El Proyecto Fénix - D.M. Cain - E-Book

El Proyecto Fénix E-Book

D.M. Cain

0,0
0,99 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Con el aumento de la violencia y los ataques terroristas, el mundo desciende al caos. Indignados por la anarquía, los ciudadanos demandan un sistema penal más duro y nace El Proyecto Fénix.

En prisiones de todo el país, los internos luchan a muerte en una masacre semanal mientras la nación los anima.

Raven Kennedy, un prisionero que nunca se ha perdonado por su atroz crimen, lucha contra la culpa y el odio hacia sí mismo. Sin embargo, mientras la auténtica batalla se libra en su interior, a Raven lo obligan a enfrentarse a algunas de las máquinas para matar más despiadadas de la prisión.

Mientras lucha por su vida y por una oportunidad para redimirse, ¿podrá Raven sobrevivir lo suficiente para deshacerse de la rabia y arrepentimiento que lo encadenan, y encontrar el perdón que busca?

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



El Proyecto Fénix

D.M. Cain

Traducido porBárbara González Navarrete

Derechos de autor (C) 2019 D.M. Cain

Diseño de Presentación y Derechos de autor (C) 2022 por Next Chapter

Publicado en 2022 por Next Chapter

Arte de la portada por Amalia Chitulescu

Este libro es un trabajo de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia. Cualquier parecido con eventos reales, locales o personas, vivas o muertas, es pura coincidencia.

Todos los derechos reservados. No se puede reproducir ni transmitir ninguna parte de este libro de ninguna forma ni por ningún medio, electrónico o mecánico, incluidas fotocopias, grabaciones o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso del autor.

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41

Capítulo 42

Capítulo 43

Capítulo 44

Capítulo 45

Capítulo 46

Capítulo 47

Capítulo 48

Capítulo 49: Pánico

Capítulo 50: Ira

Capítulo 51: Culpa

Capítulo 52: Desesperación

Capítulo 53: Arrepentimiento

Capítulo 54: Redención

Querido lector

Sobre La Autora

A mi maravilloso marido Matt y a mi hijo Deacon. Su apoyo y ánimo me inspiraron para escribir este libro. Han cambiado mi vida en muchas formas y sin ustedes nada de esto habría sido posible.

Capítulo1

Presente

El miedo frío y oscuro corría a través de las venas de Raven Kennedy y lo congelaba en su lugar. Un redoble estruendoso resonaba en su cabeza y le costó un poco darse cuenta de que era el latido incesante y agitado de su propio corazón.

A medida que se ponía cada vez más nervioso y asustado ante su destino inminente, su aliento salía rápidamente, se atascaba en su garganta y lo ahogaba. Una tos amenazaba con escapar a través de sus labios, pero la contenía, asustado ante la posibilidad de que arrastrase con ella el contenido de su estómago, la comida insípida y desabrida que le habían dado en su celda.

Era el peor momento posible para sentirse débil, pero su agotamiento era tan grande que Raven sentía que apenas podía levantar los brazos. No había pegado un ojo la noche anterior.¿Cómo podría, con el día de hoy cerniéndose sobre él?

La fecha de su primer combate había llegado pronto. Apenas le habían dado tiempo para pensar en ello. Raven miró sus manos y no le sorprendió que estuviesen temblando.

Su oponente se llamaba Wilson. Raven no sabía nada más sobre él. Nunca le había hablado, siquiera lo había conocido.¿Se habrían encontrado alguna vez en el comedor y nunca habrían despegado la vista del piso? Si le hubiera hablado, ¿habría facilitado lo que tendría que hacer luego?

El corazón le saltó hasta la garganta cuando escuchó pasos firmes en el corredor. Venían a buscarlo. Tenía los ojos fijos en sus manos temblorosas mientras las puertas mecánicas de su celda zumbaban y se abrían.

«Vamos.» La orden fue clara y directa.

Raven se levantó para enfrentar a los guardias mientras pensamientos alocados corrían por su cabeza. Podía atacar a ambos, dejarlos inconscientes y escapar.¿Pero qué haría después? Había guardias en todos lados, rejas de seguridad y puertas cerradas con llave. Era imposible escapar. Un acceso de pánico inundó su mente. Sentía el pecho apretado y respiraba en forma irregular. Se mantuvo firme, inhaló profundamente y cerró los ojos.

«Arriba. Vamos», le ordenó nuevamente uno de los guardias.

Los ignoró. Tenía que calmarse antes de entrar al ring o estaría muerto en cuestión de segundos. Mantén la calma. Tomó aire y con ello sintió que su miedo se disolvía. Cuando abrió los ojos, estaba listo para salir.

Lo guiaron hacia la arena, pero en lugar de entrar por las puertas principales, por donde arreaban como ganado a los otros reos para mirar los combates, le hicieron entrar por una puerta que llevaba a un vestuario. Lo sentaron, le dijeron que se preparara y lo abandonaron con solo su miedo por compañía.

La ansiedad se arremolinaba en su cabeza.¿Qué es esto?¿Este era el momento en que moriría?¿Cómo podría matar a otro solo para sobrevivir?¿Qué hacía que su vida valiera más que la de Wilson?

Esperó. Fue como si pasaran horas antes que la voz audaz del comentarista resonara en el teatro.

« ¡Esta noche, damas y caballeros, tenemos una gran sorpresa! Él ganó dos combates espectaculares consecutivamente.¿Podrá ganar el tercero hoy?¡Por favor denle la bienvenida al invicto Wilson!» Gritos y vítores formaban un coro alrededor de la arena.

«Y enfrentándolo esta noche» —el corazón de Raven saltó— «en su debut en Salverford, para luchar por su honor, su dignidad y su vida, ¡Raven!»

Raven supo que no tenía más opción que entrar al ring. Había estado en el anfiteatro muchas veces anteriormente. Al igual que a los otros reos, cada vez lo habían arrastrado ahí y obligado a ver a dos internos masacrarse hasta la muerte. Pero ahora era diferente. Cuando salió a la pasarela, vio Salverford de forma completamente distinta. Multitudes sedientas de sangre pidiendo su muerte y cámaras de televisión apuntando hacia su cara mientras millones de espectadores alrededor del mundo miraban y esperaban a ver su espantoso destino.

