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Cada biografía es un invento. En la extensa obra poética de Cecilia Pavón, reunida en este volumen, la invención precede a lo llanamente autobiográfico. La poesía empieza desde cero. Imágenes preciosas que remiten al barrio de Once, a la noche de Berlín o al pequeño jardín hogareño, en las que lo cotidiano es la condición necesaria de lo lírico y se mezcla en pie de igualdad con referencias a la alta cultura, construyendo poemas perfectos en su concepción y ejecución. Para cualquier experiencia artística deberíamos empezar desde cero, parece decirnos Pavón. Escritoras, lectoras, editoras, periodistas: que cada poema sea la aventura que la literatura nos promete desde sus comienzos.
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Diario de una persona inventadaPoesía reunida (2001-2023)
Cecilia Pavón
Con cariño, para Cecilia Pavón
Por Dorothea Lasky*
Durante los últimos treinta años, Cecilia Pavón ha modificado continuamente la escena de la poesía, la escritura, el arte, la traducción, la edición y las actividades colectivas en el mundo de la cultura. Desde su hogar, en Buenos Aires, Pavón ha escrito, editado y traducido más de veinte libros de poesía, ficción y no ficción. Como poeta, pensadora, traductora y curadora, la fuerza de Pavón no tiene igual. Es evidente que en los próximos años seguirá influyendo a quienes hoy escribimos, con su gracia, su genio y su canción inagotable.
Una de sus mayores contribuciones al arte y la literatura contemporáneas es la devoción con la que su obra intenta acercar el espíritu colaborativo y amable de lo colectivo al acto sagrado de la creación artística.
En 1999, Pavón fundó Belleza y Felicidad junto con Fernanda Laguna. El espacio abrió sus puertas a artistas y escritoras y escritores argentinos. Y aunque Pavón dejó el proyecto en 2002, la visión que compartieron con Laguna llegó a crear un lugar único. Belleza y Felicidad todavía es un ejemplo de las posibilidades concretas que existen de colaborar en el arte de una forma interdisciplinaria. Ofreció un espacio para exhibir las obras de artistas y escritores contemporáneos a través de eventos, muestras y ediciones originales. La sensibilidad de Pavón por lo colectivo se sostuvo hasta el presente. En 2019 abrió Microcentro: oficina central de poesía. Y no hay duda de que abrirá más espacios artísticos como estos en los próximos años.
La fundación de Belleza y Felicidad y su éxito significa más que sus eventos, muestras y publicaciones, e incluso más que los artistas y escritoras y escritores que recibieron su apoyo. En la escena de la cultura contemporánea, el proyecto muestra la importancia casi sagrada del arte cotidiano. Y esto revela mucho sobre la poética de Pavón.
Algunos dicen que su poesía e intuición artística son kitsch. Lo kitsch, como la obra de Pavón, se expande, cuando se aplica a la emoción de la creatividad y sus posibilidades. Lo kitsch tiene que ver con lo cotidiano, siempre. Lo kitsch es el relámpago de lo cotidiano.
Cuando una artista, escritora o poeta logra conectarse con el corazón de las cosas que la mueven en la vida cotidiana, el sueño de una vida vivida en toda su intensidad está al alcance de la mano. El kitsch, con su sensibilidad por lo efímero, el drama, los sentimientos, las preocupaciones diarias y la creación de lo bello a partir de lo que ya existe (esas cosas que realmente están alrededor de una), es capaz de generar un procedimiento artístico completamente revolucionario.
A pesar de todo esto, para algunas personas el kitsch fue por mucho tiempo un término difícil de usar para describir obras de arte valiosas. De algún modo, la idea de lo kitsch tiene muchas cosas en común con el espíritu de los noventa. La ironía es una de esas cosas, sin duda presente en la obra de Pavón. En los noventa, el mundo se enfrentaba a un nuevo milenio. La ansiedad tenía que ver con la importancia que se le daba a la marca temporal del número 2000. Y, sin embargo, a pesar de los horrores que seguían ocurriendo en todo el mundo, en los noventa también había una esperanza por el futuro. El lenguaje de Pavón sostiene esa esperanza. Incluso si la hace convivir con un terror que también está presente en lo cotidiano. Este es el drama de lo real, el relámpago de lo real en la vida de todos los días.
