Entre las sábanas de mi enemigo - Melanie Milburne - E-Book

Entre las sábanas de mi enemigo E-Book

Melanie Milburne

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Beschreibung

Bianca 3026 Él me estaba prohibido. Entonces, ¿por qué me resultaba irresistible? Grayson Barlowe siempre había sido mi enemigo. Las rencillas de nuestras familias nos enseñaron a competir en el mundo laboral. Sin embargo, todo cambió cuando nos vimos obligados a trabajar juntos. Yo nunca había sido inmune a su arrolladora presencia. Por ello, cuando comprendí el dolor que Grayson mantenía oculto a todo el mundo, me resultó totalmente evidente que él no era solo un playboy. No obstante, una tregua parecía completamente imposible… hasta que me encontré en el lugar en el que me había jurado que nunca estaría: ¡Entre las sábanas de mi enemigo!

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

 

© 2023 Melanie Milburne

© 2023 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Entre las sábanas de mi enemigo, n.º 3026 - agosto 2023

Título original: One Night in My Rival’s Bed

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 9788411801447

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

Había quedado en uno de los hoteles de moda de Londres con Niamh, mi hermana pequeña, para tomar una copa después de trabajar. Cualquiera podría pensar que no había nada inusual en que dos hermanas quedaran para ponerse al día sobre su vida mientras tomaban una copa, pero, en realidad, es un milagro que yo siga teniendo una hermana. Y aún lo era más que yo hubiera llegado al hotel más o menos a tiempo.

Normalmente, soy una persona muy puntual, pero mi último cliente del día quería que realizara algunos cambios en los planos que estaba dibujando para su lujosa mansión en Italia.

Vi a Niamh sentada en una de las mesas, rodeada de hermosos centros de flores frescas que parecían haber llevado el verano al interior del hotel. Aquel detalle resultaba bastante agradable porque, aunque ya estábamos en el mes de junio, el verano distaba mucho de haber aparecido hasta el momento. Llevaba lloviendo veinticuatro días seguidos. Sin embargo, yo aún tenía esperanzas.

Avancé entre las mesas y entonces, me percaté de que Niamh no estaba sola. Un hombre de cabello oscuro, guapo a rabiar, estaba sentado junto a ella en una silla de ruedas. Me resultaba vagamente familiar. Entorné la mirada mientras trataba de recordar dónde lo había visto antes. Ni Niamh ni él estaban mirando en mi dirección y los dos parecían absortos el uno en el otro. ¡Caramba! Si incluso tenían las manos entrelazadas.

Ahora, probablemente os estaréis preguntando por qué me sorprendió tanto ver a mi hermana haciendo manitas con un tío bueno. ¿Por qué no iba a estar mi hermana enamorada, encelada o lo que fuera?

Porque, aunque mi hermana tiene ya veintisiete años, sigue siendo una niña en muchos aspectos, lo que, en parte, es culpa mía.

Niamh levantó la mirada por fin y me vio allí de pie. Me indicó que me acercara con los ojos brillantes por la excitación.

–Ash, ven a conocer a Ethan Barlowe. Grayson, el hermano mayor de Ethan, no tardará en llegar.

¿Grayson Barlowe? Tuve que obligarme a andar sin titubear. Tuve que obligarme a sonreír como si todo fuera bien. Sin embargo, no estaba bien. De hecho, distaba mucho de estar bien. Barlowe era un apellido bastante corriente, pero… ¿El hermano de Ethan era…?

Tragué el nudo que se me había hecho en la garganta y miré de nuevo los atractivos rasgos de Ethan. El brillante cabello negro, los ojos de un hermoso color gris azulado que me resultaba muy familiar… Sin embargo, jamás había visto en el rostro de Grayson Barlowe las arrugas que se formaban en el de Ethan al sonreír.

Le ofrecí la mano derecha.

–Encantada de conocerte, Ethan.