De mala gana avanzó por la pasarela ascendiente, entre las multitudes de reos, y llegó hasta ring temblando. A medida que avanzaba, miraba los rostros de sus compañeros de la prisión que lo observaban desde abajo. Gritaban, vitoreaban, cantaban, bailaban. Desde arriba se veían pequeños e insignificantes. Y sin embargo, eran lo más aterrador que había visto en su vida. Criaturas minúsculas que esperaban para devorarlo. Se encogió de hombros mientras avanzaba y mantenía la vista en su destino: el ring donde lo asesinarían a sangre fría o en donde ensuciaría sus manos con la sangre de otro.

Mientras se acercaba y se introducía a través de las cuerdas fijó la vista en su oponente. Wilson era más alto que él, tenía hombros anchos y lo que a futuro sería una considerable barriga. Sus ojos azules alguna vez quizás habían sido amables, pero ahora brillaban con la determinación feroz de mantenerse con vida, a cualquier precio. Sus manos grandes y toscas ya se habían convertido en puños y Raven podía ver su pecho expandiéndose y contrayéndose por las expectativas, emoción o miedo; Raven no sabía por qué.

Wilson tenía un aspecto imponente y el miedo de Raven aumentó, amenazando con apoderarse de su cabeza y nublar su razón. Raven inhaló profundamente un par de veces y se obligó a calmarse. Evaluó por segunda vez a su oponente con la vista y trató de ver sus ventajas. Wilson era más alto, eso era cierto, pero él era delgado, atlético y rápido. Podría usar eso su favor y, después de todo, quizás podría matar a Wilson.

Tan pronto ese positivismo subió su moral, su conciencia actuó para hundirlo nuevamente. Pensó en qué tipo de persona era Wilson.¿Qué pasatiempos tenía?¿Se había enamorado alguna vez?¿Cuál fue su delito? Quizás era inocente. Pero si no lo era, si era un asesino o un violador, ¿eso facilitaba de alguna forma las cosas?

Cuando la campana sonó, el estómago de Raven se sacudió y en un instante Wilson estuvo sobre él, aplastándolo con todo el peso de su cuerpo, como una pared de carne en movimiento. Raven se tambaleó ante el peso del hombre y se preguntó frenéticamente dónde golpearlo. Lanzó un golpe al azar pero poderoso al cuello de Wilson y lo tiró al piso.

Wilson se levantó y se lanzó nuevamente hacia Raven. Golpeó con fuerza el pecho de Raven con el puño derecho y le quitó la respiración. Pero si bien se ahogaba mientras el aire le volvía a los pulmones, Raven se sorprendió por lo poco que le había dolido. Le había quitado la respiración por el lugar donde había recibido el golpe, no por la fuerza de él.

Raven vio el miedo en los ojos de Wilson y sintió cómo su confianza aumentaba. Puedo ganar. Llevó el puño hacia atrás y, con toda su fuerza, lo encajó en la mandíbula de Wilson. El golpe derribó a Wilson y lo dejó tirado en el suelo, parpadeando para aclarar la vista. Raven dio un paso adelante para patear a Wilson mientras estaba en el suelo, pero algo dentro de él le hizo dudar.

Wilson lo miró, con la ira destellando en su rostro mientras se ponía de pie. Se lanzó hacia Raven, con una furia arrasadora en los ojos. Lanzó un golpe y golpeó con fuerza su cara. El labio de Raven se reventó tras el impacto y la conmoción por el dolor se extendió su rostro.

Un pequeño chorro de sangre le entró a la boca y Raven se limpió con el dorso de la mano, pero el siguiente golpe llegó antes que pudiera recuperar la concentración.

Raven intentó bloquearlo, pero no fue lo bastante rápido e impactó en su pómulo. Este golpe dolió mucho más. Se tambaleó hacia atrás en su agonía, retorciéndose mientras sus nervios gritaban, pero se mantuvo de pie, pues sabía que una caída implicaba la muerte.

Wilson había recuperado una parte de su confianza y tenía una sonrisa arrogante grabada en la cara. La multitud estaba descontrolada, vitoreando y gritando para que Wilson ganara. La pared de ruido constante corroía la mente de Raven, que trataba de ignorar la sed de sangre del público. Él era un desconocido. Este era su primer combate y nadie lo apoyaba.

A continuación, Wilson probó con una patada, un golpe fuerte y preciso dirigido a la rodilla de su adversario. Raven se dio cuenta demasiado tarde. No pudo esquivarla a tiempo, pero levantó la pierna de manera tal que la patada conectó con su pantorrilla en lugar de su rodilla. El impacto fue doloroso y Raven sabía que si sobrevivía tendría un moretón espantoso en el lugar, pero por lo menos había salvado su rodilla de que la hicieran añicos.

Los ojos de Wilson destellaban de ira cuando falló su patada y Raven notó cómo su cuerpo se tensaba a medida que su ira alcanzaba niveles peligrosos. Wilson volvió a patear, más alto esta vez, y su talón se estrelló brutalmente contra el estómago de Raven.

Ahogado y farfullando, sin aire, Raven se dobló de dolor. Wilson vio su oportunidad y, mientras Raven estaba en esa posición, formó un puño y lo golpeó fuertemente en la nuca. Raven cayó al piso, con la cabeza y el estómago palpitando de dolor.

La siguiente patada la recibió en las costillas y sintió un chasquido enfermante mientras un relámpago de agonía corría por su cuerpo. Una de sus costillas se había roto y sentía como si le hubieran enterrado un cuchillo al rojo vivo en el costado.

Wilson no perdió tiempo y pisoteó con fuerza la pierna de Raven. Raven gritó de agonía. Sentía como si su tibia fuera a explotar. Cada nervio envió impulsos de un dolor terrible a lo largo de todo su cuerpo. Levántate, levántate y pelea. Raven trastabilló, mientras sujetaba su costilla rota con la mano izquierda. Cojeó hacia Wilson, con el dolor de la tibia amoratada a cada paso.

Wilson derrochaba confianza ahora, le sonreía a la multitud y ya creía haber obtenido la victoria. Raven vio el orgullo en sus ojos y su cuerpo relajado, desprevenido ante otro ataque. Tomó la ventaja y cojeó hacia él, ya que Wilson estaba indefenso.

