El origen sensorial de la conciencia en la narrativa colombiana (1870-1920) - Carlos Andrés Salazar Martínez - E-Book

El origen sensorial de la conciencia en la narrativa colombiana (1870-1920) E-Book

Carlos Andrés Salazar Martínez

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Beschreibung

A finales del siglo XIX tuvo lugar una revolución de iguales proporciones a la que supuso apartar la Tierra del centro del universo. La idea de que el cuerpo humano concebido a través de procesos fisicoquímicos sea examinado como un elemento más de la naturaleza y que la conciencia vinculada al funcionamiento del sistema nervioso sea entendida como el resultado de experiencias sensoriales suscitó un proceso mediante el cual fue puesta en duda la influencia absoluta de los designios divinos sobre la existencia humana. De esta manera, los estudios experimentales de los fenómenos de la vida humana y la conciencia despojaban al ser humano de beneficios como la vida eterna y el libre albedrío. Este libro analiza y explica la manera en que dichas ideas hicieron tránsito por el campo intelectual y académico de Colombia hasta ocupar un espacio en las obras literarias, el tipo de postura que se adoptó y la clase de dinámicas que suscitó la recepción de esta nueva forma de interpretar y representar al ser humano y la conciencia a nivel narrativo y estético.

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Salazar Martínez, Carlos Andrés

El origen sensorial de la conciencia en la narrativa colombiana (1870-1920) / Carlos Andrés Salazar Martínez. – Medellín: Editorial EAFIT.

304 p.; 16.5 x 24 cm. – (Académica)

ISBN: 978-958-720-775-0

ISBN: 978-958-720-776-7 (versión EPUB)

1. Teoría literaria. 2. Conciencia (Psicología). 3. Antropología filosófica. 4. Psicofisiología. 5. Literatura colombiana. I. Tít. II. Serie

801 cd 23 ed.

S161

Universidad EAFIT – Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría

El origen sensorial de la conciencia en la narrativa colombiana (1870-1920)

Primera edición: julio de 2022

© Carlos Andrés Salazar Martínez

https://orcid.org/0000-0001-8722-1559

© Editorial EAFIT

Carrera 49 No. 7 sur - 50

Tel.: 261 95 23, Medellín

http://www.eafit.edu.co/fondoeditorial

https://editorial.eafit.edu.co/index.php/editorial

Correo electrónico: [email protected]

ISBN: 978-958-720-775-0

ISBN: 978-958-720-776-7 (versión EPUB)

DOI: https://doi.org/10.17230/9789587207750lr0

Coordinación editorial: Cristian Suárez Giraldo

Corrección de textos: Juana Manuela Montoya

Diseño y diagramación: Alina Giraldo Yepes

Imagen de carátula: 460926703, ©shutterstock.com

Universidad EAFIT | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto Número 759, del 6 de mayo de 1971, de la Presidencia de la República de Colombia. Reconocimiento personería jurídica: Número 75, del 28 de junio de 1960, expedida por la Gobernación de Antioquia. Acreditada institucionalmente por el Ministerio de Educación Nacional hasta el 2026, mediante Resolución 2158 emitida el 13 de febrero de 2018

Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita de la editorial

Editado en Medellín, Colombia

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

Agradecimientos

La elaboración de esta investigación debe mucho al apoyo incondicional de Olga Lucía Quintero, María Victoria Manjarrés, Andrés Bustamante Londoño, Sergio Adrián Palacio, Christian Díaz, David Marín y Nora Patricia Ramírez. Cada uno, a su modo, ha sido cómplice y testigo de mi obstinación por estas ideas.

De igual manera debo hacer un reconocimiento a las oportunas críticas y contribuciones que hicieron, entre otros, profesores como Alba Patricia Cardona Zuluaga, Efrén Giraldo Quintero, Andrés Vélez Posada, Jorge Alberto Giraldo Ramírez y Sonia López Franco, de la Universidad EAFIT; Juan Pimentel Igea, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de Madrid; Antonio Rivera García, de la Universidad Complutense de Madrid; Fernando Broncano Rodríguez, de la Universidad Carlos III; y Heloísa Helena Pimenta Rocha, de la Universidad Estatal de Campinas.

Agradezco, asimismo, a las instituciones que me concedieron el acceso al material de archivo necesario para la elaboración de este trabajo: Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, el Archivo Histórico de la Biblioteca Nacional de Colombia, la Sala de Patrimonio Documental de la Universidad EAFIT, el Archivo Histórico de la Universidad del Rosario, el Archivo Histórico de la Universidad de Antioquia, el Archivo Histórico de la Universidad Nacional de Colombia – Sede Medellín, la Biblioteca Pública Piloto, el Archivo Histórico Digital de la Universidad de Minnesota (Estados Unidos), Gallica de la Biblioteca Nacional de Francia y la Red de Bibliotecas y Archivos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España.

La financiación que brindaron Colciencias y la Universidad EAFIT a esta investigación, por medio de la Beca 647 de 2014, fue fundamental para su realización.

Debo reconocer, de manera especial, la oportunidad que me dio el profesor Javier Moscoso de hacer, bajo su asesoría, la pasantía doctoral en el CCHS del CSIC.

Los valiosos y precisos aportes de la profesora Alba Clemencia Ardila de Robledo evitaron que sucumbiera ante las incertidumbres o retozara en vanas certezas. Sin su disposición y su paciencia no habría sido posible la culminación de este proyecto.

A mis amigos de toda la vida.

Cada día, por supuesto, doy gracias por mi familia. Por la pasión de mi papá, por la valentía de mi mamá, por la generosidad y la inteligencia de mi hermano, por la serenidad de mi cuñada, por la ternura de mis sobrinos…

Y por Diana, mi esposa, quien es el verdadero milagro.

Contenido

Introducción

Primera parteLa historia cultural de la conciencia sensorial

Los fenómenos de la vida y el origen sensorial de la conciencia

La emergencia del origen sensorial de la conciencia en Colombia

La guerra de las escuelas

Lecturas sobre la conciencia en Colombia: Manuel Ancízar y César C. Guzmán

La historia cultural y el origen sensorial de la conciencia

Revistas y diarios como fuente de la historia cultural: Colombia (1870-1920)

El origen sensorial de la conciencia en las revistas y los diarios: Colombia (1870-1920)

Segunda parteEl origen sensorial de la conciencia a través de sus dispositivos retóricos

Metáforas para una conciencia sensorial

La metáfora de la “secreción del pensamiento” en Rafael Núñez y Enrique Álvarez Henao

La metáfora de la comunicación “telegráfica” en Rafael Pombo

La metáfora del “movimiento” de la conciencia en Maximiliano Grillo

Estilos discursivos para una conciencia sensorial

De las narrativas experimentales a la narrativa clínica

La estilización de la narrativa experimental en Emilio Robledo y Enrique Álvarez Henao

La estilización lírica de la narrativa clínica en Emilio Robledo

La estilización en prosa de la narrativa clínica en José Montoya

Conceptos para una conciencia sensorial

Entre la estructura semántica metafísica y la estructura semántica materialista

Posturas ideológicas en el periodo bisagra de la conciencia en Colombia

Entre el hombre metafísico y el hombre psicofisiológico en Julio Flórez y Guillermo Cote Bautista

La muerte del ser humano dicotómico en Juan de D. Vásquez

Conclusiones

Bibliografía

Literatura

Psicofisiología, fisiología, psicología, ciencias de la conciencia

Teorías, análisis, crítica e historia literaria

Metáforas, estilos discursivos, conceptos

Historia cultural, historia de la ciencia, filosofía

Bibliografía de archivos

La Escuela Normal – Periódico Oficial de Instrucción Pública. Archivo histórico, Biblioteca Nacional, Bogotá

El Gráfico. Archivo histórico, Biblioteca Nacional, Bogotá

El Nuevo Tiempo Literario. Archivo histórico, Biblioteca Nacional, Bogotá

El Montañés. Sala de Patrimonio documental, Biblioteca Luis Echavarría Villegas, Universidad EAFIT, Medellín

Revista Trofeos. Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá

Revista Contemporánea. Compilación 1904-1905, Editorial Universidad Externado de Colombia, Bogotá

Revista del Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario. Archivo histórico, Universidad del Rosario, Bogotá

Revista Gris. Archivo histórico, Biblioteca Nacional, Bogotá

Voces. Edición Integra, Ediciones Uninorte, Barranquilla

Anexos

Anexo 1

Anexo 2

Anexo 3

Anexo 4

Anexo 5

Anexo 6

Anexo 7

Anexo 8

Notas al pie

Introducción

Yo canto al cuerpo eléctrico [...]

