El cofre de ébano - Elsa Clara Dávila - E-Book

El cofre de ébano E-Book

Elsa Clara Dávila

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Beschreibung

Cuentos y poesías son ríos de agua clara que bajan del interior de su creadora y, cruzando peñascos y quebradas, desaguan en un delta amplio, que son sus lectores. ¡Qué trayectos llenos de obstáculos, meandros de un cauce extenso y sinuoso, tuvieron que atravesar hasta llegar a la pluma! Así, se nos propone ir leyendo esos escritos a medida que la pluma de la autora los va dibujando, salidos de un Cofre de ébano, y formando una constelación. Estos cuentos de Elsa Dávila, estos poemas, como frutos de un pensar maravilloso, son de lectura fácil, y nos llenan de alegría al leerlos. Impactan sus finales imprevistos. Oscilan entre los episodios simples, acuarelas instantáneas y humorísticas, hasta las complejidades que nos impactan con sus idas y vueltas, sin dar descanso a nuestro deseo de seguir adelante, y descubrir la trama de un tejido amplio, que se va complicando con el desarrollo de la lectura.

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Dávila, Elsa Clara El cofre de ébano : Cuentos constelados / Elsa Clara Dávila - 1a ed. - Barcelona / Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Miño y Dávila editores, 2022.Archivo Digital (Descarga y Online)ISBN 978-84-18929-35-9

Edición: Primera. Mayo de 2022

Ilustración de cubierta: 123RF. Identificador de la imagen: 75329612 (licencia adquirida)

Ilustración de interiores: Carmela Cúneo Miño

ISBN: 978-84-18929-34-2

Depósito Legal: M-5411-2022

Lugar de impresión: Barcelona, España / Buenos Aires, Argentina

Diseño y composición: Gerardo Miño

© Miño y Dávila srl / Miño y Dávila editores sl, 2022.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Dirección postal: Tacuarí 540 (C1071AAL), Ciudad de Buenos Aires, Argentina

c/López de Hoyos 15 (28006), Madrid, España

Teléfono de contacto: (54 11) 4331-1565

Correo electrónico:[email protected]

Página web:www.minoydavila.com

Redes sociales:@MyDeditores, www.facebook.com/MinoyDavila, instagram.com/minoydavila

Dedico este libro

A Pedro, mi gran amor y compañero en este viaje por la vida.

A mis cuatro soles, Mariela, Lorena, Gerardo y Mercedes. Sin ellos, las palabras de este libro nunca hubieran visto la luz.

A la memoria de mi tan querido hermano, Horacio. Toda mi gratitud

Para Gerardo, por su labor de editor, emprendida con tanto amor.

Para Mariela, que con sus delicadas observaciones me infundió confianza.

Para Lorena, cuyas inteligentes críticas y comentarios fueron un constante impulso a seguir escribiendo.

Para Mercedes, que puso tanto entusiasmo en que el libro se hiciera realidad y aportó tanto desde su conocimiento y su amor.

Para Carmela, mi nieta española, que aportó al proyecto interpretando los relatos con su exquisita sensibilidad, plasmándolos en dibujos.

Para Valeria, mi sobrina, que me ofreció el lujo de contar con devoluciones inteligentes.

Para Guillermo, mi primoamigo, cuya tenaz y consecuente lectura me honró.

Para Betty, Elena, Tere y Miriam, amigas del alma, que me espolearon tanto para seguir escribiendo.

Índice
[ 0 ] Prólogo, por Guillermo Pisano
[ 1 ] Oda a mis manos
[ 2 ] Siempre
[ 3 ] Reencuentros
[ 4 ] El helado de sambayón
[ 5 ] El rollo no revelado
[ 6 ] Las medias de nylon
[ 7 ] La mancha venenosa
[ 8 ] Cuarentena eterna
[ 9 ] Premonición
[ 10 ] La estola blanca
[ 11 ] Llaman a la puerta
[ 12 ] Nunca lloró….
[ 13 ] Susto
[ 14 ] Milagros
[ 15 ] Siesta en el verano
[ 16 ] Caminos diferentes
[ 17 ] Retazos de mi vida
[ 18 ] Unas líneas para Horacio
[ 19 ] El brindis
[ 20 ] Desde la mecedora
[ 21 ] El cofre de ébano
[ 22 ] ¡Estábamos tan cerca…!
[ 23 ] “Puedo escribir los versos más tristes esta noche…”
[ 24 ] Trayecto en tren
[ 25 ] El retrato
[ 26 ] Una extraña mujer
[ 27 ] El viaje
[ 28 ] Fiesta de despedida
[ 29 ] El vuelo
[ 30 ] La pérgola
[ 31 ] Después del temporal
[ 32 ] Soledad
[ 33 ] Relatos contrafácticos
[ 34 ] El Tiempo
[ 35 ] La verdad
[ 36 ] Anécdotas sobre Maruja(para poder sonreír)
[ 37 ] Olor a libertad
[ 38 ] El libro ignorado

[ 0 ]

Prólogo

por Guillermo Pisano

Cuentos y poesías son ríos de agua clara que bajan del interior de su creadora y, cruzando peñascos y quebradas, desaguan en un delta amplio, que son sus lectores.

