Gramsci y el sujeto político - Massimo Modonesi - E-Book

Gramsci y el sujeto político E-Book

Massimo Modonesi

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Beschreibung

Dado que Marx decía no ser marxista, Antonio Gramsci podría ser considerado el marxista más citado del mundo y el único —entre los de la generación bolchevique— cuyo pensamiento adquirió relevancia y trascendencia mundial a contrapelo del reflujo del marxismo en los últimos cincuenta años. Aún inmerso en las pasiones de su época, Gramsci alcanzó la trascendencia de un clásico, en tanto se reveló y se revela contemporáneo, a caballo entre "pasado y presente", recorriendo temáticas y cuestiones de alcance universal y, por lo tanto, siempre actuales.Este libro explora el hilo rojo que atraviesa el pensamiento de Gramsci: la constitución de una voluntad política que se proyecta desde la condición subalterna hacia la autonomía —conformando un sujeto organizado y creador/portador de una concepción del mundo— y hacia la hegemonía, es decir al ejercicio de un poder de convencimiento y persuasión, capaz de generar consenso. Finalmente, la reconstrucción del itinerario y horizonte teórico-conceptual gramsciano habilita, en un plano sociológico, la comprensión de la conformación procesual y desigual de las subjetividades políticas en relación con aspectos, dimensiones o cualidades subalternas, autónomas y hegemónicas.

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Akal / Pensamiento crítico / 132

Massimo Modonesi

Gramsci y el sujeto político

Subalternidad, autonomía, hegemonía

Dado que Marx decía no ser marxista, Antonio Gramsci podría ser considerado el marxista más citado del mundo y el único —entre los de la generación bolchevique— cuyo pensamiento adquirió relevancia y trascendencia mundial a contrapelo del reflujo del marxismo en el último cuarto del siglo pasado y en lo que va de éste. Aún inmerso en las pasiones de su época, Gramsci alcanzó la trascendencia de un clásico, en tanto se reveló y se revela contemporáneo, a caballo entre “pasado y presente”, recorriendo temáticas y cuestiones de alcance universal y, por lo tanto, siempre actuales.

Este libro explora el hilo rojo que atraviesa el pensamiento de Gramsci: la constitución de una voluntad política que se proyecta desde la condición subalterna hacia la autonomía —conformando un sujeto organizado y creador/portador de una concepción del mundo— y la hegemonía, es decir el ejercicio de un poder de convencimiento y persuasión, capaz de generar consenso. Finalmente, la reconstrucción del itinerario y horizonte teórico-conceptual gramsciano habilita, en un plano sociológico, la comprensión de la conformación procesual y desigual de las subjetividades políticas en relación con aspectos, dimensiones o cualidades subalternas, autónomas y hegemónicas.

Massimo Modonesi (Roma, 1971) es historiador, sociólogo y politólogo. Es Profesor Ordinario de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam). Miembro de Comité directivo de la International Gramsci Society (igs) y de la Asociación Gramsci México. Ha publicado 18 libros sobre marxismo y sobre las izquierdas y los movimientos sociales y políticos en México y América Latina. Sobre temáticas gramscianas destacan: Diccionario Gramsciano (2022), Revolución pasiva. Una antología de estudios gramscianos (2022), Gramsci en México (2021), Revoluciones pasivas en América (2017), El principio antagonista. Marxismo y acción política (2016), Horizontes gramscianos. Estudios en torno al pensamiento de Antonio Gramsci (2013), Subalternidad, antagonismo, autonomía.

Marxismos y subjetivación política (2010).

Universidad Nacional Autónoma de México

Rector

Enrique Luis Graue Wiechers

Secretario General

Leonardo Lomelí Vanegas

Secretario Administrativo

Luis Agustín Álvarez Icaza Longoria

Abogado General

Hugo Alejandro Concha Cantú

Directora General de Publicaciones y Fomento Editorial

Socorro Venegas Pérez

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Directora

Carola García Calderón

Secretaria General

Patricia Guadalupe Martínez Torreblanca

Secretario Administrativo

Jesús Baca Martínez

Jefa del Departamento de Publicaciones

E. Teresa Blanco Moreno

Diseño interior y cubierta: RAG

Esta investigación, arbitrada a “doble ciego” por especialistas en la materia, se privilegia con el aval de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM.

Este libro fue financiado por la Dirección General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA), de la Universidad Nacional Autónoma de México, mediante el proyecto “Fundamentos de una teoría gramsciana de la subjetivación política”, coordinado por el Dr. Massimo Modonesi, como parte del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) IN301619.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Gramsci y el sujeto político. Subalternidad, autonomía, hegemonia

Massimo Modonesi

2023

Reservados todos los derechos conforme a la ley

D.R. © 2023 Universidad Nacional Autónoma de México

Ciudad Universitaria, Alcaldía Coyoacán, C. P. 04510, CDMX.

