El desmantelamiento del feminismo. Género, Cultura y Cambio Social - Angela McRobbie - E-Book

El desmantelamiento del feminismo. Género, Cultura y Cambio Social E-Book

Angela McRobbie

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Beschreibung

Encontraremos en esta obra la argumentación de Angela McRobbie que le permite defender que los medios de la cultura popular contemporánea como la televisión, el cine y las revistas de moda, son perniciosamente efectivos en el desmantelamiento de los logros del feminismo de los años 70 y 80. Y que esto sucede a la vez que tenemos la percepción de responder al feminismo de manera bien informada, incluso bien intencionada. Más aún, nos insiste en que vivimos con la tranquilidad de que el Estado y los poderes públicos tienen en su agenda garantizar el reconocimiento y la igualdad de las mujeres. Si añadimos a estos ingredientes la autorización que se está dando a la cultura de consumo nos encontramos con un tipo específico de sujeto femenino, sobre el cual recaen los acontecimientos de la vida asociados a las categorías de mujer y de niña a través de la libertad sexual, el control de fecundidad, el retraso en la edad de casarse y en la maternidad o incluso, ¿por qué no? la posibilidad de permanecer soltera. ¿No nos recuerda esto a las peripecias de la ingenua Bridget Jones? Entre las reflexiones brillantes de Angela McRobbie figura que, lo que en el pasado era una imposición masculina, se ha convertido ahora en una "elección personal". Así, por ejemplo, se opta por los cánones que imponen la moda y la belleza, pero dando a entender que ya no se requieren para la aprobación de los varones, sino de una reivindicación de las propias mujeres, pues el patriarcado y las masculinidades hegemónicas han salido de la escena. McRobbie nos desvela magistralmente una a una las múltiples consecuencias de este Desmantelamiento del feminismo, que también incluyen los síntomas de angustia de género como las autolesiones, la adicción a las drogas, o los trastornos de la alimentación, y cómo estos llegan a establecerse como hechos predecibles y tratables que deben manejarse médicamente, sin pararnos a pensar en lo que subyace, y que requeriría un escrutinio social sostenido. La naturaleza interdisciplinar del relato de McRobbie es uno de sus puntos fuertes, ya que se basa en el psicoanálisis, la sociología feminista y los estudios culturales para proporcionar una poderosa amplitud de análisis... para un análisis articulado y que invita a la reflexión de lo que queda para el feminismo, y lo que se ha perdido. ¡Este libro es excelente! Revista Psychology of Women

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Angela MCROBBIE

El desmantelamiento del feminismo

Género, cultura y cambio social

Traducido por

Carmen SÁNCHEZ MASCARAQUE

Fundada en 1920

Comunidad de Andalucía, 59. Bloque 3, 3º C

28231 Las Rozas - Madrid - ESPAÑA

[email protected] - www.edmorata.es

El desmantelamiento del feminismo

Género, cultura y cambio social

Por

Angela MCROBBIE

Traducción del inglés

Roc FILELLA

© Angela McRobbie 2009

Título original de la obra: The aftermath of feminism. Gender, culture and social change

© 2009 Sage Publication. This edition is published by arrangement with SAGE Publications Ltd. All rights reserved

SAGE Publications Ltd

1 Oliver’s Yard

55 City Road

London EC1Y 1SP

SAGE Publications Inc.

2455 Teller Road

Thousand Oaks, California 91320

SAGE Publications India Pvt Ltd

B 1/I 1 Mohan Cooperative Industrial Area

Mathura Road,

New Delhi 110 044

SAGE Publications Asia-Pacific Pte Ltd

33 Pekin Street #02-01

Far East Square

Singapore 048763

Equipo editorial:

Paulo Cosín Fernández

Carmen Sánchez Mascaraque

Ana Peláez Sanz

© EDICIONES MORATA, S. L. (2023)

Comunidad de Andalucía, 59. Bloque 3, 3º C

28231 Las Rozas - Madrid - ESPAÑA

www.edmorata.es - [email protected]

Derechos reservados

ISBNpapel: 978-84-19287-34-2

ISBNebook: 978-84-19287-35-9

Depósito Legal: M-17.089-2023

Compuesto por: Sagrario Gallego Simón

[email protected]

Printed in Spain - Impreso en España

Imprime: ELECÉ Industrias Gráficas, S. L. (Madrid)

Diseño de la cubierta: Ana Peláez Sanz

NOTA DE LA EDITORIAL

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ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS

INTRODUCCIÓN: A CAMBIO DE FEMINISMO

Recuperación y renovación feminista

1. EL POSFEMINISMO Y LA CULTURA POPULAR: BRIDGET JONES Y EL NUEVO RÉGIMEN DE GÉNERO

Introducción: ¿La complejización de la reacción?

El feminismo se desmantela a sí mismo

El éxito femenino

Feminismo impopular

¿Se encuentra el feminismo en retroceso?

