El entorno digital - Pablo J. Boczkowski - E-Book

El entorno digital E-Book

Pablo J. Boczkowski

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Beschreibung

Desde la foto que un padre o una abuela toman del recién nacido en la sala de maternidad, pasando por las experiencias que se comparten en redes sociales, las reseñas o calificaciones de películas, hoteles o restaurantes, el self-tracking que registra cuánto corrió una persona en una semana, hasta el activismo feminista, social o ambiental y las campañas políticas, todos y todas estamos cada vez más condicionados, directa o indirectamente, por los fenómenos que se dan en El entorno digital. Por eso, los autores de este libro sostienen que, si queremos entender de verdad el auge de lo digital en el mundo contemporáneo, no se trata de descomponerlo en aplicaciones o plataformas aisladas, sino de encararlo, al igual que la naturaleza o las ciudades, como un entorno que envuelve y moldea todos los aspectos importantes de la vida cotidiana. ¿Cuáles son las principales características de este entorno? ¿Hasta qué punto nos viene dado "por completo" y cuáles son los márgenes para intervenir sobre él? Recuperando y sistematizando aportes de especialistas del Norte y del Sur globales, Pablo Boczkowski y Eugenia Mitchelstein muestran cómo las desigualdades de género, clase, educación, raza y etnicidad están inscriptas en el diseño y el funcionamiento de la tecnología, porque los algoritmos no son neutros, y describen prácticas emancipatorias que contrarrestan esos sesgos, incluido el uso de Twitter a través de hashtags como #BlackLivesMatter, #Mirá o #MeToo. Con evidencia empírica, riqueza narrativa y notable precisión conceptual, discuten la digitalización de la crianza, el trabajo, la escuela, las citas románticas; describen cómo los medios digitales reconfiguran nuestros hábitos de consumo de deportes, entretenimiento y noticias, y explican los desarrollos más innovadores en áreas claves de nuestro futuro digital: la ciencia de datos, la realidad virtual y la exploración espacial. Brillante introducción a los estudios sobre medios, comunicación y tecnología, y a la vez aguda radiografía de la subjetividad y la vida contemporánea, El entorno digital toma distancia de la celebración y de los enfoques apocalípticos para preguntarse qué pueden hacer los seres humanos en este lugar de la vida social y cómo pueden participar para volverlo más equitativo, justo e inclusivo.

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Índice

Cubierta

Índice

Portada

Copyright

Prólogo (Ignacio Siles)

Dedicatoria

Prefacio

1. Tres entornos, una vida

Parte I. Cimientos

2. Mediatización

3. Algoritmos

4. Raza y etnicidad

5. Género

Parte II. Instituciones

6. Crianza

7. Escuela

8. Trabajo

9. Citas

Parte III. Ocio

10. Deportes

11. Entretenimiento televisivo

12. Noticias

Parte IV. Política

13. Información errónea y desinformación

14. Campañas electorales

15. Activismo

Parte V. Innovaciones

16. Ciencia de datos

17. Realidad virtual

18. Exploración espacial

19. Ladrillos y grietas en el entorno digital

Agradecimientos

Más lecturas

Pablo J. Boczkowski

Eugenia Mitchelstein

EL ENTORNO DIGITAL

Breve manual para entender cómo vivimos, aprendemos, trabajamos y pasamos el tiempo libre hoy

Boczkowski, Pablo J.

El entorno digital / Pablo J. Boczkowski; Eugenia Mitchelstein.- 1ª ed.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2022.

Libro digital, EPUB.- (Sociología y Política)

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-987-801-166-0

1. Tecnología Digital. 2. Cultura Digital. 3. Inclusión Digital. I. Boczkowski, Pablo. II. Título.

CDD 302.231

Este libro es una versión adaptada de The Digital Environment, publicada en 2021 por el Massachusetts Institute of Technology

© 2022, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

<www.sigloxxieditores.com.ar>

Diseño de portada: Pablo Font

Digitalización: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina

Primera edición en formato digital: junio de 2022

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

ISBN edición digital (ePub): 978-987-801-166-0

Prólogo

Ignacio Siles[1]

El entorno digital hace numerosas contribuciones teóricas, metodológicas y empíricas al estudio de nuestra relación con los medios y las tecnologías de comunicación. Quisiera aprovechar estas páginas preliminares para comentar cada uno de estos aportes.

