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Se trata de una compilación de textos realizada por especialistas del Departamento de Filosofía y Teoría Política para la Ciencias Naturales y Matemáticas , que giran alrededor de temas de actualidad de interés para estudiosos y alumnos de asignaturas afines a las disciplinas que el propio título indica: la ciencia, la tecnología y la innovación. Se analizan problemáticas que van, desde la racionalidad científica y la bioética, hasta la inteligencia artificial.
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Seitenzahl: 493
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Edición: Edid Vian
Diseño interior y de cubierta: Giselle Llanes Cuellar
Corrección: Magda Dot
Composición digital: Irina Borrero Kindelán
Diagramación e-book: Oneida L. Hernández Guerra
© GiovanniFernándezValdésy Célida Valdés Menocal,2022
© Sobre la presente edición:
Editorial de Ciencias Sociales, 2022
ISBN: 9789590625268
Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar, por escrito, su opinión acerca de este libro y de nuestras publicaciones.
INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO
Editorial de Ciencias Sociales
Calle 14 no. 4104, entre 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba
www.nuevomilenio.cult.cu
A Elvirita, Chávez, Galindo, Luis Guerra, Corea, Mercedes y Bombino.
Agradecemos a todos los profesores que en la historia del desarrollo del Departamento de Filosofía de Ciencias Naturales y Matemáticas de la Universidad de La Habana contribuyeron, con su quehacer docente e investigativo, a que de una u otra manera este libro viera la luz.
El presente texto nace de la necesidad de generar espacios de reflexión sobre problemáticas de ciencia, tecnología, innovación y sociedad desde una mirada “transdisciplinar”.1 Nuestro Departamento de Filosofía y Teoría Política para las Ciencias Naturales y Matemáticas es precisamente un reflejo del intento por “transversalizar” el conocimiento: imparte tres asignaturas, Filosofía y Sociedad, Teoría Sociopolítica y Estudios sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad (que tributan a la disciplina de Marxismo-Leninismo). Con ello se pretende que el lector interesado y sobre todo los estudiantes de las carreras de las ciencias naturales y matemáticas tomen conciencia del papel del debate filosófico, político y social que generan las investigaciones científicas actuales (de la isla e internacionales) y conocer cómo el que investiga se inserta e insertará en ese complejo contexto.
1 Se mantienen una serie de términos no aprobados aún por la Real Academia (RAE) que están en uso en el lenguaje científico y que son difícilmente sustituibles. (N. de la E.)
Las implicaciones que tiene en nuestra universidad la enseñanza actual, con un enfoque transdisciplinar, es fundamental si deseamos construir un sujeto activo, creador, ambientalista y con capacidades concretas de transformar su realidad. Pero para que exista una perspectiva racional-transformadora en un individuo del siglo xxi, es preciso que comprenda las dinámicas sociales y científicas que rodean a la sociedad, sus conflictos y dilemas éticos. Un elemento fundamental que pretende examinar este texto es la idea de que no existe una “neutralidad científico-tecnológica” a la hora de comprender su impacto social, cultural.
En nuestra experiencia como docentes e investigadores, es tal vez una de las visiones más difíciles de combatir, pues el discurso del positivismo de la ciencia se ha asentado en los círculos académicos de forma, a menudo, tan inmutable que es natural escuchar a reconocidos investigadores afirmar que “Lo que se hace con la tecnología no es centro de atención del que investiga”. Con un enfoque social y crítico acerca de los procesos, impactos y métodos científicos esa posición es insostenible. El que investiga tiene tanta responsabilidad con el uso de la tecnología como los ciudadanos, los políticos y los que toman decisiones.
No existe concepción tecnocientífica que no esté situada en una sociedad determinada con preocupaciones, proyectos, necesidades, conflictos, experiencias, anhelos, sentimientos, conciencia, historia, cultura determinados. Si esta afirmación es cierta, entonces ninguna creación humana puede ser neutral, forma parte de los modos de producción social de un sistema social determinado. Es decir, se precisa de responsabilidad y ética del científico, pero es imprescindible un diálogo abierto, informado y transparente de todos los actores sociales.
La discusión teórica, que se generó en el centro de nuestro departamento, nos condujo —en 2019— a crear el evento científico Epistemologías de los siglosxxyxxi. Este pretendió establecer un puente transdisciplinar entre las investigaciones que se llevan a cabo en la Facultad de Filosofía e Historia y las que se realizan en otras facultades de la Universidad de La Habana, como las de Física, Química y Biología. Los resultados positivos de este encuentro junto a la necesidad de generar textos científicos para la asignatura Estudios sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad, propició el nacimiento de este volumen.
Por su carácter integrador, la compilación final de artículos ha desbordado las ideas iniciales, pues si realmente deseábamos debatir desde diversas disciplinas el impacto de la ciencia y la tecnología, entonces las voces plurales tenían que hacerse presentes.
Como consecuencia, en este libro se abordan temas como los mitos y desmitificaciones de la ciencia, la tecnología y la innovación; las convergencias de saberes ante el conflicto ético, medioambiental, la transferencia de tecnología y las políticas públicas; sistemas complejos, la termodinámica, los compromisos civiles y democráticos ante la inteligencia artificial y el transhumanismo, la impronta de las redes sociales en nuestra sociedad; así como los enfoques de la ciencia, la tecnología y la sociedad (CTS) y biopolíticos frente a la COVID-19.
Desafíos de la ciencia, tecnología e innovación en el sigloxxi pretende demostrar que sí es posible investigar y presentar un resultado académico a partir de un enfoque transdisciplinar en nuestros predios universitarios. Este es solo un primer paso de lo que se podría generar si pensamos y trabajamos de manera conjunta temas acuciantes de la contemporaneidad, de los cuales Cuba no está exenta de poder aportar una mirada crítica y transformadora.
Doctor Giovanni Fernández Valdés
Doctora Célida Valdés Menocal
Mis compañeros y amigos, el profesor Giovanni Fernández Valdés y la profesora Célida Valdés Menocal, me han invitado a escribir unas palabras introductorias a esta obra de título abarcador y ambicioso:Desafíos de la ciencia, tecnología e innovación en el sigloxxi.
Cuba es un buen lugar para debatir esos temas. Disponemos de una larga trayectoria de pensamiento, ciencia y práctica revolucionaria, enlazadas entre sí. Tenemos con nosotros a Varela, Luz y Caballero y Martí; a los grandes científicos cubanos del siglo xix; importantes pensadores de la primera mitad del siglo xx; la amplia comunidad científica forjada por la Revolución y la obra imperecedera que nos legó Fidel en materia de ciencia y tecnología.