La individualización de la mujer

Bridget Jones

2. EL FEMINISMO, ¿ESTÁ EN RETROCESO? LA POLÍTICA CULTURAL DE LA DESARTICULACIÓN

La desarticulación del feminismo

Primeras posfeministas

Mujeres solteras y peligro sexual

Guerras sexuales en la universidad estadounidense

El posfeminismo como venganza de la hija

Revertir el antirracismo

La retradicionalización como ruina feminista

“El fin de una cultura sexual radical” (Butler, 2004)

3. ¿CHICAS DIEZ? LAS MUJERES JÓVENES Y EL NUEVO CONTRATO SEXUAL

Patriarcados resurgentes y repliegues en género

Brillando en la luz: la mascarada posfeminista

La educación y el empleo como espacios de capacidad: la visibilidad de la chica trabajadora bien educada

Chicas fálicas: sexo recreativo, sexo reproductivo

La chica global

4. LA IRA ILEGIBLE: LOS DESÓRDENES POSFEMINISTAS

Introducción: el descontento normativo

Mirar con fascinación y deseo

De la mascarada a la melancolía

Rabia ilegible

Furia por “evitar la muerte”

5. “¡NO TE LO PONGAS!” Y LA VIOLENCIA SIMBÓLICA POSFEMINISTA

Introducción

Clase, aspiración y glamour

Butler y Bourdieu

“Necesidades y normas” (Bourdieu, 1984)

“Pánico mezclado con revuelta” (Bourdieu, 1984)

6. CONCLUSIÓN: DENTRO Y FUERA DE LA ACADEMIA FEMINISTA

En el aula feminista

La transversalización de género y sus críticas

Las terceras olas

El feminismo afirmativo de Braidotti

El aula feminista como “zona de contacto”

Lucy de Kincaid

BIBLIOGRAFÍA

ÍNDICE DE NOMBRES Y MATERIAS

AGRADECIMIENTOS

Muchas personas me ayudaron a concluir este libro, y me gustaría comenzar agradeciendo a quienes me animaron con los primeros borradores y que junto con otras personas estuvieron presentes en mis conferencias, porque me proporcionaron una estimulante retroalimentación. Entre ellas se encuentran Sara Banet-Weiser en la Southern California University; Toby Miller en la University of California Riverside; Ros Gill, anteriormente en la London School of Economics (ESRC Programa de Nuevas feminidades); Sabine Hark en el Technische Universität, Berlín; Margie Wetherell y Tony Bennett, ambos en la Open University (Programa de Identidades ESRC y Proyecto CRESC); Roisin Flood en la Universidad de Essex, y Lidia Curti, Iain Chambers y Tiziana Terranova en la Università Di Napoli “L’Orientale”.

También quisiera brindar mi más sincero agradecimiento a mis colegas de Goldsmiths, University of London, especialmente a aquellos que con tanta paciencia han leído los borradores y me han dedicado su tiempo con gran generosidad, y que son Mariam Fraser, Irit Rogoff, Lisa Adkins, Sara Ahmed, Lisa Blackman, Janet Harbord, Nick Couldry, Joanna Zylinska y Natalia Fenton.

Por su amistad intelectual y apoyo también doy las gracias a Sarah Thornton, Denise Riley, Paul Gilroy, Vron Ware, Sean Nixon, Paul Du Gay, Mo White, Leslie W. Rabine, Judith Halberstam, Lawrence Grossberg, Charlotte Brunsdon, Lucy Bland, Monika Savier en Spoleto y Marion Von Osten en Berlín. Y a Stuart Hall y Judith Butler, porque sus obras siempre me resultan inspiradoras.

INTRODUCCIÓN: A CAMBIO DE FEMINISMO

Este libro examina un paisaje social y cultural que podría llamarse posfeminista si nos referimos con ese término a una situación marcada por un nuevo tipo de sentimiento antifeminista, lo cual es diferente de lo que sería una simple reacción contra los aparentes avances logrados por las actividades y campañas feministas de períodos anteriores, es decir, de las décadas de 1970 y 1980. Pienso que ha sucedido algo inesperado. Se han tomado elementos del feminismo que se han incorporado plenamente a la vida política e institucional y, basándose en un vocabulario que incluye palabras como “empoderamiento” y “elección”, se convierten en un discurso mucho más individualista, y así se expande, particularmente en los medios y la cultura popular y por las estructuras oficiales, como una especie de sustituto del feminismo. Estas ideas nuevas y aparentemente “modernas” sobre las mujeres, y en especial sobre las mujeres jóvenes, se difunden además de una forma un tanto agresiva como si lo que quisieran fuera garantizar que no resurja un nuevo movimiento de las mujeres. De esta forma, el “feminismo” se instrumentaliza por parte de los gobiernos occidentales que lo presentan y lo reivindican ante el resto del mundo como parte clave del significado actual de libertad, y así la libertad se revitaliza y actualiza con este falso feminismo. Como resultado, los límites entre Occidente y el resto del mundo pueden codificarse más específicamente en términos de género y de concesión de libertades sexuales. Por si esto suena como una tesis conspirativa, una de las misiones de este libro es demostrar cómo esto tiene lugar a nivel de calle, y cómo se busca, y aparentemente se asegura, el consentimiento y la participación de las mujeres jóvenes de muchas formas, en contraposición a esa noción de que existe un poder centralizado que trata de que el feminismo desaparezca, lo cual es la manera de que nunca más resurja de sus cenizas. Un modo de llevarlo a cabo es la denigración activa y la negación, principalmente a nivel cultural, lo que convierte al feminismo en algo desagradable para las mujeres más jóvenes (a menudo se usan palabras como repulsivo o repugnante). Se evoca una especie de espectro espantoso de lo que alguna vez fue el feminismo, una monstruosidad que horrorizaría a las mujeres jóvenes de hoy, con efecto disuasorio.