Para entender bien la primera de esas contribuciones, relacionada con el argumento teórico del libro, es necesario poner en perspectiva la utilización teórica del concepto de “entorno” que plantean Pablo J. Boczkowski y Eugenia Mitchelstein y que, lejos de ser casual, se revela por completo deliberada. La popularización del término en la literatura sobre medios de comunicación usualmente se le atribuye a un ensayo de Neil Postman publicado en 1979, “The Information Environment” [El entorno informacional]. Las tres palabras clave para entender el argumento de Postman son: control, determinación y dirección. Postman plantea una relación lineal de causalidad: al igual que los entornos biológicos, los medios de información controlan, determinan y dirigen el pensamiento de las personas.

Sobre la base de este trabajo y de otros autores como Marshall McLuhan, surge un campo de conocimiento al que suele llamarse media ecology o ecología de los medios. En esencia, se distingue de otras tradiciones intelectuales por su comprensión de los medios de comunicación precisamente como entornos. Lance Strate, uno de los referentes de este campo, sigue el camino de Postman para considerar al ambiente biológico como el modelo que nos permite entender la relación que tenemos las personas con los medios de comunicación. Pero, aunque ambos plantean la posibilidad a nivel teórico, ninguno de ellos examina realmente cómo es que las personas participan en la creación de sus propios entornos informacionales o tecnológicos.

En comparación con estos antecedentes, la aproximación que eligen Boczkowski y Mitchelstein es más sofisticada y más potente en términos analíticos. El entorno que proponen pensar es tripartito: combina y entrelaza los entornos natural, urbano y digital. Así, el uso que le dan a la noción de “entorno” permite recuperar el valor más interesante de la metáfora biológica sin caer en un argumento lineal (por no decir determinista) para entender qué significa vivir en los medios y en las tecnologías digitales.

Siguiendo a nuestros autores, el entorno digital tiene cuatro rasgos constitutivos que capturan varios principios teóricos surgidos durante décadas de investigación social sobre los medios y las tecnologías: la totalidad (el entorno se vive como un todo), la dualidad (las tecnologías son construidas socialmente para tener consecuencias), el conflicto (esas tecnologías están sujetas a disputas sociales constantemente) y la indeterminación (sus resultados no vienen dados). En resumen, lo que el autor y la autora afirman es que hay un lugar para la agencia de las personas, para entender su capacidad de acción en el entorno digital. Sus prácticas pueden modificar el entorno y, para decirlo con sus palabras, tienen “potencial emancipatorio”. Este argumento es casi radical en un ambiente intelectual donde la cultura pública y la gran mayoría de la academia nos exigen que pensemos lo contrario.

Boczkowski y Mitchelstein expresan esta idea con toda claridad en las últimas páginas del libro: no somos piezas impotentes en el engranaje de la máquina digital, aunque desde luego reconocen que nuestras posibilidades de acción siempre están condicionadas. El entorno digital provee los ejemplos más vívidos de ese principio teórico, indispensable en esta era en que parece que olvidamos muchas de las lecciones históricas que nos dejó la discusión de “efectos poderosos” y “agujas hipodérmicas”, como suele denominarse a algunas de las tradiciones de investigación surgidas en la primera mitad del siglo pasado, las cuales enfatizaban un poder directo e inmediato de los medios de comunicación en sus audiencias.

* * *

Esto nos lleva a la segunda contribución: El entorno digital ofrece un método potente para interrogar realidades, lo que explica que estemos ante un libro capaz de interpelar a la vez a una audiencia académica y a un público más amplio. Eso lo lleva a problematizar tensiones y debates, más que a resolver contradicciones. Cada capítulo abre con una pregunta, una incógnita, un dato, un ejemplo, un caso que pone en el centro de nuestra atención un tema relevante tanto para la investigación académica como para la cultura pública. A partir de allí, Boczkowski y Mitchelstein lanzan una onda analítica que vemos expandirse poco a poco para apreciar sus implicaciones, combinando las habilidades del reportaje periodístico y de la indagación académica.

