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Deseo 2170 Estaba aislada por la nieve con un hombre al que debía resistirse… La directora de reparto Perla Sambrano sabía que Gael Montez era el actor perfecto para su nuevo proyecto. Todo saldría bien si era capaz de olvidar la atracción que había entre ellos y dejaba a un lado su corazón. Los hombres Montez hacían daño a las mujeres a las que amaban. O al menos eso era lo que Gael creía. La única manera de proteger a Perla era mantener su relación estrictamente dentro del ámbito profesional. Sin embargo, una tormenta de nieve los aisló en la casa de él y provocó un milagro de Navidad que ninguno de los dos había planeado…
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Seitenzahl: 202
Veröffentlichungsjahr: 2023
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Avenida de Burgos, 8B - Planta 18
28036 Madrid
© 2021 Adriana Herrera
© 2023 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
En el corazón de la tormenta, n.º 2170 - abril 2023
Título original: Just for the Holidays...
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 9788411417822
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
–Me aburre hacer siempre el mismo personaje –musitó Gael Montez mientras hojeaba el guion que Manolo, su mánager y tío, le había pedido que revisara–. ¿No puedo hacer otro tipo de personaje que no sea el tío de una etnia ambigua en una producción de superhéroes?
–El papel del tío de etnia ambigua en franquicias multimillonarias sirve muy bien para ganarse la vida –le sermoneó Manolo, con un tono de voz que provocó que Gael rechinara los dientes–. El dinero del Escuadrón del Espacio no es algo que se deba rechazar, mijo. Y este papel te mantiene entre los personajes más destacados. Estás de mal humor por la época del año que es.
Manolo levantó su copa de champán para indicarle lo quería a la azafata del vuelo privado en el que se encontraban. Gael apartó la mirada. Le enojaba que su tío tuviera razón en todos los sentidos. Su participación en el reparto de una de las franquicias cinematográficas más populares era un trabajo de ensueño para cualquiera. Y, efectivamente, él odiaba la Navidad.
Bueno, en realidad no la odiaba exactamente. Simplemente le evocaba recuerdos que prefería olvidar. Cuando aterrizaran, tendría que mostrar su rostro más amable porque no quería amargarle a su madre su festividad favorita, sobre todo después del año que ella había tenido.
–No estoy de humor.
El comentario le reportó las burlas de su hermana Gabi.
–Siempre estás de mal humor en diciembre, señor Grinch.
Gael le mostró los dientes a su hermana.
–Estoy cansado –suspiró él. Y así era. Cansado, agotado de una manera que había empezado a preocuparle. Llevaba prácticamente un año sin sentir nada. Hacía su trabajo y lo hacía bien, pero, desde hacía un tiempo, le resultaba imposible emocionarse con nada. Tal vez estaba quemado. Desde el papel que marcó el inicio de su éxito en una aclamada serie de televisión hacía ya cinco años, llevaba trabajando sin interrupción. Las ofertas llegaban una detrás de otra sin parar y Gael, como había crecido junto a una madre soltera a la que en ocasiones le había costado poner comida sobre la mesa, no podía rechazar ninguna de ellas. Ni siquiera recordaba la última vez que se había tomado unos días de vacaciones en los que básicamente no hiciera nada. Tal vez, efectivamente, necesitaba un descanso.
El calendario de la producción del último episodio del Escuadrón del Espacio, en el que Gael hacía del tipo marrón con superpoderes, les permitía unos días de descanso durante las Navidades. Por eso Gael, Gabi y su tío iban desde Los Ángeles a la casa que tenía en los Hamptons en la que iban a pasar las Navidades con su madre y el resto de la familia. Estaba deseando no tener que estar frente a las cámaras.
No era un hombre desagradecido. Sabía la suerte que tenía por haber llegado hasta donde se encontraba en aquellos momentos. No hacía falta estar mucho tiempo en Hollywood para darse cuenta de que no había muchos otros actores latinos, y mucho menos que formaran parte de una de las franquicias cinematográficas de la industria. En teoría, estaba viviendo su sueño. Su perfil crecía con cada una de las películas en las que participaba y lo más importante era que podía cuidar de toda su familia.