Llevó el puño hacia atrás y golpeó a Wilson en la cara con toda su fuerza. Sintió la nariz de Wilson romperse con el impacto e inmediatamente lo invadió la repulsión. Luchó contra el horror que había surgido en su estómago y que amenazaba con vaciar sus contenidos en el ring.

La cara de Wilson se contorsionó de dolor y se sujetó la nariz ensangrentada.

Raven se preparó para atacar nuevamente a Wilson, pero vio un brillo de miedo en sus ojos. Su puño quedó inmóvil en medio del aire mientras miraba a los ojos de su oponente; ojos que cambiaron súbitamente a esferas de color gris ahumado. Raven parpadeó. No era posible… era solo un efecto óptico. El cabello corto de Wilson pareció alargarse y flotar alrededor de su rostro para enmarcar unas delicadas facciones femeninas. La boca, la nariz, los labios de ella.

Raven bajó las manos y se tambaleó hacia atrás. La multitud estalló en protestas y se encontró con miradas furiosas e impacientes. Supo que esto debía terminar pronto. No podrían continuar de esta forma para siempre, pues solo prolongarían lo inevitable. Uno de ellos se iría caminando y el otro en una bolsa para cadáveres. Cuál sería cuál dependía de que Raven resistiera.

Apretó los dientes y se lanzó a la lucha, y trataba de ignorar sus heridas mientras golpeaba y pateaba a Wilson en el lugar que pudiera. El más grande se vio superado y cayó al piso. Wilson se hizo un ovillo, mientras le llovían las patadas, y Raven se obligó a ignorar la voz de su pasado que gritaba de dolor y le rogaba que se detuviera.

Olas de agonía inundaban a Raven y su costilla palpitaba cada vez que se movía. Era demasiado que soportar, pero no podía parar ahora. Si le daba a Wilson un segundo de descanso, podría volver a cambiar el rumbo del combate. Continuó pateando tan fuerte como le era posible, rogando con desesperación que Wilson muriera pronto.

El esfuerzo era demasiado para el cuerpo malherido de Raven y finalmente cedió, retrocedió para recuperar el aliento y darle descanso a su costilla adolorida.

Wilson se puso de pie, maltrecho y sangrante. Por el rabillo del ojo, Raven vio un brillo metálico cuando un miembro del público le arrojó algo a Wilson. Apenas tuvo tiempo para identificarlo como un cuchillo antes que Wilson se lanzara sobre él como un animal, sujetando el arma letal con una hostilidad renovada. La multitud rugió con deleite.

Wilson esporádicamente trataba de apuñalar a Raven con un brillo maníaco en los ojos. Sin prestar atención al dolor agudo proveniente de su costilla, Raven esquivaba y se agachaba, con la mente trabajando furiosamente para intentar arrebatarle el cuchillo a Wilson.

El cuchillo centelleó peligrosamente en el aire. Raven intentó esquivarlo, pero no fue lo suficientemente rápido y fue a parar a la parte superior de su brazo, cortando a través de su camisa y la piel de debajo de ella. Raven apretó los dientes de dolor mientras la sangre empapaba su ropa. Wilson se detuvo por un momento, con una enorme sonrisa.

Eso era todo. Wilson estaba seguro de que ganaría y la arrogancia prematura bailaba en sus ojos. Raven vio su oportunidad y le dio una patada alta y poderosa. Su pie golpeó la mano que sostenía el cuchillo y lo envió volando al otro lado del ring.

En un ataque brutal, Raven pateó a Wilson en la rodilla y corrió a tropezones a buscar el cuchillo.

Su mano se cerró alrededor de la empuñadura y volteó para enfrentar a su oponente. Wilson se arrastraba dolorosamente para incorporarse cuando vio el arma brillante en la mano de Raven. Su expresión se desmoronó y el horror reemplazó la confianza que se leía su rostro. Alrededor de ellos, la multitud estaba encantada, aclamaba y gritaba emocionada.

Raven sintió cómo se le encogía el estómago de desesperación al acercarse a Wilson. Se le hizo un nudo en la garganta. El combate había terminado para Wilson y ahora, resignado ante su destino macabro, arrodillado, miraba a Raven con ojos grandes y húmedos. Súbitamente se veía débil, después de haber sido un enemigo poderoso durante el combate, y Raven entendió la situación por lo que era realmente: No era una pelea justa ni un deporte, sino una ejecución. Quería arrojar el cuchillo, decirle a Wilson que le perdonaba la vida y que todo estaría bien, pero no era una opción. A su espalda, la multitud alborotada aullaba por la muerte de Wilson, desesperados por ver sangre, y tras ellos, los guardias sujetaban sus armas amenazadoramente, a la espera de ver si Raven se atrevería a desobedecer. Lo matarían si perdonase a Wilson.

Raven inhaló profundamente, reunió su valor y avanzó hacia Wilson. Sepultó el miedo y repulsión en el fondo de su estómago y llevó el cuchillo hacia atrás.

Los ojos de Wilson una vez más se convirtieron en esferas hermosas de color gris oscuro mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. Raven parpadeó para enjugarse las suyas que habían comenzado a nublar sus ojos y, con todas sus fuerzas, empujó en cuchillo entre las costillas del pecho del hombre

La bilis subió el estómago de Raven y luchó contra la necesidad de vomitar. Intentó desesperadamente ignorar el rechinido del cuchillo al deslizarse entre las costillas a medida que lo enterraba cada vez más adentro y sintió cuando perforó los pulmones de Wilson.

Los ojos de él se abrieron por un instante, para luego parpadear hacia el olvido antes que su cuerpo se aflojara.

Raven miró al cuerpo con desesperación al darse cuenta de que sentía lo mismo que la última vez que había asesinado, cuando la vida había abandonado unos ojos color humo.

Capítulo2

Un año antes del encarcelamiento de Raven en la prisión Salverford

Era 18 de septiembre y Raven flojeaba en su sofá mientras pasaba de un canal a otro. Música. Celebridades. Programas matinales. Se estiró hacia un lado del sofá para alcanzar su cerveza y tomó un sorbo, respirando entrecortadamente mientras tragaba la bebida fría. Era un poco temprano para comenzar a beber, pero necesitaba algo para seguir adelante. Apenas si había dormido la noche anterior. Continuó cambiando de canal hasta que llegó a las noticias.

