En el principio era el MIEDO - Brigitte Burchartz - E-Book

En el principio era el MIEDO E-Book

Brigitte Burchartz

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Beschreibung

«La vida es movimiento. Todo está en movimiento mientras estamos vivos. Cuando estemos muertos ya nos estaremos quietos, al menos a lo que a nuestro cuerpo físico se refiere». Así empieza este relato lleno de verdad y experiencia.
En el principio era el MIEDO no dejará indiferentes a quienes se sumerjan entre sus páginas pues aquí se habla desde el conocimiento y la sabiduría. No todo es como nos han querido inculcar y en nuestra mano está el cambio. 
El miedo es demasiado poderoso, pero no es invencible. De nosotros dependerá despojarnos de él y poder vivir en libertad.

Brigitte Burchartz nació en Düsseldorf, Alemania, en el año 1964. En 1984 vino a vivir a España, país del cual aprecia sus costumbres, su diversidad cultural y lingüística y su gente. Es madre de gemelas y abuela.
Estudió Ciencias de la Actividad Física en Barcelona, carrera universitaria de la que se licenció en el año olímpico. Trabajó durante 17 años como profesora de Educación Física. Estos años le ayudaron a ver que ni las escuelas ni los institutos son un lugar idóneo para un sano desarrollo psico-corporal de niños, niñas y adolescentes y que las familias, en muchas ocasiones, están muy perdidas en lo que al acompañamiento psico-emocional de los hijos se refiere. Por ello, empezó a estudiar algunos cursos de Psicología en la UOC, a la vez que se formó con Marc Costa Seguí en su Escuela de Formación en Terapia Psico-Corporal. Hace ya muchos años que trabaja como terapeuta en esta misma terapia. En el 2013 dejó el mundo educativo y en el 2019 abrió su propia escuela de formación en Terapia Psico-Corporal·Núcleo y Movimiento.
Es una gran autodidacta multidisciplinar que siempre se ha interesado por la verdad que hay detrás de la noticia y la ciencia oficialista. Sus importantes conocimientos en tan diversos ámbitos científicos como la psicología, la anatomía, la sociología, la medicina, la biología, la etología, la pedagogía y el nuevo paradigma sistémico-cuántico le ayudan a contemplar al ser humano individual, y a la sociedad entera, desde una óptica holística, no fragmentada. En esta vida no hay nada que suceda por casualidad o sin motivo. Empero, hay muchas sincronías y múltiples causas. Todo está relacionado con todo.
 

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Brigitte Burchartz

 

 

 

En el principio era el MIEDO

 

 

 

 

 

 

 

© 2023 Europa Ediciones | Madrid www.grupoeditorialeuropa.es

 

ISBN 9791220140089

I edición: Junio de 2023

Depósito legal: M-18092-2023

Distribuidor para las librerías: CAL Málaga S.L.

 

Impreso para Italia por Rotomail Italia S.p.A. -

Vignate (MI)

Stampato in Italia presso Rotomail Italia S.p.A. -

Vignate (MI)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el principio era el MIEDO

 

 

 

 

Para mi nieta Aroha,

con la esperanza de dejarle un mundo mejor.

 

 

 

Al principio era la palabra el MIEDO.

En San Juan 1,1-18 aparece esta frase, pero antes de poder hablar ya sentimos instintos y emociones. Una de las emociones más impactantes y condicionantes es el miedo.

Brigitte Burchartz

 

 

LA VIDA ES MOVIMIENTO, esto es lo que reza el eslogan de mi página web: www.movimientopsicocorporalnuclear.com.

Todo está en movimiento mientras estamos vivos. Cuando estemos muertos ya nos estaremos quietos, al menos a lo que a nuestro cuerpo físico se refiere.

Incluso cuando no nos estamos moviendo, hay movimiento dentro del cuerpo. El corazón late, la sangre pulsa por los vasos sanguíneos, respiramos, los pulmones se abren y el diafragma sube y baja dentro del tórax y todos nuestros órganos están en funcionamiento continuo. También el cerebro está activo sin parar, con pensamientos, imágenes o sueños cuando estamos durmiendo. Y no hay que olvidarse de las emociones. En cada momento de nuestra vida estamos sintiendo alguna emoción, aunque no tengamos conciencia de ello. Y una especial mención merece la energía. La materia es energía concentrada o compactada y dentro de la materia fluye la energía sin parar.

Pero también fuera de nuestro cuerpo todo es movimiento. La energía es algo que se intercambia. La energía fluye entre todos los seres vivos, entre los seres humanos, entre seres humanos y animales y también entre seres humanos y plantas, así como entre la naturaleza en general.

 

Todo este movimiento continuo da mucha alegría. El movimiento da alegría y vida.

EL MOVIMIENTO ES VIDA.

LA VIDA ES MOVIMIENTO.

 

 

ADVERTENCIAS

 

 

 

A lo largo del texto, cuando me refiero al ser humano, utilizaré los artículos indistintamente. A veces utilizo los, a veces las. Las palabras niños y niñas las reemplazaré por la palabra alemana Kind (en singular) o Kinder (en plural). Todo lo que voy a explicar siempre implica ambos géneros por igual. Me abstendré de polémicas de nueva creación sobre la existencia de más géneros. Salvo alguna altamente infrecuente excepción, los Kinder nacen como niñas o niños biológicamente y a lo largo de su desarrollo, la mayoría, van a poder y querer identificarse con su género biológico y su cuerpo. Cuanto más quieran inmiscuirse los adultos en este proceso natural, más van a confundir a los Kinder. Adquirir una identidad propia en sí, ya es una tarea difícil que, a menudo, justamente se ve dificultada por la desafortunada intervención de los adultos que, a su vez, están confundidos en lo que se refiere a su propia identidad, incluida su identidad de género.

No hay una identidad correcta o incorrecta, mejor o peor. Solo hay identidades claras y seguras o identidades confusas e inseguras. Lo importante sería que, al final de la adolescencia, pudiéramos tener certeza sobre quiénes somos, en todos los aspectos de nuestra personalidad. Esto nos convertiría en personas seguras, satisfechas y que se aceptan a sí mismas, tal como son, incluido su cuerpo. Esto es lo que realmente importa y, para ello, mejor que los adultos no intenten condicionar a los Kinder, porque lo único que harían sería generar confusión y duda.

 

Encuentro altamente curioso y sospechoso que, más o menos coincidiendo con el intento de la imposición del Nuevo Orden Mundial y los objetivos de la Agenda 2030, en todos los países occidentales desde los estamentos oficiales, se esté insistiendo tanto en este tema de la identidad de género. Repito lo del párrafo anterior: una persona con dudas sobre su identidad (en general y también en la de género) es una persona insegura. ¿Los gobiernos tienen algún interés en tener una población insegura y con poca identidad propia? ¿Una población insegura es más sumisa? Una persona sin una clara identidad de género ¿puede conectar con sus ganas de procrear?

 

La palabra padres, refiriéndome a todo tipo de parejas de progenitores, la voy a sustituir por la palabra alemana Eltern, que solo existe en plural, sin determinar ningún género.

 

Voy a usar indistintamente las palabras disidencia, resistencia, despiertos o buscadoresdelaverdad, refiriéndome a todas las personas que no nos creemos las mentiras que nos han ido contando los gobiernos y la ciencia oficialista sobre la pandemia, el cambio climático y otros temas relacionados con la Agenda 2030.

Hay personas que se confunden con los términos disidencia y disidenciacontrolada. El sentido de la primera palabra hace referencia a la expresión formal de un desacuerdo, en este caso con la mayoría de los criterios de la ciencia oficialistas y desde ahí la necesidad de (auto)excluirse para no seguir los mandatos absurdos, perversos1 e inhumanos que nos quieren imponer. En cambio, la disidencia controlada es aquella a la que controlan y dirigen desde fuera, a través de algunas personas infiltradas y financiadas desde el poder establecido, con la intención de separar y debilitar a la disidencia auténtica. Los buscadores de la verdad suelen darse cuenta cuando algún líder disidente pretende dividir a la resistencia.