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Circuito Maestro Mario de la Cueva s/n

Ciudad Universitaria, Alcaldía Coyoacán, C. P. 04510, CDMX.

D.R. © 2023, Edicionesakal México, S. A. de C. V.

Calle Tejamanil, manzana 13, lote 15,Colonia Pedregal de Santo Domingo, Sección VI, Alcaldía Coyoacán, C. P. 04369, CDMXTel.: +(0155) 56 588 426Fax: 5019 0448

ISBN-UNAM: 978-607-8898-30-5

ISBN-Akal: 978-607-30-8548-9

www.akal.com.mx

Esta edición y sus características son propiedad de la Universidad Nacional Autónoma de México. Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

A Lucio y Mauro, Mauro e Lucio

A María

A Guillermo Almeyra (1928-2019) y Adolfo Gilly (1928-2023)

Introducción

¿Por qué Gramsci? ¿Gramsci para qué?

Dado que Marx decía no ser marxista,[1] Gramsci podría ser considerado el marxista más citado del mundo y el único —entre los de la generación bolchevique— cuyo pensamiento adquirió relevancia y trascendencia mundial a contrapelo del reflujo del marxismo en el último cuarto del siglo pasado y en lo que va de éste. En efecto, el pensamiento de Gramsci resistió e incluso logró remontar la corriente gracias a la consistencia de sus postulados críticos, y pudo mantenerse digna y firmemente de pie, aferrado al “pesimismo de la inteligencia”, a pesar de que era derrotado el “optimismo de la voluntad” (por lo menos aquel que había impulsado el asalto al cielo de los movimientos revolucionarios del siglo xx). Este desajuste en la ecuación ha causado que, en la irradiación actual de Gramsci, opere una distorsión: se suele invisibilizar o colocar en segundo plano su perfil de “intelectual orgánico” —marxista y revolucionario—, para exaltar, paradójicamente, sus rasgos de “intelectual tradicional”, situado (aparentemente) por encima de las distorsiones partidarias de la lucha política; un ejercicio de asimilación y de anexión que siempre tentó el pensamiento liberal democrático: desde Benedetto Croce, quien, al reseñar sus Cartas de la cárcel, dijo que “como hombre de pensamiento era de los nuestros” (Croce, 1947) —antes de retractarse al conocer lo que contenían los Cuadernos de la cárcel—, o cuando Norberto Bobbio avanzó su famosa lectura de Gramsci como teórico de la sociedad civil (Bobbio, 1977).

En tiempos recientes, la recepción tan amplia y difusa del pensamiento de Gramsci necesariamente transitó y se confundió con el sentido común de una época —con toda su carga reaccionaria, conservadora y conformista—, y tendió a apresarlo ideológicamente en interpretaciones que lo tuercen en clave posmodernista, culturalista, discursivista, en el mejor de los casos, posmarxista, cuando no francamente liberal. Pero, así como fue usado como cuña del posmarxismo y del retorno en auge del liberalismo, la evocación de Gramsci también se mantuvo como un puntal para el ejercicio de defensa y renovación del marxismo, y fue así que se colocó en el centro de una contienda teórico-política de amplio espectro: la que abarca el debate sobre las formas y las dinámicas del capitalismo —especialmente, aquellas políticas y culturales— y los caminos subjetivos e ideológicos de su transformación y, eventualmente, superación.

Así, al mismo tiempo que las palabras de Gramsci se volvieron de “sentido común”, con las distorsiones y simplificaciones inherentes a toda vulgarización, no dejaron de ofrecer núcleos de “buen sentido” útiles para levantar barricadas o cavar trincheras; trincheras sin duda defensivas, pero en las cuales aún se elaboran ideas y voluntades de transformación, herramientas ideológicas para la guerra de posición en un asedio que, como sostenía el mismo Gramsci, es siempre recíproco, incluso cuando la correlación de fuerzas es desfavorable.

La estatura de Gramsci

Pero, en el vasto universo del pensamiento crítico y en la constelación marxista, ¿por qué brilla Gramsci? Por su estatura —valga la ironía—, como testimonian dos anécdotas relatadas por él mismo: la de un anarquista que conoció en la cárcel y le dijo que él no podía ser Gramsci, “porque Gramsci debía ser un gigante”, o la de un carabinero que le confesó que se lo había imaginado como un “cíclope y estaba profundamente decepcionado” (Gramsci, 2003).

