Elora y el secreto eséncico - Pilar Barrios - E-Book

Elora y el secreto eséncico E-Book

Pilar Barrios

0,0

Beschreibung

Tras el regreso a su hogar en un mundo demasiado organizado y manipulado, donde hemos perdido la capacidad de sorprendernos, Elora tiene la difícil misión de salvar el Lumenor y a los personajes que habitan en él. La aventura la lleva a un mundo paralelo donde encontrará todo lo que necesita para crecer por dentro y llegar a la sabiduría de conocer lo que verdaderamente es importante: vivir con intensidad cada momento. Elora, en este segundo libro, vivirá una gran cantidad de aventuras e inesperadas situaciones que guiarán su camino y le permitirán ver que los motores hacia el cambio son el AMOR y la AMISTAD. Esta obra, continuación de Elora y la sombra sobre Lumenor, no está necesariamente atada a su predecesora. Por sí mismo, este libro logra captar el interés del público lector gracias a las hazañas de la protagonista, logrando la plenitud de su mensaje.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 320

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Elora

y el secreto eséncico

Pilar Barrios

© Pilar Barrios

© Elora y el secreto eséncico

Junio 2021

ISBN papel: 978-84-685-5883-7

ISBN ePub: 978-84-685-5884-4

Editado por Bubok Publishing S.L.

[email protected]

Tel: 912904490

C/Vizcaya, 6

28045 Madrid

Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Índice

Prólogo

Capítulo 1 El retorno a casa

Capítulo 2 Algo inesperado escribirá el comienzo

Capítulo 3 El bosque y su paralela magia

Capítulo 4 Cómplices inesperados

Capítulo 5 Reencuentro con sorpresa

Capítulo 6 El descubrimiento de algo más que un simple cómplice

Capítulo 7 La rápida transformación del ocurrente y aburrido destino

Capítulo 8 Descubriendo, en medio de la aventura, una nueva y extraña sensación

Capítulo 9 Adentrarse a lo desconocido aportará claridad

Capítulo 10 La sorprendente ilusión del desapego

Capítulo 11 Lo asombroso de un valioso interior

Capítulo 12 La ilusionada ilusión de lo iluso

Capítulo 13 La poderosa intuición, en su esencia

Capítulo 14 Crecer, vivir

Capítulo 15 Permitirse sentir es como declararse al corazón

Capítulo 16 La sabiduría de intuir a qué puertas llamar

Prólogo

Es para mí un gran honor y alegría prologar Elora y el secreto eséncico de la autora zaragozana Pilar Barrios. Hace años que tengo la ocasión, como librera, de poder difundir entre el público las obras de Pilar, ya que su anterior libro Elora y la sombra sobre Lúmenor ha estado presente en ferias del libro de toda España gracias a nuestra pertenencia a la Asociación de Escritores de Madrid.

Las mejores historias siempre comienzan con un misterio y un bosque especial, bosques que destilan magia que se derrama entre aquellas personas que saben mirar.

La escritura de Pilar Barrios invita a atravesar las nieblas de la incertidumbre y a revelar el poder de la mente que imagina y crea aquello que no ve, que no es palpable a simple vista, pero que intuye desde el corazón. Los libros como Elora y el secreto eséncico constituyen un tesoro, un faro de luz para guiar nuestra balsa, que es el yo, en el mar de la incertidumbre.

Pilar Barrios ha sabido conjugar con maestría los grandes temas que han preocupado a la humanidad desde el origen de los tiempos. Pero esta historia dialoga, sobre todo, con el público adolescente, período vital en el que irrumpen las grandes batallas existenciales: el amor, la amistad, la familia, el entorno, el autoconocimiento, los mitos y las tradiciones heredadas, el futuro, los sueños y, en definitiva, el acto de vivir.

Elora, junto a sus acompañantes, luchará contra los miedos para descubrir la gran incógnita que le depara el destino, superar los obstáculos y límites que impone este fascinante viaje, lanzando al aire las alas de la valentía. Los personajes que desfilan por estas páginas, y que se han ido cruzando en el camino, formarán parte de ella misma para siempre.

Es hora de adentrarse en Lúmenor, lanzar al aire las alas de la valentía resquebrajando el grosor de la realidad para explorar este país en peligro. Elora es la oportunidad para que la esperanza, los sueños, y todo aquello que podría llegar a ser, no se destruya. Algo extraordinario está a punto de suceder, vuelve la página y comienza a leer.

Vanessa Jiménez Díaz

Capítulo 1 El retorno a casa

Elora miraba a su abuelo mientras conducía, se había vuelto a quedar dormida, y despertó pensando en la reacción de él, al contarle su inverosímil historia. Todavía no podía creer que estuviera llevándola a casa, y además con intenciones de pasar una temporada lejos de su humilde y tranquila morada. Además de tener algo de contacto con el mundanal ruido, sentía una afinidad con él, bastante sospechosa. Realmente eran de generaciones muy diferentes, y ella se sentía comprendida y apoyada por él, hasta unos límites algo extraños, y justo, cuando sonreía por ello, su abuelo se giró para mirarla y le correspondió con otra de sus encantadoras sonrisas, así llamadas por su abuela.

—Hola, abuelo. ¿Por dónde vamos ya?