Se produjo un momento de incomodidad cuando él me ofreció la mano izquierda en vez de la derecha. Entonces, me di cuenta de que no podía mover la mano derecha. Esta permanecía inmóvil sobre su muslo. En ese momento, me percaté también de que llevaba una silla de ruedas motorizada, sin duda porque le sería imposible utilizar una normal con solo una mano.

–Encantado de… co-conocerte, Ash. Niamh me…me ha ha-hablado mucho sobre… ti.

La voz de Ethan tartamudeaba ligeramente. Él frunció el ceño con fuerza y concentración antes de decir algunas palabras más, como si su cerebro tuviera dificultad a la hora de decidir qué palabra debía usar. Yo soy arquitecta, no neuróloga, pero sé reconocer un daño cerebral en cuanto lo veo. Además, llevo veinte años tratando con el de mi hermana.

Un ruido indicó que alguien se acercaba. No tuve que darme la vuelta para ver quién era. Habría reconocido aquel paso ligeramente desigual en cualquier parte. Un temblor me recorrió la espalda y los latidos de mi corazón comenzaron a acelerarse. Noté el aroma de la carísima loción de afeitar, el mismo que había olido tres meses atrás en la ceremonia de los Premios de Arquitectura en la que Grayson Barlowe me arrebató el honor de llevarme el primer premio, con el que yo llevaba meses soñando y que, estúpida de mí, había llegado a pensar que me pertenecía. Dicha seguridad no se debía a una absoluta confianza en mi propia capacidad creativa, sino porque muchos de mis colegas así me lo habían asegurado. No fue así. Además, me escoció especialmente que fuera Grayson Barlowe quien me arrebatara el premio.

Llevábamos años siendo rivales, una rivalidad que no había empezado con nosotros sino entre su abuelo y mi padre. Los dos estuvieron enfrentados durante toda su carrera y, aunque los dos ya han fallecido, no parecía que la disputa se hubiera ido a la tumba con ellos. Por respeto a mi padre, yo seguí odiando a Grayson Barlowe y todo lo que él representaba. No se puede decir que no sea un genio creativo. He perdido la cuenta de la cantidad de premios que ha ganado por sus increíbles e innovadores diseños. Simplemente me siento celosa de su éxito, un éxito del que parece disfrutar con demasiada facilidad. Ah, y del hecho de que sea un playboy, que, solo con una mirada, es capaz de conseguir que una mujer caiga rendida a sus pies. Yo no por supuesto. Yo estoy totalmente vacunada y disfruto de una inmunidad completa contra su atractivo y su encanto masculino.

–Grayson –dijo Ethan con una sonrisa al ver que llegaba su hermano mayor–. Ven a conocer a mi… prometida.

–¿Prometida? –exclamamos Grayson y yo al unísono.

La sonrisa de Niamh era aún más amplia que la de Ethan. Me mostró la mano izquierda, en la que relucía brillantemente un caro anillo de compromiso que rivalizaba con las chispas que saltaban de sus ojos.

–Ethan me pidió que me casara con él a principios de semana. Por eso queríamos que los dos acudierais esta noche para celebrarlo con nosotros.

Me estaba costando encontrar la voz. Me estaba costando creer que mi hermana hubiera conocido y se hubiera enamorado de alguien sin que yo lo supiera. Me estaba costando estar de pie junto a Grayson Barlowe sin desmayarme a sus pies, enfundados en zapatos de cuero italiano. Llevaba un traje gris oscuro que resaltaba la amplitud de sus hombros y sus largas piernas. Llevaba el negro cabello peinado hacia atrás, en un estilo muy similar al de su hermano. Sin embargo, al contrario del de Ethan, el suyo ya empezaba a teñirse de gris, lo que le daba un aire distinguido y maduro que lo hacía aún más atractivo.

Me miró con sus ojos azules y, de repente, sentí como si una descarga eléctrica me recorriera el cuerpo.

–¿Tú sabías algo de esto?

Había en su voz un implacable tono de acusación.

–No, nada. ¿Y tú? –repliqué con el mismo tono de voz.

