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Qué tipo bárbaro es este Gustavo…pensó Patricia, mucho más de lo que me habían comentado todas las amigas de Isabel… Con razón tiene tanto arrastre… Amable, educado, no se exalta, siempre con una sonrisa, tiene la respuesta adecuada y hasta graciosa… No entiendo por qué fracasó tantas veces con sus parejas… Algún mambo especial debe tener… Ya sé que el hombre ideal no existe, pero él, aparentemente, está muy cerca de serlo… O tiene doble personalidad y es un desalmado… Qué sé yo… Pero, hasta ahora, su modalidad me encanta… Súper varonil y da toda la sensación de ser muy protector… Será tan así?... De alguna manera me las tengo que ingeniar para averiguarlo… Aunque este desgraciado, de estúpido no tiene nada y se puede avivar… Ya veré cómo hago… porque tiene unos labios… Patry, seguí como hasta ahora… simpática y agradable… pero no te pongas a coquetear porque con estos personajes nunca sabés cómo termina…
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Seitenzahl: 312
Veröffentlichungsjahr: 2017
Olivia Bazán
ENTRE VOS Y YO
Editorial Autores de Argentina
Olivia Bazán
Entre vos... y yo : parte I / Olivia Bazán. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2017.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-711-846-9
1. Novelas Románticas. I. Título.
CDD A863
Editorial Autores de Argentin
www.autoresdeargentina.com
Mail:[email protected]
Diseño de portada: Justo Echeverría
Diseño de maquetado: Maximiliano Nuttini
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina –Printed in Argentina
Índice
TODO TIENE SU TIEMPO
EL RELOJ SIGUE GIRANDO HACIA ATRÁS
LOS RECUERDOS SON IMPARABLES
CAMINANDO SOBRE EL PASADO
EL JUEGO DE LA VERDAD
CONFESIONES BAJO LA LUNA
ACLARANDO COMO EL AMANECER
EL PESO DE LA HISTORIA
EL TAN DESEADO COMO INCIERTO FUTURO
El gran jardín, con su pileta iluminada a un costado,separaba la casa del quincho. Las plantas quelo decoraban, presentaban un casi perfectoarco iris, y sus hojas, distintas tonalidades de verdeque le daban un calor muy especial. Las mesas estabanseparadas, de tal manera, que se podía hablar amablemente y sin levantar el tonode voz para ser escuchado. Mientras el dueño de casa,Gerardo Ruiz, abocado a preparar las primeras achuras quelos invitados esperaban casi desesperados, traspirabapor el calor de la parrilla; su mujer, Isabel Rawson, recorría las cuatro mesas cambiando risas yalgún que otro comentario entre su veintena de divertidos amigos.
En realidad todos loshombres invitados, de una u otramanera, habían pasado varios años de la juventudjunto a Gerardo. Ya sea en la secundaria como enla universidad o el club. Eran amigos demuchos años atrás, ya que todos se encontrabanentre los cincuenta y cinco y sesenta años. Las mujeres,por su parte, diferían mucho másen la edad. Como había varios casados porsegunda vez, sus mujeres eran, como generalmente sucede, diezo quince años menores que ellos. Y como también estaban losque se separaron sin volver a dar otro sí, Isabel invitó a suhermana menor junto a un par deamigas, íntimamente pensando que podrían ser unaagradable compañía para los, aparentemente solitarios, amigos de su marido.
Las mesas tenían seis sillas a su alrededor y, aunque sobrabanun par de lugares, los Ruiz prefirieron porque siempre aparecía algún agregado de últimomomento. En su gran mayoría todos seencontraban, aunque un poco alejados, con sucopa de vino en la mano y cerca del asadora quien, entre bromas y bromas le pedíanque, por favor, acelerara el trámite para comenzar a probar loque suponían eran exquisitas achuras. Cuando Gerardo hizoun gesto de aprobación con la cabeza a sumujer, Isabel dio un par de palmadas enbusca de silencio y dijo, en vozlo suficientemente alta para que todos escuchen “Cadauno elige dónde se quiere sentar… pero hayuna condición de la casa… está prohibido hacer mesasexclusivas para hombres o mujeres… A mezclarse, señoras y señores!”, aunque recibió algún que otroabucheo y aplauso, en forma obediente, los amigos fueron buscandocompañeros para compartir el agradable momento que esperaban. Se fueron ubicando y exprofeso –en medio de sonrientes cuchicheos‐ se sentaron los hombresen una sola mesa, en doble fila y lomismo hicieron las mujeres, hasta queentre risas por la broma, Isabel, sin demostrar excesiva paciencia, los obligó a cumplir con su anticipado pedido.
