El segundo sexo en el Río de la Plata - Mabel Bellucci - E-Book

El segundo sexo en el Río de la Plata E-Book

Mabel Bellucci

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Beschreibung

Este ensayo recupera el poder de Simone de Beauvoir, una autora que con su obra tuvo una profunda influencia en el auge de los feminismos en Occidente y fue el faro de varias generaciones de activistas feministas, periodistas, escritoras e intelectuales en el Río de la Plata. Publicado en 1949, el denominado "libro rojo de la nueva feminidad" sigue ejerciendo su potencia en millones de mujeres y varones y continúa siendo una herramienta de emancipación feminista. En Buenos Aires y en Montevideo, investigadoras, escritoras y militantes feministas realizaron homenajes en los cuales reflexionaron sobre la repercusión de la obra beauvoiriana. El segundo sexo en el Río de la Plata aborda diferentes dimensiones del pensamiento de Beauvoir en los textos de Nora Domínguez, Marcela María Alejandra Nari, María Moreno, María Gabriela Mizraje, Tununa Mercado, Graciela Torrecillas, María Magdalena Uzín, Omar Acha, Pablo Ben, María Ileana García Gossio, Marcela Lagarde, Karina Felitti, María Lucía Puppo, Piera Oria, Graciela Sapriza, Susana Rostagnol, Elisa Pérez Buchelli, Elena Ganón Garayalde, Karen Wild Díaz, Lucía Campanella y de las compiladoras Mabel Bellucci y Mariana Smaldone. Las autoras y autores analizan la recepción de la obra de Simone en la Argentina y en Uruguay, su autobiografía, la vida filosófica, la relación con Victoria Ocampo, la crítica a Freud, el lesbianismo, la diferencia entre biología y cultura, el rol de hija y madre, las trabas políticas y editoriales para su publicación en el Río de la Plata, la crítica de Judith Butler y las nuevas generaciones de lectoras, entre otros temas. Volver la mirada sobre la obra de Beauvoir permite comprender la acción política y teórica de las antecesoras del movimiento feminista y, a su vez, iluminar las luchas presentes y futuras de los colectivos de mujeres heterosexuales, lesbianas, bisexuales, gays y trans por la reivindicación de su identidad y derechos.

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Contents

Prólogo

Un libro y una autora que se anticipó a su tiempo

PRIMERA PARTE

En el cincuentenario de El segundo sexo

Jornada sobre Simone de Beauvoir en la Biblioteca Popular José Ingenieros

Para la mujer la libertad comienza por el vientre

Jornadas de homenaje a Simone de Beauvoir en el cincuentenario de El segundo sexo

Mesa 1. Historia y política

Mesa 2. Autobiografía y subjetividad

Mesa 3. Lecturas de El segundo sexo

Mesa 4. Cuerpo y compromiso

Presentación del libro El segundo sexo de Editorial Sudamericana

Bibliografía

SEGUNDA PARTE

A setenta años de El segundo sexo

Jornadas en homenaje a Simone de Beauvoir a los setenta años de El segundo sexo

Bibliografía

TERCERA PARTE

Más lecturas y debates

El segundo sexo

Simone de Beauvoir y el feminismo hoy

Bibliografía

Landmarks

Cover

El segundo sexo en el Río de la Plata / Nora Domínguez ... [et al.] ; compilación de Mabel Bellucci ; Mariana Smaldone. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Marea, 2021.

Libro digital, EPUB - (Historia Urgente ; 87)

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-987-8303-60-4

1. Feminismo. 2. Organización de Mujeres. 3. Patriarcado. I. Domínguez, Nora. II. Bellucci, Mabel, comp. III. Smaldone, Mariana, comp.

CDD 305.420982

Dirección editorial: Constanza Brunet

Edición: Víctor Sabanes

Corrección: Brenda Wainer

Diseño gráfico de tapa e interiores: Hugo Pérez

© 2021 Mabel Bellucci – Mariana Smaldone

© 2021 Editorial Marea SRL

Pasaje Rivarola 115 – Ciudad de Buenos Aires – Argentina

Tel.: (5411) 4371-1511

[email protected]

www.editorialmarea.com.ar

ISBN 978-987-8303-60-4

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Depositado de acuerdo con la Ley 11.723. Todos los derechos reservados.

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio

o procedimiento sin permiso escrito de la editorial.

En recuerdo a Dora Coledesky.

Nuestro tributo a Tununa Mercado.

Prólogo

Un libro y una autora que se anticipó a su tiempo

Pocos libros y personajes disponen del privilegio de ser guía a numerosas generaciones como es Elsegundo sexo y su autora, Simone de Beauvoir. Aún más, esos dos tomos persisten en interpelar sin pausa hasta el momento actual y preservan un poder libertario que todavía se ejerce sobre millones de lectorxs. Desde su aparición Elsegundo sexo provocó amores, pasiones, omisiones y también odios irreconciliables.

Para conmemorar los cincuenta años de El segundo sexo, se reunió en París un Coloquio Internacional. Su nombre fue Cinquantenaire du Deuxième Sexe. Colloque Internationale sous le haute patronage l’Unesco et du Ministère de la Culture y contó con la coordinación general de la escritora y teórica Christine Delphy y la historiadora del movimiento feminista y la sexualidad, Sylvie Chaperon. Se llevó a cabo en dicha capital, del 19 al 23 de enero de 1999. Esta conferencia estuvo compuesta por académicxs, investigadorxs, escritorxs, activistas feministas, es decir, con lo más granado del mundo intelectual de Europa, Estados Unidos, Canadá, América Latina, Europa del Este, Senegal, Nigeria, Japón, Irán, entre otras tantas regiones y países. Esos cincuenta años mostraron que El segundo sexo siguió siendo cabecera de la revolución feminista y no parece haber envejecido. Sin embargo, este no fue el único celebratorio que hubo de esta autora que entró en la vida de las mujeres para no irse nunca más. En Buenos Aires, el 11 de junio de 1999, se constituyó un homenaje para recuperar lecturas y recuerdos sobre Simone de Beauvoir en la Biblioteca Popular José Ingenieros. La Comisión por el Derecho al Aborto junto al colectivo anarquista Mujeres Libres fueron sus promotoras. Por lo visto, Elsegundo sexono solo se convirtió en un repertorio de afinidades para mujeres heterosexuales, lesbianas, bisexualesy gays argentinxs sino también para otras personas que por más que quedaron impresionadas por su firmeza argumental, no sintieron al feminismo como parte de su patrimonio identitario.

