Fulgor de un nombre - Jesús Orta Ruiz - E-Book

Fulgor de un nombre E-Book

Jesús Orta Ruiz

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Beschreibung

Homenaje de la editorial Verde Olivo al centenario de Jesús Orta Ruiz; es la más completa compilación de poesía política que se ha realizado del admirado poeta. El libro, a través de héroes, mártires y efemérides, nos propone un viaje poético por la historia de Cuba. Quien dude alguna vez de su condición de cubano, puede reaccionar positivamente acercándose a Fulgor de un nombre; cuyo contenido, de principio a fin, fuera descrito por el propio poeta en febrero de 2005: "[…] La conocida aceptación popular de estos poemas, algunos memorizados y recitados por varias generaciones, es la mejor prueba de que cuando se hable de poesía y tiempo no hay que olvidar el espacio y la ocasión […]. Fue así que surgió esta poesía de fechas y circunstancias, tan sentida por mí como cualquier otra […].

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Veröffentlichungsjahr: 2023

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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida enlas leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía yel tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos,www.cedro.org) o entre la webwww.conlicencia.comEDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Cuidado de la edición:Tte. cor. Ana Dayamín Montero Díaz

Edición:Fidel Antonio Orta Pérez

Creación de cubierta:Javier Gutiérrez

Realización:José Ramón Lozano Fundora

Corrección:Aida Julia de Toro González

Foto de cubierta:Perfecto Romero

Emplane y conversión a ebook: Idalmis Valdés Herrera

© Jesús Orta Ruiz, 2022

© Sobre la presente edición:

Casa Editorial Verde Olivo, 2023

ISBN 9789592245631

Todos los derechos reservados. Esta publicación

no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte,

en ningún soporte sin la autorización por escrito

de la editorial.

Casa Editorial Verde Olivo

Avenida de Independencia y San Pedro

Apartado 6916, CP 10600

Plaza de la Revolución, La Habana

[email protected]

