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Deseo 2167 Estaba a punto de convertirse en la nueva directora ejecutiva… y su ex era lo único que se interponía en su camino. Cuando Esmeralda Sambrano-Peña heredó inesperadamente el imperio audiovisual de su padre, la noticia levantó ampollas. Nadie se sintió más contrariado que Rodrigo Almanzar. Esmeralda sabía que el protegido de su padre, y examante suyo, quería dirigir la empresa. Para empeorar aún más la situación, la pasión renovada entre ellos se hacía más innegable después de cada reunión de medianoche. ¿Demostraría Rodrigo que podía ser el socio perfecto en los negocios y en el placer… o más bien la ruina profesional de Esmeralda?
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Seitenzahl: 198
Veröffentlichungsjahr: 2022
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Avenida de Burgos, 8B - Planta 18
28036 Madrid
© 2021 Adriana Herrera
© 2023 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Siete días juntos, n.º 2167 - enero 2023
Título original: One Week to Claim It All
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1141-493-7
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
Esmeralda Sambrano-Peña se apoyó sobre la puerta del pequeño apartamento que compartía con su madre en Washington Heights y se tomó un instante para recuperar el aliento. Podía escuchar las alegres voces y las risas que provenían del interior y, al imaginarse a su madre y a sus tres tías en su reunión semanal, no pudo reprimir una sonrisa. Sus tías y la predilección de estas por los chismes de vecindario y por los chistes picantes siempre conseguían ponerla de buen humor. Después de un día largo y desilusionante, resultaba muy reconfortante escuchar sus voces.
La sonrisa se le borró de los labios cuando se dio cuenta de que tendría que confesarle a su madre, delante de sus tías, que le habían rechazado su proyecto. Una vez más. Esmeralda suspiró y trató de sobreponerse. En aquella ocasión, el rechazo le había dolido más que en otras ocasiones porque había estado rozándolo con los dedos. El episodio piloto de la serie que llevaba tratando de vender hacía ya dos años había estado a punto de ver la luz. Sin embargo, los productores se habían echado atrás en el último minuto con la excusa de que el tema principal no tenía mucho atractivo comercial. Dejó escapar un suspiro y metió la llave para abrir la puerta.
–¡Hola, mami! –exclamó con voz cansada desde el estrecho recibidor mientras se quitaba los zapatos y colgaba la chaqueta. El apartamento no era grande, pero proporcionaba suficiente espacio para ambas. Dos dormitorios, salón y cocina en Riverside Drive era oro para las inmobiliarias de Nueva York. Puso un gesto de dolor al recordar cómo habían terminado en el apartamento que su madre y ella compartían, a pesar de que ya habían pasado diez años.
–Mija, las tías están aquí –le dijo su madre en voz muy alta, como si Esme estuviera lejos.
Ella entró en el salón y forzó una sonrisa. Encontró a las cuatro mujeres sentadas en el sofá, cada una con una copa de vino en la mano. Como siempre, iban impecablemente vestidas.
–Señoras –dijo Esme mientras saludaba a todas con un beso en la mejilla. Se suponía que debían estar hablando de libros de autoayuda, pero cada semana, la conversación sobre los libros duraba unos treinta minutos y el resto del tiempo se dedicaban a tomar moscatel bien frío y a cotillear sobre las últimas noticias del barrio o de su país de origen, República Dominicana.
–Ya veo que la conversación sobre el libro va muy bien –bromeó mientras se sentaba entre su madre y su tía Rebeca.
–¿Qué te han dicho? –le preguntó Ivelisse.
Esme notó que su madre parecía algo tensa. Su habitual expresión alegre se había vuelto expectante, como si estuviera esperando problemas.
Esme cerró los ojos y sacudió la cabeza. Se sentía derrotada.
–No les interesa.
Inmediatamente, las cuatro pronunciaron palabras de aliento. Su madre le rodeó los hombros con un brazo mientras sus tías la rodeaban para poder demostrarle su cariño y darle ánimos.
–Pues ellos se lo pierden, mija. Algún día esos idiotas se darán cuenta de lo que vales y, cuando lo hagan, será demasiado tarde.
Esme abrió los ojos y vio que su tía Rebeca parecía furiosa. Siempre había sido su admiradora número uno, incluso desde que ella realizaba pequeños vídeos en su teléfono móvil.
–Gracias, tía –respondió Esme con voz cansada. Se sentía muy agradecida por el apoyo, pero estaba demasiado cansada para entrar a explicar las razones de la negativa de los productores–. Bueno, ya está bien de hablar de mí. ¿De qué estabais hablando? ¿Ha ocurrido algo emocionante hoy?