Sin embargo, tras cinco años de una película tras otra en las que su cultura no tenía peso alguno y en las que sus raíces eran como una especie de nota al pie de página sin ningún tipo de relevancia, anhelaba poder aceptar un proyecto que mostrara un lado diferente de él.
–No me interesa, Manolo.
–¿Has visto qué es lo que te ofrecen para empezar? Es más de lo que estás ganando con las películas del Escuadrón del Espacio y, además, tendrías el papel protagonista y participarías en la producción ejecutiva. Es una oportunidad excelente.
–Nunca he oído hablar de esta productora, de los guionistas o del director. A mí me parece que no son más que un puñado de caraduras tratando de ganar dinerito por la popularidad de las franquicias de Marvel.
El comentario vino de Gabi, su hermana, que llevaba tres años trabajando como publicista de Gael. Era una excelente profesional y tenía un estupendo ojo para decidir en que merecía la pena que Gael gastara su tiempo y en qué no.
–Gabi, te agradezco mucho tu opinión, pero llevo haciendo esto algo más tiempo que tú. Llevo trabajando para tu hermano desde que nadie le concedía ni siquiera una audición.
Gael frunció el ceño al escuchar el duro tono de la voz de Manolo. Adoraba a su tío y le estaba muy agradecido por el apoyo que le había dado a lo largo de los años. Había estado a su lado sin fisuras. Sin embargo, en ocasiones, Manolo se comportaba como si la habilidad y el talento de Gael fueran algo inconsecuente. Como si no hubiera sido Gael el que se había partido la espalda trabajando en dos sitios mientras asistía la escuela de arte dramático o como si no hubiera sido él quien hubiera ido de audición en audición desde que tenía dieciocho años hasta que por fin el éxito llamó a su puerta el último año de clases. Y eso no se lo debía a Manolo. Eso había sido por… En realidad, no era algo que Gael no quería revivir, sobre todo si quería presentarse ante su madre de mejor humor.
Gael ignoró las miradas que Manolo y su hermana estaban intercambiando y, mientras señalaba el montón de guiones que debía revisar, le preguntó a Gabi:
–¿Qué proyecto crees que debería hacer a continuación?
–Ninguno de ese montón –replicó Gabi–. Gael, en estos momentos te encuentras en un buen momento de tu carrera. Te puedes permitir un proyecto que verdaderamente te apasione, hermano.
Aquellas palabras tuvieron como respuesta un gruñido de desaprobación por parte de Manolo que Gabi decidió ignorar por completo.
Aquel día, ella estaba vestida de un modo más informal. Sus habituales trajes de diseño se habían visto reemplazados por unas deportivas de Gucci y un chándal de Prada, lo que, sin ninguna duda, significaba para ella vestirse mucho más informalmente. Gael y ella eran gemelos, pero sin duda Gabi se parecía mucho más a su madre. Era de baja estatura y con una silueta rotunda, mientras que Gael era alto y fibroso. Él había heredado la piel bronceada y los ojos verdes de su padre, como también su altura. Gael medía bastante más de un metro ochenta y se aseguraba de mantener la forma física que lo había encumbrado como galán de Hollywood. Después de todo, formaba parte de su trabajo. Como su madre decía siempre, si no hubiera logrado hacerse un hueco en el mundo de la actuación, podría haberlo hecho en la línea defensiva de cualquier equipo de la NFL.
Lo que a Gabi le faltaba en estatura, lo compensaba con su personalidad. Además, casi nunca se equivocaba en lo que Gael debería hacer para empujar su carrera en la dirección adecuada. Tanto si a Manolo le gustaba como si no, Gabi tenía instinto.
En la familia, siempre habían bromeado con que Gabi había nacido con una agenda en una mano y un iPhone en la otra. Gabi trabajaba duro y estaba siempre al tanto de lo que ocurría en la industria. Manolo se centraba más en el lado financiero, en lo que mantenía a la familia segura económicamente. Los dos adoraban sus trabajos y, francamente, estos dependían mucho de que Gael siguiera recibiendo llamadas.