Afirmo que estas cosas no sólo son los poemas del cuerpo,

sino también del alma,

Afirmo que son el alma.

Walt Whitman (1867)

A finales del siglo XIX tuvo lugar una revolución de iguales proporciones a la que supuso apartar la tierra del centro del universo. La idea de que el cuerpo humano –concebido a través de procesos fisicoquímicos– sea examinado como un elemento más de la naturaleza y que la conciencia –vinculada al funcionamiento del sistema nervioso– sea entendida como el resultado de experiencias sensoriales suscitó un proceso mediante el cual fue puesta en duda la influencia absoluta de los designios divinos en la existencia humana. Científicos como Claude Bernard y Wilhelm Wundt fomentaron la implementación del estudio experimental de los fenómenos de la vida humana y la conciencia, enfrentándose a los temores y dudas que despertaba el hecho de que sus teorías, en última instancia, despojaban al ser humano de beneficios como la vida eterna y el libre albedrío.

Esta nueva forma de estudiar la conciencia generó profundos cambios a nivel heurístico, epistemológico y semántico. Puesto que, como sostiene el sociólogo Norbert Elías (1987: 38), la implementación del método experimental brinda una capacidad de orden y predicción de los acontecimientos que obliga al ser humano a desplazar las finalidades y posturas emocionales promovidas por los paradigmas y creencias tradicionales, haciendo que la adopción y el desarrollo de las ideas científicas posicionen interpretaciones, explicaciones y campos de sentido que exigen la liberación progresiva de la intuición como guía de la experiencia (Elías, 1987: 39) y hacen que, en medio de una generalizada predilección por mantener el estado de las cosas, procesos como el que supuso la emergencia de las teorías psicofisiológicas despierten el interés y la controversia, la reflexión y el asombro, obligando a poner en contraste sus formas inéditas de entender y representar al ser humano con las teorías y formas de enunciación hegemónicas.

Durante el siglo XIX, teorías y leyes como las de la termodinámica, el electromagnetismo, la química y la óptica harían patentes los efectos de la aplicación de la ciencia. Sus invenciones e ideas –promovidas por intereses que van desde lo comercial hasta lo político– dieron lugar a un sinnúmero de artefactos técnicos que modificaron de manera radical la rutina y, con esta, la percepción generalizada de la naturaleza. La locomotora, el telégrafo, la fotografía o la bombilla eléctrica suscitaron nuevas formas de entender el movimiento, la distancia, la memoria, la comunicación, los viajes y el tiempo. Para mediados del siglo XIX, la medicina adopta el método experimental y en paralelo con la producción de dispositivos como el microscopio de revólver, la jeringa de pistón, el termómetro clínico, el fonendoscopio, los electrodos, entre otros, genera nuevas maneras de concebir la enfermedad, la salud y el estudio del cuerpo. Además, en medio del devenir histórico, y antes de la finalización del siglo, la articulación de la psicología con la fisiología dio origen a un conjunto nuevo de hipótesis, experimentos y teorías que se sumaron a las formas en que se entienden los fenómenos de la conciencia y el comportamiento humano. Este grupo de concepciones y transformaciones de índole sociocultural fomentó la fundación de una retórica que trajo consigo toda una serie de elementos discursivos que permiten explicar y, a la vez, comunicar algunos de los aspectos más trascendentales de la existencia.

Entender el funcionamiento del sistema nervioso por medio de analogías con medios de comunicación como el telégrafo; medir la variación en los indicadores fisiológicos y relacionarlos con los cambios en el estado de ánimo o las experiencias sensoriales; aislar los sistemas corporales para analizar su funcionamiento en el laboratorio; examinar el comportamiento teniendo como base el estudio del cerebro; fundar nuevas nociones o transformar el sentido de algunas para que puedan ser utilizadas como categorías dentro de la investigación experimental de la conciencia; o hacer inventario de las enfermedades de carácter nervioso y elaborar su correspondiente cuadro clínico fueron solo algunas de las consecuencias que supuso el surgimiento de las teorías psicofisiológicas y que a su vez pusieron en crisis todo tipo de paradigmas y concepciones hegemónicas.

Considerar dicho proceso histórico en los términos planteados invita a preguntarse si existe algún tipo de vínculo entre ellos y la literatura colombiana. De manera precisa, exige preguntarse por la manera en que tuvo lugar el tránsito de dichas ideas por el campo intelectual y académico del país hasta ocupar un espacio en las obras literarias, qué tipo de postura se adoptó a nivel social frente a dichas transformaciones y qué clase de dinámicas suscitó la recepción de esta nueva forma de interpretar y representar al ser humano y la conciencia a nivel narrativo o estético. Esta investigación estima que en el transcurso del devenir histórico de la literatura colombiana surgió una literatura psicofisiológica en la que los fenómenos de la conciencia se describen y representan considerando su origen sensorial y, pese a la oposición y la censura, su vínculo con ideas y teorías de carácter experimental.

En este sentido, aquí se plantea la pregunta por la circulación y la recepción de las teorías y prácticas relacionadas con el origen sensorial de la conciencia en el medio ideológico colombiano, así como por la forma en que la literatura se convierte en escenario de los debates suscitados por el posible abandono de la concepción metafísica del ser humano.

Este estudio tiene como objetivo general el análisis del devenir histórico y las dinámicas socioculturales que posibilitaron la circulación de las nuevas ideas acerca del origen sensorial de la conciencia y las formas en que fue posible la representación de los fenómenos del ser humano en esta vía hasta hacerse objeto de recepción en espacios literarios de un país como Colombia, que tiene una identidad estrechamente vinculada a los principios y dogmas católicos. En esa dirección, esta investigación analiza los dispositivos retóricos que dan cuenta de imágenes, ideas o prácticas asociadas de manera directa o indirecta, a favor o en contra, con esta nueva visión de los fenómenos de la vida y la conciencia, toda vez que dispositivos como las metáforas, los registros discursivos y los conceptos hacen presencia en el quehacer literario. De igual manera, se interesa por la presencia de personajes sensoriales, mentales, cerebrales o nerviosos en el sentido en que lo propone la psicofisiología y por la presencia de diálogos, reflexiones o prácticas que hacen referencia a las teorías y prácticas propias del estudio experimental de la conciencia.

El centro de atención es el periodo que va de 1870 a 1920, lapso en el cual tuvieron lugar tanto el surgimiento como la crisis de las ideas de la psicofisiología. Durante esta época, por ejemplo, Wilhelm Wundt publicó la obra principal de la psicología experimental Principios de psicología fisiológica, de 1874; Charles Darwin y William James harían lo propio con libros como La expresión de las emociones en el hombre y en los animales, de 1873, y Principios de psicología, de 1890, respectivamente. Asimismo, en Colombia, se produjo una reforma educativa que buscaba posicionar las experiencias sensoriales como los mecanismos de aprendizaje predominantes para la adquisición del conocimiento; surgen facultades de medicina como las de la Universidad Nacional y la de la Universidad de Antioquia; se imparten cátedras de psicología y de filosofía experimental en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario; se fundan revistas de carácter científico y académico en relación directa con las disciplinas enumeradas y proliferan todo tipo de publicaciones donde es evidente el conflicto que suscitaron las teorías respecto al origen sensorial de la conciencia elaboradas por algunos de los escritores que en la historia literaria del país son tildados de modernistas,1 pero que deben considerarse como miembros fundamentales de un proceso que realmente tiene una envergadura histórica mayor.

