El redescubrimiento de la sensibilidad - Carlos García Gual - E-Book

El redescubrimiento de la sensibilidad E-Book

Carlos García Gual

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Beschreibung

Se analiza en este libro el renacer de la lírica y la novela en la Europa del siglo XII: la eclosión del mundo literario del amor cortés, juego sutil del espíritu refinado de los trovadores, y de las aventuras caballerescas, empresas fantásticas que encontrarán en la figura de Arturo y sus caballeros sus mejores ejemplos, conforma el signo de la alta y refinada visión de un mundo sentimental y espiritual, al servicio de nobles damas y caballeros. Frente al desarrollo histórico de la burguesía y de los espacios urbanos por una parte, y de la institucionalización del matrimonio por la Iglesia, por la otra, el mundo del amor cortés y el de la caballería van quedando como reducto de la pasión, el erotismo refinado y la aventura. Estos temas, su trasfondo mítico y su expresión poética novelesca de largos ecos en la cultura europea son tratados en este ensayo con gran pulcritud.

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Seitenzahl: 119

Veröffentlichungsjahr: 2014

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Akal / Hipecu / 19

Carlos García Gual

El redescubrimiento de la sensibilidad en el sigloxii: el amor cortés y el ciclo artúrico

En la Europa del siglo xii renacen, en lenguas vulgares, la lírica y la novela. Primero en lengua francesa, pero pronto en otros idiomas, se configuran y expresan los ideales poéticos de la cortesía y los anhelos caballerescos. Es la eclosión del mundo literario del amor cortés y de las aventuras caballerescas que pronto se difundirán por Europa occidental. Mientras la realidad histórica –con el desarrollo progresivo de los poderes de los monarcas y de las ciudades y la burguesía– va amenazando el porvenir de la caballería, la literatura idealiza las aventuras de los paladines caballerescos. Mientras la Iglesia institucionaliza el matrimonio como sacramento y se adjudica el poder de unir y desunir el vínculo matrimonial, el amor cortés exalta la pasión y las formas poéticas y refinadas del erotismo, postulando la soberanía y libertad para el amor. Son productos de este tiempo algunos grandes relatos de amor, como la trágica pasión de Tristán e Isolda, el adulterio cortés de Lanzarote y Ginebra, o la trágica y real historia de amor de Abelardo y Eloísa. Erotismo y aventuras se combinan en empresas quiméricas como las de los caballeros errantes, que en ciclo novelesco concluyen en una catástrofe trascendente, la Búsqueda del Santo Grial. El magnífico reino del rey de la Tabla Redonda tiene, a su vez, un final de épica resonancia relatado en una gran novela de tonos trágicos, La muerte de Arturo. De estos temas, su trasfondo mítico y su expresión poética, de largos ecos en la cultura europa, trata el presente ensayo.

Carlos García Gual es Catedrático de Filología Griega y escritor. De temas medievales afines tratan sus libros Primeras novelas europeas (1974), Historia del Rey Arturo y los nobles y errantes caballeros de la Tabla Redonda (1983) y Lecturas y fantasías medievales (1990). De otros mitos sus libros Prometeo: mito y tragedia. Mitos, viajes, héroes, y el más amplio de Introducción a la mitología griega. De filosofía antigua su Epicuro, La secta del perro, Los siete sabios (y tres más). Y de literatura comparada los dos más recientes El zorro y el cuervo y La Antigüedad novelada (1995).

Diseño de portada

Sergio Ramírez

Director de la colección

Félix Duque

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota editorial:

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Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

© Ediciones Akal, S. A., 1997

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-4066-8

«La Edad Media es la época de las grandes pasiones. Ni la Antigüedad ni nuestro tiempo poseen su extensión de alma. No hubo capacidad tan grande ni por tan grande escala medida como la suya. La estructura física de aquellos bárbaros salidos de las selvas, sus ojos de una espiritualidad enfermiza, alucinados y relucientes, propios de los iniciados en los misterios cristianos, su continente infantil y juvenil, así como su excesiva madurez y senilidad, la brutalidad de bestia feroz y el exceso de delicadeza y refinamiento propios del alma decadente de la Antigüedad, todo eso podía darse frecuentemente reunido en una sola persona. Por eso, cuando alguien se sentía acometido por la pasión, sus saltos sentimentales eran más formidables, el torbellino más embrollado, la caída más profunda que nunca. Nosotros los modernos podemos estar contentos del retroceso que en este punto significamos.»