Para esto, desarrollan un método al que llaman “coral”. Esto no significa que su objetivo sea sumar voces por el solo hecho de sumarlas. Las voces de este coro suenan a “algo” cuando se combinan. Se trata de un esfuerzo concertado por encontrar sentidos, afinidades y complementariedades entre distintas visiones para entender fenómenos actuales de manera colectiva y matizada. Porque todas las personas citadas hacen contribuciones sustanciales al coro, es decir, a la conversación. El mérito de este método es su capacidad para concluir en clave prospectiva, buscando entender por qué hay ciertos futuros que pueden tener más sentido que otros, lo cual nos recuerda la naturaleza conflictiva e indeterminada del entorno digital.

Otro aspecto metodológico destacable del libro es que nos exige repensar lo que creíamos que sabíamos sobre algunos temas. Así, nos invita a ver bajo otra luz algunos debates muy actuales. Boczkowski y Mitchelstein nos sugieren, por ejemplo, que quizá la “adicción” es un enfoque menos propicio para entender nuestra relación con la tecnología de lo que nos dicen los medios de comunicación. O que la discusión sobre el papel de la tecnología en nuestra comprensión del “yo” solo tiene sentido en el marco más amplio de la mediatización.

Desde luego, la forma en que el libro está escrito es también parte del método. Hay algo en el modo de plantear cada enunciado y cada ejemplo que envuelve a las y los lectores, que invita a pensar que lo que se está describiendo aquí no es otra cosa que nuestras propias vidas. Por esa razón, todos los capítulos dejan profundas lecciones.

* * *

Además de su valor teórico y metodológico, esta obra desarrolla incontables contribuciones de carácter empírico. El entorno digital es, sin duda, una de las mejores introducciones existentes al campo de los estudios en medios, comunicación y tecnología. A diferencia de los manuales a los que estamos acostumbradas y acostumbrados, aquí no va teoría por teoría, escuela por escuela en la historia del pensamiento en comunicación. Si así lo hubieran querido, Boczkowski y Mitchelstein bien podrían haber escrito un manual de este tipo. Sin embargo, optan por una aproximación distinta: capítulo a capítulo, exponen tensión por tensión, debate por debate, pregunta por pregunta, tema por tema. Las teorías aparecen entonces para ayudarnos a entender realidades, que al final son nuestras realidades, nuestras vidas digitales. De ahí que la conocida frase de Kurt Lewin, “No hay nada más práctico que una buena teoría”, cobre en estas páginas más vigencia que nunca.

Esta aproximación facilita una mejor comprensión de los conceptos y debates clave en el estudio de los medios y la comunicación que la de los manuales “clásicos”, porque la teoría está perfectamente amarrada a los ejemplos de nuestra vida cotidiana. Si aquel famoso libro de Bruno Latour se llamaba La ciencia en acción, este libro bien podría haberse llamado La comunicación en acción. Mientras que Latour ponía el foco en los microbios, los enunciados científicos en construcción y las actividades de un laboratorio antes de convertirse en “hechos”, este libro nos deja ver a personas que se despiertan para revisar su celular antes de terminar de abrir los ojos, o que trabajan a distancia intentando coordinar tareas diversas, a árbitros de fútbol que se paralizan ante las decisiones del VAR, a activistas que mueven su cuerpo como su tecnología más básica, a managers que deciden si entrenar a algoritmos o a personas, a astronautas que recurren a tecnologías para aprender a ser más empáticas y empáticos mientras se preparan para un viaje interplanetario, a individuos que imaginan un futuro donde la tecnología no perpetúe ni amplifique las desigualdades sociales. Ese último punto es quizá el hilo conductor de todo el libro.

Para reiterarlo: nada en el trabajo de Boczkowski y Mitchelstein es casual. El orden de las secciones así lo refleja: empieza con los cimientos, luego discute las instituciones, considera entonces el ocio y la política –en ese orden, no al revés, tal vez para que pensemos cuán arbitraria puede ser esa separación en el entorno digital– y concluye con las innovaciones. Esta secuencia nos permite pensar junto con el autor y la autora de lo más básico a lo más complejo, pero también de lo permanente o estructural a lo cambiante o lo más incierto. Todo eso encuentra cabida en el entorno digital.

