaciones químicas, medicinales y tecnológicas de la mano de la electricidad y el aprovechamiento de combustibles fósiles como el petróleo y el gas. Comenzó así una nueva fase de explotación de recursos naturales, a la vez que promovió innovaciones tecnológicas que impactaron en un incremento de la productividad. Siguiendo esta línea, es que se enfatiza la educación con el objetivo de ser funcional a tales propósitos, lo que lleva a la internacionalización de la economía que genera la primera globalización y, consecuentemente, el segundo nivel de exaltación del individuo conocido como la segunda revolución industrial.

Dijo la humanidad: dignifiquemos como líderes y sabios a aquellos que impulsen la hipercompetitividad industrial; a los que sienten las bases de la especulación económica y el capital enmascarado bajo la apariencia de progreso, fomentando la internacionalización productiva donde el capital se expande o reproduce con el único objetivo de obtener más capital. Esta situación demanda, para ser sostenida, el alto costo de la explotación de los recursos naturales de manera inconsciente e indiscriminada. Por otra parte, se hace visible la necesidad de crear un sistema bélico capaz de resguardar dichos intereses económicos y recursos, de los demás competidores, mostrando su cara más fea con la primera guerra mundial, la depresión del ’29 y la segunda guerra mundial. Estos eventos evidencian la concreción del tercer nivel de individualismo, donde el único perdedor fue la humanidad toda.

Dijo la humanidad: creemos una sociedad de consumo de servicios y productos con el objetivo de aumentar el consumismo, perpetuando así el sistema capitalista; promoviendo una normativa social y moral con una ética predeterminada con estándares funcionales a dicho sistema, donde se castigue a quienes se salgan de la norma impuesta, cosificando a la otredad al punto de que esta se convierta en un recurso. Que sea entonces un medio para un fin, es decir, la naturalización del recurso humano y de la competitividad supuestamente necesaria para dar con este estándar ideal de vida adiestrado; ideal que será debidamente promocionado, como único objetivo a seguir, por los medios propagandísticos masivos como la teledifusión de ese entonces. Mientras que por otra parte se busca establecer la ciencia como una nueva religión, con sus dogmas y profetas. Con todas estas herramientas, el cuarto nivel de individualismo está en condiciones de hostigar a los que estén por debajo de su nivel.

Dijo la humanidad: que sea promovido todo avance científico en materia técnica y de salud, siempre que esté destinado a generar dividendos en el mercado bursátil. Caso contrario, serán desalentadas toda proliferación de ideas que no coticen en bolsa. Además, se crearán las tecnologías digitales de comunicación, las que acentuarán la globalización de la información y la manipulación a su conveniencia. Estos grandes avances tecnológicos constituyen un gran orgullo para la humanidad y una oportunidad para evolucionar, por lo que generará una división entre quienes quieren utilizarlos para el servicio de la humanidad y aquellos que desean usufructuar de las ventajas de estos para su propio beneficio político y material. De esta manera, el quinto nivel de individualismo es afianzado.

Dijo la humanidad: que sea justificada por cualquier medio la competitividad despiadada, la cosificación y cuantificación de la otredad. Como así también, la explotación de los recursos naturales más allá de sus límites, impactando en la contaminación ambiental desproporcionada. Todas estas acciones con el único objetivo de acumular bienes materiales y sostener el sistema capitalista a cualquier costo. Otra tendencia decadente promoverá que las redes sociales reemplacen virtualmente las relaciones humanas. Mientras que por otra parte se fomentará la hiperestimulación emocional acostumbrando a los usuarios a volverse reactivos emocionalmente a los contenidos de dichas redes sociales. Esta hiperreacción emocional será trasladada a la vida cotidiana, debilitando así las relaciones interpersonales. La diversidad que rodea al individuo es necesariamente etiquetada y discriminada consecuentemente con sus paradigmas e ideales, fanatizando al punto de la violencia más primitiva cualquier causa, dando como resultado brechas sociales aparentemente irreconciliables. En cuanto a la educación, la investigación científica o cualquier nuevo paradigma estarán destinados a sostener el sistema que mantiene al sujeto económico como esclavo voluntario del apego a sus deseos y caprichos. Mas quienes traten de trascender la norma serán objeto de manipulaciones propagandísticas del mercado que intentará captarlos para que sean fieles capitantes o en su defecto serán condenados socialmente por el simple hecho de no cumplir con los estándares que impulsa el sistema como modelo de vida en tanto enajenación y vorágine extrema. Dicha alienación autoimpuesta implica el sacrificio supuestamente loable de la salud, familia y tiempo en pos del presunto ideal de felicidad consumista. Finalmente, de esta manera, estarían dadas las condiciones para conquistar el sexto nivel del individualismo, nivel que se constituye en la máxima expresión extrema del individualismo, dando lugar así al nacimiento del metaindividuo.