«— se mantendrá en alerta hoy. Se ha despachado a todas las brigadas al lugar, donde la gente ha comenzado a reunirse. La cámara aérea nos muestra que el área completa está rodeada por la policía, que espera una alta asistencia. Si miramos el área directamente frente al Parlamento, podemos ver que las personas ya han tomado sus lugares en el área de protesta. Robert Sharp está en la escena para darnos más detalles.»

La cámara cambió a una toma de un hombre impecablemente vestido que estaba de pie frente a las Casas del Parlamento, Londres. A su espalda, la gente se preparaba para una manifestación, de pie y hablando, preparando pancartas y megáfonos.

«Gracias, John. Estoy en el lugar de la manifestación Anti-Proyecto Fénix. La policía ha declarado que no ha habido una protesta de esta magnitud en quince años, desde el bombardeo de Roma. Las autoridades locales esperan que sea una protesta pacífica y que no se vuelva violenta. La policía recibió informes sobre posible hostilidad de parte de los grupos pro-Fénix, pero hasta el momento la atmosfera es relajada. Se han cerrado las calles alrededor del área de Westminster y se le recomienda a las personas que no vayan al centro de Londres a menos que sea absolutamente necesario.»

Raven miró su reloj antes de apagar el televisor. Era hora de irse.

Incluso antes de acercarse a Westminster podía escuchar los cánticos de protesta, los vítores y los megáfonos. El estómago le hormigueaba de emoción y la adrenalina burbujeaba dentro de él. Al dar vuelta en la esquina, apareció la multitud. Se había reunido mucha gente, pero tanta como esperaba y se sintió un poco decepcionado. Avanzó entre los puestos y se detuvo frente a una mujer que gritaba por un megáfono.

« ¡El Proyecto Fénix es un insulto a la humanidad! La civilización debe progresar, no revertirse, y esta es una clara señal de retroceso. No podemos ocultar nuestros problemas bajo la alfombra y matar a aquellos con quienes no estamos de acuerdo.»

La multitud aplaudió y aclamó. Algunos agitaron sus pancartas: «Vote NO al Proyecto Fénix»; «Fin al asesinato de los gladiadores»; «Respete la vida – vote NO al Fénix». Raven siguió caminando y pasó por una mesa sepultada bajo panfletos y posters que mostraban los cadáveres de personas jóvenes que yacían muertas en el suelo de rings de boxeo. Desvió la vista, con un nudo en la garganta. Si importar cuántas veces viera las imágenes, todavía le impactaban fuertemente y su corazón se agitaba con disgusto y compasión.

Les había mentido a sus colegas y había dicho que hoy tenía una hora con el médico. No solo le habrían negado el permiso, tampoco habrían dejado de molestarlo con el asunto después. Lo habrían despreciado y se habrían burlado de él, le habrían contado historias de delitos horribles y del bien que había hecho el Proyecto Fénix para castigar a los delincuentes. Le daba asco. A veces sentía que era el único que veía el sistema tal como era: una matanza incivilizada.

Siguió caminando por la gran área cubierta de césped, entusiasmado con todo lo que había visto. Al otro lado del prado, un hombre le gritaba sus opiniones a una pequeña multitud.

« ¿Qué clase de país es este, que permite muestras barbáricas del machismo de su gobierno? A eso se reduce todo. El gobierno tiene miedo de parecer débil ante las superpotencias. Durante la última década, la policía, los políticos, el público, todos se habían acobardado ante los crímenes violentos y el terrorismo. Debimos haber resuelto esto a través de la comprensión del delincuente, el terrorista.¿Y qué hizo el gobierno? Se volvió peor que ellos. Claro, estaban asustados, todos lo estábamos. Llegamos al punto en que la amenaza del terrorismo nos perseguía a diario. La gente temía demasiado usar el transporte público por miedo a un ataque. Había que hacer algo. Las prisiones eran muy suaves, muy cómodas.¿Por qué había que tratar a los delincuentes mejor que a las víctimas? No eran un freno de verdad. Y estoy seguro de que todos sabíamos que el sistema necesitaba un cambio con desesperación.¿Pero esto? Es repulsivo.¿Cuándo dejamos de considerar sagrada la vida humana? Todos tienen derecho a la vida, incluso los delincuentes. Nuestra cultura se ha vuelto desechable y esa es la manera en que el gobierno lidia con nuestros problemas. Se deshace de ellos. Mata a quienes los provocan. Como si una vez que hubieran cometido un delito, hubieran renunciado a su derecho a vivir. No es así de simple. La gente merece una segunda oportunidad para redimirse de sus crímenes.»

La multitud vitoreó y Raven aplaudió con entusiasmo antes de avanzar hacia otro orador.

«La religión no tiene la culpa aquí. Como cristianos, hemos sido fieles a nuestra fe, la Palabra de Dios. Ayudábamos al prójimo. Después de todo, ante la fatalidad necesitábamos gente que escuchara, que reconociera que ante la decadencia moral necesitábamos rogar por nuestra salvación. Postrarnos a los pies del Señor y decir “Perdóname”. Pero el mundo se negó a escuchar. Creía saber más. Por supuesto que no defendemos los actos terroristas, pero en algunas situaciones es necesario hacerse notar para que la gente nos escuche. NO es culpa de la religión sino del hombre. La incapacidad del hombre para seguir el mandato del Señor. La arrogancia del hombre. Merecíamos esto. Y ahora todo lo que podemos hacer es rezar, rogarle al Señor por nuestra salvación. Todavía no está perdida la esperanza. Todos somos hijos de Dios. Recemos por quienes están en Salverford.»

Raven frunció el ceño. Todos odiaban el Proyecto Fénix, pero ¿religión? Era llevar las cosas demasiado lejos. Una o dos personas rezaron con ella, pero la mayoría se hizo a un lado. La religión era demasiado tabú. Cuando el terrorismo comenzó con los bombardeos en las estaciones de trenes y la ejecución de periodistas, el gobierno culpó a los grupos religiosos y aprobó la primera ley contra la libertad de expresión. A ninguna religión se le permitiría predicar sus valores fuera de sus lugares de culto designados. Fue el primer paso para limitar su influencia.