F. Nietzsche.

A modo de proemio

La expresión que sentencia «el amor es un invento del siglo xii» ( atribuida al historiador francés Charles de Seignobos) puede al pronto parecer algo exagerada. Pero tiene su pleno sentido cuando se matiza y precisa: se trata de ese tipo de amor cortés, de esa pasión que glorifica toda una literatura a partir de la poesía trovadoresca y que agudamente analiza y elogia Stendhal. Es ese «amor» que se acredita con su nombre francés, l’amour, con una forma que indica su origen dialectal occitano (ya que en francés los nombres abstractos acaban en -eur, como douleur, chaleur, etc.) y se difunde por todo el occidente europeo con la cortesía y el romanticismo medieval. El apasionado amor, que puede ajustarse a las normas corteses o bien desbordarse en arrebatos de locura, ese amour courtois que amenaza a veces derivar en amour fou, es un sentimiento que irrumpe con fuerza arrolladora en la lírica y en la novela francesas del siglo xii. Amour courtois es un término moderno (inventado por un estudioso del siglo pasado), los trovadores preferían llamarlo fine amor, para subrayar mejor su aspecto refinado y gentil. Ninguna otra pasión ha conocido tal éxito literario, una propaganda secular con tan variados matices y con tantos paradigmas míticos. La cultura viene a perfeccionar el instinto natural hasta el punto de que el propio sujeto pronto olvida cuánto de arte tiene el sentir apasionado. Y lo que comenzó siendo moda se hace pasión, y viceversa.

Pero el siglo xii, esa estupenda época en que renace, después de siglos oscuros, la cultura europea en las lenguas vulgares, en una Europa feudal cada vez más pujante –dividida políticamente, pero muy unida en pautas religiosas y culturales–, es también el siglo de los caballeros y la caballería. Que no sólo es importante como institución real e histórica, sino también como ideología. Su imagen resulta mucho más perdurable que la misma entidad histórica que le dio origen, que utiliza la literatura cortés para dar una embellecida estampa de sí, de acuerdo con sus intereses de clase social y con sus nostalgias luego –cuando la caballería quede desplazada en el decurso histórico por el progreso urbano y la ascendente burguesía–, para acabar por creerse, al fin, su propia propaganda e identificarse con la imagen idealizada que se refleja en la literatura caballeresca. El espejo maravilloso mejora la figura del retratado, conservándolo joven y brioso cuando ya está decrépito y arruinado, gracias a la fantasía novelesca. En el otoño de la Edad Media los gestos caballerescos serán más estilizados que nunca y las estampas exagerarán la retórica cortés de la caballería. En la formación de esos ideales han contribuido decisivamente los escritores en lengua vulgar, poetas y novelistas, desde el siglo xii. Los escritores que ya no están al servicio de la Iglesia en sus relatos de ficción en verso y prosa expresan un nuevo modo de sentir y un nuevo imaginario, novelesco, romántico, caballeresco.

Todavía cuatro siglos después un vetusto y avellanado hidalgo manchego enloquecerá con esas lecturas fantasiosas y saldrá a remedar las desaforadas hazañas y gestos de los caballeros andantes por las áridas tierras de la Mancha castellana, y así cobrará una irónica fama inmortal buscando en su locura libresca aventuras y amores como los de los héroes de sus novelas. Toda una exitosa balumba de repetidos y disparatados libros de caballerías ofrecía, en la Castilla imperial y conquistadora del siglo xvi, los ecos de esa imagen caballeresca que tuvo sus orígenes en la Francia del xii. Tan largamente resonaron esas ficciones de amor y aventuras. También aquí tenemos una palabra mágica, que cobra múltiples connotaciones poéticas: la aventura. Que es, por esencia, la aventura caballeresca. Está claro el origen latino del término: ad ventura, “a lo que venga y salga al paso” van los caballeros andantes por esos mundos de Dios y del diablo, encomendados a su propio arrojo y a un destino misterioso. Esos héroes son caballeros, chevaliers errants, caballeros andantes, una denominación que tiene más sentido poético que histórico, desde luego.

De cómo se fue formando esta imagen del amor-pasión y de la aventura caballeresca, dos inventos que marcaron la tradición literaria europea con sus largos ecos y reflejos, conversaremos en estas páginas. (No serán acaso muy originales, porque es tanto lo que se ha escrito sobre ello y tan a fondo, que pretender ser novedosos al respecto sería vano y disparatado). Volveré sobre algunos textos que redacté hace años, comentaré viejas y nuevas lecturas, intentando explicar cómo se han formulado, difundido, perdurado y sublimado –en famosos textos de gran influencia poética y sentimental– sus más claros mitos, como fantasmas del Alto Medievo, que calaron muy hondo en el espíritu de la vieja Europa.

En la retórica y en la cortesía no sólo nobles, sino también luego burguesas, quedaron huellas y reflejos claros de esa forma de expresar y sentir, de actuar y de fantasear la realidad. Tal vez porque, aunque surgidos en un momento preciso de la cultura medieval, ese amor y ese afán de aventuras expresan –para el individuo– algo tan valioso como perdurable, configurado, confirmado y recogido por la literatura como en un raro código o un espejo fantasmal. Nuestro imaginario atesora una memoria poética e histórica de muchos fantasmas medievales.