Entonces… la humanidad ya no dijo, por el simple hecho de que ya no pudieron escucharse entre ellos. Pues, por la tragedia que supone la pérdida de la capacidad de entenderse, el mundo entero corrió las peores de sus suertes, ya que cada metaindividuo contribuía a fragmentar cada vez más la humanidad en pos de un sistema económico extravagante y burdo, basado en la pobreza de la mayoría y la acumulación vergonzosa de unos pocos; creyéndose estos últimos con la potestad de calificar la calidad ética de cada persona que esté por debajo de su perspectiva cuantificadora, a la vez que deciden quiénes son merecedores rentables del acceso a la atención sanitaria, educación o alimentación saludable. De esta manera, la raza humana sería la responsable indiscutible de la extinción de cientos de especies, incluyendo la corrupción y la ruina definitiva de las fuerzas elementales de la naturaleza encargadas de sostener y hacer viable la vida en este planeta. Lo que llevaría por lógica inevitable a la propia extinción, dando por finalizada de esta manera la carrera atolondrada comenzada por el 1760 aproximadamente y que podria concluir afianzando sus vergonzosos caprichos destructivos alrededor del 2040. Esta situación nos deja ante la evidencia de un proceso devastador de no más de 280 años, tiempo suficiente para demostrar la capacidad destructiva y el resultado visible del tan ponderado progreso individualista excesivo que decidió explorar la raza humana. Es decir, desde la exaltación de la mínima razón que excusara la división —nacionalidades, religiones, razas, política, ideas, clases sociales, etc.—, hasta el usufructo irresponsable de todo cuanto rodeara a tan enaltecido y consagrado metaindividuo, hijo indiscutible de la competencia despiadada en tanto cuantificación de la otredad, consumismo esclavizante y apariencia especulativa.

Hasta aquí, el paralelismo con el libro del Bereshit (génesis), incluyendo el comienzo con la letra B como en el Bereshit que empieza con la (B). Como es sabido, este es el primer libro de la Torá o biblia hebrea y relata precisamente el bereshit (el comienzo), el principio de la creación en seis días. Mas lo que describe esta analogía es un comportamiento exactamente opuesto a la creación, demostrando claramente que, de seguir este curso, es probable que sea el último libro que escriba la humanidad.

Está claro que, en este séptimo nivel, la humanidad alcanzó un estadio contradictorio, obteniendo algunos resultados positivos y otros no tanto. Sin embargo, lo que se cuestiona es el costo de dichos resultados beneficiosos, los que sin duda se obtuvieron sacrificando la dignidad de la raza humana y corrompiendo abusivamente su entorno natural en nombre del progreso. Desde la aparición del sujeto económico, la humanidad ha experimentado una vorágine individualista que se acentuará con el correr del tiempo, a la vez que se adaptará a los diferentes avatares de los diversos contextos históricos volviéndose marcada la distancia del individuo con la otredad en tanto probabilidad de sí mismo. Por lo que decantará, por lógica, en una definición que supera sin duda al individuo común, yendo más allá del individualismo, pero sin la trascendencia de este. Es decir, se podría inferir que es un individualismo por sí y para sí en su máxima expresión, un… metaindividuo.