Las conversaciones eran totalmente distintas. En una mesahablaban de la situación económica, en la queparticipaba la mayoría; en otra sobre lasúltimas películas que se habían estrenado yen el resto se habían formado subgrupos que se contabanasuntos más personales. Precisamenteen una de ellas se habían acomodado, Patricia, hermanamenor de Isabel y Gustavo Bretón, íntimoamigo de Gerardo desde la época de cursar lasecundaria. Ella era de una estatura un poco másalta que lo común, morocha, con muy proporcionado cuerpo y una simpática cara, con brillantemirada y nariz muy poco aguileña.Él, también morocho, de facciones agradables sin llegar a serbuen mozo, con bigote y barba gatillo muyal ras, y piel un poco oscura quele daba un aire especial. A Patricia le llamó mucho la atención los buenos modales de él, a losque no estaba acostumbrada con sus amigos habituales. Tanto fueasí que, después de presentarse y sentarseen la silla que él ayudó a acomodar desde el respaldo, ella con absoluta normalidad le dijo “Gracias, caballeros como vosquedan pocos…” Mientras él se acomodaba en la silla a sulado, respondió, “Y sí… se van muriendo… cada vez quedamos menos” y los dos sonrieron porel tan cierto comentario. “Cómo te gustan las achuras?... tirando a crudas o cocidas?Porque yo no voy a esperar a que nossirvan…” preguntó amablemente Gustavo, al tiempo que se levantabade la silla, con su plato en la mano. “Me parece genial… tirando a cocidas… pero te aviso quecorrés el riesgo que mi hermana te saque zapateando”sonrió, pero él ya le había dado la espalda ycaminaba rumbo a la parrilla. Alos pocos minutos volvió, con el plato cubierto con unpar de cada achura que ofrecía el exquisito asador:mollejas, chinchulines, chorizos y morcillas. Le acercó el plato para quePatricia seleccionara sus preferidas, pero sólo se sirvió elmás pequeño chinchulín y una morcilla. “Me dejás todoesto para mí?... preguntó, azorado, Gustavo. “Soseconómica, eh?”, agregó sonriendo. “No es fácil mantener lalínea… a esta edad, como decía mi abuelita, comés unala y engordás un pollo…”, fue la graciosa respuestade ella. Gustavo puso cara de sorpresa, encogió un poco los hombros dando a entender que no compartía lo escuchado y comenzó a cortar la bien cocida molleja que tenía todo el aspecto de estardeliciosa. Como Patricia terminó su escasa entrada muchoantes que él, Gustavo se sintió incómodo estarcomiendo bajo la mirada de ella. Porlo que le ofreció algo y, ante su negativa,insistió y sólo logró que compartiera medio chorizo.Mientras ella comía masticando lentamente, Gustavo devoraba casi sin tragar, acompañando con algún que otro pedazo de pan francés, algo queella rechazo, también, de plano. Cuando el plato quedó vacíoy después de haber ingerido un par de copas de vino, él con ironíale preguntó, “Disculpame … pero viniste para hacer régimen…o tu hermana te invitó a sabiendas que no sos ungasto?” A Patricia le causó gracia y respondió “Un poco delas dos cosas… detesto estar gorda” Gustavose acercó a su oído y susurró “No hables envoz alta de gordura porque alguna te va a querer matar…” y con susojos le hizo señas para que mirara auna de las mujeres que estaban en su mesa.Patricia se llevó la mano a la boca,para tapar su risa, y dijo, “Tenés razón… no me había dadocuenta de Lucila… espero que no hayaescuchado…” Gustavo se echó contra el respaldo de susilla y con toda soltura respondió “Si querésse lo digo… de parte tuya, obvio…” y acto seguido levantó el brazo y en voz alta dijo “Lucila… Lucila…” Antesque tuviera una respuesta, Patricia riéndose de los nervios murmuró “No se te ocurraninguna gracia inoportuna porque te mato!” Élno le llevó el apunte y, cuando Lucila, desde el otro lado de la mesa con unasonrisa le preguntó qué quería, él señaló a Patriciay respondió “No sé… ella te quiere decir algo…” Entre dientes y antes de decir algo a Lucila, Patricia balbuceó “Sosun maldito!...” y en voz alta, exclamó “Una pavadaLu… después te lo comento” y dirigiéndose a él, continuó “Siempresos así o te entrenás?... Sos un quemo!” Comoél se dio cuenta que el tono tenía un dejo de disgusto,para suavizar la situación, retrucó “Pensás que ibaa hacerte pasar un papelón?... Fue un simple chiste para alegrar la reunión…
No espara tomárselo a la tremenda… somos todos recontra amigos…” Ellase dio cuenta que su actitud no había sido demasiado oportuna, pero como no le gustabadar el brazo a torcer, respondió “Ustedes son muy amigos…yo los conozco poco… y a vos…”. “No te hagas problemas,la interrumpió Gustavo, ya me vas a ir conociendo y tomando como soy… No te va a quedarotra”. Y golpeó su copa de vino contra la deella, brindando, en busca de conciliación.