La gente reaccionó con alborotos y disturbios a lo largo del país por semanas, pero con una oleada constante de propaganda en diarios y en todos los canales de TV, el público comenzó a alimentarse de la exageración y el alarmismo. En el período de uno a dos años comenzaron a temer y odiar la religión. Cuando un hombre armado avanzaba por la calle disparando indiscriminadamente y gritando sobre su dios, algunas personas seguían la palabra de los tabloides y culpaban a la religión y no a la persona.

No pasó mucho tiempo antes de que los ataques a iglesias, mezquitas y sinagogas se volvieran comunes y que a los predicadores y al clero se les expulsara de las comunidades. Poco después, comenzaron los ataques a lugares de culto y su destrucción.

Algunas religiones se desalentaron, aceptaron su destino y desaparecieron. Algunos fundamentalistas conservadores intentaron apegarse a su fe, pero pronto se convirtieron en parias, despreciados por sus seguidores. Se fueron a las esquinas, gritando y agitando sus signos, hasta que la policía los retiró a la fuerza por provocar disturbios.

La mayoría de las personas que había seguido una religión antes de la ruptura siguió creyendo. Algo tan horrible no podía estremecer su fe. Por el contrario, sus creencias se reforzaron ante la adversidad, pero ahora debían mantenerlas en privado, escondidas tras puertas cerradas en medio del secreto en sus casas. Y sin lugares en donde los devotos pudieran reunirse, se volvió difícil reclutar nuevos seguidores que adoctrinaran a los jóvenes en la fe. Con la avalancha de propaganda negativa en los medios, las generaciones más jóvenes se alejaron naturalmente de ella.

Gradualmente, la influencia de la religión comenzó a extinguirse y con ella, el número de creyentes.

La iglesia Católica se había negado a desaparecer en medio de la nada y había pasado de ser pacífica a indignada. Incluso ahora, a tres años de la aniquilación del Vaticano, la religión seguía siendo un concepto aterrador. La gente ahora evitaba mencionar a los católicos y ellos se escurrieron de la mirada pública, aparentemente en el olvido. Había rumores ocasionales de un levantamiento por aquí, una conspiración terrorista por allá, pero generalmente se descartaban como chismes.

Raven se alejó de las personas que rezaban y se dirigió hacia una mesa con una pila de panfletos. Tomó uno y empezó a leerlo.

«El Proyecto Fénix está actualmente en el undécimo mes de un período de prueba de un año en la Penitenciaría Salverford, después de su exitosa implementación en la prisión de Belsen. Con el objetivo de librar el mundo de terroristas y delincuentes violentos, el Proyecto Fénix enfrenta a unos prisioneros contra otros, lo que ha permitido liberar un considerable espacio en las prisiones de todo el país. El gobierno ha declarado el proyecto un éxito enorme, un avance en la justicia y la prevención de delitos.¿Pero cuál es la verdad tras el Proyecto Fénix? Hasta el momento se registran veintisiete muertes en Salverford. Diecinueve hombres y ocho mujeres han muerto a manos de sus compañeros en un brutal ring de boxeo instalado en un anfiteatro en las profundidades de la prisión.¿Por cuánto tiempo se prolongará? En septiembre el gobierno someterá a votación del público la decisión de continuar con el Proyecto Fénix. Si siente la falta de humanidad como nosotros, únasenos en las afueras del Parlamento para la protesta Anti Proyecto Fénix el 18 de septiembre y use su voto sabiamente el día 19. Vote “no” al Proyecto Fénix».

Raven caminó y llegó a un pequeño escenario, montado al frente del área cubierta de césped en dirección opuesta a las Casas del Parlamento. Aquí una mujer joven gritaba apasionadamente a través de un megáfono.

« ¿Qué clase de animales somos? Quiero decir, vamos, la justicia es una cosa.¿Castigo? Está bien, pero el Proyecto Fénix no es ninguna de estas cosas, es maldad. Todos odiamos el crimen, le tememos a los terroristas, pero esta brutalidad no es la respuesta. Nada me gustaría más que ver a los delincuentes colgados, el regreso de la vieja y buena pena capital. Ojo por ojo, eso es justo. Pero lo que estamos haciendo es provocar más violencia.¿Sabían que ahora están metiendo cámaras de televisión a Salverford para grabar las peleas? Están considerando seriamente transmitirlas al público. Esta no es la época de los gladiadores y las ejecuciones públicas.¿Cuánto tiempo pasará antes de que el público siga esta carnicería y apoye el asesinato de otro hombre? Es repulsivo. No podemos permitirlo. Por eso los insto a todos a votar “no” al Fénix antes que sea demasiado tarde.»

La multitud explotó en aplausos. Raven, animado por su demostración entusiasta, aplaudió y vitoreó con ellos. La vio acercarse al frente del escenario y estrechar las manos de las personas del público mientras les regalaba una sonrisa encantadora.

Él seguía aplaudiendo cuando escuchó las voces furiosas a los largo del encuentro. Los vio acercarse: un grupo de veinte hombres marchando hacia los manifestantes. Bastó solo una mirada para darse cuenta de quiénes eran.

Ocurrió en cuestión de segundos, los pro-Fénix se lanzaron contra los manifestantes con los puños en alto. Algunas personas lanzaron botellas a la multitud desde atrás. Se escucharon alaridos de terror y alarma desde todas direcciones cuando las personas empezaron a correr en medio de un griterío. Algunos dejaron de pelear y lanzaban golpes y patadas indiscriminadamente. Destruyeron pancartas y puestos y las usaron como armas. Raven se congeló en medio de todo.¿Debía quedarse y defender sus ideales y a sus compañeros, o debía huir como un cobarde? Miró desesperadamente a su alrededor y vio a la joven que había estado hablando en el escenario hacía un momento. Estaba luchando contra un simpatizante del Proyecto Fénix. El hombre la golpeó con dureza en el rostro y ella se cayó.

Raven despertó y corrió junto a las hordas que luchaban para llegar a ella, con el corazón latiendo de necesidad de protegerla. Un hombre que se lanzaba a la lucha casi lo arrolló, pero Raven lo hizo a un lado y corrió hacia donde la mujer yacía en el suelo. Se agachó y tocó suavemente su mentón para darla vuelta hacia él. Se le había partido el labio y se le estaba formando un hematoma grande bajo el ojo. Se veía aturdida y confundida, y el miedo brillaba en sus ojos. Tenía que actuar rápido. La tomó de las manos y la ayudó a incorporarse. Ella se tambaleó y se apoyó en su costado. La envolvió con un brazo y buscó una salida. Por todos lados había gente peleando, asustada, tomando a sus seres queridos y huyendo.¿Dónde estaba la policía?