En primera instancia, la altura de la figura de Gramsci se debe a la combinación extraordinaria entre una trayectoria vital heroica y trágica, y una deslumbrante inteligencia —el “cerebro que había que impedir funcionar por veinte años”, según se sostiene que dijo el fiscal fascista en el juicio en contra del dirigente comunista en 1926.

Gramsci encarna plenamente las dos caras del perfil del intelectual heroico: razón y pasión, que él mismo definió como capacidades de “entender” y “sentir”, en su definición de intelectual comprometido con lo popular y los subalternos. Un heroísmo trágico, que se nutrió de la combinación de gestas revolucionarias, de sacrificio y de sufrimiento que, en el caso de Gramsci, inician con la pobreza y la enfermedad y culminan en la cárcel, la larga agonía y la muerte prematura a los 46 años. Si bien ha sido objeto de pocos tratamientos biográficos rigurosos (Fiori, 1977; D’Orsi, 2017; Rapone, 2019), Gramsci ha surgido como personaje antes que como autor: por ser un dirigente político de primera fila y un mártir del fascismo fue, en un principio, una figura pública, y su trayectoria y condición humana abrieron el camino al conocimiento y la valoración de sus escritos carcelarios.[2]

Al mismo tiempo, su vida convertida en monumento, petrificada en la memoria y leída desde un humanismo ecuménico, no siempre ha permitido valorar las conexiones entre su recorrido como militante y dirigente revolucionario, y la génesis de su pensamiento.[3] Gramsci no sólo era un marxista; también, sin lugar a duda, era un comunista y un revolucionario. Descontextualizadas y vueltas aforismos —aprovechando el carácter fragmentario de los Cuadernos—, sus palabras han sido tomadas a menudo para usos despolitizados u orientados hacia fines políticos diferentes, y hasta opuestos, a aquellos que motivaron al marxista sardo.

Sin embargo, diversos estudios de ayer y hoy nos permiten leer de forma articulada la vida y la obra de Gramsci (Fernández Buey, 2001; Giasi, 2008; Capuzzo y Pons, 2020); un arco vital que inicia con la infancia y la juventud en la isla de Cerdeña, pasa por las primeras experiencias socialistas y de periodismo militante en la ciudad industrial de Turín —así como los estudios universitarios, en particular, en lingüística— hasta llegar a los tres momentos fundamentales de su vida política madura: a) la recepción de la revolución bolchevique, L’Ordine Nuovo y las luchas de los Consejos de Fábrica (1918-1920); b) la fundación del Partido Comunista Italiano (pci), el fascismo, la estancia en Moscú y el retorno a Italia como secretario general del Partido (1921-1926); y c) la cárcel (1926-1937).[4] A cada uno de ellos corresponden partes sustanciales de su obra, así como inflexiones, cambios, ajustes, novedades que han sido objeto de estudio, debate y de polémica, en particular, con respecto de si la reflexión en la cárcel lo lleva a fortalecer su pensamiento en la continuidad, en la ruptura o en la renovación del marxismo y, en especial, de su vertiente leninista. Junto con otros, me inclino por la última perspectiva, porque conocer su trayectoria política, así como sumergirse en la compleja extensión de su obra, permite apreciar que Gramsci se mantuvo siempre anclado a la tradición marxista y bajo la influencia de la obra teórico-práctica de Lenin, al tiempo que construía y desarrollaba una contribución original en esta corriente de pensamiento, confrontándose —como sostenía Manuel Sacristán— con cuatro adversarios principales: “el del fascismo, el de la derecha comunista, el de la izquierda comunista y el de la Internacional misma” (Sacristán, 1998: 163).

Aún inmerso en las pasiones de su época, alcanzó la trascendencia de un clásico, en tanto se reveló y se revela contemporáneo, a caballo entre “pasado y presente”, recorriendo temáticas y cuestiones de alcance universal y, por lo tanto, siempre actuales. Gramsci interpretó vivencialmente la filosofía de la praxis que pregonaba, con lo cual se convirtió no sólo en autor de culto, sino en una inspiración para la práctica política, una punta de lanza especialmente filosa de una corriente que quería e insiste en cruzar la interpretación y la transformación del mundo en sentido igualitario.

El archipiélago de los Cuadernos

Si bien la inteligencia de Gramsci destellaba ya en sus reflexiones y planteamientos como periodista militante y como dirigente revolucionario, antes del fatídico año 1926, es indiscutible que su obra en la cárcel condensa y proyecta la originalidad de su reflexión y, por ello, sus cuadernos se convirtieron en el núcleo de los estudios gramscianos y en un texto de referencia para el pensamiento político moderno.