La obra de Pavón no necesariamente es kitsch. Pero tiene esta esperanza en lo cotidiano que puede asociarse al término con facilidad. En toda su obra, en especial en su poesía, los gestos guiados por el espíritu colectivo, como los de Microcentro o Belleza y Felicidad, están siempre en el centro de sus elecciones lingüísticas. En su escritura, Pavón siempre se quita el sombrero ante quien lee, prestándole atención tan de cerca como atendería a las necesidades de una persona real. Todo se trata de una performance que se desarrolla a partir de una tensión entre quien escribe y quien lee, entre el momento y el tiempo, entre el cuidado y la indiferencia. Pero, en realidad, los poemas de Pavón siempre te cuidan.
Su personaje (feroz, dulce, extraño) está presente en toda su obra, siempre a la espera de un nuevo día para crear. Hay una atención amorosa en sus versos. Aunque parezcan muy personales y preocupados por sus propias circunstancias particulares, muestran un interés sincero por la forma en que la lectora o el lector pueda llegar a comprometerse con lo que está escrito en la página. Esta hermosa contradicción da lugar a una poesía que no se parece a la de nadie que esté escribiendo actualmente.
Si hubiese nacido en otra época, quizás Pavón hubiera sido considerada una poeta confesional. Y habría sido una etiqueta equivocada para definir su obra. Aunque por otro lado, la etiqueta de confesional ha estado casi siempre mal puesta. De hecho, en el fondo, es una idea de la que desconfío intuitivamente.
Y sí. El propio término confesional está lleno de problemas conceptuales. Poetas norteamericanas del siglo XX, como Sylvia Plath y Anne Sexton (que son referentes de la poesía llamada de esa forma), supieron jugar muy bien con la idea del tabú. En un poema “confesional”, si es que creemos en esta categoría, las y los poetas hacen declaraciones que parecen venir de la intimidad, con la esperanza de establecer con quien lee una conexión que las sostenga para siempre en el espacio del poema.
Pero no. La poesía de Pavón no es confesional. Es hiperrealista. Está comprometida con el yo y los espíritus que la rodean, obsesionada con el paisaje y el conocimiento que pueda encontrarse en él, y decidida a confeccionar un bello tapiz de imagen y sonido sin que importe lo que pueda costar. Los poemas de Pavón se basan en la creencia de que todas las personas (que leemos) estamos interconectadas de una forma íntima, y que nos cuidamos unas a otras. Y también en la creencia de que un poema no necesita atrapar a la lectora. Sólo necesita invitarla a entrar.
Quizás sea una tradición literaria argentina la de explorar entre los límites de los géneros literarios, como de alguna forma hace Pavón. Buscar que el lenguaje se empape de lo que ya es para ver lo que puede ser. La poesía de Pavón revela que nunca vamos a llegar más allá de la tierra, y tampoco de lo real. ¿Para qué escribir como si lo contrario fuese posible? Una vez que nos rendimos ante los milagros de la realidad, las posibilidades de la vida creativa se vuelven infinitas.
La red de poetas de la que Pavón forma parte es mucho más grande de lo que puede resumirse bajo el nombre de un movimiento, o bajo alguna de las palabras con las que pueda definirse una poética. La obra de Pavón es mágica. Está impregnada de las palabras de muchos otros poetas y escritores y escritoras contemporáneos y clásicos (algunos de los cuales ella misma tradujo) como Ariana Reines, Alfonsina Storni, Gwendolyn Brooks, CAConrad, Bhanu Kapil, Marina Šisvetaeva, Miyó Vestrini, Fred Moten, Diane di Prima, Jack Spicer y Chris Kraus. Estos escritores y escritoras, que logran sostener un lenguaje en medio de la exaltación cotidiana de una humanidad interconectada, son los pares, los coetáneos de Pavón.
Ahora los y las fans de la poeta pueden sostener este libro en sus manos y disfrutarlo. En él, se nota cómo estos escritores y escritoras influyeron en su obra de una forma poderosa. En “Un hotel con mi nombre”, Pavón escribe:
Trajiste la birome más pesada para nuestro paseo por la ciudad
ahora desarmo la pulsera de Dios.
Vi los brotes de las flores “no las conozco”
que estaban como dispersos en un colchón de hojas duras.
¿Es esto inspiración?
No
Este poema hace que nos preguntemos qué es realmente la inspiración. En él, se niega la respuesta que a la vez se ofrece. Y todos nos quedamos con el anhelo y la pregunta en la mente: “¿Es esto inspiración?”. No hay respuesta. Y si la hay, como nos dice el poema más adelante, se encuentra en las “flores de puntos/ que eran constelaciones” y “los árboles/ (…) moviéndose como espadas en el aire”. Como en otros poemas de esta colección, la respuesta es la naturaleza y su infinita divinidad y propósito.