No sé de dónde vienen esos ríos. ¿De un cerebro privilegiado? ¿De un corazón que late con las emociones acumuladas en decenas de años? ¡Qué trayectos llenos de obstáculos, meandros de un cauce extenso y sinuoso, tuvieron que atravesar hasta llegar a la pluma!

Los leí rodeado por la inmensidad del mar, en momentos especiales para pensar, para recordar… Así comencé a andar por esos cuentos y poesías, con la brisa del aire vespertino, por caminos de humor y reflexión. Fui leyendo esos escritos a medida que la pluma de la autora los iba dibujando, salidos de un Cofre de ébano, y formando una constelación.

Estos cuentos de Elsita, estos poemas, como frutos de un pensar maravilloso, son de lectura fácil, y nos llenan de alegría al leerlos. Impactan sus finales imprevistos. Oscilan entre los episodios simples de Maruja, acuarelas instantáneas y humorísticas, hasta las complejidades de los “Relatos Contrafácticos”, que nos impactan con sus idas y vueltas, sin dar descanso a nuestro deseo de seguir adelante, y descubrir la trama de un tejido amplio, que se va complicando con el desarrollo de la lectura.

Tierno y realista se vuelve la imagen del “Helado de sambayón”, que la mano de la amiga pasa por el mostrador de la heladería.

Y la conclusión llena de sensibilidad, tragedia, resignación, hace decir al narrador de “Caminos diferentes”:

“Y así Estela dejándose envolver en la red de su pasión, de su entusiasmo, de su vocación, se fue olvidando de su labrador marrón, de su contacto con la naturaleza, de su pueblo tranquilo.”

Invito a los lectores a sumergirse en este rico mar de relatos. Podrán gozar de una lectura transparente y elocuente que los hará vibrar en lo más íntimo. “Llaman a la puerta”, “Estábamos tan cerca”, “La mancha venenosa”, “La pérgola”, “Fiesta de despedida”, “La estola blanca”… ¡Qué fantástico paseo por los cuentos de Elsita!

Destaco el dominio de la lengua, de las frases sugestivas, de una sintaxis llana y perfecta.

Los personajes son realistas, surgen a nuestro lado cada día. Pero sé que muchos de ellos son inspirados en personas verdaderas, con otros nombres. Si los conocemos, los podremos identificar; sabia visión de una Elsita perspicaz y observadora. Ella, autora, trasciende la persona que conocíamos, la maestra, la profesora de lenguas, la esposa dedicada, la madre amorosa. Había alguien más dentro de esa vestimenta exterior. Alguien con vasta imaginación dando inagotables frutos de su ser creador, escondido, pero no dormido, como el harpa olvidada de Gustavo Adolfo Bequer. ¿Cuál será la mano de nieve que supo arrancar esas notas de sueño? ¿Las de ella misma? Tal vez esas manos serenas, de su edad avanzada, que pinta con tanto cariño en su “Oda a mis manos”.

Guillermo

Enero2022

[ 1 ]

Odaamismanos

¿Quélespasaamismanos?

Shhhhh….sehanquedadodormidas

sobreelposabrazosdelareposera

dondeyodescansoalsoldelmediodía.

Procurarénodespertarlas;

hantrabajadomucho, estánpasivas.

Lasobservo.

¡Cómohancambiado!

Laartrosisestádejandoenellashuellas,

nudillosengrosados,

perfilesdelosdedosmuydesdibujados.

Lasrecuerdocoquetas, uñasbientorneadas,

colorcarmínoblanconacarado.

(nuncagustarondecoloresraros).

Lasmiro.

Enestemomentoestángozando

delatranquilidadmásabsoluta,

cuandosiempreestánágiles, inquietas,

yendodelacocinaalpatio,

delpatioaldormitorio,

abriendopuertas, cerrandolasventanas,

prendiendoluces, regandolasmacetas.

Supiel, queunavezfueratersa, suave, luminosa,

estáahoramássecayapagada,

dejandoversusvenasazuladas

quepujanporvivir, empecinadas.

Lasmiroylasadmiro.

Enelfragordelasconversaciones

seexpresanconpasión.