—Hola, Lori, nos quedan un par de horas, ¿cómo te encuentras?

—Mejor, ya no me duele la cabeza.

—Me alegro, hija.

—Gracias, abuelo —dijo mirando a su abuelo, asomando alguna lágrima en sus ojos.

—Pero Lori, ¿ahora vas a llorar? Después de todo lo que has vivido, no tienes que bajar la guardia; tenemos mucho trabajo por delante y tienes que ser fuerte, eso es lo que has aprendido recientemente, ¿no?

—Sí, así es, abuelo, pero algo que no he aprendido es a controlar las emociones, y ahora estoy comprobando la felicidad que siento al sentirte tan cerca en todo esto, ¿sabes? Has sabido entender perfectamente que a veces las preguntas son mucho menos efectivas de lo que nos pensamos, y has pasado directamente a mi lado sin saber siquiera cuánto te iba a costar, y lo que tendrías que sacrificar.

—¿Por qué dices eso, Lori?

—Porque todavía no tenemos ni idea de lo que vamos a tener que hacer, ni siquiera sabemos cómo empezar con una tarea de difícil comprensión en nuestro mundo, qué vamos a decir a la gente para que nos ayude y a su vez ayudar a mis amigos; ni siquiera puedo hablar de ellos con la veracidad que se merecen. ¿Tú crees que alguien me creerá?

—Alguien lo hará, Lori. Ahora no deberías preocuparte por quién te va a creer o no.

Y de pronto, algo cortó la conversación que mantenían, una niebla lo había invadido todo, era de día, así que resultó muy extraño lo que estaba pasando, no se veía bien; el abuelo bajó bastante la velocidad, para poder adaptar su visión al nuevo escenario e, intentando visualizar, pudo ver cómo algo más oscuro que la mismísima niebla se movía al fondo; mientras se acercaba habiendo bajado ya mucho la velocidad, podía con más nitidez apreciar que se trataba de algo muy grande; estaban tan asustados que no querían ni hablar sobre lo que se les venía encima; fue Lori la primera en decir algo, cuando era evidente ya que lo que llevaba temiendo hace unos minutos empezaba a tomar forma.

—Es ella, abuelo.

—¿Quién, pequeña?

—Es la sombra, es Heránides.

—Vale, hija; no te pongas nerviosa. La esquivaremos de alguna forma, vamos a ir despacio, tendremos que ver con qué armas cuenta para dañarnos.

—Abuelo, ¿qué dices?, ¿en serio? Toda ella es un arma, no las necesita; tiene las suficientes como para acabar con un regimiento.

—Bueno, parece ser algo que se traspase fácilmente, no aparenta dureza.

—Esa es su primera arma, nunca es lo que parece, es su gran estrategia. Mantendrá ese estado hasta que estemos muy cerca de ella. Y entonces nos sorprenderá y te garantizo, abuelo, que no nos será grata la sorpresa.

—Debemos mantener la calma, Lori; ella no tiene todavía todo ganado, ni mucho menos. Acabamos de empezar y te garantizo que acabar conmigo no es tan fácil, deberá utilizar algo con más astucia, que no solo el factor sorpresa.

—Abuelo, no quiero que te confíes, no es limpia, está donde está por emplear métodos muy poco ortodoxos en sus enfrentamientos.

—Vale, pero tampoco creo que debamos salir despavoridos a la primera de cambio, así lo único que conseguiremos es que se ría de nosotros y gane su primera batalla, y no lo voy a consentir, Lori. Tú estate tranquila, podemos con ella, seguro.

—Tu seguridad me da casi tanto miedo como nuestra oscura enemiga, abuelo; ¿sabes?, a veces hay que dejar pasar a los que son más fuertes que tú para evitar males mayores.

—Pero no lo es.

—¿Tú crees? ¿Y qué te hace estar tan seguro de ello? Tenemos diferentes opiniones, eso es obvio ya que somos una adolescente que opina que el que se reserva y se prepara para un inminente enfrentamiento con el enemigo tiene un punto a su favor, y un osado abuelo que no se plantea ni siquiera que pueda haber algún peligro. Veo que entre nosotros dista mucho el tener un plan único al que aferrarnos. Así que deberíamos pasar al plan B.

—Sí. ¿Y cuál es tu plan B, amiga?

—Fácil, «amigo» —dijo con ironía Lori—. Debemos esperar a que se declare de una forma u otra, y entonces cuando sepamos con qué o cómo nos va a atacar, podremos dar rienda suelta a nuestro espíritu aventurero y hacerle frente, ya con la seguridad de saber a qué exactamente nos enfrentamos. ¿No te parece mejor plan? Sé prudente, abuelo; piénsalo.

—Está bien, Lori, tú ganas. Vamos a esperar que actúe ella primero; una de las armas es, también, poner nervioso al contrario demostrando cierta pasividad. Pararé el coche en el arcén, tampoco creo que vaya a pasar algún coche por aquí. Verdaderamente, Lori, hace rato dejé de sentir familiaridad con la carretera, no te dije nada por no preocuparte.

—Abuelo —dijo Lori con cierto enfado—: no debes hacer eso, me debes comunicar cualquier cosa rara que percibas, así podríamos habernos adelantado a ella. No lo vuelvas a hacer, por favor.