 

Me cuesta encontrar sinónimos para las personas obedientes a las medidas gubernamentales. Igual que para los disidentes se han inventado muchas palabras despectivas que no quiero reproducir aquí. Así que voy a utilizar el término: obedientes a la autoridad o a las medidas impuestas o conformes con las medidas o creyentes de la versión oficialista, etc.

La perversión, según como la defino, no solo hace referencia a perversiones sexuales, sino muy especialmente a todo pensamiento y acción que va en contra de la VIDA misma. La vida en mayúsculas no se refiere a la simple supervivencia, sino a un total respeto hacia el ser humano desde el bienestar psicológico, emocional y corporal desde el primer momento de su existencia, cuando solo son dos células, a punto de encontrarse. Este total respeto hacia la vida incluye evidentemente también el respeto por nuestro planeta, la naturaleza en general e incluso el universo o los multiversos o lo que sea. Cuando el ser humano quiere jugar a ser dios y comienza a interferir en la VIDA manipulándola (experimentos genéticos, manipulación del clima, del cerebro, etc.) está siendo perverso. Históricamente, esto nunca ha llevado a la humanidad a nada bueno y no lo hará jamás, puesto que el ser humano que se cree científico no es capaz, desde su ciencia, de comprender el conjunto de interrelaciones de todos los sistemas vivos y abiertos (Capra, F. La trama de la vida). No llega a tanto y debería dejar de lado su soberbia destructiva y volver a conectarse consigo mismos y con la VIDA.

 

5. Otra cosa importante a advertir es que yo me sitúo claramente en el lado disidente de las medidas gubernamentales globales contra la COVID-19 y la Agenda 2030 y sucesivas. Muchas personas me han llamado despectivamente negacionista y conspiranoica, pero quiero decir que para nada niego ni la enfermedad, o las variantes de la gripe en sí, ni que haya habido más muertes, especialmente entre marzo y mayo de 2020, cosa que lamento enormemente. Lo que pongo en duda es la causa de estas muertes. A la mayoría de los gobiernos les interesa muchísimo generar miedos a la población, porque esto la convierte en sumisa y obediente, deseosa de cumplir con cualquier medida de salvación que le propongan o impongan, lo cual la guía y le proporciona, por ende, seguridad, ergo, facilita a los gobiernos de turno muchísimo la tarea del control de la población.

Hay muchas cosas que me chirrían de las que pasaron entonces y las que siguen pasando.

Quiero preguntarle al lector si sabía que, desde el inicio y por ley, solo se permitía hacer autopsias1 si algún

familiar lo solicitaba; cosa que no ocurría porque, en la práctica, los médicos se negaban sistemáticamente a hacerlas. En casi todos los países se prohibieron por ley. ¿No es curioso, tratándose de una enfermedad supuestamente nueva y desconocida? ¿Había alguna voluntad de conocer y estudiar realmente esta enfermedad y de curar a los enfermos?

¿Sabe el lector que todos los hospitales recibían una enorme cantidad de dinero por cada diagnosticado, ingresado o fallecido de covid?2 ¿Esto no explica la locura de hacerle PCR a todas las personas, incluso cuando entraban en el hospital sin ningún síntoma, por ejemplo, por un accidente de moto y con los huesos rotos y que los sanitarios se negaban a tratarlas si no se sometían al dichoso test? Conozco unos diez casos así, personalmente, entre ellos también el mío.

¿El lector conoce el hecho de que las estadísticas oficiales de muertes por COVID-19 incluyen indistintamente a personas (vivas o muertas) que hayan dado positivo en PCR, tanto si fallecieron de COVID,

como si fallecieron con COVID3 (es decir, por cualquier causa, por ejemplo, por un accidente de moto, pero con PCR positiva) y que, además, estos test dan entre un 70 % y 85 % de falsos positivos (https://cauac.org/articulos/ las-pruebas-de-covid-19-por-pcr-carecen-de-sentidodesde-el-punto-de-vista-cientifico/), según el estudio, es decir, resultados positivos en personas que nunca llegaron a desarrollar la enfermedad o a tener síntomas? ¿Qué interés tienen los gobiernos en engrosar tanto las estadísticas?

¿Y qué pasaba en las residencias de ancianos? Se aprobaron decretos ley y protocolos especiales (https://coronavirus.coib.cat/wp-content/uploads/2020/

03/recomanacions-suport-decisions-aet.pdf) para las residencias, para sedar y, por lo tanto, matar a los ancianos en las residencias. Se les suministraba Midazolam, un potente sedante que los duerme y debilita toda la musculatura, incluida la respiratoria y los pulmones, para así dormirlos poco a poco… para siempre. Aunque la primera impresión es que se trata de medidas compasivas y paliativas, el hecho es que se aplicaban de forma sistemática y generalizada en la mayoría de las residencias, en parte, debido al mismo miedo del personal sanitario a contagiarse, puesto que la

psicosis colectiva creada por las autoridades era enorme. Hay testimonios que certifican estas prácticas brutales.

Tengo muchísima información y argumentos más para situarme desde el primer momento en el lado disidente, pero este no es el tema del libro. Espero que esta salida del armario por mi parte no impida la lectura del libro a las personas que están de acuerdo con las medidas gubernamentales. Comprendo por qué una persona se sitúa tanto en un lado como en el otro. Aquí no se trata de juzgar a nadie ni de hacer recriminaciones mutuas, sino de conseguir acercar a las personas desde sus diferentes opciones de vida, elecciones y opiniones a partir de una comprensión profunda.

Los gobiernos desde siempre han querido dividirnos y enfrentarnos unos a otros, «divide y vencerás». Una población enfrentada no tiene fuerzas para sublevarse, porque la división nos debilita. Si más allá de los conocimientos que quiero transmitir en el libro, además, pudiera conseguir que nos acercásemos los disidentes con los obedientes, y al revés, desde una solidaridad auténtica y una comprensión profunda, me daría totalmente por satisfecha.

Digo lo de la solidaridad auténtica por la manipulación sufrida respecto a este término: desde la política y los Medios de Manipulación Masiva, que son los portavoces de los respectivos gobiernos de turno, se nos ha ido diciendo que teníamos que ser solidarios y participar todos en las diversas medidas. Pero me pregunto: ¿quién define qué es la solidaridad? Para reflexionar: ¿es solidario arruinar a las personas, cerrándoles sus negocios por decreto, para proteger a una determinada parte de la población, la cual ya tiene enfermedades previas o ya es mayor? ¿No sería más solidario, por parte de dicha población más sensible a poder enfermar, si se hubiera quedado en casa, recibiendo cuidados allí, evidentemente, y el resto hubiéramos podido seguir con nuestras vidas? ¿Es solidario que los adultos, desde su miedo a enfermarse y a morir, obliguen a toda la población, incluso a los Kinder, que estadísticamente y comprobadamente no tienen riesgo de morir de COVID-19, a tomar unas medidas que perjudican su salud como, por ejemplo, ponerse mascarillas durante horas, inocularse, etc.? ¿No sería más solidario que una persona, convencida de que la mascarilla y la inoculación la protegen, tome estas medidas para sí misma, pero permita al resto de la población que decida libremente lo que quiere hacer con su cuerpo y cómo preservar su propia salud? Si la mascarilla y la inoculación de los inyectables COVID-19 son eficaces y te protegen, ¿por qué quieres obligar a los demás a que tomen las mismas medidas, si tú ya estás protegido? Y si la mascarilla y la inoculación de los inyectables COVID-19 NO son eficaces y NO te protegen, ¿por qué quieres obligar a los demás a que tomen las mismas medidas ineficaces? ¿Dónde está la solidaridad en este tipo de actitudes? Vuelvo a preguntar, ¿quién define lo que es la solidaridad?