I. El renacimiento del sigloxii

Es un tópico hablar de «Renacimiento del siglo xii» desde el libro del medievalista americano Charles H. Haskins (The Renaissance of the Twelfth Century, Cambridge-Mass., l927) Destacaba él ante todo los signos de una renovación de los saberes intelectuales en esta época: progreso de los estudios del clero, aumento de las bibliotecas y del conocimiento de la literatura latina, desarrollo de la teología, la historiografía, el derecho y las ciencias, y aparición de las primeras Universidades.

Otros estudiosos han añadido a esa lista la renovación de las artes en general y la rápida progresión de las literaturas en lenguas vulgares. Los factores de renovación de la cultura tienen raíces sociales muy hondas y responden a un vasto espectro de fenómenos: «decadencia de la nobleza feudal, primer esbozo de las monarquías tradicionales, reforma monástica, resurgimiento del dualismo maniqueo, movimiento de las Cruzadas, depuración del latín, interés por el árabe y el griego, retorno al derecho romano, nuevos avances en la ciencia médica, sistematización de la filosofía y la teología, desarrollo de las Escuelas, primer esbozo de lo que serán las Universidades, progreso de las lenguas y las literaturas “nacionales”, difusión del arte románico y nacimiento de la arquitectura ogival» (M.de Gandillac).

El término de «Renacimiento» aplicado a esta centuria, y especialmente a su segunda mitad, está muy admitido y resulta muy claro incluso por sus mismas connotaciones. Como ha indicado E. Panofsky, pudo aplicarse también al «Renacimiento carolingio» (de comienzos del s. ix), pero aquél fue un movimiento cultural mucho más reducido y más clerical. (Cf. E. Panofsky, Renacimiento y renacimientos en el arte occidental, cap. 2. Trad. esp. Madrid, l975). Podemos recordar, por otro lado, que ya hubo antes un primer Renacimiento del clasicismo antiguo en la Grecia del siglo ii d. C., de amplio espectro retórico y artístico. Pero cada renacimiento supone una renovación con dos aspectos: mira hacia los modelos del pasado para imitarlos y reconstruye con ellos un programa para el futuro. Conviene que destaquemos la decisiva ampliación de horizontes que esta renovatio supuso en muchos terrenos, y en especial en la eclosión de las literaturas en idiomas vulgares. Es una evolución expresiva que va acompañada de cambios de mentalidad y de sensibilidad.

Aunque los estudios clericales y lo que podríamos llamar alta cultura, como la teología, la filosofía, los tratados científicos y la historiografía siguen escribiéndose en latín, lengua de los clérigos y de las escuelas catedralicias, aparece ahora una literatura profana, mundana y autónoma, que se expande en los círculos cortesanos en lengua vulgar. Está dirigida a los nobles, damas y caballeros, y burgueses acomodados que, ansiosos de cultura y diversión, saben poco o ningún latín, pero escuchan a los poetas y narradores, y aprenden a leer para su propio gusto. Ese humanismo vulgar apoya las nuevas pautas literarias, distintas de los patrones religiosos y clericales. Este público está asociado a los nuevos poetas, troveros y trovadores, y a los novelistas y poetas épicos, e impulsan las nuevas tendencias del arte, así como las normas de la «cortesía», los ideales del «amor cortés» y las ficciones de andanzas caballerescas.

Frente a los siglos anteriores asistimos a una progresiva difusión de esa cultura refinada y cortés que va muy en sintonía con nuevos hábitos sociales, en un mundo menos rústico y menos guerrero que el de la nobleza feudal anterior. El refinamiento de las costumbres, la mayor emancipación de la mujer en las capas nobles, las crisis espirituales, y una moral mucho más rica en matices y más relajada, son claros indicios de esa transformación social y sentimental iniciada a fines del siglo xi y comienzos del xii. En oposición a y al margen de la cultura religiosa de centros monásticos, dominante en tiempos en que la clerecía detentaba el monopolio de la escritura, ahora surge una nueva literatura de temas mundanos, que exalta la guerra, el amor y las hazañas de los caballeros, al servicio de un público noble y más refinado que los señores feudales de antaño. La sociedad caballeresca de esta «segunda edad feudal» intenta paliar la rudeza de sus costumbres con los hábitos amables de la cortesía y reclama de la literatura una estilizada representación de su imagen, en el espejo de un código ético adecuado a su imagen del mundo, atenta a sus ocupaciones predilectas: la guerra y la política, pero también al amor, que ahora aparece como uno de los grandes goces de la vida noble.