Despertar sin miedo a la vida - Vanina Escalante - E-Book

Despertar sin miedo a la vida E-Book

Vanina Escalante

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Beschreibung

Luego de estar tanto tiempo sumergida en lo cotidiano de los días, en mi hogar por años, inmersa en la clásica ama de casa, encuentro un borrador de un cuento guardado mucho tiempo atrás, escrito con muchas ganas, pero sin avanzar más allá de llegar a un cajón de una cómoda donde quedó en el olvido. La emoción me sumerge a intentar remontar ese ensayo gracias a la insistencia de mi hija. Pasados los días, todo comienza a resurgir, una nueva yo, un despertar de sentidos y emociones dormidos. Comienza una etapa en que no terminó todo, no está concluido. Una mujer renovada con experiencia se instala firme en la vida, dejando atrás el delantal de cocina, cambiándolo todo por zapatos de taco, maquillaje con actitud renovada, brotando su feminidad apagada por la maternidad y el cuidado del hogar. Comienzo el proceso de recordar y poner a prueba mis sentimientos, abriéndome paso en una nueva etapa, con experiencias, seguridad, aceptando los cambios y desafíos que se me presentan a cada instante en esta nueva yo. Aunque el proceso es lento y doloroso, por momentos todo hace resurgir un Despertar sin miedo a la vida como una nueva mujer.

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Seitenzahl: 58

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VANINA ESCALANTE

Despertar sin miedo a la vida

Escalante, Vanina Despertar sin miedo a la vida / Vanina Escalante. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-3568-9

1. Ensayo. I. Título. CDD A864

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

Prólogo

Despertar sin miedo a la vida

Amistad

En agradecimiento a mi hija Jazmin que me impulso,mi hijo Joshua y mi esposo Lorenzo, mis padres Teresa y Carlos,al escritor Walter R. Gálvez que me asesoro . Y mi gran amigo Sergio Adrian Beltran Campos de Bogota Colombia que me estuvo acompañando desde el inicio del mismo.

Prólogo

Un día me levanté después de irse mi esposo al trabajo, como siempre la misma rutina preparar el desayuno, levantar a mi hijo para la escuela, ordenar la casa, lavar hacer mandados, cocinar... y en un momento encontré un cuaderno con un ensayo de un cuento que estaba escribiendo hacía años atrás que quedó encajonado en mi mesa de luz por años, me puse a leerlo y me emocionó.

Luego se lo comenté a mi hija, ella también escribía y me desafió a retomar y terminar mi historia. Y sí, lo hice, me llevó un mes, y en ese tiempo empezó a sucederme más cosas, comencé a tomar tiempo para mí, dejar cosas de lado y pensar en mí, en mis sueños, mis metas y todo comenzaba a cuadrar, el tiempo, gente nueva a mi alrededor, y yo despertando de nuevo a la vida.

Despertar sin miedo a la vida

Acá estoy, sentada, viendo pasar los días y entendí que podía hacer algo más con mi vida, que no se detenía solo con mis deseos de tener mi familia, que de hecho lo logré. Y sí, estoy súper feliz por mis logros como madre, como hija y como esposa. Más adelante será como abuela y quién sabe qué más…

Hoy casi llegando a mitad de siglo desperté mis sentidos que estaban dormidos tal vez por pensar que estaba todo hecho, o tal vez por lo cotidianidad.

Todos los días por años la misma rutina, los chicos, la casa, el trabajo cuando lo tenía afuera, la limpieza, la ropa, pensar en qué cocinar. Y aunque disfruté a cada etapa, la de ser esposa madre, compañera en mi caso estoy hecha.

Si la maravillosa rutina diaria que nos duerme en ciertos sentidos lo que somos y los que podemos seguir haciendo en nuestras vidas. Los damos por hecho y eso es un gran pero gran error que la mayoría incluida yo, cometemos en la vida. Siempre se puede lograr más cosas.