A medidaque las bandejas, con distintos cortes decarne, iban pasando por las mesas y el vino corríacon mayor velocidad, las voces empezaron a transformarse encasi gritos y las risas en sonoras carcajadas. Nadie podía decir algo lógico y razonable, porque de inmediato le devolvían una irónica o sarcástica respuesta, que obligaba a cambiar de tema antes que entraren una ridícula e innecesaria discusión.En un momento, las voces dela mesa que estaba más cerca de Patricia, elevaron los decibeles en forma exagerada, lo queobligó a Isabel a intervenir, se acercó ydijo “Lucho… Rodrigo… les ruego… otra prohibiciónde la casa es hablar de política… OK?”Como todos conocían el carácter de la dueñade casa, uno de los motivos por losque Gerardo era admirado, los dos amigos aceptaronel pedido y se llamaron a pacífico silencio. “Decime,vos tenés el mismo carácter de tu hermana?... preguntó Gustavo, poniendo cara de temor. A Patricia le cayó bien la ocurrencia y como si fuera algocomún, contestó sonriendo “Tal vez… tal vezsea peor…” Él apoyó la servilleta sobre la mesa, amagólevantarse mientras dijo “Me parece quellegó la hora de irme… no sé quien, pero alguienme espera”. Patricia lo tomó de un brazo y, riendo, expresó “Bueno no soy unogro para que te escapes… No te voy a comer… por ahora, queestoy cuidando la línea…” Gustavo, con su amplia sonrisa, volvióa tomar asiento y sólo la miró. Los dosse dieron cuenta que, en pocos segundos, algohabía cambiado entre ellos. Ella observó con másdetalle cómo estaba vestido él, con un jean celeste y camisa azul,también de tela jean, con dos bolsillos,arremangada y suelta por sobre el pantalón. Exagerada cantidad de pelo cubría sucabeza y las facciones eran sumamente varoniles.Tal vezle faltan unos centímetrosdealtura, pensó. Porsu parte, Gustavo, sacó una instantáneade ella y se dio cuenta que transmitía algo muy especial, que tenía unalindísima piel y, al detenerse sobre el ajustado vestido, largo hasta los tobillos, con anchas rayas verticales, negras y blancas, recordó que la había visto de espaldas cuando entró. En décimas de segundos pensó,tiene unbuen adelante y un excelente atrás. Para quebrar el silencioproducido entre ellos, él continuó la conversación y retrucó “Porque tu hermana es divina… perotiene un carácter!... Mirá que la conozco de hace añales, pero nunca tengo la menor idea con quéva a salir… Lo cual no me quita el sueñoporque sabe muy bien cuánto la estimo… Pero, te reitero, tieneun carácter…” Patricia lo escuchó atentamente y le encantó quefuera tan sincero con su opinión, máxime siendoella la hermana, y dijo “Sí, Isabel,como decís es divina… pero la mata el carácter a la pobre. No todos se lo bancan… Te lodice alguien que lo sufrió conviviendo muchos años… Poreso adoro a
Gerardo… no sé cómo hace para llevarla tan bien. Porque, coincido con vos… tiene un carácter que asusta!” y los dos largaron risasal mismo tiempo.
Cuando todos terminaron de comer como sifuera la última cena y se quedaronapoltronados en sus asientos, sin demasiadas ganas demoverse, comenzó la danza del champaña. Y, salvouna que otra mujer, la mayoría aferró su copa, cuidandoque jamás se vaciara. Gustavo fue una delas pocas excepciones. Sólo le sirvió una copa, a su ocasional compañía ylo mismo hizo con la de él. A Patriciale llamó la atención y comentó “Sos distinto al grupo…Todos parecen tener papel secante en el estómago y vos… vossos muy medido… por lo menos conel alcohol…” terminó con cierta suspicacia. Él respondió con un gesto afirmativo, y dijo, “Así es… muy perspicaz de tu parte… con el líquido soy bastante medido… Me costó,pero aprendí.” “Si aprendiste, quiere decir que algo te enseño…” afirmóPatricia con una extraña sonrisa. Gustavo la miró a los ojosy con absoluta tranquilidad dijo, “Mirá, me ha hecho meter mil veces la pata… he tenido que pedir cientos dedisculpas y, lo peor… me he arrepentido tantasveces