Frente al que ha sido llamado el “laberinto de papel” de los Cuadernos de la cárcel,[5] se han desarrollado de forma combinada o divergente, según los tiempos y los casos, distintos tipos de esfuerzos interpretativos. Uno de ellos asumió la tarea de descifrar —a través de la labor filológica— la complejidad propia de la sofisticación intelectual que alcanzó Gramsci en sus apuntes; el entramado de situaciones, contextos, referencias, alusiones y fuentes que retroalimentan las reflexiones carcelarias que se plasman en una serie de cuadernos, con la “c” minúscula, es decir, aquellos conjuntos de hojas en los cuales colocó fichas de trabajo, apuntes, pero también reflexiones más desarrolladas e incluso borradores de ensayos. En la forma “cuaderno”, como soporte material que refleja las condiciones de trabajo en la cárcel, se desplegó la arborescente agenda político-intelectual de Gramsci, dando luz a una obra que, también por su peculiar marxismo crítico, se mantuvo abierta, no lineal y fragmentaria sin dejar de ser, en última instancia, articulada y coherente.

Por ello, al interior de éste, que más que un laberinto es un archipiélago de papel, de ideas y de conceptos —compuesto por islas conectadas por el mar—, una serie de estudios buscó y logró reconocer de manera precisa que estaba surcado por recorridos trazados deliberadamente, itinerarios posibles e hipotéticas conexiones reticulares que fueron relevadas en distintos planos interpretativos, no sólo aquellos de matriz estrictamente filológica o historiográfica, sino también de corte filosófico, teorético o político-estratégico. El primer paso de estos últimos siempre ha sido identificar un hilo conductor, un leitmotiv —como lo sugería el propio Gramsci— reconocible como clave de lectura de una “concepción del mundo” que no pudo exponerse “sistemáticamente” (C 16, 2, 248). Así, en el seno de los estudios gramscianos se han evidenciado diversos posibles hilos conductores al interior de los Cuadernos. Entre ellos sin duda destaca, por su centralidad teórica, el que gira en torno a la cuestión de la hegemonía, pero, también, su aterrizaje más concreto o, mejor dicho, de los “funcionarios” que la promueven y sostienen, es decir, de los intelectuales, que el propio Gramsci —como veremos— colocaba en el centro de su programa de trabajo, tanto en una carta a Tania como en los índices que elaboró y que efectivamente ocuparon un lugar destacado, no sólo en el cuaderno especial que les dedicó —el 12—, sino que aparecieron transversalmente en el conjunto de los escritos carcelarios.

Finalmente, aunque esta elección refleja más las intenciones de los lectores-intérpretes que las del autor, el carácter abierto y fragmentario de los Cuadernos permite trazar y recorrer itinerarios distintos que no traicionan las preocupaciones político-intelectuales de Gramsci, que eran múltiples pero convergentes.[6] En este haz, sostendré a lo largo del presente libro que, a mi parecer, el leitmotiv, o por lo menos un hilo conductor fundamental, se encuentra en la idea de voluntad colectiva como síntesis de la conformación de un sujeto político autónomo, inserto en la disputa hegemónica; porque, más allá de la multiplicidad de intereses, intuiciones y ramificaciones de la reflexión de Gramsci, una preocupación de fondo aflora permanentemente y orienta el conjunto de su pensamiento: la de la constitución de una voluntad política que se proyecta desde la subalternidad hacia la autonomía y la hegemonía, es decir, de un sujeto organizado y creador/portador de una concepción del mundo, susceptible de impulsar una revolución social y una reforma moral e intelectual. Éste es un hilo conductor que, en mi opinión, abarca los temas de la hegemonía y los intelectuales y muestra los pliegues fundamentales y distintivos del marxismo gramsciano, al asumir que la originalidad de Gramsci se inserta y se monta en el marco de una específica interpretación del marxismo como filosofía de la praxis, o bien de la acción política.

En todo caso, sea cual sea el eje o el tema elegido, alrededor de una serie vasta —pero definida y limitada— de problemáticas centrales, Gramsci tejió un conjunto de postulados que desembocó en teorizaciones novedosas y sugerentes, las cuales, a su vez, constituyen un universo conceptual original, potente y fecundo.[7] Con la elección de un punto neurálgico, se delinea el pasaje que nos lleva de la explicación —con respecto de su relevancia como autor— a la decisión de retomar aspectos específicos de su pensamiento con finalidades analíticas determinadas, transitamos de la pregunta ¿por qué Gramsci? a la de ¿Gramsci… para qué?

¿Gramsci… para qué?