Este libro captura también a la perfección lo que significa aprender en esta era o, mejor dicho, en este entorno. Escrito en el formato ideal para personas que vivimos en los medios, es, de alguna forma, la versión impresa del género documental por episodios. O tal vez lo podríamos comparar con un podcast escrito. Cada uno de esos episodios/capítulos es sugerente, evocador, provocador, polifónico y directo, es decir, no le sobra ningún párrafo.

Es por su perspicacia analítica, su potencia heurística, su exhaustividad temática, su riqueza empírica, su precisión en la forma de presentar los debates y su narrativa tan envolvente que este libro constituye, sin duda, una de las mejores introducciones disponibles al estudio de la comunicación y al estudio social de la tecnología. Y esto, no solo porque hace comprensibles temas complejos, sino además porque nos recuerda, incluso a quienes estamos familiarizados con este campo, cuáles son las tensiones, más que las respuestas, que no debemos olvidar para no perder de vista el bosque por nuestra última obsesión con algún árbol digital.

[1] Doctor en Medios, Tecnología y Sociedad (Northwestern University, Estados Unidos). Profesor catedrático de la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva e investigador del Centro de Investigación en Comunicación (Cicom), ambos de la Universidad de Costa Rica. Su libro más reciente es Living with Algorithms: Agency and User Culture in Costa Rica (MIT Press, 2022).

A nuestros colegas, por el don de su investigación

Prefacio

Este libro comenzó como una serie de columnas para el conocido sitio de noticias Infobae, publicadas entre marzo de 2018 y junio de 2020. Nuestra idea era analizar temas relacionados con la tecnología en la vida cotidiana, mediante conversaciones con académicos que han estudiado cuestiones tales como la forma en que las personas utilizan los medios digitales para trabajar, ir a la escuela, practicar deportes, votar, socializar y consumir noticias y entretenimiento. Lo que descubrimos mientras escribíamos estas columnas nos sorprendió. Quedó claro que muchas de las cuestiones que se plantean en el contexto del uso de los medios digitales (¿el uso de videojuegos aumenta el comportamiento violento? ¿La adopción de la mensajería instantánea en el lugar de trabajo aplana las jerarquías? ¿La proliferación de la desinformación en las redes sociales amenaza la integridad de las elecciones?) ignoran lo más importante. La principal consecuencia del auge de lo digital en el mundo contemporáneo es que se ha convertido, más que en una serie de tecnologías discretas, en un entorno que envuelve y moldea prácticamente todos los aspectos importantes de la vida cotidiana. Preguntarnos sobre los efectos específicos que podría tener la adopción de determinadas tecnologías puede aportar conocimientos útiles, pero esta estrategia puede llevar a que los árboles tapen el bosque.

En este libro desarrollamos una perspectiva original para dar sentido al entorno digital, ilustrar el papel que desempeña en un amplio espectro de facetas de la vida cotidiana y analizar qué significa para la cultura, la sociedad y la política.

Los capítulos adaptan y amplían una selección de las columnas. Cada capítulo está dedicado a un único tema relacionado con la tecnología digital en la vida cotidiana. Elegimos los temas con la intención de presentar una visión caleidoscópica de diferentes aspectos de la experiencia social, sin pretender ofrecer un relato exhaustivo. Además, para cada capítulo entrevistamos a colegas que habían escrito libros y artículos relevantes de reciente publicación sobre el tema, y nos propusimos aumentar la diversidad tanto de perspectivas de investigación como de identidades culturales. El libro alberga esta diversidad dentro de un marco amplio y coherente, y convierte cualquier desacuerdo respetuoso entre colegas en una tensión intelectual que contribuye al debate, en vez de una contradicción que requiere resolución. En total, el libro se basa en entrevistas con sesenta académicos de quince disciplinas diferentes. Sin embargo, no pretendemos haber presentado todos los temas, ni todas las perspectivas posibles sobre ellos.

