El filibusterismo - José Rizal - E-Book

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José Rizal

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Beschreibung

El filibusterismo es la segunda novela escrita por José Rizal y es la continuación de Noli me tangere. Comenzó a escribirla en octubre de 1887, mientras ejercía la medicina en Calambá.

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El Filibusterismo José Rizal

EL FILIBUSTERISMO

(Continuacion del Noli me tángere)

Novela Filipina.

Facilmente se puede suponer que un filibustero ha hechizado en secreto á la liga de los fraileros y retrógrados para que, siguiendo inconscientes sus inspiraciones, favorezcan y fomenten aquella política que solo ambiciona un fin: estender las ideas del filibusterismo por todo el país y convencer al último filipino de que no existe otra salvacion fuera de la separacion de la Madre-Patria.

Ferdinand Blumentritt.

GENT,

Boekdrukkerij F. MEYER-VAN LOO, Vlaanderenstraat, 66.

1891.

A LA MEMORIA

de los Presbíteros, don Mariano GOMEZ (85 años), don José BURGOS (30 años) y don Jacinto ZAMORA (35 años).

EJECUTADOS EN EL PATÍBULO DE BAGUMBAYAN,

el 28 de Febrero de 1872.

La Religion, al negarse á degradaros, ha puesto en duda el crímen que se os ha imputado; el Gobierno, al rodear vuestra causa de misterio y sombras, hace creer en algun error, cometido en momentos fatales, y Filipinas entera, al venerar vuestra memoria y llamaros mártires, no reconoce de ninguna manera vuestra culpabilidad.

En tanto, pues, no se demuestre claramente vuestra participacion en la algarada caviteña, hayais sido ó no patriotas, hayais ó no abrigado sentimientos por la justicia, sentimientos por la libertad, tengo derecho á dedicaros mi trabajo como á víctimas del mal que trato de combatir. Y mientras esperamos que España os rehabilite un día y no se haga solidaria de vuestra muerte, sirvan estas páginas como tardía corona de hojas secas sobre vuestras ignoradas tumbas, y todo aquel que sin pruebas evidentes ataque vuestra memoria, ¡que en vuestra sangre se manche las manos!

J. RIZAL.

I

SOBRE-CUBIERTA

Sic itur ad astra.

En una mañana de Diciembre, el vapor Tabo subía trabajosamente el tortuoso curso del Pasig conduciendo numerosos pasageros hácia la provincia de la Laguna. Era el vapor de forma pesada, casi redonda como el tabù de donde deriva su nombre, bastante sucio apesar de sus pretensiones de blanco, magestuoso y grave á fuerza de andar con calma. Con todo, le tenían cierto cariño en la comarca, quizás por su nombre tagalo ó por llevar el caracter peculiar de las cosas del pais, algo así como un triunfo sobre el progreso, un vapor que no era vapor del todo, un organismo inmutable, imperfecto pero indiscutible, que, cuando más quería echárselas de progresista, se contentaba soberbiamente con darse una capa de pintura.

Y ¡si el dichoso vapor era genuinamente filipino! ¡Con un poquito de buena voluntad hasta se le podía tomar por la nave del Estado, construida bajo la inspeccion de Reverendas é Ilustrísimas personas!

Bañada por el sol de la mañana que hacía vibrar las ondas del río y cantar el aire en las flexibles cañas que se levantan en ambas orillas, allá va su blanca silueta agitando negro penacho de humo ¡la nave del Estado, dicen, humea mucho tambien!... El silbato chilla á cada momento, ronco é imponente como un tirano que quiere gobernar á gritos, de tal modo que dentro nadie se entiende. Amenaza á cuanto encuentra; ora parece que va á triturar los salambaw, escuálidos aparatos de pesca que en sus movimientos semejan esqueletos de gigantes saludando á una antidiluviana tortuga; ora corre derecho ya contra los cañaverales, ya contra los anfibios comederos ó kárihan, que, entre gumamelas y otras flores, parecen indecisas bañistas que ya con los piés en el agua no se resuelven aun á zambullirse; á veces, siguiendo cierto camino señalado en el río por troncos de caña, anda el vapor muy satisfecho, mas, de repente un choque sacude á los viajeros y les hace perder el equilibrio: ha dado contra un bajo de cieno que nadie sospechaba...

Y, si el parecido con la nave del Estado no es completo aun, véase la disposicion de los pasajeros. Bajo-cubierta asoman rostros morenos y cabezas negras, tipos de indios, chinos y mestizos, apiñados entre mercancías y baúles, mientras que allá arriba, sobre-cubierta y bajo un toldo que les protege del sol, estan sentados en cómodos sillones algunos pasajeros vestidos á la europea, frailes y empleados, fumándose sendos puros, contemplando el paisaje, sin apercibirse al parecer de los esfuerzos del capitan y marineros para salvar las dificultades del río.

El capitan era un señor de aspecto bondadoso, bastante entrado en años, antiguo marino que en su juventud y en naves más veleras se había engolfado en más vastos mares y ahora en su vejez tenía que desplegar mayor atencion, cuidado y vigilancia para orillar pequeños peligros... Y eran las mismas dificultades de todos los días, los mismos bajos de cieno, la misma mole del vapor atascada en las mismas curvas, como una gorda señora entre apiñada muchedumbre, y por eso á cada momento tenía el buen señor que parar, retroceder, ir á media máquina enviando, ora á babor ora á estribor, á los cinco marineros armados de largos tikines para acentuar la vuelta que el timon ha indicado. ¡Era como un veterano que, despues de guiar hombres en azarosas campañas, fuese en su vejez ayo de muchacho caprichoso, desobediente y tumbon!

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