Poco tiempo después, el 5 y 6 de agosto de 1999, se realizaron las Jornadas en Homenaje a Simone de Beauvoir en el Cincuentenario de El segundo sexo, organizadas por el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE), cuya dirección estuvo a cargo de la doctora Dora Barrancos, en la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad de Buenos Aires (UBA). El Museo Roca, Instituto de Investigaciones Históricas, emplazado en una antigua casona con un estilo art decó, abrió sus puertas para alojar este ciclo. La invitación a participar hablaba de la importancia de reflexionar sobre la obra completa beauvoiriana, así como sobre las repercusiones de suvida privada/amorosa, ideas y prácticas en los medios intelectuales, feministas y políticos de izquierdas. Lamentablemente, por razones económicas, todas las ponencias presentadas no llegaron a constituir un libro, como las organizadoras habían pensado en su inicio. Por lo tanto, estuvieron más de 20 años sin publicar. Gracias al empeño de la doctora Nora Domínguez y de la actual directora del IIEGE, la doctora Mónica Tarducci, nos permitieron tomar contacto con ese material guardado. Ambas compiladoras entonces decidimos asumir la ardua tarea de recuperar la mayor cantidad de los textos reunidos para aquella ocasión. De allí, que en El segundo sexo en el Río de la Plata aparece un número importante de las ponencias que constituye la primera parte.

Años más tarde, el 12 de septiembre de 2008, se organizó la Jornada de Homenaje a Simone de Beauvoir, en ocasión de los cien años de su nacimiento. Esta jornada se llevó a cabo con el auspicio del Departamento de Lenguas Modernas y del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Se presentaron diez ponencias que luego integraron, en2010, la obra Simone de Beauvoir: Las encrucijadas de “el otro sexo”, compilado por Beatriz Cagnolati y María Luisa Femenías, La Plata, Edulp (Biblioteca Crítica de Feminismos y Género) y Universidad Nacional de La Plata. Llama la atención que hasta este presente se haya publicado solo este libro que, en su momento, tuvo una muy buena recepción. A diferencia, existe un sinnúmero de ensayos, artículos periodísticos y académicos que circularon a lo largo de estas dos últimas décadas.

El 7 de octubre de 2019, las dos compiladoras partimos a Montevideo para presentar nuestras ponencias en la Mesa en Homenaje a Simone de Beauvoir a los setenta años de El segundo sexo, en el marco de las Jornadas Académicas de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE) de la Universidad de la República. Este evento constituye la segunda parte de esta obra. La organización estuvo a cargo de la historiadora Graciela Sapriza y la antropóloga Susana Rostagnol, docentes e investigadoras de la casa. En esa instancia las contribuciones de docentes y estudiantes confirmaron una vez más el impacto y la vigencia de los contenidos de El segundo sexo, aún después de tantos años transcurridos de su primera publicación. Se comprobaron allí antiguas fidelidades al texto, al mismo tiempo, que se incorporaban al círculo de las lectoras de Simona nuevas generaciones de investigadorxs de diversos campos disciplinarios. Frente a la amistad hermanada con nuestras dos colegas uruguayas, decidimos invitarlas a compartir juntas esta obra. Así, distintos trabajos presentados en esta oportunidad integran El segundo sexo en el Río de la Plata.

La tercera parte, se denomina “Más lecturas y celebraciones”. En ella se recopila el prólogo de la narradora, periodista y crítica cultural María Moreno, escrito en 1999 para la nueva edición de El segundo sexo, traducido por Juan García Puente y editado por Sudamericana. Lo acompaña un texto de Nora Domínguez “Simone de Beauvoir y el feminismo hoy”, leído en la 34a Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el 26 de abril de 2008.

La materia prima de la que nos valimos para componer este ensayo de historia de las ideas y literario-filosófico fue armándose desde los testimonios de compañeras de lucha feministas, hasta revistas, programas, correspondencias, una serie de ponencias académicas, ensayos, artículos periodísticos y folletos. Así, percibimos que estábamos frente a un trabajo intenso de recopilación, revisión y catalogación de materiales producidos desde fines de la década del noventa en adelante.

Sin duda, ambas compiladoras situadas en un mismo ideal y objetivo, nos unimos bajo designios claros y precisos. Un libro, y sobre todo este libro, siempre es el resultado de un quehacer colectivo. Por ello, se impone expresar una larga serie de agradecimientos. En primer lugar, a lxs autorxs que nos autorizaron a publicar sus ponencias, en algunos casos luego de someterlas a sustanciales revisiones.1 Nuestra deuda de gratitud a las autoridades del IIEGE que nos aportaron esa memoria inédita archivada, a la Librería de las Mujeres, a la profesora e investigadora Nora Domínguez y al historiador Omar Acha por su colaboración comprometida. También a Víctor Sabanes, coordinador editorial, y a Constanza Brunet, directora de Marea Editorial, nuestro profundo agradecimiento por el trato respetuoso y profesional hacia nuestra producción.

Mabel y Mariana,

Ciudad de Buenos Aires, julio de 2020.

1 Ambas compiladoras hemos decidido respetar las marcas de época de los trabajos que aquí recopilamos, así como las decisiones de sus autorxs. Por lo tanto, en muchos casos, el uso del lenguaje no suscribe a un estilo inclusivo no binario.

PRIMERA PARTE

En el cincuentenario de

El segundo sexo

Jornada sobre Simone de Beauvoir en la Biblioteca Popular José Ingenieros

Para la mujer la libertad comienza por el vientre

El 11 de junio de 1999, al cumplirse cincuenta años de la primera edición de El segundo sexo publicado el 24 de mayo de 1949, en Buenos Aires, se organizó un homenaje para recuperar lecturas y recuerdos sobre Simone de Beauvoir y, a la vez, un rescate crítico de esta obra mayor. Para ello, se usó el salón de lectura de la Biblioteca Popular José Ingenieros (popular pero no pública), en el histórico barrio de Villa Crespo, en la calle Juan Ramírez de Velasco 958. Se llamó “Jornada sobre Simone de Beauvoir”.

Las propulsoras del festejo fueron el colectivo anarquista Mujeres Libres junto a la Comisión por el Derecho al Aborto con su adalid indiscutida, Dora Coledesky. Ambos frentes funcionaban como organizaciones autónomas, financiadas con el aporte de sus propias integrantes y con la estrecha e incondicional colaboración de los/as amigos/as comprometidos/as con dichas causas. Dentro de la Comisión había unanimidad de criterio en considerar El segundo sexo algo así como “el libro rojo de la nueva feminidad” y, al mismo tiempo, como lectura alentadora que cimentó a grupos inaugurales de los años setenta hasta ese presente. Por lo tanto, su gravitante influencia forjó a dos generaciones de activistas feministas, periodistas, escritoras e intelectuales.