De las grandes vetas que conforman los estudios gramscianos contemporáneos, este libro opta por el terreno teórico-conceptual. Aunque la argumentación comporte contribuciones y una postura original al interior del debate gramsciológico, es concebida como base para proponer un uso coherente y pertinente de los conceptos en el análisis de procesos políticos contemporáneos, en particular aquellos relacionados con las dinámicas de acción política y de movilización social de las clases subalternas.

A lo largo del texto, trato de moverme en la frontera entre gramsciología y gramscianismo, con la intención de encontrar un equilibrio que creo no sólo posible sino útil y necesario. A diferencia de la mayoría de la literatura especializada vertida sobre el pensamiento de Gramsci, los capítulos que aparecen a continuación no tienen propósitos históricos o filosóficos, ni pretenden ser un producto del estudio filológico de su obra, ni buscan esclarecer las condiciones de encarcelamiento, ni el estado de ánimo del prisionero, ni cuáles eran o cómo utilizaba sus fuentes, ni cómo reflejaba en sus notas sus inquietudes respecto de las noticias políticas que recibía, ni sus apreciaciones elípticas en cuanto al fascismo y al comunismo soviético. Se nutre, sin duda, de estas contribuciones, y además se retroalimenta de los estudios que resaltan los cambios o continuidades entre el antes y el después del encarcelamiento, que muestran la trayectoria militante de Gramsci en el contexto de los principales acontecimientos y movimientos políticos de su tiempo.

Tampoco me propuse incursionar en el terreno de la historia de las ideas con la búsqueda del sitio de Gramsci en el marxismo de su época, o de su impacto en las siguientes; no es un intento por entender al Gramsci filósofo, ni al Gramsci historiador.[8] Podría acercarse a una tentativa por perfilarlo como teórico de la política o de lo político, según se entienda y distingan estas acepciones, en la medida en que pretende destacarlo como un pensador de los procesos de subjetivación política. Se podría decir “sociólogo”, si no fuera que Gramsci, como buen marxista, no se situaba al interior de campos disciplinarios y, en particular, aborrecía la sociología determinista y mecanicista de aquellos años, tanto la positivista que dominaba la escena, como la marxista que estaba emergiendo. Al mismo tiempo, dicho sea de paso, hoy en día lo que podría causarnos un escozor semejante sería más bien la politología, dominada desde hace décadas por enfoques centrados en temáticas estatalistas, institucionalistas y electoralistas, lo cual convirtió a la sociología política, por lo menos al interior de ciertas ciudadelas universitarias, en su veta centrada en la acción colectiva —aun con sus aristas y sus nichos conservadores—, en un refugio para aquellos que siguen interesados en valorar el conflicto social, a los actores y los movimientos antisistémicos.

Este libro no ofrece tampoco una lectura exhaustiva del concepto hegemonía, cuya complejidad ha movilizado una enorme cantidad de estudios y de lecturas,[9] aunque, como lo argumentaré más adelante (y a lo largo de todos los capítulos), mis hipótesis con respecto a la relevancia y el lugar de los conceptos de subalternidad y, en particular, de autonomía tienen implicaciones en la delimitación de una acepción de hegemonía ligada a los procesos de subjetivación política y, por lo tanto, colocan o apuntalan una perspectiva específica de este concepto tan invocado en la teoría y la práctica política de nuestro tiempo.

Senderismo conceptual

En efecto, este libro tiene humildes y, al mismo tiempo, ambiciosos propósitos, en tanto perfila un definido y limitado —pero al mismo tiempo vasto— horizonte teórico. Propongo en sus páginas un ejercicio conceptual que evidencia una perspectiva analítica sobre la conformación procesual, desigual y combinada de las subjetividades políticas en relación con aspectos, dimensiones o cualidades subalternas, autónomas y hegemónicas. Este esfuerzo se vincula, como lo explicitaré en las conclusiones, con una trayectoria de reflexión teórica que inicié hace más de una década, movida por la preocupación ante un vacío que señalaba como déficit de teoría (neo)marxista del sujeto político en el campo de la sociología política y de las teorías de la acción colectiva y de la movilización social y política (Modonesi, 2016).

Valga la ironía con la que podemos leer hoy a Zavaleta, quien sostenía que “no es una exageración escribir que la difusión de las discusiones estatales es una verdadera medida del grado de proximidad de una clase con relación al poder” (Zavaleta, 1987: 22). Se da la paradoja de que, en nuestro horizonte histórico de visibilidad, los marxistas son los más filosos y certeros críticos de las formas estatales, y al mismo tiempo nos encontramos lejos de un asalto anticapitalista de las mismas (y menos aún de una capacidad para reformular sus contornos y sus contenidos en clave poscapitalista). Por otro lado, muy poco sabemos descifrar e impulsar las configuraciones de sujetos políticos antisistémicos y esto se convierte, en efecto, en una medida o un criterio para sopesar la distancia tanto de la conquista del poder, al que aludía Zavaleta, como de la construcción de un contrapoder a la altura del desafío del asedio recíproco y de la posibilidad de hacer época, para usar un par de sugestivas imágenes gramscianas.