de las consecuencias… que ahoraveo un corcho y no te digo que salgodisparando… pero, más o menos, me cuido horrores…” La explicación le causó gracia a Patricia y, de maneraun poco ingenua, preguntó “Y sólo el alcohol te enseño algoque te hizo cambiar?” Gustavo captó que, por algún lado, venía la estocada pero se hizo el disimulado y respondió sonriente “Bueno, tan borracho no fui como para que la botella haya sidomi única maestra… los amigos, la gente, el trabajo, todote va enseñando cosas en forma permanente y está en vosaceptarlas o rechazarlas… no te parece?” Ante la categórica respuesta, Patricia guardó la espada que había sacado y, con toda normalidad, dijo “Por supuesto… la vida te va modificandociertas cosas… Algunas a favor y otras no tanto… Dependemucho de cada uno, no es cierto?” y agregó“en tu caso, qué fue lo que te provocó el mayorcambio?”. Gustavo formó, con los dedos de la mano, un revólver y apuntándose con el índice enla sien, exclamó “Pum!..Me mataste! No andás con pequeñecesvos, eh? Mirá qué preguntita se mandó lahermanita del ogro… será la ogrita?” finalizó sonriendo. Patricialo miró, haciendo lo posible para no reír por el franco comentarioy aprovechó para volver a sacar la espada y dar la tan deseada estocada y con todacalma, dijo, “Las mujeres, no?” y se quedó,tan tranquila, tomando el último trago de champaña. “Perdón…dijo Gustavo, afablemente, pero a vos alguien te escribe los libretos oson creaciones propias?” Ella lo miró seriamente, y a sabiendas que él se daba cuentaque estaba fingiendo, respondió sin inmutarse “Creación propia…y bastantes conocimientos de historia, estimado” Si bien la respuesta lo desubicó un poco, rápidamente Gustavotomó el control de la situación y preguntó “No me digas… estimada…que tenés conocimientos de la historia de este simple y humilde ciudadano…” Ella lo mirófijamente a los ojos y, sin disimular la sonrisa,replicó “Qué sagaz! Conozco muchos –y remarcó muchos‐ entretelones de la vida decasi todos los que están un poco pasados debebida, y no tanto, que se encuentran en este jardín… Si no estoy equivocada, vos sos parte del grupo, verdad?” El cruzó sus brazos, asintió con un repetido y lento movimiento de cabeza y, comosi fuera un simple comentario, dijo “Ajá! Así que tenemosun investigador entre nosotros… De la CIA… FBI…KGB…a cuál servicio perteneces, si se puede saber?” Ella hizoun esfuerzo para no reír y,lo más seria que pudo, retrucó “Servicios privados…sumamente privados, conforme, estimado?” Él sonrió antela supuesta explicación, pensó un instantemientras miraba cómo ella estaba al acecho ycomenzó “Veamos… analicemos un poco la cosa antes deresponder… En primer lugar, enorme error mío… contodas las mujeres que han invitado, me vengoa sentar junto a la ocurrente investigadora y, paracolmo, hermana del gran ogro, que otra cosapodía esperar sino algún zarpazo?” Patricia lo miraba,muy interesada, escuchando lo que decía, sin perder lasonrisa que la argumentación le causaba. “Claro y sincerolo tuyo…estimado… alguna crítica más?”, preguntó con cierta ironíaen su voz. “Ni loco! Jamás me animaría con alguiende tus características… Está todo genial!.. Confieso…confieso… la culpa es mía! Ella no tiene nadaque ver!” y al tiempo que tiraba las frases sueltas, iba gesticulando y cambiando la expresión de su cara, algo que Patricia no pudodejar de festejar con una buenarisa. Después de la payasada, Gustavo se pusoserio y sin ocultar su curiosidad, inocentemente, preguntó “En serio sabés muchas cosas demi vida?…” Patricia clavó su mirada en él y sólo dijo “Asíes… estimado. Mucho más de lo que podéssuponer…” y guardó silencio. Gustavo se quedó tan sorprendido como petrificado, mirándola,tratando de entender en manos de quién estaba.Tan agradable, amorosa y lo buena que está, pensó,y no deja de sorprenderme cada vez que abre susensual boca… Reaccioná o da las hurras y rajá para casa.