Eso significaba que, en último lugar, era él quien tomaba las decisiones que le garantizaban la estabilidad y la seguridad a los suyos. Gael pensaba que era feliz así, pero, en el último año, había empezado a perder empuje. Aceptar todas las ofertas que recibía estaba matando la pasión que sentía por su trabajo. Necesitaba algo que le ayudara a encender de nuevo la llama que siempre había sentido por la interpretación.
–¿Me has oído, Gael?
La voz de Gabi lo sacó de sus pensamientos.
–Perdona, ¿qué me decías?
Ella lo miró con reprobación.
–Se dice que Violeta Torrijos acaba de firmar una serie de época sobre Francisco Ríos y su esposa. Va sobre la época que pasaron en Harvard.
Gael prestó atención inmediatamente al escuchar el nombre del libertador portorriqueño, que era uno de sus héroes.
–Aún están buscando al actor que represente el papel principal –añadió Gabi con una sonrisa al ver que su hermano se incorporaba en el asiento. Aquel detalle acababa de sacarlo del estado de ensimismamiento en el que hacía estado hasta hacía unos segundos.
–No, eso no. Ya les he dicho que ese papel no es adecuado para ti y… –protestó Manolo, pero se interrumpió al ver que Gael levantaba la mano.
–Espera, tío –le espetó él, enojado de que Manolo no le hubiera informado de un proyecto así–. Cuéntamelo todo, Gabi.
Gabi sonrió gélidamente a su tío y luego inclinó la cabeza para buscar en su teléfono móvil.
–Se llama El amor del Libertador. El creador es Pedro Galvañes.
Buena señal. El nombre de Galvañes en un proyecto significaba normalmente que este levantaría mucha expectación.
–Han elegido a Jasmine Lin Rodríguez para el papel de Claudia Mieses.
Gabi le estaba informando sin levantar los ojos de la pantalla del móvil. Aquella selección era buena señal también. Gael sintió una profunda excitación. Conocía a Jasmine y sabía que ella siempre elegía bien sus proyectos.
Se reclinó sobre el asiento para considerar la información que acababa de darle su hermana. Era muy interesante. Una serie sobre Francisco Ríos, el líder de la independencia de Puerto Rico. Un proyecto de ensueño. Ríos había llevado una vida extraordinaria. Se había graduado en Derecho por la universidad de Harvard en 1921 y fue el primer portorriqueño en conseguirlo. Mientras estudiaba allí, conoció a Claudia Mieses, una bioquímica peruana. Ella fue la primera latina en ser aceptada en el Radcliffe College, por lo que era una mujer importante por derecho propio. Gael siempre había pensado que su historia de amor era legendaria. Y que la vida de Ríos merecía ser contada. Formar parte de un proyecto tan importante para la pantalla grande era un sueño, la oportunidad que lo había empujado a querer ser actor en un principio.
–Quiero hacerlo –afirmó por fin. Sentía una emoción que no había experimentado hacía meses–. ¿Con quién hay que hablar?
Su hermana frunció el ceño. Cuando miró a Manolo, Gael vio que su tío tenía en el rostro una expresión de satisfacción.
–El estudio que va a producir la serie es Sambrano –se apresuró a decir Gabi, como si quisiera acallar a su tío antes de que él pudiera decir palabra. No era de extrañar que Manolo estuviera sonriendo. Gael sintió como si una bola de plomo lo atravesara por completo. Tenía la piel acalorada. El apellido Sambrano ejercía aún ese efecto en él después de tantos años.
–Cuéntale quién está a cargo del reparto, Gabriela –le ordenó Manolo. Parecía encantado consigo mismo, por lo que Gael dedujo que tenía que ser la persona que él sospechaba.
Gabi parecía incómoda. Miraba a todas partes menos a Gael.
–Perla Sambrano está haciendo las audiciones.
Como era de esperar, Gael sintió que la sangre se le helaba en la venas al oír el nombre de su exnovia. Perla Sambrano era alguien en quien él se esforzaba mucho en no pensar.