Índice de contenido
Prólogo
El Indio Naborí y la vigencia de su poesía política
El pulso del tiempo
Hatuey
Luz de Yara
Doce vegueros
Aponte
Francisco de Agüero
Joaquín de Agüero
Carlos Manuel de Céspedes
Bayamo
Ignacio Agramonte
Máximo Gómez
Maceo es el pueblo
José Martí
Gesta y leyenda del general José María Aguirre
Al mayor general Carlos Roloff
Verdad de Patria
Juan Gualberto Gómez
Hipólito Rojas y Antonio Cedán
Casañas y Montero
Poema del 7 de Noviembre
Robustiano Fernández
Romance del sembrador
Mella, su muerte y el camino
Mella y su regreso
Romance de Rafel Trejo
Elegía optimista a Luis Melián
Retoñan los pulmones
Antonio Guiteras
Roja simiente
Aracelio Iglesias
En la muerte de Rubén Batista
Cuando decimos Fidel no estamos diciendo el nombre particular de un hombre, decimos todo el pueblo que se resume en él
Fulgor de un nombre
Miró el reloj y era la hora…
Era la mañana de la Santa Ana
Artemisa
Abogado de toga verde olivo
Elegía del 30 de Noviembre
A bordo del Granma
Yara, Bayate, Turquino
Juan Manuel Márquez
Roja primavera
Poema del 13 de Marzo
Canto a José Antonio Echeverría
El Corynthia
5 de Septiembre
José María Pérez
Poema del secuestro amable
El Curita
Poema del 9 de Abril
La adversidad pactó con el tirano
Elegía a René Ramos Latour
Marcha triunfal de las columnas invasoras “Antonio Maceo” y “Ciro Redondo”
Clodomira
Tránsito villareño de la columna “Ciro Redondo”
Marcha triunfal del Ejército Rebelde
Al son de la historia
Algo más que piedra
Guardiana de la luz
Canto a las madres de los mártires
Décimas dobles
Niceto Pérez
Oda campesina en dos tiempos
Un, dos, tres, cuatro…
Camilo Cienfuegos
Fidel y su palabra eterna
Poema del 6 de Agosto
Canción del caballero proletario
El corazón de Nueva York
Comités de Defensa
De la intemperie al nido
Fajardo
Pastoral campesina
Canto al inder
Poema pioneril de los relevos
15 de Abril
16 de Abril
17 de Abril
18 de Abril
19 de Abril
Evocación de Homero
Sin aire no hay bandera
Andrés González Lines
Canto a la ANAP
Firme en la frontera
Canto a la CTC
El poeta ante el desfile militar
Réplica a Rubén Darío
Voto de confianza del pueblo a Fidel
Camilo, el viento y el mar
Carta de una madre cubana a una madre norteamericana
El héroe del trabajo
Fidel en Samarcanda
Poema de la Jornada Internacional de la Infancia
Elegía del pueblo a Lina Ruz
Fidel sobre el Cauto en furia
Es flor mi sacrificio
Elegía levantada a Nguyen van Troi
Canto al Escambray
Cuesta arriba
Parábola de los ríos o canto al Partido Comunista de Cuba
El cíclope despierto
El Che y el aire
Nuevo credo latinoamericano
Breves apuntes para la epopeya
Poema de los siete diamantes
Ángela Davis, nuestra hermana
Bienvenida a Salvador Allende
En su lugar, el presidente
Lázaro de los pobres
Federación Sindical Mundial y el mar…
Mayarí Arriba
Celia, la de Pilón
Pido permiso a la muerte
Siempre habrá constructores y un día no habrá rangers…
A las cenizas de Indira Gandhi
Canción de las cenizas
Breve mensaje a Torricelli
Elegía marinera
Breve crónica del 5 de agosto
Elegía del 8 de agosto
Restos que son raíces
Saltan los héroes de mármol
Hay trincheras de mármol con ideas
El Santo Padre va por Cuba
Clamor venezolano
Cuarenta y cinco años de justicia
Al maestro
Raíz heroica de la mujer cubana
Poema obrero de la resistencia
Canción para el trabajo voluntario
Canción del soldado a la paloma blanca
El soldado revolucionario
El arte de las masas
Dolor interno por la deuda externa
Epístola a Carlos J. Finlay
El carné del partido
La marcha del pueblo combatiente
Tiene que estar la muerte sorprendida
A Bonifacio Byrne
Los héroes
El tiempo no devora redentores
Del pueblo a Raúl
Felicidades, mi Revolución
Río de sangre y llanto
Recuento poético de la ignominia
Epígrafe
La Coubre
Drama de los tres libros
Llanto por Pedrito Morejón
Romance triste de unos ojos lindos
Última “hazaña” yanqui
Elegía de los zapaticos blancos
Elegía a Rubén López Sabariego
Eliseo Arias Hernández
Dos nombres para siempre
Niños, ¡Ha muerto el monstruo!
La sangre es fuego
¡Cobardes!
¡Mira, Martí!
El clarín de la sangre asesinada
Elegía de la sangre española en garras yanquis
Elegía de la muñeca española baleada
Mártires de Barbados
La bacteria mayor
Fabio, a 90 millas del infierno
Bienvenida a un niño náufrago dos veces
Tres poemas
I Entre hijos y madres no hay rejas ni distancias
II Anatema
III Última sentencia
Con un solo pensamiento
Otros poemas políticos
Canto a Martí
Martí en pie
Martí en tres tiempos
Alta fecha vengadora
Ya lo veremos aquí
Pelayo cuervo
General del pueblo
Tonada caminera de las tierras baldías
Diana del pueblo
Enero y su alto símbolo
Anda, coge la pala…
Diálogo con Rubén Martínez Villena
¡En el tren hasta el alba!
Abraham Lincoln
General de hombres libres
Mariana Grajales
Canto a la madre
Girón, un volcán de victoria
El Granma hacia el futuro
Placa en la puerta del partido
Elegía a Medgar Evers
Entre dientes de perros y prejuicios
El destino de un hombre
Canción desesperada
Mujer angolana
Fábulas
Canción del constructor
¡Aquí, Radio Rebelde!
De las tierras andinas al mármol cubano
Del campesino a Fidel
Sobrevivientes
Humanizar la belleza
Despedida-saludo al comandante Ernesto Guevara
El che y su recetario
El Che y su graduación
El Che no muere: salva
Nueva toponimia
El Che maestro
Ñancahuazú
Mensaje del campesino cubano al campesino latinoamericano
Don Quijote de la Mancha
Poemas de homenaje
Antonio Maceo
Carlos Marx
Bancario
Trabajador de la medicina
Fotógrafo
Campesino
Médico y radiólogo
Vaquero-cantor
Dependiente de comercio
Maestro y poeta
Portuario
Cervecero
Trabajador de tienda
Constructor y estudiante
Boxeador
Contador
Chofer
Mecánico
Dirigente sindical
Elegía a Rigoberto López Pérez
Cuzcatlán
Nazim Hikmet
Canto a Omar Torrijos
Juan Marinello
Soneto a Blas Roca
Faustino Pérez
Fabio Grobart
Elegía sin lágrimas
Conchita Fernández
Elegía a Jesús Montané
Camilo Torres
Nora y Raquel
A Humberto Torres en sus 77 años
12 de enero de 1980
Con letra viva
Con armas de pensamiento
Bosque Martiano
Oración universal a nuestra Virgen de la Caridad
Epílogo
Para que nadie tenga que decir
Anexo
Cronología
Datos del autor