Y, sin embargo, por allí tenemos que iniciar; volver a empezar. Construcción del sujeto y del proyecto revolucionario van de la mano y son condiciones de acumulación de fuerza indispensables para modificar una correlación a todas luces desfavorable. Justamente allí es donde viene en nuestro socorro Gramsci, el pensador de la lucha en el reflujo, convencido de que, “cuando todo aparece perdido, hay que poner manos a la obra comenzando desde el principio”.[10] Y en el principio están la lucha y el sujeto que la emprende para defenderse y liberarse de la dominación.

Pudiera parecer obvio que la obra de Gramsci ofrece una contribución a la teorización de la subjetividad política. Más allá de la obviedad —que no lo es tanto, como mostraré en el Capítulo I—, sugeriré en las conclusiones que en la obra de Gramsci se hallan los fundamentos, es decir, las coordenadas básicas a partir de las cuales se pueden y deben fundamentar y desarrollar teorizaciones marxistas sobre los procesos de subjetivación política y, por lo tanto, de la acción colectiva y los movimientos sociales.

Como ya lo mencioné, aunque buscamos reconocer, delimitar y evidenciar conexiones teóricas entre conceptos fundamentales del pensamiento de un autor particularmente sugerente, perfilando de paso un posicionamiento específico y original al interior del universo académico gramsciano, la apuesta de fondo es, en última instancia, que el arsenal conceptual que resulta de este ejercicio puede adaptarse y “traducirse”, para que tenga eficacia analítica y práctica de cara a los desafíos de nuestra época. Por otra parte, coincido, como lo sostenía Gerratana, “Gramsci por sí solo no se sostiene” (1997b: XXIV), es decir, su obra cobra sentido y adquiere proyección al surgir de y relacionarse con una corriente de pensamiento. En aras de proyectar al marxismo hacia las fronteras analíticas e interpretativas que requerimos para entender la realidad histórica y política que nos rodea, partimos de las intuiciones de Gramsci para ir más allá de las mismas, para pensar gramscianamente nuestro tiempo y, en la medida de las posibilidades a nuestro alcance, hacer época; desde Gramsci, más allá de Gramsci y con Gramsci, como lo argumentaré en las conclusiones.

Itinerario

A partir de estas premisas, a lo largo del texto mi reflexión se desarrolla mediante cinco movimientos conceptuales, correspondientes a cuatro capítulos y una conclusión/apertura.

El primer capítulo problematiza la noción de hegemonía, que es la que ha ocupado el centro del debate sobre la obra de Gramsci y, por lo tanto, permite colocar algunas coordenadas del estado del arte, al interior del cual se inserta la perspectiva que aquí sostengo: leer a Gramsci como un teórico marxista de la subjetivación política. Al mismo tiempo, allí se presenta —a grandes rasgos— como planteamiento general la idea de que la teorización gramsciana se despliega fundamentalmente en la tríada categorial subalternidad-autonomía-hegemonía, al interior de la cual juega un rol central la autonomía como experiencia y práctica de distinción y de autodeterminación del sujeto político.

Los siguientes dos capítulos se adentran en la obra de Gramsci y desmenuzan cronológica y lógicamente la aparición, colocación, sentido y relaciones de estos tres conceptos, destacando la centralidad de la noción de autonomía. El Capítulo II se centra, en particular, en la articulación entre subalternidad y autonomía, mientras que el Capítulo III desentraña el vínculo entre autonomía y hegemonía. El Capítulo IV presenta una lectura del concepto revoluciónpasiva desde la perspectiva de los subalternos, lo cual permite redondear el abordaje gramsciano al tema de la subjetivación política, todo bajo el supuesto de que la intención y capacidad de pasivización/subalternización impulsadas, ya sea por las clases dominantes a través de transformaciones estabilizadoras, ya por reformismos conservadores, es una reacción al antagonismo y la autonomía incipiente de las clases y los grupos subalternos.

En las conclusiones, a modo de recapitulación, esbozo un ejercicio de imaginación sociológica que ordena y densifica los conceptos en aras de perfilarlos y proyectarlos hacia el estudio concre­to de los movimientos sociales y políticos.