Pero este es solo un lado de la ecuación, y abandonar el feminismo, en aras de lo que Judith Butler llamaría inteligibilidad como mujer, se recompensa ampliamente con la promesa de libertad e independencia, evidenciado mediante la capacidad de ganar un salario, que funciona simbólicamente también como una marca de respetabilidad, ciudadanía y derecho. Aquí se produce una especie de intercambio, y también un proceso de desplazamiento y sustitución. A la joven se le ofrece una noción de igualdad que se concreta en el acceso a la educación y a un empleo, y a través de la participación en la cultura del consumo y la sociedad civil, en lugar de lo que podría ofrecer una política feminista reinventada. Si esto parece ficción, o incluso vago, mi tarea en este libro, sin lugar a dudas, es presentar un caso coherente con esto como una especie de acuerdo, como lo llamaría Stuart Hall, o como una nueva forma de contrato sexual. O dicho de manera más sencilla, las mujeres constituyen la mitad de la población mundial, y su subordinación y experiencia de la desigualdad, aunque ha cambiado, sigue siendo inequívoca y sustancial. La idea de una política feminista global, altamente diferenciada, supondría de hecho un desafío considerable para el actual sistema político global y todavía patriarcal de poder económico y de dominación. El número de las autoproclamadas feministas siempre ha sido pequeño, pero sus principios, ideas, creencias y compromisos han impregnado la vida cotidiana de mujeres y niñas en diferentes países del mundo. Ha quedado claro que esta es, o fue, una política autoorganizada, que se desarrolla desde abajo, una especie de fuerza luchadora y contenciosa, especialmente en cuestiones de sexualidad y vida familiar que aun siendo pequeña ha tenido un enorme potencial para crear disrupción y producir cambios. Al mismo tiempo, el significado real de feminismo varía, literalmente, de una autodeclarada feminista a otra, lo que no reduce su campo de influencia potencial, sino todo lo contrario. Por ello sostengo que este potencial es fuente de ansiedad, preocupación y acciones preventivas por parte de aquellos organismos, instituciones y organizaciones que no desean ver socavados el poder establecido y las jerarquías de género, y para que este potencial se reactive y se lleve a cabo debemos comprender completamente las fuerzas que se oponen, especialmente porque ahora adoptan formas modernas e ilustradas de gobernabilidad “conscientes del género”.

Este libro supone algunos cambios en mi propia obra y contiene un elemento de autocrítica. Hace algunos años suscribí una forma de pensar influenciada por la obra de de Certau, que buscaba dar valor y sentido a las estrategias subversivas, a las formas de “hacer las cosas” en las que participaba la gente corriente, a menudo muy desfavorecida, y que se convirtieron, como resultado, en características vernáculas de resistencia y oposición, visibles dentro y a través de los paisajes de la vida cotidiana (de Certeau, 1984). Sin embargo, cuando se entrevió que este tipo de argumentos podrían dar lugar fácilmente a una vena “cultural populista” para terminar siendo una defensa de las capacidades de las mujeres que podría dar la vuelta a la cultura de consumo en el que estabaninmersas, con posibles fines subversivos, empezaron a sonar muchas alarmas. Cuando los estudios culturales feministas siguieron este camino, la preocupación por comprender la dinámica del poder y la restricción dio paso a una conexión con las mujeres comunes, o incluso con las niñas, que celebraron creando sus propios (y aparentemente autónomos) placeres y rituales de feminidad disfrutable, a partir de los bienes puestos a su disposición por la cultura de consumo (por ejemplo, los programas de televisión como Sexo en Nueva York). Si esto se podía hacer con lo que el capitalismo les ofrecía, entonces no parecía haber ninguna razón real para desafiar los principios en los que se basa el capitalismo. ¿Cuán opuestas fueron estas prácticas aparentemente subversivas? ¿Hasta dónde llegaron? ¿Qué valor entregaron a las mujeres en el contexto de las relaciones de poder e impotencia en las que aún se encontraban inscritas? ¿Cómo se articularon con otras actividades más allá de la interfaz con la cultura popular? Toda una serie de cuestiones que acrecentaban mi incomodidad. ¿El capitalismo realmente da a las mujeres más o menos lo que quieren cuando les proporciona placeres narrativos tan baratos y disponibles, en forma de entretenimiento popular, incorporando algo así como una agenda feminista en sus tramas y argumentos? ¿Qué necesidad podría haber de una política feminista si las mujeres pudieran simplemente subvertir los significados de los bienes y los valores del mundo cultural dominante que las rodea? ¿Significaría esto una suspensión de la crítica del capitalismo, que siempre ha sido una característica definitoria de la tradición de la erudición socialista-feminista? Los estudios culturales y de medios estaban muy alejado de las líneas de investigación anteriores inspirados en el psicoanálisis feminista, como el de Cora Kaplan que, por ejemplo, examinó en profundidad la complejidad que supone ser una lectora feminista preocupada e intrigada por encontrar placer en el conservador género de la novela romántica, como El pájaro espino (Kaplan, 1986). Hacia el cambio de siglo, algunas de las líneas feministas de los estudios culturales y de los medios que eran optimistas sobre el poder del feminismo popular se encontraron con dificultades cuando este dio paso a algo más agresivo, como la incorporación de la pornografía. Mientras muchas feministas, incluyéndome a mí, nunca formamos parte de la campaña contra la pornografía y la censura en las décadas de 1970 y 1980, sin embargo, sí sentí cierta inquietud cuando me enfrenté a nuevas situaciones, como la promoción del baile en barra como otra forma más de empoderamiento de la mujer. No es que haya emergido de mi interior una vena puritana como reacción a este tipo de fenómeno, simplemente es llamativo el escaso debate académico serio sobre lo que significa para las perspectivas feministas, ahora anticuadas, sobre la pornografía y la industria del sexo la amplia participación de las mujeres en el entretenimiento sexual (Mc Robbie, 2008).