En otro momento del libro, la segunda parte de un poema titulado “Últimos poemas del invierno”, Pavón escribe:
Sigo sujeta a la Tierra
los pies descalzos sobre el musgo
las uñas un poco desgarradas y quebradizas
el cabello castigado
pero tengo algo dorado que me favorece.
Señores del supermercado: gracias por existir
aunque me gustaría más comprar al aire libre
en un mercado callejero,
al aire libre
no me gusta la iluminación.
lo que llevo en la bolsa de papel color madera
es un pedazo de carne cruda.
Toda la mañana la carne cruza conmigo la ciudad
es una excepción que hoy haya sol porque
estamos en el invierno más desolado.
Cuando llego al departamento me golpea
con todas las fuerzas la pesadez de un hogar.
¿Será porque siempre las siento vacías que odio las casas?
Con palabras así, Pavón se convierte en una poeta sanadora, una gran poeta, una poeta para guiarnos a través de la vida y más allá. Este poema, que insiste en la exposición del cuerpo al aire libre, insiste también en la magia, y en que la magia puede manifestarse en lo cotidiano. El poema, que pone atención a la belleza de “los pies descalzos sobre el musgo”, “las uñas un poco desgarradas y quebradizas”, “el cabello castigado”, hace que tenga “algo dorado que me favorece”.
Cecilia Pavón es una poeta sobresaliente. También es una poeta de la amistad. Crea poemas que son nuestros amigos. Poemas que son, como dice Sylvia Plath, un “cuenco lleno de capullos rojos” que “florecen por puro amor a mí”. Los poemas de Pavón florecen por puro amor a nosotros.
Yo amo esta obra. Me encantan estos poemas. Me encanta el espíritu que hay detrás de ellos y el lenguaje que guardan. Amo a la persona que escribió estos poemas, y amo los millones de acontecimientos que hicieron que estos poemas fueran escritos. Amo este libro.
Entonces, a quien esté leyendo ahora este libro: espero que florezcas con el espíritu de estos notables poemas. Una luz interminable los acompañará en el camino.
* Traducción: Fran Bariffi.
El origen de los nombres es algo en lo que pensamos eternamente
–¿por qué me llamo así y
es este mi dead name?–.
Elijo creer en la capacidad musical del poema
un poema como una caja vacía en la que voy
guardando cositas talladas durante el día.
Aunque esta idea es demasiado simple,
¿cositas talladas como qué?
un momento de furia es una cosa tallada
que se vuelve música,
mi corazón como orfebre
(pero esta es una idea demasiado simple)
un paisaje lleno de dioses: escribo para olvidar mi nombre muerto.
Antes de la pandemia,
yo era una mujer internacional y viajaba por el mundo a festivales de poesía
y amaba los aeropuertos, y sobre todo amaba pasar
horas y horas deambulando por los free shops
Probando maquillajes de marcas internacionales o fragancias especiadas y misteriosas.
La última vez que viajé gracias a mi incomparable talento literario
fue en marzo de 2020.
Y el último perfume que me probé fue en el aeropuerto JFK
uno de Mac Cosmetics que tenía notas exóticas de tabaco.
Se llamaba Lady Danger
y me hacía pensar en un bosque de noche.
Quizás en un bosque tailandés, aunque nunca estuve en Tailandia.
Eso, como ya dije,
fue en marzo de 2020: cómo cambió mi vida desde entonces.
Ya no viajo, ahora, me conecto a través de mi computadora
con lugares remotos del planeta Tierra para hablar de Literatura.
¿Será esto el nomadismo en la fijeza del que hablaba José Lezama Lima?
(¿Alguna vez nos conectaremos con el Planeta Marte para hablar de literatura?)
“La fiesta está antes del poema y después del poema”
dije en un taller por zoom.
Aunque en realidad lo dije en inglés:
“The party is before the poem and after the poem”.
(Hablar de literatura es siempre una estafa).
All tomorrow’s parties cantaba Nico en 1965.
¿Y cuál es la fiesta hoy?
¿estar enamorada de mi casa?
¿ir al supermercado un sábado a las siete y media de la mañana
y fantasear con que me persiguen hombres
por las góndolas vacías?
Los sábados por la mañana salgo a hacer las compras
y en el supermercado COTO me persiguen hombres
y yo voy pésimamente vestida, con ropa gastada y vieja, y de colores sucios por haberla lavado con agua demasiado caliente en el lavarropas
pero me persiguen igual.