A Esme le sorprendió que no la presionaran para que les contara más detalles de la reunión. Las tres tías miraron a la madre de Esme.
–¿Qué ha pasado, mami?
Ivelisse no respondió inmediatamente. Se inclinó lentamente hacia la mesita de café para tomar un sobre. En ese momento, la energía pareció cambiar. Todas las tías tenían los ojos puestos sobre aquel sobre, como si fuera una bomba a punto de explotar. Esme se fijó en el reloj de oro Cartier que su madre llevaba siempre puesto y que había sido regalo de su padre. Incluso después de todo lo que él le había hecho, aquel reloj era un tesoro para Ivelisse.
–Esto ha llegado hoy para ti, mija –le dijo su madre.
Era del abogado que se ocupaba de los asuntos de su padre. Tomó el sobre que su madre le ofrecía y notó que estaba abierto.
–Mami…
Ivelisse se encogió de hombros, sin tratar siquiera de mostrarse compungida.
–Es mañana, Esmeralda.
No era necesario que su madre lo dijera. Esmeralda ya lo sabía. Sobre el papel, en letras negras muy grandes, aparecían las palabras ÚLTIMO AVISO. Habían pasado ya once meses y veintisiete días desde la muerte de su padre. En ese momento, para sorpresa de su esposa y de sus otros hijos, él había dejado escrito en su testamento que quería que Esmeralda fuera la presidenta y directora ejecutiva del estudio de televisión que él había convertido en un imperio valorado en miles de millones de dólares. Su último deseo había sido dejar a la hija a la que siempre había ignorado en vida al frente de su empresa. Esme no se lo podía creer y había hecho todo lo posible por ignorarlo cuando su madre le mostraba las cartas que habían ido llegando puntualmente cada mes desde la muerte de su padre. Sin embargo, tampoco lo había rechazado, por lo que había llegado el momento de decidirse al respecto.
Patricio Sambrano había empezado poco a poco en los años setenta, produciendo folletines de radio y programas de noticias en español para la comunidad latina que residía en la ciudad de Nueva York. El resultado final fue Sambrano Studios, el primer canal en español de los Estados Unidos. Su padre construyó su imperio de la nada con su genio y su talento. Sin embargo, a pesar de lo inteligente que había sido en los negocios, Patricio había tenido una vida personal complicada y muy poco disciplinada. Esmeralda era el resultado de una de las épocas más caóticas en la vida de Patricio. Tan solo semanas después de comprometerse con la hija de un financiero dominicano, se casó con ella. Fue un movimiento arriesgado que le dio los recursos que necesitaba para poder realizar completamente sus sueños. Fue una sorpresa para todos, en especial para la madre de Esmeralda, que tenía una relación con Patricio desde hacía casi cinco años y que se enteró de la boda cuando lo oyó en el canal de noticias Sambrano. Estaba embarazada de Esmeralda cuando se dio cuenta de que el hombre al que amaba jamás había tenido intención de crear una familia con ella.
Cuando Ivelisse, destrozada por aquella traición, le dijo por fin a Patricio que estaba embarazada, él le prometió que la mantendría económicamente. Sin embargo, afirmó que no podía ejercer de padre de ningún hijo que hubiera nacido fuera del matrimonio. En eso, al menos había sido cumplido su palabra.
Entonces, después de veintinueve años tratando a Esme como si no existiera, Patricio había decidido pasar por alto a su esposa y a sus hijos legítimos para entregarle a ella Sambrano Studios. Como si eso pudiera compensar décadas de ser ignoradas.
A pesar de todo, él le había pagado a Esme la educación que le había proporcionado los cimientos para poder empezar en la industria y obtener la experiencia que necesitaba para dirigir el estudio. No obstante, jamás le había pedido que le diera empleo. Quería demostrarle, como buena hija de su madre que era, que no lo necesitaba. Quería llegar a lo más alto de la industria en la que él reinaba sin su ayuda. Nunca le había pedido ayuda en nada. Nunca le había parecido que él se fijara en ella y, sin embargo, el último deseo de su padre había sido confiarle su legado. Esme podría hacer muchas cosas como presidenta de Sambrano, pero no a riesgo de venderse. Su orgullo valía demasiado.
–Mi amor, ¿en qué estás pensando?
–Mami, esto es una broma. Solo otra manera más que él tiene de ponerme en mi lugar. Su esposa y sus hijos no lo van a tolerar.
Tanto sus tías como su madre comenzaron a chascar la lengua y a sacudir la cabeza. La tía Yocasta habló antes de que la madre de Esme pudiera hacerlo.