 

En ocasiones escribo VIDA o Vida, en mayúsculas haciendo referencia no solo a la vida de las personas en general o individual, sino a la VIDA, como algo prodigioso y universal, la vida conectada con la naturaleza, los impulsos vitales y la salud holística y psicocorporal; la Vida que se autorreplica y regenera cíclicamente, siempre buscando lo óptimo para poder evolucionar.

 

Según el contexto también puedo usar palabras de nueva creación, tales como:

PlanDemia, porque la OMS cambió la definición de pandemia en el 2013 (https://es.m.wikipedia.org/wiki

/Pandemia) para no volver a hacer el ridículo como en el 2009/2010 con la gripe A o porcina y porque hay muchísimos hechos y pruebas que muestran que no hubo ninguna pandemia, sino un plan para la reducción y el control de la población, tales como el Evento 201 o Scenarios for the Future of Technology and International Development y otros4.

CoronaCirco: debido al espectáculo mediático que se montó en los Medios de Manipulación Masiva alrededor del coronavirus y del que hemos sido testigos todos.

Medios de Manipulación Masiva es el nombre que uso siempre para todos los medios de comunicación y los Fact Checkers (verificadores de noticias), financiados y manejados por las oligarquías y los gobiernos de turno y que, exclusivamente, se dedican a hacer propaganda y a manipular a la población para generar una psicosis de masas, tal como les piden sus amos. «Nadie muerde la mano que le da de comer».

Bastante al inicio de la PlanDemia, despidieron a los pocos periodistas valientes que intentaron investigar y comunicar la verdad. A propósito de los Fact Checker decir también que ellos, muchas de las referencias que aporto aquí, las han calificado como fake news (noticias falsas), pero que desde que averigüé que los que financian a los verificadores de noticias son los mismos que financian a los Medios de Manipulación Masiva, han perdido toda credibilidad, si en algún momento la tuvieron. Si están financiados por las mismas instituciones, entidades, personajes y organizaciones difícilmente darían noticias opuestas.

Pasaporte esclavo: creo que es más realista llamarlo así, en lugar de decir, Green Pass o pasaporte COVID, puesto que es una medida que sirve para someter a la población, anulando gran parte de los Derechos Humanos, y nos aproxima a dictaduras como hay en La China, donde el gobierno usa este pasaporte de manera criminal.

FarMafia: esto incluye a las oligarquías farmacéuticas o Big Pharma y a la OMS. Son un gran entramado de crimen organizado, como muestra el médico y militar en reserva Heiko Schöning en su libro Game Over. También lo refiere el Dr. Mike Yeadon, ex CEO de Pfizer, a quien solo se puede encontrar en Telegram u otras plataformas alternativas, puesto que lo censuraron en las plataformas oficialistas como Google, YouTube, etc. por revelar los trapos sucios y tejemanejes internos de las grandes farmacéuticas.

NOM o NWO: Nuevo Orden Mundial o New World Order es lo que quieren conseguir los eugenistas globalistas. Ya dijo Pedro Sánchez, al inicio de la PlanDemia, que nos hiciéramos a la idea de que no podríamos volver al mundo como lo conocíamos antes de 2020, sino que volveríamos a una «nueva normalidad social» (Discurso de Pedro Sánchez en la que nombra el NWO: https://www.lamoncloa.gob.es/presidente/Pagina s/EnlaceTranscripciones2020/04042020_covid19.aspx).

 

8. En lo que se refiere a la nomenclatura terapéutica, me gusta hablar de pacientes y no de clientes, como se ha ido poniendo de moda en los últimos años. Bajo mi punto de vista, la palabra cliente hace referencia únicamente a una relación comercial. En el caso de mi metodología de trabajo, la Terapia Psico-Corporal·Núcleo y

Movimiento, la base de todo el proceso es justamente la relación terapéutica como representación de todas las relaciones, especialmente las primarias, que una persona pueda tener y que poco o nada tienen que ver con una relación comercial.

De ahí que, para mí, la palabra paciente no es solo una persona que padece física y corporalmente, y especialmente quien se halla bajo atención médica o persona que es o va a ser reconocida médicamente como se define en la RAE, sino que me refiero al origen de la palabra latina: patiens, -entis, part. pres. act. de pati: padecer, sufrir, tolerar, aguantar. Todas las personas padecemos, sufrimos o toleramos y aguantamos situaciones que nos hacen daño, no por ello tenemos que acudir a un médico. Todos somos pacientes, no nos convertimos en tales sólo cuando acudimos a una visita médica.

Por esto mismo uso también los términos terapeuta y terapia. Etimológicamente proviene del griego. Es una palabra compuesta por el verbo therapeuein que significa: cuidar, atender, aliviar. De ahí deriva terapeuta, y el sufijo -eia que indica la cualidad de algo. Por cierto, los terapeutas, en este sentido, también somos pacientes, también sufrimos y necesitamos terapeutas que nos cuiden y alivien. Me niego a aceptar que los únicos que cuidan y que tienen pacientes son los médicos y psicólogos, tal como lo define la RAE y como parece que legalmente se establece. Hay muchísimas profesiones en las que se cuida, atiende y alivia a los pacientes.

Estoy muy contenta de haber interrumpido, en su momento, más o menos a la mitad, mis estudios de psicología y haberme centrado en la importante, amplia y profunda formación que recibí de Marc Costa, que en calidad y conocimientos superaba con creces lo que estaba aprendiendo en la universidad. Lo que se transmitía en la facultad eran métodos psicológicos de cómo una persona puede adaptarse y funcionar bien en esta sociedad enferma para no desencajar. Poco importaba la génesis profunda del malestar o de las conductas diferentes. Si algún método psicológico se interesaba por los orígenes de las neurosis, no solía tener una visión holística del ser humano y solo se centraba en los procesos de la psique. No sé si esto, hoy en día, ha cambiado, pero tengo claro que la carrera de Psicología no era para mí. Yo buscaba algo más profundo, más completo y más científico que curiosamente5 no me encontré en la universidad.

 

9. En muchas ocasiones uso la palabra psicopático o psicópata (graduación de más leve a más grave de la misma característica o patología). Aquí no se trata de una ofensa, sino de un término científico que hace referencia a personas que tienen muy poca o ninguna empatía hacia los demás. La psicopatía suele ir acompañada de un alto grado de narcisismos y otros síntomas que llevan a la persona afectada a querer imponer su poder sobre los demás y a tratarlos como a seres inferiores que están a su servicio.

 

Nota: algunos de los enlaces referenciados, probablemente, ya no se podrán abrir, leer o reproducir, puesto que cayeron bajo la censura ejercida en las redes sociales y autorizada por los respectivos gobiernos, a través de sus leyes contra la supuesta desinformación. Parece que el derecho a la libre expresión ya no existe en nuestras pseudo-democracias, al menos, cuando no encaja perfectamente en el discurso oficialista y único respecto a temas como la PlanDemia, los objetivos de la Agenda 2030 o el NOM. Lo considero absolutamente ridículo, pero todo lo que difiere del dichoso discurso lo catalogan como unpeligro para la seguridad nacional. Ergo: yo debo ser muy peligrosa, puesto que me han censurado muchos vídeos, entrevistas y textos. De todas formas, no es difícil darse cuenta de que esa falacia de la seguridad nacional es simplemente el pretexto que usan para ocultarle a la población la verdad sobre sus oscuras intenciones.

