Dialéctica de la secularización - Joseph Ratzinger - E-Book

Dialéctica de la secularización E-Book

Joseph Ratzinger

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Beschreibung

El 19 de enero de 2004, en la Academia Católica de Baviera en Munich, tuvo lugar un hecho insólito en el mundo actual: uno de los más importantes filósofos vivos, Jürgen Habermas, debatía en público con uno de los principales representantes de la Iglesia Católica, el entonces cardenal Joseph Ratzinger, hoy papa Benedicto XVI. Si el contexto es sorprendente, no lo es menos el resultado: los puntos de encuentro entre ambos acerca del Estado democrático de derecho como mejor forma política para defender la dignidad humana, o acerca de la necesaria interpretación recíproca entre razón y fe, destacan sobre las previsibles divergencias.

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Libros de bolsillo

Jürgen Habermas Joseph Ratzinger

DIALÉCTICA DE LA SECULARIZACIÓNSobre la razón y la religión

PrólogoLeonardo Rodríguez Duplá

Título originalDialektik der Säkularisierung Jürgen Habermas / Joseph Ratzinger edited by Florian Schuller © 2005, Libreria Editrice Vaticana © 2006, 4ª edición, Verlag Herder, Freiburg im Breisgau

© 2006 Ediciones Encuentro, S.A., Madrid

Traducción del texto de Jürgen Habermas Isabel Blanco

Traducción del texto de Joseph Ratzinger Pablo LargoRaíces, identidad y misión. Editorial Ciudad Nueva

Diseño de la cubierta: o3, s.l. - www.o3com.com

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos vela por el respeto de los citados derechos.

Para cualquier información sobre las obras publicadas o en programa y para propuestas de nuevas publicaciones, dirigirse a: Redacción de Ediciones Encuentro Ramírez de Arellano, 17-10.ª - 28043 Madrid - Tel. 902 999 689www.ediciones-encuentro.es

PRÓLOGO

Los dos textos recogidos en este librito proceden de un diálogo que tuvo lugar en la Academia Católica de Baviera la tarde del 19 de enero de 2004. Sus autores son el entonces cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y el filósofo Jürgen Habermas, conocido exponente del pensamiento laico de raíz ilustrada. El encuentro contó con la presencia de algunas figuras destacadas del panorama intelectual alemán, como el filósofo Robert Spaemann o el teólogo Johann Baptist Metz. También había sido invitado un reducido grupo de periodistas, lo que de hecho proporcionó al evento una amplia repercusión mediática. Cada uno de los dos interlocutores principales presentó una breve ponencia inicial en la que tomaba posición sobre un tema previamente acordado. Luego tuvo lugar un coloquio en el que también participaron los demás asistentes al acto. Por desgracia, no se ha facilitado una transcripción de esta segunda parte del diálogo, si bien contamos con algunos retazos suyos procedentes de las crónicas periodísticas.

El encuentro sorprendió a la opinión pública, y no sólo porque su celebración no hubiera sido anunciada previamente, sino sobre todo por el perfil personal de los interlocutores, a los que muchos consideraban antípodas intelectuales. ¿Qué tenían que decirse un teólogo dogmático y un filósofo ilustrado? ¿De qué podían hablar un prefecto romano y un pensador que tantas veces, valiéndose de una conocida expresión de Max Weber, se había declarado «carente de oído musical para la religión»? Para dar respuesta a estos interrogantes conviene que comencemos recordando algunos rasgos muy característicos de sus respectivas posiciones intelectuales.

* * *

Habermas es el más conocido valedor de lo que hoy se conoce como «ética del discurso», la cual hace del diálogo en condiciones de simetría la instancia autorizada de la que proceden las normas que han de regir la convivencia de los ciudadanos de una sociedad pluralista. De ese diálogo no puede ser excluido legítimamente ninguna persona afectada por la posible entrada en vigor de la norma cuya validez se discute. Tanto los ciudadanos creyentes de cualquier confesión como los que no profesan ninguna fe religiosa han de poder participar en ese diálogo en pie de igualdad.