Citamos extensamente las entrevistas con nuestros colegas porque queremos dar espacio a sus propias voces, en vez de reinterpretar sus opiniones con nuestras palabras. Como dijo un lector de una de nuestras columnas en un tuit, hemos querido ofrecer un enfoque “coral” de los temas. En este sentido, concebimos nuestros escritos como un híbrido entre lo informativo y lo analítico en el que damos lugar a las observaciones de colegas a través de nuestras preguntas, y luego convertimos la pluralidad de respuestas sobre una serie de temas en una narrativa coherente.

El texto resultante ha sido indudablemente informado por nuestra posición como personas del Sur Global, que alcanzaron la mayoría de edad intelectual y política en el tumultuoso período que va desde el cierre del siglo XX hasta el comienzo del XXI. En ese período, Argentina –nuestro país de origen– pasó de una sangrienta dictadura, culpable de crímenes de lesa humanidad, a una primavera democrática que instauró una de las instancias de justicia restaurativa más influyentes del último medio siglo. El arco que va desde haber sido testigos de los efectos de la censura y la represión por cuenta del Estado, y la concomitante autocensura como forma de supervivencia, hasta experimentar los beneficios del Estado de derecho democrático tanto para nosotros mismos como para la sociedad, relacionados al legado de los movimientos de derechos humanos de la región, ha dado forma a nuestra visión del papel del trabajo intelectual en la vida social. Por ello, en este libro hemos intentado mostrar un amplio abanico de perspectivas de forma inclusiva y de manera de evitar reducir cualquier diversidad.

Por otra parte, la democracia no ha resuelto los problemas de pobreza y desigualdad, de larga duración en América Latina. En consecuencia, la sensibilidad sobre cómo se desarrollan estos problemas en el entorno digital también es fundamental para nuestro relato. Así es como el legado de nuestra propia posición como autores con una historia anclada en un tiempo y lugar determinados ha dado forma al texto que sigue. Un texto cuya existencia no habría sido posible sin la generosidad de los académicos cuyo trabajo mostramos, y a los que este libro está dedicado, tanto por su participación en este improbable viaje de escritura como por la comunidad que hace de la academia un espacio sobre el cual merece la pena que escribamos.

1. Tres entornos, una vida

Durante los primeros meses de 2020, los habitantes de las ciudades de todo el mundo experimentaron algo que nunca había sucedido: una pandemia. Las medidas de cuarentena y aislamiento que se adoptaron para contenerla les hicieron trasladar aspectos importantes de su vida cotidiana de las calles a las pantallas. La vida no se detuvo, sino que se mudó a otro lugar.

La escala y el alcance de esta transformación no tienen precedentes. Las escuelas, los lugares de trabajo, los estadios deportivos, los teatros, las salas de baile, los lugares de culto, las tiendas, los centros comerciales y los gimnasios, entre otros tipos de locales, se vaciaron. Además, las visitas a los supermercados, a otros negocios esenciales y a los hospitales se vieron drásticamente alteradas. A cambio de este abandono de los espacios urbanos entre aquellos que podían permitírselo o cuyos trabajos lo permitían, hubo un tsunami de tiempo y energía dedicados a pantallas personales, a través de las cuales los individuos realizaban sus estudios, trabajo, entretenimiento, oración, ejercicio, socialización y citas. También acudieron a la pantalla a niveles mucho mayores que antes para comprar una amplia gama de productos, para consultar a sus proveedores de atención médica sobre cualquier cosa que no requiriera un tratamiento en persona, e incluso para darles la bienvenida a nuevos integrantes de la familia y despedir a los seres queridos. La vida empezaba y terminaba en la pantalla, la mayoría de las veces de forma metafórica, pero en ocasiones también de forma literal.

Aunque extraordinario en escala y alcance, este proceso no carecía de antecedentes. Por el contrario, se construyó sobre el avance constante hacia la digitalización de la vida cotidiana, que fue posible en parte por las innovaciones en las tecnologías de información y comunicación que han tenido lugar en las últimas décadas y se han acelerado desde el inicio del siglo XXI. De hecho, es en parte porque una proporción significativa de la población estaba tan acostumbrada a interactuar con amigos y familiares a través de mensajes de texto y redes sociales, a trabajar y estudiar en la computadora, a leer las noticias en formato digital y a ver películas en servicios de streaming, a encontrar pareja en aplicaciones de citas y a comprar en tiendas online, que el repentino cambio de la calle a la pantalla fue relativamente efectivo a pesar de su carácter radical y no planificado.