A Eloína Pérez Collazo

Prólogo

El Indio Naborí y la vigencia de su poesía política

He aquí una compilación de la poesía política del Indio Naborí. Sirvan entonces, para iniciar este prólogo, cuatro líneas de suSoneto I:“…El tiempo cae sobre nosotros pero/mientras hay una meta prometida/no se siente el gotear de su caída/ni consulta relojes el viajero…”. Ahora bien, ¿y quiénes son los viajeros de hoy? Yo respondería que los jóvenes; y en ellos, solo en ellos, puede perpetuarse la memoria de un poeta cuya poesía es ya un ingrediente indispensable del imaginario nacional. Decir Jesús Orta Ruiz (Indio Naborí), en cualquier lugar de la Isla, pasa primero por ser sinónimo de identidad y luego termina convirtiéndose en historia, leyenda o fascinación de obligada referencia.

Nada más parecido a este hombre que su propia poesía, motivo por el cual no tuvo necesidad de escribir sus memorias. Quien de verdad desee conocerlo, por dentro y por fuera, solo tiene que acercarse a su obra, lo mismo a la escrita que a la oral, teniendo como premisa de análisis que entre su alter ego de juglar y su alter ego de letras nunca existió ninguna contradicción, porque ambos eran complementarios.

Existe un detalle que no debo pasar por alto: lo cubano, digamos que lo más auténticamente cubano, no está en las palabras que el poeta utiliza ni tampoco en los temas que va desarrollando. ¡No! Aquí lo más auténticamente cubano está en la vivencia, en el sentido inmaterial que exhibe su leal pertenencia a Cuba. El Indio Naborí no cantaba por cantar, no escribía por escribir. Todo lo contrario. Sus versos, desde el primero hasta el último,siempre fueron emoción recordada, emoción compartida, algo que estallaba en su voz a partir de una experiencia vivida y vívida.

A manera de resumen, y esto es un criterio casi unánime, el Indio Naborí renovó la décima cantada y escrita, vigorizó la elegía, le otorgó un inusual rango de perpetuidad a la lírica social, energizó el verso libre, pontificó el soneto, revivió el romance y dejó una huella importantísima en la investigación folclórica, fundiendo y elevando a categoría estética lo culto y lo popular, lo clásico y lo moderno. Pero a esa vocación poética hay que sumarle en todo momento su vocación de Patria, que para él era sinónimo de Revolución.

Son muchos, yo diría que muchísimos, los poemas que el Indio Naborí le dedicó a la Revolución cubana. Pero existe uno que marca la diferencia: Marcha Triunfal del Ejército Rebelde. Primer poema que se le dedica al triunfo de la gran gesta. Fue escrito bajo el influjo de la victoria revolucionaria y es hoy la obra poética más reproducida en Cuba. Los sesenta y tres años que la Revolución cumplió el pasado Primero de Enero, son los mismos sesenta y tres años que cumplió el poema.

Estos versos, dactílicos-amétricos (de base trisílaba), fueron tocando el alma del poeta desde que conoció la huida de Fulgencio Batista. El aire de Cuba se llenó de alegres clamores, como si la realidad que rodeaba al Indio Naborí durante la madrugada de aquel primer día de 1959 le estuviese demandando el canto de los antiguos tiempos heroicos. Dicho de otra manera: la estructura poética escogida no fue anacrónica, fue sincrónica, lo que explica de igual forma el tono de vehemencia que el poeta logró impregnarle a cada línea.