A lo largo de la década de 1990 parecía no haber una teoría del poder sexual en los estudios culturales y en los medios feministas contemporáneos. Se estaba prestando poca atención a las complejas formas en que las fuerzas de la cultura del consumo, ahora completamente sintonizadas y que podían adoptar una voz feminista, invitaban cada vez más a las mujeres a buscar nuevas libertades, incluido el placer sexual, como una especie de derecho que ahora se estaba concediendo. ¿Se había producido algún tipo de acercamiento al capitalismo, con la desaparición del socialismo y con el desarrollo de lo que se denominó durante algún tiempo política de la “tercera vía”? ¿O se había desvanecido de alguna manera el apetito por la crítica? No he encontrado un solo ensayo sobre tal cambio político en los medios feministas y en los estudios culturales desde principios de la década de 1990 en adelante. Y si se estaba produciendo una discusión sobre cómo alinear una nueva política socialdemócrata feminista de izquierdas en relación con los cambios en la cultura política global, al menos, por lo que pude ver, eso no estaba ocurriendo dentro de este campo académico feminista en particular. Para encontrar una crítica más contundente y socialmente comprometida se tenía que recurrir a los debates sobre el feminismo y la micropolítica del devenir en el trabajo de filósofas feministas como Rosi Braidotti y Claire Colebrook, o en la teoría feminista poscolonial (Spivak y Ahmed) o en el examen psicosocial del género y el poder que se encuentra en la obra de Butler. Mientras tanto, la teoría queer siguió adelante durante este tiempo, produciendo un trabajo extraordinariamente rico, como fue el caso la nueva sociología del cuerpo influenciada por Deleuze. (Pero de alguna manera, con la excepción de escritoras como Gayatri Chakravorty Spivak, Judith Butler y Wendy Brown, en cuyo trabajo me baso para este libro, se ha dejado aparte toda la cuestión de la política de izquierdas y el impacto que ha tenido para el feminismo su estado actual de crisis, o incluso su desaparición). Los estudios feministas de los medios nunca han conectado completamente con el psicoanálisis y esto, para mí, seguía suponiendo un déficit pero, debido al interés en las audiencias y su receptividad, prometí desarrollar una antropología cultural y mediática en toda regla acerca de cómo las mujeres participaban en la vida cotidiana, aunque en cierto modo parece que se ha disipado la energía para emprenderlo. A cambio, la atención a la vida cotidiana fue reemplazada por una proliferación de estudios basados en fans o seguidores. En consonancia con lo que parecía una disolución de los estudios culturales feministas, varias académicas feministas escaparon hacia los campos de la televisión y los estudios cinematográficos, embarcadas con frecuencia en importantes trabajos históricos en lo que entonces se convertiría en una próspera área de nueva erudición. Solo muy recientemente se ha producido un compromiso mayor, contundente y crítico con el mundo de los medios de comunicación de mujeres y los géneros femeninos, conectando elementos antifeministas con los valores resurgentes de la cultura política neoliberal (ver el trabajo de Gill, 2006).

En este punto yo misma entro en la narración, ya que gran parte del contenido del presente libro supone una revisión de algunos de mis antiguos esquemas y apunta al análisis de las nuevas constelaciones del poder de género. Debo abordar algunos de mis juicios erróneos, por ejemplo, en la década de 1990, al escribir sobre revistas para mujeres y chicas puse demasiada esperanza en la capacidad del mundo de las revistas femeninas para asumir y mantener un compromiso con los temas feministas, preservando una especie de feminismo popular. Estaba demasiado entusiasmada con el impacto que el reclutamiento de graduadas influenciadas por el feminismo podría tener en las políticas editoriales de las revistas para mujeres jóvenes, y no fui completamente consciente de que la batalla por los resultados podría originar el despido de una editora por desagradar a una empresa con la que se tiene un lucrativo contrato de publicidad. Tampoco tuve en cuenta la necesidad de reinvención constante de las revistas, lo que, por supuesto, significa que una voz feminista contundente bien podría durar solo un par de temporadas y luego desecharse en favor de una nueva tendencia contraria. Me encontré reconociendo, en lugar de confrontar, las características genéricas del formato de revista, que parecían ser inamovibles, la centralidad del complejo moda-belleza, por ejemplo, la heterosexualidad dominante, el mundo herméticamente cerrado de los placeres femeninos que hacen evadirse de la realidad, y en ese sentido yo misma fui quizás cómplice, sin abandonar una perspectiva feminista, de acomodarme al género en sí mismo reduciendo el nivel y la intensidad de la crítica a favor de una especie de posición intermedia, que apuntaba a la coexistencia de los contenidos básicos con una voz feminista fuerte, pero popular. (Sin duda, esta posición mía estaba relacionada con mi estímulo a las estudiantes que tenían muchas ganas de encontrar trabajo en este mundo. Ahora soy consciente de que esta interfaz con la industria de las revistas y estas formas de “transferencia de conocimiento” feminista deben comprenderse mejor y someterse a un escrutinio académico dentro de una perspectiva crítica de la industria cultural). En realidad, la idea de contenido feminista desapareció y fue reemplazada por un individualismo agresivo, por un falicismo femenino hedonista en el campo de la sexualidad y por la obsesión con la cultura del consumo, que identifico en este libro como contribuyente fundamental a que feminismo se deshaga. Podría decirse que la autodefinición como decisivamente posfeminista dio al mundo de las revistas para mujeres jóvenes una nueva oportunidad de vida, como si se hubieran liberado de una carga mediante esta transición.