En nuestra opinión, la pandemia de covid-19 hizo más visible una tendencia en evolución según la cual la mayoría de las personas en las sociedades contemporáneas se desenvuelven en tres entornos: natural, urbano y digital. Mientras que los dos primeros existen desde hace mucho tiempo, el tercero es todavía nuevo y evoluciona rápidamente. Hemos escrito este libro para ofrecer una forma sencilla y original de dar sentido a sus principales dinámicas, tal y como se manifiestan en aspectos clave de la vida social. Para ello, hemos recurrido al trabajo de algunos de los principales especialistas que han estudiado las distintas dimensiones de estos aspectos y hemos destacado los rasgos comunes fundamentales que surgen de sus dispares programas de investigación.

Estos entornos están interconectados, como hemos visto cuando grupos de activistas organizan protestas tanto en las calles como en internet para luchar contra el calentamiento global. Además, un acontecimiento en el entorno natural (la aparición de un nuevo virus) hizo que los patrones de vida social que hasta entonces habían sido normales en los entornos urbanos se convirtieran en una amenaza para la vida, y llevó a quienes tenían ocupaciones que lo permitían y acceso a la infraestructura adecuada a buscar alternativas digitales para gran parte de sus interacciones sociales. Aunque los escenarios contrafácticos son siempre complicados, imaginemos por un momento qué habría pasado con la vida social si la misma pandemia hubiera tenido lugar apenas medio siglo antes. En esa época, la mayoría de los hogares urbanos estaban equipados con un teléfono fijo y con televisores y radios que transmitían un puñado de canales y emisoras cada uno. La vida social no se habría detenido del todo, pero con toda probabilidad se habría ralentizado y estrechado de manera considerable.

Este escenario contrafáctico también señala los diferentes patrones temporales de evolución de los entornos natural, urbano y digital. Durante cientos de miles de años, los seres humanos tuvieron una existencia nómada. Cazaban, pescaban y se alimentaban para subsistir, disfrutando de las bondades del entorno natural que también los condicionaba. La lluvia y la sequía, el calor y el frío afectaban la vida cotidiana de forma decisiva durante ese período. Hace aproximadamente diez mil años, el ser humano comenzó a desarrollar la agricultura y a adoptar un modo de vida más sedentario. Con el subsiguiente crecimiento de aldeas, pueblos y, posteriormente, ciudades, la vida cotidiana de un número cada vez mayor de individuos pasó a depender de la dinámica del entorno urbano. Desde entonces, el diseño y el crecimiento de las ciudades han ido configurando y siendo configurados por una variedad de cuestiones, como el comercio, la educación, el crimen, el ocio, la pobreza y las relaciones raciales y étnicas, entre otras.

Sin embargo, a pesar de todas estas interconexiones entre los tres entornos, vale la pena poner en primer plano el entorno digital y mantener en segundo plano sus conexiones con los entornos natural y urbano. Esto es posible, en parte, debido a que el entorno digital tiene una historia mucho más corta que sus contrapartes natural y urbana. Las tecnologías de medios, información y comunicación existen desde hace mucho tiempo. Pero hasta mediados del siglo XX, su desarrollo y evolución se produjeron principalmente en dos formatos. Por un lado, existían alternativas de comunicación uno a uno, como el correo, el telégrafo y el teléfono. Por otro lado, los llamados “medios de masas” –como los libros, los diarios y las películas, así como los programas de radio y televisión– ofrecían la posibilidad de comunicar de uno a muchos. Además, las diferentes tecnologías eran en gran medida independientes entre sí en cuanto a su infraestructura y funcionamiento y, lo que es más importante para los fines actuales, respecto a cómo las usaban y experimentaban las personas. Sin embargo, a mediados del siglo XX, una combinación de innovaciones tecnológicas y culturales puso en marcha cambios fundamentales que alterarían la vida social hasta décadas después.