Por otro lado, Mujeres Libres también cumplía diez años de trayectoria. Para ellas decir patriarcado era decir jerarquía, dominación, subordinación, genocidio, incesto, explotación y control del trabajo, como así también de la reproducción y la sexualidad de las mujeres. Con una bandera lila, color emblemático de las feministas, pintada con una “A” grande en negro, ícono de las movidas ácratas, que de tan grande permitía salir de adentro de la vocal un cuerpo de mujer estirando los brazos a punto de romper cadenas, Mujeres Libres disfrutaba de su historia libertaria.

Una foto de Simone de dimensiones 3D posaba sobre las espaldas de lxs cinco panelistxs: Emilio J. Corbière (1943-2004), profesor universitario, abogado, historiador y periodista socialista, habló sobre historia política e historia de las ideas en la Argentina; Dora Coledesky (1928-2009); Lily Sosa de Newton (1920-2017), escritora, biógrafa y ensayista, autora de Las argentinas de ayer a hoy (Zanetti, 1967) y del Diccionario biográfico de mujeres argentinas (Plus Ultra, 1972); María Elena Oddone (1927) mentora del Movimiento de Liberación Feminista (MLF) en 1972, y fundadora de la revista Persona (1974-1975, 1980-1983), y Mirta Henault (1927-2020), obrera y ensayista, editora del primer libro feminista en nuestro país Las mujeres dicen basta, en 1972. La coordinación de la mesa quedó a cargo de Mabel Bellucci y Raquel Disenfeld, ambas integrantes de Mujeres Libres. En apoyo a este evento llegaron todo tipo de adhesiones: el suplemento Las12 del diario Página/12; Pampa Mercado, referente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH); Francine Masiello, profesora de la Universidad de Berkeley; la revista de Ciencias Sociales Periferia; Mujeres Sin Moldes, grupo feminista de Tandil, y Margarita Gropper, Nora Cortiñas y Carmen A. de Lapacó, integrantes de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora.

Tras las huellas de los testimonios

La apertura estuvo a cargo de Emilio Corbière, personaje célebre por su estallante oratoria. Su relato se centró en describir la coyuntura histórica a partir de la posguerra de la cual provenía este texto revolucionario:

El carácter más sobresaliente del escenario internacional durante los cincuenta, es el enfrentamiento constante entre las dos superpotencias surgidas después de la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos y la Unión Soviética, con sus respectivos aliados. En 1947, estalla la Guerra Fría entre ambos bloques.

Europa es el continente más afectado por la contienda bélica y su reconstrucción se sustenta básicamente en el sacrificio de la ciudadanía, especialmente, en aquellos países implicados en la guerra. No sucede así con Estados Unidos que emerge como modelo del capitalismo industrial, ni tampoco con América Latina, continente, que con sus más y sus menos, sale beneficiado al ser abastecedor de productos alimenticios, reactivando considerablemente sus exportaciones.

Este período histórico atraviesa la Revolución Comunista en China (1949); la guerra de Corea (1950-53); la expulsión de los ingleses de Irán (1952); la liberación de Indochina del dominio francés (1954); las luchas por la independencia nacional en Argelia (1954-1961); la Revolución húngara (1956); el desvanecimiento de las grandes potencias coloniales de la etapa imperial y la Revolución cubana (1959).

En 1948, se aprueban dos tratados internacionales para la protección de los derechos fundamentales de los ciudadanos: la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y la Declaración Universal de Derechos Humanos. Ambos instrumentos jurídicos nacen como respuesta de la comunidad internacional frente a las aberraciones cometidas durante las dos guerras mundiales. Terminada la guerra, la tecnología alcanza un alto desarrollo para colocarse al servicio de la economía en tiempos de paz y aplicarse a la vida práctica.

Las sociedades avanzadas de Occidente reforman al capitalismo clásico en un Estado de Bienestar. Así, se integran en una sola generación a la clase trabajadora y a los sectores populares al mercado a través de políticas públicas de corte social y democrático. Por lo tanto, la economía interpela a la ciudadanía desde un solo sentido: como compradores de bienes y servicios. Los Estados modernos por temor al avance del comunismo, reconocen derechos básicos en el terreno político, civil, educativo, de la salud y recreativos, por los cuales los movimientos de resistencia obrera venían luchando por esas conquistas fundamentales.

Luego, Dora Coledesky relató su exilio en Francia desde 1978 hasta 1985:

Cuando llegué estaba en su auge la lucha por la legalización del aborto que Simone había encabezado junto a otras feministas. Tenía todavía dificultades con la lengua, igualmente leí el primer tomo. A mi llegada a la Argentina leí La fuerza de las cosas que me enviaron de regalo desde París donde ella hacía unas precisiones sobre Elsegundo sexo. Anteriormente, yo no la conocía ni tampoco había leído su libro. Esto es explicable porque yo no era feminista. Estaba incorporada a la lucha revolucionaria desde muy joven, pero en los partidos llamados revolucionarios había verdaderos prejuicios con respecto al feminismo. Sin embargo, algunas compañeras que venían de grupos como el Movimiento al Socialismo (MAS) y del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) en la posdictadura conocían algo de feminismo y discutían conmigo. Fue allí cuando, junto con una de ellas, empezamos a cuestionar el porqué cuando hablábamos las mujeres siempre se nos interrumpía, no así cuando hablaban los hombres. Pero el descubrimiento del feminismo, de las reuniones de mujeres va a ser para mí en Francia, no solo por las francesas sino por la cantidad de mujeres latinoamericanas venidas de México, Perú, Colombia, Venezuela y Guatemala. Algunas exiliadas y otras venían a estudiar o a trabajar y se enfrentaban en las reuniones con aquellas del Cono Sur que preocupadas con la situación de las dictaduras militares poníamos el acento en la solidaridad política con Argentina, Chile, Bolivia y Uruguay. Aprendí mucho de ellas a pesar de que su suerte fue variada y muchas retrocedieron en la lucha. ¿Dónde mamaron estas compañeras el feminismo? Es difícil decirlo, yo creo que fue su propia experiencia unida a que captaron enseguida en Francia lo que significaba el feminismo. Formamos un grupo de latinoamericanas. Llegamos a ser cincuenta que nos reuníamos en un aula de la universidad de París de Jussieu. Éramos muy heterogéneas. Ahora viéndolo a la distancia me parece increíble y me pregunto: ¿qué nos llevaba a reunirnos cada lunes? Evidentemente, era una necesidad.