–Por supuesto que no –dijo él apretando los labios. Entonces, se volvió a mirar a su hermano pequeño. Tenía el ceño profundamente fruncido–. ¿Cuánto tiempo hace que os conocéis?

–Seis semanas –respondió Ethan con mirada desafiante.

–¡Seis semanas!

Grayson y yo volvimos a hablar al unísono. Bueno, él habló. Yo grité como una gata asustada.

Miré a Niamh.

–¿Cómo puedes estar segura de que es el hombre de tu vida en tan poco tiempo?

Niamh levantó la barbilla y me dedicó la misma mirada desafiante que Ethan le había dirigido a su hermano.

–Lo supimos en el momento en el que nos conocimos en el gimnasio. Pensaba que te alegrarías por mí. No he tenido nunca novio y Ethan es tan amable, tan bueno y tan…

–Rico –concluyó Grayson con un cinismo tal que sentí deseos de abofetearlo. Por supuesto, yo no defiendo nunca el uso de la violencia, pero me molestó profundamente que sugiriera que mi hermana era una cazafortunas. Acababa de conocerla. ¿Cómo podía hablar así de ella?

Me di la vuelta y miré a Grayson con un profundo desprecio.

–¿Cómo te atreves?

Los ojos de Grayson me observaron con el mismo cinismo que había notado en su voz.

–Acompáñame –me dijo, indicando la salida–. Quiero hablar contigo en privado.

No me podía negar. Sospechaba que había muy pocas mujeres en el planeta que se atrevieran a decirle no a Grayson Barlowe. Además, quería hablar con él en un lugar en el que ni Niamh ni Ethan pudieran escucharnos. Teníamos que detener aquella locura entre nuestros hermanos antes de que fuera más allá. ¿Enamorados tras solo seis semanas? Era ridículo. Niamh era ingenua inocente y demasiado confiada. Yo había tardado tres años en comprometerme con Ryan y todo había terminado en tragedia. Al menos para él, no para mí.

Grayson me condujo a una sala privada que había al otro lado del restaurante del hotel. Grayson cerró las puertas y, entonces, se volvió para mirarme. Lo hizo muy fijamente, pero yo resistí la necesidad de apartar la mirada. Apreté los puños y me erguí en toda mi estatura. Levanté la barbilla, y tuve que levantarla mucho para poder mantener el contacto visual con él. Grayson medía más de un metro ochenta.

–Esto tiene que parar y tiene que parar ahora mismo –afirmó con determinación.

Por supuesto, aunque estaba de acuerdo con él, no me sentía muy contenta de ponerme de su lado después de que él hubiera sugerido que mi hermana era una cazafortunas. Casi sin darme cuenta, empecé a buscar razones para que Niamh y Ethan pudieran continuar con su relación a pesar de mis propias reservas.

–¿Cuál es tu principal objeción? –le espeté con frialdad–. Los dos son adultos y dueños de sus vidas.

Grayson frunció el ceño profundamente.

–Resulta evidente que mi hermano ha quedado deslumbrado por el aspecto de tu hermana. Y, evidentemente, ella quiere a alguien lo suficientemente rico para que se ocupe de ella.

Sé que la belleza de mi hermana es impactante, pero me resultó insultante que Grayson no viera todas las buenas cualidades que había detrás, como su dulzura, su amabilidad y su sensibilidad.

–Bueno, estamos en el siglo xx. Las mujeres no necesitan un hombre para que se ocupe de ellas.

–No voy a permitir que mi hermano se vea explotado por alguien que solo va tras él para que le solucione la vida.

–¡Mi hermana no busca nada de eso!

