Edipo Rey - Sófocles - E-Book

Edipo Rey E-Book

Sófocles

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Beschreibung

Edipo Rey es una obra cuya fuerza radica en que nos presenta de un modo magistral la enigmática relación que, con mayor frecuencia de la deseada, existe entre el dolor y el destino. Su lectura nos revela el sello casi indeleble que impone el azar en la vida de cada ser humano. Por ello, Edipo Rey es una gran tragedia, ya que además nos manifiesta una de las más extrañas paradojas de la vida: el hecho de que quien intenta escapar desesperadamente de su destino no hace otra cosa que cumplirlo, aunque sea por caminos muy inesperados. De ahí la extraordinaria actualidad y vitalidad de esta creación de Sófocles, que a nadie deja indiferente, dada su profunda universalidad, simbolismo y significación. La presente edición, traducción y notas han estado a cargo del profesor argentino Leandro Pinkler, quien es docente de lengua y cultura griegas en la Universidad de Buenos Aires.

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EDIPO REY

Sófocles nació en Colono, en las cercanías de Atenas, en el 496 a.C. y murió en el 406 a.C. Su vida abarcó el período comprendido entre las guerras Médicas y la guerra del Peloponeso, inicio y fin de la grandeza de Atenas. De tal modo, fue testigo de este momento crucial de la cultura helénica recordado como “el Siglo de Oro”. Más joven que Esquilo y mayor que Eurípides, Sófocles desarrolló en sus obras la construcción más madura del género trágico. De más de ciento veinte piezas sólo conservamos siete, entre las que se destaca el Edipo Rey –como señaló Aristóteles en la Poética– por su perfección formal y la profundidad de su pensamiento. Todas las tragedias de Sófocles plantean el problema de la condición humana al pintar el conflicto entre las acciones de los hombres y un orden superior –de los dioses y del destino– desde una perspectiva que excede los límites de la cultura griega para alcanzar una dimensión universal.

LEANDRO PINKLER nació en Buenos Aires en 1956. Hizo estudios de Filología griega con el Dr. Lorenzo Mascialino. Actualmente es profesor de Lengua y Cultura Griegas en la Universidad de Buenos Aires.

LOS CLÁSICOS

Sófocles

Edipo Rey

TRADUCCIÓN, ANÁLISIS Y NOTAS DELEANDRO M. PINKLER

882

S681e Sófocles, 497?-406? a.C.

Edipo Rey / Sófocles; traducción, análisis y notasLeandro M. Pinkler.

– 3ª reimpr., 7ª ed.– Santiago de Chile: Universitaria, 2016.125p.; 11,5 x 18,2 cm (Los Clásicos).

Bibliografía: p.33-[34].

ISBN 978-956-11-1897-3ISBN Digital 978-956-11-2820-0

1. Tragedia griega. I. t. II. Pinkler, Leandro M., tr.

© 2000, LEANDRO M. PINKLER

Inscripción Nº 116.177, Santiago de Chile.

Derechos de edición reservados para todos los países por

© EDITORIAL UNIVERSITARIA, S.A.

Avda. Bernardo O’Higgins 1050. Santiago de Chile.

[email protected]

Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientos mecánicos, ópticos, químicos o electrónicos, incluidas las fotocopias, sin permiso escrito del editor.

Texto compuesto en tipografía Palatino 10/13

CUBIERTA

Cabeza de mármol, ca. 500 a. C.

Museo de la Acrópolis de Atenas.

www.universitaria.cl

Diagramación digital: ebooks [email protected]

ÍNDICE

Agradecimientos

Introducción

Estructura de la tragedia

Bibliografía y texto adoptado

Diferencias textuales

EDIPO REY(Traducción y notas)

Apéndice: El enigma de la Esfinge

AGRADECIMIENTOS

Agradezco muy especialmente la labor de Roberto Torretti y Alejandro G. Vigo en la revisión de este trabajo, por la atención que le han brindado y por sus certeras lecturas del texto griego, que tanto han colaborado a mejorar esta traducción.

INTRODUCCIÓN

El Edipo Rey en la tradición mitológica

El hecho de que el Edipo Rey es la tragedia por excelencia y Edipo el paradigma del héroe trágico queda testimoniado ya por Aristóteles (Poética, 1452 a 33), y ha sido perpetuado por la continua fascinación que la obra ha ejercido en la posteridad. Ahora bien, de acuerdo con las diversas resonancias de dicha fascinación, es necesario realizar una diferenciación entre mito y versión. Mientras el mito es el núcleo básico del relato y conlleva en sí el significado fundamental, las versiones pueden presentar variaciones en sus detalles, en la articulación de los hechos y –lo que es más decisivo– en la exposición del tema esencial. Pues, dado que existen, aunque no siempre se conserven, versiones del mito surgidas en distintos momentos de la historia de la literatura grecolatina (épicas, líricas, trágicas, alejandrinas, de la Antigüedad tardía, de los autores latinos, de los comentadores, etc.), es evidente que detrás de cada una subyace una visión del mundo diferente. A su vez, se pueden hallar distintas versiones dentro del mismo período –como en el caso del mito de Electra, conservado en los tres grandes trágicos–, en las que los poetas han tomado la misma situación en un escorzo diferente. Por tales razones, es necesario situar la versión sofoclea del mito de Edipo en el cuerpo textual de la tradición.

