El líder sabio - Alejandro Bullón - E-Book

El líder sabio E-Book

Alejandro Bullón

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El mundo necesita de líderes sabios. "Sin liderazgo sabio, la nación se hunde", declaró el más sabio de los reyes. Se necesitan líderes capaces de conquistar el corazón de sus liderados; de ser amados, admirados y seguidos. Líderes que inspiren y sirvan como referentes para los que vienen después de ellos; que influyan y transformen la vida de aquellos que los rodean. Pero ¿cómo podemos ser líderes sabios? En esta obra se detalla, a través de ejemplos bíblicos y otros actuales, cuáles son las características de un líder sabio: busca a Dios; tiene motivaciones sanas; sabe decidir; es consciente de su valor; es soñador, honesto y humilde, entre otras virtudes. Te animo a comenzar el recorrido para convertirte en un verdadero líder sabio para la gloria de Dios. De este modo, podrás experimentar en tu propia vida las palabras del salmista: "El principio de la sabiduría es el temor al Señor" (Prov. 1:7).

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Seitenzahl: 189

Veröffentlichungsjahr: 2020

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El líder sabio

Principios bíblicos de liderazgo

Alejandro Bullón

Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.

Índice de contenido
Tapa
El líder sabio
El líder sabio busca a Dios
El líder sabio tiene motivaciones sanas
El líder sabio sabe decidir
El líder sabio es consciente de su valor
El líder sabio es un soñador
El líder sabio es honesto
El líder sabio es humilde
El líder sabio se relaciona bien
El líder sabio es justo
El líder sabio resuelve problemas
El líder sabio no juzga por las apariencias

El líder sabio

Principios bíblicos de liderazgo

Alejandro Bullón

Dirección: Martha Bibiana Claverie

Diseño del interior: Carlos Schefer

Diseño de tapa: Nelson Espinoza

Ilustración: Shutterstock (Banco de imágenes)

Libro de edición argentina

IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina

Primera edición, e - Book

MMXX

Es propiedad. © 2017, 2020 Asociación Casa Editora Sudamericana.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 978-987-798-221-3

Bullón, Alejandro

El líder sabio: Principios bíblicos de liderazgo / Alejandro Bullón / Dirigido por Martha Bibiana Claverie. - 1ª ed. - Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2020.

Libro digital, EPUB

Archivo digital: Online

ISBN 978-987-798-221-3

1. Cristianismo. 2. Liderazgo. I. Claverie, Martha Bibiana, dir. II. Título.

CDD 262.1

Publicado el 15 de julio de 2020 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

Tel. (54-11) 5544-4848 (Opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)

E-mail: [email protected]

Web site: editorialaces.com

Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.

El líder sabio

“Sin liderazgo sabio, la nación se hunde; la seguridad está en tener muchos consejeros” (Proverbios 11:14, NTV).

El mundo necesita de líderes sabios. “Sin liderazgo sabio, la nación se hunde”, declaró el más sabio de los reyes. Se necesitan líderes capaces de conquistar el corazón de sus liderados, de ser amados, admirados y seguidos. Líderes que inspiren y sirvan como referentes para los que vienen después de ellos; que influyan y transformen la vida de aquellos que los rodean.

En este libro, me dirijo a la esencia del alma humana, a los rincones escondidos del corazón, por una razón: existe en lo profundo del alma de todos el deseo de liderar. Y de hecho lo hacemos de alguna forma: en la familia, en el círculo de amigos, en el trabajo, en la escuela, en el vecindario, en fin...

Sin embargo, hay una idea errada del liderazgo. Muchos creen que liderar es ser el primero, el jefe, el que emite órdenes. Tal vez por eso el liderazgo fascine, atraiga y cautive. ¿Quién no desearía ser nombrado presidente, gerente o director? Pero, al mismo tiempo, surge la dolorosa pregunta: ¿Puede un buen cristiano desear ser el primero? ¿No es este un deseo humano y carnal?