Le siguió Lily Sosa de Newton con su texto Impresiones sobre El segundo sexo de Simone de Beauvoir:

Compré y leí Elsegundo sexo en 1965, cuando salió la edición de Siglo Veinte. Conocía la obra de Simone de Beauvoir como novelista y todo lo referente a su relación con Sartre y el existencialismo. Sabía que era una mujer de una inteligencia superior, aunque ideológicamente no compartiera algunos aspectos de su posición. Desde hacía tiempo era frecuentadora asidua y apasionada de cuanto se refería a las mujeres tanto históricas como modernas y buscaba las obras escritas por ellas. Manejaba bastante bibliografía porque entonces, en 1965, estaba preparando mi libro Las argentinas de ayer a hoy, que se publicó al año siguiente. Confieso que El segundo sexo me deslumbró pues nada de lo que había leído anteriormente me mostraba de manera tan precisa y contundente una realidad que todas intuíamos, sin tomar exacta conciencia de su peso. Muchos años antes, en 1941, había entrado en contacto con la obra de Virginia Woolf, Un cuarto propio y Tres guineas, notables ensayos sobre la situación real de las mujeres en su país. Fue entonces cuando empecé a pensar en algo que, en el mismo marco de análisis, sintetizase la trayectoria de las argentinas y sus esfuerzos para escapar del esquema patriarcal que regía sus vidas. Fue Simone de Beauvoir quien me brindó un enfoque histórico y filosófico válido para todos los países y épocas y su argumentación me mostró la posibilidad de comprender muchos puntos oscuros, fruto de alegatos retóricos que a nada conducían dada la confusión existente. Había que llegar a la raíz profunda, y eso fue lo que hizo El segundo sexo. Se trataba de salir del entramado o por lo menos intentarlo, por eso, las mujeres lucharon a brazo partido durante siglos. Simone de Beauvoir no dejaba en su obra aspecto sin analizar, partiendo de la base de que mientras las mujeres fueran solo consideradas en función de objeto, de “el otro”, no lograría ocupar el lugar que le correspondía, y que le era usurpado por el “primer sexo”. Su libro, original y sumamente completo, era, desde luego, para un público lector especifico y, por ende, reducido. No recuerdo, en esos años, haberme enterado de la repercusión que pudo tener. Esto empezó bastante tiempo después, como sabemos, y alcanzó proporciones considerables, afortunadamente, divulgando el concepto de género y otros enfoques que ya dejaron de lado el encuadre existencialista de Beauvoir. Las entidades existentes, en aquel tiempo, numerosas, tenían otros intereses. Incluso, supongo que no conocían la obra de la francesa. Cuando salió mi libro, en 1966, llamó la atención, tan grande era el desconocimiento del mundo femenino del país. Para muchos fue un descubrimiento de nuestras mujeres, pero ignoro que hubiese repercusiones sobre la obra de Simone de Beauvoir, que a mí me había impresionado tanto. Creo que los estudios posteriores fueron muy influenciados por aquel libro, surgiendo a partir de ahí en otros países, otras teorías y especu- laciones al respecto. Los antropólogos, psicoanalistas y sociólogos elaboraron nuevos andamiajes y surgirán otros en el futuro. Ojalá que no queden en la pura teoría. Lo importantes es afirmar con estricta justicia que Elsegundo sexo –un título genial– debe ser siempre reconocido como un hito esclarecedor en los estudios de las mujeres y en la aplicación práctica de algo que ya no se puede negar.

Después, María Elena Oddone se presentó comentando “Mi gratitud es eterna. Me siento retribuida”:

Esta obra llegó a mis manos en el año 1962, fecha de la edición que yo poseo. Conocía de Simone de Beauvoir por sus novelas y por su famosa relación con Sartre. En la década de los cincuenta yo vivía enclaustrada al cuidado de una familia numerosa, la única ventana al mundo eran los libros, la radio y los diarios. No pude saber si las mujeres de esa época tenían inquietudes intelectuales o de cualquier otro tenor. En el ambiente en el que yo vivía las mujeres como yo eran amas de casa y madres de familia. Fue en esa época que se produce el boom de las mujeres en la universidad. Pero yo no me enteré. Mi pasión por la lectura no tenía temas determinados, sino que era confusa. Pero la condición subalterna de la mujer no me era indiferente debido a mi propia realidad. Nunca había escuchado la palabra feminismo, aunque ya conocía a las sufragistas de principio del siglo xx. Mi defensa de las mujeres en reuniones familiares causaba escándalo. Pero me faltaban argumentos para sostener esa defensa. Mi encierro en el que vivía era por la voluntad de un marido despótico y de una familia religiosa, aunque yo había abonado para recibir el impacto de El segundo sexo. Fue el empleado de la librería donde compraba mis libros el que me ofreció la obra, porque conocía mi interés sobre el tema de la mujer. Sería un cataclismo beneficioso claro está, pero no al primer momento. Fue un alumbramiento y, al mismo tiempo, una caída del pedestal en el que yo creía estar: una mujer maravillosa y una diosa madre. A decir verdad, descubrí lo que en realidad era: una sirvienta que no tenía los elementos para saber quién era. Un ser inferior al servicio de todo y de todos. Soy fuerte y no le quito el cuerpo a la realidad, pero lo que leía superaba mi fortaleza. Pese a lo cual no dejaba el libro en todo el día y seguía leyéndolo en todo momento. Desde entonces mi vida no fue lo que era. Soy una persona influenciable, pero para mí Elsegundo sexo tuvo importancia significativa porque allí estaba escrita mi realidad. Y además me la explicaba, me daba respuestas a mis preguntas. A la vez, descubrí algo que no sabía que yo poseía: poder. Pasaron muchos años para que la libertad del intelecto se convirtiera en la libertad del existir como persona. Tuve que sortear millones de obstáculos, levantar la lápida de una educación castrante. Elsegundo sexo me dio el conocimiento y la fuerza para vencer todos los obstáculos, el saber que estaba en el camino correcto y el poder de armar mi propio destino. El precio es alto y lo pago todos los días. Y lo seguiré pagando hasta el fin de mis días. La libertad lo vale y eso se lo debo a Simone de Beauvoir.