 

 

PRÓLOGO

 

 

 

En una frase que se le atribuye a Bert Hellinger dice: «Las ovejas negras de la familia deberían llamarse “Leones de la familia”. Ellos son en realidad buscadores natos de caminos de liberación para el árbol genealógico. Aquellos que desde pequeños buscaban constantemente revolucionar las creencias saliéndose de los caminos marcados por las tradiciones familiares, aquellos criticados, juzgados e incluso rechazados, esos, por lo general son los llamados a liberar el árbol de historias repetitivas que frustran a generaciones enteras. Las que no se adaptan, las que gritan rebeldía, cumplen un papel básico dentro de cada sistema familiar; ellas reparan, desintoxican y crean una nueva y florecida rama en el árbol genealógico. Gracias a estos miembros, nuestros árboles renuevan sus raíces. Su rebeldía es tierra fértil, su locura es agua que nutre, su terquedad es nuevo aire, su apasionamiento es fuego que vuelve a encender el corazón de los ancestros. Que nadie te haga dudar, cuida tu rareza como la flor más preciada de tu árbol».

Este texto me lo envió una amiga, de aquellas nuevas que tengo desde el inicio de la PlanDemia, que apareció junto a una gran cantidad de personas que no hubiera conocido nunca si no fuera por el montaje del CoronaCirco. Estas personas llegaron a mi vida justo cuando desaparecieron todas las demás amistades que consideraba seguras porque eran de muchos años o toda la vida. A esta amiga le comenté que la mayoría de los disidentes, según mis observaciones, son las ovejas negras de las familias. Dos días después me envió el citado texto.

Realmente es un fenómeno muy curioso que he podido observar hablando con muchísimas personas de la disidencia.

Desde bien pequeña ya me preguntaba por qué había personas que se rebelaban y se cuestionaban estas cosas, que la mayoría de la población aceptaba crédulamente, para poder revelarlas, es decir, hacerlas visibles a los ojos de todos. Esto es algo que me preocupaba también por mi origen alemán.

En el instituto nos explicaban, en clase de historia y también en clase de alemán, todos los horrores que cometieron nuestros abuelos durante la época nazi. Como preadolescente y adolescente que fui entonces, me interesaba muchísimo también la postura que había tomado mi familia en aquellos tiempos. Preguntaba a mi abuelo si se habían afiliado al partido nacionalsocialista y me quedaba muy descansada cuando me aseguraba que ellos nunca habían sido del partido, aunque él sí que tuvo que ir a la guerra como todos los hombres jóvenes en esa época. También me aseguraba que no habían tenido nada que ver con el genocidio judío. Lo que no tenía muy claro, y no me convencía del todo, era que no sabían absolutamente nada de lo que estaba pasando en los campos de exterminio.

Mi abuelo pues, tuvo que irse a la guerra. Le destinaron a Francia, en concreto a Marsella, donde en algún momento estuvo en una de las islas que hay delante de esta bonita ciudad. Seguramente estaba en la isla de If, igual que el conde de Montecristo. Los estadounidenses estaban en la basílica de Marsella que, en la parte más alta, tiene la figura de Notre-Dame de la Garde (Nuestra Señora de la Guarda) a la que se podía subir. Justo allí estaban atrincherados los americanos. Así es como denominan los alemanes a los norteamericanos de Estados Unidos, cuando hablan de la Segunda Guerra Mundial.

Mi abuelo era cañonero y, por lo tanto, tenía que dirigir el cañón hacia la virgen. Puesto que era católico, creyente y practicante, decidió no enfocar el cañón directamente hacia ella y lo desviaba intencionadamente unos centímetros hacia el lado. Un día me dijo: «No podía disparar contra la virgen de ninguna manera». Los oficiales alemanes se dieron cuenta de aquello y encarcelaron a mi abuelo en los calabozos de la isla, para luego hacerle un juicio de guerra. Por suerte, unos días después los americanos conquistaron la isla. Mataron a muchísimos alemanes, pero, puesto que mi abuelo estaba en el calabozo, a él se lo llevaron preso a Estados Unidos, a Texas, al Camp Bowie que, desde 1943, fue campo de prisioneros y donde tenía que trabajar en los campos de algodón hasta bastante después de finalizar la Segunda Guerra Mundial. Como estuvo tanto tiempo fuera de Alemania quizás sí que es cierto que no tenía ni idea de lo que pasaba en los campos de concentración.

Es bastante posible que mi abuela tampoco se hubiera enterado porque bastante tenía con criar a sus dos hijos, ella sola, en tiempos de guerra. En algún momento se quedaron sin casa en un bombardeo. Los vecinos estaban escondidos en el sótano de la casa cuando esta se vino abajo. Después del bombardeo pudieron salir todos por una ventana a ras de la calle. Unos vecinos acogieron a mi abuela, a mi padre y a mi tío que eran pequeños. Además, tenían campo y tenían que trabajarlo.

Aun así, estoy segura de que muchísimos alemanes tenían que tener conocimiento de aquellos hechos terribles. No quiero entrar aquí en el debate de si el Holocausto fue así o no. No quiero discutir por números y por las diferentes teorías que hay. El hecho es que mataron a muchísimos judíos y también a otras etnias y a todo tipo de personas pertenecientes a minorías y a grupos de la población que consideraban poco útiles para la sociedad alemana de aquella época. Nunca se debe matar a nadie por unos motivos de este tipo. Un solo muerto o torturado es un muerto y torturado de más. La filosofía predominante fue la eugenesia que, en resumidas cuentas, significaba una limpieza donde se intentaba eliminar a toda la población no deseada y, hoy en día, significa, además, deshacerse del supuesto exceso de población en general para, según la opinión oficialista, «salvar nuestro planeta».

Había escuchado en algún documental discursos de Hitler. Cuando era pequeña, no tenía ningún conocimiento de psicología, pero aquel hombre me parecía un personaje muy siniestro y extraño con sus discursos a gritos y sus gestos de loco. Ya entonces me costaba entender cómo el pueblo alemán podía seguir con tanta devoción a alguien así. ¿Es que no se daban cuenta de qué tipo de personaje se trataba, de sus ansias de poder? ¿Había personas que se resistían a esto y no participaban? ¿Había algunos valientes que se atrevían a denunciar lo que estaba pasando?

Cuando me vine a vivir a España, muchísima gente aquí me hacía esta misma pregunta. Me decían que cómo me explicaba yo que en Alemania pudieran pasar estos crímenes contra la humanidad con la participación activa de algunos muchos y la complicidad pasiva de la gran mayoría.

Otra pregunta que me hacía yo misma muchísimas veces era: «¿Yo qué hubiera hecho si hubiera vivido en aquella época?». Durante muchos años viví con esta duda y no tenía respuesta a esta pregunta. Hoy en día estoy bastante segura de que me hubiese resistido como hubiera podido. Pero esto solamente lo puedo intuir observando cómo me estoy situando actualmente contra la PlanDemia y el pretendido Nuevo Orden Mundial.

Quiero pensar que me parezco a mi abuela paterna que era una mujer con los ovarios bien puestos. Como he dicho antes, ellos tenían campos. Los hombres estaban fuera, en la guerra, y las mujeres tenían que trabajar en el campo ellas solas. En una carta que mi abuela le escribió a mi abuelo, mientras estaba prisionero en Texas, ella decía que él podía estar tranquilo porque no se notaba la falta de la mano del hombre, puesto que ella se encargaba de todo. Además, los prisioneros de guerra que había hecho Alemania se destinaron a ayudar a trabajar el campo. A mi abuela también le enviaron unos cuantos. Ella sabía que les daban muy poca comida. Por ello, ella cocinaba de más y por las noches les llevaba clandestinamente comida a los prisioneros, hasta que la pillaron un día y la llevaron al Gauleiter, el encargado del partido Nazi de cada Gau (región administrativa del partido). Los vecinos le decían a mi padre, que entonces tendría 7 u 8 años y era el mayor de los dos hermanos, que su madre seguramente no volvería. Pero volvió sana y salva explicándoles a todos, con mucho enfado, que a ella nadie le decía lo que tenía que hacer y aún menos un mequetrefe como aquel, al que ella de bebé le cambiaba los pañales, cuando su marido estaba prisionero en EE.UU. y había luchado por Alemania y ella estaba tirando adelante con todo, sola. Ese personaje es probable que fuera el conocido criminal de guerra, Friedrich Karl Florian, al que juzgaron y encarcelaron en Estados Unidos hasta 1951. Jamás sabremos con seguridad lo que realmente mi abuela le dijo al Gauleiter de Düsseldorf, pero está claro que, para poder salir con vida de allí, tenía que tener las cosas muy claras y mostrar muchísima fuerza y seguridad en ella misma.