La iniciativa del libro corresponde al Departamento de Filosofía, Ciencias Naturales y Matemáticas de la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología de la Universidad de La Habana, y además de las valiosas contribuciones de profesores de ese departamento incluye los aportes de destacados académicos del ámbito de las ciencias y la bioética, entre otros.
Al escribir estas palabras me viene a la mente que hace unos 40 años, en el ámbito de la carrera de Filosofía y con la activa colaboración de profesores de varias facultades, entre ellas las de Matemática y Física, junto a otras instituciones cubanas, especialmente la Universidad de Camagüey, creamos el Grupo de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (GESOCYT), con el deliberado propósito de colocar en el centro de nuestra atención los vínculos entre ciencia, tecnología y sociedad.
Más o menos en paralelo se desarrollaron otras iniciativas con intenciones cercanas. Recuerdo el Seminario de Filosofía y Ciencia que lideró la inolvidable Zaira Rodríguez Ugidos en el Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de Cuba y los seminarios que realizó nuestro destacado profesor Carlos Delgado Díaz en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC).
Convergente con esos esfuerzos ha sido el despliegue de la bioética, de la mano de otro imprescindible, el profesor José Acosta Sariego, y también los estudios sobre complejidad que Pedro Sotolongo Codina y el propio Carlos Delgado impulsaron eficazmente.
Rememoro esos acontecimientos académicos, porque los conozco mejor y porque es fácil encontrar en este libro la huella de esas trayectorias académicas. El rigor de la vida ha impedido que algunos de los fundadores de esos esfuerzos estén presentes en esta obra. En particular quiero recordar ahora al querido profesor Luis López Bombino, amigo entrañable e incansable colaborador.
Visto en perspectiva, puede decirse que GESOCYT representó el núcleo fundacional del campo de los estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) en Cuba que se ha expandido en nuestro país. Al grupo le siguió la creación de una Cátedra CTS+I (donde I es Innovación), que existe hasta hoy y se ha multiplicado en otras universidades del país, una maestría que ha generado más de 200 graduados de todas las provincias, así como unas decenas de profesores venezolanos. Más recientemente se ha abierto la formación doctoral en este campo con el protagonismo de la Cátedra CTS+I de la Universidad de Cienfuegos.
Enfoques propios de las CTS están presentes en los cursos de Problemas Sociales de Ciencia y Tecnología, con los cuales se vinculan hoy muchos profesionales en el país y son cada vez más empleados en el campo de la sociología, la filosofía y otros. Varios de los profesores cuyos nombres aparecen en este libro enseñan en esos cursos.
Me complace saber que el libro que ahora prologo da continuidad a muchos de los esfuerzos mencionados y permite mantener vivo el interés por el debate filosófico, ético, político, social sobre ciencia y tecnología. Ese es un gran aporte.
Es fácil constatar que en este siglo xxi ciencia, tecnología e innovación (CTI) ocupan un lugar central en el mundo contemporáneo, aún más relevante que en los ya lejanos años 80 del siglo pasado.
Sobran razones para ello. Un simple virus, el SARS-CoV-2, nos ha mostrado cuán frágiles somos como humanidad, cuán cerca estamos de un colapso medioambiental y civilizatorio. Nuestros nexos con la naturaleza son suicidas y las relaciones sociales, económicas, hegemónicas a nivel planetario, generan cada vez más pobreza, inequidad y exclusión social. Al 1 % de los ciudadanos del mundo les va muy bien, incluso han aumentado sus fortunas en medio de la pandemia de la COVID-19, pero la mayoría planetaria no puede decir lo mismo.
¿Y qué tiene que ver eso con ciencia, tecnología e innovación? En mi opinión tiene mucho que ver. Ellas son parte del problema y deben ser parte de la solución. Esa afirmación sería inaceptable desde una perspectiva conceptual que enfatice la neutralidad de la ciencia y la tecnología y las imagine como una varita mágica guiada por el método científico que genera soluciones ajenas a los actores y a la tupida red de intereses que gravitan hoy en la dinámica mundial.
Pero, como ya sabemos, ciencia, tecnología e innovación son procesos sociales y están fuertemente articulados con las relaciones sociales, económicas, políticas, militares. Son parte del subdesarrollo, la dependencia, de la lucha por el poder a escala global, de las contradicciones que el neoliberalismo genera en todas partes. Ellas no existen “por fuera de esas realidades”, son parte de estas.
Esas consideraciones sugieren la conveniencia de someter a discusión el tema de la función de la ciencia. En nuestros días, desde los lentes del siglo xxi, es quizás mejor hablar de función social de la tecnociencia. Este tema podría sumarse a la agenda de cuestiones importantes que este libro aborda.
El asunto nos remonta a las preocupaciones que tenía en mente John D. Bernal cuando escribió, en el lejano 1939, el libro La función social de la ciencia, que abrió el debate público sobre tan importante tema.
Con el muy recordado compañero Fidel Castro Díaz-Balart, de conjunto con el brillante historiador de la ciencia y matemático Mariano Hormigón —español y gran amigo de Cuba— elaboramos un proyecto editorial relacionado con ese libro. La desaparición física de ambos interrumpió el proyecto.
Bernal fue un gran científico en el ámbito de la cristalografía de rayos X y un eminente historiador de la ciencia de cuyo laboratorio en Cambridge salieron reconocidos científicos, incluido algún Premio Nobel. Su militancia comunista seguramente no contribuyó a que se lo otorgaran. A Bernal le preocupaba el papel que desempeñaría la ciencia en la inminente guerra mundial e intentaba que esta pudiera servir a las mejores causas. Era un convencido de que el matrimonio del socialismo y la ciencia ayudaría al progreso humano.
Creo firmemente que el tema de la función social de la tecnociencia, además de ser un asunto de la máxima actualidad mundial, lo es también en el plano nacional.
Nuestros profesores, investigadores, estudiantes, decisores, deberían tener en el foco de su atención el problema de la función social de la tecnociencia, aquí y ahora.