La revisión del material correspondiente a esta etapa histórica supuso el rastreo y el análisis de todo tipo de revistas, periódicos y diarios del país disponibles en los archivos históricos de las bibliotecas físicas y digitales a nivel nacional e internacional, para analizar con suficiencia el estudio de la circulación de las teorías respecto al origen sensorial de la conciencia en espacios de recepción diferentes al científico y el filosófico. Evidentemente, acompañadas de otro tipo de material de archivo, las publicaciones periódicas permiten realizar una indagación concienzuda del reflejo de las teorías científicas de la vida y la conciencia en las obras literarias dispersas en sus páginas y, a la vez, explorar en otro tipo de textos el nivel de popularización de la ciencia en Colombia; además de posibilitar el estudio de los tipos de relaciones que vincula tanto a científicos con poetas, como a clérigos y médicos con académicos e intelectuales.

A partir del estudio del material se estableció un corpus que atiende a criterios de selección: temático, bibliográfico-científico y autores de vanguardia. Con el primero se estudian aquellos textos en los que los temas tienen cierta proximidad con el origen sensorial y el estudio experimental de los fenómenos de la conciencia, asuntos entre los que se pueden enumerar las alusiones al cerebro, al sistema nervioso, a los nervios, a las enfermedades nerviosas, a los sentidos, al materialismo, a la mente, a las emociones, a las prácticas científicas y de laboratorio, entre otras. En el segundo se examinan las citas y referencias que dentro de los textos se hacen al conjunto de científicos y filósofos cercanos a este nuevo conjunto de teorías y visiones científicas del ser humano, y entre los cuales se encuentran Claude Bernard, Wilhelm Wundt, William James, Thomas Brown, Charles Darwin, Herbert Spencer, Hippolyte Taine y Émile Zola. En el tercero se valora la presencia de aquellos escritores que la historia de la literatura colombiana reconoce por su producción literaria y académica, como Baldomero Sanín Cano, Víctor M. Londoño, José Asunción Silva, Maximiliano Grillo, Carlos Arturo Torres y Julio Flórez.

Con base en estos criterios se obtuvo en total un conjunto de veintiséis ensayos y artículos de naturaleza científica, siete poemas y cuatro cuentos, sobre los cuales se hace el análisis del despliegue y el reflejo de los diferentes tipos de posturas ideológicas relacionadas con las teorías sobre el origen sensorial de la conciencia. Particularmente, entre los ensayos y artículos de naturaleza científica estudiados destacan Lecciones de fisiología elemental (1871), de T. H. Huxley; Filosofía fisiológica del cerebro (1872), de Pedro Mata y Alejandro Agudelo Tafur; ¿Tenemos dos cerebros? (1875), artículo original del Cornhill Magazine; Herbert Spencer (1904), de Carlos Arturo Torres; Medida de las emociones (1914), de El Gráfico; Hipólito Taine (1903), de Melchor Vögue; Lecturas sobre el arte de educar (1905), de Rafael María Carrasquilla; El positivismo en Colombia (1912), de Alberto Coradine; Carta a Alonso Bermúdez (1893), de Jorge Wilson; Armando Palacio Valdés (1894), de Salomón Ponce Aguilera; Las modernas escuelas literarias (1903), de Carlos Arturo Torres.

Para el estudio de la literatura, como área de creación ideológica en la que se despliegan las teorías respecto al origen sensorial de la conciencia, este trabajo encuentra en la poética sociológica de Mijaíl Bajtín2 ([1928] 2005; [1929] 1994) una metodología que, acompañada de una orientación histórica, permite evitar el dogmatismo y potencializa el análisis de enunciados y definiciones dinámicas (Bajtín y Medvédev, 1994: 78). Entre otras cosas, Bajtín sostiene que una obra literaria forma parte de un medio ideológico compuesto por un conjunto de áreas de creación, como el arte, la religión, la filosofía, la política, las condiciones socioeconómicas, la ciencia, etc. Afirma que los escritores no son ajenos a las posturas de áreas de creación ideológica diferentes a la literaria y toman de ellas sus formas de entender y representar el mundo, dándoles un lugar en sus obras. En esa dirección, la poética sociológica resulta pertinente para el propósito de analizar la recepción de las ideas y teorías respecto al origen sensorial de la conciencia. En ese sentido, ya desplegadas a través del discurso, es posible estudiar su recepción y las posturas ideológicas de las que son reflejo y el lugar que ocupan dentro del conjunto de los intereses particulares de los escritores y de la sociedad de una época.

Para el estudio del origen sensorial de la conciencia, la investigación asume como perspectiva teórica y metodológica la historia cultural. Esta disciplina permite, por un lado, analizar la circulación de los diferentes dispositivos retóricos de la psicofisiología como una forma de entender su transmisión en una sociedad y una época determinadas, explicando el tipo de vínculos que existían entre los diferentes actores sociales. Y, por otro lado, examinar la recepción de las ideas inherentes a cada uno de los enunciados que se encuentran inscritos en la configuración misma de los textos, para definir las consecuencias de su despliegue y su reflejo en relación con las más diversas posturas ideológicas.

De manera precisa, Clifford Geertz (2003), Peter Burke (2010) y Roger Chartier (2005, 2007) se ubican entre el grupo de los representantes modernos de una historia que considera el estudio de la cultura a través de los nexos que se extienden entre las diferentes artes y disciplinas en relación con su devenir y las más diversas formas de representación y transferencia. En su libro La interpretación de las culturas –publicado originalmente en 1973–, el primero de ellos advierte precisamente que el análisis de la cultura, desde una perspectiva antropológica, no puede pensarse como una ciencia experimental en busca de leyes, sino como una ciencia interpretativa, cuyo verdadero propósito es rastrear la trama de significados que permiten dar cuenta de expresiones sociales enigmáticas y en medio de las cuales se encuentra inserto el hombre. Por su parte, Peter Burke, en Formas de la historia cultura –publicado originalmente en 1997–, destaca cómo esta ha abierto el espectro a la comprensión de una gama mucho más amplia de actividades de sentido que aquellas que consideraba el modelo clásico y marxista, haciendo posible el análisis de las mentalidades de la gente común, los acontecimientos de la vida cotidiana y las prácticas que hacen posible todo tipo de acciones sociales.

Para la historia cultural los enunciados, expresiones, prácticas u objetos signo que surgen en el desarrollo de las concepciones filosóficas y científicas, por ejemplo, hacen tránsito hasta ocupar un espacio en áreas como la literatura. Dichos elementos son importantes toda vez que su circulación y su recepción se integran a la serie de concepciones que la sociedad tiene respecto a ciertos aspectos del mundo y la existencia. Es por este motivo que el interés de un amplio conjunto de intelectuales por estudiar cómo ciertos dispositivos retóricos han modificado la forma en que cada época representa y concibe al ser humano y la conciencia sustenta la preocupación por explorar la forma en que se daban este tipo de fenómenos a finales del siglo XIX en Colombia.

Así, el examen de la dimensión ideológica a través de dispositivos retóricos exige, por un lado, la preocupación de la poética sociológica por la obra literaria misma, al tiempo que la historia cultural permite establecer los vínculos y dinámicas que estos tuvieron con asuntos y preocupaciones de toda una época. En otras palabras, la metodología permitirá estudiar la recepción y el despliegue de aquellos enunciados que dentro de las obras literarias son reflejo de las teorías psicofisiológicas y de su relación con las posturas ideológicas que originaron su circulación.