Raven, que aún sostenía a la chica, intentó escapar a la calle. Tambalearon hacia la seguridad, pero un hombre agresivo y más diez centímetros más alto que Raven les bloqueó el paso. Una mirada a la expresión cruel en la cara del hombre le dijo a Raven que él no estaba interesado en discutir calmadamente. El hombre echó su brazo hacia atrás y su mano se retorció en un puño enorme.

Raven se encogió, incapaz de defenderse del puño que avanzaba y lo recibió en el mentón. Trastabilló con el dolor enceguecedor pero permaneció de pie. La chica dio un grito de terror y se colgó de él. La sostuvo y trató de protegerla del atacante que avanzaba. El siguiente golpe lo recibió en la sien y el mundo se volvió borroso por un par de segundos antes de titilar y desaparecer en la oscuridad.

Capítulo3

Presente

El sol brillaba en las murallas de concreto de Salverford y el piso áspero se calentó al tacto mientras Raven buscaba la sombra en una esquina del patio de ejercicio. Los otros prisioneros comenzaron a salir en fila, llenaron de aire fresco los pulmones y se voltearon hacia el sol de la tarde. Un grupo peculiar de tipos rudos que gritaban, tratando de igualar la fanfarronería del otro; jóvenes perseguidos, hambrientos, que deambulaban solos mirando el suelo; veteranos de la prisión, conversando y riendo, que sabían que, si todo era inútil, podían disfrutar sus últimas semanas, meses, años o cuanto les quedase.

Durante cuatro meses Raven Kennedy había resistido la esterilidad de Salverford y la oscuridad que nublaba su corazón había aumentado a diario. No había hablado con nadie, ni una sola palabra en los cuatro meses completos, excepto por el ocasional gruñido a los guardias cuando era absolutamente necesario. Ya no sabía si era capaz de mantener una conversación.

Esta actitud antisocial era un efecto secundario de la depresión que lo afectaba desde su encarcelamiento. Era difícil mantener una actitud positiva hacia la vida cuando se la podrían arrebatar en cualquier minuto, y la culpa y odio a sí mismo que Raven cargaba habían oscurecido su corazón cada día que pasaba.

Cuatro paredes bloqueaban la vista de Raven en todas las direcciones. En cada esquina del pequeño patio rectangular de ejercicio se alzaba una torre gigante. Ónix, Amatista, Esmeralda y Rubí. Las observadoras colosales. Sabía que nunca podría escapar de ellas.

Habían bautizado las torres como materiales preciosos para hacerlas parecer menos aterradoras, pero en realidad el diseño de la prisión era ineficiente e inhumano. Cuatro torres de igual tamaño, dos saturadas de prisioneros, dos casi vacías.

Las dos que estaban ocupadas eran también las más sucias. Incluso el exterior estaba cubierto por una capa de mugre y Raven podría haber jurado que los corredores y celdas no se habían limpiado jamás. La monstruosa torre Ónix, un bloque de concreto horrible, se levantaba junto a Raven y él miró hacia arriba en la estructura que bloqueaba el sol.

Habían por lo menos 300 celdas apiñadas dentro de la torre y casi siempre estaban llenas a toda su capacidad, cada una ocupada por un prisionero flaco y sucio. Cuando mataban a uno, metían a su celda a otro caso perdido.

Para la mayoría de los reos, la esterilidad de las celdas básicas era casi todo lo que veían de día y de noche. Iban el comedor a la hora de las comidas pero también era un lugar gris y deprimente, aunque por lo menos ahí habían otras personas con las que conversar. Salir al patio una vez a la semana era un premio. Era por toda una hora, sin excepciones.

Aunque nevase, soplasen ráfagas de aire congelado y hubiese tormentas, los prisioneros tenían que permanecer afuera. Tampoco había refugio, solo cuatro paredes desnudas y cuatro torres gigantescas. En verano era una trampa de calor brutal, pero los prisioneros disfrutaban la sensación en la piel de los rayos solares ardientes que caían sobre sus brazos desnudos.

Los más optimistas incluso disfrutaban las malas condiciones del invierno, sonreían al abrir la boca y dejar entrar la lluvia fría, saboreando la esencia fuerte y fresca de la estación. Cuando hacía demasiado frío, hacían carreras de ida y vuelta a lo largo del patio para mantener la temperatura corporal alta. Raven no participaba. Prefería el entumecimiento que producía el frío.

Hoy el sol brillaba y los prisioneros disfrutaban el calor, pero Raven quería sentirse miserable, por lo que se dirigió a la sombra y se sentó con la espalda pegada a la pared de ladrillos rojos. El patio parecía estéril incluso bajo la luz cálida de la primavera. Un rectángulo perfecto, que no daba lugar para esconderse y no dejaba espacio para la privacidad. Todo lo que se podía hacer para estar en paz era buscar una esquina, por lo menos parcialmente lejos de las miradas atentas de los guardias que merodeaban. En donde uno se sentase se alzaba una estructura enorme. Raven se sentó debajo de la Torre Rubí y podía sentir un calor amenazante que emanaba del monstruoso edificio, como si tuviese ojos clavados en su espalda.

Miró a los cientos de prisioneros en la hora de recreación. Los hombres brutos de Ónix se mezclaban con las mujeres igualmente rudas de Amatista. En el suelo entre dos inmensas barracas, habían amarrado una improvisada malla raída de fútbol y los reos gritaban y corrían de un lado a otro, disfrutando un buen partido antes de que los enviasen de vuelta a la soledad de sus celdas.

Algunos prisioneros, lo que preferían no participar en un juego que normalmente se volvía hostil, trotaban en el perímetro en un intento de mantenerse en forma. Un hombre joven, de no más de veinte años, pasó junto a Raven. Un recién llegado, que todavía se veía sano y determinado a mantenerse con vida.

Raven lo miró correr, peguntándose cuánto tiempo duraría su optimismo. Pero sabía la respuesta. Salverford lo aplastaría como a todos. Le quitaría la vida o la sanidad, y probablemente serían ambas.

