El cerco del diablo - Arturo Martínez Salaices - E-Book

El cerco del diablo E-Book

Arturo Martínez Salaices

0,0

Beschreibung

Charal es convocado para batallar el primer día del año 1994 contra el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, participando en la tropa de apoyo, dirigida por el general Gutiérrez Bello. Este es el testimonio de su misión como soldado: formar parte del cerco del diablo, un infierno impenetrable dentro de la propia guerra del que nadie, enemigo o aliado, puede escapar jamás.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 108

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



© Derechos de edición reservados.

Letrame Editorial.

www.Letrame.com

[email protected]

© Arturo Martínez Salaices

Diseño de edición: Letrame Editorial.

Maquetación: Juan Muñoz

Diseño de cubierta: Rubén García

Supervisión de corrección: Celia Jiménez

ISBN: 978-84-1068-508-6

Los personajes y los acontecimientos de este libro son obra de la imaginación del autor. Cualquier parecido con la vida real es mera coincidencia.

Obra protegida por los derechos de autor. Cualquier copia parcial o total, venta o distribución de este sin la autorización del autor constituyen un delito.

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

Prólogo

El primer día del año 1994 tuvo lugar en el sur de México, en concreto en el Estado de Chiapas, un levantamiento que fue llevado a cabo por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZNL) y que fue sofocado en cuestión de cuatro días sin muchos incidentes, aunque hasta los doce no se decretó un cese al fuego por parte del Gobierno mexicano, cuyo presidente por aquellos años era Carlos Salinas de Gortari (1948). Así, concluye este acontecimiento, que por entonces pasó desapercibido entre los ciudadanos y los medios de comunicación debido a la imagen de política nacional que quería transmitirse: la de una nación que crecía económicamente y que firmaba justo entonces el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y Canadá.

La literatura tiene el poder de convertirse en testimonio cuando la realidad trata de ser opacada. Arturo Martínez Salaices, personaje protagonista —también apodado en ella Charal— y autor de esta novela, se coloca como parte activa de este conflicto bélico para servir de testigo. A través un yo ficcional —que no deja de ser tan creíble como el de cualquier yo que pueda haberlo vivido—, nos muestra la crudeza de una guerra, una que sí fue llamada así por el bando revolucionario, que hizo una llamada a las armas en pos de luchar contra la pobreza y por el derecho por sus tierras. No obstante, la perspectiva del autor no es la de un sublevado, sino la de un soldado que participa como parte del ejército mexicano, como caballería del propio gobierno. No obstante, una marcada ideología no es la seña de esta obra, sino la experiencia de vida, la enseñanza y la lucha por dejar constancia de su verdad; así, el personaje nos narra, a modo de diario, sus ilusiones primeras por convertirse en héroe y ser reconocido por la nación, y sus penurias durante y después de una situación que encuentra más cruenta, más injusta de lo que hubiera imaginado; porque ninguna parte sale indemne de una guerra que se lleva más consigo de lo que ofrece tras su final.

Otro personaje que destaca durante la narración es el general que comanda a nuestro protagonista, Alberto Gutiérrez Bello: él es el artífice del cerco del diablo, nombrado tal cual en honor a sí mismo: un diablo que solo puede habitar en el infierno, que el averno es todo cuanto conoce. Sirve no solo como oposición al protagonista por guardar con él una relación jerárquica de jefe-soldado que los contrapone, ya que Salaices tiene que sufrir sus favores, su despotismo; sino que también resalta el trato cercano que tienen de mutuo reconocimiento, donde la valoración y el respeto los hace comprenderse y cuidarse las espaldas, como camaradas que son en el fondo, en un entorno que a ambos los mantiene amenazados, al borde de un precipicio; una relación que demuestra que incluso en las situaciones más extremas necesitas a gente en la que realmente poder confiar.

Aun así, es cuando el levantamiento se termina que podemos ver los estragos que conlleva el conflicto. Al final, esta novela se convierte en la autoficción de un hombre que salió dañado de esa guerra, aunque no fuera un indígena, un campesino, uno de aquellos a quienes ya les quedaba poco más que perder. Es un testimonio que quiere traer los números reales al frente para dejar constancia de que hay verdades dolorosas que hay que aprender a mirar de frente y con los ojos bien atentos, incluso cuando se presenta a través de un relato verosímil. Y, sobre todo, es una historia, aunque pueda resultar irónico, que refleja con certeza aquellas palabras que una vez, allá en la primera década del siglo pasado, dijera Emiliano Zapata: «Es mejor morir de pie que vivir toda una vida arrodillado».