Mirta Henault fue la única expositora con una impresión diferente al resto:

Entre 1955 o 56 me prestaron El segundo sexo. Supongo que habrá sido alguien de la izquierda. Así, llegó a mis manos. En ese entonces yo militaba en un grupo trotskista llamado Partido Obrero Revolucionario. En el grupo se debatía la revolución permanente, trotskismo versus estalinismo y sobre todo en el terreno político-gremial el entrismo en el peronismo como movimiento de masas. Esas eran las discusiones que se daban. No otras. Una vez como una actitud muy osada se planteó la represión sexual del proletariado. En realidad, tengo que confesar que El segundo sexo no me produjo el impacto que le produjo a mis compañeras. Igual armábamos reuniones para discutirlo. Yo me identificaba más con Virginia Woolf. Incluso, no recuerdo haber escrito alguna reseña sobre la aparición de esta obra en el semanario Palabra Obrera del partido, de gran difusión en la clase trabajadora, en el cual yo era una colaboradora permanente. Eso me había fogueado con la pluma, no cabe duda. Además, había estudiado periodismo. A El segundo sexo tampoco los grandes diarios lo tuvieron en cuenta. En efecto, lo ignoraron porque el tema de la mujer no tenía relevancia alguna. Lo mismo pasó con la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, por más que ella fuese feminista también lo omitió justamente por el compromiso que tenía Simone de Beauvoir con la izquierda. Aunque pasó desapercibo tanto para la militancia como para el periodismo, hay que reconocer que en aquellos años había una alta participación de las mujeres en los sindicatos y en los grupos de izquierda, por más que ninguna llegaba a la dirección. Por ejemplo, yo misma fui delegada del gremio metalúrgico y después del textil. Era oradora en asambleas y actos públicos. Si bien no había salido de Buenos Aires, me topé con un texto pionero de la psicoanalista y feminista marxista británica Juliet Mitchell, Women: The Longest Revolution (Las mujeres: la revolución más larga), de 1966. Este escrito clave del movimiento feminista europeo me dio la posibilidad de pensar la lucha de las mujeres por fuera del marxismo. Me cambió mi mirada ideológica y mi pensamiento político. Yo tenía muchas cuentas pendientes con las ideas revolucionarias y ella ponía el dedo en la llaga con sus duras críticas a la misoginia de las izquierdas. Entonces yo me hice feminista, así a secas; de la noche a la mañana, pero sin olvidar las luchas contra la explotación social. Podría decir que me encontraba entre lo viejo y lo nuevo. Por supuesto, ya estaba preparada para ese cambio de paradigma. Fui fruto de esos nuevos vientos, no creo ser una excepción.

Pertenezco a una generación que desafiaba la búsqueda de un mundo diferente que derribase los muros de las jerarquías y las desigualdades. En efecto, ese recorrido lo hicieron también muchas mujeres de izquierdas europeas y estadounidenses. Lo cierto fue que me despedí de todos mis compañeros del grupo y me volqué de lleno al nuevo activismo con mi entrada a la agrupación UFA, fundada en Buenos Aries, en 1970. “Hablan primero de la revolución, y luego de nuestros problemas. La mayor revolución que se está produciendo hoy no es en absoluto la del proletariado: es la de las mujeres”, sostenía Simone de Beauvoir dentro de su entorno. Por último, agradezco por haberme hecho recordar un periodo potente de mi vida, a partir de este homenaje a El segundo sexo.

Así, cerró aquel homenaje llevado a cabo en la Biblioteca Popular José Ingenieros. Esta biblia del feminismo fue obse- quiada y agasajada por una concurrencia sumamente heterogénea y amena, conforme a un espacio libertario. Tal ocasión sirvió para remediar una deuda pendiente con Simone de Beauvoir.

Jornadas de homenaje a Simone de Beauvoir en el cincuentenario de El segundo sexo

Un número significativo de investigadoras y académicas llevaron a cabo un evento recordatorio con notorias intervenciones y una amplia concurrencia. Así, el 5 y 6 de agosto de 1999 organizaron las Jornadas de Homenaje a Simone de Beauvoir en el Cincuentenario de El segundo sexo desde el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEG), cuya dirección estaba a cargo de la doctora Dora Barrancos, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). El Comité organizador lo constituyó: Nora Domínguez, Marcela Nari (1965-2000), Margarita Roulet y María Gabriela Mizraje. Esta actividad fue auspiciada por el Centro Franco Argentino de Altos Estudios (CFA) de la Universidad de Buenos Aires, Editorial Sudamericana, Museo Notarial Argentino y por la Fundación Bartolomé Hidalgo para la Literatura Rioplatense. Las jornadas estuvieron conformadas por cinco mesas: Historia y política; Autobiografía y subjetividad; Lecturas de El segundo sexo; Cuerpo y compromiso y Discusiones filosóficas, una conferencia de Sylvie Chaperon, “Le Deuxième Sexe: 50 ans de lecture et de débats en France”. También se realizó la presentación del libro El segundo sexo, publicado por Editorial Sudamericana y una mesa testimonial. Para alojar este ciclo, abrió sus puertas el Museo Roca, Instituto de Investigaciones Históricas. Al frente de la gestión se encontraba la licenciada María Inés Rodríguez Aguilar.

En aquellas jornadas se presentaron veintiún ponencias en total, de las cuales se pudieron recuperar once para ser publicadas en este libro. Algunas de ellas se editaron más adelante en otros espacios académicos y sus autorxs no consideraron oportuno volverlo hacer mientras que otrxs desistieron por falta de tiempo. Pese al paso de los años, estos textos recuperan una fuente inagotable de historias, memorias, enseñanzas e inspiraciones que replican experiencias movimientísticas y personales de décadas anteriores, tanto locales como internacionales. Es volver la mirada a la acción política y teórica de nuestrxs antecesorxs feministas. En consecuencia, el trabajo de la memoria no se agota en recapitular los recuerdos, requiere de una interpelación a los archivos para que emerja a la superficie un resultado regido por las tonalidades propias de los acontecimientos históricos y sus protagonistas. A la vez, permiten complejizar las narrativas acerca de las historias de los activismos feministas en sus intervenciones públicas como en sus producciones teóricas, filosóficas, epistemológicas, éticas y políticas.

Mesa 1. Historia y política

No se nace feminista, se llega a serlo

Lecturas y recuerdos de Simone de Beauvoir en Argentina, 1950 y 1990

Marcela María Alejandra Nari2

En París, 1949, Simone de Beauvoir publicaba los dos tomos de El segundo sexo, habiendo anticipado ya algunos capítulos en Les Temps Modernes. Muy poco tiempo después debió haber sido leído en Argentina. En francés, primero; luego, antes de la caída del gobierno peronista, en castellano, a través de la traducción de Pablo Palant para la editorial Psique, distribuida por Siglo Veinte (1954). El escándalo que produjo en París no puede haberse producido en Buenos Aires. Sin embargo, desde hoy, puede presentirse una trama un tanto difusa y sinuosa de un debate latente y esquivo. Esta trama es precisamente la que buscamos reconstituir a través de lo publicado en la revistas culturales y literarias más representativas de la década de 1950 y de los recuerdos de quienes vivieron, leyeron y discutieron por aquellos años a Simone de Beauvoir, la “naturaleza” de los sexos y la política sexual.