Ya en la tarde de ese mismo primer día de enero, el Indio Naborí tenía lista una primera versión; que es declamada por el actor y locutor Eduardo Egea en el programa “De fiesta con los galanes” (CMQ Radio a las 7.00 p.m.). Después, en la medida que avanza la caravana de Fidel Castro hacia La Habana, entre los días 2 y 8, el poeta le va incorporando estrofas, que de la misma manera eran declamadas por altoparlantes instalados en las calles. Llegado el momento, el poema como tal, en vivo y en directo, es incorporado a la caravana rebelde, siendo declamado una y otra vez por el actor y locutor Jorge Guerrero; quien el 8 de enero, momentos antes de que Fidel le hablara por primera vez a la población capitalina, recita la versión definitiva en la terraza norte del otrora Palacio Presidencial. Tiempo después la Marcha Triunfal del Ejército Rebelde cae en manos de la actriz Alicia Fernán y ella se convierte en su más excelsa declamadora. Simple y llanamente el poema pasó a ser una suerte de himno patriótico cuyo objetivo de impacto en las grandes masas siempre fue el de convocar a la unidad nacional.

Si hoy releemos o escuchamos nuevamente ese poema, varias son las frases exclamativas que, con verdadero asombro, pudieran emitirse: ¡qué visión política tenía el Indio Naborí, qué claro estaba, qué puntería tuvo para no equivocarse ni en los nombres que menciona en el poema!

Algo importante: la cadencia épica de esta Marcha Triunfal recuerda la Marcha Triunfal de Rubén Darío. Con la diferencia de que el Indio Naborí sí está viendo pasar una caravana victoriosa:“…Con los invasores, pasa el Che Guevara, alma de los Andes que trepó el Turquino, San Martín quemante sobre Santa Clara, Maceo del Plata, Gómez argentino…”. Aquí no hay escudos, no hay arcos y no hay minervas. La Marcha Triunfal del Indio Naborí no es imaginada, es una estampa real, viva, oliente a monte bravo, con ropa sudorosa y pobre. No la sueña, la ve y la palpa en medio del júbilo indescriptible del pueblo. Son jóvenes barbudos, son rebeldes diamantes con trajes de olivo.

¿Dónde está la mayor virtud de este poema? Tal vez en que el Indio Naborí logró eternizar el asombro del pueblo ante un hecho que estaba estremeciendo la historia patria. “…¡Sólo importa Cuba! Sólo importa el sueño de cambiar la suerte...”. Por eso aquí el verso enfático o imperativo le otorga a la poesía social un alto rango de perpetuidad, tocando de esa forma las entrañas del pueblo y poniendo en su voz la épica de un proceso político trascendente.

Claro, tampoco vayamos a creernos que este tipo de poesía política era algo nuevo en el Indio Naborí. No, este tipo de poesía él la venía haciendo desde mucho tiempo antes. Quien estudie su obra podrá encontrar poemas del mismo corte que datan de los años 30, 40 y 50. He aquí los títulos de algunos: Elegía optimista a Luis Melián (1936),su primer poema abiertamentepolítico. Tenía entonces 14 años de edad),Luz de Yara, Doce Vegueros, Ignacio Agramonte, Canto a Martí, Antonio Guiteras, Roja simiente, En la muerte de Rubén Batista, Alta fecha vengadora, Pelayo Cuervo, Elegía a René Ramos Latour y Diana del Pueblo (Oda al soldado de la tiranía). Además de las incontables décimas que a diario escribía, circulaba clandestinamente o cantaba por toda Cuba; y que, llegado el momento, también comenzó a cantar en la radio y la televisión. Basten como ejemplos estas dos décimas:

26 de julio: heridas

por donde vendrá la aurora.

Alta fecha vengadora

de las fechas ofendidas.

Caliente sangre de vidas

rotas por el heroísmo,

porque traición y cinismo

hoy danzan en un calvario.

¡Oh, rocío necesario

a la flor del patriotismo!

(1953)

Martí no murió. Martí

volvió a vivir en Oriente,

le relampagueó la frente

y tornó como un mambí.

Ya lo veremos aquí

marcando nuevos caminos,

pues no crean los mezquinos

que se ha reducido a hueso:

aseguro que está preso

de nuevo en Isla de Pinos.

(1955)

 

Tenía que ser muy consecuente para cantar o escribir estos versos. Consecuente y valiente, diría yo, pues bien se sabe lo que podía pasarle a todo aquel ciudadano cubano que dijera en público lo que él dijo. Ahora bien, ¡qué claro estaba este poeta!, ¡qué grandeza de espíritu!, ¡qué iluminado cuando eran pocos los iluminados!

Todo el tiempo la décima como denuncia social, todo el tiempo la décima para cantar los dolores de los desposeídos, todo el tiempo la décima como sacada de la entraña misma de la tierra para decir lo que él no podía callarse. Yo lo veo como décima y emancipación, una maravillosa alquimia que años más tarde se convertiría en la emancipación total de la décima.