Sabía que Grayson no tardaría en percatarse de lo limitada que era mi hermana en algunos aspectos. Al contrario que Ethan, mi hermana no tiene ninguna discapacidad visible, pero si se pasa el tiempo suficiente con ella se hace evidente muy pronto que tiene algunas limitaciones, no físicas, sino intelectuales. Tiene la edad mental de una niña de ocho años. Solo puede realizar operaciones matemáticas muy simples. Tiene memoria a muy corto plazo, por lo que las tareas complicadas la abruman con facilidad. Su terapeuta la ha ayudado mucho y, por supuesto, yo hago todo lo que puedo, en especial desde que nuestra madre murió hace algo más de tres años. Hemos estado las dos solas contra el mundo desde entonces y, si queréis que os diga la verdad, el mundo no siempre es un lugar agradable para las personas con daños cerebrales. Ni para los que cuidan de ellas.

Grayson se mesó el cabello con las manos. Yo observé con fascinación los profundos surcos que los dedos fueron dejando a su paso. Sin poder evitarlo, empecé a pensar en cómo en aquellos largos y bronceados dedos se podrían deslizar por la piel de mis brazos, de mis piernas… Temblé involuntariamente y tragué saliva. Cuadré rápidamente los hombres y erguí de nuevo la espalda. No comprendía por qué, de repente, había empezado a fantasear en cómo los dedos de Grayson podrían acariciar mi cuerpo. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que compartí intimidad con nadie, pero, seguramente, podría encontrar a alguien más adecuado para hacerlo que mi rival número uno.

Cuando Grayson me miró, sentí que un escalofrío me recorría el cuerpo. Tenía unos ojos arrebatadores, de un azul gélido y glacial, moteado con manchas grises. Estaban enmarcados con largas y espesas pestañas que me provocaban una irremediable envidia. Yo tenía que usar tres capas de rímel y un carísimo sérum para pestañas para conseguir que estas resultaran visibles.

–¿A qué se dedica tu hermana?

–No tiene empleo… todavía, pero trabaja de voluntaria en un albergue de animales –le dije después de humedecerme ligeramente los labios con la punta de la lengua–. ¿Tiene trabajo tu hermano?

Los ojos de Grayson siguieron el movimiento de mi lengua con una intensidad que hizo que yo experimentara una sensación delicada, como el aleteo de una mariposa, en el vientre. Él parpadeó rápidamente y ocultó totalmente la expresión de su rostro.

–Trabaja para mí a tiempo parcial.

Aquella breve respuesta contenía una gran cantidad de información sobre él, una información que pude comprender por mi propia situación como hermana. Había un mundo de culpabilidad, de lamentos, de dolor y de desesperación callada en la respuesta de Grayson, un mundo que me resultaba muy familiar, que me aprisionaba y que no me dejaría escapar por mucho que yo quisiera volver atrás en el tiempo y comportarme en aquel parque de un modo muy diferente a como lo había hecho veinte años atrás.

Grayson de repente volvió a fruncir el ceño.

–¿Te encuentras bien?

En aquella ocasión me tocó a mí parpadear rápidamente para evitar que las lágrimas me tomaran por sorpresa. Aquella pregunta también me sorprendió, lo mismo que mis propios sentimientos, unos sentimientos que había guardado en lo más profundo de mi ser hasta el punto de prácticamente olvidar dónde se encontraban. Prácticamente.

Mi hermana pequeña quería casarse y yo no podía permitírselo, o, al menos no dejarla que lo hiciera tan precipitadamente. Tenía que asegurarme de que ella sabía lo que estaba haciendo. No tenía experiencia alguna en lo que se refería a los hombres. Nunca había tenido novio. Yo me había pasado la vida tratando de protegerla después de la única vez en la que había fallado al hacerlo. No podía soportar verla sufrir y el dolor emocional es uno de los peores dolores que se puede experimentar. Yo lo sé muy bien. Llevo años sufriéndolo.

Me pasé una mano por los ojos con gesto impaciente.

–Tengo alergia. Todas esas flores del restaurante…

Grayson se metió la mano en el bolsillo y sacó un pañuelo blanco perfectamente doblado. Me lo ofreció. Yo lo miré como si fuera algo totalmente desconocido para mí, porque, en realidad, hacía años desde que vi por última vez un pañuelo de tela. Todo el mundo usa los de papel. El hecho de que Grayson poseyera un objeto recién lavado y planchado parecía sugerir que, en realidad, era un hombre muy tradicional. O tal vez lo hacía por el medio ambiente, para evitar que los bosques terminaran convirtiéndose en papel.

