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Con un peculiar estilo y un manejo sorprendente de la palabra, el libro asombra, desconcierta o emociona al lector a través de relatos en los que el amor no siempre es el protagonista en la vida de las personas y sus vínculos, dramas, pasiones y dolores. La autora ancla su palabra poética y narrativa en distintas facetas del amor, mostrando aristas a veces agudas, a veces suaves o endulzadas, otras trágicas o hirientes, siempre inesperadas. En cada relato el lector encontrará una prosa poética en la que la autora nos vuelve a contar la historia desde la poesía, dándole, así, un nuevo sentido, una nueva mirada. Conjunto de historias de amor correspondido, amor robado, amor consumado y consumido, amor materno, amor, des-amor filial... historias deliciosas, atrapantes, desesperantes y reflexivas.
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Seitenzahl: 64
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Chagra, María Eugenia
¿El amor...? / María Eugenia Chagra. - 2a ed - Salta : Biblioteca de Textos Universitarios, 2021.
Libro digital, EPUB - (Quena ; 2)
Archivo Digital: online
ISBN 978-950-851-112-6
1. Narrativa Argentina. 2. Literatura Contemporánea. 3. Literatura Argentina. I. Título.
CDD A863
© 2021, por BTU (BIBLIOTECA DE TEXTOS UNIVERSITARIOS)
Colección Quena, vol. 2
1a. ed.: 1999 (Col. La otra cara de la moneda)
Dibujo de tapa: Martín Aibar
Arte de tapa de la colección
y adaptación para cada título: Carolina Ísola
Domicilio editorial: Los Júncaros 350 - Tres Cerritos - 4400 Salta
Teléfono: (+54) 387 4450231
Depósito Ley 11.723
ISBN: 978-950-851-112-6
Todos los derechos reservados.
Digitalización: Proyecto451
Portada
Portadilla
Pregunté a tantos
El amor… ¿dónde nace?
Yo me creía nada
Esos ojos de mirar profundo
Qué fácil confundir los caminos
Qué difícil este amor amigo
Amores desencontrados
Quise saber
Quise dártelo todo pues te amaba
Sueño de amor
¿Será tal vez que estamos tan transidos
Despertó al alba
Carita de luna llena
Quise saber
Apenas conocerte
Por tu perdón
Pareciera que las mujeres
Yo no creí poder amar de esta manera
En mi mesa… el amor
Placer de los placeres
No podía entonces responderte
Con la lluvia en la piel
Buscamos
Supe en cuanto te vi
Mi único amor
¿Qué hace del amor materia tan escurridiza
Recién me di cuenta del horror de tu soledad
Solo los dos
Me estremece pensar
Entonces, cuando las hordas asesinas
En el Nombre
A los que aman…al modo que puedan
Pregunté a tantos.
Mas no recogí certezas.
¿Qué hace que lo apetecible para unos sea
despreciable para muchos?
¿Dónde se teje la textura exacta que apacigua
las ansias de cada quien?
¿Cómo se combina este ojo con esa caricia
con tal forma precisa que despierta la mirada
y ese movimiento que incentiva el anhelo?
¿Cómo se entremezcla el sonido de la palabra
esperada
con el exacto color de ese pelo…
…para quedar atrapados sin escapatoria posible
en la trama del deseo?
El amor… ¿dónde nace?
En la mirada
me dijeron
en la mirada
como esa primera… La única
que significa. Da sentido. Particulariza.
Yo me creía nada. Vos me miraste
me desnudaste
pero no de los humildes ropajes exteriores
del alma si es que existe
me estremecí en el vientre y te miré
te desnudé el alma si es posible
nos encontramos despojados
me elegiste con mis magras carnes
la miseria de mis miedos
la soledad de mis razones
hicimos el amor. En silencio
sin los cuerpos, sin el sexo
nadie lo supo, ni siquiera nuestros dedos
después partiste a morir sobre la arena en cierta playa
yo me guardé tus ojos.
Sin duda fue una de esas cosas del destino, no se podría explicar de otra manera. Justo ese día en que se sentía tan plena, tan viva…, tan quién sabe, como llena de brotes, en el pelo, en las manos, en el vientre, ese día en que se había vestido de blanco y ofrendado sus cabellos al sol, ese día en que su corazón se había vaciado de retazos pasados y ensanchado de ganas, ese día decidió cambiar su rutina dejando la calle de siempre para sumarse al esplendor de la plaza, plagada como ella de brotes.