Si se miran algunas de las publicaciones de los cincuenta y los sesenta resulta evidente cierta difusión de la obra y de la figura de Simone de Beauvoir entre determinados círculos políticos, literarios, intelectuales.3 También se adviene la existencia, aunque en los márgenes, de un campo de discusión acerca de los sexos, su “naturaleza” o su “carácter”, su entidad y sus funciones sociales. Campo que, sin duda, no era nuevo. Novedosas eran sin embargo algunas de las posiciones.4 ¿Activó la lectura de El segundo sexo este debate? También podemos invertir la pregunta y pensar cómo estos debates estimularon la lectura de un libro como El segundo sexo.

En los años cincuenta, en las lecturas, las discusiones, a partir o más allá de El segundo sexo, resonaban textos nuevos y viejos: desde Georg Simmel hasta Viola Klein. En los años cuarenta, se había editado en Buenos Aires Sexo y carácter de Otto Weininger,5 transformándose en referencia obligada tanto para sus defensores como para sus detractores. Desde la filosofía o la medicina (por ejemplo, a través de Gregorio Marañón o Wilhelm Steckel6) la impronta de la diferencia sexual era muy poderosa e, incluso, había resultado reforzada por el propio feminismo que había luchado por la igualdad de derechos desde una femineidad, en parte, aceptada y, en parte, reformulada, no siempre naturalizada pero sí siempre considerada valiosa. La psicología también fue mostrándose un campo fértil para el arraigo de las diferencias. Entre los textos más reconocidos de la época, estaban Tipos psicológicos de Carl Jung, publicado por Sudamericana en 1943; y La psicología de la mujer de Helene Deutsch, con una edición castellana de Losada de 1947. Los nuevos vientos, en cambio, parecían provenir desde la antropología y la sociología. El carácter femenino de Viola Klein (Klein, 1951) fue publicado en Buenos Aires antes que El segundo sexo; en él su autora ya consideraba los aportes de Margaret Mead realizados a través de Adolescencia y cultura en Samoa y Sexo y temperamento, editados en Buenos Aires en los años 1946 y 1947, respectivamente.

La presentación a la edición en castellano del libro de Klein fue realizada por el prestigioso sociólogo Gino Germani quien, sin embargo, parecía más interesado en comentar al prologuista de la obra, Karl Mannheim, que a su autora. Gino Germani solo encontraba en el objeto de estudio (el “carácter femenino”) “otro ejemplo clásico del perspectivismo en el conocimiento de la realidad social”. “Una cumplida aplicación del método integrador y una confirmación de la concepción sociológica del conocimiento, tales como fueron formuladas por Karl Mannheim” (Klein, 1951, p. 10). Casi una excusa.

Esta mirada oblicua no aparece haber sido generalizable en el Buenos Aires de los años cincuenta, especialmente entre un grupo específico, y seguramente pequeño, de varones y mujeres interesados en estas problemáticas, hubieran leído o no El segundo sexo. Gran parte de las tesis sustentadas por Simone de Beauvoir estaban en el debate local. Sin embargo, no parece haber sido un texto demasiado citado, por lo menos en estos años. Algunos preferían olvidarlo o no perder el tiempo en mencionarlo; en otros casos, incluso entre quienes acordaban, frecuentemente preferían otras citas. Esto resulta particularmente sorprendente cuando se contrasta con el recuerdo de su lectura que algunas mujeres tienen muchos años después. Como veremos más adelante, actualmente muchas de ellas reconocen que haberse comprendido construidas como “mujeres” (on nenaît pas femme, on le devient) fue fundamental para devenir feministas (es cierto, bastantes años después). Desde hoy pareciera que Simone de Beauvoir oscurece a Mead, Viola Klein e, incluso, a Virginia Woolf.7

En 1947, dos años antes de la primera edición de El segundo sexo en francés, María Rosa Oliver tradujo un artículo de Simone de Beauvoir, “Literatura y metafísica” (Oliver, 1947) para un número especial de la revista Sur dedicado a Francia. Su fundadora, Victoria Ocampo, aclaraba que, para dicho número especial, se habían elegido “[...] escritores todavía poco conocidos entre nosotros o no traducidos aún” (Ocampo, 1947). Este artículo de Simone de Beauvoir puede ser tomado como punto de partida de aquella trama, señalada anteriormente, por diversos motivos. Por un lado, por su contenido: en él, su autora defendía una concepción de la literatura vinculada a la filosofía, la novela como forma de expresar una realidad metafísica, la ficción como una forma preferencial de expresión del existencialismo. Esta afirmación resulta casi premonitoria de los caminos que recorrerían sus ideas. Si El segundo sexo fue escrito bajo la forma de un tratado, su filosofía se encarnó en las novelas y autobiografías de Beauvoir. En los testimonios orales o escritos es posible comprobar que el mayor choque fue producido por su literatura más que por sus tratados filosóficos. De estos últimos, indudablemente, Elsegundo sexo fue el más difundido. De todas maneras, sus lectoras siempre aparecen desbordadas por las referencias a otros textos de la misma autora y, además y fundamentalmente, por la persona (o personaje): Simone de Beauvoir.

De este último tipo de influencias no quedaban dudas ni para sus seguidores ni para sus críticos. Casi veinte años después, en la misma ciudad, aunque en otra revista, Liliana Heker le reconocía ser “[…] una de las mujeres más lúcidas de Francia, y la más notoria; que, a menudo, y no estrictamente en el plano literario, se la toma como paradigma […]” (Heker, 1996, p. 6). Curiosamente, este reconocimiento se daba en una crítica a sus memorias y dicha crítica residía precisamente en la ausencia de un vínculo entre filosofía y literatura. Le reclamaba un mayor compromiso y una menor autojustificación en el relato de la vida cotidiana. En otras palabras, que se pareciera un poco más a Sartre. Jean-Paul Sartre, ese hombre cuyo nombre constantemente se hacía presente, era una referencia permanente a la hora de pensar a Simone de Beauvoir, como escritora, como filósofa, como intelectual y como mujer.

Más allá de su contenido y de las asociaciones posibles de aquel primer artículo traducido de Beauvoir nos interesa, también, su traducción o, mejor dicho, su traductora.8 En un reportaje publicado en 1963, María Rosa Oliver, una mujer familiarizada con los hábitos y ámbito intelectuales progresistas locales, retomaba a esa extraña pareja y sostenía que lo que más le había llamado la atención de la relación de Beauvoir-Sartre, “por insólito”, era cómo se escuchaban mutuamente “sin creerse obligados a terminar el pensamiento del otro o a explicarlo mejor” (Oliver, 1963, p. 11).