Me parece muy interesante lo que está ocurriendo en nuestro país alrededor de ese tema en el contexto de la batalla contra la pandemia. Voy a mencionar varios puntos sobresalientes:
En Cuba, como en casi todas partes, la COVID-19 no representa solo un gran desafío sanitario. Nuestro país libra esa batalla en un contexto económico, social y político especialmente complicado. En todos esos ámbitos el conocimiento, incluidas por supuesto las ciencias sociales, las humanidades, las diversas prácticas científicas y tecnológicas, hacen notables contribuciones. Grupos de profesores e investigadores trabajan arduamente en los temas energético, alimentario, en el mejoramiento del hábitat, en el impulso a las políticas públicas que el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social demanda, entre otros muchos ámbitos. Cumplen así funciones sociales relevantes.La naturaleza compleja de los fenómenos con que lidiamos reclama articulaciones interinstitucionales poco frecuentes en nuestro país. Para ello ha sido necesaria una gestión de Gobierno integrada, así como el despliegue de diversas fórmulas de cooperación, colaboración e integración entre muy variadas organizaciones y al interior de estas. Todo ello ha favorecido un ambiente de innovación no siempre presente. Universidades y centros de investigación han sido capaces de generar respuestas inéditas en las que han intervenido estudiantes, profesores e investigadores. Pensemos en los ventiladores pulmonares del Centro de Neurociencias, con la participación de actores estatales y no estatales.La complejidad apuntada conduce a integraciones interdisciplinarias y transdisciplinarias también infrecuentes. En el Comité de Innovación creado por el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) para asesorar en la toma de decisiones con respecto a la gestión de la pandemia, están representadas muy diversas áreas del conocimiento: medicina, inmunología, biotecnología, matemáticas, demografía, geografía, por mencionar algunas. Los saberes se enriquecen recíprocamente y aportan mejores soluciones.Innovación es la palabra de orden y avanzar en la autonomía tecnológica es una demanda permanente. La pandemia hizo visible la extrema vulnerabilidad de los países, incluido el nuestro, que casi todo lo importan del exterior. La pandemia ha generado una creatividad multiplicada y hoy se crean capacidades tecnológicas con las que el país no contaba un año atrás. Disponemos de nuevos o mejorados biofármacos, equipos, protocolos. Por supuesto, el mejor ejemplo son las vacunas. En mayo de ٢٠٢٠, el presidente Díaz-Canel se reunió con nuestros científicos más experimentados en producción de vacunas. Les dijo que era necesario contar con nuestra propia vacuna, porque seguramente nadie nos facilitaría el acceso a ella en momentos de crisis. Ese mismo día comenzó el trabajo. Décadas de acumulación de talento, capacidades y valores se movilizaron de inmediato y se generaron heurísticas de innovación muy creativas y ajustadas a nuestras posibilidades. Hoy Cuba tiene 5 candidatos vacunales. Es una proeza tecnocientífica lo que se ha logrado.La dimensión ética de la ciencia y la tecnología está en primer plano. A la inteligencia de científicos, expertos, personal de salud y otros ha sido necesario sumar grandes dosis de sacrificio personal, valentía, dedicación, entre otras cualidades; ellos son portadores de valores extraordinarios.Quizás nunca antes ciencia, tecnología e innovación han ocupado un lugar tan relevante y sostenido en los medios de comunicación y los mensajes de Gobierno. Hay un programa de comunicación social de la ciencia y la tecnología muy intenso. Todos los días somos informados sobre los principales indicadores de la pandemia en Cuba y en el mundo, conocemos los rostros y las voces de los grandes protagonistas a través de mesas redondas, entre ellos los científicos; acompañamos desde las pantallas al Presidente y otros dirigentes en sus visitas a los centros de investigación y las universidades.Se ha desplegado una relación ciencia-Gobierno verdaderamente ejemplar. De casi todas partes han llegado noticias sobre los conflictos entre los científicos y los gobiernos, con casos dramáticos como los de los Estados Unidos y Brasil. En Cuba, desde que llegaron las primeras noticias de China acerca de un virus potencialmente peligroso, ciencia y Gobierno se juntaron para enfrentar el posible tsunami sanitario. Esa relación ha sido muy importante: ha catalizado decisiones, eliminado barreras, organizado la colaboración, manejado los recursos. Luego, los aprendizajes derivados de la batalla contra la COVID-19 aconsejaron abordar otro problema de semejante complejidad: la soberanía alimentaria y la educación nutricional. Poco a poco esas fórmulas de gestión se han ido extendiendo a otros campos como energía, construcción e industria.Un hecho inédito han sido las diversas publicaciones conjuntas entre el presidente Díaz-Canel y algunos académicos cubanos, que han servido para compartir y debatir los principales enfoques que hoy integran lo que el Presidente ha denominado Sistema de Gestión del Gobierno Basado en Ciencia e Innovación. El sistema será una herramienta clave para enfrentar los desafíos de ciencia, tecnología e innovación por los que este libro se interesa, apoyado en un adecuado despliegue de la función social de la tecnociencia.Les deseo una provechosa lectura de Desafíos de la ciencia, tecnología e innovación en el sigloxxi. Así esta obra podrá enriquecer la cultura científica y tecnológica de nuestro pueblo.
Jorge Núñez Jover.
Presidente de la Cátedra CTST+I, Universidad de La Habana,
La Habana, marzo de 2021
Parte I
Célida Valdés Menocal2
2DoctoraCélida Valdés Menocal: Profesora Titular del Departamento de Filosofía, Ciencias Naturales y Matemáticas de la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología de la Universidad de La Habana. Fundadora de la revista digitalwww.hraices.uh.cu.Correspondencia:[email protected]
Cuando hablamos de ciencia, tecnología y sociedad (CTS) es más que la yuxtaposición de estos tres conceptos. Se trata de un enfoque que pone el acento en la existencia de importantes interacciones entre ellos.
La ciencia y la tecnología (siendo más precisos, la tecnociencia) no solo son teóricas, sino también son actividades sociales, institucionalizadas, portadoras de valores culturales, en las que se acentúa la influencia de ellas sobre los muy variados intereses económicos, políticos, sociales, entre otros. Se persigue entonces, superar el paradigma simplificador de fenómenos aislados y responder a las múltiples interacciones de la sociedad. El enfoque de los estudios de las CTS debe estimular la idea de que la heterogeneidad de situaciones sociales que observamos hoy, exigen la búsqueda de una diversidad de estrategias en el campo científico-técnico.
En el entorno académico de los estudios de las CTS se fueron estableciendo nuevas disciplinas sobre materias tradicionalmente marginadas, como la Historia Social de la Ciencia y la Tecnología y la Filosofía de la Ciencia y la Tecnología. También se desarrollaron tratamientos sistemáticos de cuestiones éticas relacionadas con la ciencia y la tecnología que posteriormente dieron paso a éticas especializadas, como es el caso de la bioética.3
3 Sin dudas este es un asunto polémico con diversas posiciones; por ejemplo la concepción potteriana. Véase Valdés Menocal: Selección de lecturas. Problemas sociales de la ciencia y la tecnología, Editorial Félix Varela, La Habana, 2004.
