El autómata de bronce - Miquel Soria - E-Book

El autómata de bronce E-Book

Miquel Soria

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Beschreibung

El autómata de bronce es una novela de ritmo trepidante en la que se desata una guerra por el combustible de la maquinaria humana, su alma. La apacible vida de Isaías McArthur está a punto de precipitarse a un abismo que amenaza con arrastrar consigo a un mundo donde las máquinas al servicio de los hombres pueden suponer el final de la vida tal como la conocemos. La batalla entre el progreso humano y la naturaleza está a punto de librarse.

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Primera edición digital: febrero 2016 Ilustración de la portada: Aitor Auñón Diseño de la colección: Jorge Chamorro Corrección: Juan Francisco Gordo Revisión: Cristina Aguirre Ducrós

Versión digital realizada por Libros.com

© 2016 Miquel Soria © 2016 Libros.com

[email protected]

Miquel Soria

El autómata de bronce

A las tres reinas que han creado a este escritor.

Índice

 

Portada

Créditos

Título y autor

Dedicatoria

Agradecimientos

El autómata de bronce

Mecenas

Contraportada

Agradecimientos

 

A mis padres, por la paciencia y la fe en mi trabajo. A Aitor, por su visión siempre diferente de un mundo de vapor y de todos los mundos. A Ali, por poner la primera piedra de un largo camino y por su comprensión en el momento más crítico. A Dani y Carlos, por animar y seguir muy de cerca este primer gran viaje. A Elena, por enseñarme tanto desde su aprendizaje. A Felip, por ser un apoyo inesperado cuando más lo necesitó este escritor, y también por presentarme a Arnau. A Arnau y Xavi, por la paciencia para enseñarme a escribir, a reír y a hacer reír. A Nacho, por años de amistad y apoyo sin falla. A Mireia, por su fe incondicional y su ayuda sin cuestionar nunca. A Daniel, Helena, Carles y Ricard, por su amistad siempre que he podido contar con ella. A Doug Walker y sir Ken Robinson, por ser los iconos de un sueño por el que pelear y seguir. Y finalmente, a mis tres reinas, por el apoyo y el aprendizaje de todo este tiempo. Mar, Anna y Arlet, vuestras sonrisas son mi amanecer.

La maquinaria de los sueños

Prólogo de Daniel González

El alma de los seres humanos siempre se ha movido gracias a diferentes mecanismos, como ruedas dentadas que no paran de girar y resortes que saltan y disparan, a su vez, otros mecanismos, consiguiendo hacer girar el mundo gracias a nuestras esperanzas, miedos y ambiciones.

El autómata de bronce es la primera de muchas de esas ruedas dentadas, que será la base de un universo nuevo que espero haga mover algo en mi interior, que anhela alimentarse de nuevos mundos, mitologías y verdad. Verdad y realidad que son el combustible oculto de la maquinaria que mueve la ciencia ficción y a todo buen autor del género. El mismo vapor, que es la base de los sueños de los hombres, está hecho de verdad, de costumbrismo y ruptura al mismo tiempo, de cambios y miedo al abismo de la incertidumbre del mañana, de la lucha por regresar al mismo lecho de la creación de la humanidad, donde todo era más sencillo, todo encajaba y no era necesario ir más allá, sólo vivir sin más.

Escribir es reivindicar haciendo notar los cánceres de la civilización, poniendo el dedo en la llaga y exagerándolo todo, para a su vez, conseguir entender lo simple de la vida, lo fácil que sería si todos fuéramos soñadores e idealistas. Considero que todo eso está reflejado en la novela. Miquel ha sabido sacar todas sus inquietudes interiores, todos sus miedos y conflictos internos, planteando un mundo descontrolado por los abusos de poder y el frenesí vacío de la ambición sin freno, del todo vale y las consecuencias de ello, sin más explicación que la destrucción para volver a construir desde las mismas cenizas de lo anterior y usando la inocencia como única materia prima. Hace tiempo que lo conozco y veo reflejados algunos de sus pensamientos en la novela: anarquía y desconfianza, ganas de cambiar el mundo; pero miedo a perder el control sobre lo conocido y supuestamente controlado. Esta novela, su primera novela, es su esencia, espero que su crisálida, donde consiga las alas que le permitan volar a esos universos que sólo él conoce y que está deseoso de enseñarnos, creando mapas con palabras nuevas y fantásticas, dirigiéndonos en un vuelo donde el único límite está en el horizonte de su imaginación y el tiempo necesario para sobrevolarlo es el plantado por las millones de paginas que aún no ha escrito y que gracias a nosotros, sus copilotos en esta aventura, conseguirá rescatar del frío limbo donde esperan ser descritas.

