Fox contra los sorbesesos - Jesús Ballaz - E-Book

Fox contra los sorbesesos E-Book

Jesús Ballaz

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Beschreibung

A Dani le regalan un foxterrier, un regalo envenenado. Solo lo recibe bien su madre que pertenece al Club Dálmatas cuyas elegantes integrantes tienen perros de raza. Su hermana Berta hará ver a Dani que es un esclavo de Fox y que, tras la moda de tener animales domésticos, están los sorbesesos, que allí tienen su gran negocio. Fox optará por la libertad de los perros callejeros. Arrastrados por él, otros perros desertan de sus casas provocando grandes divisiones en las familias.

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© de esta edición Metaforic Club de Lectura, 2016www.metaforic.es

© Jesús Ballazjesusballaz.blogspot.com.es

ISBN: 9788416862320

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la portada, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados.

Director editorial: Luis ArizaletaContacto:Metaforic Club de Lectura S.L C/ Monasterio de Irache 49, Bajo-Trasera. 31011 Pamplona (España) +34 644 34 66 [email protected] ¡Síguenos en las redes!  

FOX CONTRA LOS SORBESESOS

Jesús Ballaz

[email protected]

1 Un regalo envenenado

Dani había aceptado un regalo vivo: un perrito foxterrier. Era un cachorro precioso, gordo y juguetón, de morro cuadrado. ¡Una monada de perro!

Pero, en cuanto lo tuvo en casa…

…Dani vio que era un regalo envenenado.

«¡Será la mayor desgracia de mi vida!», pensó.

A Berta, su hermana mayor, no le cayó bien el animalito.

-No me gustan los perros-adorno –sentenció.

Como no fueran de porcelana, claro. Hace años que tenían dos sobre un armario del comedor y nunca había protestado.

Desde que estudiaba en el instituto, Berta había cambiado mucho.

-Bah, otro trasto con patas y rabo –dijo-. De esos asquerosos que dejan por ahí regalitos cilíndricos que adornan las calles.

Berta y sus amigos los Netos estaban en contra de martirizar a un perro encerrándolo en un piso.

-¡Huumm, te has metido en un buen lío, Dani! –le dijo-. Los Netos no te vamos a dar tregua. No queremos que, con tanto perro, Sediñar acabe siendo su estercolero.

Las palabras de ánimo de su madre de nada le servían. Eran palmaditas a la espalda interesadas.

Su padre ni siquiera había mirado al foxterrier. Le importaban un bledo los perros. Solo le interesaban los bebedores… de agua. Aunque, para quedar bien, mientras seguía leyendo un libro sobre aguas minerales, dijo: “ese animal tiene una mirada inteligente”.

Dani no escarmentaba. No era la primera vez que había tropezado. ¡Por buenazo!

El primer topetazo que recuerda lo tuvo a los cinco años. Se vistió de Spiderman. Berta, cuatro años mayor, le hizo creer que Spiderman volaba y que, vestido así, él también volaría. Entonces Dani creía ciegamente lo que decía su hermana. Se lanzó desde la cama al suelo y se dio una morrada tal que perdió dos dientes.

Al ver la sangre, Berta le pidió perdón, ¡un gran perdón!, pero él sólo le concedió medio. Aún se acuerda de aquel día y no ha recuperado la confianza en ella.

Por suerte, eran los de leche y pronto le salieron los nuevos.

Después aún ha tenido algunas desgracias más. Y eso que su vida aún es corta: un metro treinta y cinco centímetros. Claro que sólo tiene nueve años acabados de cumplir.

La llegada del cachorro foxterrier, obsequio por su noveno cumpleaños, ensombreció su cara risueña.

-Hay regalos que matan -se lamentó enseguida. Y, para que Berta supiera que no lo había pedido él, añadió en voz alta -: ¡Qué manía tienen algunos de regalar lo que nadie les pide!

-¿Por qué lo has aceptado? –replicó su hermana-. Eres tonto ¿o qué?

-Me lo he quedado por tonto, sí.

-Y por mamá, que quería tener un perro, como sus amigas –añadió Berta-. Eres un pelota. ¡Que te conozco, palomo…!

-Las del Club Dálmatas son unas…

-Dilo claramente –le empujó Berta-; ¡una pijas!

Dani se ha propuesto no volver a cumplir más años si eso le va a traer más perros.

Al ver lo que le había caído encima, se acordó de lo que había oído decir a aquel hombre alto y misterioso que se sentaba todas las mañanas al fondo del bar El Túnel donde su padre tomaba a veces un café: «Hay loterías que rifan mala suerte. ¡Si lo sabré yo! A mí me tocó.»

El foxterrier se lo había endosado Matilde a la que no podía negarle nada. Su vecina, mezcla de genio vivo y mirada dulce, era una de sus mejores amigas. Pero desde que le hizo ese regalo…

Matilde tampoco tenía toda la culpa. Una perra, que se refugió en el jardín de su casa, había parido cinco cachorros en la leñera.

Al ella le hizo ilusión que esos perritos hubieran nacido allí, pero su madre tomó cartas en el asunto:

-No podemos quedarnos con ellos. Ya tenemos a PerRita.

-¿Qué puedo hacer?

-Repártelos entre tus amigos y amigas.