La décima del El Indio Naborí logró sintetizar los anhelos independentistas del pueblo cubano; y el pueblo cubano, a su vez, identificó en la décima del Indio Naborí una heredada necesidad de lucha; además de identificar, bajo el ritmo del verso octosílabo, la gris silueta de su propia esperanza.

Su canto era algo que estaba como en el aire; y lo mejor de aquella producción poética, lo mismo cantada que escrita, donde también hay que incluir algunos de sus poemas clandestinos, iba pasando de mano en mano sin que mediara el paso del tiempo. Sólo hay que caminar por la Cuba de hoy para entender lo que estoy diciendo. De ahí que cualquier persona, independientemente de su edad o nivel cultural, pueda citar al Indio Naborí con poemas de los años 40 y 50 que ni él mismo recordaba.

Si vamos a la producción poética “naboriana” de esos años, observaremos que ese gran sueño de emancipación nacional puede palparse con singular nitidez; y que, en este caso, da igual si es décima o romance, da igual si es soneto o verso libre. Lo social está presente lo mismo en un poema de amor que un poema que trate sobre las penas del campesino cubano. A toda hora, quien de verdad lo estudie, encontrará la huella de un hombre que sentía una gran preocupación por los humildes, plasmada en las décimas con inigualable gallardía; tal vez porque la décima, además de ser la estrofa nacional de Cuba, fue y sigue siendo la estrofa elegida por los más humildes, tanto del campo como de la ciudad.

Los poemas de circunstancias que el Indio Naborí escribe a partir de 1959 son, en su caso, una realidad comprensible y continuadora de una viva tradición cubana: la poesía social. Para ello, además de imágenes, metáforas e hipérboles, utiliza una amplia gama de formas estróficas y metros, donde a veces se hace visible una compleja estructura poética que combina arte menor y mayor. Es decir, versos de hasta ocho sílabas que juegan con versos eneasílabos, endecasílabos, dodecasílabos y alejandrinos. Pero siempre sin perder el ritmo del énfasis y la reiteración.

El tono imperativo, desterrado de la poesía escrita para la lectura unipersonal y de pequeño cenáculo, revive en el verso del Indio Naborí entre el clamoreo de la muchedumbre, el ruido de los altoparlantes y la compañía de la oratoria política, y no está mal que reviva. ¿Por qué se ha de objetar el tono tribunicio a una poesía que se dice en tribuna?

Como si se tratara de una vuelta a lo clásico, aquí son localizables las combinaciones de sílabas largas y cortas, o de cortas y largas, lo mismo átonas que tónicas; pasando así del pie de verso espondeo al anapesto, y lográndose finalmente un conglomerado pentámetro yámbico que prepondera los acentos métricos y asegura las pausas. Acentos y pausas que, sin ninguna duda, también le permiten al poeta regular la armonía, la cadencia, los tonos y el ritmo constante del poema, mucho más ante la certeza de que esas estrofas serían declamadas en una tribuna pública.

Por supuesto que hay un bosque de sonetos, décimas y romances. Todo ello en función de enaltecer la obra de la Revolución, y utilizando para esos fines los recursos expresivos naturales que le otorgaba su condición de juglar. Ese tipo de poesía, dirigida a las grandes masas y no a un aislado grupo de personas, era una necesidad que el poeta sentía como propia. Sí, es verdad, eran poemas de circunstancias, eran poemas de ocasión, eran poemas de tribuna, eran poemas de plazas públicas y eran poemas que, de forma inusitada, despertaban el entusiasmo del pueblo, lográndose entonces una maravillosa combinación: sentir, emocionar y comprender.

A mí todavía me resulta estremecedor escuchar el testimonio de personas que dicen: “yo crecí con los versos del Indio Naborí”, “yo me eduqué con las poemas del Indio Naborí, “yo me hice revolucionario con la poesía del Indio Naborí”. ¿Cómo es posible?, me preguntaba yo al principio. Pero luego comprendí que las palabras Poesía, Patria y Revolución estaban para él en un mismo camino, convirtiéndose en un hombre que hasta su muerte, ocurrida a las 00.45 horas del viernes 30 de diciembre de 2005, fue consecuente con la consecuencia de su propia vida. La Revolución cubana no llegó hasta este poeta por la ocurrencia de un suceso histórico concreto. Este poeta fue parte activa de esa Revolución y llegó con ella.

Eusebio Leal lo explicó así:

“…Cubana como las palmas reales, nunca usó su palabra para servir a otra causa que no fuese la de la justicia social. Por eso, campesinos y obreros vieron en el canto de Jesús Orta Ruiz la más legítima expresión de los sentimientos propios…El Indio Naborí buscó —hasta encontrar— las huellas de la primera sangre derramada…”.