La trayectoria de la informática moderna ha evolucionado desde los artefactos grandes y especializados de la primera mitad del siglo XX, representados en la cultura popular por inventos como la máquina Enigma, de Alan Turing, exhibida en la película de 2014 El código Enigma, hasta los diminutos y polifacéticos smartphones que miles de millones de personas de todo el mundo llevan todos los días en sus bolsillos. En 1945, la revista Atlantic Monthly publicó “As we may think” [Como podríamos pensar], uno de los ensayos más influyentes de la historia de la informática, escrito por Vannevar Bush, entonces director de la Oficina de Investigación y Desarrollo Científico de los Estados Unidos. Bush presenta el concepto del Memex, un dispositivo que permitiría a cualquier individuo organizar y acceder a su propia biblioteca personal, y cambiante, de elementos de conocimiento interconectados. Lo que entonces era una visión futurista se ha hecho realidad en recursos en internet como Wikipedia, utilizada por cientos de millones de personas de forma regular.

El período en el que Bush escribió su ensayo fue también el punto de partida de una importante transformación cultural en la evolución de tecnologías de medios. Fred Turner, profesor de la Universidad de Stanford, expone en The democratic surround: Multimedia and American liberalism from World War II to the psychedelic sixties [El envoltorio democrático: Multimedia y liberalismo estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial hasta los psicodélicos años sesenta] que, a mediados del siglo XX, un grupo de intelectuales y artistas preocupados por el potencial autoritario de los medios de masas concibieron sistemas multimedia alternativos que rodearan a sus usuarios y les permitieran disfrutar de experiencias más democráticas. Este “envoltorio democrático” se plasmó por primera vez en las exposiciones de los museos en la década de 1950, se reimaginó en la contracultura de los años sesenta y setenta, se transformó en las primeras comunidades virtuales de los ochenta y noventa, y finalmente se manifestó en el diseño de las plataformas de redes sociales en los albores del siglo XXI. Bajo las diferencias entre las diversas mutaciones de esta noción envolvente subyace el hilo conductor de una comunicación de muchos a muchos, basada en saltos cuánticos de la potencia informática disponible, a través de dispositivos móviles, conectados en red, portátiles y casi omnipresentes.

El entorno digital ha surgido en la intersección de los desarrollos tecnológicos en la informática y los cambios culturales en la comunicación, que hicieron no solo posible sino también deseable la combinación de circulación de información de uno a uno, de uno a muchos y de muchos a muchos en la vida social. Este entorno tiene cuatro características definitorias: totalidad, dualidad, conflicto e indeterminación.

Las cuatro características del entorno digital

La idea de totalidad alude al hecho de que, aunque el entorno digital está conformado por artefactos discretos –desde dispositivos móviles hasta torres de servidores, y desde redes sociales hasta algoritmos de búsqueda–, la mayoría de las personas lo viven como un sistema global de posibilidades técnicas y sociales interconectadas que interviene, directa o indirectamente, en casi todas las facetas de la vida cotidiana. Muchas personas empiezan el día consultando sus teléfonos inteligentes no bien se despiertan y terminan maratoneando su programa favorito en una plataforma de video hasta que se quedan dormidas. En el medio, sus vidas están ocupadas por un amplio abanico de prácticas laborales, educativas, de ocio y relacionales llevadas a cabo mediante tecnologías digitales. Los individuos suelen entrar y salir de las múltiples aplicaciones disponibles en un conjunto de dispositivos de forma fluida, integrando estas diversas tecnologías en una experiencia holística. Esto no siempre fue así con tecnologías anteriores. Nick Couldry y Andreas Hepp, profesores de la London School of Economics and Political Science y de la Universidad de Bremen, respectivamente, muestran en The mediated construction of reality [La construcción mediada de la realidad] que esta totalidad es en parte el resultado de una profundización del proceso de mediatización que distingue a los medios digitales de sus homólogos mecánicos y eléctricos, en los que leer un periódico, enviar un telegrama, mirar la televisión e incluso utilizar un procesador de textos se experimentaban de manera más autónoma.