Ernesto es el típico dirigente que niega sus aspiraciones y entierra sus deseos de ser un líder. Nombrado presidente, lloró diciendo que nunca pensó en serlo. En el fondo de su ser siempre había soñado con el cargo, pero su inconsciente le decía que sus aspiraciones no eran espirituales. Aceptó el desafío diciendo que lo hacía porque esa era la voluntad de Dios. Pero cuatro años después, al no ser reelegido, volvió a llorar diciendo que la comisión de nombramientos había sido injusta con él.

En los tiempos de Cristo no era diferente. Un día, mientras Jesús se dirigía hacia Capernaúm, sus discípulos quedaron rezagados en el camino discutiendo quién de entre ellos debería ser el líder. Marcos relata este incidente de la siguiente manera:

“Llegaron a Cafarnaúm, y cuando ya estaban en la casa, Jesús les preguntó: ¿Qué tanto discutían ustedes en el camino? Ellos se quedaron callados, porque en el camino habían estado discutiendo quién de ellos era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, deberá ser el último de todos, y el servidor de todos”.1

Es evidente la confusión de los discípulos con relación al liderazgo. Ellos deseaban el cargo, pero pensaban que ser “el primero”, “el mayor”, “el más importante” o “el líder” no condecía con la humildad del cristiano. Por eso dejaron que Jesús se fuera adelante, y ellos quedaron atrás, a propósito. Se sentían tentados a discutir algo que en el fondo consideraban “errado”...

Sin embargo, el Maestro se percató de la confusión de sus discípulos. Conocía la intención oculta de sus corazones y, al llegar a casa, los reunió para discutir el asunto sin subterfugios.

–¿Qué tanto discutían ustedes por el camino? –les preguntó.

Y ellos quedaron en silencio porque sabían que habían discutido sobre quién de ellos debería ser el líder, el primero. Se sentían culpables. No dijeron una palabra.

Frente al silencio de los discípulos, Jesús les explicó que el problema no radicaba en el deseo de ser líder, sino en las motivaciones para querer serlo. Ellos, como muchos hoy, pensaban que ser líder era ocupar un lugar privilegiado, dar órdenes y gozar de ventajas que la mayoría no tenía. Pero Jesús les dijo que no había nada de malo en desear el liderazgo, siempre que se tuviera la idea correcta de lo que significaba.

–Si alguno quiere ser el primero, deberá ser el último de todos, y el servidor de todos –les dijo.

En esta declaración de Jesús, encontramos la teología del liderazgo. Jesús no enseñó que el deseo de ser líder fuera pecaminoso. Mostró las motivaciones correctas: el amor y el servicio.

Liderar es amar y servir. Sin duda Jesús fue el más grande líder de la historia. Porque nadie amó ni sirvió como él. Su vida fue una inspiración para millones y millones de seres humanos. Él quebró los parámetros establecidos por la sociedad en que vivía, y conquistó millones de seguidores.

Desde esta perspectiva, liderar no es empujar, sino INSPIRAR. No es ordenar ni mandar. Es hacer que las personas sientan ganas de realizar las cosas. El líder tiene que ser capaz de amar y ser amado, de modo que las personas se sientan compelidas a seguirlo hasta el fin.

Liderazgo y sabiduría

Este tipo de liderazgo es propio solo de hombres y mujeres sabios. Es imposible hablar del liderazgo sin hablar de la sabiduría. La teología del liderazgo está estrechamente relacionada con el tema de la SABIDURÍA. Cuando Salomón fue llamado a conducir al pueblo de Israel, lo primero que pidió a Dios fue sabiduría. Las Sagradas Escrituras narran el incidente de la siguiente manera:

“Pero una noche en que Salomón dormía en Gabaón, el Señor se le apareció en sueños y le dijo: ‘Pídeme lo que quieras que yo te conceda’. Entonces Salomón dijo: ‘Tu misericordia siempre acompañó a tu siervo, mi padre David, porque se condujo delante de ti con sinceridad, y fue un hombre justo y te entregó su corazón. Tú has sido misericordioso con él porque le has concedido que un hijo ocupe su trono, como hoy podemos verlo. Ahora, Señor y Dios mío, tú me has puesto en el trono que ocupó mi padre, David. Reconozco que soy muy joven, y que muchas veces no sé qué hacer. Este siervo tuyo se halla en medio del pueblo que tú escogiste, y que es tan numeroso que es imposible contarlo. Yo te pido que me des un corazón con mucho entendimiento para gobernar a tu pueblo y para discernir entre lo bueno y lo malo. Porque ¿quién es capaz de gobernar a este pueblo tan grande?’ ”2

La expresión “un corazón con mucho entendimiento” puede ser traducida también como “un corazón sabio”. En el original hebreo, la palabra usada para “mucho entendimiento” es jokmaj, que puede ser traducida como “sabiduría”, “sentido común”, “equilibrio”, “prudencia” y “buen juicio”. Estos son atributos esenciales no solo al liderazgo, sino también a la propia vida. Hay personas fracasadas, frustradas e infelices porque no saben vivir. Existir no es vivir. Vivir es un arte que requiere sabiduría. ¡Cuánto más el liderar!

Pero la sabiduría, en el entendimiento de Salomón, no es solamente la suma de conocimiento, sino la habilidad para usarlo. El conocimiento tiene que ver con la teoría de las cosas. La sabiduría sale del frío papel y entra en el terreno de la vida. Existen personas que saben mucho acerca de la teoría del liderazgo pero, lamentablemente, no la saben usar.

Los Proverbios y la sabiduría

Cualquier persona llamada a liderar debería estudiar el libro de los Proverbios. Este libro es un llamado a la sabiduría. Las palabras sabio o sabiduría aparecen mencionadas por lo menos 120 veces en el libro. Proverbios forma parte del grupo de libros que los estudiosos de la Biblia llaman “literatura de sabiduría”, o sapiencial, del Antiguo Testamento, y del cual forman parte también los libros de Eclesiastés y de Job.

En estos libros se enseña cómo enfrentar y tratar con las cuestiones más difíciles de la vida. Se presentan las respuestas desde el punto de vista divino. Porque la vida del líder está llena de interrogantes; incidentes que no entiendes. Con frecuencia, te preguntas por qué sucede lo que sucede. Y como dirigente, necesitas saber las respuestas.

Esa es la razón por la que Salomón, al ser llamado para dirigir al pueblo de Israel, pidió sabiduría. La sabiduría es un don que viene del Señor3 y se relaciona con la obediencia a las enseñanzas divinas.4

En los libros de Job, Proverbios y Eclesiastés, “La sabiduría es mejor que las piedras preciosas”.5 “El temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal, la inteligencia”.6 La verdadera sabiduría capacita al líder para enfrentar con equilibrio las vicisitudes de la vida. Solamente al contemplar a Dios y confiar en él, el líder puede relacionarse sabiamente con las frustraciones, y las dificultades de la existencia.

La sabiduría es un don indispensable para quien desea liderar. El verdadero líder buscará sabiduría como la tierra del desierto busca el agua de la lluvia. Voy a ilustrarlo de la siguiente manera. Una mañana, mientras te diriges al trabajo, ves en la carretera a una anciana que pide que la lleven. A juzgar por las ropas que viste, la mujer es pobre, y por el aspecto del rostro, está muy enferma. Tienes prisa, sin embargo, tu corazón habla más alto y detienes tu vehículo. Ella te pide que la dejes en el hospital más cercano. Percibes que se encuentra muy mal y pisas el acelerador a fondo. Durante el corto trayecto, inadvertidamente, ella coloca un papel en tu bolsillo. Al llegar al hospital, la anciana muere.

A la noche, en casa, encuentras el papel, que dice: “Soy una mujer solitaria. El único hijo que tuve, me abandonó hace muchos años. Él no sabe que recibí una herencia. Tengo un millón de dólares depositados en la caja de seguridad del banco tal. La clave de la caja es PX402. Si me prestaste socorro, el dinero es tuyo”.