FuePatricia quien lo alejó de sus pensamientos cuando,acercándose un poco a él, dijo “Gustavo, no quedará mal que no le demos bolilla a nadie? Estuvimos charlando todoel tiempo y no cambiamos ni una palabra con los otros de la mesa…” El preciso comentariolo dejó pensando escasos segundos y, muysuelto de cuerpo, preguntó “A vos te preocupa?”“Para nada” fue la rápida respuesta, mientras encogía los hombros. “A mí menos…” corroboró él, con una cómplice sonrisa, al tiempo que le ofreció otra copade champaña, que fue aceptada con total beneplácito.Junto con la media botella, no tan fría,también trajo dos platitos con higos secosy almendras, que apoyó sobre la mesa para poder servir lascopas. Patricia, delicadamente, se llevó un higo a la bocay, mientras lo saboreaba, comentó “Cuántos años hace que sos amigo de Gerardo…?” “Demasiados… un montón… imaginate, desde que comencé la secundaria”le respondió levantando las cejas. “Ah! son dela misma edad?” volvió a interrogar ella. “No…me lleva dos años… cuando yo entré élestaba en tercero, pero como jugábamos al rugby en el equipo del colegio, empezamosa hacernos, cada vez, más amigos… y así seguimosy seguiremos, si Dios quiere. Es un gran tipo…nadie lo mueve de sus códigos y principios… Gerardo esde primera… un incondicional amigo”, dijo, orgullosamente, Gustavo. Satisfechay contenta por la perfecta descripción quehizo de su cuñado, Patricia se quedó absorbiendo lo escuchado por unos momentos y, capciosamente,preguntó “Y hay reciprocidad en lo que él piensa devos?” Gustavo, en primer lugar, la mirómuy serio, pero cambió su expresión con una suave sonrisay retrucó “Cómo te gusta ser incisiva, no?... Siempre te entretiene buscar roña o a veces te divertís de otramanera?” “Todo depende con quien esté, estimado…Me adapto mucho al que tengo enfrente… Temolesta?” Él apretó fuertemente sus labios, negó con un movimiento de cabeza y sólo respondió “Para nada… estimada… para nada. Pero,por lo que decís, da la impresión que frente tuyo hay una mala persona…Tan horrible es la historia que, según dijiste,has acumulado sobre mí?… Y, además, tenés que tener muy en cuenta tu fuentede información… hay mucha maliciade por medio…” Patricia lo miró sugestivamente, y sólo dijo, “O muchaverdad…” Tratando, hábilmente, de cambiar detema porque no tenía la menor idea dehasta donde sería capaz de seguir ella, con esasintrigantes preguntas, Gustavo, con su mejor carade distraído, dijo “Para no cometer el pecado depreguntarle la edad a una joven mujer…cuántos años te lleva Isabel?... Así duele menos, no?”Patricia sonrió y rápidamente respondió, “No memolesta que me pregunten la edad… todavía la puedo decir, sin tapujos…” Y se quedó aguardando la lógica reacciónde él, que fue inmediata “Entonces… cuántos años tenés?” “Cuarenta yocho…” y fue interrumpida por un sorprendidoGustavo, que exclamó “Cuarenta y ocho?!”… Ella siguiócon su cortada frase, “Cuarenta y ocho… horas…faltan para que cumpla mis primeros cuarenta y dos… quedó claro, estimado?”
Él asintió sonriendo, ycomo si se sacara un peso de encima, dijo“Ah! Qué sorpresa! Pero, estás segura que no olvidaste algunahoja del calendario?” A ella no le cayó demasiado bienel comentario y volviendo a una actitud más seria yrecelosa, preguntó “Por qué lo decís?... Tan vieja te parezco?” Era la exacta reacción que Gustavo estaba esperando pararetrucarle, “No… para nada… Estás bárbara!... Sólo queyo también me adapto al que tengo enfrente… Te suena esa frase?” A Patricia le causó gracia cómole había devuelto el cascote que ella le había tirado y exclamó “Sos un maldito!”
Unos cuantos amigos, enpareja o solos, ya se habían ido, y los que quedaban formaron distintos grupos en el resto de mesas, mientras ellos dos seguían, cómodamente, instalados en el mismo lugardel comienzo. Isabel se acercó con dostazas de café y, amablemente, comentó a su hermana “Cómo lo acaparaste, eh? Se ve que el amigo Gustavo tiene muy buenos temas de conversación…” se dio media vuelta y fue para atender a los otros invitados. Patriciay Gustavo se quedaron un poco cortadospor las palabras de la dueña decasa y, con cierta picardía en la cara, Gustavo dijo “Fue bueno o malo el comentario?” Patricia puso cara de “qué le vas a hacer” yrespondió, con una franca sonrisa, “Jamáslo sabremos”.