Hace años me molestaba muchísimo cuando alguien me aseguraba que no hubiera participado en lo que pasó en la época nazi, porque son crímenes atroces y que se hubiese resistido. Lo vivía como una pretensión de superioridad a los alemanes. Parece que me querían decir que otros pueblos, como por ejemplo el español, eran mejores, más despiertos y que estas atrocidades no hubieran podido pasar jamás en España ni en la mayoría de los demás países. Cuando me decían esto, incluso me hacían entrar en una sensación de culpabilidad por ser de Alemania, como si yo hubiera tenido algo que ver con lo que hicieron mis abuelos o los alemanes de su generación. Siempre me decía que yo nací 20 años después de aquello, pero esta reflexión no me servía para quitarme la culpa que sentía.

Si esto me molestaba hace años, hoy en día me cabrea muchísimo viendo cómo participa no solo el pueblo español sino, otra vez, el alemán y prácticamente todos los pueblos occidentales mundialmente, en las atrocidades, manipulaciones, mentiras y genocidio planificados por la éliteglobalista (no puedo llamar a esta gente élite, por lo tanto, de aquí en adelante los llamaré globalistas eugenistas6 u oligarcas), sin ni siquiera darse cuenta de que están repitiendo prácticamente la historia de aquellos tiempos; muy especialmente en lo referente a

la ciega obediencia de la mayoría de la población y el ataque hacia las minorías, es decir: hacia los disidentes de la versión oficialista.

A través de este libro quiero intentar comprender profundamente cómo puede ser que la historia se repita una y otra vez, sin que la población se dé cuenta. ¿Cómo es posible que desde la clase política y los Medios de Manipulación Masiva se pueda generar una psicosis de masas tan generalizada y que la población se someta voluntariamente a una gran cantidad de medidas dictatoriales que supuestamente pretenden salvarla del peligro que les han contado que existe? Este peligro puede tomar muchas formas diferentes. Se puede llamar: ruina económica causada por los judíos que vivían en Alemania, el eterno enemigo: Rusia y el telón de acero, la invasión musulmana, un virus asesino y enfermedades como la COVID-19 o la viruela del mono, la supuesta emergencia climática, etc. A los globalistas eugenistas nunca les han faltado ideas ni creatividad en este sentido. Desde hace muchas décadas, pretendían controlar y reducir la población mundial y para ello les servían guerras, enfermedades, vacunas7 y cualquier manera de dividir a la población a través de todo tipo de -ismos: nacionalismos, independentismos, racismos, patriotismos sirviéndose para ello de himnos, banderas, insignias, fronteras, ideologías (políticas) y religiones jugando con una falsa sensación de identidad y pertenencia.

La mayoría de las personas caen en estas divisiones a través de los -ismos, justamente porque carecen de una identidad propia, segura y auténticamente suya y la sustituyen por esta sensación de pertenencia a un grupo (ideológico, nacional, político, etc.) que les parece dar esta identidad externa, por identificación con su grupo. Pero una identidad sana ha de venir desde dentro. Todos necesitamos sentir que pertenecemos a algún lugar, que nos aceptan y quieren en algún grupo, porque somos seres sociales. El primer grupo al que necesitamos sentir que pertenecemos y que nos acepta tal como somos, es el grupo familiar. Esto de por sí suele ser bastante complicado. Los -ismos o la necesidad de identificación con los grupos externos a la familia se podría comprender como búsqueda, sustitución o extensión de la aceptación, más allá del grupo primario, a algún grupo externo con el que, por diferentes motivos, sentimos afinidad. Pero una cosa es la aceptación y el afecto que nos pueden brindar y otra muy distinta es identificarnos por ello con algún ismo, dejando la propia identidad de lado, para diferenciarnos y, a la vez, separarnos de otras personas con otros -ismos. Identificarnos por diferenciación no es sano. Aquí ya perdemos o renunciamos a gran parte de nuestra identidad personal, porque los grupos siempre piden pequeños o grandes sacrificios identitarios a cuenta de la pertenencia. Si para pertenecer a un lugar o grupo, o incluso a mi familia, si para lograr esta aceptación, tengo que renunciar a parte de mi identidad, ya no me están aceptando a mí enteramente, sino solo a la imagen que muestro de mí y que coincide con las expectativas del grupo. Entonces, ¿qué queda de mí y de mi identidad? Nos merecemos que nos acepten tal como somos, con nuestra identidad genuina, y no que se aprovechen de nuestra falta de identidad, soledad e inseguridad para manipularnos, dividirnos y ponernos unos en contra de otros.

Desde mi experiencia y conocimientos como terapeuta en la terapia profunda como es la Terapia PsicoCorporal·Núcleo y Movimiento (Terapia PCNM) quiero buscar la comprensión sustancial de lo que les está pasando a las personas que, por un lado, son obedientes a las normas oficiales y, con ello, colaboran consciente o inconscientemente en los actuales crímenes contra la humanidad; y, por el otro lado, a las personas que se lo cuestionan todo, buscan la verdad detrás de la noticia, practican la desobediencia civil y son disidentes, a veces y en algunos casos, incluso hasta un punto patológico.

¿Qué le pasa a la humanidad? Parto de la idea de que nuestra sociedad está totalmente enferma y que es un reflejo de la enfermedad del conjunto de los individuos que la componen. ¿Y por qué estamos tan enfermos individualmente? ¿Por qué las personas se hacen daño unas a otras? ¿Dónde empieza la maldad del ser humano? Si los individuos que componemos la sociedad, estuviéramos sanos, si fuéramos seres sintientes, nos sería absolutamente imposible participar en esta destrucción enfermiza que sucede en prácticamente todos los ámbitos sociales y relaciones humanas. ¿De dónde surgen tanto odio y tanto dolor?

En este libro quiero buscar respuestas a estas preguntas y quizás consiga también proponer alguna manera de generar una sociedad más sana en la que predomine el afecto y el respeto entre las personas.

 

 

1.

CONCEPTOS BÁSICOS ANTES DE ENTRAR EN MATERIA

 

 

 

Todo este capítulo tiene como referencia los apuntes de clase de la formación recibida por Marc Costa Seguí y los

apuntes       de       la       formación       en       Terapia       Psico-

Corporal·Núcleo y Movimiento que imparto en mi propia escuela de terapia. Estos apuntes no están publicados. En parte son de creación propia, tanto de Marc Costa, como mía, y en parte se inspiran en otros autores, terapeutas y científicos. En estos casos los nombro e intento aportar las referencias correspondientes.

 

 

Las necesarias, pero muy poco queridas,

emociones

 

En mi práctica como terapeuta he podido observar que la mayoría de las personas no saben diferenciar entre lo que sienten y lo que piensan. En general, se puede decir que las emociones no están en la mente, no están en la cabeza, sino que viven en el cuerpo. Solo el cuerpo sabe lo que sentimos y, después de sentir algo, nuestra mente puede reflexionar sobre lo que estamos sintiendo, puesto que le llega la información correspondiente desde el cuerpo. Estos son procesos muy automatizados y, en gran parte, defensivos. De ahí que la mayoría de los adultos, contrariamente a los bebés y Kinder pequeños, no sienten conscientemente en el cuerpo, sino que piensan y reflexionan sobre sus emociones.