Esta totalidad es posible, en parte, porque el entorno digital no solo incluye nuevas opciones digitales, sino que también incorpora formas y lógicas mediáticas más antiguas y las remodela en un proceso semejante a la “remediación” que analizan Jay Bolter y Richard Grusin, profesores del Instituto Tecnológico de Georgia y la Universidad de Wisconsin en Milwaukee, respectivamente, en su libro sobre los nuevos medios. El teléfono inteligente es quizá el símbolo y facilitador por excelencia de este proceso. Lo utilizamos para escribir mensajes, leer las noticias, mirar videos, escuchar podcasts, jugar, realizar actividades laborales y escolares y comunicarnos con la familia, las amistades y los conocidos mediante voz, texto y video. Sin embargo, no realizamos estas prácticas desde cero, sino en relación con la forma en que solíamos escribir cartas y enviar telegramas; leer periódicos impresos; mirar programas de televisión; escuchar la radio; jugar a juegos de mesa; utilizar bolígrafo, papel, calculadoras y otras herramientas para la educación y el trabajo, y hablar con nuestros contactos a través de la telefonía fija.

La noción de dualidad señala que el entorno digital, al igual que su contraparte urbana, se construye y se mantiene en la vida cotidiana socialmente; pero a la vez se percibe como una entidad autosuficiente cuyo diseño e implementación tienen consecuencias más allá del control de las personas comunes. En su libro clásico La construcción social de la realidad, Peter Berger y Thomas Luckmann proponen que los individuos y los grupos crean rutinas y convenciones a través de sus interacciones y las justificaciones de sus acciones. Sin embargo, una vez que esas rutinas y convenciones se institucionalizan y se transmiten a las nuevas generaciones, se perciben como externas a las generaciones subsiguientes y, por lo tanto, capaces de influir en ellas de forma un tanto autónoma. Del mismo modo, el entorno digital es continua y socialmente construido, a la vez que es percibido por las personas como algo externo a ellas. Los dispositivos y las aplicaciones que lo componen no caen del cielo ni brotan de la tierra, sino que son producto del ingenio y el trabajo humanos. La corriente aparentemente constante de innovaciones y el incesante ritmo de cambio del último cuarto de siglo refuerzan aún más la centralidad del carácter socialmente construido del entorno digital. Sin embargo, la mayor parte del tiempo la mayoría de los individuos experimentan el entorno digital como un conjunto de tecnologías con limitaciones bastante fijas, que no pueden cambiar y que tienen consecuencias particulares en sus vidas sociales, a menudo reforzando patrones de desigualdad de larga data, como ha demostrado la profesora de la Universidad de Princeton Ruha Benjamin, en relación con cuestiones étnicas y raciales, en su libro Race after technology: Abolitionist tools for the new Jim Code [La raza después de la tecnología: Herramientas abolicionistas para el nuevo código Jim Crow].[2]

Esto se debe a que los individuos y los grupos no construyen el entorno digital en un vacío social, sino desde posiciones situadas dentro de formaciones estructurales ya existentes, moldeadas por factores como el género, la raza y la etnia, la edad, la clase social y el nivel educativo, entre otros. Estos factores suelen estar insertos en las tecnologías que dichos individuos y grupos construyen, dando forma a sus decisiones de diseño y a las suposiciones que hacen sobre sus usuarios y usuarias. Los algoritmos de los motores de búsqueda, por ejemplo, han ofrecido resultados moldeados por la discriminación racial, étnica y de género, como demuestra Safiya Umoja Noble, profesora de la Universidad de California en Los Ángeles, en Algorithms of oppression: How search engines reinforce racism [Algoritmos de opresión: Cómo los motores de búsqueda refuerzan el racismo]. Sin embargo, los creadores y usuarios de estas tecnologías tienen agencia para resistir estos diseños, adaptarlos de forma creativa y, en ocasiones, también reconstruirlos. Tal vez en ningún lugar haya sido esto más evidente que en la práctica de los hackers, como Gabriella Coleman, profesora de la Universidad de Harvard, analiza en Coding freedom: The ethics and aesthetics of hacking [Codificar la libertad: La ética y la estética del hacking]. Esta interacción entre la repetición de las formaciones estructurales y la fuerza compensatoria de la agencia –señalada por Anthony Giddens (profesor emérito de la London School of Economics and Political Science) como un aspecto fundamental de las sociedades modernas– es también constitutiva de las dinámicas de la dualidad del entorno digital.