No obstante, otra opción que tiene la raza humana en este séptimo nivel es el de comprender su rol de socio cocreador, responsable desde un estado de consciencia que le permita ser consecuente con sus acciones; entender que la necesidad de cambio de paradigmas en aras de trascender este metaindividuo en el que ha devenido es fundamental para su subsistencia. Precisamente es en este punto donde es posible reescribir la historia, una que demuestre la capacidad rectificadora natural que posee la humanidad en vistas de sentar las bases para la evolución de esta en su totalidad; buscando trascender el metaindividuo con los valores que fomentarán la construcción de un poliindividuo no antropocentrista y donde la fortaleza de la manifestación individual se basará en la capacidad inclusiva del individuo. En otras palabras, debe existir una transición del metaindividuo al poliindividuo.

La raza humana ha caído en la trampa de creer que ha trascendido la estructura comunitaria primitiva; que, por el hecho de haber conquistado la escritura y el arte o explorado la tecnología y la ciencia, ha dominado también la máxima expresión de la evolución sociológica. Tal vez, en algún punto es comprensible que así lo crea, ya que ha obtenido (en algunos casos, no en todos) muy buenos resultados a través de las organizaciones sociopolíticas y las instituciones religiosas. Ambas orientadas principalmente a la mejoría de las sociedades, pero con estrategias obviamente diferentes. Es decir, mientras las religiones buscan religar, o volver a unir al individuo con la Divinidad, impactando así en el comportamiento de una comunidad, en su cultura y desarrollo, las organizaciones sociopolíticas plantean códigos de convivencia, leyes y normas cívicas que influirán directamente en la conformación de la cultura, la proyección social y económica y la organización psico-afectiva. Hasta aquí es evidente el refinamiento sistemático y paulatino que se ha logrado, a lo largo de la historia de la humanidad, en materia de organización social. Pero no es precisamente a estos logros evolutivos a los que se hace referencia a la hora de hablar de trascendencia de la estructura comunitaria elemental, es más bien a un factor arraigado en la configuración neurológica primitiva del individuo.

Se trata de la perspectiva de percepción de la otredad. Es decir, en los albores de la historia de la humanidad dicha percepción era yo contra ellos. Esto sin dudas duro poco, puesto que el individuo necesitaba del clan para sobrevivir, por el simple hecho de que procurar refugio, comida y naturalmente la preservación de la especie a través de la reproducción era una empresa de grupo. El resultado de este paso evolutivo en pos de la supervivencia decantó en una de las principales características del ser humano: el sujeto social. Por otra parte, en el contexto de sentido de pertenencia y supervivencia grupal surgió la segunda singularidad perceptiva de la otredad: el nosotros contra ellos. Dicha impresión está fundada en la competencia entre clanes por dominio del territorio, coto de caza, recursos para la subsistencia o de cuanta rivalidad surgiera que pusiese en peligro a alguno de los integrantes del propio clan. Esta percepción del nosotros contra ellos —que originalmente surgió por una necesidad de supervivencia en el periodo que se podría denominar popularmente como la era de las cavernas— está completamente arraigada en el área del cerebro destinada a tal fin, es decir, en el sistema límbico.

Por otra parte, es claro que, a pesar de los avatares evolutivos enumerados al principio de esta meditación en tanto sujeto social, esta percepción de la otredad conocida como nosotros contra ellos fue mutando sistemáticamente. Encontrándose así reflejada no solo en clanes o etnias definidas, sino también en naciones, religiones, colores políticos o parcialidades de cualquier índole.

Mas cabe preguntarse, ¿qué tipo de similitudes comparte el humano actual con aquel homo-sapiens del paleolítico? Pues básicamente esta percepción de la otredad conocida como nosotros contra ellos, originada en la necesidad de supervivencia. Hoy en día esta tendencia se ve cristalizada en la fragmentación social, en cada colectivo o parcialidad política, en religiones, nacionalidades, incluso en facciones que agrupan a individuos en pos de ideales que defiendan una minoría, etc. En cada uno de estos ejemplos se ha visto actuar a la humanidad de la manera más primitiva, agresiva y vergonzosa, desconociendo la igualdad a la vez que usufructuó abusivamente de la intolerancia irracional, culminando en el fanatismo irascible.