Cruzó la diagonal con rumbo a la fuente deslizándose entre miradas de admiración y deseo, mas eso no representaba nada nuevo, su figura sensual y su paso ligero estaban acostumbrados a ello. Si de amor se trataba lo sabía todo, había amado a muchos y la habían amado muchos más. No sabía vivir de otro modo. Simplemente era así, desde que usara sus primeros tacones y un poco de rouge en los labios. Necesitaba del amor como del aire, pero más que eso era como si todo en ella estuviera predispuesto al amor, era como su karma tal vez. Podría escribir un tratado sobre amores y amantes, sobre sentires y emociones, sobre el deseo y la pasión, pero no, estaba convencida de que al amor no se lo decía, solo se expresaba en el vivir.
Con su gracia desplegada por lo menos dos cuadras a la redonda se sentó al borde de la fuente, quebró con la yema de los dedos la tersura verdosa del agua, y fue entonces que sintió una mirada distinta a las otras, una mirada que casi no se atrevía a mirarla, y vaya si sabía reconocerlas…, desafiantes, gozosas, deseosas, atrevidas, comprometedoras, serviles, ufanas, amables, apasionadas. Esta era diferente a todas, escapaba a todo registro anterior.
Se fue irguiendo con lentitud, temerosa de romper la suave calidez sobre la nuca, giró todavía más lentamente su cabeza, y más despacio aún fue levantando los párpados para destapar su mirada, de una profundidad tal en el fondo del azul, que nada lograba escapársele.
Lo captó en un instante, en el mismo en el que él desvió sus ojos fingiéndose distraído, captó la gentileza de su figura delgada, la timidez de sus movimientos, la inquietud de su rostro sorprendido. Y lo amó en ese momento preciso. Lo deseó con toda la fuerza de saberlo frágil y lo poseyó en un suspiro que atrapó todo el aire. Sintió miedo de quebrarlo, tan indefenso, y eso mismo renovó el deseo.
Lo miró con intensidad, tanta que comenzaron a brotarle gotitas de transpiración en los párpados entrecerrados, mientras el azul se tornaba casi negro como opalina bruñida reflejando la figura ya entregada a su goce.
Él no pudo más y exhausto, sin fuerzas, le dio su mirada suplicante. Le decía: tomame, soy tuyo, tengo miedo, enseñame, pero no me abandones jamás.
Ella con sabiduría sin par, le respondía: tranquilo, sentime, tocame, dejate, sos mío, soy tuya, te siento, te tengo, vení.
Ninguno movía ni un músculo, no producía ni un gesto, pero alrededor de los dos el aire adquirió una turbulencia tal que el agua comenzó a agitarse, los pequeños brotes se abrieron, y el calor aumentó casi seis grados.
Pasaron ¿segundos?, ¿una hora? Quién podría decirlo. Solo mirándose, solo tocándose, abriéndose, desgarrándose, reparando, soñando, deslizando, soslayando, penetrándose con los ojos, inmóviles, con miedo, con deseo, hasta que por fin una mano se movió, otra la rozó, y asidos con fuerza caminaron, se apuraron, corrieron a la pieza despojada de una pensión allí a la vuelta y la llenaron de suspiros, de olores, de sudores, de piernas, bocas, dientes, de ternura, urgencia, manos, vientres, pulsos. Sin palabras.
Hasta que él preguntó: cómo fue que sucedió. Sin responder ella tomó sus ropas y presurosa desapareció de la habitación donde él quedó fijado sin salvación esperando su regreso.
Y ella, a quien no le gustaba hablar y menos del amor, escribió con pequeñas y apuradas letras una hoja de papel que deslizó bajo su puerta.
Me preguntás qué nos pasó.
Simplemente…, a veces…, nos sorprende una mirada,
esta vez fue tu mirada… y mi deseo.
Tu confusión, la mía. Mi inquietud, la tuya.
Y las ganas, las ganas grandes de acercarnos, de tocarnos.
Pero el miedo.
Tu desconfianza, la mía. Mi dolor, el tuyo.
Hasta que nuestras manos a través del muro
y nuestra búsqueda atravesando soledades.
Para encontrarnos al final. Simplemente.