–Mi niña, ya sabes que yo nunca he tenido nada bueno que decir de ese cabrón –afirmó Yocasta, que nunca se había mostrado tímida a la hora de expresar su opinión sobre Patricio Sambrano por el modo en el que había tratado a Esme y a su madre–, pero ese baboso no arriesgaría su empresa solo para afirmar su poder. Lo que haría sería pasar por encima de esa bruja con la que se casó y ponerte a ti al mando, pero solo lo haría si pensara que eso es lo mejor para la empresa.
La tía Zenaida, que normalmente no expresaba su opinión tan abiertamente, se unió a sus hermanas.
–Patricio era un hombre implacable en lo que se refería a su negocio –afirmó mientras las otras asentían–. Creo que lo que ha hecho ha sido estar vigilándote –añadió mientras se inclinaba para acariciar uno de los rizos de Esme–. Yo odiaba a ese canalla, que Dios lo tenga en su gloria –añadió mientras las cuatro se persignaban a la vez como si no hubieran estado todas maldiciéndole. Esme se habría reído ante un gesto tan ridículo, pero apenas podía moverse de las emociones que le recorrían el cuerpo.
–Para lo bueno o para lo malo, siempre puso a sus estudios en primer lugar –dijo Zenaida–. Si te ha elegido para ser la presidenta y la directora ejecutiva, es porque pensaba que eras la adecuada para el trabajo.
–Su esposa va a ocuparse de que mi vida sea un infierno –comentó Esme.
–Puede intentarlo, sí, pero tú te vas a enfrentar a ella –afirmó su madre, con una seguridad que Esmeralda hubiera deseado sentir–. Además, tú estarás al mando.
–No sé, mami….
Ivelisse volvió a chascar la lengua y estrechó a Esme con fuerza contra su pecho.
–Que les den. Tú preséntate ahí mañana y reclama lo que es tuyo. Utiliza esta oportunidad para conseguir todo lo que llevas deseando mucho tiempo y que aún no has tenido oportunidad de hacer.
Esme sintió que su pecho se llenaba de esperanza y anhelo ante las palabras de su madre. Ivelisse tenía razón. Llevaba cinco años luchando por lo que más deseaba, esforzándose y fallando para conseguir que sus proyectos despegaran, pero no lo había conseguido porque sus ideas no eran lo suficientemente comerciales. Estaba cansada de ver cómo se le cerraban las puertas porque se negaba a ceder. Como presidenta de Sambrano Studios, podría hacer que su sueño se hiciera realidad y realizar programas que reflejaran todas las facetas de la cultura latina.
Eso si Carmelina no conseguía echarla primero.
–Mami, esa mujer no va a permitir que me quede y yo no quiero hundirme a su nivel.
Ivelisse había sido una madre maravillosa, amable y cariñosa, pero era una luchadora. La mención de su eterna enemiga le encendía el fuego en los ojos.
–Carmelina no sabrá cómo enfrentarse a ti, cielo. Esa mujer no ha trabajado ni un solo día de su vida. Cuando tú entres en ese despacho, inteligente, competente, llena de ideas nuevas, ese consejo no podrá ni reaccionar.
La esperanza fue prendiendo en Esme por la fe que veía en su madre. Sin embargo, había aprendido por las malas que no debía confiar en nada que proviniera de su padre.
–¿Pero no habrán escogido ya a alguien los del consejo? ¿Alguien que no cause los problemas que yo voy a causar?
Ivelisse apartó la mirada. Eso hizo que Esme se alarmara.
–¿Mami? –le preguntó. Entonces, volvió a mirar la carta para buscar lo que su madre no le estaba contando. Cuando llegó al último párrafo, lo comprendió todo. Solo con leer el nombre, sintió que un escalofrío le recorría el cuerpo. Allí, en blanco y negro, estaba el último empujón que necesitaba para lanzarse a un océano de malas decisiones–. ¿Él? –añadió con voz seca. De reojo, vio que su madre temblaba.
Rodrigo Almanzar, protegido de su padre y durante años la persona que había sido el único vínculo de Esme con Patricio. El hombre al que ella le había entregado su cuerpo y su corazón solo para ver cómo la traicionaba cuando más lo necesitaba. El hombre cuyo nombre aún podía hacerle temblar de deseo y de furia. ¿Cómo era posible que le doliera tanto después de todo ese tiempo?
Se sentía cansada. Cansada de aquella decisión que pendía sobre ella como una espada. Cansada de todos los complicados sentimientos tenía hacia todo lo que tuviera que ver con Sambrano Studios. Cansada especialmente de todo lo que se refería al alto, fuerte y arrogante canalla que probablemente esperaba que ella se dejara llevar por el orgullo y sus experiencias pasadas con Patricio Sambrano y renunciara a todo.