¿Qué harías? ¿Tirarías el papel? ¿Pensarías que aquella mujer sería incapaz de tener un millón de dólares? ¿O correrías al banco, para ver si es verdad? ¡Nadie sería tan loco de hacer caso omiso de una fortuna semejante! Y ahora observa lo que la Biblia dice acerca de la sabiduría: “Más preciosa es que las piedras preciosas: ¡Nada que puedas desear se puede comparar con ella!” (Prov. 3:15).

La sabiduría no es un producto humano

Hay algunos mitos con relación a la sabiduría. Existen personas que creen que la sabiduría es el fruto de los años, de un título universitario o del cargo que se ocupa. Creo que todos estos son factores que ayudan a desarrollar y cultivar la sabiduría, pero no son factores determinantes. Cuando una persona deposita su confianza respecto de la sabiduría en su edad, en un título académico o en el cargo que ocupa, corre el riesgo de frustrarse. La sabiduría es un don divino, que el Señor concede a los que lo buscan con sinceridad y humildad de corazón.

El mito del título académico

La sabiduría no está relacionada con el título académico. Hay gente que cree que cuantos más títulos académicos tenga, mayor sabiduría poseerá. Esto no es verdad. La persona que ha estudiado más posee más condiciones de desarrollar la sabiduría, pero una cosa no tiene necesariamente que ver con la otra. Existe gente que tiene varios títulos doctorales pero que, sin embargo, no es sabia; comete constantemente errores calamitosos por falta de sabiduría; el orgullo y la soberbia oscurecen su entendimiento al punto de no percibir la realidad. Todo el mundo se ríe de ese tipo de dirigentes, pero ellos parecen no percibir el papel bochornoso que están cumpliendo. Se esconden detrás del título que poseen, para dar rienda suelta al descontrol emocional. Por eso la Sagrada Escritura dice: “Abominable es para Jehová todo altivo de corazón; ciertamente no quedará impune”.7

La expresión que el autor de los Proverbios usa en este versículo para referirse al arrogante de corazón es muy dura: “Abominable”. Esta palabra, en hebreo to’ebah, significa repugnante, detestable, siniestro, peligroso. Cuando ves a una persona soberbia, además de detestable es peligrosa y siniestra.

Piensa en Hitler, por ejemplo. Se sentía Dios. Mandó a matar a miles de personas en su loco deseo de establecer una raza “superior”. Piensa en Friedrich Nietzsche, que desafió al mismo Dios; y quienes convivían con él no soportaban su temperamento.

Ya pasaron muchos años desde la muerte de ambos. ¿Cuál fue la historia que escribieron y legaron? El primero desapareció misteriosamente; algunos dicen que murió enloquecido y destruido por la sífilis. El segundo pasó sus últimos días aferrado a la estatua de un caballo, gritando: “¡Soy Dios!, ¡soy Dios!”

La arrogancia es el camino directo a la desdicha. El arrogante pierde la noción de quién es. En su delirio de parecer grande, no percibe la imagen grotesca y ridícula que proyecta; olvida que quien quiera ser grande un día, necesitará ser pequeño para poder crecer. Pero en el concepto propio, él nace grande, es grande, es mucho mayor que cualquier otro mortal. Irónicamente, la gente no lo ve así, y no lo trata como le gustaría ser tratado; por más que él exija, reclame y, si tiene poder, hasta obligue.

Esta percepción de “no aceptación” por parte de las personas mina dolorosamente su mundo interior. En la cámara secreta de su alma, vaga de un lado a otro obcecado por su título académico... y abrumado por el vacío. El resultado, casi siempre, es la prepotencia, el autoritarismo y el radicalismo que él pretende llamar “liderazgo”.