La primera mención de la literatura corresponde a la Ilíada (XXIII, VV. 679), donde se alude a las exequias de Edipo en Tebas. Pero resulta más extensa la referencia de la Odisea en ocasión del famoso descenso de Odiseo –la llamada katábasis– a la morada de Hades, el oscuro reino de los muertos:

“También vi a la madre de Edipo, la hermosa Epicasta, la que cometió tremendo acto por ignorancia de su mente, al unirse con su hijo. Él, después de dar muerte a su padre, se casó con ella (...) Por ese entonces reinaba él sobre los Cadmeos en la muy hermosa Tebas, aunque sufriendo penas. Pero ella había descendido a la morada de Hades, de cerradas puertas, después de atarse a una soga colgada del techo, poseída por furor. Así dejó para Edipo numerosos dolores para el futuro, que cumplen las venganzas de una madre...” (XI, VV. 271 ss.).

En un primer análisis se perciben aquí ciertos contrastes significativos respecto de la versión sofoclea: el nombre de la madre y esposa de Edipo es Epicasta y no Yocasta1; aunque ella se suicida, Edipo sigue reinando, a pesar de estar dolido, sin padecer exilio ni realizar ningún tipo de autopunición. Es esta última, sin duda, la principal diferencia entre la versión homérica y la trágica: la ausencia de todo castigo, mientras queda constatada la presencia del incesto y del parricidio en esta versión, la más antigua que poseemos.

De este modo los textos homéricos, que tienen su eje en el Ciclo Troyano, mencionan, aunque de manera marginal, a Edipo, un personaje fundamental del contexto del Ciclo Tebano, es decir, del conjunto de leyendas referidas a Cadmo, el mítico fundador de Tebas, y su descendencia, según indica el primer verso del Edipo Rey: “Hijos, nueva generación de Cadmo, el antiguo...”. Por otra parte, en los estudios mitológicos se vincula el mito de Edipo con un suelo mucho más arcaico: se sostiene que el background de todo el mito heroico griego, de acuerdo con las analogías constantes entre los diversos mitos, deriva de un único esquema originario, el llamado “protomito” o “monomito” del héroe2. Esta forma básica se desarrolla en la narración de cómo un príncipe, exiliado de su genuina condición de heredero del trono, debe pasar por una prueba de carácter iniciático –el encuentro con la Medusa, la Esfinge o la Quimera– para alcanzar la investidura real. Y, en este sentido, el mito de Edipo, a pesar de sus peculiaridades (de incesto y parricidio), se inserta perfectamente en esa matriz.

Pero, además de la comentada versión homérica, existe otro contexto épico, del cual sólo conservamos unas referencias fragmentarias, completamente dedicado a Edipo: la Edipodia3, que forma parte de la llamada Épica Cíclica.

La particularidad de esta versión (v. fr. 1) consiste en la afirmación de la existencia de Eurigania, segunda mujer de Edipo y madre de sus hijos. De modo que, de acuerdo con la Edipodia, los hijos de Edipo –Polinices y Etéocles, Antígona e Ismena– no habrían nacido del incesto, que resulta previo a la unión con Eurigania4.

Por el contrario, sólo tenemos noticias explícitas de Layo, el padre de Edipo, desde Heródoto (v. 59). Pero muchos de los elementos de su leyenda iluminan la de Edipo. En este caso, todas las fuentes provienen de la tragedia o de autores tardíos, como Apolodoro o Pausanias. Lábdaco, padre de Layo, abuelo de Edipo, representa en todo el contexto trágico la fuente originaria de una familia de funesto destino, “la casa de los Labdácidas” (Sófocles, Antígona v. 594). Por lo demás, sabemos por otras referencias que Lábdaco quedó huérfano de niño, dejando por un tiempo el trono de Tebas a un usurpador, como también ocurrirá después con su hijo Layo. Pero carecemos de mayores datos, incluso ignoramos el nombre de su mujer. Layo fue expulsado de Tebas por Zeto y Anfión, y fue recibido en el palacio de Pélope, en donde creció. En este punto del relato tiene lugar un suceso relevante: Layo se enamora de Crisipo, el hijo de Pélope, lo rapta y éste se suicida, tal como se representó en Crisipo5, la tragedia perdida de Eurípides. Por esta razón, Pélope maldice a Layo en su descendencia. Si bien en las obras conservadas de Esquilo, Sófocles y Eurípides falta toda referencia a Pélope y Crisipo, no hay incompatibilidad. Esta maldición que afecta a la generación de Layo explicaría los oráculos que le advierten acerca de no procrear (v. Esquilo, Siete contra Tebas vv. 742 ss.). No obstante, el problema del acto de Layo encierra connotaciones mayores, de las que no faltan testimonios: Layo pasa por ser el introductor de la homosexualidad y, conforme a algunas interpretaciones, conlleva una mancha, al ser quien inaugura una unión contra naturam6. Incluso algunos comentaristas –como Pisandro– asocian la intervención de la Esfinge con un castigo de Hera, que como diosa protectora del vínculo conyugal desaprueba esa anomalía sexual7.