¿Qué es lo que ocurre en la práctica? Lo digo sin afeites de ningún tipo: lo mejor de la poesía política del Indio Naborí, no obstante el paso del tiempo, se resiste a morir. Se trata de un fenómeno sociocultural que trasciende las fronteras de épocas exactas y llega hasta nuestros días. Léanse y estúdiense a fondo los títulos que ahora menciono: Marcha Triunfal del Ejército Rebelde (1959), Algo más que piedra (1959), Era la Mañana de la Santa Ana (1959), La “Coubre” (1960), Elegía de los zapaticos blancos (1961), Evocación de Homero (1961), El drama de los tres libros (1961), Pastoral campesina (1961), Dos nombres para siempre (1961), Voto de confianza del pueblo a Fidel (1962), Carta de una madre cubana a una madre norteamericana (1962), Nuevo credo latinoamericano (1967)y Para que nadie tenga que decir (1970), por solo mencionar algunos.

El Indio Naborí, con lo mejor de su poesía política, logró tocar la entraña del pueblo, poniendo en la voz de ese mismo pueblo la épica de un acontecer político trascendental. Él decía en versos lo que el pueblo estaba tratando de explicarse por otras vías. Entonces el impacto o comunicación era inmediato. Miles y miles de cubanos asumían como suyos los poemas y luego los recitaban en cualquier parte. Tanto es así que esa interacción poeta-pueblo aún se mantiene viva. Estamos iniciando el año 2022 del siglo XXI y Cuba entera tiembla de emoción cuando alguien recita la Marcha Triunfal del Ejército Rebelde o la Elegía de los Zapaticos Blancos. Yo pregunto, ¿y por qué?, ¿cómo es posible que eso ocurra cuando han pasado más de sesenta años? He ahí el misterio del Indio Naborí, he ahí su carácter atípico y he ahí el rango de perpetuidad que alcanzó con él la poesía social cubana, demostrándose a las claras que esos poemas eran algo más que poemas de circunstancias o poemas de ocasión.

Dicho esto, ya es momento de citar a Virgilio López Lemus, cuyos estudios sobre la obra poética de Jesús Orta Ruiz son hoy de una importancia cardinal: “…tenía la virtud de que creía en lo que escribía, o en los contenidos de sus improvisaciones. Si repetía algunas consignas, era porque las tenía interiorizadas. Si volvía sobre temas y efemérides, era porque lo consideraba necesario. Una de sus peculiaridades esenciales fue no hacer exactamente poesía épica, sino que partía del lirismo emotivo para comunicar mensajes. El poeta-mensajero tenía misión, y ella estaba dentro de las esferas de la ideología y de la conciencia. No era un mero poeta comprometido, sino un militante. Abrazó la Revolución por convicción y puso su don al serviciode ella…De ese arte expresivo, aprendió mucho de Pablo Neruda, deRafael Alberti, de Manuel Navarro Luna y de Nicolás Guillén. Con Neruda, prefirió la poesía poco tribunicia, pero con Navarro, incluyó efectos para la declamación. Supo que la «poesía para las masas» puede rendir un mal efecto si no toca a cada ser humano, si no es aceptada y capaz de expresar los sentimientos (patrios, políticos, partidarios) de cada uno de los componentes de los estratos sociales más revolucionarios...”.

El libro como tal, una compilación bien abarcadora de la poesía política de Jesús Orta Ruiz, está estructurado en siete secciones: El pulso del tiempo, Cuando decimos Fidel, Al son de la historia, Breves apuntes para la epopeya, Río de sangre y llanto, Otros poemas políticos y Poemas de homenaje, proponiendo con ello, a través de efemérides, héroes y mártires, un lírico viaje por la historia de Cuba. Quien dude alguna vez de su condición de cubano, puede reaccionar positivamente acercándose a Fulgor de un nombre; cuyo contenido, de principio a fin, fuera descrito por el propio poeta en febrero de 2005: “…La conocida aceptación popular de estos poemas, algunos memorizados y recitados por varias generaciones, es la mejor prueba de que cuando se hable de poesía y tiempo no hay que olvidar el espacio y la ocasión… Fue así que surgió esta poesía de fechas y circunstancias, tan sentida por mí como cualquier otra… Poesía de encargo, podría decirse, pero habría que añadir: el encargo no es ninguna imposición cuando lo que se solicita está en el corazón de quien complace. Otras veces no hay tal petición, sino una coincidencia entre el solicitante y el creador, que también es parte de las masas y siente como ellas…”.