Queda claro entonces que no es una novedad en la historia de la humanidad esta forma de percepción de la otredad. Mas lo que sí es llamativo es la profundidad con la que se ha acentuado dicha percepción sociológica desde el comienzo de la primera revolución industrial hasta la actualidad, dando lugar como consecuencia inevitable a la formación de individuos cada vez más egoístas de cara a los requerimientos que gradualmente se vuelven más extremos en materia de supervivencia. Siendo así que el individualismo debe ser explorado en su máxima expresión, a la vez que se naturaliza la justificación cercana al solipsismo que desdibuja a la otredad al punto de la cosificación y la insensibilidad respecto a su existencia. Dicho de otra manera, se normaliza un todos contra todos.

Eso es lo que se intenta recrear en la clara referencia al tratado de Bereshit (génesis), en el cual se muestra un paralelismo entre los siete días de la creación y los siete niveles de individualismo. Es una suerte de boceto tristemente pintoresco de una de las eras que contribuyó —entre otras cosas— al agravamiento de la tendencia social individualista, pues es lógico pensar que la construcción del individualismo existió desde mucho antes de la revolución industrial. Mas es visible su exaltación durante el periodo citado y posterior a él, como también el resultado destructivo (opuesto a la creación) en el que devino el entorno natural del hombre, la contaminación y eliminación de especies animales y vegetales, como así también la subyugación y la desigualdad a la que fue sometida paulatinamente la humanidad toda.

Sin embargo, retrotrayéndonos algunos párrafos en nuestra meditación, cabe preguntarse por qué razón es que se ha acentuado desde la primera revolución industrial la tendencia nosotros contra ellos sostenida por un individualismo extremo que tiende a fragmentar la sociedad cada vez más. Pues la respuesta es sencilla: por la sobreestimulación del sistema límbico, en particular de la amígdala. Como se sabe en la actualidad, además del procesamiento de las reacciones emocionales, su función es la de detectar y generar una respuesta a cualquier amenaza a la supervivencia del individuo. Esto es que, sin ánimos de ser un tratado sobre neurología, podemos inferir que al momento de constituirse el humano cavernario en clanes lo hace por una necesidad de supervivencia. Mas en la actualidad, signada por la revolución industrial, este se ve expuesto permanentemente a la amenaza de su supervivencia debido a la diversidad de factores de cambio que naturalmente sufre su entorno social, económico, etc. El sujeto se encuentra, de esta manera, sometido al estímulo permanente generado por dicha incertidumbre, por lo que necesariamente debe volverse competitivo en función de su propia supervivencia y la de su pequeño clan o familia. Es así que el sistema límbico amigdalino es permanentemente blanco indiscutido de cuanta influencia externa que sea detectada como una amenaza para la concreción o la sustentabilidad de los objetivos básicos del individuo. Por lo que, en resumen, el sujeto se construye en su individualismo con el fin principal de supervivencia, debatiéndose así aparentemente de forma indefinida con el drama de la subsistencia ante la desgracia del infortunio.

En este contexto es claro ver como se fueron creando una diversidad de paradigmas y mandatos sociales con el fin de sostener y justificar las acciones destinadas a acentuar este individualismo extremo en pos del sujeto económico y su relación con el capital. Pues el individuo del paleolítico y el sujeto de consumo actual sienten una ansiedad similar, más allá de las diferencias en cuanto a sus estándares de supervivencia. Ya que tanto uno como el otro deben suplir sus necesidades básicas a riesgo de no lograr cumplir con sus objetivos o perder los logros consolidados hasta el momento; ambos actores separados por eones, pero bajo las influencias del mismo drama: la subsistencia. Esta necesidad desemboca en la consecuencia de generar una tendencia que, como tal, es seguida por la mayoría como respuesta ideal ante el drama mencionado. Dicha tendencia será la de la especulación cuantitativa, en la cual la mayoría de las ideas provenientes del universo de la creación al que tiene acceso la raza humana serán apreciadas y valoradas solo si estas tienen un impacto en el plano financiero o económico. Lógicamente, la especulación cuantitativa financiera busca resolver el drama de la supervivencia del individuo, dando así el protagonismo a esta tendencia antes mencionada.

