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El niño que se cayó en un agujero es una dura crítica de la sociedad actual, una fábula sobre la incomunicación y la soledad, la forma en que nos ven los demás y el hecho de que nadie escuche al prójimo, y menos a un niño. Pone a padres, madres, políticos, medios informativos, turistas, militares, curas, personas incapacitadas y un largo etc. en la visión de un niño con un problema al que nadie cree. ¿Cómo va un niño a caerse en un agujero sin poder salir y quedar con medio cuerpo bajo tierra? La clave sin embargo no es esa anécdota simple. La clave reside en la pregunta: ¿Qué es ese agujero?
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Seitenzahl: 81
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Reservados todos los derechos.
Queda prohibido reproducir total o parcialmente esta obra por cualquier medio, sin permiso previo del editor.
Título original: El niño que se cayó en un agujero
© del texto: Jordi Sierra i Fabra
© de esta edición: ASSITEJ España
Edición: ASSITEJ España.
Artes escénicas para la infancia y la juventud
Coordinación de publicaciones:
Javier Hernando, Gonzalo Moreno
Con la colaboración de
Tel. 912061741
email: [email protected]
www.assitej.es
Diseño gráfico: Borja Ramos
Foto de cubierta:
Impresión: Cofás Artes Gráficas, S.A.
ISBN: 978-84-126597-5-7
Depósito legal: M-28098-2021
La primera obra que escribí exclusivamente para teatro fue El camino de las siete lunas. Era el año 1990. La escribí porque en muchas escuelas, hartas de hacer por Navidad o fin de curso siempre las mismas cosas, me pedían algo nuevo, original y exclusivo. Se representó en muchos colegios, sí, pero nadie quiso publicarla como libro en España y tuve que hacerlo en Colombia en 2007 a través de Alfaguara, así que permanece inédita aquí. De todas formas, la primera idea de esta obra había surgido incluso mucho antes, en 1978.
No volví a escribir nada exclusivamente para teatro hasta El niño que se cayó en un agujero.
Sin embargo, muchos de mis libros han sido llevados a escena. Unas veces por escuelas, otras por compañías de aficionados, y muchas más por compañías profesionales. Por ejemplo, Nunca seremos estrellas del rock, Noche de viernes, El dolor invisible, Sin vuelta atrás o Campos de fresas, que incluso se ha convertido en un musical varias veces. De todas ellas, la más famosa ha sido sin duda Kafka y la muñeca viajera, con la curiosidad de que, al dar yo libertad creativa a cada compañía, sin ningún tipo de exclusividad, se ha presentado en una docena de países con una docena de versiones diferentes. Incluso en España hubo dos versiones y lo mismo en Perú. Kafka y la muñeca viajera ha sido un éxito en Italia, Brasil, México, Perú, España (en las cuatro lenguas del Estado por cuatro compañías, aunque con el mismo libreto), Francia (donde se hizo una versión en ballet clásico), y mientras escribo esto está pendiente de estreno en varios países más, comenzando por Suecia y Estonia.
El niño que se cayó en un agujero fue primero una novela. Hice el esquema previo en un arrebato «de inspiración» (falso, la «inspiración» no existe) el 12 de junio de 2005 en Santo Domingo. Estaba tan emocionado con el tema que, en lugar de dejarlo reposar, como suelo hacer, lo escribí de inmediato a mi regreso entre el 25 y el 28 del mismo mes de junio, ya en mi refugio montañés de Vallirana. Cuatro días de brutal fuerza creativa, algo que suele sucederme a menudo. Sabía que era una apuesta arriesgada, por el tema, por lo diferente e inclasificable que era la historia, y el resultado no podía ser otro que el rechazo de varias editoriales. La novela «no encajaba» en sus colecciones. Era infantil, pero demasiado difícil de asimilar. Parecía de humor, pero el final resultaba ser una bofetada en la conciencia adulta. Se salía de lo trillado y eso en un marquetinizado plan editorial mayoritario daba miedo. Finalmente apareció la editorial Zorro Rojo, que sí vio en ella, simplemente, una buena historia, y la publicó en castellano y catalán en abril de 2008.
El niño que se cayó en un agujero es una dura crítica de la sociedad actual, una fábula sobre la incomunicación y la soledad, la forma en que nos ven los demás y el hecho de que nadie escuche al prójimo, y menos a un niño. Pone a padres, madres, políticos, medios informativos, turistas, militares, curas, personas incapacitadas y un largo etc. en la visión de un niño con un problema al que nadie cree. ¿Cómo va un niño a caerse en un agujero sin poder salir y quedar con medio cuerpo bajo tierra? La clave sin embargo no es esa anécdota simple. La clave reside en la pregunta: ¿Qué es ese agujero?