Muchas veces me pierdo en los recuerdos como si ya estuviera todo realizado, como si ya no esperara más nada. Creyendo que solo tengo que mantener todo como está. Todos los días las mismas preocupaciones, sentir que en el hogar solo debo resolver yo las situaciones, solo yo debo hablar, solo yo debo esto, lo otro y aquello, luego vienen las reuniones, pensar cuando llegan las fiestas dónde pasar, ponernos de acuerdo. Eso para mí en un tiempo atrás era muy gracioso, desde que éramos novios con mi esposo teníamos que decidir cómo íbamos a pasar las fiestas en qué casa primero y al año siguiente cambiar ¡jajaja!

Seguramente a vos también te pasaba y de hecho hoy les pasa a muchos. Una vez cuando tuvimos el privilegio de poder alquilar una casa, pudimos hacer que todos se movieran a nuestro hogar a festejar la navidad, y ni hablar armábamos cumpleaños y diferentes encuentros con amigos y familiares.

Como disfrutábamos de los asados, mateadas, charlas profundas, de todo, pero la economía nos fue limitando y falta de tiempo también. Llegó el señor estrés, cansancios. Y bueno seguramente vos lo sabés.

Pensando y pensando más y más atrás en mi dulce adolescencia, puedo concluir que nuestra generación fue la mejor. En todo sentido no éramos presos de un celular, ni del internet nuestras charlas eran cara a cara, bailes que hacíamos en nuestras casas le llamábamos asalto, ¿te acordás?, qué lindo era todo. Podíamos hablar sin parar mirándonos a los ojos, éramos tan pasionales en todo lo que hacíamos, nos conocíamos en cinco minutos y ya éramos los mejores grandes amigos.

Recuerdo en la secundaria, tenía un compañero se llamaba Ariel mi mejor amigo en ese entonces le insistí tanto que fuera a karate conmigo, y fue. Nos poníamos a practicar juntos y en la escuela charlábamos, teníamos las cosas claras era pura amistad ya con los años nuestros caminos se separaron, pero lo volví a ver y estaba casado y ya tenía un hermoso niño, qué lindo realmente él se merecía por ser siempre tan buena persona.

Qué emoción la adolescencia, momentos donde todo era a flor de piel, desórdenes hormonales, risas, ilusiones, llantos, alegrías.

Recordando los límites que teníamos, nuestros padres siempre marcándonos horarios, poniéndonos desafíos, responsabilidades y metas. Mi amada madre me decía, –¡Si vos querer salir el sábado, tenés que estudiar!, sino, no salís.

Y en la semana andaba como un reloj. Me ponía las pilas, todo sea para llegar al sábado y poder disfrutar bailar, cómo me gustaba bailar, no me importaba si había alguien para bailar, me largaba sola. Lo amaba, llegaba a mi casa a las siete, derecho a dormir y cuatro de la tarde tocaba mi estómago la alarma de que tenía hambre. Me acuerdo y me da tanta risa, esa energía que le ponía a cada paso de baile, y mis ojos miraban a mi alrededor a ver si había algo nuevo para copiar. ¡Qué loco! era maravilloso.

Cuando tuve novio horarios estrictos, sábado salía después de las dos de la tarde, pero como fuera a las seis de la tarde tenía que estar en mi casa. Hoy agradezco esos límites me ayudaron a tener puntualidad en el trabajo, en los eventos, en la vida misma.

El respeto hacia los padres, los abuelos, los vecinos cosas instaladas desde nuestra infancia, nuestra forma de hablar, no se nos ocurriría de ninguna manera de decirles viejos a los padres, siempre pa o ma o papá o mamá, y a los abuelos los amábamos.

Cuando era pequeña agarraba a mi abuela paterna y le daba unos besos en sus cachetes descontrolados y ella iba a su ropero a buscar vainilla para mí. En la adolescencia mi abuela materna me enseñó a pasar el trapo de piso, ella trabajaba en una panadería en Gesell y cocinaba mientras que a la tarde limpiaba las oficinas, yo quise acompañarla y aproveché para que me enseñara a pasar el trapo. Una lección jamás olvidada. Algunas cosas se han perdido, siento que siempre se puede recuperar, está en nosotros no olvidar y dejar de legado a nuestros descendientes.