Yenelmágicomomentodelamúsica

supierondanzarsobreunteclado,

rasgarlascuerdasdealgunaguitarra

oresonaracompasadas

enlosparchesdeunbombo,

dandoavolartodasuemoción.

Lasrecuerdoluciendoalgúnanillo

defiligranaopiedrareluciente.

Lasobservo.

Sólolaalianza, ahora.

Símbolodelamorquecomenzóporellas.

AtardecerenFlores. Manosfrías.

Otrasmanoscalientes, varoniles,

lasencerraronenunabrazotierno.

Yallíelchispazodelamoreterno,

quellegóalalmayperduratodavía.

Shhhhh……nolasdespiertes

Duermenaún.

Soñandoestán, quizás, contantasveces

quealextendersehaciasureciénnacido,

sintieronqueesafrágilcriatura

seasíaconfirmeza, ypuñoentero,

comoalmásseguropuntal… aundedo.

¡Quéfelicesestaban

alofrecertotalseguridadyapoyo!

Lascontemplo.

Fueronágiles, laboriosas, obstinadas.

Tejieronabrigosparaniños,

bordaronalmohadones,

plantaronrosales,

hurgaronlasplantasentrelasmalezas,

yescribieronalgúnversointrascendente,

oalgúncuentito, buscandolabelleza.

Lascontemplo.

Sonfrancas, sonsinceras.

Noocultansuedadconmaquillaje,

yapesardesentirsedoloridas,

hoysiguenentusiastas, presurosas,

listasparaofrecersuayuda,

sinvanidad, sabiéndosefalibles, perohonrosas.

Lasamo, lasadmiro, lasbendigo.

Ylodigoylodigo…

Porquequisieraquealanoche,

cuandoseentreguenaldescansomerecido,

yreposenrelajadasenellecho,

entreelcalordelascobijaspiensen:

“¡Noshanllamadohermosas!”

Septiembre2020

[ 2 ]

Siempre

Era un 4 de agosto, día del cumpleaños de mamá, cuando me dispuse a mudar esa biblioteca que durante tanto tiempo había estado en un rincón, a otra habitación. Desocupé cada estante con minuciosa delicadeza, limpiando y acariciando cada libro.

Y fue allí cuando cayó en mis manos ese libro de poesía que me había regalado, hacía unos treinta años, su autora, la Dra. Gladys Martínez; esa diminuta mujer que enseñaba Literatura en 5º año, en el colegio donde yo enseñaba inglés.

Di vueltas sus páginas una a una, y encontré la poesía “Siempre”, que encajaba en el rompecabezas de mis pensamientos en ese día tan especial… 4 de agosto.

(…)

“Regresé cantando,

mamá, y tus ojos me esperaban”.

Hace unos días volvía a casa en tren. En la monotonía de un viaje en el rápido del Sarmiento, iba pensando en las veces en que, muchos años atrás, había realizado esa trayectoria volviendo de la escuela, después de haber pasado toda la mañana entre el bullicio de los alumnos en los pasillos, y la seriedad de la sala de profesores.

Un grupo prevaleciente de exalumnas ejemplares del colegio, de distintos tiempos, todas haciendo gala de diplomas y honores, formaba el plantel de profesoras de incuestionable reconocimiento, alguna ya emérita. Todas catedráticas en el campo de las ciencias humanas y sociales, se sentaban a la misma mesa, en el recreo largo, a tomar un té con galletitas, y a regalarse un descanso.

A otra mesa, a unos dos metros de distancia, se sentaba otro grupo de profesoras de asignaturas más terrenales, contabilidad, matemáticas, geografía, ciencias naturales… Había también una profesora de Educación Física y una catequista.

Yo vacilaba entre los dos grupos, sin sentirme del todo cómoda en ninguno. Si bien enseñaba una lengua, por lo que me acercaba más al área de las profesoras de letras, el idioma inglés me situaba en el grupo de las asignaturas con perfil más práctico.

Esa mujer chiquitita, casi insignificante, que escondía su timidez detrás de unos anteojos de marco grueso, se ubicaba en el primer grupo. La separación de las mesas se debía a una mera cuestión de afinidad. En su dedicatoria al obsequiarme el libro había escrito: “Porque comprendes el dorado tesoro de la poesía”, lo que me ubicaría en su grupo.

Todos sabíamos del afanoso empeño en superar su licenciatura con un doctorado. Años le llevó conseguirlo, y sacrificios…, porque entre las cátedras, y el cuidado de una madre enferma, se le iban pasando los días y los años.

El tren avanzaba y yo recordaba todo esto mientras veía pasar las calles y dejaba atrás los barrios.