Y así habría sido seguramente si no hubiera sido Rodrigo Almanzar quien hubiera terminado ocupando los puestos que su padre le había cedido. No lo haría por avaricia ni por apaciguar a su madre, sino que lo haría por odio. Rodrigo la había traicionado para poder seguir siendo el perrito faldero de su padre. Por lo tanto, ella aceptaría todo por lo que Rodrigo había sido capaz de vender su alma… precisamente cuando él creía que lo tenía a su alcance.
–En realidad, creo que tienes razón –dijo poniéndose de pie. Sentía el fuego en el estómago que, normalmente, la empujaba a hacer lo que no debía. Las cuatro mujeres la miraron con anticipación–. Llevo años diciendo que, si me dieran la oportunidad, no dudaría en aceptarla. No es precisamente así como había esperado conseguirla, pero, ahora que sé que es mía, no la voy a desperdiciar. Mañana, Sambrano tendrá una nueva presidenta y directora ejecutiva.
Ivelisse miró a Esme con sospecha, probablemente adivinando lo que la había empujado a cambiar de opinión. Por el contrario, la tía Yocasta empezó a aplaudir de alegría.
–¡Ay, Ivelisse! Qué no daría yo por ver la cara de Carmelina cuando Esme entre mañana en esa sala de juntas.
Esme sonrió tímidamente a su tía. Pero ella ya estaba pensando en el otro rostro estupefacto que estaba deseando ver al día siguiente.
«Es agridulce», pensó Rodrigo Almanzar mientras se colocaba la corbata de Hermès y la chaqueta del traje gris que había encargado para aquel día. Por fin estaba a punto de hacerse con el mando de la empresa para la que llevaba trabajando desde que tenía dieciséis años. Desgraciadamente, aquella no era la manera en la que lo había imaginado.
Le habría gustado que no hubiera tenido que fallecer Patricio para que él se convirtiera en presidente de Sambrano Studios. La pena y los sentimientos encontrados que normalmente evocaba en él su viejo mentor apagaron un poco la anticipación que llevaba sintiendo toda la semana. Patricio había sido más que su mentor. Fue el mejor amigo de su madre y el salvador de su familia. Patricio le había enseñado todo lo que él sabía sobre la industria a la que tanto amaba. Patricio tenía muchas carencias y, a lo largo de los años, las cosas que Rodrigo le había visto hacer bordeaban la crueldad. A pesar de todo, su vínculo con Rodrigo siempre se había mantenido fuerte.
Efectivamente, había existido aquella noche. En el momento en el que Rodrigo había negociado con todo lo que tenía y había conseguido lo que quería… para perderlo todo después.
Sí. A pesar de todo lo que los chismes decían sobre el trato especial que Rodrigo recibía de Patricio, no había sido así. Cuando estaba de mal humor, cualquiera podía convertirse en el objeto de su ira. Sin embargo, Rodrigo había aprendido a manejarlo e incluso cuando sabía que debería haber dimitido, su lealtad le había obligado a seguir trabajando para Sambrano. Y le había apartado de la mujer a la que amaba.
Una noche de los últimos días, Patricio, ya desfigurado por la enfermedad, le había confesado a Rodrigo que él le recordaba a sí mismo. Según él, Rodrigo se había convertido en la clase de hombre que él le habría gustado ser. Los ojos de Patricio al pronunciar aquellas palabras habían estado llenos de afecto y orgullo, el mismo que había mantenido a Rodrigo a su lado a pesar de que no le gustaban las cosas que Patricio hacía.
Esa misma línea de pensamiento lo llevó a la única persona en la que había evitado pensar durante días. Semanas, en realidad, desde que el abogado había realizado el último intento por ponerse en contacto con Esmeralda Sambrano-Peña para preguntarle si iba a honrar el último deseo de su padre para ponerse al frente de Sambrano Studios. Rodrigo no creía en romper las reglas, aunque hubiera una buena razón. Sin embargo, después de casi doce meses en los que Esmeralda ignoró sistemáticamente los requerimientos del abogado, Rodrigo suponía que la actitud de Esmeralda dejaba clara su respuesta. Y Rodrigo, por mucho que quisiera que se le nombrara oficialmente presidente y director ejecutivo, había cumplido con su deber. Nadie podría decir que había manipulado las circunstancias, cuando, en realidad, se había molestado más de lo debido para que Esmeralda pudiera reclamar el puesto.