En 1950, Sur publicaba un comentario traducido de Emilie Noulet sobre El segundo sexo (Noulet, 1950). Un comentario moderado, prolijo, bastante inexpresivo. ¿Colocado por compromiso? Su presencia, de todas maneras, indicaría cierta ineludibilidad del compromiso aunque nadie prestigioso o de la revista lo hubiera escrito, incluso ningún miembro del campo cultural porteño. La comentarista escogida, Emilie Noulet, destacaba la objetividad del libro frente a un tema tan pasional, rehusaba discutir tesis y el elogio era también su reproche: la riqueza, el exceso, las dimensiones, la extensión del texto.

Seis años después y a propósito de La invitada, aparecía otro comentario, “tardío” –como lo reconocía su autora, Rosa Chacel–, sobre El segundo sexo (Chacel, 1956). Allí, la comentarista (una exiliada del franquismo en Brasil pero que pasó algunas temporadas en Buenos Aires y estaba vinculada a Sur) nos confirma los silencios y parquedades presentidas en las lecturas públicas-publicadas de la obra de Simone de Beauvoir (en especial, El segundo sexo), al menos en determinados medios intelectuales. En efecto, Chacel reconocía que no tenía demasiados colegas con quienes polemizar sobre la autora francesa. Aparentemente, Simone de Beauvoir era leída pero no comentada en Argentina. Por eso, Chacel se proponía decir “lo que no se dice”. La parquedad, los silencios, podrían provenir de los “escándalos” producidos por algunas de las novelas en el gran público;9 por las “furias” desencadenadas en algunas mujeres ante El segundo sexo. Escándalo y furias también podía provocar la bienvenida ofrecida por gran parte del “público culto”, especialmente entre las mujeres. El segundo sexo exigía alineamientos y produjo divergencias entre mujeres intelectuales: lecturas fascinadas, lecturas entre tantas otras, lecturas furiosas. Es necesario destacar que las primeras, las fascinadas, parecen haber sido más un producto de la sedimentación, de la memoria o, quizás, de las experiencias a solas, “privadas” que del debate público contemporáneo a las primeras ediciones. La lectura que Rosa Chacel había hecho de El segundo sexo no se hallaba precisamente entre éstas sino entre las últimas. Chacel confesaba la furia sentida en 1953 cuando lo había leído y cómo esa lectura había inhibido otras lecturas de la misma autora: las de las novelas que, en la década de 1950, también se publicaban en Buenos Aires (Todos los hombres son mortales, 1951; La invitada, 1953; Los mandarines, 1956). Aunque compartía con la autora francesa cierto concepto liberal de la igualdad,10 lo hacía desde una idea de la humanidad de varones y mujeres más asentada en la diferencia que en la similitud. Retomando posiciones mucho más clásicas dentro del feminismo local, para Chacel, la mujer no era “lo otro” del hombre sino su equivalente diferente. Las mujeres, tanto como los varones, podían llegar a trascender. Y las mujeres trascendían fundamentalmente a través de la maternidad. Este desencuentro teórico se reflejaba también en la literatura. Hombres y mujeres pensaban con sus glándulas; por lo tanto, debían escribir diferente y allí residía la riqueza de sus escritos. La fascinación que le despertaba Beauvoir provenía de las novelas (en especial La invitada) puesto que consideraba a sus personajes femeninos (y quizás incluso a su creadora) como la quintaesencia de la femineidad; mientras que El segundo sexo parecía no haber sido escrito por una mujer (Chacel no tomaba en cuenta que, precisamente, ese había sido el propósito de su autora manifestado en la introducción al primer tomo). Sin embargo, terminaba reconociendo que la celebridad de Beauvoir se debía a que escribía “en relación directa y normal con el mundo como lo hacen los grandes y éstos hasta ahora con contadas excepciones fueron hombres” (Chacel, 1954, p. 34).

En los años siguientes Sur no volvió a El segundo sexo ni continuó exhaustivamente la trayectoria de su autora. Sólo esporádicamente retomó algunas ediciones de Beauvoir: una reseña de Los mandarines en 1959 y otra sobre La fuerza de las cosas en 1965. La primera la escribió Alicia Jurado y allí se reafirmaba el escándalo que las novelas de la autora francesa provocaban en la moral burguesa local (Jurado, 1959). En su autobiografía, Jurado dice haber leído El segundo sexo en 1953 (pero aparece como una lectura entre otras, casi obligada por la época).11 Su lectura de Simone de Beauvoir no quedaba exenta de contradicciones y diferencias. Cuando ya casi había pasado un año de la autodenominada “Revolución Libertadora” (el golpe militar que depuso el segundo gobierno de Juan Perón), Jurado llamaba a las mujeres argentinas a ocupar su lugar frente a la libertad y utilizaba en su argumentación para el reconocimiento de la opresión histórica de las mujeres tanto a Beauvoir como a Simmel. Esto era posible porque Jurado colocaba el problema del poder exclusivamente en la cultura. Por otro lado, parecía confiar en la igualdad política recientemente lograda por la “demagogia que había favorecido a las mujeres” (Jurado, 1956, p. 2).

La segunda reseña aparecida en Sur era la de Marta Gallo sobre La fuerza de las cosas, tomo de la autobiografía de Simone de Beauvoir que retoma los años vividos desde 1941 hasta 1962, y que constituye otro de los puntos de la última de las lecturas que intentamos reconstituir. Por un lado, Gallo partía de un lugar común, sólo en los últimos años contestado: Simone de Beauvoir, en realidad, refractaba “[...] las ideas del hombre a quien quiere y admira y con el que quizá también piensa, pero reservándole a él la cualidad de creador ideológico. Y a renglón seguido revelaba su lectura anhelante: ‘Esto nos decepciona un poco, sobre todo si somos mujeres y hemos leído El segundo sexo’[...]” (Gallo, 1965, p. 84).

Por otro lado, la comentarista destacaba la tensión siempre presente en la obra entre libertad y necesidad. Una necesidad que era entendida como “el condicionamiento del medio, en las cosas –cosas son también su cuerpo y su vida– en los hechos que acontecen. Y detrás de todo ello está el tiempo” (Gallo, 1965, p. 85). La fuerza de las cosas había sido publicada en Francia en 1963; en Buenos Aires, un año después por Sudamericana. Las “trampas” de ciertas ideas en torno a la libertad comenzaban a quedar develadas tanto para la autora como para sus lectoras. Gallo citaba a la propia Simone de Beauvoir: “Creo en nuestra libertad, en nuestra responsabilidad, pero, cualquiera sea su importancia, esta dimensión de nuestra existencia escapa a toda descripción: lo que podemos alcanzar es solo nuestro condicionamiento; yo aparezco ante mis propios ojos como un objeto, un resultado [...]” (Gallo, 1965, p. 9).

