En el séptimo círculo - Daniel Gallegos - E-Book

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Daniel Gallegos

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Beschreibung

En el séptimo círculo, una de las obras más importantes de Daniel Gallegos, se explora la temática de la violencia. Según la autorizada voz de Carmen Naranjo, esta obra "reveló el terrible signo de nuestros días. La escena es suceso de periódico y el suceso de periódico es escena, la calle es lección y el hecho cotidiano, cátedra". Para esta autora, solo un hábil creador del talento de Gallegos "puede ser el gran periodista que en el lenguaje teatral nos golpee con la violencia en escena".

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Daniel Gallegos

En el séptimo círculo

LA VIOLENCIA EN ESCENA

Obra y gracia de Daniel Gallegos

No se puede leer despacio En el séptimo círculo de Daniel Gallegos. Creo que será difícil verla en escena, tranquilamente en una silla, sin vivir el pánico, la angustia y hasta la impaciencia porque acabe la obra.

En cierta forma En el séptimo círculo es una especie de pesadilla, construida al principio con la lentitud inocente de un tono neutro, que de repente se desencadena en una velocidad de principios, en que nada lógico es posible. Las voces realmente cabalgan con acentos que repercuten en el hoy, en el mañana, en el absurdo de una vida sin sentido, que cobra un ritmo chillante en lo inusitado, en lo imprevisto, en el desafío que representa el sorprender a todos con la cara más fea, más monstruosa, más sucia.

Eso no pasa, dirán algunos espectadores, eso no puede pasar. Sin embargo, se da en la vida sin el montaje teatral, se da cada día con mayor frecuencia.

En el séptimo círculo no es solo una enseñanza de que “la violencia engendra violencia” o de que “el poder se mantiene a base de chantajes”. Hoy por hoy nos protegemos unos de los otros, protegemos lo propio, la sacramental propiedad con rejas, sistemas de metrallas, gritos y pitos de policía. Es la protección permisible porque tememos el asalto, el robo, el acto del hombre contra el hombre. Pero, los sistemas de protección han seguido creciendo e intensificándose: alambres eléctricos, perros entrenados para asesinar, guardianes con armas dispuestos a matar. ¿Por qué tanto temor a otro ser humano? ¿Por qué estamos casi seguros de que nos van a asaltar? ¿Por qué prevenimos de antemano la autodefensa?

La misma actitud de premonición fomenta los hechos. Estamos seguros al vivir a la defensiva de que nos van a atacar. Eso muestra que estamos asentados en la injusticia, que juzgamos antes de ser juzgados, que arrebatamos antes de que nos arrebaten. Desconfiamos y ese es el signo de la obra. “No abras la puerta, no te buscan para algo bueno, te van a hacer daño”, esas frases de perseguido se sienten en todos lados. Hemos ido cerrando puertas, usando candados, mirando recelosamente en los rincones, escudriñando caras sospechosas. Parece que en algún lugar interno somos detectives, adivinos de lo malo en el hombre, indagadores constantes de cómo asegura, la propia tranquilidad, sin que nos preocupe cómo viven los demás.

Si pensamos en la casa que describe Daniel Gallegos, podemos presentir el mundo que la rodea: cinturones de miseria, mayorías hambrientas, inestabilidad social, desesperanza. Solo así se justifica un sistema de seguridad personal tan ingenioso como el descrito.

Adentro hay dos seres tranquilos, satisfechos, deseosos de vivir despacio esa vejez que depara la realización de ciertos caprichos. Esperan a dos seres casi iguales, con ligeras diferencias, solidarios como parejas, como las yuntas con memoria de pasado, respecto de un presente que llenan con pequeñas cosas y una proyección de futuro con el signo de una vida fácil, frente a la conciencia calmada de “la merecemos”. La ceremonia se siente falsa y pretenciosa, casi el juego de comparaciones para medir la perfección con escalas que valoran hasta aquí “el saldo a mi favor es satisfactorio”. Una especie de balance contable, o un juicio final que se da en vida, con sumas y restas que espantan.