Aunque no lo crean, un supermercado vacío es un lugar muy glamoroso
Un lugar donde imaginar escenas sensuales y salvajes.
Un lugar igual de glamoroso que el aeropuerto JFK.
A las siete y media de la mañana de un sábado de febrero
no hay nadie por la calle;
salvo una anciana
toda vestida de blanco.
Lleva una camisa de seda artificial, de una textura como de aceite que refleja de alguna forma el sol,
tiene el pelo negro larguísimo con algunas canas y mucho maquillaje;
la amo.
Quizás sea un ángel
Sus pestañas cargan con tanto rimmel encima que ya no parecen nada corporal ni orgánico
son meros receptáculos de negritud grumosa.
Todo esto pasa en Balvanera, yo vivo aquí
amo este barrio
donde las ancianas
salen a caminar a las siete de la mañana, vestidas de blanco
y se maquillan y no les importa nada
porque sienten que las calles son sólo un escenario para desplegar su glamour.
Yo amo Balvanera, y soy esa anciana, y las calles son parte de mi glamour.
Hay una capa de lana sintética exhibida en un comercio que deseo tener,
no sé si es un deseo o es sólo una imagen a la que me encanta volver una y otra vez
mientras cruzo la ciudad en bicicleta.
No sé si la capa es un producto que vi exhibido en un sueño o en la realidad.
Un poncho de lana grueso color rosa y amarillo fluo
una lana sintética que parece irradiar luz
en una tienda que no queda en este planeta.
¿Habrá tiendas en Marte?
Quiero escribir una lista de todas las cosas inútiles que compré en una tienda de departamentos que cierra.
Cierra una tienda de departamentos gigante, es como una tragedia, la gente revuelve
cajas de zapatos y portarretratos embalados con telgopor.
Es como el apocalipsis.
Cierra Falabella, es como el apocalipsis.
Todas las mañanas salgo a hacer las compras con el changuito
soy feliz, sobre todo en invierno, cuando me da el sol
yo,
le agradezco al sol.
Después vuelvo a mi casa y corto el pasto con unas tijeras viejas,
un poco oxidadas,
y como no tengo rastrillo uso los dedos para levantar los restos de césped
y las uñas se me llenan de tierra y me encanta porque es sábado
y estoy arrodillada en la tierra y cada vez el sol es más fuerte.
Y yo le agradezco al sol.
Después tomo mate en mi silla de mimbre y leo
una novela escrita en inglés, donde
un grupo de mujeres muy jóvenes
encerradas en un departamento
conversan día y noche
sobre todos los temas de la humanidad.
Agradezco el poema que llega solo, como un regalo del invierno
mientras camino por este barrio
donde mi angustia está de alguna forma disuelta en el agua de los canales,
en las flores que plantó la ciudad
o fraguada en el cemento
de todas las nuevas construcciones.
Ahora que vengo acá y soy feliz
lloro por todas las lágrimas
que vertí hace diez años
cuando tenía un bebé
y estaba sola
y no sabía qué hacer los sábados de sol.
Solamente tomarme un taxi y encerrarme con mi hijo en el cine.
Cuando voy a sacar la basura
después de cerrar la tapa del container
me acuerdo de que
hace unas horas
se me había ocurrido un poema que
no escribí y ya me olvidé;
también sé que en 2004 le escribí
un poema a Caroline
una chica alemana que me alojó en su
departamento de Berlín;
empezaba: “Querida Caroline”,
pero no sé qué más decía.
Otro poema escrito en Alemania y perdido:
uno andando en bicicleta por la
Karl Marx Alee que repetía dos veces
“No tengo la obligación de amar”
“No tengo la obligación de amar”.
(Creo que ese es el poema que
más pena me dio perder).
Porque una canción es viajar en el tiempo y el espacio
no sé en qué parte de qué barrio de una ciudad
que no me pertenece
escuché la canción de Fine Young Cannibals
y me acordé del momento
de tener quince años
y no saber nada del futuro
cuando lo único que quería era
huir de mi ciudad
enamorarme
ser famosa
como Andy Warhol
publicar muchos libros.
Esa incertidumbre cósmica
de no saber nada de lo que pasará
está guardada en mis células.
Esa
incertidumbre
cósmica
está
guardada
en mis células.
Recuerdo el ahínco con que limpiaba el patio a comienzos de abril.