Es así como las metáforas, los estilos discursivos y los conceptos se constituyen en categorías de análisis esenciales para examinar las dinámicas inherentes a la forma en que una teoría científica se despliega en las obras literarias y revela posturas ideológicas particulares. En primer lugar, las metáforas son concebidas como una herramienta heurística esencial para entender cómo son interpretados y representados fenómenos que, como los de la conciencia, rebasan las capacidades teóricas y técnicas de una época, ubicándose en ese primer paso que hace que lo desconocido ocupe un lugar en el mundo de la vida. Los estilos discursivos, por su parte, consolidan la filiación de un tema con una forma, convirtiéndose en representantes paradigmáticos de un área de creación ideológica específica; es a través de estos que es posible estudiar la subjetividad y la objetividad como posturas epistemológicas esenciales para el estudio y la representación de la conciencia. Los conceptos, en tercer lugar, son resultado del esfuerzo de toda postura ideológica por trazar líneas con todas las demás. Constituyendo campos de sentido, los conceptos posibilitan maneras particulares de entender y hacer referencia a fenómenos que, como los de la conciencia, están siendo apartados de su origen divino y comienzan a ser considerados por medio de su origen sensorial.

Las metáforas permiten hacer referencia a ciertos aspectos de la realidad a través de modelos que propician la capacidad de entenderlos con facilidad (Ricœur, 2001). Son, así, una de las formas en que la sociedad identifica y representa los fenómenos sobre los que ha puesto su interés y que le son, en principio, desconocidos (Blumenberg, 2013). Con respecto al conocimiento científico, son los investigadores quienes, frente a lo desconocido, hacen de un fenómeno ya descrito un modelo o una referencia que se constituye en una metáfora del objeto de estudio que sirve de guía tanto para delinearlo como para señalar hacia dónde se debe orientar el proceso de estudio. Por ejemplo, en el siglo XIX, el surgimiento de la teoría electromagnética y el desarrollo de dispositivos como las redes de comunicación telegráfica constituyeron para la psicofisiología modelos con los que podían equiparar la composición y el funcionamiento del sistema nervioso, a tal punto que el estudio de la conciencia procedió asumiendo las condiciones establecidas por dicha metáfora (Lackoff y Jhonson, 2001; Draaisman, 2000; Hoffman, 1994; Daugman, 2001; Fragio, 2016).

En los estilos discursivos, el tema y la forma se funden adquiriendo unos rasgos de composición que marcan su pertenencia a alguna de las múltiples dimensiones del conocimiento. Son enunciados a los que cada área de creación ideológica dota de estabilidad en la medida en que proveen una manera singular y única de hacer referencia y comunicar aquellos asuntos, fenómenos u objetos que son de su completo interés (Bajtín, 1982, 1989; González Echeverría, 2000). Para la ciencia, la consolidación de sus estilos discursivos está supeditada al desarrollo de estrategias retóricas que den cuenta exacta de sus métodos, leyes y temas, con el objeto de obtener, por un lado, la aprobación de la comunidad a la que pertenecen y propiciar, por otro lado, el acercamiento de los discípulos al conocimiento (Izquierdo, 2017; Gross, 1996; Montgomery, 1996; Potter, 1996). En disciplinas científicas específicas como la fisiología y la psicología experimental tiene lugar un estilo discursivo en el que se integran el halo de objetividad del médico y el testimonio subjetivo del paciente (Huertas, 2014; Shapiro, 2012; Moscoso, 2007, 2011).

Los conceptos configuran estructuras semánticas y pragmáticas a través de las cuales las áreas de creación ideológica establecen límites entre su forma particular de concebir un objeto de estudio y las demás, suscitando periodos a lo largo de los cuales se pone en crisis el sentido de ciertos conceptos fundamentales (Vidal, 2011; Dixon, 2003; Reed, 1997). Es así como los conceptos, en el transcurso de los procesos históricos, constituyen una red de distinciones que termina afinando un sentido y asegurando su eficacia comunicativa (Koselleck, 2004, 2012; Blanco, 2012; Abellán, 2007). Estos compuestos conceptuales están inmersos en dinámicas a través de las cuales hablantes de todas las épocas, que buscan apropiarse de ellos, terminan por suscitar todo tipo de dicotomías, debates y refracciones ideológicas. Este es el tipo de proceso que tuvo lugar durante la emergencia de la concepción psicofisiológica del ser humano, puesto que la resignificación del valor del cuerpo condujo inevitablemente al establecimiento de relaciones dicotómicas como las del alma y el cerebro, el espíritu y la mente, las pasiones y las emociones (Vidal, 2011; Dixon, 2003; Moscoso, 2017; Ancízar, 1951).

En el país, desde el campo de la historia de la psicología y la psicofisiología, el trabajo doctoral de Gilberto Oviedo, El proceso secular de la conciencia en Colombia (2013), es fundamental para el estudio de la emergencia del origen sensorial de la conciencia puesto que, más allá de explicar la forma en que los conceptos del campo experimental hicieron parte del medio ideológico del país, muestra cómo la marcada tendencia conservadora impidió la radicalización del proceso de secularización. Las conclusiones de Oviedo, además de su aporte a nivel histórico, permiten la construcción del marco teórico necesario para hacer posible el estudio del ser humano en los términos que busca esta investigación. Cabe sumar a los trabajos de Oviedo (2010, 2012, 2013, 2014) contribuciones en el campo de la historia de la psicología como las de Juan Manuel Dávila Dávila (2007), Telmo Eduardo Peña Correal (1997), Oscar Saldarriaga Vélez (2005, 2012, 2016); y en el campo de la historia de la ciencia las de Juan Manuel Dávila Dávila (2007), Luis Alfonso Paláu Castaño (2004), Bertha Duque Gómez (1993), Diana Obregón (1992a, 1992b) y Stephan Pohl-Valero (2015). Este conjunto de investigaciones dan un panorama de las ideas psicológicas, científicas y filosóficas alrededor de la fisiología, lo sensorial y la conciencia en Colombia, y coinciden en destacar la visión y planteamientos de dos intelectuales decimonónicos: Manuel Ancízar (1812-1882) y César C. Guzmán (1840-1908). Por su parte, académicos como Renán Silva (1993), Patricia Cardona (2016), Oscar Saldarriaga Vélez (2017) y Stephan Pohl-Valero (2012) han hecho esfuerzos por emprender, desde la perspectiva de la historia cultural, el estudio del país a través del devenir de las ideas y las dinámicas de los movimientos sociales, tomando como tópicos fundamentales la cultura escrita, la pedagogía o la ciencia.

En cuanto a los estudios literarios desarrollados en relación con la presencia del origen sensorial de la conciencia a nivel de la literatura universal, estos se circunscriben a ciertas obras y autores. Entre ellos, es posible destacar los trabajos de académicos como Nicholas Dames (2007, 2011), Paul White (2013), Anne E. Ryan (2011) y Peter M. Logan (1991), quienes coinciden en resaltar que a mediados del siglo XIX las preocupaciones científicas están claramente vinculadas, por un lado, a la literatura victoriana en obras como Middlemarch (1874), de George Eliot, o Heart and Science (1883), de Wilkie Collins; y, por otro lado, a la literatura francesa a través del célebre ensayo de Émile Zola La novela experimental (1880).3 Debe sumarse a este tipo de estudio el trabajo doctoral de Marilyn M. Sachs (2014), el cual tiene como propósito demostrar el vínculo de la fisiología y la psicofisiología –a través de las teorías de William James– en la obra de Marcel Proust.