Quizá también es relevante señalar que yo fui demasiado optimista sobre la elección del gobierno del Nuevo Laborismo en 1997 y en mi suposición de que Tony Blair apoyaría los problemas de las mujeres y se comprometería con las feministas involucradas en la política y que hacen campaña. En los primeros días del gobierno del Nuevo Laborismo, incluso mantuve una breve esperanza sobre la llamada agenda de la tercera vía, sin imaginar nunca que este gobierno demostraría su hostilidad a las feministas, y que de hecho buscaría revertir o deshacer el feminismo, sustituyéndolo por la promesa de libertades aparentemente más modernas, junto con ideas como el equilibrio entre el trabajo y la vida privada, mientras que se introducía una especie de patriarcalismo arrogante y resurgente, el equivalente político del mundo de las revistas para chicos, al que las mujeres no tenían más remedio que adherirse, o arriesgarse a la Siberia del feminismo (McRobbie, 2000a).

Recuperación y renovación feminista

En los capítulos siguientes recupero algunos trabajos previos. En particular, miro en retrospectiva los escritos psicoanalíticos feministas sobre el cine y la imagen de la moda de la década de 1980, pretendiendo restablecer la importancia que tuvieron para comprender los mecanismos de identificación y deseo que entran en juego en los procesos de consumo de imágenes. Estas aportaciones del pasado parecen haber desaparecido de los debates actuales, y esta ausencia marca una debilidad en algunos de los trabajos más interesantes sobre cómo, por ejemplo, las niñas miran en las revistas imágenes de sí mismas y de modelos y celebridades. El trabajo deleuziano reciente rechaza las rigideces del deseo formuladas en el psicoanálisis freudiano, pero con solo remitirnos a los escritos de Leslie Rabine o Diana Fuss, por ejemplo, podemos ver cuán inestimable fue para comprender las tecnologías en juego en la composición de imágenes que buscaban movilizar tanto la liberación como la contención del deseo femenino (Fuss, 1994; Rabine, 1994).

Los capítulos siguientes introducen una serie de conceptos que se analizan combinando elementos de la sociología feminista con los estudios culturales, en un intento de delimitar el campo de la cultura política y popular posfeminista en el Reino Unido (principal pero no exclusivamente). Pretenden mostrar el terreno que examinan, no se basan en trabajos de campo específicos, no son empíricos ni etnográficos, sino que analizan los cambios en el cine, la televisión, la cultura popular y el mundo de las revistas para mujeres. También buscan la relación con escritos recientes de académicas que trabajan en esta área y, en particular, con los libros y ensayos de Judith Butler, traduciéndolos a un vocabulario sociológico que puede aplicarse a fenómenos sociales y culturales concretos. En una respuesta anterior al breve libro de Butler El grito de Antígona (2000a) emití algunas reflexiones sobre un “doble enredo”, que se refería a la forma en que, con respecto a la sexualidad y la vida familiar, el Estado propició una liberalización concediendo derechos específicos de familia y derechos de parentesco a gais y lesbianas, por una parte y, por otra, una neoliberalización en este terreno de la sexualidad, mostrando una respuesta más punitiva a quienes viven fuera de la unidad económica de la familia biparental (McRobbie, 2003). También se ve el modo en que el feminismo alcanzó el estatus de sentido común, a la vez que era vilipendiado y casi odiado. En este libro continúo desarrollando estas ideas e introduzco conceptos diseñados para proporcionar una “complejización de la reacción” a través de esta idea del “doble enredo”. Estos conceptos incluyen los “espacios de atención” que utilizo para examinar el efecto reflector del poder o, en lenguaje deleuziano, las luminosidades que hacen surgir a las mujeres jóvenes como sujetos individualizados, y que les atribuyen un abanico de capacidades tal que pueden percibirse como agentes de cambio, lo que también caracteriza al “feminismo deshecho”. Afirmo que hay una reescritura de las jerarquías de género que tiene repercusiones en cuestiones de clase social, raza y etnia. El avance de las jóvenes negras o asiáticas a lo largo de estos caminos individualizados implica concederles un estatus si no insólito, sí excepcional y ejemplar, mientras que, en otra parte dentro del campo de las luminosidades, donde también se deshace el antirracismo, existe una especie de “nostalgia por la blanquitud” y, de hecho, un proceso de recolonización cultural. En el Reino Unido las mujeres blancas viven cada vez más su posición de clase, parafraseando a Stuart Hall, a través de la modalidad de género y feminidad. También se han vuelto más autónomamente feminizadas (y glamourizadas) en su identidad de clase, sin necesidad de adoptar más este estatus ni adherirse a él, desde su posición como esposas de hombres o como hijas de padres. Las mujeres negras y asiáticas también se encuentran atrapadas e implicadas en este proceso de reescritura. Viven su identidad de clase a través de la modalidad de la raza, como argumentó Hall, pero su feminidad también se presenta cada vez más como un factor clave en una sociedad más meritocrática, de modo que la intersección de género y etnicidad encuentra un nuevo sentido y significado social. No me refiero a un nuevo movimiento de mujeres, sino a un “movimiento de mujeres”. Este es un aspecto clave de las nuevas formas emergentes de poder de género y que buscan gestionar los requisitos de la nueva economía y la disponibilidad de una fuerza laboral feminizada basada en producir y supervisar cambios para las mujeres, en particular para las mujeres jóvenes.