Si un paciente que no lleva aún mucho tiempo de terapia me explica alguna situación dolorosa, por ejemplo, que el jefe le trata con desprecio, y le pregunto lo que siente al respecto, su respuesta suele ser más o menos la siguiente:

Paciente: «Bueno, siento que no está bien lo que hace mi jefe porque es una mala persona. No hay que tratar a nadie así… etc.».

Yo: «Tienes razón en lo que dices de tu jefe, pero… y tú, ¿qué sientes?».

Paciente: «Pues, siento que él debería cambiar de actitud».

Yo: «Sí, estaría bien que cambiara de actitud, pero… ¿a ti qué te hace sentir que te trate así?»...

Así podríamos estar dando vueltas durante mucho tiempo, pero de momento, el paciente aún no me ha podido decir cómo se siente. Veremos más adelante, hablando de los mecanismos de defensa, por qué cuesta tanto reconocer lo que uno siente y aún más percibirlo directamente en el cuerpo.

También debemos tener muy claro que en cada momento de nuestra vida deberíamos ser conscientes de nuestras emociones, cosa que no suele pasar en la mayoría de las personas. Le preguntaría al lector, ahora que estás leyendo estas palabras mías, ¿qué estás sintiendo? Si la respuesta es que no estás sintiendo nada especial o que no sabes lo que estás sintiendo, yo diría que aún te faltaría conectar un poco más tu mente con tu cuerpo.

También podría ser que mis palabras te hacen pensar cosas como, por ejemplo: «qué pretencioso lo que está diciendo esta mujer y ella qué sabe sobre mí o sobre lo que tengo que pensar o sentir». Si ahora estás pensando esto, o algo parecido, yo te diría: «¿qué te hace sentir este pensamiento?». ¿A lo mejor te hace sentir enfado o rabia?

También podrías estar pensando que no tienes ni idea de lo que estás sintiendo en este momento y puede que esto te preocupe. ¿Esta preocupación podría implicar alguna emoción? ¿Quizás estés sintiendo un poco de miedo? Puede que te parezca exagerado hablar de miedo en este caso, pero también hay que decir que las emociones se pueden sentir con más o menos intensidad. La preocupación va en dirección al miedo, aunque no sea una emoción vivida con mucha intensidad en este caso. Podemos decir que, cuando algo te preocupa, en el fondo hay un miedo de que algo no esté bien con uno mismo o que a otra persona le pueda haber pasado algo, etc.

Quizás estos ejemplos hayan servido para que estés de acuerdo conmigo y entiendas que, en cada momento de nuestra vida, estamos sintiendo alguna emoción, aunque no nos demos cuenta de ello o no sepamos cuál es.

En general, podemos decir que existen cuatro emociones que funcionan por oposición la una a la otra, como las dos caras de la misma moneda. Ahí están elmiedo y la rabia que son las primeras emociones que podemos sentir incluso ya en la barriga de nuestra madre. Un poquito más tarde en el desarrollo, porque se trata de emociones algo más elaboradas, podemos empezar a sentir tristeza y alegría.

Todo lo que nos pasa en la vida lo podríamos reducir a estas cuatro emociones. Sé que hay otras teorías, de otras terapias, que hablan de más emociones. Pero desde la Terapia Psico-Corporal·Núcleo y Movimiento (Terapia PCNM) teorizamos desde estas cuatro emociones y todo lo demás son mezclas de estas cuatro emociones básicas que llamamos amalgamas emocionales y son la parte defensiva de estas cuatro emociones que hemos tenido que construir a lo largo de nuestra infancia.

Más adelante hablaré sobre los mecanismos de defensa, pero las cuatro emociones mencionadas no son defensivas, sino que son reacciones emocionales, absolutamente naturales, que necesitamos para nuestra supervivencia. Las podríamos reconocer incluso en el reino animal. Cuando un bebé necesita algo, tiene que hacerse notar a través de alguna de estas cuatro emociones. Tienen un efecto llamada para los Eltern.

De ahí que podamos afirmar que todas las emociones son igual de importantes y que todas son absolutamente positivas y necesarias. No existen reacciones emocionales negativas. Ninguna emoción es mejor o peor que otra.

Si nos fijamos en el llanto de los bebés con mucha atención, podemos detectar matices emocionales en su manera de llorar. Los bebés o el Kind pequeño nos está transmitiendo a través de este lenguaje que es el único que tienen en los primeros dos años de su vida, junto a gestos, mímicas y movimientos, cómo se sienten y qué necesitan. En realidad, sería muy importante hacer mucho caso a este lenguaje y prestarle una gran atención, pero aún hoy en día hay demasiadas personas en nuestra sociedad que ignoran esto y que solo piensan que el Kind está molestando y llamando la atención… Y es cierto, está llamando la atención porque la necesita para sobrevivir y sentirse seguro y querido. No puede ser que decidamos tener un Kind y esperar que nos deje bien tranquilitos, que no llore y que no nos reclame nada. Para mí es incomprensible cuando los adultos preguntan a una madre con su bebé si este es bueno y la deja dormir o, si de lo contrario, le ha salido malote y llorón. Nuestros Kinder nacen muy inmaduros en comparación a la mayoría de los mamíferos y dependen totalmente de los cuidados amorosos de sus Eltern. De hecho, necesitarían una atención constante durante, al menos, los seis primeros años de su vida por parte de sus Eltern. El hecho de no atender a sus llamadas de atención, teñidas de las citadas emociones, genera muchos mecanismos de defensa posteriormente.

Nuestra sociedad suele castigar cada una de estas cuatro emociones fuertemente con la finalidad de reprimirlas. Lo que necesitarían los Kinder, y también los adultos, sería el permiso de poder expresar cada una de estas emociones tranquilamente, estando acompañados de alguno de sus mayores, con comprensión y afecto, pero esto, desgraciadamente, no suele suceder con demasiada frecuencia.

 

 

El miedo

 

El miedo es muy necesario como reacción emocional ante un posible peligro. Nos prepara para la huida y, si aprendemos a diferenciar cuándo estamos ante un peligro real y actual o ante un peligro imaginario o anticipado, sentir miedo es muy útil para nuestra supervivencia.

Lo malo es que, como adultos, generalmente no sabemos diferenciar entre estos dos tipos de peligro, porque de pequeños nos confundían diciéndonos, en general, que sentir miedo es algo malo. Debido a esta confusión de los adultos y a esta prohibición, teníamos que hacer ver que no teníamos miedo, aunque los miedos que sentíamos de pequeños solían ser reales, debido a nuestra fragilidad y dependencia de los Eltern, y no desplazados o anticipados. Teníamos que tragarnos nuestro miedo o disimularlo, pero una emoción no expresada, aguantada o negada no desaparece por arte de magia. Sigue ahí, en nuestro cuerpo y este lo registra todo. Es más, esta emoción negada empuja hacia arriba, quiere salir, quiere ser compartida y necesitaría ser atendida, pero debido a la prohibición de expresarla provoca dos cosas:

una reacción corporal defensiva o de bloqueo porque frecuentemente cierra la boca del estómago, la garganta y la mandíbula creando muchísima tensión muscular en estos lugares del cuerpo. También puede generar muchos otros síntomas corporales, pero estos tres suelen ser los más comunes y más fácilmente reconocibles. Estas sensaciones corporales y emocionales, además:

alteran el pensamiento en función de estos miedos: «no digas que tienes miedo, porque mamá y papá se van a enfadar», «tener miedo es malo», «yo no tengo miedo», «soy valiente y no lloro», «si tengo miedo, no me van a querer». Estos pensamientos suelen ser casi del todo inconscientes y repercuten, sin darse cuenta, en las reacciones corporales del punto anterior, es decir, se retroalimentan. En la mayoría de los casos son mensajes verbales o gestos y actitudes, (estos dos últimos son más sutiles que las palabras), que los Eltern transmiten a los Kinder y que estos luego hacen suyos, porque se los introyectan (véase el apartado 1.3.6.5. Los mecanismos de defensa), para el resto de su vida, al menos que los quieran hacer conscientes y trabajárselos en un proceso terapéutico.