Junto con la gestión y la instrumentación política del desarrollo científico-tecnológico, surgieron otras especialidades afines como la evaluación de riesgos, el estudio de las transferencias tecnológicas o la economía de la innovación científica y tecnológica. Más adelante estudios centrados en los contextos y condicionamientos socioeconómicos y políticos de la ciencia y la tecnología, que exploran el uso político de la pericia científica, el papel de la ciencia en los tribunales, los vínculos de la ciencia con poderosos grupos económicos y la relación entre la ciencia y las principales instituciones sociales. Son iniciativas que reflejan, en el ámbito académico y educativo —según los académicos españoles López Cerezo y Sánchez Ron (2001)4—, esa nueva percepción de la ciencia y la tecnología y de sus relaciones con la sociedad. Realmente, desde un enfoque contextualizado e interdisciplinar, los estudios de CTS se centran en el análisis de los aspectos sociales de la ciencia y la tecnología, tanto en lo que concierne a sus antecedentes sociales como en lo que atañe a sus consecuencias sociales y ambientales.
4 El año remite a la bibliografía (N. de la E.).
De ahí que los estudios de CTS sean un conjunto de estudios de carácter teórico sobre la ciencia y la tecnología que enfatizan la presencia en ellas de los aspectos prácticos relacionados con los contextos sociales a los que corresponden. Los estudios de CTS del ámbito académico suponen, por tanto, una nueva comprensión del fenómeno tecnocientífico, poniendo el acento en los antecedentes sociales que lo explican. También confirmamos que los estudios de CTS son un movimiento social de carácter eminentemente práctico. Tras la Segunda Guerra Mundial se puso en evidencia que la ciencia y la tecnología tienen consecuencias de gran alcance para la sociedad y la naturaleza. En los últimos cincuenta años, los conocimientos científicos y los artefactos tecnológicos han variado las formas de vida humana y han afectado a la naturaleza de manera más intensa de lo que había supuesto la actividad transformadora de nuestra especie en los miles de años anteriores.
En el primer tercio del siglo xx, se articularon los primeros estudios sociales e históricos de la ciencia y la tecnología, a partir de los trabajos desarrollados, los cuales se manifestaron claramente, en el II Congreso Internacional de Historia de la Ciencia en 1931.
Los nuevos planteamientos entendían a la ciencia como el resultado de interacciones sociales, contextos sociológicos y económicos. Con la obra de Robert Merton (1984), se instaló como disciplina académica en los Estados Unidos una sociología de la ciencia que intentaba establecerse entre los planteamientos más críticos de la tradición marxista y los más conservadores de Max Weber.
En el ámbito de la filosofía de la ciencia, el giro social irrumpe con la obra de Thomas Kuhn La estructura de las revoluciones científicas (1962), que representaba “una empresa social basada en un consenso organizado” no “una totalidad de proposiciones verdaderas, ni regida por principios lógicos y metodológicos inmutables”, haciendo evidente la crisis lógico-positivista, así como la necesidad del desarrollo de una imagen social de la ciencia.
En la década de 1960, empezó a cristalizar en el contexto norteamericano de la guerra en Vietnam y de las crisis ecológicas, un cambio en la valoración de la ciencia y la tecnología. Así surgieron los programas Ciencia, Tecnología y Sociedad en numerosas e importantes universidades norteamericanas. El mensaje de este movimiento académico insistía sobre los condicionamientos sociales y los trasfondos valorativos que regían el desarrollo científico y tecnológico, y alertaba de los graves impactos que se estaban derivando para la sociedad y el medioambiente. En vista de las consecuencias, en buena parte negativas, de muchas de las innovaciones científicas y tecnológicas, se reivindicaba la concienciación pública y el control social sobre estas (Martín Gordillo, 2002).
Sin duda, se ha logrado el progreso en las condiciones de vida para muchos seres humanos, pero también han tenido consecuencias muy negativas para millones de personas. La Guerra Fría, por ejemplo, fue en gran medida tecnológica: la competencia por el desarrollo de las armas nucleares más mortíferas y la de la producción y almacenamiento de estas en cantidades que hacían posible la destrucción de varios planetas como el nuestro.
Frente a estos efectos de la actividad tecnocientífica, desde 1960 se han dado numerosos movimientos sociales tanto gubernamentales como no gubernamentales a favor de la democratización y la justicia en la orientación del desarrollo de la ciencia y la tecnología, manifestándose una creciente sensibilidad social que reclama la participación pública en la toma de decisiones.
El análisis de lo social y lo valorativo en la perspectiva teórica y práctica de los estudios de CTS y su activismo social a favor de la participación pública y la democratización de las decisiones sobre ciencia y tecnología confluyen en la acción de las CTS en el contexto educativo. Si el desarrollo de la ciencia y la tecnología no están al margen de los contextos históricos y sociales, tampoco la educación tecnocientífica puede realizarse aisladamente de esos contextos. Los efectos sobre la sociedad y la naturaleza devienen una significativa participación pública en la evaluación y control de estas, por lo que será necesario promover iniciativas educativas que favorezcan el aprendizaje social por parte de los ciudadanos, así como de hábitos que hagan posible su participación efectiva en esos temas.
La educación de los estudios de CTS brinda un nuevo contenido a la educación tecnocientífica y aporta una nueva visión sobre su rol social, se demuestra la importancia de las influencias sociales y culturales, resultado de la práctica humana, como un producto sociocultural. Estas se han ido entrecruzando en el tiempo, dando pasos a procesos de demarcación e institucionalización de nuevas disciplinas, programas y campos académicos. Sin lugar a dudas, la dinámica de la totalidad de los giros, con su diversidad de direcciones y fuerzas, ha generado una impresionante espiral reinterpretativa que ha transformado de forma radical la imagen de la tecnociencia en este siglo xxi.
De hecho, cada uno de los giros ha ido configurando una concepción de la tecnociencia actual que equivale, de algún modo, a una reivindicación integradora de la complejidad frente a las grandes divisiones tradicionales entre ciencia, tecnología, sociedad y cultura. Al yuxtaponer los términos que dichas separaciones habían disociado, los mismos nombres de los nuevos programas y disciplinas indican que tratan de reunificar, en un complejo entramado cultural, lo que había sido separado analítica y académicamente.