–Ahora está trabajando para los estudios –añadió Gabi sacándolo de sus pensamientos–. Es la nueva encargada de los cástines y de las nuevas adquisiciones para la empresa.
El tono de voz de Gabi estaba impregnado de recriminación. Perla Sambrano había sido la causa de la única vez que había dejado de hablar a Gael.
–No sé si es el proyecto adecuado –dijo él tratando de aplacar la incomodidad que había empezado a sentir en el pecho. Miró a su hermana, esperando que ella retomara los argumentos de antaño. Sin embargo, ella se limitó a devolverle la mirada con la desilusión escrita en el rostro–. Esto es imposible, Gabi –le dijo a su hermana antes de apartar la mirada. Observó a su tío y sintió una profunda irritación al ver la sonrisa de satisfacción que había en su rostro–. Y estos tampoco van a funcionar –añadió indicándole a su tío el montón de guiones–. Hay que seguir buscando.
La sonrisa de Manolo se desvaneció. Gael decidió que él no estaba allí para complacer a nadie.
Gabi asintió. Abrió la boca como si fuera a decir algo, pero pareció arrepentirse. Gael se centró en el libro que había estado leyendo y trató de no pensar ni en Perla ni en el proyecto. No tenía por costumbre dejarse llevar por historias ya pasadas.
–¿De verdad no te importa hacer esto? –le preguntó a Perla su hermana mayor. La cálida sonrisa de Esmeralda siempre lograba calmarla, incluso si la veía a través de la pantalla de su ordenador.
–Por supuesto que no me importa –respondió Perla. En realidad, no podía culpar a Esmeralda por tener ciertas dudas. Un año antes, nadie, ni siquiera Perla, habría creído que estaría lista para realizar una conferencia a las siete de la mañana del sábado antes de Navidad. Sin embargo, allí estaba.
Habían ocurrido muchas cosas en los últimos doce meses. En primer lugar, Esmeralda, su medio hermana, se había puesto al mando de Sambrano Studios, el imperio televisivo que Patricio, el padre de ambas, había creado. Todo el mundo había esperado que dicho imperio pasara a manos de Perla y de su hermano, que eran los hijos legítimos de Patricio. Sin embargo, el patriarca de los Sambrano había sorprendido a todo el mundo con su último deseo antes de morir. Quería que Esmeralda, la hija que había tenido fuera del matrimonio, se hiciera cargo de su empresa. Como resultado, Perla había ganado una relación consolidada con su hermana después de años de distanciamiento.
Al contrario que su madre y su hermano, Perla no renegaba de su hermana por el puesto que esta había conseguido. Ella nunca había deseado tener tanta responsabilidad. En realidad, hasta hacía diez meses, cuando Esmeralda se puso en contacto con ella con la esperanza de retomar su relación, Perla había creído que jamás volvería a poner un pie en la empresa. Incluso había vendido sus acciones para asegurarse de que no tendría que volver a sentarse en una reunión de la junta directiva en lo que le quedara de vida. Sin embargo, la calidez y la pasión de Esmeralda por mantener el legado de la familia vivo había encendido la llama en Perla. Y, como resultado, era la directora de reparto y de búsqueda de nuevos talentos para Sambrano Studios.
–Perlita… –le dijo la suave voz de su hermana sacándola de sus pensamientos. Cuando miró a la pantalla, vio a Rodrigo Almanzar, el prometido de Esmeralda, el director gerente de Sambrano Studios. Estaban sentados el uno junto al otro. Se habían convertido en una pareja muy poderosa dentro de la industria, pero la química entre ambos no se reservaba solo para el ambiente de trabajo. Esmeralda y Rodrigo eran la personificación perfecta de los compañeros de alma. Bastaba con verlos juntos para saber que estaban hechos el uno para el otro. Perla experimentaba un cierto anhelo por poder alcanzar con alguien aquel tipo de conexión.
–Estoy lista –le aseguró Perla a su hermana.