—Está bien, hija, lo siento. Cualquier cosa rara que detecte, sienta o perciba a partir de ahora, te la haré saber en el momento.

—Vale, abuelo —le dijo Lori acariciándole en el brazo con gesto cariñoso—. Ahora lo que vamos a hacer es no salir del coche inmediatamente, esperaremos unos minutos a que se pronuncie.

—Y si no lo hace... —dijo el abuelo.

—Entonces saldremos y tendremos que investigar dónde estamos, buscar algún cartel. He mirado en mi móvil y no hay nada de cobertura… Lo apagaré y volveré a encender, a veces funciona así.

Lori apagó el móvil, casi le resultaba raro usarlo, ya que había estado sin él todo el tiempo que había permanecido en casa del abuelo, y se había acostumbrado perfectamente. Al principio le era imprescindible, pero fue comprobando que existían hechos y acontecimientos a su alrededor mucho más emocionantes que ese aparatejo. Había llegado a comprender que la total influencia que tenía sobre ella, no le beneficiaba en absoluto, de hecho, se dio cuenta de todo lo que nos perdemos dándole tanto protagonismo en nuestro día a día, pero en ese momento lo necesitaban y pedía por favor que no le fallara, tenían que orientarse, no tenía ni idea donde estaban.

Mientras intentaba hacer que su móvil funcionara, Lori pensó en que una cosa era lo que había vivido en los últimos días en ese mundo tan fantástico llamado Lúmenor, y otra era esto que empezaba a ocurrir, ya que ella no había buscado la entrada en él, que era lo que venía pasando, ahora se había visto precipitadamente invadida por él y no en Lúmenor, era su mundo en el que también se podía declarar, esto cambiaba las cosas, que podría hacer ahora, estaba perdida, necesitaba pensar en un plan inmediato, y tenía la sensación que no tendría tiempo para meditar mucho.

Mientras el móvil se había encendido y parecía tener todo correcto, pero solo en apariencia ya que precisamente lo único que parecía no funcionar era el Google Maps.

No había forma de que se encendiera debidamente, daba error «ubicación desconocida», de nuevo este aparatejo tan valioso, la volvía a dejar tirada; de qué servía tanto adelanto, tanta tecnología si en los momentos de más necesidad, no estaba a la altura y no podía hacer uso de él, ni siquiera para poder comunicarse con alguien.

Tendría que pensar en algo rápido, esta vez no estaba sola y no sabía cómo reaccionaría su abuelo ante un inesperado y peligroso destino.

Ella no había contemplado el hecho de que Heránides pudiese hacer acto de presencia en su mundo, pero estaba comprobando que su influencia y presencia podía incluso traspasar las fronteras de Lúmenor sin problema.

La niebla estaba empezando a espesar tanto que impedía ya la visión desde el coche, eso le hacía sentirse más insegura todavía, ya que no podía ver absolutamente nada.

—Deberíamos salir del coche, Lori —comentó el abuelo.

—Sí, lo vamos a hacer, pero algo muy importante, abuelo, es que no nos separemos. Con la densidad de la niebla podríamos perdernos, es vital que permanezcamos juntos.

—Vale, estás asustada, ¿verdad? Lo noto.

—Sí, abuelo, claro —dijo con gesto de evidencia—. ¿Tú no lo estás, acaso?

—Sí, Lori, lo estoy, pero creo que el control de la situación lo tenemos en este momento nosotros; no me preguntes por qué, no sabría explicarte. La sensación que tengo es de preocupación, sí, pero no es lo inmediato lo que más me preocupa.

Después de escuchar las palabras del abuelo, Lori se quedó con ello y le aportó una olvidada seguridad en sí misma, y respirando hondo, y ya serena con el recién estrenado impulso hacia lo desconocido, empezó a caminar.

Sintió que su abuelo le tocaba el hombro a modo de aprobación por la valentía y brío demostrado y ella como único gesto de agradecimiento le puso su mano encima.

La niebla seguía espesa, y no se distinguía figura alguna, cada paso era hacia lo desconocido; en ese momento no sabía qué la intimidaba más, si un paso en falso hacia el vacío más profundo, o darse de morros con la mismísima Heránides, y pronto descubrió que tanto una cosa como otra merecían su prudente y temida consideración, ya que comprobó una de ellas.

Cuando dio el siguiente paso, notó cómo la atracción hacia el vacío le lanzaba a una imparable caída hacia lo desconocido; en ese momento pensó en su abuelo, iba detrás de ella, con lo cual no le daba tiempo de avisarle, solo su ahogado grito podría haberle puesto en alerta del inminente peligro, y mientras se precipitaba por una impenetrable oscuridad confió en ello. Fue solo entonces, cuando se pudo concentrar en su caída, y el temor a lo que encontraría abajo, y para su sorpresa la caída no fue tan dura como aparentaba el descenso, ya que cayó y pudo levantarse en cuestión de un segundo, como si hubiese rebotado en el mismísimo suelo.

Se quedó quieta, esperando notar dolor en algún miembro de su cuerpo, pero no fue así, cuando comprobó que no tenía ningún hueso roto, miró a su alrededor para encontrarse con varios árboles de troncos con unos diámetros inmensos, el color de su corteza revelaba su longevidad, parecían secos, aparentaban no tener hojas, ni vida en un tono que no fuera el de su mortecina corteza.