El uso del término tecnociencia ha puesto en evidencia la ficticia separación entre ciencia y tecnología, al referirse a la actividad y la producción científica características de nuestro tiempo como una práctica que tiene por objetivo construcciones tecnológicas, tal y como se pone de manifiesto en la ingeniería genética, la física del estado sólido y las ciencias de los materiales. Sin embargo, lo que ha refutado más las disociaciones tradicionales ha sido el propio carácter de las innovaciones tecnocientíficas.
Bruno Latour (1992) las ha caracterizado como proliferación de híbridos, es decir de realizaciones que embrollan las divisiones esencialistas en un complejo entramado de ciencia, tecnología, política, economía, naturaleza, derecho y ética. En la larga lista de los híbridos más representativos habría que colocar, entre otros, los implantes electrónicos en el cerebro humano, los microprocesadores biónicos, la clonación de animales, los alimentos transgénicos, la clonación de embriones humanos, las píldoras abortivas y poscoitales, el viagra, los entornos de la realidad virtual generados por el ordenador, internet, etcétera.
La transformación de los nuevos conocimientos en nuevos medios materiales es ya tan rápida que el acceso al conocimiento y a la capacidad de generación de nuevos conocimientos se convierte en un componente esencial del desarrollo de avanzada. Por ello, debemos destacar un triángulo en que cada uno ocupa un vértice:
Así puede captarse con claridad que cada lado del triángulo constituye un tipo de relación específica.
El entorno reflexivo de los estudios de las CTS está dirigido a la autocomprensión del lugar de los conocimientos tecnocientíficos en la sociedad; es decir, analiza un grupo de dilemáticas referidas a:
el impacto social o la dimensión ética y axiológica de la ciencia y la tecnología;los aspectos sociales de la comunidad científica y tecnológica;los aspectos políticos y económicos de la ciencia y la tecnología;los asuntos relacionados con la creatividad, innovación y competitividad;los riesgos ecológicos.Entonces los estudios de las CTS definen hoy un campo de trabajo reciente y heterogéneo, bien consolidado, con un carácter crítico e interdisciplinario, por concurrir en él disciplinas como la filosofía; la historia de la ciencia y la tecnología; la sociología del conocimiento científico; la teoría de la educación y la economía del cambio técnico y la innovación; la ética de la ciencia y la tecnología, entre otras. Estas buscan comprender la dimensión social, tanto desde el punto de vista de sus antecedentes sociales, como de sus consecuencias sociales, ambientales, culturales, o sea factores de naturaleza social, política o económica que modulan el cambio tecnocientífico.
Creemos que el aspecto esencial se encuentra en la caracterización social de los factores responsables del cambio tecnocientífico. Se propone entender la ciencia y la tecnología como procesos inherentemente sociales, donde los valores morales, las convicciones religiosas, intereses profesionales, presiones económicas, etc., desempeñan un papel decisivo en la génesis y consolidación de las ideas y artefactos tecnocientíficos.
Además considero que cada vez más los avances de la tecnociencia deberán encaminarse a colaborar en la construcción de un pensar-repensar, en la cual se muestre la necesidad de comprender a la especie humana dentro de la naturaleza y en toda su complejidad, dado que es la forma de ser de la realidad. Esta no es un objeto monolítico y estático, sino una densa red de relaciones que los seres vivos construyen a su vez y gracias a las permanentes interacciones entre todos.
Teniendo en cuenta la complejidad del mundo contemporáneo, a partir del despliegue de los avances tecnocientíficos, el debate actual sobre la educación superior es un momento clave de los estudios de las CTS, en tanto estamos comprometidos con el avance de una sociedad hacia el desarrollo humano sustentable y sostenible.
El mundo actual necesita, al decir del profesor Edgar Morin (1999), situar el todo y las partes en el contexto y en la complejidad planetaria. El conocimiento del mundo, según Morin, en tanto que mundo, se vuelve una necesidad intelectual y vital al mismo tiempo. Para articular, organizar los conocimientos y así reconocer y conocer los problemas del mundo, es necesaria una reforma de pensamiento de manera paradigmática. Por ello la educación del futuro deberá ser una enseñanza universal centrada en la condición humana. De ahí que los estudios de las CTS sirvan de instrumental metodológico para la interpretación de los disímiles fenómenos que actúan en la actualidad y en el porvenir.
Sostenemos la idea de que la universidad debe asumir una actitud nueva frente al presente, el logro de una visión prospectiva, es su reto: estar al servicio de la imaginación, el entendimiento y la creatividad; generar nuevas formas de analizar, pensar, explicar, comprender, para la elaboración de proyectos inspirados en la solidaridad, la equidad y el respeto al entorno.
Nos apoyamos en algunas consideraciones acerca de la concepción sobre la educación que tiene su sustento en:
Formación de una actividad intelectual para la toma de decisiones, apertura mental, matizar los juicios, sopesar los diferentes puntos de vista, búsqueda de interconexiones, la capacidad de realizar transacciones justas en la solución de problemas.Promover el conocimiento tecnocientífico innovador y creativo.Tener acceso a las bases culturales de todo el planeta.Forjar valores ciudadanos en la línea del desarrollo sostenible, que implica: solidaridad, compromiso, cualidades y actitudes cívicas y una amplia información que permita la verdadera y real participación pública.La universidad del siglo xxi debe ser un centro donde se contribuya a conservar, defender, acrecentar, fortalecer y difundir los valores culturales propios, es decir, la identidad nacional, promoviéndose una cultura de paz y sostenibilidad. La incorporación de una enseñanza con una visión holística del mundo, auspiciar la educación global y la comprensión internacional. Interiorizar que la educación es un proceso para aprender, aprehender y reaprender permanentemente. En este sentido, el objetivo de la educación en los estudios de las CTS —dentro del ámbito educativo y de formación pública—, es la “alfabetización” para propiciar la formación de amplios segmentos sociales de acuerdo con la nueva imagen de la ciencia y la tecnología que emerge al tener en cuenta su contexto social.
Según Cutcliffe, los enfoques en las CTS también aspiran a que la “alfabetización” contribuya a motivar a los estudiantes en la búsqueda de información relevante e importante sobre las ciencias y las tecnologías de la vida moderna, con la perspectiva de que puedan analizarla y evaluarla, reflexionar sobre esta información, definir los valores implicados en ella y tomar decisiones al respecto, reconociendo que su propia decisión final está asimismo, de forma inherente, basada en valores.