Matilde se los ofreció a sus cinco mejores amigos. Dani era el sexto.

Pero Luis, el segundo de la lista, un tipo listo, renunció a su suerte. Se buscó la excusa de que no tenían sitio en casa y que debía cuidarse del bulldog de su tía Ana.

En realidad no quería obligarse a sacarlo todas las tardes ni sufrir las burlas de los Netos, el terror de los esclavos de sus perros.

Dani tuvo que apechugar con ese regalo envenenado. Ya lo tenía en casa. ¿Con qué cara lo iba a abandonar? Nunca lo haría. Sin embargo, no paraba de lamentarse: «Tenía que haberme negado a quedarme el animalito. Soy un cobarde».

Debía reconocer que lo había aceptado no sólo por la insistencia de Matilde sino también por su madre que quería ingresar a toda costa en el Club Dálmatas. A él pertenecían Nieves, la madre de Matilde, y Ana que había pagado una fortuna por aquel bulldog de pelo brillante que tanto se parecía a su marido.

A los tres días de que a su hijo le entregaran el cachorro, Andrea ya había conseguido lo que tanto deseaba: codearse con las elegantes socias del Club Dálmatas en la cafetería El Gran Danés. Lo ansiaba desde siempre y, por fin, desde que su marido era gerente de Aguas del Pozo Dorado, podía permitírselo.

Dani hubiera preferido un loro. No hubiera tenido que bañarlo ni despiojarlo ni sacarlo a pasear. Además, un pájaro se puede llevar en una jaula a todas partes.

En los museos y en los restaurantes prohiben entrar con perros, pero en ninguno de ellos se ve un cartel que diga: «loros no».

De la noche a la mañana, Dani se encontró con un perro que crecía rápido sentado a su lado en el sofá.

Su presencia le disgustaba. Por eso no le hacía ni caso. Prefería mirar la televisión.

Una tarde, miraba embobado unos dibujos animados en que un gato perseguía a un perro.

-¿Tú puedes creerte eso? ¿Un gato persiguiendo a un perro? –farfulló enfadado el foxterrier. Y le soltó con su ladrante vocecita-: ¿Aún no te has hartado de tantas patrañas?

El chico se puso en pie de un salto. ¡El animalito hablaba! Y lo más admirable era que decía palabras raras: ¡patrañas!

Sin saber cómo reaccionar, se levantó y se fue a la cocina a pedir la merienda.

-¿Con quién hablabas? –le preguntó su madre-. No me digas que con el perro.

-¿Con ese perro tan soso? Preferiría hablar con una tortuga.

Dani cogió pan y media tableta de chocolate, y volvió al sofá. Para congraciarse con su compañero y calmar su enfado, le ofreció un trozo de pan. El foxterrier lo rechazó con un gruñido:

-Bah, me das lo peor.

Entonces le entregó a regañadientes la mitad de su chocolate.

El animal no le hizo ascos. Se lo comió en dos mordiscos.

En cuanto acabó de merendar, Dani miró en internet la palabra patraña. La explicaba así: «mentira o noticia fabulosa, de pura invención».

«¡Qué difícil! ¡Y ese perrito la sabía!», pensó admirado.

Episodios como ese le hicieron darse cuenta muy pronto que ese animalito no pasaría en vano por su vida. La rebeldía asomaba por su mirada.

2 La gran sorpresa

Dani lo llama Fox. Así, a secas. Le ha quitado el apéndice final: terrier.

Pero ¿se ha de molestar el perro porque le acorten el nombre si le dan chocolate? ¡Otra cosa hubiera sido que le hubieran cortado la cola, que eso sí que duele!

El perro crece rápido. Y cada día habla con más precisión. Ya no se equivoca como cuando, de pequeño, se le escapaban frases como: “He bebido agua claro”, “quiero una huesa de vaco”…

Dani y su hermanita Inma, la pequeña, se le reían entonces en sus propias narices. Berta nunca se rebajaba a reír las tonterías de un perro doméstico. Para ella un animal que acepta ser perro faldero es un idiota con cuatro patas.

Aunque le dé trabajo y molestias, Dani le va cogiendo afecto. Y le fascina que hable. Lo que más le llama la atención de Fox es que piensa antes de hablar, algo que a menudo no hacen ni sus amigos, ni los locuaces locutores de Onda Perdida, ni las señoras del Club Dálmatas que sólo repiten lo que dice TeleSN…

Decididamente el perrito es un bicho raro. Tiene una cabeza que es algo más que una percha de la que le cuelgan las orejas. Es listo y muy astuto. Cualquier cosa que ve le despierta un interrogante. Y cuando se lo contesta, muchas veces tiene razón, ¡vaya si la tiene!

Y no solo eso; Fox expresa opiniones propias que discrepan de lo que dice TeleSN, con la que suele coincidir la opinión de la mayoría de la gente que conecta con esa cadena.

A Dani eso le admira. Inclinado a pensar que la razón está del lado de la mayoría, le incomoda pensar contra dirección. Le parece que es como nadar contra corriente. Pero, a veces, al oír al contestón Fox, piensa que le gustaría ser como él.

A medida que el perro se ha ido acostumbrando a responder a la palabra Fox, le gusta que le llamen así.

-Es como llaman en América y en Inglaterra a los zorros –le cuenta Dani.