A nivel metodológico, he procedido de forma sencilla y relativamente canónica, cruzando la lectura de la obra de Gramsci con la revisión de una vasta literatura de estudios especializados, con particular atención y profundidad en las temáticas centrales de este libro. Por otro lado, en la exposición he recurrido abundantemente a las citas textuales de Gramsci para que los lectores pudiesen apreciar directamente sus palabras y las cotejen con mis consideraciones. Los Capítulos II y III, donde profundizo en los escritos de Gramsci, los he presentado en una secuencia rigurosamente cronológica —salvo excepciones menores, siempre justificadas y explicitadas—, ya que este criterio permite una apreciación filológica más adecuada del “ritmo del pensamiento” del marxista italiano.

Por otra parte, cabe mencionar que lo que presento en este libro es parte de una trayectoria de reflexión que inicié con la publicación, en 2010, de Subalternidad, antagonismo y autonomía. Marxismo y subjetivación política (Modonesi, 2010), en el cual ya aparecían algunas ideas que aquí desarrollo y, sobre todo, un enfoque y una perspectiva analítica que aún sostengo y pretendo perfeccionar. Posteriormente, he publicado un artículo en el cual profundicé el análisis del concepto de subalternidad y avancé la idea de la centralidad de la autonomía (Modonesi, 2018), que se convierte aquí no sólo en un punto crucial de mi argumentación, sino posiblemente en la contribución más original que aspiro a insertar en el campo de los estudios gramscianos actualmente existentes. Otras ideas, que se asoman en la conclusión del libro, aparecieron en El principio antagonista (Modonesi, 2016), y lo referido al concepto de revoluciónpasiva en el Capítulo IV tiene como antecedente ese mismo libro, así como Revoluciones pasivas en América Latina (Modonesi, 2017) y La revolución pasiva. Antología de estudios gramscianos (Modonesi, 2022). Por último, una versión del primer capítulo apareció en forma de artículo en Historical Materialism (Modonesi, 2023) y un esbozo sobre el lugar del concepto de autonomía en los Cuadernos fue publicado en el Diccionario gramsciano (Liguori, Modonesi y Voza, 2022).

En este sentido, por lo menos desde el ángulo específico del estudio conceptual de la obra de Gramsci y su potencial teórico, todo el texto culmina un proceso de más de una década dedicada al trabajo artesanal, metateórico, de desarmado, rearmado y pulido de conceptos gramscianos que considero herramientas de enorme valor analítico e imprescindibles claves de lectura y de acción colectiva en el “mundo grande y terrible” en el que vivimos.

Aunque, dicho sea de paso, escribí estas páginas a caballo entre dos mundos, Europa (Roma y Madrid) y América Latina (Ciudad de México), occidentes separados por una notable distancia geográfica, cultural y política. Eventualmente esto comporta también un hiato teórico y de motivaciones epistémicas, mismo que es perceptible en el afán conceptual-instrumental y en el respiro militante que, creo, se percibe detrás de mis palabras, sin menoscabo de un rigor académico no aséptico, sino expresión de una pasión política por la verdad de inspiración nítidamente gramsciana.

Agradecimientos

A Guido Liguori, por la amistad y la complicidad política e intelectual que recorre estas páginas; y por la “lazialitá”. A los diversos amigos y colegas que, en distintos momentos, leyeron, comentaron e hicieron sugerencias sobre este libro o parte de él.

A la unam, en particular, por los periodos sabáticos en Roma y en Madrid que me dieron el espacio y el tiempo para escribir este libro.

La investigación se realizó gracias al apoyo del programa papiit-dgpa al proyecto IN301619 Fundamentos de una teoría gramsciana de la subjetivación política.

[1] Y, más allá de su frase irónica en contra de los autodenominados “marxistas franceses”, nominalmente no lo podía ser, aunque en el terreno teórico fue el primer marxista por obvias razones. Sobre esta cuestión, en particular, en polémica con la desmarxistización de Marx, véase Massimo Modonesi (2018b).

[2] Cuya primera publicación fue una selección de sus cartas personales, la cual obtuvo un importante premio literario en 1947, que contribuyó a nacionalizar a Gramsci y al Partido Comunista Italiano (pci) como parte de aquella que fue denominada “operación Gramsci”, véase Francesca Chiarotto (2011). Las cartas actualmente publicadas son muchas más que las contenidas en aquella primera selección. En español contamos con la traducción de Lettere dal carcere, 1926-1937, editado por Antonio Santucci, Sellerio, Palermo, 1996: Cartas de la cárcel, 1926-1937, Era, México, 2003.

[3] Aunque existe una serie de polémicas y teorías complotistas que, sin sustento, quiere argumentar la ruptura entre Gramsci y el campo comunista como, por ejemplo, las surgidas en torno a los Cuadernos desaparecidos, la traición de Togliatti, la benevolencia de Mussolini o la supuesta conversión al catolicismo de Gramsci en su agonía. Sobre el tema, véase Angelo D’Orsi (2014).