Lo dije al inicio: solo en los jóvenes, solo en ellos, puede perpetuarse la memoria de un poeta cuya poesía es ya un ingrediente indispensable del imaginario nacional. El mismo poeta intimista que escribió las famosasEstampas campesinas,oLa fuga del ángel, o Boda profunda, o Entre y perdone usted,oUna parte consciente del crepúsculo,oCon tus ojos míos,distinguido con el Premio Nacional de Literatura en 1995, fue capaz de ser también un inspirado cantor de la Revolución. La vigencia de toda su poesía nos permite ir pensando ya en la celebración del primer Centenario de su natalicio, que tendrá lugar el 30 de septiembre de 2022, dado que el Indio Naborí es un poeta que a Cuba le sigue haciendo falta.

 

Fidel Antonio Orta

La Habana, Cuba, viernes 14 de enero de 2022.

El pulso del tiempo

Hatuey

(†1512)

Era tan de la tierra tu antillano

clamor, y tan del aire y de las olas,

que no buscabas piedras: ellas solas

saltaban y caían de tu mano.

Eras el corazón americano

clamando entre las manos españolas.

Todavía iluminas y acrisolas

con la luz de tu póstumo verano.

Padre de la unidad Cuba-Quisqueya,

ardiente fundador de la epopeya

de Cuba, te quemaron tronco y ramas,

pero no te quemaron las semillas.

¡Oh, Primer Capitán de las Antillas,

tú quemaste a las llamas con tus llamas!

Luz de Yara

Luz de Yara, que apareces

donde soldados del rey

quemaron al indio Hatuey

sin Dios, conciencia ni jueces.

Dime ¿qué mensaje ofreces?,

¿qué pronóstico de un día?

Acaso la profecía

que, partida en tres colores,

dice a los conquistadores

que Hatuey vive todavía.

Doce vegueros

(†23-2-1812)

De los árboles pende una docena

de labradores duramente muertos,

bien apretados, como doce injertos

de carne rebelada por la pena.

Hay un grito sin voz...Pasma la escena

de ojos blancos y ciegamente abiertos;

pero hay algo bajando a los desiertos

y fecundando la insensible arena.

Así del pueblo en la conciencia oscura

está cayendo la inicial postura

de la lucha social transformadora.

Simiente el Ideal, surco la herida,

los que se han dado a sembradora vida

disfrutan de una muerte sembradora.

Aponte

(†7-4-1812)

Sonaron tanto y tanto las cadenas

haitianas al partirse, que su ruido

movió al cubano de color sufrido,

lloradas risas y bailadas penas.

Vino el mar y contóle a las arenas

el rojo amanecer de un pueblo erguido

y Aponte lo escuchó como un rugido

que despertó leones en sus venas.

Pero fue su intención presa y ahorcada…

con los ojos en blanco, su mirada

era el albo anticipo de la aurora:

su muerte daba dignidad al gajo

y su estirada lengua era el badajo

de futura campana redentora.

Francisco de Agüero

(†16-3-1826)

Cuba decía cautelosamente

trabajar en la sombra su alborada,

con hierro de grillete hacer su espada,

pero hablar en voz baja y confidente.

Un hombre, para echarle la simiente,

preparaba la tierra incultivada,

y en esa siembra de la madrugada

lo descubrió, sangrienta, la serpiente.

Ahorcado fue, porque amarrar el grito

es separar la voz de lo infinito.

Mas no sabían cómo el pensamiento

cuando pierde su voz, pervive, agita

sus alas, y circula por el viento

hasta que encuentra otra garganta, y grita.

Joaquín de Agüero

(†12-8-1851)

Soñó ver su bandera redimida

al aire libre, bajo el patrio cielo,

pero su anhelo se quedó en anhelo

cuando fue, como flor, trunca su vida.

Cuentan que recordando su caída

una palma sembró la patria en duelo

y que un niño tomó con su pañuelo

una gota de sangre de su herida.

Aquel niño creció como la palma

y esta sangre, esta sangre fue en su alma

un signo del deber (era Agramonte).

Hombre ya, cabalgó por la pradera,

fue rayo de bravura sobre el monte,

y aquel pañuelo se tornó bandera.

Carlos Manuel de Céspedes

Padre de la Patria

Valeroso esclavista esclavizado

que junto a tus esclavos diste en Yara

el grito que le abrió la ruta clara

a la constelación del mambisado.

