Giacomo Joyce - James Joyce - E-Book

Giacomo Joyce E-Book

James Joyce

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Beschreibung

Giacomo Joyce es una obra del escritor irlandés James Joyce. Escrita en 1914, en Trieste, Italia, ​fue publicada póstumamente en 1968 por Faber and Faber en una edición facsimilar del manuscrito original de dieciséis páginas. Es un poemario en el que Joyce intenta penetrar en la mente de una dama "oscura", objeto de un amor ilícito. Se considera antecedente directo de su Ulises, escrito tiempo después, en 19223. Giacomo es la forma italiana del nombre del autor, James.

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Joyce, James Giacomo Joyce / James Joyce ; con prólogo de Liliana Heer. - 1a ed. - Buenos Aires : EGodot Argentina, 2013. 80 p. ; 16x10 cm. - (Forasteros) Traducido por: Micaela Ortelli ISBN 978-987-1489-68-8 1. Prosa Poética. I. Heer, Liliana, prolog. II. Ortelli, Micaela , trad. CDD 823

Giacomo Joyce / James Joyce

Corrección / Gimena Riveros

Traducción / Micaela Ortelli

Ilustración de tapa e interiores / Mari Tosmin [email protected]

Diseño de tapa e interiores / Víctor Malumián

Ediciones Godotwww.edicionesgodot.com.ar [email protected] Facebook.com/EdicionesGodot Twitter.com/EdicionesGodot Buenos Aires, Argentina, 2013

Índice

Giacomo, el texto secreto de Joyce

Giacomo Joyce

Giacomo, el texto secreto de Joyce

a Jaime Rest in memoriam

Giacomo Joyce, titulado en forma caligráfica sobre la tapa de un cuaderno de escuela como una clara alusión a Casanova, es un manuscrito que James Joyce dejó entre sus papeles en Trieste y fue descubierto por su hermano Stanislaus. Recién en 1968, Richard Ellmann lo publica y deduce en el prólogo que corresponde al período triestino, situándolo entre la finalización de Retrato del artista adolescente y el comienzo de Ulises. Al parecer Joyce lo desechó por excesivamente autobiográfico, aunque varias partes figuren en ambos libros y hayan sido convertidas en materia de su propia escritura.

Giacomo es una ficción de amor, en la que se narra el romance entre un profesor de inglés y su joven alumna, que le permite a Joyce trasponer otras escenas fantaseadas como racontos y recuerdos. Supuestamente a través de Amalia Popper, el autor describe a ese personaje femenino, un concepto vital de su obra que luego atravesará Ulises con Molly Bloom y más tarde Anna Livia Plurabelle en Finnegans Wake. La mujer, algo más que una libra de carne, dudosa mercancía, se transforma en virgen, casada, adúltera, madre, ramera o cadáver, una a una, rasgos, semblantes, velo o túnica negra. Paradójicamente su alumna contiene a la épica Penélope, no en actitud de espera sino de pecado y tentación, reminiscencia de ese ars dicendi que deviene de su enseñanza jesuítica.

Contado desde una primera persona que se dice James, Joyce queda expuesto como narrador que no puede distanciarse, resquebrajando por momentos la ilusión del relato. La secuencia fragmentada de Giacomo permite el monólogo indirecto que pesa sobre el sujeto biográfico, hasta tal punto que su autor lo descarta como literatura y lo pone en suspenso, dejándolo en forma de texto vedado que no dará a conocer en vida: un punto ciego en su obra.

Hay una instancia que grava lo narrativo y también el corpus romántico de su poesía -el diario sentimental de Joyce según Stanislaus- y precipita la certidumbre de que si no se aparta de lo personal, lo biográfico volverá sobre sus escritos como una rémora, una barnacle, esos pequeños moluscos que se adosan a la proa de los barcos, según dijera Joyce jugando con uno de los significados del apellido de Nora, su mujer.

De la vera historia

Una mujer es mirada. Joyce la descubre sin vacilar a través del vértigo de las sensaciones que le despierta en los distintos encuentros, mientras la escribe, como si la diera a luz y al mismo tiempo quedara cegado. Ella entra y sale de ese cono de sombra, de un párrafo a otro, respondiendo al llamado de su maestro de inglés. La joven, acunada y protegida por sus padres, pertenece a una familia judía que vive en la ciudad de Trieste, donde Joyce, exilado por esa voluntad de aislamiento con respecto a Irlanda, siente que su corazón está lastimado y triste. Desde allí reconstruye las escenas de seducción que funden los tiempos del recuerdo -aquellos que viviera con Nora en Dublin y París- actualizados por esa criatura de calidad que representa la pureza de una raza.

Con un trasfondo de diversos decorados, James, Jamesy, Jim, va hacia ella, la busca por las calles, entre los feriantes, cerca del mar, en la escuela, cruzando la piazza, colina abajo, a la salida de la tabaquería, dentro de su habitación, en el teatro, bajo la penumbra del corredor, subiendo y bajando las escaleras, contra la ventana, junto al piano, allí donde un hombre y una mujer pueden hablar en medio tono. Ella es una cita perpetua, en el doble sentido de frase y encuentro, el recorrido de una imagen en la que todas las hebras del relato bordean la voluptuosidad del deseo.

En el instante que la posee, ni la pierde ni la abandona, la cederá a todos los hombres porque esa mujer está escrita en el doblez de su literatura. Ella -el pronombre la determina- pasa a ser otra, no puede leer Giacomo de la misma manera que antes había leído Retrato