En el Capítulo 3 incluyo varios conceptos para entender la feminidad posfeminista, lo que en lenguaje foucaultiano podríamos denominar tecnologías, cada una de las cuales se pone a disposición de las mujeres jóvenes como parte de un proceso de sustitución y desplazamiento, y que aparecen para ofrecer posibilidades de libertad y cambio en el estatus y la identidad de las mujeres jóvenes de hoy. Estos son, primero, la “mascarada posfeminista”; segundo, la configuración de la “chica trabajadora”; tercero, la “chica fálica”, y cuarto, la “chica global”. Argumento que emergen como nuevas formas restrictivas del poder de género, que operan concediendo capacidad a las mujeres jóvenes. A medida que avanza el libro, la noción de violencia simbólica de Bourdieu me sirve de base para examinar las dinámicas cambiantes de clase, raza y género que se desarrollan a través de los programas de televisión que consisten en el cambio de imagen, ya que aquí también hay un “movimiento de mujeres” forzado, en aras del reconocimiento y la ciudadanía cultural. En el capítulo final sigo reflexionando sobre el movimiento de mujeres a través de los procesos de migración educativa, o cómo mujeres jóvenes de todo el mundo fluyeron hacia ciudades como Londres y hacia instituciones de educación superior para aumentar sus cualificaciones. Tan diversas son estas biografías globalizadas que impiden una comprensión sociológica inmediata, al tiempo que plantean toda una serie de nuevas preguntas sobre la individualización femenina, la nueva división internacional del trabajo, el papel de las mujeres jóvenes bien educadas y la lógica económica que sustenta esta forma de migración femenina (Beck y Beck-Gernscheim, 2001). Por ejemplo, Spivak seguramente vería esto como una movilización capitalista de “chicas globales” al servicio de corporaciones ahora multiculturales, y a expensas de las personas empobrecidas que quedan rezagadas, que también se pierden toda una clase de posibles maestros, educadores, médicos etc., todos ellos radicales, que son atraídas hacia a una especie de trampa migratoria (Spivak, 2002). Podemos ver entonces una reconfiguración de la feminidad joven que emerge a través de estos diferentes ensamblajes, de hecho, podríamos pensar que comparten una especie de parentesco o hermandad, son parte de la misma familia extensa, que las cuatro figuras se interconectan entre sí: la inmaculadamente arreglada joven enmascarada que finge ser lo que no es, la chica fálica sexy y aventurera, la chica trabajadora (dura) y su contraparte global “complaciente”.

Los capítulos de este libro examinan lo que podríamos entender por “complejización de la reacción”. En el Capítulo 1 rastreo un doble movimiento que se estaba produciendo a principios de la década de 1990 al mismo tiempo dentro de la academia feminista y fuera de ella, en el mundo de la cultura popular. En el mundo académico, por buenas razones teóricas, el feminismo se desmantela a sí mismo al hacer preguntas sobre el fundacionalismo y el universalismo, y sobre las demandas de representación. Cuestiona, por ejemplo, los procesos mediante los cuales las feministas hablan en nombre de otras mujeres. ¿Quiénes son estas otras mujeres a quienes se pide representar? ¿Qué jerarquías sustentan ciertas agendas feministas? Al mismo tiempo, en la cultura popular también se está deshaciendo o desmantelando el feminismo, no a favor de una vuelta a la tradición, ya que las mujeres no están siendo empujadas de regreso al hogar, sino mediante un proceso que dice que el feminismo ya no es necesario, que ahora es sentido común y, como tal, es algo de lo que las mujeres jóvenes pueden prescindir. Utilizo la película El diario de Bridget Jones para argumentar sobre el feminismo que muestra. El feminismo tiene una presencia etérea en la película: Bridget tiene qué agradecerle, porque le ha dado —parafraseando a Ulrich Beck—, “una vida propia”, pero no está segura de si eso es lo que quiere, es decir, estar soltera y sin hijos a los treinta y pocos años, aunque se burla del pequeño mundo de las “que presumen de casadas”. La prominencia de la cultura de la boda, además de contribuir a la expansión de la cultura de consumo, cabalga sobre este maremoto de posfeminismo celebratorio, como si dijera: “gracias a Dios, las chicas pueden volver a ser chicas”, ese tiempo de dureza y censura ha terminado porque, en realidad, ¿quién puede objetar de algo tan alegre e inofensivo como una “despedida de soltera”? ¿Quién se atrevería a desafiar al consenso mayoritario existente sobre el empoderamiento de la mujer, que se manifiesta en la noche de chicas en el pub local, protagonizada por strippers masculinos interpretando el “full monty” ? Y dado que ahora también se invita a homosexuales y lesbianas a participar en la cultura de la boda, parece que hay aún menos razones para investigar qué más podrían acarrear estos rituales de entretenimiento.