El mito de la edad

Otro mito es que la sabiduría está relacionada con la edad. Una persona que ha vivido más, tiene mayores condiciones de desarrollar la sabiduría. Pero hay personas que pasan por la vida sin aprender nada. Envejecen tristemente atadas a sus recuerdos, quejándose de la vida y de la gente, argumentando que no fueron justos con ellas, y rumiando amargura y descontento. Conozco jóvenes sabios, y ancianos faltos de sabiduría.

A estas alturas de mi vida, aprendí viviendo, sufriendo y equivocándome. Aprendí observando y escuchando. Aprendí de las lágrimas y de las sonrisas. Aprendí que la vida puede ser alegría o tristeza, derrota o victoria, vida o muerte. Depende de la manera en que reaccionas ante las circunstancias. Si tu corazón se sumerge en el pesimismo, no esperes nada mejor de la vida. Si te pasas diciendo que las cosas van a ir mal, lo único seguro es que tu vida se volverá el cumplimiento de tu “profecía”. Las cosas con seguridad van a ir mal.

Salomón afirma: “Todos los días del desdichado son difíciles; mas el corazón contento tiene un banquete continuo”.8 No tengas miedo de envejecer. Pero hazlo con sabiduría. Mira al horizonte como si fueras un joven de veinte años. Despierta cada mañana lleno de sueños y de proyectos. Haz de tu vida “un banquete continuo”. Pero recuerda que los años, en sí, no te dan sabiduría; la verdadera sabiduría viene del Señor.

El mito del cargo

Un tercer mito es que la sabiduría está relacionada con el cargo o la posición que ocupas. Esto no es verdad. Cuando se toma un voto para nombrarte presidente, director, preceptor o lo que sea, ese voto no incluye el hecho de darte sabiduría. Nadie obtiene sabiduría por voto o por decreto; al contrario, la oportunidad de un cargo es la ocasión en que se revela quién eres. Hay una frase popular que dice: “¿Quieres conocer a una persona? Dale poder”. Es en el poder que el verdadero carácter se revela.

Conocí en cierta ocasión a un joven que fue nombrado para un cargo directivo. Al día siguiente de su nombramiento, entré a su oficina como siempre lo hacía: di dos toques en la puerta y entré. Él levantó la mirada, se quitó los lentes de lectura y me dijo en tono serio: “Vamos a dejar las cosas claras de una vez. No puedes entrar en mi sala sin anunciarte con mi secretaria”.

Mi amigo se revelaba por primera vez como en realidad era. Su administración fue desastrosa; no llegó a completar el segundo año. De hecho, el cargo no da sabiduría a nadie.

Todo empieza con Dios

¡Ser un líder eficaz! ¡No equivocarse! ¡Tomar las decisiones correctas! Eso sería grandioso... Y es simple. Cuando se entiende que la sabiduría no es un producto de fabricación humana.

El libro de Proverbios presenta a la sabiduría como una bella dama que invita a los seres humanos a seguirla. Lo hace en voz alta, desde las alturas de la tierra, en las encrucijadas de los caminos y en las puertas de las ciudades. “¿Acaso no está llamando la sabiduría? ¿Qué, no deja oír su voz la inteligencia? Se para en las colinas, junto al camino; se queda esperando en las encrucijadas. Deja oír su voz a un lado de las puertas; a la entrada misma de la ciudad exclama”.9

El líder que desea ser sabio puede serlo. Dios repite una y otra vez, de muchas formas, el hecho de que sin sabiduría nadie puede ser feliz; y mucho menos liderar. El líder sin sabiduría es necio, y no se da cuenta de su triste condición.

La verdadera sabiduría no viene de adentro, sino de Arriba. Por eso la advertencia de Salomón es: “Hijos, escuchen las enseñanzas de su padre; presten atención, y adquirirán entendimiento. Yo les doy buenas enseñanzas; no rechacen mis instrucciones”.10 “Escucha”. En hebreo, la expresión es “presta atención”, que literalmente significa “pon el corazón”, “atiende”.