Afuera está el peligro. Se presenta en la obra con términos insólitos, pues los casi nietos asaltan, se burlan, maltratan, ofenden, humillan por el puro placer de hacerlo. Es la violencia por el gusto refinado de la violencia, en términos de una vulgaridad que lastima por el gusto de lastimar. Se siente que la clase social se asusta más cuando los de su misma clase los maltratan. Esperan de los otros, los distintos, el trato violento de la rapiña pero de los que no necesitando lo atesorado, simplemente buscan la burla y desafiar el orgullo de la apariencia: el atentar contra las ropas, volver a la desnudez, exponer el juego erótico que ninguno se atrevió a jugar por entero, el quitar las pelucas, el develar la farsa, especialmente de la seguridad en que nos envolvemos de manera idiota.

La violencia se presenta y todo pierde sentido: la pensión, el viaje idílico preparado, la negligée, las frases de reclamo, las frases de solidaridad, de amor-costumbre.

Y sin entender nunca, sin que haya una explicación lógica, sin que se desentrañe el por qué, la escena pasa a ser la realidad en que el más débil se convierte en el más fuerte, porque la lucha de generaciones en esencia es dialéctica y enseña muchas contradicciones. Y cuando los débiles se fortalecen, el agravio cobra dimensiones de revancha incalculable. La violencia es más cruel, más racional, más planificada, tanto que se sale de las manos del grupo, para acumularse en una persona.

El círculo del que nunca se sale, En el séptimo círculo en que la trampa que hemos creado para los demás, se vuelve como nuestra propia trampa, la que nos destroza.

Daniel Gallegos, desde su primera obra, la juvenil, ha escrito obras políticas, de más compromiso social de lo que él quizás se ha propuesto. Ha partido de su análisis sobre la creación, para denunciar el sistema policíaco y destructivo de la familia, la debilidad del poder teológico y ahora nos enseña que la violencia puede ser un juego muy peligroso entre las mismas clases sociales como se da en tantas partes y en muchos casos históricos, que hoy mismo estamos viviendo. Son los más crueles vengadores de intereses comunes, incapaces de ceder, porque la más deleitosa venganza se da entre ellos.

Su talento de escritor va más allá de la escena, porque es un hombre independiente, un ser que medita la realidad sin aceptar el dogma, la disciplina partidarista, humano, plenamente humano. Creador, infinitamente creador.

En esta obra de Daniel, y también en otras, las mujeres son los seres decisivos. Ante su fuerza, ante su pasión, ante su poder, protagonizan los momentos más culminantes, los que determinan la realidad cruda. Toman decisiones, a veces se destrozan triunfantes. La mujer aparece como el ser que espera el futuro, para que sea mejor o no sea nada, para que se propicie el cultivo a la vida o a la muerte. El “machismo feminista” de que habla la obra, siempre quiere empezar, no se sacia de vivir y de demandar a la vida, aun cuando decida, ávida de pasiones, poner un punto final en la oportunidad en que ha tomado una posición. Es un tema largo y denso que se debe enfocar algún día, pero que no puede dejarse de mencionar porque inquieta esas diablescas figuras femeninas del autor, las más audaces que ha dado el teatro costarricense.

Quizá el párrafo anterior debía ser un simple paréntesis. Queda así, para que otro lo saque del contexto y lo desarrolle como tema.

En todo caso, no pude leer despacio En el séptimo círculo, pero pude confirmar mi admiración por esta obra y toda la obra teatral de Daniel Gallegos. No sé si la puesta en escena superará la angustia que se siente al leerla.

Si pudiera sintetizar la obra, diría que revela el signo terrible de nuestros días: la escena es suceso de periódico y el suceso de periódico es escena, la calle es lección y el hecho cotidiano cátedra. Sólo un hábil creador del talento de Daniel Gallegos puede ser el gran periodista que en lenguaje teatral nos golpee con la violencia en escena. La violencia es el suceso cotidiano, el periódico de la vida diaria y es imprescindible saber hasta dónde llegaremos.

La obra termina con culminantes esdrújulas y a los espectadores corresponde pensarla. Dará mucho para hablar y reflexionar.

Carmen Naranjo

En el séptimo círculo