[4] Para contextualizar la trayectoria de Gramsci en el comunismo italiano, véase Paolo Spriano (1967-1968).

[5] La expresión es de Gianni Francioni (2016).

[6] En efecto, hubo quienes indicaron la centralidad de las nociones de bloque histórico, revolución pasiva, Estado integral, guerra de posiciones, cultura o sociedad civil. El único —y muy logrado— intento de reconstrucción integral de las interpretaciones, recepciones y disputas, principalmente las italianas, sobre el pensamiento de Gramsci se encuentra en Guido Liguori (2012), recientemente publicado en inglés en la colección de Historical Materialism.

[7] Un universo que trató de ser aprehendido en el monumental diccionario elaborado en el seno de la International Gramsci Society, que cuenta con más de 600 voces: Guido Liguori y Pasquale Voza (2006). Una selección de 100 voces fue traducida en castellano en Guido Liguori, Massimo Modonesi y Pasquale Voza (2022). Cabe señalar que a esta versión se agregó la de autonomía, inexplicablemente ausente en la versión original.

[8] Si sobre el filósofo abundaron desde siempre los textos, hay que registrar un interés reciente en resaltar el perfil historiográfico de Gramsci; véanse Alberto Burgio (2003) y el reciente trabajo de Yohann Douet (2022).

[9] Para un panorama, véanse los textos recientes de Perry Anderson (2017) y Giuseppe Cospito (2021b).

[10] En una carta a su hermano Carlo del 12 de septiembre de 1927.

Capítulo IGramsci y el sujeto político

Este capítulo tiene un carácter introductorio, ya que presenta un campo de debate y, en su interior, la perspectiva que sostengo y que reaparecerá a lo largo de todo el libro: la necesidad y utilidad de delimitar y rescatar, en la obra de Gramsci, una noción específicamente subjetiva de hegemonía que permita colocar este concepto como coordenada de una lógica y de una secuencia en un proceso de subjetivación política, que incluye las nociones de subalternidad y autonomía.

Subjetivación política y/o ejercicio del poder estatal

De la noción de origen bolchevique y leninista de la “hegemonía” [como posibilidad/capacidad de la clase obrera de superar el plano corporativo y convertirse en el centro de una alianza revolucionaria con el campesinado (Di Biagio, 2008; Brandist, 2015)], que Gramsci enriqueció y complejizó en sus Cuadernos de la cárcel en medio de una multiplicidad de usos y aplicaciones,[11] podemos distinguir, de acuerdo con Christine Buci-Glucksmann, dos acepciones fundamentales: “un análisis de la hegemonía en términos de constitución de clase” y “un análisis de la hegemonía en términos de Estado” (Buci-Glucksmann, 1978: 18). En un sentido similar, Nicos Poulantzas diferenciaba la hegemonía a partir de su origen proletario o burgués: “dos ámbitos que se presentan, pese a sus relaciones, como diferenciados: el de la función política objetiva y de la estrategia de proletariado —lo cual plantea el problema de sus relaciones con el concepto de dictadura del proletariado— y el de las estructuras del Estado capitalista y de la constitución política de las clases dominantes en la sociedad moderna” (Poulantzas, 1969: 43). Esta diferenciación la podríamos entender a la par de la de potentia y potestas, es decir, como “poder hacer” y “poder sobre”, usando la distinción de Spinoza que ha sido retomada en los últimos años por varios autores como Negri, Holloway y Dussel. O podríamos sostener, como lo haré más adelante, que se trata de dos caras u horizontes de la hegemonía, del horizonte interior, en donde se atañe el de la constitución interna del sujeto, y el exterior, que se proyecta afuera del mismo.

Si bien estas dos formas generales de la hegemonía están estrechamente articuladas,[12] los estudios gramscianos contemporáneos y los usos más difusos del concepto,[13] salvo contadas excepciones, operan un recorte y se orientan a concebir la hegemonía estrictamente como expresión y como lógica de la dominación, con lo cual se olvida o relega a un segundo plano su acepción relativa a la subjetivación política de las clases subalternas.

No obstante, ha sido reconocido por diversos autores que la reflexión de Gramsci en los Cuadernos de la cárcel —como gran parte del debate marxista de su época— gira alrededor de la cuestión del sujeto político, ya que problematiza y teoriza formas y dinámicas de subjetivación política y propone una filosofía de la praxis, que implica la construcción de sujetos que actúan políticamente en función de una voluntad colectiva y que se realizan plenamente en el despliegue hegemónico de lo que Gramsci llamaba un príncipe moderno