Echaba detergente sobre las baldosas gastadas
y las frotaba con el cepillo
todo se llenaba de una espuma blanca
que me hacía pensar en la fosforescencia
de las playas mexicanas
que mostraban en ese momento por televisión.
Era el final del verano,
ya han pasado varias semanas
ahora estamos en el corazón del otoño
ahora observo el polvo
acumularse sobre la mesa de madera hinchada.
Ya no limpio el patio con agua
sólo barro los frutos semipodridos que caen
de la enamorada del muro
con fuerza desde lo alto de la medianera;
no sé si son flores o frutos
tienen una parte marrón oscuro que
avanza en la circunferencia haciendo
desaparecer el verde.
Ya no limpio con agua,
ahora sólo barro mientras bailo
con la música de la radio Nova
de París.
Siempre que quiero escribir poética
la mano, sola, escribe: política.
Salgo a la calle y no sé hacia dónde salgo
constantemente la desorientación se apodera de mí
y pienso en el gobernador
de la poesía.
Quién es el gobernador de la poesía
de la telepatía.
No quiero usar la poesía para decir
países recursos guerra.
Siempre que quiero escribir poética
la mano sola escribe política.
Si la poesía funciona para vos
por favor decile a los demás
cómo es para que la poesía funcione para ellos.
Pienso en el gobernador de la poesía
de la telepatía.
Tengo tiempo libre
y cien mil pesos en el banco
(que son menos de 500 dólares, pero no importa).
Me doy el lujo de ir a mi oficina
y “hacer como que trabajo”,
estar dos horas mirando la pantalla vacía
y escribir una sola línea
de un poema cursi sobre una planta.
Puedo hacer como que trabajo
y escribir los poemas más cursis,
más básicos, más primitivos,
esos que se escriben en diez minutos,
y después salir a pasear por la calle Florida
en plena decadencia.
Entrar a Falabella y comprarme unas calzas de ciclistas
de lycra rosada.
Soy feliz, alguien me prestó una oficina
para hacer como que trabajo.
El aire en esta parte de la ciudad es siempre una
brisa fresca, la luz de noviembre
mi corazón sonríe.
Tengo cien mil pesos en el banco
y puedo “hacer como que trabajo”.
Ninguna obra de arte se acercará nunca
a esa felicidad.
Hay una canción eterna donde Rosario Bléfari
canta que va en una bicicleta
y los autos pasan muy cerca de ella;
para mí es una canción infinita
cada vez que ando en bicicleta y me pasa
un auto cerca
no puedo evitar cantarla sin música,
para mis adentros.
O es una música sumergida,
no sé.
O aunque no me pase ningún auto cerca
la canto igual,
creo que debo haber cantado esa canción al menos
cinco mil veces en toda mi vida
o más.
Y es eterna porque nunca me canso
siempre se renueva,
automáticamente la secuencia:
Bicicleta, calle, Rosario
cantando esa canción
Bicicleta, calle, Rosario
cantando esa canción.
Si llega el apocalipsis,
que me encuentre comprando plantas.
Eso pensé cuando vi un helecho del que me enamoré
en Rivadavia y Uriburu.
Me lo vendió un chico paraguayo,
más que un helecho era una cascada
su cabellera verde caía a borbotones
desde una maceta de plástico colgante.
Pagué por él 800 pesos
lo traje caminando hasta mi casa.
Para que algunos de sus tallos larguísimos no tocaran la vereda,
tuve que extender los dos brazos en alto y sostener la maceta
sobre la cabeza.
Todo el mundo me miró durante esas siete cuadras
pero yo sentí la presencia de Dios
sacándome una foto desde el cielo.
Ya no se junta la gente en mi living
a hablar de libros,
ahora solo queda esperar que
llegue la primavera.
Miro la cascada que forman las ramas
de la corona de novia
ahora son de un verde oscuro
en octubre estaban cargadas
de unas florcitas blancas y apretadas
como montoncitos de nieve.
A los siete años, vi esa planta en la calle
y al instante entendí que la poesía
era ver nieve en verano.
Han pasado cuarenta años desde ese momento
ahora tengo la suerte de que esa planta esté
en un poema
escrito por mí.
Porque la poesía tiene que ver con la soledad
quiero estar
perdida para siempre en la moda
recorriendo las casas de ropa que todavía
quedan abiertas.
Podría estar horas acá
sin hablar con nadie
mirando cada vestido,
cada remera en
liquidación
sin importarme que pasen
las horas o los años;
siempre esa misma euforia
(como de color magenta)
de mirar y mirar prendas e imaginarme