Debido a estas vivencias anteriores, lo que suele pasar es que los miedos se desplazan. Las emociones tienen muchísima fuerza. Muchas terapias pretenden controlarlas o canalizarlas hacia lugares más aceptados socialmente, para evitarles a los pacientes el sufrimiento y el dolor que supone conectar con ellas a nivel profundo.

El trabajo con las emociones que se hace en los centros educativos, y que se puso de moda hace algunos años, suele ir también en esta dirección, pero las emociones en general, y en concreto el miedo, no se deberían controlar, modular o canalizar, sino que se deberían sentir y expresar tal cual, para que luego no se desplacen. Pongo un ejemplo: un Kind de 9 años que tiene muchísimo miedo a que se mueran sus Eltern. Cuando era bebé no lo cogían en brazos cuando lloraba de miedo, lo cual podría haberle hecho sentirse protegido y, además, le decían que no llorase, que tenía que ser valiente. Con estas vivencias tempranas, a los 9 años es bastante probable que ya no se atreva a decirles a sus Eltern que tiene miedo a que les pueda pasar algo a ellos y que, además, siente este miedo porque solo no podría sobrevivir y qué iba a ser de él solo en el mundo. Este Kind se queda solo y desprotegido con este miedo tan profundo. Se lo aguanta y lo más previsible es que desplace su miedo a la muerte propia y la de sus Eltern a otras situaciones familiar y socialmente más aceptadas. Podría desarrollar, por ejemplo, un trastorno obsesivo compulsivo (TOC), una hipocondría, miedo a hacer actividades de cualquier tipo, miedo a relacionarse, etc. Estos miedos, además, los va a justificar y racionalizar para normalizarlos. «Yo no estoy mal. Es normal que esto o lo otro me dé miedo, porque es muy peligroso». Una persona con este tipo de miedos, casi incluso ocultos a ella misma, es fácilmente manipulable. Solo hay que decirle que tal o cual cosa es peligrosa (por ejemplo, que los inmigrantes le van a quitar el trabajo, que hay un virus asesino, etc.) y se lo creerá tal cual, sin cuestionarse absolutamente nada, porque este mensaje es totalmente afín a su miedo a la muerte más inconsciente y profundo. Una persona así no sólo desplazará su miedo profundo a otras situaciones, sino que, además, los proyectará a las demás personas y a sus propios Kinder. Esto lo explicaré más adelante con detalle.

El miedo es una de las emociones menos visibles y acompañadas. Muchos Kinder tiemblan de miedo, se quedan petrificados, se esconden, huyen corriendo o lloran asustados. Estas reacciones psicocorporales al miedo suelen continuar hasta la edad adulta, aunque se suelen disfrazar y esconder más. Los Eltern suelen decir a sus Kinder que no hay motivo por el que tener miedo, que estén tranquilos, que se sobrepongan y controlen su emoción y que, si insisten en seguir teniendo miedo, es porque son unos cobardes y miedicas. Al final, los Kinder aceptan esta incomprensión y estos juicios y crean una autoimagen de cobarde y miedoso y, en la mayoría de las veces, encima, se sienten culpables por sentir lo que sienten.

Entonces, ¿qué debería un adulto hacer delante del miedo de su Kind? Lo primero sería darse cuenta de que está teniendo miedo y comprenderlo. Pero, sobre todo, debería saber que alguien que tiene miedo, y esto no solamente se refiere a los Kinder sino también a los adultos, necesita mucha protección. Esto parece tan sencillo y evidente que es a veces difícil de entender que los Eltern no se den cuenta de ello, pero lo que pasa en realidad es que ellos se han olvidado de esta necesidad que ellos también tenían y, seguramente, siguen teniendo. Nadie les daba protección. Sus propios Eltern, probablemente, tampoco se acordaban de que la protección es la necesidad de alguien que tiene miedo y que ellos también la hubieran necesitado. Algo que desconoces y que nunca has recibido, tampoco se lo puedes dar a tus Kinder, a menos que obtengas algún tipo de reparación de tu propia necesidad de protección o que cobres conciencia de ella.

Existe la perversa opinión de que pasar por situaciones de desprotección, miedo y peligro durante la infancia te convierte en una persona fuerte. Ahí están las terribles frases de «quien bien te quiere, te hará sufrir», «lo que no te mata, te hace más fuerte» y muchas otras más. Lo que más repelús me da son estas personas que dicen: «yo también sufría mucho de pequeño, tenía muchos miedos, estaba muy solo y mis Eltern me castigaban o me pegaban y mírame, aquí estoy. Me fue genial lo que hicieron mis Eltern». Son personas que quizás socialmente tienen una buena posición, pero más que seres sintientes parecen robots desconectados de toda emoción, duros y sin empatía. Yo no quiero para mis hijas y mi nieta una sociedad de personajes así, aunque parece que abundan en todas partes.

Necesitar protección no es malo. Si los Eltern pueden dar protección a sus Kinder, estos podrán observar cómo sus Eltern, seguros de sí mismos, les dan esa protección. Tienen un ejemplo que seguir e imitar cuando se sientan preparados para protegerse ellos mismos.

Esta protección también sirve a los Kinder para sentir que son dignos de ser protegidos y que sus Eltern los quieren, incluso que serían capaces de dar la vida por ellos si fuera necesario. Esto es lo que se llama amor incondicional. Las únicas personas en este mundo que nos lo deberían dar son nuestros Eltern. Ellos tienen esta obligación para con sus Kinder por haberlos traído al mundo. Esta protección segura sería una de las más importantes maneras a través de las cuales se puede transmitir a las Kinder este amor incondicional de sus

Eltern. Alguien capaz de dar hasta su propia vida por ti, debe ser alguien quien te quiere muchísimo y de forma incondicional.

Alguien que se siente querido tan completamente va a adquirir mucha autoestima. Sentirá que él y su vida son importantes, primero para que le protejan sus Eltern y, después, para sentir que tiene todo el derecho de proteger su propia vida delante de cualquier amenaza, venga de donde venga.

El famoso eslogan «No es no» no habría sido necesario si todas las personas pudieran sentir desde la más tierna infancia, gracias a la protección recibida por parte de sus Eltern, que nadie tiene derecho a agredirlos. Por cierto, este eslogan no solo se debería aplicar a las relaciones sexuales no consentidas, sino a todo tipo de abusos y agresiones ejercidos por cualquier persona o institución que la persona afectada viva como más fuerte o en posición de autoridad. Estoy pensando, por ejemplo, en el abuso de autoridad de un jefe en el trabajo, en la imposición de mascarillas, en la coacción para inocularse, etc. Cada persona tiene el derecho individual de decidir sobre su cuerpo, qué es lo que valora como peligroso y de protegerse como puede ante este peligro. Esto no solo es un derecho moral, sino que se recoge tanto en los Derechos Humanos, como en los Derechos Fundamentales de las Constituciones de los diferentes países. El «No es no» es una poderosa protección ante cualquier agresión externa, pero solo sirve si la persona agredida, amenazada o coaccionada puede sentirlo desde lo más profundo de su ser.

Para resumir, podemos decir entonces que el miedo es una emoción muy positiva que sirve para avisarnos y protegernos de un peligro.

 

 

La rabia

 

La rabia es la emoción menos querida y peor vista, pero seguramente la más necesaria y positiva de todas. Se malentiende porque se confunde con la destrucción. Desde la destrucción, hacemos daño al otro o a nosotros mismos, lo cual no se puede permitir, pero la rabia genuina es simplemente una expresión de fuerza. Es como decir: «Estoy enfadada, no me gusta lo que me dices o me duele lo que me haces y no te lo voy a permitir». Nos sirve para poner límites. Si se expresa de esta manera, transmitimos fuerza y seguridad. Aquí no hay nada de destrucción, porque no vamos a por el otro.