Después de pelear con Carmelina Sambrano y compañía durante los últimos meses, Rodrigo estaba más que seguro de que tenía todo lo necesario para estar al mando. Esmeralda no tenía el carácter necesario para enfrentarse a esa víbora y a todos los que la apoyaban. La viuda de Patricio estaría esperando a que ella fallara para poder ponerse al mando de lo que había sido el sueño de su marido y venderlo al mejor postor. No. La dulce Esmeralda no estaba a la altura.
Se aclaró la garganta y miró a su alrededor. Las oficinas centrales de Sambrano en Manhattan ocupaban un edificio de estilo art decó que Patricio había restaurado hasta devolverle su esplendor anterior. La sala de juntas era la joya de la corona. Un enorme espacio con vistas a Central Park, decorado con paneles de madera en las paredes. No obstante, la pieza central era la mesa, un mueble de más de cien años a la que se podían sentar veinticuatro personas. Era de roble, con mármol italiano en la parte superior. Resultaba muy ostentosa, pero Patricio la había comprado cuando estaba empezando a arrancar su negocio y lo había hecho como símbolo de la importancia que adquiriría su empresa, un imperio que encajaba perfectamente con la grandiosidad de la mesa. Rodrigo moriría antes de permitir que todo se desperdiciara por la avaricia de la familia de Patricio.
Las suntuosas butacas estaban ocupadas por diez miembros del comité ejecutivo de los estudios, además de Carmelina y de sus dos hijos, Perla y Ónix. A estas no parecía preocuparles en absoluto lo que le ocurría al legado familiar. Perla parecía permanentemente preocupada por sus planes de viaje. En cuanto a Ónix… Solo recordaba que el estudio existía cuando lo necesitaba para conseguir invitaciones a las fiestas de sociedad.
Todos eran unos inútiles, pero no importaba. Rodrigo estaría al mando. Sabía lo que había que hacer. Llevaba años planeándolo meticulosamente. Además, como Esmeralda no iba a presentarse, tenía un obstáculo menos del que ocuparse. Se levantó. De repente, sintió una tremenda urgencia por empezar con la reunión. En teoría, la heredera de Patricio tenía otra hora para reclamar el puesto, pero, cuando llegaran a esa parte de la agenda, ese tiempo ya habría transcurrido.
–Señoras y caballeros –dijo proyectando con fuerza su voz por la sala, hasta el punto de que incluso Perla y Ónix apartaron sus miradas de los teléfonos móviles para prestarle atención–. Gracias por venir hoy aquí. No puedo decir que esto no me resulte agridulce –añadió. Tuvo que detenerse. Una profunda emoción se apoderó de él, impidiéndole hablar–. Patricio era como un padre para mí…
Rodrigo prefirió ignorar el gesto de desdén que Carmelina dejó escapar y siguió hablando.
–Ocupar su lugar va a ser muy difícil –prosiguió–, pero estoy muy orgulloso de poder ponerme al frente de Sambrano y esperar que juntos podamos crear un futuro para el estudio del que él se sentiría orgulloso.
El pulso se le aceleró cuando asimiló las palabras que acababa de pronunciar. Estaba ocurriendo de verdad. Dieciséis años de trabajo incansable, de sacrificar su vida personal por la empresa, estaban teniendo al fin sus frutos: iba a ser presidente y director ejecutivo de Sambrano Studios. Tal vez no tuviera el apellido, pero le había dado todo a la empresa.
Algunas de las personas en aquella sala, y también en la industria, hablaban de él, de su frialdad y de su dureza. Hablaban así porque había perseverado, había triunfado donde tantos otros habían fracasado. Había sido el vicepresidente más joven hacía ocho años, cuando consiguió el puesto e incluso cuando sustituyó temporalmente a Patricio durante su enfermedad. Se había convertido en uno de los latinos mejor pagados en la industria televisiva. Era multimillonario y, en aquellos momentos, estaba a punto de convertirse en el presidente de una empresa que valía miles de millones.
–Sambrano siempre ha sido única en este negocio y mi plan es continuar con esa tradición –prosiguió.
Algunos de los presentes expresaron su aprobación mientras que otros permanecieron en silencio. El tema del futuro de la empresa llevaba siendo motivo de discusión ya desde hacía tiempo. Algunos querían mantener las cosas como estaban y otros querían innovar, ser más competitivos en la época del streaming y de la programación global. Un desafío más al que él tendría que enfrentarse.
Las voces se interrumpieron cuando la puerta se abrió de repente. La entrada quedaba fuera de la línea de visión de Rodrigo, pero las miradas de incredulidad de los que sí la veían le indicaron quién era antes de que se diera la vuelta.
–Siento llegar tarde. El metro no funcionaba muy bien hoy.