En el Capítulo 2 trazo una línea que conecta las fuerzas de la nueva derecha, que desde inicios de la década de 1970 se movilizó contra el movimiento de mujeres mediante acciones y estrategias —muchas de las cuales fueron documentadas por feministas como Judith Stacey y Susan Faludi en los EE. UU. y Bea Campbell en el Reino Unido—, y las prácticas más recientes que operan a través de la incorporación y la instrumentalización. Utilizo la teoría de la articulación de Hall pero la invierto, y a través de la idea de la desarticulación muestro cómo se erosionan las solidaridades transfronterizas, por ejemplo, entre las luchas feministas y antirracistas de negras y blancas, entre madres solteras y lesbianas y homosexuales que también viven fuera del redil de la familia nuclear, y cómo se rompen las “cadenas de equivalencia” del feminismo. La desarticulación es una característica definitoria del proceso de desmantelamiento. Las más amplias intersecciones del feminismo con el antirracismo y con la política sobre gais y lesbianas se eliminan del tipo de historias que afloran incluso en el periodismo serio, y el feminismo es vilipendiado y se retrotrae a una era anterior como es una versión truncada, rígidamente antimasculina y censora de un movimiento mucho más diverso y abierto. Sostengo que esta denigración está cada vez más dirigida a las políticas antirracistas y multiculturales del mismo período, que también se reducen a clichés de “corrección política” y se considera que su desaparición marca el comienzo de un nuevo período con una política comunitaria más ilustrada y moderna, donde la ira justificada y la autoorganización son reemplazadas por una política de modelos a seguir, o tutorías, asimilación e integración, a través de programas de liderazgo cultural. La política negra per se se desvanece y se hacen visibles nuevas patologías racializantes, incluida la “nostalgia por la blanquitud”.

En el Capítulo 3 desentraño algunas de las nuevas tecnologías de la feminidad joven, destacando un movimiento de avance mientras el feminismo se desvanece. También pongo el acento en la dimensión espectacular de esta visibilidad, o luminosidad, cuando el gobierno y sus voluntariosos ayudantes -el complejo de la moda y la belleza-, toman a las mujeres jóvenes de la mano y las conducen hacia un tipo moderno de libertad. Hay mucho drama en este proceso de avance; las jóvenes están dotadas de capacidad y, como resultado, se espera que sigan caminos de vida específicos que requieren su participación en la fuerza laboral, lo que a su vez permite una inmersión total en la cultura de consumo. Este nuevo contrato sexual se basa en la actividad económica y cultural y en la ciudadanía consumista a expensas de una política feminista recién definida.

En el Capítulo 4 me centro más directamente en la patología femenina y en su prominencia, de hecho, su normalización, en la cultura contemporánea. Las mujeres jóvenes están cada vez más “maquilladas” de acuerdo con un horizonte de expectativas en el que se naturalizan diversos trastornos, e incluso se ven como el alto precio de la libertad. Argumento que estas iras y patologías ilegibles están al borde de la confrontación con los límites con la matriz heterosexual de Butler, pero se actúa sobre ellas y se las confina dentro de este marco de normatividad sexual. Es preferible estar reconociblemente posicionada como una chica anoréxica enferma dentro de una familia debidamente edípica, que estar cuestionando y rompiendo con tales arreglos psicosociales.

En el Capítulo 5 analizo el “movimiento de mujeres” que se desarrolla en el género de los programas de televisión de cambio de imagen. Sostengo que existe un enredo específico de relaciones de clase y género que sustenta estos programas, cuyo resultado deseable es una subjetividad femenina más glamurosa e individualizada. La mujer que se renueva encarna los valores de la nueva y aspiracional clase media baja, en la que tiene una identidad más autónomamente femenina.

En el Capítulo final critico algunos de esos flecos del feminismo contemporáneo que son afirmativos y optimistas sobre los avances que se han logrado. Estos incluyen la “transversalidad de género” y el feminismo de la tercera ola, pero también encuentro algunos motivos sociológicos para ser cauteloso con respecto a la filosofía de afirmación feminista de Rosi Braidotti. Termino el libro reflexionando sobre mi propia aula feminista, un espacio donde imaginar que un caso sólido para la afirmación feminista podría hacerse realidad. Pero la realidad es siempre más impredecible. Es un desafío y también un privilegio impartir enseñanza en un entorno repleto de mujeres jóvenes (y hombres jóvenes) de literalmente todo el mundo. Este proceso de lo que parece ser una migración educativa, ya que muchas de estas jóvenes esperan encontrar trabajo en Londres o en alguna otra ciudad global, plantea muchas preguntas sobre su papel en la nueva división internacional del trabajo, y sobre lo que implica este movimiento, sobre las tensiones en la familia y el parentesco, en los aparentes aplazamientos del matrimonio y de tener niños. Estas mujeres jóvenes también se involucran con los tipos de asuntos feministas que son el tema de este libro, directa e indirectamente. Están tanto dentro como fuera de ellos. Y es como si las fuerzas que las impulsan encontraran una forma de moverse desde, digamos, Corea, o Taiwán o Albania o Indonesia a Londres y, al hacerlo, evitar o suspender algunas de las expectativas y restricciones que de otro modo se les imponen, produciendo una apertura a los debates sobre el poder y la sexualidad, el género y el deseo. Por último, debo recalcar que, a pesar de las muchas referencias al cine y la televisión, las revistas y la cultura popular, este libro es fundamentalmente sociológico. Se preocupa por diseccionar la gestión del cambio social y las formas de poder de género que operan dentro de una ilusión de positividad y progreso mientras encierran a las mujeres jóvenes en dependencias y ansiedades “nuevas-viejas”.

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EL POSFEMINISMO Y LA CULTURA POPULAR: BRIDGET JONES Y EL NUEVO RÉGIMEN DE GÉNERO

Introducción: ¿La complejización de la reacción1?