En este sentido, además de las menciones de Lábdaco y Layo en los testimonios, es importante poner de manifiesto una marca presente en sus nombres, que el antropólogo Claude Lévi-Strauss fue el primero en señalar8. En efecto, Lévi-Strauss fue el primero en poner en evidencia un rasgo común en las tres generaciones de los Labdácidas: tanto Lábdaco como su hijo Layo y su nieto Edipo portan en sus nombres el signo indicador de una dificultad en el andar, una deformidad del pie. El nombre de Lábdaco se asocia con la cojera, el de Layo significa “zurdo” y “torcido”, y el de Edipo suena claramente como “el de pie hinchado”, como se indica en Edipo Rey (v. 1036). Una vez advertida, esta indudable analogía suscitó enorme interés, porque se suma al hecho de que el enigma de la Esfinge, que resuelve “el de pie hinchado”, versa sobre los pies, y Sófocles mismo realiza a lo largo de todo el texto una brillante serie de analogías sobre la palabra poús (“pie” en griego)9. De manera que surgió inevitablemente el problema de una “hermenéutica podológica”, que vinculó “el mal pie” de los Labdácidas con un extravío de los comportamientos sexuales. En palabras de J. P. Vernant:

“Cuando Layo, el zurdo, se hace mayor, se muestra desequilibrado y unilateral en sus relaciones sexuales y en el trato con su anfitrión. Tuerce su comportamiento erótico por una homosexualidad excesiva, por la violencia que ejerce sobre el joven Crisipo, hijo de Pélope (...).

Al volver a Tebas recupera el trono y se casa con Yocasta. Layo es advertido por el oráculo. No debe tener hijos. Su linaje está condenado a la esterilidad...”10.

Y tal “estigma del pie”, heredado como el nombre, indica en Edipo –de acuerdo con esta interpretación– el desvarío sexual del incesto.

A las características citadas hay que añadir el hecho de que en los oráculos otorgados a Layo y a Edipo (v. Edipo Rey vv. 711 ss.; vv. 790 ss.), en los que se advierte respecto del parricidio, está presente el mitema (es decir, el motivo mitológico reiterado) de la hostilidad con el sucesor, la sustitución violenta de una generación por la otra, tal como aparece en el mito de Acrisio, el abuelo de Perseo, o en la sucesión del poder divino de la serie Urano–Crono–Zeus11.

Los distintos testimonios en torno del mito de Edipo que hemos mencionado son, entre otros, elementos que sirven para situar la originalidad de la versión sofoclea en su correspondiente articulación con la tradición mitológica. Pero el Edipo Rey debe ser leído como un texto autónomo, en vinculación con los motivos sociológicos, religiosos y filosóficos de su época, la de la democracia ateniense.

Sófocles y su época

Comprender la figura del dramaturgo Sófocles en su significación histórica resulta equivalente, sin duda, a tener una visión profunda de todo el siglo v a.C., el siglo de Pericles y de la democracia ateniense, considerado como el momento de maduración y plenitud de la cultura griega. La tragedia de Sófocles y la escultura de Fidias representan la esencia de la producción artística del genio ático, así como Tucídides y Aristófanes han reflejado los perfiles del hombre concreto. Y siempre se ha de tener en cuenta, como lo han hecho todos los grandes intérpretes de la historia, que éste ha sido un momento clave en la creación del humanismo de Occidente.

Sófocles acompañó en su larga vida (497–406 a.C.) las fuertes transformaciones de su época con la profunda reflexión de un creador prolífico, tal como ésta se manifiesta en las tragedias conservadas12. Es un lugar común relatar la anécdota, de dudosa precisión, en la que se cuenta la curiosa sincronicidad del año 480 en ocasión de la victoria de Salamina: Esquilo participó en la lucha, Sófocles (de diecisiete años) encabezó el coro de efebos que realizaban los augurios, mientras tanto nacía Eurípides13. De este modo se sitúan las tres personalidades de la tragedia griega en su sucesión generacional: Esquilo hijo de la gloria ateniense, y Eurípides protagonista de su ocaso. Por su parte, Sófocles, que incluso sobrevivió por poco tiempo a Eurípides, tuvo el privilegio de ser testigo consciente y ciudadano activo en la serie de acontecimientos que construyeron la Atenas del siglo v y determinaron su posterior caída. En el contexto histórico que sucedió a la victoria de Atenas sobre los persas y marcó su hegemonía entre los demás helenos, tuvo lugar en esta ciudad una nueva articulación del pensamiento por obra de los llamados sofistas. Muchos pasajes de la obra de Platón –pero muy en particular el Protágoras y el Gorgias– dibujan claramente cuál era el ambiente y el ideario de lo que se ha dado en llamar “la primera Ilustración”14. Las creencias en el progreso y la autonomía del ser humano en la organización social, la distinción entre naturaleza y norma convencional (phy´sis – nómos