Miró hacia el fondo, pero el paisaje era muy similar, con el mismo tono gris inalterable, cuando de pronto con la mirada al frente, en el árbol que se encontraba a su derecha, notó cierto movimiento. «¡Imposible!», pensó. Algo con aspecto tan inanimado, es improbable que pueda hacer movimiento alguno, y siguió caminando con cautela, ya que, aunque pudiera ser imposible por el aspecto del escenario, ella notaba cierta vigilancia por parte de algún ser, era totalmente consciente de su existencia y cada vez que pensaba en ello, un escalofrío le recorría el cuerpo.

Se calmó, y siguió hacia delante sigilosa para no confundir sus propios pasos con algún sonido ajeno y poderlo identificar inmediatamente, cada uno de esos árboles parecía más anciano que el anterior. Y de repente, no fue un sonido, sino un pequeño movimiento, mientras observaba aquella corteza; fue como un abrir y cerrar de ojos, pero no los suyos, los de algún otro ser que habitaba en la corteza de aquel anciano árbol; se acercó con cierto recelo, no sabía muy bien qué era lo que había notado, pero sabía que algo en ese árbol se había movido, y de pronto cuando no estaba aún lo suficiente cerca como para examinar la corteza con precisión, algo habló.

—Hola, ¿es a mí a quien quieres encontrar, quizás? —Un tono pausado y grave daba pistas de su escondite.

—Hola —contestó Lori con cierta reserva—. Exactamente… todavía no sé quién eres.

—Entonces ¿por qué me buscas?

—No te busco, me temo que la fatalidad y un mal paso me han traído hasta aquí.

—Deberías haber intentado irte ya hace rato y no seguir hacia delante. Si realmente es como tú dices, que un mal paso te trajo, es curioso… No suelen ser así las entradas.

—Aún no sé con quién estoy hablando, no habrá ningún tipo de manifestación por mi parte hasta no conocer a mi interlocutor.

—Muy exigente me sigues pareciendo para no tener la seguridad de poder llevar a cabo tu misión.

—¿Qué sabes tú de mi misión?

—Más de lo que imaginas.

—Está bien, te otorgaré el beneficio de lo oculto. Podrás mantener tu misteriosa identidad, pero solo hasta que te explique por qué motivo estoy asustada, y tienes que saber que soy cauta a la hora de dar información a algo desconocido.

—Trato hecho. Permaneceré en la sombra mientras declaras tu voluntad, pero solo me verás si no te andas con falsedades y farsas en tu explicación; si no eres clara y verdadera en tus argumentos, te tendrás que buscar la vida, yo no ayudo a farsantes que lo único que quieren es descubrir mi retiro para acabar conmigo.

Y Lori comenzó a contar sin saber a quién se dirigía, como su recién encomendada tarea se había visto alterada por una espesa niebla.

—Supongo que no es tan difícil ni tan insólito, después de lo vivido este verano, hablar al aire en un intento de encontrar a alguien que me ayude. Verás, me dirigía con mi abuelo hacia el lugar donde vivo para dar por finalizadas mis vacaciones junto a él y comenzar, como ya creo que sabes, una tarea que me ha sido encomendada por personajes, a lo que añadiré que ya considero mis amigos y a los que tengo que ayudar a salvar su mundo, lugar al que imagino perteneces tú, seas quien seas, dado que aún no he conseguido descubrirte en tan yermo paisaje.

—Y ello te preocupa.

—¿A qué te refieres?

—El no poder verme, si te inquieta.

—No, ojalá esto fuera lo único que me perturba.

—¿Y entonces? —interrogó la voz, impaciente.

—Te recuerdo que eres tú el que me ha interrumpido. Si tienes alguna prisa, deberías dejarme hablar sin interrumpir.

—Vale, lo siento; puedes continuar.

—Resumiré: necesito poder llegar cuanto antes al lugar donde yo vivo, sin altercados ni dificultades, y si estoy asustada es porque desconocía que los personajes de Lúmenor pudiesen mostrarse aquí, en mi mundo, con cierto poder y libertad, y si me intimida es más por mi abuelo, ya que hace el viaje conmigo y no quiero que sufra daño alguno. A grandes rasgos, es un resumen algo acelerado de mis temores más inmediatos. Creo que deberías dejarte ver, en cuanto sepa con quien hablo, entraré en detalles.

—Tienes que observar bien, no solo mirar, dejar a un lado tus problemas e inquietudes para que no te perturben la visión, y me verás sin problema.

Lori, intentó dejar de pensar, y dejarse llevar por lo que le decía el corazón en ese momento, una música de piano se había apoderado de sus pensamientos, era lo único que escuchaba en ese momento, y con ella descubrió el refugio de la voz con la que había mantenido una provechosa conversación.