Siempre me produjo curiosidad y gracia el observar que, en el Libro de Aula, donde debíamos firmar los profesores, ella anteponía Dra. a su firma. Por supuesto ya logrado su cometido. Era como rubricar el éxito de tanto esfuerzo.

El monótono ruido del tren adormecía mis recuerdos.

(…)

“Regresé llorando,

mamá, y tu amor me sonreía”.

Cuando volví la mirada al interior del vagón, me sorprendí al ver, sentada frente a mí, a Carolina Martínez, sobrina de Gladys.

“¡Qué casualidad!”–pensé. En casi treinta años no recordé a esa diminuta mujer que me dedicara su libro de poesías y ahora… primero cruzarme con el libro, después con su sobrina…

La miré dudando si se acordaría de mí. Su mirada estaba en el exterior. Sus ojos se movían de izquierda a derecha como en el movimiento REM, al ritmo en que el tren dejaba atrás barreras, autos, calles, árboles… Al fin me animé, y con un leve toque en sus rodillas llamé su atención. Me reconoció de inmediato. En la sorpresa intercambiamos algunas frases, y fue entonces que le pregunté por Gladys, con el temor que se siente al abrir un pasado lejano intuyendo distintas respuestas.

No me sorprendí cuando me dijo que había muerto, pero sí me estremecí cuando me dijo que había sido tan reciente… el pasado ¡4 de agosto!

(…)

“Regresé a mi torre

de poesía triste y alta.

Regresé a mi torre,

mamá, y tú siempre me haces falta”.

Agosto2020

[ 3 ]

Reencuentros

Iba a pasar unos pocos días en Mar del Plata. Tenía que acordar con la inmobiliaria los detalles del nuevo contrato de alquiler del departamento, y disponer algunos arreglos que debía efectuar un obrero. Pararía en el viejo hotel de siempre, cerca de la estación. No necesitaba cargar más equipaje que la pequeña maleta que ya estaba acostumbrado a llevar conmigo. Todo estaba empacado ya, la muda de ropa, el abrigo, el calzado, y los papeles que debía llevar a la cita. Sólo faltaba el libro que ocuparía mis pensamientos en los ratos libres.

Busqué en la biblioteca alguno de relatos breves. Siempre fueron los cuentos mis lecturas favoritas. Historias que pueden ser leídas de un tirón, “at one sitting”, al decir de Edgard Allan Poe. Relatos que pueden ser contados en pocos minutos, pero que permanecen en uno el resto del día. Un libro para liberar mi mente, que me transmita la idea de un hecho no tangible, de una persona no real, y que me devuelva a la realidad reconfortado. ¡Eso buscaba!

Al fin me decidí por “Cuentos con sombras”, de diferentes autores, libro que había comprado en la última Feria del Libro de Buenos Aires, pero que no había tenido oportunidad de leer aún. Lo coloqué dentro de la maleta, y me encaminé a la estación Constitución. En menos de una hora, ya me encontraba ubicado en el Coche 3, Asiento 19, Pasillo.

Faltando unos diez minutos para la salida del tren, apareció mi compañero de viaje, que ocuparía el Asiento 18, Ventanilla. Era un hombre común, ni alto ni bajo, ni joven ni viejo, con anteojos, una campera de gabardina marrón y una maleta similar a la mía. Un hombre que podía pasar invisible en medio de una muchedumbre. Colocó su valija en el portaequipajes y, disculpándose educadamente por ocupar su asiento después de mí, se sentó junto a la ventanilla.

A poco de andar el tren, sentí la necesidad de leer. Me puse de pie para recoger mi maleta y extraer de ella el libro, y mi compañero de viaje hizo lo propio, aduciendo que no quería molestarme, pero, ya que yo lo hacía, él también tenía que sacar algo de su equipaje. Por turno así lo hicimos. Yo tomé mi libro, y él tomó un objeto pequeño y cerró su mano, no permitiéndome distinguir de qué se trataba. Lo invité a que se sentara, yo colocaría ambas maletas de vuelta en el portaequipajes. Me lo agradeció con cortesía, y nos sentamos nuevamente, en silencio.

La monotonía del campo y el leve movimiento del tren me invitaban a una lectura concentrada. Con avidez y cierto apetito de fantasía, comencé a recorrer las páginas del libro para elegir el cuento que pensaba leer en ese viaje.

“El reencuentro” sería mi primera lectura.

Ambientado en Madrid alrededor de los años 2000, con una narrativa cuidadosamente elaborada, presentaba la historia de un hombre, médico, y una mujer, diplomática, que se conocen en un seminario y se enamoran perdidamente. Un sentimiento de plenitud y felicidad surge entre ellos, pero el conflicto se desata cuando él es nominado a ocupar el cargo de director de Asistencia Sanitaria de un importante hospital de Madrid;