La peligrosa cercanía con los conceptos solipsistas no son solo una cuestión de semántica, sino más bien una falta de consciencia en las relaciones interpersonales. Lo que sitúa al otro por fuera de toda probabilidad del yo. Es decir, si se sostiene que todo es una invención del yo y que incluso la otredad también los es, entonces esta no sería más que un medio para un fin predeterminado por ese yo que crea y percibe la realidad desde sí y para sí.

Ahora bien, la perspectiva solipsista influye en el entramado de la interrelación social más de lo que nos gustaría aceptar, pues se ha desnaturalizado a la otredad en función del yo de tal modo que esta solo es un algo y no un alguien, dado que todo lo que rodea al yo metaindividual se pretende un objeto funcional a sus objetivos. Mas, para conseguir perpetuar este comportamiento cosificador es oportuno servirse del desapego y la des-conexión con la otredad que ofrece dicha perspectiva. En la misma solo es posible vincularse con el otro en tanto sujeto funcional pero sin su ‘dad’, ya que al ser solo otro y no otre-dad no se tiene en cuenta todos los factores implícitos dentro de ese ‘dad’ que supone la construcción identitaria y la historia del sujeto en sí. A modo ilustrativo se puede decir que d-a-d significaría: d, De dónde vengo; a, Afirmación del yo; y d, Dónde voy.

En otras palabras, al ser solo otro y no otre-dad no se establecerá una conexión con todo aquello que conforma la esencia única del individuo. En esta esencia radica el fermento para la exploración de la mejor versión de la humanidad. Además, teniendo en cuenta esta afirmación, es posible especular que la manifestación más elevada y sublime de dicha esencia será un fiel reflejo de una porción de lo que se conoce como Divinidad.

La Divinidad aquí mencionada refiere no solo a D-os como concepto religioso explorado por culturas ancestrales, o la diversidad de definiciones que se le diera en todo el mundo, sino que además a la idea motora que busca reflejar los más sublimes ideales de la humanidad en sus distintas expresiones. La única forma de aproximarse al conocimiento de la mencionada deidad es a través de la consciencia colectiva, puesto que la idea de divinidad surge a través de una necesidad metafísica individual que se termina resolviendo en el colectivo. Dicho de otra manera, la Divinidad —sea cual fuere su definición en cualquier cultura del mundo— buscará ser la idea motora de virtud en todos los aspectos de la humanidad que promueva un equilibrio equitativo entre los integrantes de dicho colectivo. Mas, en este contexto de exploración, donde la humanidad se pregunta cuál es su rol en el universo y si este rol cumple con las expectativas de esa divinidad superior o interior, será que surgen interpretaciones diversas conocidas como prácticas espirituales que algunos denominarán religiones, misticismo, etc.

Más allá del método que se utilice para buscar resolver este interrogante primordial —es decir, sobre cuál es el rol de la humanidad en el universo y si este rol cumple con las expectativas del ser supremo o no— es necesario, en pos de responder satisfactoria y definitivamente, la trascendencia del método en sí, cualquiera que fuese, buscando así la unificación de la humanidad toda en la diversidad. Mas por lo contrario, la humanidad optó por emplear instituciones religiosas y espirituales como herramientas para conseguir o preservar poder, ya sea político, económico o social, resultando una razón más para fragmentar la sociedad y generar un estado de ansiedad en pos de la supervivencia con un consecuente y efectivo impacto en el sistema límbico.