Unos enormes ojos la observaban, empezó a ver con nitidez al ser que parecía pertenecer cual tatuaje a la mismísima corteza del árbol, conforme centraba más en él su mirada, observaba los detalles de tan sorprendente existencia, aparentemente parecía un enorme búho, sus ojos observaban con gesto de enfado, ya que tenía el ceño fruncido, su color era como el de la corteza del lugar que parecía ser su hogar, solo el contorno de sus marcadas alas se podían distinguir, ya que eran diferentes a las que ella había podido ver en los búhos que había visto alguna vez, alas que le recordaron a Evangelin, ya no solo por el tamaño, eran enormes para el cuerpo del alado animalito, sino también por el color, o mejor dicho la ausencia de él, por el contorno se dibujaban ya que el interior era transparente, pero se distinguían perfectamente aun siendo traslúcidas.

Se estaba tomando su tiempo, eran cosas tan increíbles las que podía observar últimamente que se detenía en ellas, por si el azar decidiera que fuese la única vez poder tener delante un ser así.

—Supongo, que me has encontrado, aunque por el rato que llevas me haces dudar, verdaderamente —dijo el búho en tono burlón.

—Sí, sí, claro, cómo no —contestó Lori precipitada—. Me resultas tan curioso.

—¿En serio? Yo me veo bastante normalito —dijo intentando cambiar un gesto que parecía inherente a él, sin conseguirlo—, y para no estar en desventaja contigo te diré cómo me llamo, ya que yo sí conozco tu nombre.

—Cómo no. Eres de Lúmenor, seguro; todos conocéis mi nombre. ¿Es así con todo el mundo?

—No, que va, Lori; solo es así cuando la persona nos va a salvar de una desaparición segura. La información sobre ti la tenemos hace mucho tiempo.

—¿Quieres decir que ya sabíais de mí antes de llegar a casa del abuelo?

—Por supuesto que sí, Lori, ¿acaso lo dudas? Para encomendar una tarea tan delicada y peliaguda, debíamos asegurarnos de que la persona elegida podría perfectamente asumirla con valentía y respeto. ¡Pareces sorprendida!

—Por supuesto, parece que todo estuviera premeditado. Tengo cierta sensación de que haga lo que haga, diga lo que diga, lo que tenga que ocurrir está escrito.

—Para nada, deshazte de tal fastidio, no es así; sería un terrible aburrimiento y además me encanta la sensación del sobresalto que conlleva lo inesperado… Cuanto más imprevisto, mejor. Es una de las facetas que más nos llamó la atención sobre ti: eres imprevisible, capaz de nadar a contracorriente si la situación lo reclama, y, a su vez, disciplinada, cuidadosa y correcta en lo esencial. Eres la ayuda perfecta para nuestros terribles y serios problemas.

—Ya, pero estoy empezando a rajarme, me está entrando la cordura. No creo que sea posible hacerle ver al mundo lo que pretendéis, nunca creerán en vosotros, para muchos sois la eterna fantasía y para otros una miserable mentira; no lo tengo nada fácil.

—Nadie te dijo que lo fuera. Llevará tiempo y paciencia hacerles creer que no son los únicos y que deben respetar nuestros criterios y necesidades. Uno de los grandes problemas que les tienes que hacer comprender y que debemos apresurarnos a solucionar es el de la Madre Naturaleza. Nosotros dependemos de ella en la misma medida que la amamos, y vosotros con vuestros mecanismos simples e ignorantes de sangrado la estáis dejando sin vida, y esto es solo un ejemplo de tu importante y significativa tarea. Además, antes te escuché decir que cómo narices podíamos acceder a tu mundo desde Lúmenor… Es curioso que no te plantees que podamos estar en un mismo espacio.

—¿Cómo en un mismo espacio? Eso es imposible; sois personajes no reales, personajes imaginarios —decía Lori con una seguridad que incluso llegó a ofender a su interlocutor.

—¿Y dónde crees que estamos exactamente?, ¿en tu imaginación? ¿Tú lo crees así? Yo te tenía con las ideas más claras y segura, pero ya veo que no. ¡Ah! Ya entiendo es por lo que has venido a parar aquí sin buscarlo. Tengo que hacerte entender, antes de llevar a cabo tu importante tarea, un importante detalle. Pero antes te explicaré lo que son las llamadas merimblas. Deberías, Lori, acomodarte; me llevará unos minutos explicarte y hacerte comprender lo que vas a escuchar.

—No te apures, estoy bien así. De hecho, no tengo tanto tiempo como te imaginas, te recuerdo que tengo que encontrar a mi abuelo y comprobar que se encuentra bien.

—Yo no me preocuparía mucho por él. Está bien, créeme.

—Siendo así, tendré que confiar en... ti —dudó cuando se disponía a llamarlo por su nombre.

—No, cierto, no lo sabes. Mi nombre es Busovi I, y alberga una clave: en él va reflejado lo que será mi gran tarea y a lo que tendré que dedicar mi ser para poder con ello ser útil a mi mundo, ya que en él irá reflejado el gran secreto, tu talento. Con él sabrás, sin equivocarte, en qué ocupar tu tiempo para formar parte del crecimiento del mundo y ayudar en su equilibrio y armonía. Nunca debes intentar dedicarte a algo para lo que no tengas destreza. También puede ocurrir que no nazcas con ello y seas lo que llamamos un «sin nombre en su nacimiento», pero es entonces cuando los adiestradores son los que te inician, después de pasar por una serie de disciplinas y pruebas, en lo que mejor demuestres. Y en tu Estímulo, que es la ceremonia de la Sabiduría, te otorgan con el nombre que has demostrado merecer. Con ello te he explicado un poco también parte de nuestra mundología… Ahora vayamos a lo que nos ocupa, tenía que hablarte de las merimblas.