–Tómalo.

Su voz resonó como una orden, lo que me hizo querer rechazar el pañuelo. Sin embargo, antes de hacerlo repasé mentalmente lo que contenía mi bolso y estaba segura de que no tenía pañuelos de papel. Tampones, caramelos de menta, brillo de labios, paracetamol, gel de manos, unas tarjetas de visita que me habían costado una fortuna… Pero nada de pañuelos de papel. Recordé que le había dado el último paquete a Niamh dos días atrás, cuando le sangró la nariz. Se me había olvidado meter en el bolso un paquete nuevo.

Acepté el pañuelo y, por accidente, rocé los dedos de Grayson con los mío. Una cascada de energía pareció fluir de su cuerpo al mío, como si hubiera tocado un cable eléctrico. Me llevé el pañuelo a los ojos y se los sequé cuidadosamente mientras trataba de decidir si me sonaba la nariz también para darle más autenticidad a mi afirmación. Decidí no hacerlo. Desgraciadamente, siempre me he sonado la nariz con energía.

Además del olor a ropa limpia, el pañuelo contenía un ligero rastro del aroma de su loción para el afeitado, una sugerente mezcla de bergamota y cítricos. Me aparté el pañuelo de la cara y lo doblé para hacerlo más pequeño. Tenía que hacer algo con las manos porque, en aquellos momentos, sentía la tentación de extenderlas para tocarle a Grayson Barlowe la incipiente barba que le asomaba en la mejilla y que cubría generosamente la cincelada mandíbula. Sin poder evitarlo, mi mirada se quedó prendada de la perfección de sus labios. El inferior era grueso, pero el superior estaba perfectamente definido, como si Dios hubiera pasado una exagerada cantidad de tiempo delineándolo, como si fuera un escultor trabajando en la pieza que va a marcar toda su carrera. Aquella boca sugería una naturaleza apasionada que se refrenaba con fuerza, pero que, una vez liberada, podría resultar peligrosa.

Contuve otro escalofrío y traté de no pensar en lo peligroso que sería estar en la cama con Grayson Barlowe. Peligroso, excitante y arrebatador.

Me metí el pañuelo en el bolso.

–Lo lavaré y te lo devolveré.

–Quédatelo.

Yo me encogí de hombros como si no me importara, pero siempre trato de devolver todo lo que se me presta por lo de los buenos modales y todo eso. Y hablando de modales… Grayson y yo habíamos sido invitados para celebrar el compromiso matrimonial de Niamh y Ethan, pero, sin embargo, estábamos allí encerrados en vez de estar brindando por su felicidad.

–Entonces, ¿qué es lo que piensas hacer sobre el compromiso de tu hermano?

–Impedirlo, por supuesto.

–¿Y cómo piensas hacerlo? –le pregunté levantando una ceja.

–Le haré entrar en razón.

Yo le dediqué una sonrisa llena de cinismo.

–Pues buena suerte al respecto. Parecer estar bastante enamorado de mi hermana.

Grayson me miró con expresión dura, como si fuera de hormigón.

–¿No puedes creer que están enamorados de verdad?

–Tal vez solo se desean…

Inmediatamente deseé no haber respondido así. Sentí que me sonrojaba, como si al mencionar aquel sentimiento hubiera liberado un sentimiento prohibido. Algo prohibido y peligrosamente tentador. Algo que amenazaba con hacerme perder el control, como si fuera una cerilla contra la leña seca. Prácticamente sentía cómo crepitaba en el silencio, como si aquellas pequeñas llamas estuvieran reuniendo la energía suficiente para provocar un infierno.