Lo ideal sería que los ciudadanos no se contentasen con una democracia meramente formal, sino que, resistiéndose a las fuertes tendencias individualistas y despolitizadoras que hoy se registran, participaran activamente en la configuración de una razón pública ilustrada. No debe olvidarse que ser ciudadano comporta ser colegislador, y por tanto participar en la constante tarea de interpretar el sentido de la constitución del Estado al que uno pertenece. El propio Habermas ha dejado oír su voz en los principales debates que han interesado a la opinión pública de su país a lo largo de muchos años. La actitud de Alemania hacia su historia reciente, la política alemana de inmigración, la guerra de Irak, el proyecto de Constitución Europea o los problemas más candentes de la bioética son algunas de las muchas cuestiones de actualidad sobre las que Habermas ha vertido opiniones que han sido escuchadas con respeto en todo el mundo.

¿Y no es una cuestión que hoy interesa especialmente a la opinión pública europea la del lugar de la religión en las sociedades democráticas? Las polémicas suscitadas por el uso del velo por parte de mujeres musulmanas, luego por el caso Buttiglione y más tarde por las caricaturas de Mahoma publicadas en la prensa danesa, son otros tantos síntomas de un problema de gran calado. Es notorio que a la sociedad europea le urge meditar sobre las bases de la convivencia entre ciudadanos creyentes e increyentes.

Tampoco en este caso ha querido Habermas permanecer al margen de la discusión. A diferencia de lo que él mismo creyera tiempo atrás, hoy reconoce como un hecho más que probable la pervivencia futura de las religiones en las sociedades secularizadas. No estamos, por tanto, ante una dificultad pasajera que pueda abordarse con medidas coyunturales, sino ante un problema estructural que afecta a la definición del Estado liberal moderno. En vista de esto, a nadie debería extrañar que un filósofo político como Habermas se ocupe de este problema. De hecho, es muy sabido que en el curso de los últimos años este pensador laico ha dado muestras de un interés creciente por la religión.

Ya a finales de 2001, en un discurso pronunciado en Fráncfort al recibir el premio de la paz de los libreros alemanes, Habermas había dado claros indicios de su nueva sensibilidad hacia las tradiciones religiosas. El discurso, que fue muy comentado, se titulaba «Creer y saber», y en él se preguntaba el filósofo alemán cómo se debe entender el proceso de secularización en las sociedades postseculares. Con este último término se refería Habermas a las sociedades pluralistas que se han dotado a sí mismas de un Estado neutral respecto de las distintas cosmovisiones a las que se adhieren sus ciudadanos. Dado que entre esas cosmovisiones poseen de hecho gran relevancia sociológica las de naturaleza religiosa, se hace necesario aclarar el modo como han de convivir y cooperar los ciudadanos creyentes y no creyentes. Si no somos capaces de resolver este problema en las sociedades occidentales, en las que el proceso de secularización ha durado siglos, difícilmente podremos contribuir a solucionar los gravísimos problemas que hoy se registran en aquellas regiones del mundo en las que la modernización de las relaciones sociales se está produciendo a mucho mayor velocidad, sin respetar los ritmos históricos naturales y creando un sentimiento de desarraigo y frustración.

La clave está, a juicio de Habermas, en que se respete estrictamente la mencionada neutralidad cosmovisiva del Estado liberal. En los debates públicos que afecten a las creencias religiosas de un sector de la ciudadanía, el Estado habría de mantenerse equidistante, sin prejuzgar en favor de una u otra parte. Pero el propio Habermas reconocía en su discurso que de hecho esa equidistancia no se ha respetado plenamente, sino que hasta ahora los ciudadanos que profesan una fe religiosa son los únicos a los que el Estado liberal ha exigido que «dividan» su identidad en un aspecto público y otro privado. Ellos son, en efecto, los únicos que se ven obligados a «traducir» sus convicciones a un lenguaje secularizado, para así hacerse oír en el debate público y poder aspirar a constituir mayorías políticas. Frente a esta práctica habitual, que de hecho discrimina a una parte de la ciudadanía, Habermas sostiene que los ciudadanos laicos han de esforzarse por entender la perspectiva religiosa por más que no la compartan, contribuyendo activamente al proceso de traducción de los contenidos normativos de las tradiciones religiosas a un lenguaje comprensible por todos.