En Colombia, por el contrario, no se encuentran estudios acerca de la circulación ni la recepción de estas disciplinas científicas. Se pasa por alto el despliegue de los procesos psicosomáticos o sensoriales, además de las posturas ideológicas que al respecto tienen ciertas obras literarias de la época. Sin embargo, pueden destacarse aquellos análisis sobre el vínculo que existe entre los fenómenos sensoriales y su relación con lo erótico (Jaramillo Zuluaga, 1992) o sugieren, incluso, el hecho de que la enfermedad del cuerpo puede entenderse como una clave interpretativa en el sentido que busca esta investigación (Zuluaga Duque, 2009). Algunos otros artículos subrayan la presencia que tienen personajes como el médico, el científico o el paciente y sus múltiples implicaciones (Giorgy, 1999; Sánchez, 2007; Ochoa, 2013). Otros tratan por separado los procesos sensoriales y los psíquicos sin hacer énfasis en la continuidad existente entre ellos como recurso estético proveniente de ciertas teorías de la conciencia (Pineda Buitrago, 2012; Rodríguez, 2001; González Otero, 2011). Cabe señalar, también, que en múltiples artículos y libros dedicados a elaborar una historia de la narrativa en Colombia se enumeran obras bajo el título de novela psicológica destacando la presencia del mundo interior en ellas (Curcio Altamar, 1975; Diccionario electrónico de literatura colombiana, Universidad de Antioquia) o hacen énfasis en el hecho de que su estilo contiene elementos estéticos de obras como las de James Joyce o Marcel Proust (Madrid Malo, 1996; Trujillo, 2005; Pineda Botero, 2001). Todas estas investigaciones coinciden en que obras como De sobremesa de José Asunción Silva (1896 [1925]), La vorágine (1924) de José Eustacio Rivera y Cuatro años a bordo de mí mismo: diario de los cinco sentidos (1934) de Eduardo Zalamea Borda se ubican a la vanguardia de los asuntos enumerados y destacan el periodo comprendido entre 1880 y 1940 como aquel en el que tuvo lugar una transformación en las formas de concebir y hacer referencia al cuerpo. Esta investigación toma este tipo de conclusiones como el sustento para reconocer que algo efectivamente cambió en la literatura colombiana con respecto a la representación del ser humano, pero se ubica un poco más atrás en el tiempo para buscar la forma en que se dio la circulación y la recepción de las ideas que propiciaron dicha transformación.

El presente trabajo se compone de dos partes, la primera tiene como propósito configurar el marco teórico y metodológico. El primer capítulo se divide en varios apartados con el fin de presentar, en un primer momento, las teorías y los conceptos por medio de los cuales científicos como Claude Bernard y Wilhelm Wundt posicionaron el método experimental como una alternativa para estudiar la vida humana y la conciencia; se explica cómo el vínculo entre la metodología de la fisiología y el interés de la psicología por comprender el comportamiento humano convergieron y dieron lugar al origen sensorial de la conciencia y sus fenómenos como el objeto de estudio fundamental de la psicología experimental o la psicofisiología. En un segundo momento, se analizan las condiciones sociales, políticas y académicas en medio de las cuales tuvo lugar la circulación de las teorías psicofisiológicas en Colombia. Y por último, se examina la forma en que estas ideas circularon en Colombia basadas en las juiciosas lecturas, traducciones y comentarios que intelectuales como Manuel Ancízar en Lecciones de psicología y moral (1851) y César C. Guzmán en su Curso de filosofía experimental (1883) hicieron de obras como Principios lógicos o colección de hechos relativos a la inteligencia humana (1821), de Destutt Tracy; Lógica de Stuart Mill (1843), de Hippolyte Taine; Doctrinas psicológicas (1855), de Herbert Spencer; Introducción al estudio de la medicina experimental (1865), de Claude Bernard; La psicología inglesa contemporánea (1870), de Théodule-Armand Ribot; entre otros.

En el segundo capítulo, el primer momento está dedicado a la presentación y el análisis de las nociones a partir de las cuales se realiza el estudio tanto del tránsito de los dispositivos retóricos como de las obras literarias; nociones como las de circulación, recepción, despliegue y reflejo, así como horizonte, medio y área de creación ideológica serán examinadas a la luz de los fundamentos teóricos y metodológicos de la historia cultural y la poética sociológica. En el segundo momento se hace un examen de la importancia de las revistas y los diarios como fuente de información histórica, a la vez que se da cuenta del trabajo de archivo efectuado y de los criterios que condujeron a la selección de un grupo particular de revistas y diarios de la época en Colombia. En el tercer momento se explican los motivos que condujeron a la selección del corpus y su vínculo con las teorías e ideas del origen sensorial de la conciencia.

La segunda parte de este trabajo es de naturaleza analítica y se dedica al examen de cada uno de los tres dispositivos retóricos que constituyen las categorías de análisis de esta investigación estableciendo la forma en que se definen y estudian, desde una perspectiva histórica, su relación con el conocimiento científico y, particularmente, con las ideas y teorías de la psicofisiología. Un marco dentro del cual se hace el análisis de su circulación y la recepción en el país, así como la forma en que tienen despliegue y reflejo en las diferentes obras literarias que componen el corpus.

En el tercer capítulo, las metáforas ofrecen formas de representar, de manera incipiente, el funcionamiento de una conciencia que tiene un origen sensorial. La “secreción del pensamiento”, la “red de comunicación telegráfica” y el “movimiento de la conciencia” como maneras de interpretar el proceso de causalidades que conectan una experiencia sensorial a una determinada respuesta psicológica han servido para modelar y describir, con cierta congruencia, los acontecimientos mentales. Estas tres metáforas se estudian en los poemas “Dulce ignorancia” (1889 [1917]) de Rafael Núñez y “La abeja” (1905) de Enrique Álvarez Henao; en los textos divulgativos de Jean Macé que tradujo Rafael Pombo para La Escuela Normal - Periódico de Instrucción Pública (1873-1874); y en fragmentos de las obras narrativas de Maximiliano Grillo Lo que sugieren las rosas (1904) y En la capilla del Rosario (1906).

En el cuarto capítulo, dedicado a los estilos discursivos, se estudian las narrativas experimentales y las narrativas clínicas, atendiendo a los siguientes criterios: la estrategia retórica, la intención comunicativa, el tipo de lenguaje y las formas predominantes. Características que, a su vez, se encuentran desplegadas en las estrategias por medio de las cuales los autores de la época establecían una relación específica con el estudio científico de la conciencia y que, dentro de esta investigación, se estudian en poemas como “El corazón estudiando” (1899) o “En el hospital” (1899), de Emilio Robledo; “Gota de agua” (1906), de Enrique Álvarez Henao; y en el cuento “La jeringuilla de Pravás” (1897), de José Montoya.

En el quinto capítulo, los conceptos dan muestra del proceso a través del cual la perspectiva materialista y la metafísica suscitaron la generación y la hibridación de estructuras semánticas relacionadas con las formas de representar al ser humano. Científicos y filósofos experimentales buscaron una autonomía retórica creando o modificando el sentido de una serie de conceptos para posicionar la idea de que la conciencia tiene origen en el sistema nervioso. Estableciendo como contraparte de la estructura semántica y pragmática que vincula nociones como alma, pasión y espíritu la que vincula nociones como cerebro, emoción y mente sus obras dieron lugar a la idea de que la muerte de la concepción metafísica del ser humano estaba cerca y que la emergencia del ser humano psicofisiológico sería definitiva. El reflejo de este fenómeno se estudia en los poemas “Alma” (1915), de Guillermo Cote Bautista, y “El cerebro” (1886), de Julio Flórez; y en el cuento de Juan de D. Vásquez, “Neurosis” (1897).

Es pertinente establecer que el mismo carácter transgresor que tuvo para la sociedad decimonónica plantearse un origen sensorial de la conciencia resuena en las actuales aspiraciones de quienes estudian el cerebro y el comportamiento humano haciendo uso de laboratorios y equipos de avanzada. En este sentido, como toda investigación que implica una visita al pasado, este trabajo revela por qué el interés por temas como el funcionamiento del sistema nervioso y los neurotransmisores, las capacidades sensoriales y los indicadores somáticos, la detección y la regulación de las emociones, la neurología conductual y la psicología evolutiva, más allá de su popularidad, sigue estando sometido a las mismas consideraciones y controversias. Invita a preguntarse cuáles son las metáforas, los estilos discursivos y los conceptos a través de los cuales esta nueva generación de científicos y estudiosos del cerebro hablan de los más diversos fenómenos de la conciencia y, asimismo, considerar la forma en que se dan su circulación, su recepción y su reflejo en las obras literarias contemporáneas.