Para argumentar sobre “alfabetización” en los estudios de las CTS, nos apoyaremos en los criterios expuestos por López Cerezo:
Formación de actitudes de responsabilidad personal en relación con el ambiente natural y con la calidad de vida.Toma de conciencia e investigación de temas de las CTS específicos, enfocados tanto en el contenido científico y tecnológico como en los efectos de las distintas opciones tecnológicas sobre el bienestar de los individuos y el bien común.Toma de decisiones en relación con estas opciones, considerando factores científicos, técnicos, éticos, económicos y políticos.Acción individual y social responsable, encaminada a llevar a la práctica los procesos de estudio y toma de decisiones, generalmente en colaboración con grupos comunitarios.Generalización para llegar a consideraciones más amplias de teoría y principio, incluida la naturaleza “sistémica” de la tecnología y sus impactos sociales y ambientales, la formulación de políticas que sustenten los principios éticos que puedan guiar el estilo de vida y las decisiones sobre el desarrollo tecnocientífico (López Cerezo, 2001).En este contexto se percibe la necesidad de un proceso de educación tecnocientífica, con el cual cada ciudadano pueda participar en el proceso democrático de toma de decisiones acerca del desarrollo que asume la sociedad contemporánea.
Por eso, para generar verdadera tecnociencia es imprescindible:
Dar sentido a los conocimientos que aprenden los estudiantes, potenciando su utilidad y funcionalidad fuera y dentro del aula.Colaborar a formar ciudadanos capaces de opinar libremente, con conocimiento y responsabilidad social sobre los problemas de nuestro tiempo.Contribuir a evitar rupturas drásticas entre la ciencia y la tecnología, en tanto tecnociencia es lo que marca el momento actual.Servir de elemento motivador para el alumnado, favoreciendo las actitudes hacia el aprendizaje de la ciencia y la tecnología.La tarea básica de estos estudios es romper la unilateralidad de los análisis y lograr la transdisciplinariedad. Este no es un problema meramente académico, es un dilema urgente para toda la sociedad contemporánea, a cuya solución deben contribuir los estudios de las CTS. Entender que romper la unilateralidad significa dejar de enfocar a la ciencia y a la tecnología en sí mismos como fenómenos aislados entre sí con respecto a los mecanismos de funcionamiento de la sociedad.
No se trata de analizar el problema social surgido a consecuencia de la introducción de cambios o innovaciones tecnocientíficas, sino que significa la superación de enfoques unilaterales que aíslan las partes del todo. Lo que se pretende es el conocimiento totalizador e interdependiente, integrando todo el saber. Se sustenta que en los estudios de las CTS están integradas las ciencias sociales y humanísticas con las naturales y técnicas junto a la ecología.
La pretensión de los estudios de las CTS es crear una mentalidad holística en la cual se integren cosmovisiones técnicas, sociales y ecológicas a través del enfoque de la complejidad (discurso multidimensional, abierto a la incertidumbre y a la trascendencia, al orden y al desorden, a la autoorganización y a la retroalimentación). El propósito fundamental es hacer al estudiante consciente de cómo los cambios tecnocientíficos afectan la vida de las sociedades y de cómo esos cambios pueden ser controlados, dirigidos, mediante la participación ciudadana en el contexto de una sociedad justa.
Las reflexiones del eminente pensador Albert Einstein acerca de estos aspectos merecen ser destacados. En su discurso de 1936, sobre la educación, planteó:
desarrollar la capacidad general para el pensamiento y el juicio independiente y no la adquisición simple de conocimientos especializados. Si un individuo domina los fundamentos de su disciplina y ha aprendido a pensar y a trabajar con autonomía, encontrará sin duda su camino, y además será mucho más hábil para adaptarse al progreso y a los cambios, que el individuo cuya formación consista sólo en la adquisición de algunos conocimientos detallados […] el mejor método de educación ha sido siempre aquel que se urge al discípulo a la realización de tareas concretas […] el objetivo ha de ser, formar individuos que actúan y piensan con independencia y que consideren, no obstante, su interés vital más importante el servicio a la comunidad.
Considero que estas ideas apuntan a lo que entendemos debe caracterizar el enfoque de las CTS, por ello, contribuyen a proporcionar una formación humanística básica, desarrollando una sensibilidad crítica acerca de los impactos sociales y ambientales derivados de las nuevas tecnologías, y además las políticas tecnocientíficas que los afectarán como futuros profesionales y como ciudadanos.
La educación de las CTS no solo comprende los aspectos organizativos y de contenido curricular, debe alcanzar también los asuntos propios de la didáctica. Es importante entender que el objetivo general del docente es la promoción de una actitud creativa, crítica e ilustrada, en la perspectiva de construir colectivamente la clase y en general los espacios de aprendizaje. En dicha “construcción colectiva” se trata, más que de manejar información, articular conocimientos, argumentos, contraargumentos, sobre la base de problemas relacionados con las implicaciones del desarrollo tecnocientífico.
Bajo este presupuesto de construcción colectiva, la resolución de los problemas comprende el consenso y la negociación, así como tener en cuenta siempre el conflicto, a partir de todos los materiales que aporten el conocimiento que permita argumentar y reflexionar de manera consecuente.
El enfoque de las CTS persigue:
Rescatar el sentido político en las decisiones en ciencia y tecnología.Insistir en la necesidad de articular los medios y los fines en las políticas, donde los fines deben contribuir a diseños estratégicos que hagan humanos y sostenibles los esfuerzos.Subrayar que no existen recetas únicas y construir políticas propias es imprescindible, esas políticas no pueden menos que articularse a las realidades económicas, culturales, educacionales, ambientales, propias de países o regiones; sin embargo, el reclamo de la especificidad no puede interpretarse en “clave aldeana”, mucho menos, como coartada para darle la espalda al mundo.Debo precisar que en nuestro país, a partir de posiciones marxistas, se enfoca la ciencia y la tecnología desde una perspectiva social. El propio Marx, en obras esenciales como Contribución a la Crítica de la Economía PolíticayManuscritos económicos y filosóficos de 1844, por solo señalar dos, realizó una interpretación objetiva y real del papel de la ciencia y la tecnología para el avance de la vida social.
Al mirar al pasado reciente en Cuba, puedo aseverar que desde la década de 1980, ya se hacía una interpretación de los problemas de la ciencia y la tecnología, a través de los estudios que en el campo socialista se realizaban, pero con la caída del Muro de Berlín comienza a incursionarse en otros textos, profundizando en el marxismo clásico, en sus continuadores, y dejando atrás el pensamiento ortodoxo.