–Y después de esto, no se trabaja más –afirmó Esmeralda haciendo que Perla sonriera
Perla no lo admitiría nunca ante nadie, pero le gustaba tener por fin una familia que se preocupaba por ella sin hacerle sentir como a una niña.
Carmelina, su madre, siempre se había mostrado excesivamente protectora, constantemente, hacía que Perla se sintiera inútil. Esmeralda, por el contrario, la trataba como si fuera una adulta, como una mujer competente que era capaz de aceptar responsabilidades. Y mucho más que eso, Esmeralda le hacía sentir que su presencia importaba y que valoraba su opinión.
–En ese caso, sigamos con esta reunión –afirmó Perla.
Iban a hacer una reunión online con el productor y el director de una serie nueva que tenían en proyecto. Las conversaciones empezaron bien, y en poco tiempo, llegó el turno de Perla para hacer preguntas sobre el reparto.
–Pedro, sé que tienes grandes vínculos con un importante actor latino –afirmó Perla. Pedro Galvañes era una leyenda y también muy presumido, lo que el mismo Pedro confirmó con una sonrisa al escuchar el cumplido.
–Sabemos lo que queremos –afirmó Galvañes–. Violeta prácticamente tiene confirmada a Jasmine Lin Rodríguez para el papel de Carla Mieses.
–Eso es maravilloso. Es perfecta para el papel –respondió Perla, incapaz de contener su emoción.
–Sí que lo es –comentó Violeta–. Por eso, necesitamos a alguien que tenga la misma presencia escénica que ella. Francisco Ríos fue una figura importantísima, por lo que necesitamos un actor que emane ese mismo carisma y poder, pero que también pueda transmitir un halo romántico. Después de todo, se trata del romance entre ambos –concluyó guiñando el ojo, lo que provocó en todos los asistentes a la reunión una sonrisa.
–Sí. Necesitamos un actor de peso para interpretar a Francisco Ríos –observó Perla.
–¿A quién tienes en mente? –le preguntó Rodrigo.
–Queremos a Gael Montez –anunció Violeta. Perla sintió que el corazón le aleteaba como si fuera un pájaro enjaulado, como si la simple mención del nombre turbara el órgano que él tanto había maltratado.
–Montez –dijo Esmeralda. Perla notó el esfuerzo que hacía su hermana por parecer neutral. Una noche, después de demasiadas copas de champán, Perla le había confesado la sórdida historia sobre su novio de la universidad, su primer, y en realidad único, amor.
Una historia en la que se había esforzado mucho para no volver a pensar.
–Es perfecto para el personaje. Es arrebatador como Ríos y tiene mucha fuerza en la pantalla –dijo Pedro antes de que Esme pudiera terminar lo que había estado a punto de decir–. Sin embargo, su gente ni siquiera nos ha devuelto la llamada. El mánager de Montez es duro de pelar. Se ha negado en redondo a pasarle a Montez el guion.
A pesar de los fuertes latidos de su corazón y el zumbido de la sangre en los oídos, Perla escuchó el nombre de Manolo Montez, mánager y tío de Gael. Manolo nunca le había despertado muchas simpatías y ella siempre había sospechado que Manolo había tenido algo que ver en el modo en el que las cosas habían terminado entre Gael y ella hacía seis años. Manolo nunca había escondido la visión que tenía sobre la trayectoria profesional que debía seguir su sobrino, un plan que básicamente era mantener el estatus de Gael como gallina de los huevos de oro para la familia animándole a aceptar los papeles por los que le pagaban más dinero.
Pero cuanto más lo pensaba, más de acuerdo estaba con Pedro y Violeta de que él era el hombre adecuado para el papel. Además, sabía que aquella era la clase de proyecto que le interesaba a Gael. En el pasado, aquel papel habría sido un sueño para él. Como era portorriqueño, ansiaba los papeles que le permitían representar sus raíces.
–Gael es un amigo. Estoy segura de que podré convencerle para que acepte el papel. Le llamaré.
El atónito silencio de Rodrigo y Esmeralda resonó con más fuerza que los vítores de Pedro y Violeta.