Adela Gómez Franco

.

Porque soy un hombre con hijos, nietos y hermanos, y quiero poder seguir mirándolos a la cara, he escrito este libro suavizando los acontecimientos. Les presento aquí una ficción, y ¿qué es una ficción si no una mentira?; mas no es tan grande como la que les hicieron creer: que los zapatistas tomaron siete municipios con menos de cuatrocientos hombres o que, después de seis días de enfrentamientos continuos, solo hubo unos cuantos muertos.

Pues bien, espero que lo leas y al final puedas juzgar quién está más cerca de la realidad, si mi novela de ficción o la historia que te presentan como verdad en los medios.

.

Hubo una vez hace mucho tiempo un conflicto olvidado con el tiempo, ocultado deliberadamente por los medios porque en aquel entonces gobierno y medios de comunicación eran uno solo. Ahí enterrado quedó todo: no hay páginas donde consultarlo, no hay libros ni estadísticas que detallen lo ocurrido. He ahí el porqué de la realización de este escrito que no servirá para honrar a nadie ni para tomar partida de uno u otro bando, simplemente para dar testimonio de que la guerra ocurrió, de que todos en México fuimos afectados positiva o negativamente en la economía, en lo social y en la política, pero nadie, nadie la sufrió, la vivió tan directamente como los mismos combatientes enfrentados, los dos bandos: zapatistas y ejército mexicano, hermanos y enemigos luchando por la creencia firme de su causa. No sé cuál era la más justa, pero sí sé que todos estaban dispuestos a dejar la vida ahí mismo y no sería justo hacer como que nada pasó porque se perdieron vidas de hermanos, padres, hijos y amigos.

No hay una fecha en el calendario para recordar, no hay monumentos ni unas palabras alusivas en cada aniversario, y se nos había advertido que así sería, ¿qué se podría esperar de lo que para todos fue una manifestación de vándalos en contra de unos militares abusivos?, todo con un final previsible: unos revoltosos encarcelados y unos cuantos más muertos; así se manejó eso en su tiempo y hasta ahora nada digno de investigar ni de documentar: un conflicto que no merecía mandar a sus mejores reporteros; al contrario, un hecho que todos debían olvidar. Para algunos fue muy fácil: en su tiempo había cosas más importantes sobre las que informarse como el futbol, las fiestas regionales o los nuevos capítulos de su novela favorita. Para las nuevas generaciones, ¿qué decir?: no aprenden ni la historia de México que viene en sus libros de texto, menos investigarán algo que para vista de todos nunca ocurrió.

Al final de la guerra se leyó el último parte de novedades en el frente: 8.327 muertos por el ejército zapatista y 253 militares caídos en acción. Sin embargo, al siguiente día, los números y las estadísticas desaparecieron: los indígenas continuaban viviendo en la pobreza como hasta la fecha y los soldados nos convertían en una mancha para la institución. El TLC se firmaría sin ninguna objeción, que hasta ahora es el motor que impulsa nuestra economía; pero no todos la pudimos olvidar porque esas imágenes quedaron para siempre en nuestra memoria; los muertos y los heridos los llevamos en nuestra piel y hablo por los dos bandos. Los sueños de gloria se convirtieron en pesadillas, las victorias solo fueron para los políticos y empresarios, y para todos los demás, la condenación al olvido.

Capítulo 1. Cargas de café

Ahí estaba, incomunicado y al parecer a un paso de ser aprehendido por el simple hecho de haber golpeado un superior. Cosa menor, pensaba. Ni siquiera sabía cómo había llegado a eso, simplemente estallé; no recuerdo los detalles del porqué. No solía ser así, pero ahora estallaba con facilidad y todo me molestaba: el ruido, el silencio, las conversaciones absurdas. De pronto, a alguien se le había ocurrido darme una palmada fuerte en la espalda: eso no podría terminar bien. Había sujetado fuertemente del cuello al cabo Yepe y luego lo aventaría al piso, lo que podría significar el fin de mi corta carrera militar.