La primera versión teatral de la novela la hizo una compañía de marionetas, El Taller del Parc, en catalán, con el título El barret foradat (El sombrero agujereado) Después han sido algunas escuelas las que han hecho versiones propias, y esto me decidió a convertirla en mi segunda obra teatral exclusiva, para ponerla a disposición de quien lo deseara. En este caso preferí no dejar libertad creativa, porque no quería cambiar ni edulcorar el mensaje principal. El niño que se cayó en un agujero no admite interpretaciones. Es lo que es y contiene mi idea base. El texto que tienes en las manos es el resultado de trasvasar la novela a un escenario y lo escribí entre diciembre de 2018 y enero de 2019. La novela, ya descatalogada en Ediciones Zorro Rojo, puede encontrarse ahora en SiF Editorial, de venta on line mediante descarga o impresa bajo demanda, así que sigue al alcance de cualquier lector.
Espero que las compañías o escuelas futuras que den vida a El niño que se cayó en un agujero disfruten con ella, porque solo así harán disfrutar también a los espectadores de todas las edades que la vean. Y, lo más importante, les harán pensar.
Jordi Sierra i Fabra, 2021
En el escenario, al fondo, unas casas dibujadas en la pared —sin tiendas, solo portales—, una acera bajo ellas, la calzada en medio y luego la otra acera, la más próxima al público. No hay tráfico y todo está silencioso.
Marc, un niño de unos 12-13 años, camina por la acera más próxima al público. Está sumido en sus pensamientos, ensimismado, mira al suelo, pero parece no ver nada. Va despacio.
De pronto, Marc se hunde en el suelo hasta más o menos medio cuerpo. Mira a su alrededor. Intenta salir y no puede. Hace esfuerzos, apoya las manos en el suelo y… nada. El agujero, inesperado, imprevisto, no le deja salir.
Marc
¿Pero qué…? (Redobla sus esfuerzos, insiste, se pone rojo. Y nada.) ¡Será posible! (Más y más esfuerzos, hasta acabar agotado.) ¡Pero si aquí no había nada! ¿De dónde ha salido este agujero? ¿Y por qué no puedo salir? (Mira a derecha e izquierda, a las casas. Todo es silencio.) ¡Eh! (Pausa.) ¿Alguien me oye? ¡Eh! ¡Socorro! (Más silencio. Mira su reloj.) Pues menos mal que no tengo prisa... (Pone cara de resignación.) Bueno, ella creerá que estoy con él, y él creerá que estoy con ella. ¡Eh! ¡Eeeh! ¡Aquí! (Se desespera y golpea el suelo con los puños.) ¡Vamos, déjame salir! (Jadea y se resigna. Vuelve a mirar a todos lados.)
Por un lado del escenario aparece un anciano que camina muy lentamente apoyado en su bastón. Es muy viejo, traje oscuro, corbata de enorme nudo. El bastón es negro, con una cabeza de marfil blanco esculpida en forma de león. Sus tres piernas le obligan a moverse despacio y avanzar con una exasperante lentitud. Lo hace de forma sincronizada. Primero el bastón, que sostiene con la mano derecha, asegurando el terreno. Después la pierna izquierda, equilibrando el paso. Por último, la pierna derecha, asentándolo. Y así una y otra vez: bastón, pierna izquierda, pierna derecha; bastón, pierna izquierda, pierna derecha. Tarda una eternidad en llegar hasta donde se encuentra Marc, que ha estado observándolo. Primero, feliz por tener ayuda. Después, inquieto porque el anciano ni parece muy fuerte ni muestra hallarse en sus mejores condiciones. Camina encorvado sobre sí mismo, la mano libre tiembla, y lleva unas gafas de miope que asustan, con unos cristales tan gruesos que apenas si permiten intuir los ojos al otro lado. Esto último lo constata cuando ya casi lo tiene encima.
Marc
Eh, oiga, señor. (Lo dice sin gritar, para no asustarle. El hombre continúa avanzando. Bastón, pierna izquierda, pierna derecha, recto hacia él.) ¡Eh, señor! (El anciano se detiene. Mira al frente. Mira a ambos lados. Mira detrás de él. Y reanuda su marcha. Ya casi va a pisar a Marc.) ¡Señor, cuidado!
El anciano se detiene.
Anciano
(Gruñón.) ¿Quién demonios habla?
Marc
Soy yo.
Anciano
¿Quién es yo?
Marc
Aquí abajo, delante de usted.
El anciano se inclina y lo ve por primera vez. No dice nada. Sigue quieto.
Marc
¿Me ve?
Anciano
(Más gruñón.) ¡Pues claro que te veo! ¡No soy ciego!
Marc
Perdone, es que... yo...
Anciano
¿Se puede saber qué estás haciendo ahí?
Marc
Me he caído, señor.
Anciano
¿Cómo que te has caído?
Marc
Había un agujero en el suelo y...
Anciano
¿Un agujero? ¿Qué agujero? ¡Yo paso a menudo por aquí y nunca he visto un agujero! ¡Aquí no hay ningún agujero! ¡Yo no veo ningún agujero!
Marc
Claro que no lo ve, porque yo estoy dentro.
Anciano