Primera parte

La historia cultural de la conciencia sensorial

Los fenómenos de la vida y el origen sensorial de la conciencia

En el siglo XIX, disciplinas como la medicina experimental, la psicología experimental, la psicofísica, la psicofisiología o la psicología hicieron parte de las llamadas ciencias de la conciencia.4 Su objetivo y común denominador era demostrar que la conciencia tiene un origen sensorial, en contraposición a teorías filosóficas –como la escolástica tomista o el dualismo cartesiano– y doctrinas religiosas –como la católica– que conferían al alma una preeminencia absoluta5 sobre el resto de los atributos del ser humano, haciendo del cuerpo una sustancia, en esencia, desdeñable.

Partiendo de tal panorama, el propósito de este capítulo es explicar, en primer lugar, la manera en que el pensamiento decimonónico, a través de la emergencia del método experimental en el estudio de la vida humana, permitió emprender el análisis empírico de los fenómenos de causalidad que explican el vínculo entre los sistemas corporales y los estados de la conciencia, y viceversa, entre las disposiciones de la conciencia y las dinámicas corporales, promoviendo así una reinterpretación de la concepción del ser humano y su naturaleza. En segundo lugar, y teniendo como ejemplo el caso colombiano y, en particular, el libro de César Coronado Guzmán intitulado Curso de filosofía experimental (1883), este capítulo se propone subrayar cómo, con base en el estudio científico de los sistemas corporales, particularmente el sistema nervioso y –con este– el cerebro, las capacidades sensoriales adquieren una importancia tal que se instituyen como un elemento esencial para explicar el origen de la conciencia.

Para empezar, debe decirse que, en la segunda mitad del siglo XIX, primero la fisiología y después la psicofisiología, emprendieron un programa teórico y metodológico que tendría en sus objetivos establecer un vínculo entre la mente y el cuerpo y, de paso, propiciar la inclusión de la psicología dentro de las llamadas ciencias positivistas.6 En el devenir histórico este momento supuso una ruptura, puesto que el método de las ciencias experimentales comenzó a imponerse sobre las últimas teorías y procedimientos del pensamiento racional de la filosofía sensualista de John Locke (1632-1704), Étienne Bonnot de Condillac (1714-1780) y Destutt de Tracy (1754-1836) (Saldarriaga, 2005: 6). Por un lado, de la mano de Claude Bernard, la fisiología fue la primera disciplina en adoptar el método experimental como alternativa para el estudio de los fenómenos de la vida humana. Mientras que, por el otro, científicos como Wilhelm Wundt estudiaron la manera en que las teorías psicológicas, apoyadas en la medicina experimental, investigaban los fenómenos de su objeto de estudio particular: la conciencia.

En 1865, en el libro Introducción al estudio de la medicina experimental, Claude Bernard (1813-1878) sentó las bases para emprender el estudio de los fenómenos de la vida humana a través del método experimental. Un método que, como él mismo aceptaba, procede de las disciplinas científicas aplicadas al estudio de las leyes físicas y naturales. De esta manera, con base en postulados como los de la física, la química y la biología, se consolidó un nuevo orden epistemológico que logró compaginar la existencia de verdades absolutas con la de verdades relativas o experimentales, en un giro que el historiador Oscar Saldarriaga –siguiendo a Foucault– llama bisagra bernardiana y que abre paso al estudio empírico del ser humano en toda su complejidad (Saldarriaga, 2005: 8). Bernard (1996), reconociendo lo intrincado que era para la época proponer un análisis de la vida humana a través del uso de procedimientos aplicados originalmente al estudio de los cuerpos brutos,7 presenta un contraste entre los sistemas que, a lo largo de la historia, habían dado lugar al estudio del ser humano y sus atributos:

El espíritu humano, en los diversos períodos de su evolución, ha pasado sucesivamente por el sentimiento, la razón y el experimento. Al principio, el sentimiento único, imponiéndose a la razón, creó las verdades de la fe; es decir, la teología. Haciéndose enseguida señora la razón o la filosofía, dio nacimiento al escolasticismo. Por último, el experimento, es decir, el estudio de los fenómenos naturales, enseñó al hombre que las verdades del mundo exterior no se encuentran formuladas en primera instancia ni en el sentimiento ni en la razón. Son únicamente nuestros guías indispensables; pero para obtener estas verdades es preciso descender necesariamente a la realidad objetiva de las cosas, en donde se encuentran ocultas con su forma fenoménica. (130)

Invitando a la práctica de la experimentación como la manera adecuada de analizar los elementos que configuran la naturaleza en su totalidad, Bernard discutió y estableció distancia con los procedimientos analíticos tradicionales que impedían, a otro tipo de disciplinas y saberes, el análisis de acontecimientos como la salud y la enfermedad. Por ejemplo, para los vitalistas, como perspectiva preponderante hasta mediados del siglo XIX, la vida tiene una influencia misteriosa y sobrenatural que obra arbitrariamente fuera de todo determinismo. El cuerpo es para los vitalistas una máquina que no tiene vida en sí misma, hay una entidad –el alma o un fantasma8– que, dotándolo de la fuerza vital necesaria para su funcionamiento, lo pone en acción y lo maniobra a su antojo. De esta forma, si el objetivo es el estudio de la vida, es simplemente imposible alcanzarlo a través del dispositivo –el cuerpo–. Es necesario inquirir por la mano que lo pone en movimiento y lo dirige. Pero tener acceso al supuesto maquinista requiere o bien la intermediación divina o bien concebirlo e imaginarlo a través del uso exclusivo de la razón abstracta. Las ideas vitalistas constituyen, de esta forma, un verdadero obstáculo para los progresos de la fisiología y, en consecuencia, de la medicina experimental (Bernard, 1996: 172). Intuir que animales superiores y seres humanos están dotados de una fuerza vital de este tipo sustrae, de acuerdo con Bernard, al cuerpo vivo de las influencias de los procesos fisicoquímicos que tienen lugar en el cuerpo, y hace de paso inasequibles la experimentación y el estudio de elementos fundamentales para entender la vida (171). Entre otros argumentos, Bernard (1996) postula que

como corolario de lo que precede añadiremos que el fisiólogo o el médico no deben imaginarse que han de buscar la causa de la vida o la esencia de las enfermedades. Sería perder completamente su tiempo persiguiendo un fantasma. No existe ninguna realidad objetiva en las palabras vida, muerte, salud, enfermedad. Son expresiones literarias de las que nos servimos, porque representan en nuestra mente la apariencia de ciertos fenómenos. Debemos imitar en esto a los físicos y decir como Newton a propósito de la atracción: “Los cuerpos caen según un movimiento acelerado cuya ley se conoce; he aquí lo real. Pero la causa primera que hace caer estos cuerpos es absolutamente desconocida. Se puede decir, para representar el fenómeno a la mente, que los cuerpos caen como si hubiera una fuerza de atracción que los solicita hacia el centro de la tierra, quasi esset attractio. Pero la fuerza de atracción no existe o no se la ve; no es más que una palabra para abreviar el discurso”. De la misma manera, cuando un fisiólogo invoca la fuerza vital o la vida, no la ve, no hace más que pronunciar una palabra; sólo existe el fenómeno vital con sus condiciones materiales, y ésta es la única que puede estudiar y conocer. (181)

En principio, a la ciencia no le es permitido ofrecer –por las condiciones mismas de su método– una definición, un sentido para nociones como la de vida, esto les corresponde a la filosofía9 o a las doctrinas religiosas. En otras palabras, en su interés por hacer del método experimental una herramienta que permitiera examinar las diferentes manifestaciones de la existencia, Bernard contrarrestó las reticencias vitalistas, afirmando que la ciencia tiene como potestad el estudio de los fenómenos por medio de los cuales la vida se hace reconocible y apreciable, a través de la observación y la experimentación. Describir con precisión esta dificultad del vitalismo permitió a Claude Bernard trasladar el estudio científico –empírico– a nuevos campos del conocimiento, a saber, los fenómenos de la vida humana.