Capítulo 0

Epílogo

Mis recuerdos aún persisten en la pura imagen de la destrucción que he tenido la desgracia de presenciar. Cierro mis ojos y vuelve a mí el hundimiento de todo cuanto conocía, todo cuanto quería y odiaba, y lloro. Pero no son lágrimas por lo perdido, ni por las muertes. Son lágrimas de impotencia al ser testigo del inmenso poder que podemos llegar a despertar y poner en nuestra contra.

Durante meses el mundo no dejó de advertirnos de la tormenta que se cernía sobre nosotros, de las nubes de guerra que habíamos despertado. Pero hicimos oídos sordos.

Por mucho que nos repitiéramos que toda la culpa era suya, que los causantes de todo el conflicto estaban al otro lado del bosque; por mucho que intentáramos convencernos de esa idea, de la idea de que nada teníamos que ver con el estallido de la guerra, no podíamos estar más equivocados. Ambos somos, o fuimos, más que responsables de esto. Fuimos culpables. Culpables por permitir y alimentar el fuego del odio del que ya es pasto todo lo que cubría el sol.

Ahora reposo en esta tierra, testigo privilegiado del embravecido océano que es lo que fue mi hogar. Contemplo la ruidosa devastación provocada por un poder que jamás debimos despreciar.

Mis ojos, anegados de lágrimas, contemplan cómo la niebla que oculta la magnitud de la tragedia se abre al paso de una silueta. Una silueta que era más que eso. La silueta de nuestro Apocalipsis.

Entre la bruma podía ver claramente una luz, una fuerza innata. No era una luz física. No se veía literalmente: se sentía. Y entonces apareció él, andando soberbio pero indulgente sobre las aguas que rugían bajo sus pies y a su alrededor, como una jauría de seguidores coléricos que reclaman a su dios.

Tenía el cuerpo de algo similar a un ser humano, pero sin serlo, y de un tamaño más allá de cualquier animal que yo haya visto jamás.

Parecía un ser inanimado, un juguete grotesco y terrible que alguien había perdido, pero por debajo de toda cortina y aspecto vivía aquello indescriptible que algún día debía alzarse al fin contra toda la Creación, devastando, sometiendo, encantando y enamorando a toda la temerosa masa que tenga la fortuna y desgracia de presenciarla.

Cuando mis ojos son anegados por las lágrimas de tan terrible recuerdo, noto una gran, peluda y cálida mano sobre mi hombro. Me giro y sus preciosos ojos enmarcados por el brillante pelo blanco me tranquilizan de forma casi mágica.

He pasado toda mi vida oyendo cuentos sobre ellos, creyendo que en el bosque me los encontraría hasta que tuve edad para dejar de creer en esas fábulas. Y ahora estaría perdida sin ellos. Perdida, abandonada, muerta sin ellos. ¿Acaso no lo estoy ya?

Eso poco importa ahora. Me incorporo sobre el rocoso suelo y miro hacia abajo. El gran acantilado sobre el que estoy ruge con fuerza y estruendo en su base como consecuencia de los últimos coletazos de la hecatombe. Mis anfitriones me llaman. Me siento terriblemente sola y devastada. Nada queda ya, pero ellos no dejarán que me hunda con mi hogar. Dicen que Él quiere otro final para mí. La intriga supera al miedo de ver cuál será mi historia.

Capítulo 1

 

Lo vi entre los árboles andando a paso lento y poderoso. No pude resistirme a acercarme para contemplar ese dios legendario de metal y vapor. Era real y lo tenía delante de mí. Y entonces ocurrió. Me vio, y sus ojos se clavaron en mí por unos instantes que me parecieron siglos. Siglos de horror y pánico por el poder que sentía en él, a su alrededor. Esperé la muerte, el dolor, pero no llegaron. En su lugar, una oleada de conocimiento me invadió sin oposición y lo vi todo. Vi la verdad y perdí la razón.

 

Algo le despierta súbitamente. Cuando Isaías pone los pies en el suelo de madera de la habitación lo nota vibrar con fuerza. «¡Un terremoto!», piensa con miedo en el cuerpo.

Como puede se incorpora y se tambalea para llegar a la desgastada ventana que da a la calle. El cuarto se halla en un pequeño caos, o para ser más exactos, en un pequeño caos mayor de lo habitual. Isaías nunca ha sido una persona especialmente ordenada.