Sin embargo, no es hasta la década de 1990 que se comienza a impartir en el plan de estudios de la disciplina Marxismo-Leninismo, para las carreras del área de las Ciencias Naturales y Matemática, la asignatura de Problemas Sociales de la Ciencia y la Tecnología (ahora con la nueva nomenclatura de Estudios sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad), además de realizarse un ejercicio académico que forma parte de un requisito para obtener el grado científico de doctor y para la obtención de categorías docentes y científicas. Esto nos ha permitido vincularnos mucho más al área de las mal llamadas “ciencias duras”, pues los estudiantes, los propios profesores y el resto de los profesionales han tomado con madurez y verdadero interés el significado de la no neutralidad de la ciencia: todo acto humano adquiere un significado social, pero en especial la tecnociencia lo asume mucho más.
En la actualidad, estamos en posición de afirmar que hemos dado pasos serios en el proceso de formación del futuro egresado universitario, con una perspectiva transdisciplinar, que permitirá al estudiante enfrentar los retos actuales desde posiciones democráticas, participativas, críticas y transformadoras.
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5 Texto que apareció publicado en el periódico Granma los días 21 de junio y 13 de octubre de 2020.
Ernesto Estévez Rams6
6 Doctor Ernesto Estévez Rams, Profesor Titular de la Facultad de Física de la Universidad de La Habana. Correspondencia: [email protected]
I
Contrario a lo que muchos piensan, la teoría especial de la relatividad no dijo que todo era relativo. Por el contrario, su principio fundamental es que la velocidad de la luz en el vacío es absoluta; es decir, no importa desde dónde la midas, siempre es la misma. Si usted está en la terminal de trenes y mide la velocidad de la luz que emite un bombillo, esa velocidad será la misma que medirá cualquier pasajero en el tren en movimiento. Es la misma que hubiera medido un cosmonauta desde la estación internacional, de fijarse en la bombilla. Esa tesis tiene la consecuencia de que el tiempo y el espacio son relativos. Que el tiempo es relativo significa que ese mismo cosmonauta medirá un tiempo distinto al que mide usted, parado en el andén de la estación. Cuando le digan que, según la teoría de la relatividad, todo es relativo, responda, con conocimiento de causa, que no es cierto, que aquello que ilumina es absoluto.
Energía y materia no son lo mismo. La energía es una propiedad de la materia, como lo es la masa, que dicho sea de paso, tienen una equivalencia que Einstein también halló. No confundamos las magnitudes que describen a la realidad con la realidad. La realidad existe sin importarle si le hemos hallado una explicación. Que todo tenga energía no es igual a que todo sea energía. El signo de la energía es arbitrario y solo depende desde qué referencia se mide. Uno tiene libertad de escoger la referencia que quiera. Energía positiva no quiere decir buena, y energía negativa no quiere decir mala. La energía no tiene intención, ni propósito. Si alguien le dice que está recibiendo energía negativa, dígale que la culpa es suya, que la mida, sin cambiar nada, desde otra referencia.
El principio de incertidumbre de la cuántica no dice que las cosas no se pueden saber con exactitud y que hay incertidumbre en todo. Lo que dice es que hay ciertos pares de magnitudes como la velocidad y la posición que no se pueden medir simultáneamente más allá de determinada precisión. Pero usted puede medir con precisión arbitraria una magnitud por sí sola, eso incluye a la propia velocidad y a la propia posición. De hecho, muchas de las predicciones más precisas que ha hecho el ser humano se han basado en la cuántica. Si alguien le dice que la cuántica expone que no podemos saber nada, pues todo es incierto, dígale, con conocimiento de causa, que más ignorante es él.
En ciencia hay que distinguir entre hipótesis y teoría. Una hipótesis es una propuesta de explicación a un fenómeno que aún espera la comprobación observacional. Una teoría es una explicación consistente que ya ha pasado esa comprobación. A finales del siglo xix se creía que había una sustancia llamada éter, que era el medio en el cual viajaba la luz. Numerosos experimentos, en especial uno, que mereció un premio Nobel, donde se midió de manera muy precisa la velocidad de la luz en distintas direcciones, hizo desechar esa hipótesis. Se llegó a la conclusión de que el éter no existe, esa hipótesis no llegó a teoría. En el caso de la relatividad especial de Einstein, se predice que el tiempo medido desde dos lugares distintos puede no coincidir. La relatividad de Einstein nos permite, con los datos apropiados, calcular esa diferencia de tiempo. La hemos medido y coincide con la predicción precisa. La hipótesis de Einstein pasó a ser una teoría, no solo por comprobarse experimentalmente, sino porque no hay observación alguna que esté en contradicción con ella. La corrección en los tiempos medidos está incorporada en todos los sistemas de posicionamiento global (GPS) que usamos, incluido el de nuestros teléfonos móviles.
Puede haber muchas hipótesis sobre un fenómeno, todas tentativas de explicación, por comprobarse. Puede haber varias teorías sobre un fenómeno; en ese caso, dos escenarios son posibles. En uno, las teorías son equivalentes entre sí, solo se trata de que fueran propuestas en lenguajes distintos. Eso le pasó a la teoría cuántica, que fue expuesta de manera distinta por distintos científicos, luego se comprobó que todas eran equivalentes. En el otro escenario, si ambas teorías inequivalentes explican por igual el fenómeno, entonces el fenómeno no es suficiente para determinar cuál de las dos teorías es más correcta.
Cuando dos teorías inequivalentes que explican por igual un fenómeno no pueden descartarse sobre la base de otros experimentos, en ciencia se aplica un principio que se llama “La Navaja de Occam”. Este principio dice que de las dos explicaciones, uno debe escoger aquella que sea más sencilla, es decir, la que necesita menos consideraciones. La Navaja de Occam no dice que la explicación más sencilla sea la correcta, es solo un criterio de sentido práctico hasta que se logre distinguir entre las dos explicaciones. Por eso si a usted le enseñan una foto borrosa de un objeto volador no identificado (ovni), a falta de mejores evidencias, asuma lo más sencillo, que se trata del vecino empinando chiringa y no de un cohete tripulado por seres de otros planeta que viajaron una distancia tremenda para no mostrarse de manera clara.