La clave radica en que la ciencia experimental puede entender los fenómenos a través de los cuales se expresa y hace tangible la existencia. Esta condición da una preponderancia inédita al cuerpo, reconociéndole una energía y movimiento propios; haciéndolo –con todo lo que ello conlleva– un protagonista indiscutible de la existencia humana. Basándose en que el método experimental estudia las manifestaciones de la vida susceptibles de ser analizadas a través de sus propiedades químicas o físicas –sus condiciones materiales–, Bernard justifica el estudio del ser humano con este método, a través del cuerpo y sus múltiples fenómenos concomitantes.

Ahora bien, para emprender el estudio de estos fenómenos, la perspectiva experimental exige, tal y como es presentada por Bernard desde el comienzo mismo del libro, tres fases: una observación realizada, una comparación establecida y un juicio motivado (1996: 110-111). El ejercicio científico, así, tiene en la observación el procedimiento que revela los hechos; mientras que el experimento, al instruir respecto a sus circunstancias, provee un conocimiento exacto de la naturaleza de la cosa y fomenta la elaboración de un juicio respecto al fenómeno. Quien practique el método, lo dice el propio científico francés, primero, comprueba un hecho; segundo, a propósito de este hecho, nace en su mente una idea; tercero, en vista de esta idea, razona, instituye un experimento, imagina y realiza las condiciones materiales; y cuarto, de este experimento resultan nuevos fenómenos que es preciso observar, y así consecutivamente (Bernard, 1996: 125).

Por otra parte, siguiendo la misma vía analítica de los físicos y los químicos, a saber, la descomposición de los fenómenos complejos, el fisiólogo debe llegar a reducir todas las manifestaciones vitales de un organismo complicado a la actividad de ciertos órganos. Y, a su vez, la acción de estos a las propiedades de los tejidos o de los elementos orgánicos bien definidos (1996: 188). Además, estos diferentes elementos anatómicos son susceptibles no solo de ser observados sino, particularmente, confinados en un entorno que permita la realización de experimentos, con el objeto de avanzar en la descripción exacta del fenómeno o los fenómenos con los que están relacionados.

Así, retirado en su laboratorio10 (Bernard, 1996: 216), el fisiólogo debe descomponer la máquina viva, con el objeto de estudiar y medir, con la ayuda de instrumentos y procedimientos tomados de la práctica fisicoquímica, los diversos fenómenos vitales cuyas leyes trata de descubrir. Siguiendo entonces –en palabras del propio Bernard–, el método experimental, la medicina debe dividir sucesivamente el organismo como se desmonta un mecanismo de relojería, por ejemplo, con el ánimo de posibilitar el reconocimiento y el estudio de las fuerzas y los movimientos implicados en el funcionamiento de sus poleas, resortes y engranajes. De este modo, el estudio analítico y progresivo de los fenómenos de los cuerpos vivos, a través de la experimentación, se abre paso en medio de su complejidad.

Sostener que los fenómenos de la vida son observables y cuantificables impone la presencia del cuerpo –representado a través de la metáfora de la máquina,11 en el caso de Bernard– y, en última instancia, de la materia y sus manifestaciones fisicoquímicas, como elementos de análisis u objetos de estudio para el método experimental. Estos elementos ganaron preponderancia en la ciencia como medios a través de los cuales es posible describir y entender la vida, la salud, la enfermedad, en primera instancia, y sirvieron, con posterioridad, para que las ciencias de la conciencia encontraran una manera de abordar su objeto de estudio, distanciándose de los enfoques tradicionales. Parafraseando a Bernard, a la ciencia no le corresponde dar respuesta a la pregunta ¿qué es la conciencia? La ciencia solo estudia las formas a través de las cuales esta se manifiesta.

Este argumento de Claude Bernard respecto a que el campo de estudio de la fisiología son los fenómenos de la vida humana fue retomado por los representantes de las ciencias de la conciencia para dar cabida al método experimental en la psicología. Ellos sostuvieron que, de manera similar a como se determinan y estudian fenómenos como la salud o la enfermedad, atendiendo a los signos vitales (la temperatura, la frecuencia cardiaca, la presión arterial, la frecuencia respiratoria) o los signos clínicos (el peso, el color de la piel, las ojeras, la caída del cabello, el desgaste de las uñas), los fenómenos de la conciencia, como las emociones o la atención, pueden ser apreciados y analizados también por medio de signos vitales e indicadores somáticos, que incluyen la postura corporal, las expresiones faciales, la voz –el ritmo, el tono, la intensidad– o la proxémica. Todos estos signos e indicadores, aparte de descriptibles, son cuantificables y pueden dar lugar a ponderar no solo la gravedad de la enfermedad, sino, en teoría, el nivel de atención, tristeza, alegría, ira o miedo. En este orden de ideas, la psicofisiología se vale del método de la ciencia con el objeto de estudiar los fenómenos a través de los cuales se manifiesta la conciencia y determinar las condiciones materiales de los diferentes signos que permiten apreciar estados y funciones, incluso cognitivo-conductuales, de los seres humanos. Particularmente, la psicofisiología ha creado instrumentos y ha adecuado espacios que, al igual que lo hace la medicina experimental, le permiten valorar y circunscribir –aislar– el fenómeno objeto de estudio.

Alrededor de este vínculo de la psicología con el método experimental se instituyó una forma nueva de entender y describir los fenómenos y elementos que configuran la relación mente/cuerpo en los seres humanos. Gilberto Oviedo (2013) expone en su investigación doctoral, El proceso secular de la conciencia en Colombia (1886-1917), que los padres de la psicología experimental hicieron de la conciencia una noción a través de la cual se buscaba impedir la intromisión del pensamiento escolástico, tan cargado de la concepción de la preeminencia del alma sobre la naturaleza humana. Fue partiendo de este difícil deslinde, para la época, que se hizo posible considerar los fenómenos de la conciencia como objetos de estudio experimental y acometer el examen de la vida psíquica, incluso en el laboratorio (Oviedo, 2013: 9).

En este plano, Wilhelm Wundt y William James hicieron el papel de innovadores, en el sentido en que tuvieron el arrojo de hibridar12 métodos y técnicas de dos campos interesados en la conciencia y el comportamiento humano: la psicología de los filósofos y la psicología sensorial de los fisiólogos –más la fisiología del cerebro–. Para Edwin Boring, en su libro Historia de la psicología experimental, publicado en 1929, la psicología experimental, precisamente, no es otra cosa que la fusión de esas dos psicologías, que proceden de distintas dimensiones del conocimiento. Este psicólogo experimental norteamericano describe esta hibridación de la siguiente manera:

En la década de 1870 había algo fresco y emocionante en la nueva psicología experimental que Wundt había llamado psicología fisiológica... era introspectiva porque el tema de estudio era la conciencia [...]. Era sensacionista porque a través de la sensación se podía conocer la naturaleza de la conciencia [...]. Era elementalista porque desde el comienzo toda concepción giraba alrededor de la química mental y parecía como si las sensaciones, imágenes y sentimientos se combinaran en los compuestos que la psicología estudia. Y era asociacionista porque la asociación es el principio más importante para [integrar] los compuestos, porque la escuela británica había demostrado cómo se pueden lograr tanto la percepción como el significado a partir de la asociación de las partes. (Boring, [1929] 1992: 406-407)

De la misma manera en que lo hizo Claude Bernard con el estudio de la vida humana, Wilhelm Wundt hizo un llamado para que los seguidores de la psicología experimental evitaran definir los estados mentales haciendo uso de nociones abstractas y elucubraciones centradas en visiones ideales del ser humano. El psicofisiólogo alemán consideraba necesario introducir el habitus científico de la observación y el registro de hechos constatables en esta psicología, es decir, centrarse en las manifestaciones de la conciencia, con el objeto de brindar una definición de esta afincada en los fenómenos fisiológicos. Para Wundt, el desarrollo de la actividad experimental en psicología debía tener como pregunta guía ¿qué sucede en la psique cuando el sujeto es afectado por eventos de carácter sensorial? Y la respuesta, a su vez, debía encontrarse con base en el apoyo de instrumentos de precisión que favorecieran la medición de los hechos observados en el cuerpo (Oviedo, 2013: 125).