Coincidieron tus penas de hacendado

con las del pobre y se fundieron para

que la patria naciente fuera un ara

y nunca pedestal de algún malvado.

Te siguieron magnánimos patricios

ante el ejemplo de tu sacrificio.

Los que no respondieron a tu diana

todo compraron con el ruin dinero,

menos la eternidad de una campana,

un jagüey, una rueda y un lucero.

Bayamo

(12-1-1869)

Bayamo es un nombre tan vivo, tan verbo,

que puede escribirse y decirse: ¡Vayamos!

Bayamo es palabra resuelta, sonora,

quemada,

quemante

palabra con cascos.

Bayamo es un grito.

Bayamo es la llama

del rojo holocausto.

Bayamo es ceniza que a un soplo del aire

reenciende tizones, y se vuelve un astro.

Ni los terremotos,

ni los huracanes,

ni crueles piratas, ni duros corsarios,

ni los capitanes soberbios de España,

ni las rezagadas sombras del pasado,

nada ha doblegado la limpia, la heroica,

la reverberante frente de Bayamo.

Lo supo el pirata Gilberto Girón

–tiburón anfibio que azotó el Atlántico–,

dejando su hirsuta cabeza diabólica

en la enardecida plaza de Bayamo.

Bayamo no acaba de oír un clarín

sin decir: ¡Vayamos!

Lo supo el patriota de La Demajagua

al pie del revuelto río liberado,

cuando saludada fue la libertad

con flores, sombreros, pañuelos y manos.

Y mejor lo supo cuando las campanas

gritaron alarma tocando a rebato;

cuando las nerviosas hispanas cornetas

eran un desvelo por Joaquín Tamayo;

cuando por las calles peleaban los hombres

y, desde las puertas, ventanas y patios,

lindas bayamesas

premiaban al héroe con besos y aplausos.

Bayamo es un nombre tan vivo, tan verbo,

que puede escribirse y decirse: ¡Vayamos!

Bayamo es la fiesta del triunfo mambí,

el himno, la estrella brillante en el guano,

primera ventana por donde el oxígeno

entró a los pulmones cubanos.

Bayamo es el fuego de Pedro Maceo Chamorro

—primer incendiario—.

Bayamo es el fuego de todas las casas.

Bayamo es el humo, capitán alado.

Bayamo es un pueblo camino del monte

sin otra techumbre que su cielo claro.

A la luz de aquellas redentoras llamas

vio mejor camino: la vida sin amo.

Cenizas, cenizas para Valmaseda.

Cenizas, cenizas para sus soldados.

Y entre las cenizas quedaba un tizón:

el tizón preclaro,

que era el pensamiento de los bayameses:

Perucho, Aguilera, Céspedes y Saco,

de toda esa fúlgida pléyade incontable

que dejo nombrada si digo Bayamo.

Porque en esta tierra sembrada de gloria

todo va a lo hondo, todo va a lo alto:

las altas montañas suben a los cielos;

las aguas del río corren hacia el Cauto.

Por eso en la fecha 26 de Julio

jóvenes valientes fueron a Bayamo,

como si buscaran entre las cenizas

el tizón preclaro,

para que la gloria de la hazaña fuera

compartida por Bayamo y Santiago.

Por eso la homérica lucha de las lomas

comenzó en Niquero, culminó en Bayamo.

Cuando la aparente derrota de Guisa;

cuando casi todos cruzaban los brazos,

¿de dónde salía la fe poderosa

de Castro?

¡De la permanente llama que fulgura

entre las cenizas del recio Bayamo!

Bayamo es un verbo, Bayamo es acción.

Bayamo no puede ser un nombre estático.

Bayamo se escribe, pero el sentimiento

entiende ¡Vayamos!

Bayamo es el himno montado a caballo.

Ignacio Agramonte

(1841-1873)

Muerto ya, le temían, porque un muerto

cuando ha tenido su razón por mando,

sigue mandando por mandar: mandando

con algo que al dormir queda despierto.

El enemigo lo palpaba yerto,

lo palpaba insensiblemente blando,

mas lo seguía viendo como cuando

parecía un centauro en llano abierto.

Y por miedo a que el muerto despertara

quemaron su cadáver, con la cara

enrojecida por quemar la gloria.

¡Ah, pero estas cenizas son vitales!

Dijérase el abono de la Historia

sobre las sementeras inmortales.

Máximo Gómez

(1836-1905)

Máximo Gómez, de español venía

tu sangre, pura como añejo vino,