El hombre trotó junto a un grupo de mujeres prisioneras que se pusieron deliberadamente en su camino, formando una muralla que tuvo que rodear. Bajó la velocidad al acercarse y les sonrió, pero ellas se rieron e intentaron hacerlo tropezar. Las esquivó como pudo, ignorando sus gritos burlones y sus risas.

Raven lo vio detenerse a los pies de la Torre Esmeralda, un bloque de celdas completamente diferentes. Si Ónix y Amatista eran los suburbios, Esmeralda era el Taj Mahal. Era de la misma altura que los otros bloques, pero tenía suites con múltiples habitaciones que formaban apartamentos para los reos.

Raven nunca había estado adentro, pero había escuchado a otros prisioneros cuchichear sobre las cortinas, alfombras y pinturas en las paredes. Las celdas amplias y lujosas se reservaban para los prisioneros que aportaban algo a Salverford, aquellos cuyas familias pagaban grandes sumas de dinero para mantenerlos ahí, que abusaban de sus contactos en la política o eran héroes mediáticos. Habían sido ellos quienes en verdad habían aportado dinero a Salverford y a cambio habían comprado su boleto a un cierto grado de comodidad y privacidad.

Raven podía ver la opulencia desde donde estaba sentado, el brillo dorado de la luz cálida y los cortinajes gruesos de terciopelo que colgaban tras las ventanas de cristales limpios. Le revolvía el estómago.

La torre en la que estaba apoyado no era mucho mejor: Rubí, el bloque de la administración. Estaba casi vacío, una torre completa solo para guardar los equipos que utilizaban para promocionar y televisar los combates. Un esqueleto descomunal, hueco y sin muebles, mientras a solo unos metros los prisioneros de Ónix y Amatista se pudrían en sus minúsculas celdas.

También albergaba los sótanos en donde se aplicaban los castigos más severos. Raven nunca había estado allí, pero había escuchado historias sobre las cámaras de tortura, celdas en donde el ocupante se tenía que sentar en agua congelada, y peor aún, la cámara de privación sensorial, conocida siniestramente como «la habitación oscura».

Un balón que volaba en su dirección lo sacó de sus pensamientos. Lo golpeó en el hombro y rodó unos metros más allá.

« ¡Oye, Kennedy! ¡La pelota!» Una mujer de mediana edad le gritó con las manos en sus caderas uniformadas. La miró inexpresivamente y volvió a mirar el balón antes de voltearse.

Un hombre alto y musculoso se acercó.

«Kennedy. La pelota. La señorita la quiere de vuelta. Devuélvesela.»

Los ojos oscuros e intensos de Raven se clavaron en el otro, pero no le dijo nada ni movió un solo músculo. La boca del hombre se torció de enojo, pero se acercó y recogió el balón.

«Imbécil», le susurró a Raven y escupió un pegote de saliva en el suelo junto a sus pies.

Raven vio la espuma asquerosa a la luz del sol encogerse y secarse con el calor.

Se fue hacia la esquina apartada donde dos murallas se encontraban. Le gustaban las esquinas. Eran un lugar en donde nada se escondía tras su espalda.

Habría sido agradable tener un poco más de privacidad, pero la gente seguía felicitándolo por su primer triunfo en el ring. Cada vez que alguien se le acercaba se encontraba con un silencio total o una mirada furiosa. Después de un rato se rindieron y mantuvieron su distancia.

Raven deseaba estar de regreso en su habitación en donde había encontrado una cierta comodidad en la celda oscura y fría, la soledad. Estiró los brazos hacia el frente. Líneas rojas tenues circulaban a lo largo de su piel, algunas recientes, otras convirtiéndose en cicatrices. El producto de su odio hacia sí mismo.

Se había devanado los sesos pensando una y otra vez qué podría usar como una mejor arma para hacerse daño. La obsesión a menudo se apoderaba de su mente y tenía que abrirse la piel para calmar la culpa que lo enfurecía por dentro. Había estado usando lo que estuviera su alcance como bordes de muebles y piedras del patio de ejercicio, pero nada lo había satisfecho realmente. Anhelaba el pinchazo de una cuchilla enterrándose en su piel, la liberación catártica de culpa y dolor.

No era un suicida; ciertamente no planeaba matarse. Al contrario, estaba desesperado por mantenerse con vida por cuanto fuese posible para que su castigo autoimpuesto pudiera continuar. Si moría muy pronto, nunca podría alcanzar el nivel de penitencia que creía merecer. Cortarse era solo un medio para alcanzar un objetivo, una forma de producirse más dolor sin permitirse caer al dichoso olvido de la muerte.

Pero los guardias no eran estúpidos; mantenían cualquier cosa remotamente peligrosa fuera del alcance de los prisioneros en sus celdas. Pero en la arena las cosas eran diferentes. No sabía cómo lo habían hecho, pero a veces cuando un combate tenía lugar, los otros prisioneros se las arreglaban para arrojar un arma al ring. Hacía solo una semana habían lanzado un cuchillo a su pelea. Había visto el rostro del hombre que lo había hecho.¿De dónde lo había sacado? Con toda certeza no lo llevaba consigo cuando lo dejaron entrar. Y todos los paquetes se examinaban y revisaban rigurosamente. No podía haber ingresado así.

Tiene que haber algo que no estoy tomando en cuenta, pensó y miró hacia el patio.¿Alguna de estas personas tenía contacto con el exterior? Examinó los rostros de los prisioneros y en ese momento lo vio. El hombre alto y de hombros anchos que había lanzado el cuchillo hacia el ring durante su pelea. Su corazón saltó. Esta tenía que ser su oportunidad de conseguir un arma.

Raven dudó por un buen rato, debatiéndose entre si valía la pena y si era una buena idea. No había hablado con ningún otro prisionero desde su ingreso a Salverford y había estado más que contento de mantenerse en soledad. Esto no era un ejercicio para formar lazos y no estaba en la cárcel para hacer amigos.

Pese a que este era el lugar al que pertenecía, la idea de hablarle a otro delincuente le incomodó. Si pudiera cumplir toda su sentencia sin hablarle jamás a otra persona, estaría feliz de hacerlo, pero una voz en las profundidades de su mente le insistía en que tenía que cortarse, que tenía que seguir castigándose.