Mientras tomaban el café silenciosamente, Patricia pensóa pesar de todos los cuentos ehistorias que tengo de él, nunca creí que sería tanhábil y escurridizo. Pero alguna manera voy a encontrar paraque me cuente su historia. La quiero saber de sus propioslabios… qué buenos labios que tiene… a cuántas habrá besadoeste desgraciado… No te vayas por las ramas Patry… sé concreta.Por su parte, mirando la enorme lunallena que aparecía detrás de unas nubes, Gustavo maquinabaqué se trae entre manos… siento que está revoloteando como unmoscardón y no decide dónde pararse. Algo está tramando y yo,como un estúpido, no llego a darme cuenta… y de tontano tiene lo más mínimo… es rápida, demasiado. Será así derápida en todo?... No jorobes, andá con cuidado Gus, sinocon esta clase de mina sos boleta… Seguro…Fue Patricia la que intentó entrar en el tema que buscabay, de manera muy casual, dijo “Sabés porqué fue el comentario de tu amiga… mi hermana?” Sorprendido pero al mismo tiempo contento deque alguien le aclare alguna de las tantas insólitas salidasde Isabel, respondió “No tengo la máspálida idea… De un grito de guerra a una declaración de amor, puedo pensar cualquier cosa…” A pesar quea ella le causó mucha gracia la honesta respuesta, trató de no demostrarlo y, simplemente dijo “Por celos…” Gustavo exclamó un “qué?!” tan fuerte,que ella le hizo nerviosas señas con lamano para que bajara los decibeles y después se llevó el índice a los labios en señalde silencio. Gustavo agachó un poco la cabeza, como esperando algún golpe desde atrás,pero la ahora incontrolable risa dePatricia lo hizo recomponer la postura. “Cómome decís eso… celos…Celos?!” y volvióa levantar, sin darse cuenta, su tono de voz, lo que obligó a ellaa repetir señas y gestos mientras contenía las carcajadas que aflorabansin mayor esfuerzo. “Sí… aunque no lo creas ote cueste, es así” dijo Patricia, con tanta firmezaque lo hizo dudar. Una vez que pudo reaccionarde la noticia tan sorprendente comoinsólita, Gustavo atinó a decir “Y en quéte basas para decirlo con tanta seguridad… No medigas que Isabel me mira con…”Patricia se acercó yle tapó la boca con la mano, para que nopudiera continuar hablando y decir alguna inconveniencia.Una vez que logró hacerlo callar y casi en unmurmullo, explicó “No… no te creas que sosGeorge Clooney … tampoco la pavada…Resulta que unode los problemas de Isabel es ser tremendamente celosa de Gerardo. Por lo que cela hastade sus mejores amigos… Además, siempre piensaque quieren alejarlo de ella… Todo un mambo muyespecial… Pero así es mi hermana, que también, te aclaro,está llena de virtudes”. A Gustavo le costó tomar consciencia de la aclaración y quedó unpoco pensativo, hasta que cabeceó afirmativamente, la miróy sin abandonar el gesto de sorpresa, respondió “Mirá vos… después de una friolera deaños me vengo a enterar que la mujerde mi mejor amigo me cela… Es delocos! Y encima la hermanita me goza con lanoticia… A qué vine?... a sufrir? Esto es deúltima!” Y no pudo dejar de tentarse conla risa, que la situación y comentarios deuno y otro lado, habían provocado a lacada vez más agradable Patricia.
Los dos se sentían en el mejorde los mundos. Habían encontrado a un excelente compañerode velada, lo que no es muycomún, y todo se lo tomaban ensolfa con absoluta normalidad. Estaban pasando un muy agradable momentoy sentían que la amistad venía demuchos años atrás. Patricia, tratando de crear cierto misterio tanto con su expresión como con el tono de voz,dijo, “Sabés que yo me acuerdo de vos…de hace mucho tiempo?... Y cuando digo mucho tiempo me refieroa unos treinta años”. Gustavo se esforzó para que no se le cayera la mandíbula ante el sorpresivo comentario, y poniendo cara de asombro, respondió, “Qué memoria… estimada… Y, sise puede saber, de dónde me conocés?Porque hace treinta años vos sólo tenías doce…” Patricia, retrucó, “Bueno… treinta no… veintinueve, más o menos… Fue en una fiesta que se hizo en casa, cuando Isabelcumplió, si mal no recuerdo,veinticinco años y todos sus amigos vinieron. Ella yaestaba de novia con Gerardo, por esoestabas vos, entre un montón de amigotes…” Contento por el agradable recuerdo que le trajo ala memoria, Gustavo preguntó, “Y no medigas que te acordás de mí…” La cara de Patriciatomó una expresión nostálgica y transmitiendo gran sinceridad en sus palabras, contestó,“Así es… aunque te parezca mentira… Yo tenía trece años… trece deaquellos tiempos… y como me daba vergüenza estar entre grandes, espiaba desde la escaleraque daba a los dormitorios, a todosustedes que se la pasaban bailando y riendoen el living…” Gustavo trató de trasladase aaquella divertida e inolvidablefiesta y, con cierta expresión de sorpresa, exclamó “Nome digas que vos eras la mocosa de trenzas…” “Sí”, contestó Patricia, un poco avergonzada, y agregó, “Nome digas que te acordás!...” “Muy vagamente… replicóGustavo, es un recuerdo como cubierto connubes… Pero, entonces, somos viejos conocidos!” terminó con una franca sonrisa.“Dejémoslo en viejos…” manifestó Patricia sonriendo, y continuó “Pero hubootra vez más… estimado… y seguro que no tenésla menor idea…” y se quedó, graciosamentemirándolo, esperando alguna ingeniosa respuesta.Gustavo puso a funcionar su memoria a toda velocidad, haciendo unrecorrido por decenas de fiestas y situaciones en lasque podría haberse topado con su simpáticainterrogadora, pero eran más las diapositivas en blanco que con figuras las que le surgían. “Me doy por vencido…” dijo, con ciertamezcla de amargura y bronca por no encontrar la respuesta apropiada. Patricia sonrió con un aire detriunfo y expresó con seguridad, “Once de abril de mil novecientos ochenta y nueve”