Lori intentaba no perder el hilo de lo que le estaba diciendo el búho, pero asimilarlas le requería más tiempo, decidió seguir escuchando la siguiente explicación, y retenerlo todo en su cabeza y cuando contase con tiempo para poder analizar detenidamente todo lo que había escuchado, sería mucho más digerible seguro. Se daba cuenta de que estaba formando parte de algo importante y quería profundizar en todo ello.

—Prosigue entonces con ello, Busovi —dijo entonces Lori sin quitarle ojo de encima.

—Está bien. Las merimblas son... Es difícil explicarte lo que son. —Y pensativo continuó, o por lo menos lo intentó—: Quiero que te resulte lo más verosímil posible, pero por mucho que le dé vueltas será imposible, así que yo te explico y tú preguntas. ¿Te parece bien?

—Me parece perfecto.

—Como habrás podido comprobar, en este momento no estás en lo que llamas tu mundo. ¿Me equivoco?

—Es cierto, y no me preguntes cómo ha ocurrido porque no tengo idea de cómo ha podido ser.

—Lo sé, Lori. Verás; existen como unos pasos, llamémoslos así, que son travesías para trasladarnos de un mundo a otro. Para encubrir tal comunicación, los diferentes pasos que existen están difuminados por una densa niebla; es por esa razón que son llamados merimblas. Se encuentran en seis lugares, son de difícil acceso, y tienes primero una pista de que el lugar al que vas a acceder no entra dentro de la normalidad en tu mundo.

—Me quieres decir entonces que estoy en Lúmenor y no en mi mundo.

—Exacto, pero yo dejaría de diferenciar de una vez tu mundo de Lúmenor en cuanto a todo lo que se refiera a espacio, ya que tienes que haber llegado ya a la certera conclusión de que compartimos tierras.

—¿En serio?

—¿Por qué habría de mentirte?

—No sé, me parece tan surrealista que podamos estar en el mismo espacio y no seáis parte del día a día... No sé cómo explicarlo.

—Sé perfectamente lo que quieres decir, y lo entiendo. Es complicado, Lori; no sé si alguna vez se podría plantear el crear una unión sincera entre los dos mundos, somos muy diferentes. Vosotros le dais mucha importancia a lo que para nosotros pasa desapercibido y, en cambio, nuestra vida es la naturaleza y disfrutar de ella al máximo, pues nos ofrece todo lo necesario para una feliz convivencia, pero lo que más nos separa de vosotros es que tenéis la convicción de que sois la raza superior y os hacéis llamar seres humanos, cuando realmente, si te fijas en una de las aclaraciones de vuestros propios escritos, se refiere a tan valiosas palabras definiéndolas como «comprensivo y sensible a los infortunios ajenos». Ahora, Lori, soy yo el que te hace la pregunta: ¿en serio?

—Vale, no somos precisamente perfectos, pero no lo necesitamos ser; vivimos en un mundo democrático y liberal que permite que cada ser humano haga con su vida lo que buenamente quiera y pueda.

—¿Te estás dando cuenta de tu contestación, Lori?

—Sí, pero no entiendo tus dudas.

—Hablamos de cosas muy diferentes, tú hablas con palabrejas muy raras a las que yo no tengo ni quiero tener acceso, sabes que lo importante es vivir y compartir, e intentar no caer en la mala tarea de entorpecer la vida del semejante. Nosotros somos de especies muy diferentes, ni siquiera yo conozco todo Lúmenor, pero intentamos respetarnos; existen los errabundos, que son personajes duros y que su labor es pasearse por Lúmenor a lo que el destino les depare; algunos llegarán a dar incluso una segunda vuelta, ya que lo ofrecido no les es grato e intentarán un conocimiento más para conseguir vivir las aventuras no encontradas. Nuestra vida y nuestra energía proviene de la cortesía de la naturaleza para con nosotros. Y todas las especies y razas, y en ellas incluyo, por supuesto, a los animales, son respetadas y tributadas. ¿Entiendes ahora a qué me refiero? Vosotros os creéis superiores, ya no solo a los animales, sino también a seres de vuestra propia especie. Y esa conducta no forma parte de Lúmenor.

—Ya entiendo, y tienes razón, pero a nosotros nadie nos ha dicho que eso no sea lo correcto.

—De verdad, Lori, ¿crees que algo así tan instintivo tendría que haberlo medido y precisado alguien? Debería ser algo natural que vosotros tendríais que sentir desde dentro, la disposición a no dañar, a procurar ser lo que el interior nos dicte en cuanto a lo verdadero y puro.

—Para ti es fácil, vosotros tenéis otra forma de vivir distinta, no habéis progresado ni adelantado nada en vuestro mundo, vivís como nosotros hace... ¿cuánto?, ¿un siglo? —dijo Lori, no sin cierta ironía.

—Y a ti verdaderamente ¿te parece un adelanto todo vuestro progreso? —contestó Busovi con el mismo sarcasmo.