Cuando terminaron la videollamada, el pulso de Perla se desbocó al comprender lo que había hecho. Prácticamente les había asegurado que podría conseguir a Gael. Hacía seis años que ni lo veía ni hablaba con él. Seis años desde que él acudió a su apartamento el día de Nochebuena y le dijo que terminaría el último semestre del curso online dado que había conseguido un papel en una película. Entonces, la dejó con la excusa de que tenía que centrarse en su carrera.
El dolor de su traición aún nublaba sus recuerdos de aquella horrible noche. En ocasiones, deseaba que aquella misma niebla borrara también los dos años anteriores a ese momento para olvidar lo feliz que había sido con él. Sin embargo, los recuerdos seguían intactos e igual de insidiosos que el dolor de haber perdido a Gael.
–No tienes por qué hacerlo, hermana –dijo Esmeralda sacándola de sus pensamientos–. Llamaré a Violeta y a Pedro y les diré que hay que buscar a otra persona.
Perla se sentía turbada, furiosa consigo misma por haber permitido que el recuerdo de Gael se adueñara de ella de aquella manera. Dios, aún no podía creer que se hubiera puesto a sí misma en aquella situación. Sin embargo, era propio de ella tratar de agradar a la gente, aunque fuera ella la que terminara sufriendo.
Perla sonrió a su hermana tratando de transmitirle su agradecimiento.
–Está bien, Esme –le dijo–. Puedo hacerlo. No debería haber dicho que podría convencer a Gael para que aceptara el papel –admitió–, pero puedo llamarle.
Tal vez sería mejor que llamara a alguna de las personas que lo rodeaban. No sabía si podría soportar escuchar su voz.
–Si estás segura… –comentó Esme, aunque la preocupación seguía notándosele en la voz.
–Sí, lo estoy –afirmó ella, tratando de infundir seguridad en la voz para tratar de tranquilizar a su hermana y a sí misma–. De verdad, no es tan difícil. Gael y yo ya no estamos unidos, pero tampoco se puede decir que seamos enemigos.
Los amigos no se pasaban exactamente seis años sin hablarse, pero Perla esperaba que su hermana no la conociera lo suficientemente bien como para darse cuenta de que estaba mintiéndola descaradamente.
–Está bien –cedió Esme, aunque resultaba evidente que seguía preocupada–, pero si cambias de opinión, no tienes más que llamarme. O, mejor aún, me lo puedes decir en persona cuando estés aquí.
Perla tensó los labios. Las Navidades del año anterior habían sido las peores de su vida. Bueno, las segundas peores. Su madre y su hermano habían decidido apartarla de su vida después de que ella decidiera enfrentarse a ellos y vender las acciones del estudio. Perla había terminado pasando las fiestas totalmente sola. Sin embargo, aquellas Navidades iba a ir a Punta Cana con Rodrigo y Esmeralda. La madre y las tías de Esme estarían también. Perla llevaba meses deseando que llegaran aquellos días. La idea de estar con personas que realmente deseaban su compañía, con personas que disfrutaban estando juntos le producía una cálida sensación en el pecho.
–Cuando te despiertes mañana, ya estaré yo allí. Voy a tomar el avión privado en Westchester. Nos marchamos a las once en punto de la mañana.
Se despidió y se quedó sentada allí un poco más, considerando sus opciones. No sabía qué era peor, si llamar y permitir que Manolo la mandara a paseo o hablar con el propio Gael. Solo pensar en la posibilidad de escuchar su voz le producía náuseas. Respiró profundamente y decidió que lo mejor era no retrasarlo. Agarró el teléfono y lo miró durante un largo instante mientras pensaba qué iba a decir en caso de que tuviera la remota posibilidad de que fuera el propio Gael quien contestara el teléfono. Tal vez no sería tan malo… Después de todo, iban a hablar de negocios. Gael no podría culparla por intentar que él se interesara en el proyecto. Era su trabajo. Todo saldría bien. Llamaría, realizaría la oferta y esperaría que aceptara.
Tal vez si se decía aquello varias veces, empezaría a creerse su propia mentira.