En este sentido, al practicante de la psicología fisiológica le corresponde ir paso a paso en la búsqueda de los vínculos entre la percepción sensorial, el tránsito de esta información desde el sistema nervioso periférico hasta el cerebro y la conversión del flujo permanente de registros sensoriales en elementos prescindibles de la conciencia. En concordancia con esto, la propuesta de Wundt trae una descripción de la conciencia, refinada por la emergencia no solo de su correlato psíquico, sino también de su correlato orgánico (Oviedo, 2013: 127). Para Wundt, la función de la conciencia está dada por su capacidad para organizar la información sensorial, compactando los datos de la experiencia externa para reducir una gran cantidad de información a un solo bloque simple y funcional. En otras palabras:

La conciencia requería reducir, según Wundt, el volumen de información aportado por el polo sensorial para evitar el desbordamiento de datos que normalmente circulan por nuestro fuero interno. Tan solo cuando el sujeto lograba reducir los datos sensoriales a su mínima expresión aparecía la capacidad de someter los contenidos sintetizados a procesos de conceptualización. Si en todo momento estuviésemos inundados por datos sensoriales, sin ninguna regulación u orden conceptual, viviríamos entonces en medio de un estado de perplejidad y desconcierto, sin asomo alguno de pensamiento u otras facultades abstractas. (Oviedo, 2013: 127-128)

Lo que destaca Wundt es que, ante la excesiva cantidad de estímulos que suscita el mundo exterior, la conciencia es el filtro a través del cual los múltiples registros sensoriales son ordenados, desencadenando un sinnúmero de procesos somáticos o fisiológicos, por medio de los cuales se hacen factibles estados de la conciencia, tales como las emociones, la atención o la toma de decisiones. Se realiza una selección de información que, en última instancia, es útil para que los seres humanos desarrollen una comprensión subjetiva de su entorno.

Por otro lado, para la psicofisiología es indispensable el estudio del sistema nervioso. Al ser una exigencia del método experimental que los fenómenos sean observados, medidos y contrastados, este es el objeto fundamental para construir y estudiar el vínculo entre la conciencia y los registros sensoriales. Esta es la parte del cuerpo relacionada con las dinámicas y los procesos sensitivos, con los estímulos y las percepciones que dan noticia tanto del entorno como de las condiciones orgánicas propias. Al respecto, para Wundt (1886), “todos los movimientos corporales, que tienen su origen en el sistema nervioso, son dignos de tener el carácter de operaciones psíquicas” (22). El autor da lugar así a la concepción según la cual hay procesos de causalidad irrefutables entre la conciencia y los múltiples fenómenos corporales y sensoriales, y por lo tanto, le concede a la conciencia una sustancialidad completa. Esta concepción fisiológica de los procesos que posibilitan el registro mental de las experiencias sensoriales dio lugar al primer laboratorio de psicología experimental en Leipzig, Alemania, de la mano de Gustav Fechner (1801-1887), Wilhelm Wundt (1832-1920) y Carl Lange (1834-1900). Asimismo, estas investigaciones hicieron parte de los estudios de la mente dirigidos por William James (1842-1910) en Estados Unidos.

Wundt investigó en su laboratorio en qué proporción una emoción puede afectar los signos vitales o, de manera inversa –y aún más polémica–, de qué modo los signos vitales o los indicadores somáticos pueden modificar el nivel de las respuestas emocionales. La psicofisiología cumple, de esta manera, con el objetivo fundamental del método experimental, aplicado al estudio de la conciencia: a través de la medición de los fenómenos, establecer no solo sus efectos y causas, sino también respuestas relativas a estas causas y estos efectos para construir leyes generales sobre los fenómenos.

Por otra parte, al igual que Bernard, Wundt sostenía que la condición de existencia de un fenómeno nada puede enseñar acerca de su naturaleza: a pesar de que conozcamos el proceso fisicoquímico por medio del cual se producen los fenómenos intelectuales, nada podemos decir respecto de la naturaleza primera, por ejemplo, de la inteligencia. El psicofisiólogo alemán (1886: 10) advierte que la voluntad científica busca, simplemente, perfeccionar la descripción de los fenómenos sensoriales y lograr su agenciamiento, entendiéndolos como elementos de un orden sistémico complejo; así, pese a que la psicología fisiológica no pueda aportar una definición exacta para la atención o el amor, sí puede ofrecer un análisis respecto a cómo se manifiestan e, incluso, calcular el impacto de sus efectos sobre el cuerpo que los encarna.13

Un aporte adicional lo proporcionó William James, quien asumió, de igual manera, la tarea de establecer un vínculo entre el sistema nervioso y la conciencia. Al comienzo de su famoso libro Principios de psicología, publicado en 1890, sostiene que no es necesario desgastarse explicando que el cerebro es la única condición inmediata y corporal de las operaciones mentales; esta “es una verdad tan universalmente admitida en la actualidad que simplemente lo establezco y continúo” ([1890] 1945: 16), afirma James, dejando sentado así un principio fundamental en su programa teórico: la necesidad de incluir en la psicología cierta dosis de fisiología cerebral. El estadounidense sostenía, al igual que Wundt, que un fenómeno de la conciencia escueto es la cosa inmediatamente conocida y singularizada, que hace parte de un proceso mental como elemento íntegro del sistema cerebral (1945: 177). En este sentido, explicaba, los fenómenos de la conciencia representan un estado de la conciencia, pero no son la conciencia propiamente dicha. Siguiendo esta corriente, para la época, las células, los nervios, las neuronas que configuran el sistema nervioso central –el elemento anatómico primordial para el examen empírico de la conciencia– se constituyeron en un objeto de estudio particular, dando lugar al nacimiento de una tradición académica que, de la mano de Paul Broca (1824-1880), Carl Wernicke (1848-1905), Charles Scott Sherrington (1857-1952) y Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), es conocida –en la actualidad– como la neurobiología conductual.

Teniendo en cuenta dicho marco teórico, pasaremos ahora a exponer cómo estas posturas teóricas circularon en Colombia, afectando no solo el campo de la producción intelectual, sino también el ámbito político y educativo.

En síntesis, primero Claude Bernard, que establecía un área de estudio particular para el método experimental orientada a los fenómenos de la vida humana, luego Wilhelm Wundt, que hibridaba la fisiología y la psicología para acometer el análisis de los fenómenos de la conciencia, y por último William James, que establecía, con base en la psicofisiología, el sentido en el que deben entenderse ciertas experiencias mentales, permitieron el desarrollo concreto de unas ciencias de la conciencia que desafiaron los enfoques hegemónicos. La naturaleza humana comenzó a ser apreciada entonces otorgando una marcada preferencia a lo sensorial, puesto que es el medio por el que se concibe y apropia el ser humano, tanto de sí mismo como del mundo, dando origen a una conciencia propia.

La emergencia del origen sensorial de la conciencia en Colombia

La guerra de las escuelas