Se puso de pie y se acercó, interrumpiendo la conversación del hombre con otro reo.

« ¿Qué?»

«Tengo que hablar contigo», dijo Raven bruscamente, con la voz quebrada después de semanas in usarla.

El hombre arqueó las cejas. «Dime», le respondió

«A solas.»

El hombre lo miró y se produjo un silencio por un instante antes de que se volteara hacia el hombre a su lado. Murmuró algo que Raven no pudo escuchar y el otro prisionero miró al muchacho antes de retirarse.

El hombre se volvió hacia Raven, con las cejas levantadas en señal de interrogación. Raven revisó que no hubiera otros prisioneros cerca como para escuchar.

«La semana pasada arrojaste un cuchillo al ring durante mi pelea.» El hombre se tensó visiblemente al escucharlo. « ¿De dónde lo sacaste?»

«No sé de qué hablas. No fui yo.»

«Te vi. Sé que fuiste tú.»

El hombre echó una mirada nerviosa y tomó aire pesadamente. «No puedo decirte.»

« ¿Por qué no?»

«Solamente pude conseguirlo si prometía no revelarle a nadie de dónde lo conseguí.»

«Dime ahora mismo», ladró Raven, con la ira aumentando dentro de él.

«Lo siento, imposible.»

« ¡DIME!» Raven rugió y el hombre miró a su alrededor nerviosamente. No había nadie lo bastante cerca como para ayudarlo si la situación se salía de control. En el exterior, Raven jamás había sido tan agresivo, especialmente ante un hombre mucho más grande que él. Pero aquí tenía mucho menos que perder. Ya no tenía nada que pudieran quitarle.

« ¿Quién te lo dio?» siseó Raven y apretó los puños con mirada enloquecida.

«Me dijo que no le dijera a nadie», susurró el prisionero con los ojos fijos en los puños de Raven.

« ¿Ella? ¿Quién es ella?»

«No puedo. Lo prometí», masculló.

« ¡AHORA!» Raven bramó agarrando el cuello de la camisa del hombre y tirándolo hasta que sus rostros quedaron a unos cuantos centímetros.

«Está bien. Cálmate. Te voy a llevar donde ella», accedió el hombre.

Raven le soltó el cuello y lo empujó lejos. El prisionero tambaleó hacia atrás y luego cruzó el patio, pasando entre los prisioneros hasta llegar a un pequeño grupo de cinco personas que se reían y se gritaban. El hombre que guiaba a Raven se detuvo. «Un minuto», dijo y avanzó hacia el grupo.

Se disculpó con los demás, se metió al círculo, se acercó a una mujer joven y le susurró algo al oído. Ella asintió y se volvió hacia Raven con un parpadeo. La miró atentamente mientras se acercaba. Era de baja estatura y delgada, joven, de alrededor de unos veinte años y se movía con dignidad y confianza. Su cabello rubio oscuro escurría por sus hombros amplios y caía hacia la parte estrecha de su espalda.

Su rostro era impresionante a la vista, como el de un águila. Su nariz de inclinaba hacia un punto abrupto en medio de su cara. Se imaginó que sería bastante intimidante si se enojaba. Al mismo tiempo, había algo frágil, algo delicado en sus labios suaves y rojos, y su piel perfecta. Raven quedó fascinado con su apariencia y pensó que, de haberla conocido antes que todo ocurriera, se habría sentido atraído hacia ella.

«Vaya, vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí?» Ella sonrió mientras caminaba a su alrededor con las manos en las caderas. «Nuestro prisionero silencioso. ¿Y exactamente qué quieres de mí?»

Él notó que su pronunciación no era inglesa. Enfatizaba la sílaba en la mitad de las palabras y su entonación subía y bajaba a lo largo de las oraciones. Era europea.¿Tal vez española?

«Sabes qué quiero de ti», le respondió con los ojos entrecerrados mientras la evaluaba.

« ¿En serio? ¿Cómo podría saberlo? Es la primera vez que te veo» le respondió, todavía dando vueltas a su alrededor.

Raven tomó aire profundamente para recuperar la paciencia. «Existe una sola razón por la que hablaría contigo.» Volteó, con los ojos siguiéndola mientras ella se movía.

Ella sonrió. «Tendrás que ser más específico.» Ella se detuvo y le clavó una poderosa mirada. Nuevamente le recordó a un ave de presa.

Podía sentir la furia aumentando en su interior. Cerró los ojos y trató de controlarla. Si no necesitase su ayuda con tanta urgencia, ya habría estado del otro lado del patio.

«Me dijeron que puedes conseguir» —miró a su alrededor para asegurarse de que nadie los escuchase— «armas. ¿Es verdad o no?»

Ella arqueó las cejas. «Mírame.» Extendió sus delgados brazos. « ¿Te parezco la clase de persona que consigue armas ilegalmente?» Su expresión era inocente e incrédula ante la sugerencia, pero Raven notó el dejo burlón de su mirada.

«Está bien, olvídalo», le silbó a través de las mandíbulas apretadas y comenzó a alejarse.

« ¡Kennedy! le gritó. « ¿Ese es tu nombre, verdad? ¿Kennedy?»

«Es mi apellido, pero sí.»

« ¿Cómo te llamas?»

« ¿Por qué?» preguntó Raven con el ceño fruncido.

«Curiosidad.»

« ¿Cómo te llamas tú?»

«Alexia Di Marco. Tu turno.»

« ¿Por qué?»

Ella suspiró molesta. «No facilitas la conversación, ¿verdad? ¿Cómo esperas hacer amigos con una actitud como esa?»

«No quiero hacer amigos.»

«Obvio que no. ¿Y cuál era tu nombre?»

No le respondió y echó chispas en silencio.

«Perfecto, no me respondas entonces. Sé que te llamas Raven.»

«Y si sabías, ¿por qué me preguntaste?»

«Porque es divertido.»

«No creo que te parecería tan divertido si estuviésemos en cualquier otro lugar.»

Ella le respondió con una risa aguda e infantil.

«Verás, Raven» —empezó a dar vueltas otra vez— «la diversión aquí es un bien escaso. Tengo que inventar mi propia entretención y resulta que fastidiarte es muy divertido. Es demasiado fácil. Parece que todo lo que necesitas es un empujoncito y estás listo.»