Generalmente, encuentro dirigentes que sufren y dicen: “No quise equivocarme. No quise hacer esto o aquello”. Y ahora viene Salomón y dice: “Cuando la sabiduría entre en tu corazón, y te deleites con el conocimiento, la discreción te protegerá y la inteligencia cuidará de ti. Te librará del mal camino y de los que dicen cosas perversas, de los que dejan el camino recto para andar por senderos tenebrosos; de los que gozan haciendo el mal, y se alegran de sus actos perversos”.11

¿Forzaría el texto bíblico, si dijera que esos “perversos” son tus impulsos naturales, que te llevan a cometer errores con frecuencia? ¿Deseas verte libre de esos “perversos”? Pues deja que la sabiduría habite en tu corazón. No intentes ser sabio sin Dios. Salomón aconseja: “No seas sabio en tu propia opinión; teme al Señor y apártate del mal. Él será la medicina de tu cuerpo; ¡infundirá alivio a tus huesos!”12

Conocí un joven en mis años de estudiante; un buen muchacho, humilde y temeroso de Dios. Al terminar la secundaria se fue a la universidad, y con el tiempo perdimos el contacto. Un día nos encontramos en la calle. Él me reconoció, pero me dijo que era ateo y que no le hablara más de Dios. Me afirmó que no le faltaba nada: tenía una buena casa, un buen auto, dinero y viajaba adonde quisiera y cuando lo deseara. Era el presidente de una empresa de renombre. “¿Para qué Dios?”, me preguntó, con el corazón lleno de soberbia. Pero cuando le pregunté si se había casado, me respondió que ya iba por el cuarto matrimonio, y que tenía cinco hijos con diferentes mujeres. No le dije nada.

Esa es la sabiduría del mundo. Dinero, poder, fama, brillo, título... Pero corazón vacío.

El que tiene a Dios, sin embargo, es feliz. La sabiduría “¡será la medicina de tu cuerpo! ¡Infundirá alivio a tus huesos!

¡Aprende a ser sabio!

1 Marcos 9:33-35.

2 1 Reyes 3:2-9.

3 Job 28:20, 23, 27; Salmo 111:10.

4 Salmo 37:30, 31; Proverbios 2:1, 2.

5 Proverbios 3:15.

6 Job 28:28.

7 Proverbios 16:5.

8 Proverbios 15:15.

9 Proverbios 8:1-3.

10 Proverbios 4:1, 2.

11 Proverbios 2:10-14.

12 Proverbios 3:7, 8.

El líder sabio busca a Dios

“El principio de la sabiduría es el temor al Señor” (Proverbios 1:7).

La sabiduría es la clave de la excelencia. Y la Biblia declara enfáticamente que Dios es el Señor de la sabiduría. Si alguien desea ser sabio, tiene que buscarlo y vivir con él. “El principio de la sabiduría es el temor al Señor; los necios desprecian la sabiduría y la enseñanza”.13

El principio, el origen, la fuente... No existe otro lugar donde el ser humano pueda encontrar sabiduría, a no ser en Dios. Este es el mismo concepto de otros escritores bíblicos. Santiago también enseña que “si alguno de ustedes requiere de sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios se la da a todos en abundancia y sin hacer ningún reproche.14

Dónde buscar sabiduría

No existe, en sana conciencia, un líder que no busque sabiduría. La diferencia es dónde la busca. Unos creen que la pueden hallar solamente en las universidades, los centros de estudios, los seminarios, las palestras y las conferencias. Tratan de encontrarla en los libros, manuales y tratados. Otros, no ignoran que los estudios sean necesarios, pero buscan la sabiduría en el temor de Dios.

El temor de Dios no es el sentimiento enfermizo del miedo que subyuga, sino la conciencia de que Dios es el Creador; y el ser humano, la criatura. Él es el Padre, y el hombre y la mujer son los hijos. Y, por lo tanto, deben tener en cuenta los consejos divinos para salir victoriosos frente a las circunstancias difíciles. Este sentido de dependencia lleva al líder a buscar a Dios, la Fuente de la verdadera sabiduría.