Pero la rabia está aún más prohibida que el miedo, porque socialmente está mal vista. Igual que el miedo, los Kinder sienten rabia incluso ya en la barriga de su madre, pero cuando más claramente se ve es a partir de los 2 años, cuando empiezan a tener pataletas, en la famosa edad de «¡No!». Muchos Kinder tienen una sola pataleta en su vida que es tan fuertemente reprimida que nunca más se atreven a tener ninguna más. El adulto, generalmente, ni se acuerda de este episodio único. Son estos pacientes que vienen al inicio de un proceso terapéutico y muy contentos me explican que habían sido Kinder muy buenos, que nunca han dado problemas y que no se enfadaban jamás. Estos Kinder, muy probablemente, luego se convierten en adultos sumisos y obedientes que tienden, sobre todo, a tener miedo a la autoridad.

Socialmente se cree que un Kind que tiene una pataleta es un Kind malcriado y que sus Eltern no saben educarlo. No hay nada más equivocado ni peligroso que esta idea. La Kind tiene que tener pataletas. Esto forma parte de su desarrollo como persona. Es la manera que tiene de separarse un poquito de sus Eltern, y de la gran dependencia que siente de ellos, para empezar a desarrollar una voluntad y una identidad propia. A veces este proceso de encontrar su propia identidad puede ser muy virulento e ir acompañado de muchísimas pataletas y discusiones en casa. Simplificando mucho, se puede decir que cuantas más veces se le ha dicho que no al Kind en los primeros dos años de su vida, más pataletas va a tener que hacer para poder sentirse un hombrecito o una mujercita con su propia identidad.

Si entendemos la importancia de poder expresar la rabia a través de pataletas en la infancia nos tenemos que preguntar ¿cómo se acompaña a un Kind durante este proceso? Aquí suele haber muchísimos malentendidos. Lo que está claro, desde lo anteriormente dicho, es que no se trata de reprimir la expresión de la rabia desde el autoritarismo. Pero tampoco se trata de permitir que el Kind haga lo que le dé la gana sin poner ningún límite. En algunos entornos de educación libre, de filosofía antiautoritaria, existe esta confusión porque opinan que no quieren condicionar o influenciar al Kind. Estas personas seguramente no han entendido lo importante que es que un Kind pueda sentir sus límites y los de los demás. Y sí, los Eltern influencian y condicionan a sus Kindersiempre, incluso cuando no quieren hacerlo. Y, aunque haya teorías que afirman lo opuesto, esto sí es bueno para los Kinder, siempre y cuando se puedan sentir respetados en el desarrollo de su propia personalidad que siempre será parecida a la de sus Eltern, por identificación u oposición.

La importancia de sentir los límites se puede comprender muy bien desde lo corporal. Toda materia que existe tiene sus propios límites como protección y contención de lo propio, del contenido, pero que, a la vez, sus lindes le permiten el contacto con los demás.

Supongo que esto necesita alguna explicación más. Si, por ejemplo, miramos una célula, esta tiene su membrana. La membrana le sirve de filtro y la protege de agresiones del entorno y, a la vez, sirve de contenedor de todos los elementos que hay en su interior, le da forma y forma parte de su estructura. Pero esta membrana afortunadamente no es hermética. A través de ella, la célula se puede comunicar, entrar en contacto con otras células y hacer trasvases con lo que hay fuera de ella y permitir que penetre en ella lo que le va bien y sacar hacia fuera lo que no necesita. El entorno influencia la membrana porque ningún ser vivo puede existir de forma aislada. Así que podemos concluir que la influencia del entorno es necesaria para la vida. Por ello, me cuesta entender que haya Eltern que pretenden no influenciar en sus Kinder y criarlos de forma aséptica.

A los Kinder les pasa lo mismo que a la célula dentro de la familia y con las personas, en general, dentro de la sociedad. Sentir nuestros propios límites nos protege de las agresiones del exterior porque, naturalmente, si alguien quiere traspasar nuestro límite, lo deberíamos saber parar. Por la falta de límites vividos en la infancia esto, la mayoría de las personas, nunca aprendieron cómo hacerlo. Pero, también, los límites que nos han ido poniendo nos sirven de contención para no desparramarnos. Si no sintiéramos este límite, socialmente seríamos unas personas muy poco hábiles y sin consistencia. No sabríamos vivir en sociedad porque no seríamos capaces de respetar a las demás personas con sus límites. Seríamos una especie de invasores o agresores constantes. Gracias a nuestros límites o membranas permeables hemos de aprender a diferenciar lo que es bueno para nosotros y dejarlo entrar y eliminar lo que no nos conviene.

Entonces, y simplificando mucho, podríamos decir que el exceso de límite o la represión nos llevan a no sentir nuestro propio límite natural y a no sentir el derecho de tenerlo y, por lo tanto, nos convierte en personas sumisas, a las que se podría invadir en cualquier momento. En cambio, la ausencia de límites nos convierte en agresores sin empatía porque no tendríamos nada que nos contenga. Si entendemos esto, no hay vuelta de hoja, es imprescindible poner límites, pero ¿cómo lo hacemos si no queremos ser represivos?

Pues, en teoría, es fácil. Se acompaña igual que se hace con todas las demás emociones; con contacto, afecto, tranquilidad y comprensión. Tengo un ejemplo muy bonito de mi hija que acompañó de esta manera a mi nieta.

Estábamos de camino al supermercado. Mi nieta tenía quizás unos 3 años. Ya entrando en el supermercado, se acordó de que quería haberse llevado su peluche favorito, pero se lo dejó en casa. Mi hija tenía claro que no quería volver, ese era su límite. Pero también podía entender que esta negativa era una frustración para su hija y que le generaba muchísima rabia. Y esto lo expresó muy claramente con gritos, llanto y tirándose al suelo. En un primer momento, incluso, intentó volver dirección a casa, cosa que mi hija le impidió bloqueándole el camino, sin evidentemente emplear ningún tipo de violencia física. Cuando mi nieta estaba tirada en el suelo, mi hija se puso allí mismo a su lado. De alguna manera así le dio un mensaje que decía más o menos lo siguiente: «sé que estás enfadada conmigo por el límite que te he puesto y que mantengo, pero no eres mala por enfadarte y gritar. Estoy aquí a tu lado para cuando me necesites, no estoy enfadada contigo, te acepto con tu pataleta y te quiero». Pasó un buen rato hasta que mi nieta empezó a tranquilizarse. Mientras tanto, la gente entraba y salía del supermercado y yo podía observar sus reacciones que, generalmente, eran de desaprobación, salvo alguna excepción. Sé que mi hija pasa mucho de la opinión y de los juicios de los demás, lo cual era de gran ayuda en esta situación, porque conservaba la calma en todo momento. Cuando mi nieta estuvo más tranquila, conectó con su tristeza y se acercó a su madre, buscando su consuelo y su contacto que, naturalmente, su madre le dio. Y fin de la historia.

Si alguien pone los límites con esta tranquilidad y con este contacto, los Kinder, y también los adultos, pueden aprender muchas cosas:

Primero es ver que la otra persona tiene un límite y lo puede mantener con firmeza y claridad sin dudar si tiene derecho a ponerlo o no. Adquirir esta firmeza suele ser un problema. A la mayoría de los Eltern, hoy en día, les resulta muy difícil sentir esto tan claramente. Suele haber mucha confusión cuando los propios Eltern eran más bien autoritarios y cuando éramos Kinder no teníamos el derecho de expresar nuestros enfados ni nuestros límites. Entonces, como Eltern nos cuestionamos si tenemos el derecho de ponerles límites a nuestros Kinder o si, a lo mejor, somos demasiado autoritarios, tal como eran nuestros Eltern