El acomodador - Relato erótico - Andrea Hansen - E-Book

El acomodador - Relato erótico E-Book

Andrea Hansen

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  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Serie: LUST
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2019
Beschreibung

Ha pasado mucho tiempo desde el divorcio y no se siente tan mal estar completamente embelesada por un estudiante. Al menos no cuando es imposible que pase a mayores. Después de todo, una profesora universitaria tiene la autoridad para poner distancia y no puede pasar gran cosa solo por verlo junto a sus compañeros de clase. Pero una noche, cuando se lo encuentra en el cine donde trabaja como acomodador, las fronteras entre ellos se diluyen lentamente hasta volverse inexistentes...-

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Seitenzahl: 44

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Andrea Hansen

El acomodador - Relato erótico

LUST

El acomodador

Original title:

Billetkontrolløren

Translator: LUST Copyright © 2019, Andrea Hansen and LUST, an imprint of SAGA Egmont, Copenhagen All rights reserved ISBN: 9788726273120

1. E-book edition, 2019 Format: EPUB 2.0

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

El acomodador - Relato erótico

Durante el verano, vi varias veces a Sebastian en la playa con sus amigos. Lo veía pasar largas noches de verano a la orilla del mar, con un grupo de jóvenes alegres hasta el amanecer. Con el torso desnudo y sus pantalones cortos, él saltaba sobre las olas y perseguía una pelota en la arena. Los miraba desde lejos mientras fingía leer. Sé que no debería, pero es increíblemente tentador. No dejo de ir a la playa hasta el final del verano, cuando el clima es demasiado frío para usar bikini. Desde entonces he estado esperando con ansias el comienzo del semestre para volverlo a ver.

He observado a Sebastian desde el primer día. No siempre asiste a clases, pero eso no es nada nuevo. Muchos estudiantes hacen lo mismo a menos de que teman reprobar los exámenes. Pero nunca antes me había fijado en los que se ausentan con frecuencia como me fijé en Sebastian. La asistencia no es obligatoria en la universidad. Al inicio de clases se anima a los estudiantes a que asistan a todas las clases, y a que consideren sus estudios como una ocupación de tiempo completo; eso que significa que deben dedicar treinta y siete horas semanales a las clases y al pensum. Lo que rara vez ocurre. Tal vez durante su primer año, pero luego ya no.

Estoy sentada en mi escritorio mientras los estudiantes guardan sus libros y entregan sus tareas, uno por uno, haciendo un pequeño montón frente a mí. A la manera tradicional. Sonrío, asiento y les doy las gracias por lo bajo cuando pasan a mi lado. Con algunos de ellos establezco contacto visual, otros ya están concentrados en sus celulare s . La letra de los estudiantes varía en calidad. Cada vez que les asigno una tarea escrita a mano, se quejan. Hoy en día todos traen portátiles a clase, pero yo pienso que es saludable para ellos mantener contacto directo con el contenido, sin que intervenga un teclado o la conexión a Internet. Creo que les ayudará, especialmente cuando se dediquen al arte en el futuro. Cuando se quejan, les doy la misma respuesta año tras año.

Siento que se acostumbran cada vez más a la idea. Como tengo un título de Master en Historia del arte, tanto el medio, como la esencia y el tacto son muy importantes para mí e influyen en mi estilo de enseñanza. Cuanto más acepto mi compromiso en ese aspecto, más poderoso se vuelve mi estilo. Soy una buena profesora. Si tuviera que escoger el área de mi vida en que me siento más carismática, sería el de la educación. En mi vida personal soy más bien introvertida, como una espectadora.

Tan pronto como dejan sus tareas sobre mi escritorio, empiezan a charlar entre ellos y siguen su vida universitaria. Están tan llenos de energía. Dejan la puerta abierta y los oigo caminar por el pasillo. Sebastian es el último en entregar su tarea. Me mira con intensidad. Por un segundo me pregunto si me vio en la playa. Una vez que sale por la puerta, ordeno el montón de tareas y lo meto en mi bolso de mano. Es viernes y no doy clases hasta el lunes.

De camino a mi oficina paso por el salón donde normalmente se reúnen los estudiantes y escucho la música y sus voces mientras se preparan para la fiesta del viernes por la noche. Los tacones de mis zapatos resuenan contra el piso. Me agrada ese sonido. Insisto en usar tacones altos, aunque sé que a veces no resultan muy prácticos en Dinamarca. Paso junto a dos jóvenes que conversan en el pasillo. Estoy casi segura de que acaban de estar en mi clase; para ser honesta, no recuerdo muy bien sus rostros una vez que salen del salón; con algunas excepciones, por supuesto. Los jóvenes me asienten y yo les sonrío.

Cuando empecé a dar clases en la Universidad, estaba convencida de que los estudiantes de ese año eran únicos simplemente porque la gente joven siempre se ve muy joven. Luego acepté el hecho de que así es como se ve la gente en sus veintes y que yo también me vi así alguna vez. Me fui a casa y revisé mis álbumes de fotos al finalizar el primer semestre, y fue increíble lo rápido que recordé mi juventud. Esa noche tuve sueños inquietantes. Me sentí como si hubiera caído en un abismo entre la mujer en la que soñaba convertirme y la que soy actualmente. No es que sea infeliz, porque ciertamente no lo soy, simplemente mi vida no es como la había imaginado. Además de que las cosas podrían haber sido totalmente diferentes.