El pan nuestro - Cristina Harari - E-Book

El pan nuestro E-Book

Cristina Harari

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Beschreibung

El pan en estas historias endulza un corazón roto, mitiga una ausencia, distingue una voz en la soledad y hace meditar, como si se tratara de algo religioso. En el fondo, el pan y la escritura son tentaciones irresistibles que nutren.

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El pan nuestro. AntologíaISBN: 978-607-8773-01-5 1ª edición: diciembre de 2018

© Trópico de Escorpio© Cristina Harari, La hogaza en el cesto© Guadalupe Zubieta, Un tesoro por las mañanas© Alma Gara, Ojo de buey© Claudia Vargas, La camioneta© Adriana Guadalupe Luna Flores, El recién salidito© María Enriqueta Beyer, Una pizca de sal© Aída Rebeca González González, Gota a gota© David Estopier, El trigal© Martha Mc Phail, Pan de dolor© Gilda Salinas, Quién quiere cochitos© Victoria Villaseñor, La delicia de un encuentro inesperado© Ana María Chuhurra, ¡Felicidad!© Mónica María Corlay Trujillo, Aenor© Lía Mantilla Tanzi, Permiso para portar armas© Cristina Harari, Redondo como el sol© María Eugenia Gómez Figueroa, El primer beso© Beatriz Inzunza, Corazón de pan© María Ontiveros, Qué muerto tan vivo© Rosa Martha Ingelmo C., Complicidad© Elsa Sánchez Valera, Historia de un bolillo© Almagara, Dorado oscuro© Eliz Amaité, ¿De qué tienes antojo?© Gilda Salinas, Dos de cocol para Juanita

Distribución: Trópico de Escorpio www.tropicodeescorpio.com.mx FB: Trópico de Escorpio

Diseño gráfico: Karina Flores Fotografía de portada: Karina Flores Fotografías de interiores:

Gilda Salinas: 6, 14, 22, 26, 28, 34, 36, 44, 48 Karina Flores: 4, 8, 10, 24, 32, 40 Freepik: 12, 18,20, 30, 42, 46, 50 Branislav Bokun: 16 Viñetas: Freepik

HECHO EN MÉXICO

Este libro no puede ser reproducido total o parcialmente, por ningún medio impreso, mecánico o electrónico sin el consentimiento de los autores.

 

 

PRÓLOGO

 

El pan nos cuenta historias. ¿Quién no siente un toque en el alma cuando percibe el aroma de un pan recién horneado? Hay algo en la experiencia que parece traer noticias de nosotros mismos, nos nutre de imágenes y nos inspira. El pan es uno de los mejores pretextos para la escritura y, como el hambre misma, su presencia o ausencia genera pasiones.

Quién no recuerda a Bola de Sebo, aquella gorda del cuento de Maupassant que, con su pecho rebosante y el rostro de manzanita colorada, decide sacar sus provisiones para el camino: pollo, viandas, frutas y el pan de Normandía. Es la época de la guerra franco-prusiana y las personas tienen hambre, por lo que basta con que ella muestre el contenido de su canasta para que los otros viajeros de la diligencia sientan ganas de matarla y arrojarla fuera de la diligencia.

La hogaza se menciona en muchas obras literarias: la Biblia, El Quijote, El lazarillo de Tormes, Los miserables. Salvador Novo escribió en su Antología del pan que este es sagrado y tan antiguo como el hombre mismo (no en vano las deidades han elegido el pan como su símbolo en distintas culturas), y en otros textos aparece como la base de la alimentación diaria, representación de caridad y consuelo, agasajos y fiestas.

México es el país en donde encontramos las más variadas formas y sabores de pan. Los nombres de las piezas hacen volar la imaginación: regañadas, amores, trenzas, volcanes, chilindrinas, gendarmes, corbatas, orejas, moños, besos…

Los escritores de esta antología son como los panaderos artesanales: con las palabras amasan un recuerdo, detallan una historia. Su escritura tiene la responsabilidad de los ingredientes exactos, la forma y la espera.

El pan en estas historias endulza un corazón roto, mitiga una ausencia, distingue una voz en la soledad y hace meditar, como si se tratara de algo religioso. En el fondo, el pan y la escritura son tentaciones irresistibles que nutren.

Qué gran acierto es combinar ambos elementos en este libro que, sin duda, desencadenará imágenes y resonancias en quien lo lea.

Gabriela Santana

 

LA HOGAZA EN EL CESTO

Cristina Harari

Ha esperado este día con gran agitación, no siempre hay festejo, y por tratarse de una fecha importante todo debe quedar lo mejor posible. Ocho lugares y uno más solo para la buena suerte, piensa al tiempo que voltea hacia la mesa preparada desde el día anterior. Ha puesto su mejor vajilla y los cubiertos de plata, reliquia que heredó y que solo utiliza en ocasiones especiales.

El pavo está en el horno, mientras da los últimos toques a la crema de nuez y verifica si tiene todo lo necesario para la ensalada. Perfecto, ahora viene lo mejor.

En el momento en que enjabona sus manos y palpa el chorro de agua, recuerda el anuncio en la pantalla colocada estratégicamente en la sucursal bancaria: “Experiencia inmersiva… tecnología actual… desconéctese del mundo y despierte sus sentidos”. Le pareció absurdo, pero siguió viendo las imágenes seguidas por un texto que intentaba ser convincente.

Se seca con minuciosidad y pone música. La harina comienza a caer sobre el cuenco grande, la primera nevada del año en su cocina; añade justo la cantidad de sal que dará a la pieza el sabor que desea conseguir; en el agua tibia ya reposa la levadura. ¿Quién en su sano juicio va a un restaurante de cristal suspendido a setenta metros sobre un acantilado o con unos lentes de realidad virtual se sumerge en una experiencia multisensorial sin estar realmente ahí? Desconectarse de este mundo… despertar los sentidos… ¿Será que me estoy perdiendo de algo?

Con las manos desnudas va poco a poco uniendo los ingredientes. Piensa que hay algo de religioso en esta preparación, legado arcaico que une pasado y presente, es parte de la evolución de la humanidad. Una vez integrado todo, amasa delicadamente, luego emplea más fuerza una y otra vez hasta tener una masa brillante y homogénea; lo que sigue es dar forma a una esfera que arropará igual que a un crío. Después del lapso adecuado y con la misma mesura, va a lograr la pieza que destinará a cada comensal, el regocijo del paladar vendrá después.

¿Por qué no lo compras hecho, ma? Fue difícil que entendieran sus razones, pero a partir de la primera vez que sirvió pan recién horneado, los demás platillos ocuparon un lugar de acompañamiento. Desde entonces, en cada ocasión en que se reúnen, ella puede observar cómo ocurre el festejo a los sentidos, cómo reposan las lonchas de la carne entre capas de suave miga o recogen los jugos que quedaron en el platón; cómo nadan trocitos en la sopa para que los nietos, ávidos pescadores, los atrapen con la red de una cuchara o cuando calientito lo cubren con la dorada mantequilla.