Sorprendido por tanta memoriay precisión, Gustavo entrecerró los ojos, estudiándola para ver si no le salía con algún otro capcioso omentiroso comentario, y para no quedar demasiado malparado, sólo dijo, “Hora… minutos… y tal vez, segundos, del encuentro?...” “Tan importante no sos… a ver… pero me acuerdo de la fecha, simplemente, porquefue el día del casamiento de Isabel… Presumo que, ahoraque te lo dije, tu castigada memoria recordará… no a mí, obvio, pero por lo menos lafiesta…” Como si se hubiera prendido una lamparitadentro de su cabeza, la cara de Gustavo se iluminó, y expresó “Lógico… cómo me voy a olvidarde tremenda fiesta… Isabel y Gerardo estabancontentos y felices como nunca los había visto… Sí,cómo no me voy a acordar de ese acontecimiento! Pero,pensándolo más detenidamente no me puedo acordar devos… Te juro… hago un esfuerzo y no puedoubicarte…” Patricia, sin darse cuenta, cambió la alegre expresiónque tenía hasta ese momento por una un poco másseria y, manifestó “Porque sólo tenías… o se supone quetenías, ojos para una sola mujer… la tuya”. Élse quedó cortado, por el comentario sin vueltasque recibió, y sin buscar una respuesta muy profunda,dijo “Claro… en el ochenta y nueve todavía estaba casado… Qué antigüedad!.. Cuántos años pasaron!...” “Nadamás que veinticinco… por eso preparate para lafiesta del próximo mes. Porque Gerardo sé queva a tirar la casa por la ventana…” comentó Patricia.“Y no es para menos… hoy en día no es común convivir tantos años… Se lo merece...” yaclaró rápidamente “los dos se lo merecen…” APatricia le causó gracia con la habilidad que recompuso el comentario,y preguntó con total inocencia “No es tu caso, no?.. Me refieroa convivir tantos años con la misma persona…”
TODOTIENE SU TIEMPO
La aparentemente inocente pregunta de Patricia,causó una gran zozobra en la memoria de Gustavo. Aunquetrató de frenar el primerimpulso que sintió de volver al pasado, nolo logró. Su romanticismo y nostalgia se lo impidieron.Carmen, Carmen Gallardo. Cómo voy a olvidarmede ella. Mi gran primer amor de la juventud. Y miráque tuviste amores Gus, pero Carmen fue algo especial. Seguramentepor la edad que teníamos. Porque el amor quese siente a los veinte y pico tiene una fuerzaque asusta… Por lo menos me asusta ahora, mirándolo enretrospectiva. Porque en aquel entonces si no la veía todos losdías, me quería matar… Qué distinto soy ahora!Por Dios! La pasión me carcomía las entrañas,pero lo máximo que podía hacer, físicamente, era darle unbeso y si estábamos demasiado hirviendo acariciarle, como gran cosa, lospechos. Hasta que ella entraba en razones y mesacaba las manos de encima. No vaya a ser… Quéhorror! Con cuánta hipocresía nos enseñaron a vivir los mayores! Nique fuera un pecado querer acariciar a la persona que unomás deseaba. Pensar que la pasaba a buscar los sábados alas diez de la noche, para ir a bailar, ysi volvíamos más allá de las dos de lamañana, sus padres meexcomulgaban! Igual que ahora que reciénsalen a la hora que yo volvía! Y ni quéhablar con el tema sexo. O será que a míme tocó un círculo muy cerrado en ese aspecto. Creo quehubo mucho de eso. La sociedad estaba más compartimentada que ahora.Y a mí me tocó lo más cerrado en el temasexo. Además, antes, por lo menos sabías con quién podías“tirarte”, ahora hasta las que parecen serias y van amisa todos los días, se revuelcan como cualquiera. No estás viviendoen otro siglo Gus, estás en otro planeta. Pensá que antes,las pobres mujeres tenían que llegar vírgenes al casamiento, sino eranmal vistas… Qué locura! Cuánta falsedad! Porque mi padre, nocreo que le haya metido los cuernos a la vieja, peroel abuelo, o era el bisabuelo, qué se yo, por los cuentosque me llegaron… era una máquina de salir el guacho. Y lotrataban con unexagerado respeto. O sería temor? Muyprobable, porque el marido la mandaba al demonio, y de qué vivíala mujer? Si sólo estaba enseñada para tener hijos y dirigirla casa. No tenía la menor idea decómo ganar un peso. Qué bárbaro! En ese aspecto,por suerte, el avance fue positivo. Bueno, siempre hay algo positivo. Quea uno le cueste aceptar los cambios es otra cosa. Simis padres vieran el libertinaje de la juventud actual,se vuelven a morir los pobres! Y la culpa del desmadrees de mi generación y la siguiente.No saben decir no a los hijos. Claro, a míme resulta fácil porque no los tengo. Pero si en lavida no se ponen límites, aunque duelan… sonamos!