Este capítulo presenta una serie de posibles marcos conceptuales que enlazan con lo que, en este libro, denomino posfeminismo. En términos generales, lo contemplo como un proceso mediante el cual las conquistas feministas de los años 70 y 80 se ven socavados de manera activa e incesante (a lo largo del libro se examina qué se entiende exactamente por la expresión “conquistas feministas”). Expongo que, mediante una serie de maquinaciones, los elementos de la cultura popular contemporánea son perniciosamente efectivos en lo que respecta al desmantelamiento de estas conquistas del feminismo mientras que, simultáneamente, parecen estar participando en una respuesta al feminismo bien informada e incluso bien intencionada. A continuación expongo que esta derrota que puede percibirse en el amplio campo cultural se intensifica, quizá de forma inesperada, en aquellas teorías sociológicas, incluyendo el trabajo de Giddens y Beck, que se ocupan de aspectos del género y el cambio social, pero como si el pensamiento feminista y los años de lucha de las mujeres no hubieran desempeñado un papel en estas transformaciones (esto se vuelve a tratar en el Capítulo 2 y, brevemente, en el Capítulo 3). Asimismo sugiero que, que las ideas de libertad y de libre elección están ahora en la cultura popular vinculadas indisolublemente a la categoría de mujer joven, mientras que el feminismo se muestra como decisivamente envejecido y superfluo. El feminismo se relega a las sombras, donde, en el mejor de los casos, puede esperar tener una segunda vida, en la que tenga una consideración ambivalente por aquellas mujeres jóvenes que deben mantenerlo a distancia en público, en favor del reconocimiento social y sexual. Propongo que se da una complejización de la tesis de la reacción (que, de nuevo, se analizará con más detalle en el capítulo siguiente).

Faludi alude a una respuesta concertada y conservadora para desafiar las conquistas del feminismo (Faludi, 1992). Su trabajo es importante, al igual que el de Stacey y otros autores, porque traza intervenciones antifeministas colindantes con cómo se muestra el feminismo (Stacey, 1985-1986). Mi argumento, más bien diferente, es que el posfeminismo se nutre del feminismo y lo invoca como aquello que se puede tener en cuenta para sugerir que se ha conseguido la igualdad, con el objeto de implantar todo un repertorio de nuevos significados que enfaticen que ya no es necesario, pues su lucha está ya amortizada. Esto se evidenció en la columna del periódico TheIndependent (Reino Unido) “El diario de Bridget Jones”2, y más adelante en el libro de gran éxito y las pe-lículas que le siguieron. La contagiosa feminidad de Bridget Jones produce una lógica generacional claramente posfeminista. A pesar del feminismo, Bridget quiere perseguir sus sueños románticos, encontrar un marido adecuado, casarse y tener hijos. Lo que más teme es acabar como una “solterona”. Bridget es, una vez más, una chica “tranquilizadoramente” femenina. No le preocupa especialmente su carrera profesional, aunque sabe que no debería ser así. Comete errores de colegiala en su editorial al no saber que el crítico literario F. R. Leavis hace tiempo que murió; pronuncia un discurso incoherente en la presentación de un libro; su cabeza parece estar repleta de pensamientos frívolos, aunque ella es inteligente e ingeniosa a su propia manera femenina. Pero, sobre todo, está desesperada por encontrar al hombre adecuado. La película muestra una especie de feminidad atolondrada y entrañable, como si fuera algo que se ha perdido, y parece estar diciendo que, afortunadamente, la feminidad anticuada puede recuperarse. En este contexto, el posfeminismo parece que significa reprender ligeramente el pasado feminista, al tiempo que también se recuperan y rescatan ciertos elementos apetecibles como, en este caso, la libertad sexual, el derecho a beber, fumar y divertirse en la ciudad y ser económicamente independiente3.

En general, sostengo que para que “se tenga en cuenta” el feminismo, este debe concebirse como algo que ya ha muerto. El tema de este libro es, en gran medida, el rechazo en que se basa este fallecimiento. Se trata de un movimiento detectable a través de la cultura popular, un sitio donde “el poder... se rehace en varios momentos en la vida cotidiana, (constituyendo) nuestra tenue percepción del sentido común” (Butler, Laclau y Zizek, 2000:14). Algunos comentarios fugaces en el breve ensayo El grito de Antígona, de Judith Butler, me sugieren que el posfeminismo puede explorarse a través de lo que yo describiría como un “doble enredo” (Butler, 2000). Esto incluye la coexistencia de valores neoconservadores en relación con el género, la sexualidad y la vida familiar (por ejemplo, George Bush apoyó la campaña para fomentar la castidad entre gente joven, y en marzo de 2004, declaró que la propia civilización depende del matrimonio tradicional), con procesos de liberación en cuanto a la elección y la diversidad en las relaciones domésticas, sexuales y de parentesco (por ejemplo, las parejas homosexuales pueden ahora adoptar, acoger o tener sus propios hijos por cualquier medio, y al menos en el Reino Unido, tienen pleno derecho a las uniones civiles). También abarca la existencia del feminismo como algo transformado, de alguna manera, en una forma de sentido común gramsciano, mientras que a su vez es tremendamente rechazado, de hecho, casi odiado (McRobbie, 2003). La “toma de conciencia” permite un desmantelamiento aún más completo de la política feminista y el descrédito de la necesidad, ocasionalmente expresada, de su renovación.

El feminismo se desmantela a sí mismo