Grayson me miró de un modo que provocó en mí un extraño escalofrío, una mezcla de frío con calor, como si fuera una brasa ardiente. Creo que ningún hombre me ha mirado nunca con tanta intensidad. El aire pareció cargado de tensión, una poderosa tensión que pareció incrementarse con cada segundo que pasaba. Grayson rompió el contacto visual y bajó la mirada hasta mis labios. Permaneció allí durante lo que parecieron unos segundos interminables…

Yo contuve el aliento. El pulso se me aceleró.

Grayson se lamió los labios y tragó saliva. Entonces, volvió a mirarme, en aquella ocasión de un modo inescrutable.

–Sea lo que sea lo que sienten ahora, sé que no durará.

–¿Lo sabes?

Sé que yo también lo hago en algunas ocasiones, pero odio que la gente responda a una pregunta con otra. Sospechaba que a Grayson se le daba muy bien cambiar de tema. No era la clase de hombre que revelaba muchos detalles sobre sus sentimientos o su vida personal. Le dediqué una tensa sonrisa que no mostró el magnífico trabajo que el ortodoncista me había hecho en mis torcidos dientes. Había tardado años en aprender a sonreír adecuadamente, pero solo lo hacía en ocasiones especiales.

–Algunas personas tienen suerte.

Me miró el dedo anular, que no portaba anillo alguno.

–¿Tú no?

Otra cosa que odio: que haya muchas personas dentro del mundo de la arquitectura que sepan que rompí mi compromiso. Supongo que, como lo cancelé todo tan solo unos días antes de la boda, el escándalo fue bastante notable.

–Digamos que tuve suerte…

Grayson resopló suavemente, pero no pude deducir si aquella reacción había sido porque mi comentario le había hecho gracia, por cinismo o por otra cosa. Estaba al menos a un metro de distancia de mí, pero yo sentía perfectamente la energía que irradiaba de él. Una energía potente, que me hizo consciente de mi propia feminidad de una manera que jamás había experimentado antes. Sentía un ligero hormigueo en la piel y notaba que el corazón se me había acelerado. Además, un calor líquido humedecía las partes más íntimas de mi cuerpo, unas partes en las que yo no quería pensar precisamente en aquel momento. De hecho, eran partes en las que no pensaba desde hacía años. No había habido ningún hombre en mi vida desde mi ex. Ni siquiera había experimentado deseo por nadie… hasta aquel momento. ¿En qué estaba pensando? Acostarme con mi enemigo me estaba totalmente vedado. Además, no podía permitir distracción alguna sobre el tema de mi hermana y… su prometido. Madre mía.

Grayson colocó las manos en el respaldo del sofá contra el que se había apoyado y me miró fijamente.

–¿Estamos de acuerdo en cuanto a conseguir que Ethan y tu hermana reconsideren su relación?

–¿Y cómo sugieres que lo hagamos?

Yo sabía que mi respuesta no había contestado realmente su pregunta, pero no sentía muchos deseos de comprometerme con nada que pudiera hacerle daño a mi hermana. Niamh creía estar locamente enamorada. Estaba encantada con el pedrusco que llevaba en el dedo. Llevaba soñando con ese momento desde que era una niña. El hecho de que, en ciertos aspectos, aún lo fuera no significaba que no fuera a sufrir si Grayson y yo la obligábamos a renunciar a su sueño de vivir un final feliz con Ethan.

¿Quién era yo para hacer estallar la frágil burbuja de su felicidad y romper lo que podría ser su primera y única oportunidad de tener una relación? Su estado era culpa mía y, aunque yo estaba comprometida a protegerla y a ocuparme de ella, no quería sabotear su felicidad. Se merecía vivir el amor. ¿Acaso no lo merecía todo el mundo? Aunque yo no estaba totalmente segura de los motivos que Ethan tenía, aparentemente parecía estar totalmente enamorado de Niamh. Podría ser un enamoramiento temporal, sí. Todo podría desvanecerse y, entonces, sería yo la que tendría que recoger los trozos del corazón destrozado de mi hermana.