Revisando Sur a lo largo de estos años, no podemos pasar por alto un debate entre dos reconocidos intelectuales locales: Ernesto Sabato y Victoria Ocampo, a propósito de “La metafísica de los sexos” el primero, publicado en la revista en 1952. En el mismo número, Álvaro Fernández Suárez publicaba “El sexo y la técnica”, artículo en el cual trabajaba la hipótesis de que el grado de desarrollo técnico alcanzado en las sociedades modernas dejaba un saldo de energía que era absorbido por el apetito sexual.12 Dos años antes, el mismo autor había publicado, también en Sur, “La invención de la mujer”, artículo en el que analizaba cómo la belleza y la prolongación de la vida sexual de la mujer era resultado también de la técnica (Fernández Suárez, 1950). Si las ideas de Fernández Suárez aparentemente no despertaron demasiados ecos, no sucedió lo mismo con las de Ernesto Sabato. “La metafísica de los sexos” fue inmediatamente contestado por la propia Victoria Ocampo desde Sur y por Regina Gibaja desde Centro, por entonces la revista del Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Veinte años después aún Sabato recordará el incidente.13

De acuerdo con John King, Ernesto Sabato y Victoria Ocampo protagonizaron uno de los pocos debates acalorados de Sur alrededor de los cincuenta, si exceptuamos los satíricos ataques a Perón (King, 1989, p. 190). Otro, al año siguiente, alrededor de la ruptura Camus-Sartre, no tenía conexión aparente con el mencionado en primer término.14 Sin embargo, no caben dudas de que este último cerró la breve apertura de Sur a Sartre y, seguramente, a Simone de Beauvoir que se había iniciado con aquel número dedicado a Francia en 1947, y que se continuaría con las escuetas reflexiones encontradas en la revista en torno a la obra literaria, filosófica y autobiográfica de la autora francesa y que, finalmente también podría explicar el silencio, con respecto a Simone de Beauvoir, de la propia Victoria Ocampo. Significativo silencio (tanto si la había leído como si no) en 1952, cuando discutía con Sabato en un campo ya transitado por Simone de Beauvoir. Efectivamente, las ideas desarrolladas por Sabato eran las que El segundo sexo desarmaba.

En su artículo “La metafísica de los sexos”, Sabato comenzaba planteando que el siglo xix había culminado “en uno de los fenómenos más inesperados de todos los tiempos, en la idea de la identidad entre los sexos” (Sabato, 1952, p. 26). A partir de allí, aparecía todo lo esperable en términos teóricos y filosóficos. Sabato no era original; repetía a Nietzsche, Simmel y Jung. Pero en las primeras páginas un breve comentario merece atención. Sabato sostenía que, en su tiempo, en ciertos medios calificados como “progresistas”, postular “diferencias” entre los dos sexos era considerado “reaccionario” y “bárbaro”. “La mayor parte de las mujeres –continuaba–, sobre todo de las mujeres con alguna cultura –¡qué peligroso es ‘algo’ de cultura!–, se dejan arrastrar por esta doctrina sin comprender que les hace muy poco favor y que las coloca, así, en un terreno decididamente desfavorable […]” (Ib., p. 26). Estas palabras son suficientes para sospechar lo que sigue por parte de Sabato y la “furiosa” respuesta de Ocampo, tal como fuera calificada por parte del propio Sabato. Finalmente, este debate interesa tanto porque se discuten tesis de El segundo sexo sin citarlo; como porque ilumina ese medio de probable recepción y lectura.

Sabato partía de las viejas “diferencias”, supuestamente complementarias entre los sexos. Afirmaba que las diferencias biológicas conllevaban diferencias psíquicas, sociales y metafísicas entre los sexos. Postulaba lo femenino y lo masculino como ideas platónicas que se encarnaban en mujeres y varones; y si bien aceptaba la idea de bisexualidad latente en todo ser humano, por algún motivo (evidentemente la proposición anterior) las hembras estaban más determinadas por el arquetipo femenino y los varones por el masculino. Lo masculino era abstracción, universalidad y lógica; lo femenino, lo concreto, lo particular, lo intuitivo. Los varones se proyectaban hacia fuera (como el semen), eran creadores centrífugos. La sexualidad no tenía importancia para ellos, solo era un instante en sus vidas. Las mujeres, en cambio, estaban adentro, como adentro suyo estaba la vagina. En las mujeres se hallaba siempre latente la maternidad, buscaban la inmortalidad en el hijo. Para ellas, el acto sexual comenzaba después de la cópula, con el embarazo, el parto y la vida del hijo. A diferencia de los varones eran centrípetas. Sabato acababa postulando la deseable feminización del mundo puesto que el capitalismo y la ciencia positiva, ambos productos masculinos, habían conducido a la deshumanización. Pero la feminización del mundo no implicaba la liberación de las mujeres, al menos como lo entendía el feminismo de la época, puesto que la igualdad y el logro de los derechos postulado por este (aún en lo legal) eran, para Sabato, una concesión a la civilización de los machos. La feminización del mundo debía feminizar tanto a varones como a mujeres pues éstas, como resultado de la cultura occidental, se habían virilizado. Sabato llegaba a temer las consecuencias que, para la humanidad, podía tener el control de la natalidad puesto que calificaba como aberración que las mujeres prescindieran de los hijos. La feminización, entonces, aparecía como un proceso desvinculado de las mujeres reales y presentado casi como un proyecto de varones críticos (entre los cuales Sabato se incluía) a la masculinidad dominante, capitalista y positiva.

En el número siguiente, Ocampo respondía con una carta. En ella, afirmaba situarse más allá de su subjetividad (aunque obviamente declaraba no estar de acuerdo con Sabato) y prefería ubicarse en el campo de objetividad. Por eso, sostenía responder desde las pruebas ofrecidas por el propio Sabato. Retomaba, entonces, a Lawrence y André Malraux, para hacerlos afirmar lo contrario. De acuerdo con Ocampo, ellos consideraban a las mujeres como a sus iguales; para ellos, “la otra” contaba, “existía”. Ocampo reivindicaba la humanidad de las mujeres, ellas eran personas y no solo, ni principalmente, cuerpos portadores de óvulos. En contrapartida, animalizaba a los varones, por lo menos lo hacía con Sabato a quien se dirigía como “bípedo centrífugo” (Ocampo, 1952a, pp. 211-212).