—Por supuesto, quizás un poco desmesurado y en algunos pequeños detalles se nos ha ido de las manos, pero es importante e imprescindible avanzar. El ser humano es así, ambicioso, no se conforma, tiene la necesidad de ir más allá.

—Sé lo que me intentas decir, Lori, pero me temo que no tenemos la misma opinión sobre el significado de la palabra progreso. Pero no le des vueltas, tendremos tiempo más adelante para hablar sobre ello. Ahora lo que te tiene que quedar claro es que tanto tu mundo como el mío conviven y comparten espacio. Te he hablado de las merimblas y espero que hayas entendido la importancia que tienen, son entradas totalmente voluntarias y nada accidentales a Lúmenor, al igual que las personas que acceden por ellas son conscientes de la importancia y responsabilidad que implica entrar en mi mundo.

—Me siento aludida con tus palabras, Busovi. ¿Acaso yo no he demostrado responsabilidad y solidaridad para con tu mundo?

—Debes perdonarme, Lori; estoy siendo injusto contigo, precisamente la única persona que está siendo generosa con nosotros aceptando salvar Lúmenor. Disculpa tanta desfachatez por mi parte.

—Estás disculpado, no te preocupes, comprendo vuestra situación, estás nervioso por el destino de Lúmenor.

—Sí, aunque no lo creas tenemos mucha confianza puesta en ti, tanta que la desdicha de hace un tiempo ha pasado a ser ilusión y certeza de que estamos en buenas manos —dijo Busovi y quiso con tanta emoción trasmitir a Lori su satisfacción por servirle de ayuda que hasta su ceño, permanentemente fruncido, por unos instantes cedió a un gesto de satisfacción y aprobación.

—Gracias, yo espero no decepcionaros y poder estar a la altura. Es algo que me preocupa y bastante, no tengo ni idea de por dónde empezar.

—No debes pensar en un plan establecido Lori, lo único que debes hacer es mirar en tu interior y dejarte llevar, el destino te guiará y poco a poco verás cómo sin pensarlo, toda ira apareciendo ante ti.

—Parece fácil.

—Y lo es, Lori; si escuchas y dejas a tu esencia brillar, te guiará. No debes perder el tiempo ni malgastar energías en pensar planes llenos de contratiempos y adversidades, vive el momento y ocúpate de él, en el mismísimo instante que lo tienes en tu camino, no antes. Y ahora lo que tenemos que hacer es devolverte a tu mundo.

—¿Tenemos?

—Sí, aún no te has dado cuenta de que no estoy solo. No miras, Lori, y deberías aprender a mirar.

A lo que Lori haciendo caso al consejo de Busovi, empezó a observar alrededor suyo. El paisaje aparentemente monótono no le daba pistas de albergar ser vivo alguno en él, cuando de pronto, se hallaba observando minuciosamente a los árboles que más cerca tenía, volvió a notar movimiento, igual que cuando descubrió a Busovi, se acercó para poder mirar con detalle, varios árboles formaban un circulo al lado del que acogía a Busovi, todos ellos con el mismo aspecto y cuando se hallaba en el mismísimo centro y miro a su alrededor, lo que vio fue impresionante, no sabría decir cuántos búhos y parientes muy cercanos de ellos se encontraban allí, cada uno con un gesto diferente, tenían semblantes de enfado, curiosidad, sencillez, los había con un aspecto casi humano. Se hallaba absorta ante tal espectáculo cuando uno de ellos, le habló con la misma dignidad que definía su aspecto; tenía plumas de diferente colorido alrededor de su cuello colocadas a modo de bufanda, era como si no pertenecieran a su cuerpo, y verdaderamente andaban sueltas ya que en un gesto de enfado por su distraída atención hacia la pregunta que le había hecho a Lori, cogió el plumaje y lo arrojo hacia atrás envolviendo su cuello, fue ante tal señal de enfado que Lori reacciono y se disculpó.

—Perdón, perdón. No quería ofenderte con mi falta de atención, pero estarás conmigo en que pareces un humano: tu gesto, tu mirada… —Lori seguía hechizada por tal personaje, y no lo ocultaba.

—¿Parezco, dices? Ahora sí que me has ofendido de verdad, y no con tu descortés falta de atención.

—¿Por qué?

—Soy humano, Lori; no tengo ningún indicio de no serlo. En todo caso, más de algún mortal de tu ingrato y egoísta mundo sería no merecedor de tal tratamiento. —Al comprobar el gesto desorientado de Lori, prosiguió aclarando a qué se refería—: Con ello quiero decir, que muchos de los seres humanos que existen en «tu mundo» no son merecedores de tal título por su comportamiento, y tú los sigues considerando como tales; y a mí, que no me conoces de nada, dudas de mi humanidad, así, de primeras.

—Perdón, cierto es lo que dices, pero yo no me refería a desconfiar de tu humanidad, es tu aspecto; no conozco ningún animal que se te parezca, eres una mezcla entre un búho con aspecto de hombre… o al contrario. No sabría definirte, aunque por el genio que demuestras me inclinaría más hacia hombre, sin lugar a dudas —intentó bromear Lori.

—Tienes que entender lo importante que es, Lori, que nos ayudes a salvarnos, así te ayudarás a ti misma y a tu mundo —dijo ya con una pequeña sonrisa asomando por su rígida expresión.