La Navaja de Occam es más útil de lo que pensamos. Cuando Copérnico planteó su hipótesis de que el sol está en el centro del sistema solar, y la tierra giraba a su alrededor como el resto de los planetas, las predicciones de dicha hipótesis eran menos precisas que la explicación alternativa de Ptolomeo, que ponía a la tierra en el centro del sistema solar y todo el universo girando a su alrededor. El problema con el modelo de Ptolomeo es que cada vez que se hallaba un nuevo astro, había que corregir toda su explicación para incorporar al nuevo personaje, mientras la hipótesis de Copérnico no necesitaba correcciones, era más sencilla. La explicación de Copérnico se convirtió en teoría, la de Ptolomeo pasó a ser una hipótesis fallida. No somos el centro del universo, somos un planeta más entre miles de miles de millones de otros astros, tan especiales como nosotros por sus propias razones. Seamos humildes.
No es cierto que la ciencia ignora lo que no explica. Por el contrario, la ciencia anhela lo que no entiende. La ciencia no debe verse como la forma más acabada de buscar respuestas; antes que eso, es la forma más racional que tenemos de hacernos preguntas. La ciencia, ante todo, es una forma de cultura. Donde el artista se maravilla del milagro, la ciencia comienza a buscar las razones de la maravilla. Necesitamos ambos, arte y ciencia, para no perder la capacidad de maravillarnos y para dar pie a nuevas maravillas.
II
La teoría de la evolución de Darwin no es una hipótesis, es una teoría en el sentido científico. Ha pasado todas las comprobaciones observacionales que se le han hecho. Explica de forma correcta desde la manera en que aparecen los restos fósiles, hasta la evolución, en tiempos mucho más breves, de bacterias y virus, observables en un laboratorio.
No es cierto que la teoría de la evolución es una explicación entre otras igualmente válidas: no hay otra hipótesis que explique la variedad de fenómenos que la evolución explica. Tampoco es cierto que hagan falta millones de años para ver a la evolución actuando.
Los científicos han observado y comprobado la teoría de la evolución no solo en microorganismos en los laboratorios, sino, además, en seres más complejos como aves y lagartos. Un experimento reciente de la Universidad de Basel y reportado en la Publicación Nature, logró observar adaptabilidad evolutiva en peces después de una sola generación. El punto de vista de la teoría moderna de la evolución no es que somos, en el reino animal, seres superiores sino seres distintos. Un ser humano no es más evolucionado que un gorila, ha evolucionado de manera distinta. La pirámide evolutiva ha sido descartada. No hay en la naturaleza unos seres superiores a otros, sino una variedad de seres, todos distintos entre ellos.
El llamado diseño inteligente no es una teoría científica, de hecho, no es ciencia en ninguna forma. Sus propuestas no están respaldadas por evidencia alguna y, por el contrario, han sido refutadas en numerosas ocasiones de manera irrevocable. El diseño inteligente no hace propuestas en el sentido científico, ni predice observaciones por realizarse, se limita a atacar a la evolución por razones que nada tienen que ver con la ciencia. Cuando han propuesto que un órgano vivo es demasiado complejo para ser resultado de la evolución, se ha hallado precisamente el rastro evolutivo de dicho órgano.
Si alguien le dice que la vida es demasiado compleja para ser resultado de la evolución, respóndale que la evolución es suficientemente sencilla como para explicar la complejidad de la vida que conocemos.
La teoría de la evolución se basa en la selección natural. La selección natural no dice que sobrevive el más fuerte, sino el que mejor es capaz de adaptarse. La selección natural no es que, dentro de una misma especie, unos se fajen con otros y sobrevive el que venció en la batalla. La selección natural explica la adaptabilidad de los individuos respecto al ambiente, no respecto a su congénere. Cuando le justifiquen las desigualdades en la sociedad humana, basados en la supuesta ley de Darwin de que sobrevive el más fuerte, responda, con conocimiento de causa, que no saben de lo que están hablando. Los seres humanos comprobamos una y otra vez a lo largo de nuestra historia, que el éxito de nuestra adaptabilidad se ha basado en actuar de manera colectiva y solidaria, no en pisarnos unos a otros.
El mal llamado coeficiente de inteligencia no mide inteligencia, no existe un test universal para medir la inteligencia, porque no hay un solo tipo de ella. La inteligencia es una construcción social que depende de las circunstancias objetivas y subjetivas que rodean a los individuos y su entrenamiento personal. Los test de inteligencia se reducen a medir un subconjunto muy específico de habilidades que pueden tener sentido en un contexto, pero ser totalmente inútiles en otro. Una persona entrenada para la abstracción, digamos matemática, no es más inteligente que otra entrenada para determinar cuándo sembrar un cultivo determinado o, como lo expresó el doctor Eckhard Winderl: “Determinados africanos del Sub-Sahara conocen cientos de tipos distintos de nubes y de calidad del viento, lo que les permite saber si contarán con agua”. Su inteligencia perceptiva es la adecuada para su entorno, “la inteligencia solo se puede medir y determinar en forma práctica y concreta, y el entorno influye en ella”.
La masa cerebral tampoco determina la inteligencia de las personas. Un cabezón no es más inteligente que una persona de cráneo más pequeño. Cuando te digan, “mira que eres cabezón”, no te están halagando.
Algunos racistas argumentan que los blancos son más propensos a digerir la lactosa como adultos que los no blancos, un hecho que relacionan con una mutación genética entre los ancestros ganaderos europeos, que les permitió tener una ventaja en su alimentación, lo que, a su vez, les dio una ventaja evolutiva que determinó su superioridad racial. Estos personajes en los Estados Unidos han levantado una consigna que dice: “Si no puedes digerir leche, debes regresar al lugar de donde viniste”. Lamentablemente para sus peligrosos delirios, la misma mutación tuvo lugar entre los ancestros ganaderos del este de África. Los de allí son negros, bien negros, y digieren de igual modo la lactosa. Estos racistas de pacotilla son la demostración de que la leche y la inteligencia tienen la misma relación que el eclipse de sol y el dulce de guayaba.
Otro argumento para apoyar al racismo habla de que las personas descendientes de europeos tienen en su código genético material provenientes de los neandertales, algo que no ocurre con los africanos. Lamentablemente para sus peligrosos delirios, la posibilidad de pesquisajes genético masivo ha permitido comprobar que toda la diversidad genética que se encuentra en el ser humano es alrededor del 0,1 % del genoma humano y no tiene nada que ver con la inteligencia. De hecho, no existen diferencias claras entre personas que se clasificarían de diferentes razas. Nuestras diferencias biológicas ocurren por grados y no por categorías, una persona de tez blanca puede estar más cerca genéticamente de una persona de tez negra que de otra persona de su mismo color. El racismo no tiene sustento alguno en los resultados de la biología molecular, todo lo contrario.