A través de los muros falsos, podía escuchar al teniente de Justicia Militar entrevistando a mi jefe inmediato:

—No sé qué vayas hacer, pero yo ya no lo quiero aquí: es un peligro para los demás. Ya se peleó con todo mundo, y se pierde y no lo encontramos. Es grosero, agresivo, ¿qué más te puedo decir? Llévatelo a la cárcel, al manicomio o a donde sea; pero, por favor, ayúdame y créeme que fui tolerante. Conozco su situación, pero este no es lugar para rehabilitar a nadie y tengo trabajos que cumplir. Mira, por favor, haz algo. Tú dime: conozco personas que lo pueden ayudar…

Después de tanta queja, el teniente, con la calma que caracteriza a los licenciados de Justicia Militar, le dijo:

—Te voy a solucionar esto, pero deja de exagerar. El país está pasando por momentos difíciles y ayudaría que tú también cooperaras, aunque sea un poquito. Igual me los puedo llevar a los dos detenidos: a uno por insubordinación y al otro por abuso de autoridad; pero ¿qué te ayudaría eso?, y, por Dios, el país estuvo en llamas y tu preocupado por las entregas a tiempo. Déjame hablar con él. Créeme, no es el primero del día ni tú eres el único que ha recibido «cargas de café».

Se dirigió a la oficina donde estaba encerrado. Se sentó frente a mí, hizo una mueca de sonrisa y me preguntó:

—¿Qué hiciste, soldado?

—No sé, solo reaccioné mal.

—Pues esa pequeña reacción te puede costar prisión, baja del ejército o las dos, ¿qué me dices?

—Me están pasando cosas: de pronto, me quedo sentado pensando y pierdo la noción del tiempo; otras veces, oigo gritos. Llevo días sin dormir.

—¿Y de tu humor qué me dices?, no tienes amigos, nadie te quiere, te tienen miedo. ¡Ja, ja, ja!, eres una fichita.

—¿Me va a llevar prisionero?

—Si me llevo a prisión a todos los soldados en crisis, tendría que construir varias cárceles. Vi tu expediente: has sido un buen militar. Esto que tienes es pasajero. Ahorita no hay arrestos ni bajas, pero debes controlarte antes de que tome otras medidas.

—Allá en la selva hice todo lo que se me ha pedido, todo por la patria y por nuestro presidente, hasta la vida hubiéramos dejado allá; pero ahora no sé qué me pasa. Me irrita la indiferencia, el desconocimiento, la falta de respeto de algunos: parece que nada tiene sentido, que todo lo hecho no valió. Esperaba un reconocimiento, un ascenso, una medalla, algo, cualquier cosa, pero nada. O usted, dígame, ¿qué cosa hicimos mal?

—Nada, al contrario, el gobierno está muy agradecido con ustedes. No te voy a mentir: la historia no siempre es justa con los héroes, pero no debes sentirte mal: fuiste valiente y tú lo sabes, no necesitas que todos lo sepan o te lo digan; tú sabes quién eres y con eso es suficiente. La nación y el presidente lo saben y por eso estoy aquí, para ayudarte. En otras circunstancias ya estarías en prisión sin dudar.

»Sabemos que te deben un ascenso y lo tendrás. Recuerda que todo movimiento lleva un trámite, pero a más tardar en un mes llegará el tuyo, te lo prometo.

—Gracias, mi teniente, y ya sabe, si Marcos regresa, estaré ahí para volver a combatirlo.

—Lo sé y te lo agradezco, pero no creo que vuelva a tener agallas ni ejército para volverse a levantar y eso se lo debemos a la gran actuación de todos ustedes. Te voy a contar esto que nos llegó de manera confidencial: tenemos infiltrados en las filas zapatistas. Dicen que cuando Marcos perdió su última batalla y tuvo que refugiarse su comandancia en la selva lloró dos días seguidos. ¡Vaya tipo, tan bravo que se veía! Si no hubiera sido por el alto al fuego, ni cenizas hubieran quedado de él.

»Bueno, ahora lo que me interesa es que tomes las cosas con calma. Tú no necesitas nada más que dejar de pensar y comportarte como militar. No platiques nada, que la mayoría son egoístas y no les interesa saber de los detalles: solo quieren disfrutar de la paz y el progreso que ustedes nos van a dejar. Ahora que el TLC entró en vigor vas a ver a este país entre el primer mundo y podrás ver que tú pusiste tu granito para que esto sucediera. Y por medallitas y reconocimientos no te preocupes, no estoy yo aquí enviado por el mismo presidente para felicitarte y sacarte de tus problemas. Soldado, no necesitas más. Recuerda que tú peleaste por la gloria y la libertad de este país y eso vale más que cualquier recuerdito que te pudieran dar.