Cuandoestaba completamente abstraído en sus reflexiones, que desu primer amor se dispararon a realizar un análisisde los cambios en la sociedad, un “Acáestoy” lo volvió a la realidad.Era Patricia, parada frente a él que había vueltode la corta ida hasta el bañito delquincho. “Ahora puedo escuchar, con total tranquilidad,la filosófica explicación… supongo, que me darás sobretu relación con la larga convivencia” manifestó, mientras hacia un ampuloso gesto con el brazo indicando quecomenzara, y se acomodaba en la silla. “Sos terrible, eh?...cómo engañás!... muy modosita… mirada casi infantil… tono inocente…pero cuando te proponés algo, sonamos!”, respondió Gustavo, amable pero terminantemente. “Así es… estimado” contestó, alegremente Patricia, mientras lo miraba, girando su índice al lado de la bocaen señal de que comenzara a hablar. Él exageró su carade hombre sufrido y, para satisfacciónde ella, comenzó “Trataré de ser corto para no aburrirte… la convivencia, estimada, tiene muchas, muchísimascosas positivas… pero también negativas. Ya sé… como casi todo.La diferencia es que, en este caso, lasnegativas tienen consecuencias terminales. Carecen de solución. O, mejor dicho, hay una solución y es única…terminar con la convivencia. Separarse. Dejar de estarjuntos. Y antes que me preguntes, porque pienso que te estoy conociendo cada vez más, te digo que lo negativo de la convivencia, en la mayoría de los casos, es larutina. Para algunos, la famosa rutinaes como un papel de lija que, todos losdías, va desgastando la relación. Lentamente, sin queninguno se dé cuenta, soplás y levantás un pequeño polvito producto del paso de la lijapor la pareja…” Patricia lo escuchaba atentamente y, cuandoél terminó la explicación, se quedó extrañada del repentino silencio y, sin querer, dijo loque le nació espontáneamente “Ya está?... Se acabó?...Estaba buena la disertación de un… entendido sobre el tema, no? agregó con cierta ironía. Acostumbrado al acoso de su nueva amigay en camino de ser, también, su confidente, Gustavosólo atinó a replicar, “No perdés la másmínima ocasión para aguijonear, eh? Tomaste clases en algún lado… hiciste un curso especial?” Conla cara que transmitía una gran felicidad,Patricia no tardó en contestar “Soy la hermana menor de Isabel… la hermanita…sipodés, pensá… cómo hacía para defenderme, cuando era chica, ante tremendo carácter de alguien con tantadiferencia de edad? Aprendí solita, melas tuve que ingeniar…” Ante tan precisa aclaración, Gustavo se quedópensando y dijo, “Tenés razón… doce años dediferencia es enorme cuando una tiene trece y la otraveinticinco… es mucho” Sin dar mayor importanciaal comentario, Patricia volvió a la carga con el tema inicialy señaló “Ahora, en serio, muy aclaratoria laexplicación sobre tu…digamos…poco amiga convivencia. Pero…estás convencido sobre lode la rutina…?” Gustavo pensó un pocoy sostuvo “Totalmente. Lo que en un comienzo te parece genial, a través del tiempo te empieza a cansar. Porquesentís que si no cumplís con esa rutina, la que sea, no satisfaces al otro. Y es muyprobable que tu pareja, también piense como vos y nose anime a decirlo. Por lo que terminan los dos haciendo un esfuerzo, que noles agrada, y encima no satisface al otro. Cartón lleno!” “Muy claras tus ideas, estimado, nodejas de sorprenderme. Así que tengo que aprovechar para sacarle, a un erudito en la materia, todala información posible que pueda serme de utilidad…” Patricia dejó la frase inconclusa,esperando que él le diera pie, para preguntar loque tenía en mente desde hacía largorato. Y así fue. Gustavo, distendido por laagradable conversación y con su mente casi en blanco,con naturalidad preguntó “Qué querés consultarme?... Algo enespecial?” Mentalmente Patricia se frotó las manos y pensó,caístecomo un chorlito, pero sin transmitir con suexpresión la sensación de triunfo quetenía, dijo “Tengo una enorme intriga… y sólo vosme la puede sacar.” Gustavo, que no imaginabaque se encontraba en el cadalso, respondió, “Adelante, sipuedo, encantado…” Aunque interiormente la situaciónle producía ciertos nervios, porque no conocía tanto a Gustavopara saber cuál sería su reacción ante algo tan íntimo, tomó coraje y como si fuera algo común, dijo “Si no te incomoda… me podés decircuántas veces te casaste?” Gustavo se echó a reír y Patricia pensó queestaba haciendo tiempo para buscar una escapatoria, cuando la realidad era que él no podía creer lacasi desfachatez de ella, al hacerle esapregunta. Y no pudo con su honesta modalidady, aunque seguía tentado por la risa, llegó a responder “No sosterrible… sos el colmo! Cómo te animás a preguntarme algo tan…tan…”Ella, sonriendo seductoramente, lo interrumpió ydijo “íntimo, personal, delicado, prohibido…sigo?” Los dos soltaron larisa contenida y Gustavo aprovechó para gritar “Isabel…socorro…Isabel… ayuda, por favor…” La dueña decasa se acercó, casi corriendo, y vio que los