—Lo entiendo, de verdad, precisamente es mi gran problema, mi responsabilidad para con vosotros y no fallaros, lo que me lleva de cabeza. Por cierto, ¿he entendido bien? Has dicho que así me ayudo a mí misma y mi mundo.

—Exacto, eso he dicho. Para que lo puedas entender mejor y muy fácil, haré un paralelismo: imagina que un mantel colocado en una mesa es nuestro mundo, tanto Lúmenor como el tuyo; se extiende por toda la superficie de la mesa, conviven verdes y frondosos bosques junto a ciudades con grandiosos rascacielos y casas de diferentes tamaños, ¿lo ves?

—Sí —contestó Lori cerrando los ojos.

—Está bien, entonces ahora imagina que alguien con malas intenciones se ha hecho dueño de uno de esos mundos y tira de él para destruirlo. ¿Qué ocurrirá, Lori?

—Que arrastrará al otro —dijo sin dudarlo.

—Exactamente, eso quería que entendieses, que de una forma u otra seríais arrastrados a un final irremediable, a no ser que nos ayudes.

—Lo he entendido perfectamente y creo que va siendo hora de despedirme de vosotros. No olvidaré nuestra conversación, y me ha quedado claro que somos uno, gracias... ¡uhm! —Se quedó pensando en si había dicho su nombre.

—Humburajus, es mi nombre.

—Encantada. Ha sido un placer charlar contigo, Humburajus; ahora tengo que marchar a salvar nuestros mundos —dijo con una sonrisa de satisfacción y dándose la vuelta para comenzar a andar y buscar la forma de salir.

Lori se sentía más segura de sí misma, tenía más información. Ahora sabía que eran mundos paralelos, no lo entendía, pero parecía ser que no era tan difícil de concebir, así que dejaría que el tiempo le confirmase poco a poco, la coexistencia de ambos mundos, lo de convertirla en un entendimiento y conocimiento por parte del suyo para con Lúmenor lo dejaría para más adelante. De momento su tarea era salvar a Lúmenor de las malas influencias de Heránides.

Una suave neblina al principio, se convirtió pronto en una niebla tan espesa, que a Lori le costaba ver más allá de sus propios pasos, recordó las palabras de Busovi, cuando le hablo de las merimblas, travesías para pasar de un mundo a otro totalmente libres y voluntarias, y le dio fuerza para seguir hacia delante, no se volvió en ningún momento y conforme andaba la niebla se iba disipando, para dar paso a un sol esperanzador y luminoso, a lo lejos vio el coche, y corrió hacia él con la esperanza de que dentro se encontrara su abuelo.

Su abuelo que ya le había visto por el espejo retrovisor correr hacia el coche, salió y esperó a que llegara su nieta, con una sonrisa de satisfacción, que a Lori le resultó sospechosa, no aparentaba intranquilidad alguna, y eso le parecía extraño ya que, si no recordaba mal, estaban en situación de alerta y desconcierto cuando lo dejo.

Se abrazaron fuerte, y mirándose se metieron cada uno por su lado en el coche.

—No debemos perder tiempo, abuelo.

—Está bien, Lori; rumbo a casa.

Se incorporaron a la carretera, que seguro ya, les llevaría a casa. Cuando llevaba tan solo unos minutos conduciendo al abuelo le empezó a sonar el camino del que parecía no haberse desviado en ningún momento. Y ya con cierta tranquilidad, se relajó para empezar a disfrutar de tan familiar paisaje.

Lori aprovecho de ese momento en el cual su abuelo parecía ausente, para pensar un poco en los personajes que acababa de conocer y en todas sus palabras.

Recordaba como Busovi, le había explicado cosas sobre la mundología en Lúmenor, sobre los errantes, los nombres y su significado, era todo tan diferente a su mundo, que no podía imaginar ningún tipo de relación pacífica entre ellos. Debía empezar a acariciar en su cabeza y soñar con ello, que iba a ser más fácil de lo que pensaba, sabía que sentirse escéptica no ayudaría nada; siempre desde muy pequeña, había creído en la magia y en que seres totalmente fantásticos convivían en algún lugar desconocido y aún por descubrir, de nuestro curioso mundo. Pero claro, eso era cuando ella todavía se sentía hechizada por el encanto de lo desconocido, desde ya hacía algún tiempo eso pasó a ser un cuento más de su niñez, ya que se había convertido en su mayor problema, para con el mundo que la rodeaba.

De repente todo lo que la hacía ser un ser humano feliz, se había convertido en un gran inconveniente, poco a poco se había olvidado de todo ello, lo tuvo que sustituir por entretenimientos más terrenales, si, tenía que estar a la altura y congeniar con su entorno, debía ser así, y con cierta resistencia al principio, acabo cediendo a la gran teoría de la «imitación». No le quedó más remedio que unirse al mundo de los «absurdos», como ella los llamaba, aun en su periodo de transición los seguía llamando así, fue cuando empezó a sentirse ella misma, como una auténtica «absurda», dándose cuenta de que su acomodación a tal estado, había sido rápida y exacta, olvidándose de los momentos pasados junto a un libro, o sin ni siquiera tener algo entre manos que la entretuviese, y poder dar rienda suelta a su infinita imaginación.