GuíaBurros: El Estoicismo como filosofía de vida - Julio Zarco - E-Book

GuíaBurros: El Estoicismo como filosofía de vida E-Book

Julio Zarco

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Beschreibung

El estoicismo es una de las filosofías de vida que más ha influenciado a la sociedad occidental desde su origen en la antigua Grecia. Esto se debe a su conocimiento de la naturaleza humana y su adaptación a ella, a su profundidad filosófica de base lógica y a su condición empírica y práctica. De hecho, podemos definir el estoicismo como la forma más potente y eficaz que se conoce de lo que hoy llamamos autoayuda, pues son innegables los beneficios que aporta una vez que se adoptan sus principios.  De la mano del autor, médico y humanista, este libro muestra de modo magistral los profundos valores de esta filosofía de vida y, especialmente, la forma de aplicarlos en la vida cotidiana.

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GUÍABURROS: EL ESTOICISMO COMO FILOSOFÍA DE VIDA

Su enseñanza y práctica

Julio Zarco

www.estoicismo.guiaburros.es

© EDITATUM

© JULIO ZARCO

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Primera edición: febrero de 2023

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Sobre el autor

Julio Zarco es médico de familia y doctor en Humanidades por la Universidad Complutense de Madrid donde imparte docencia de psicología médica y psiquiatría. Durante más de tres décadas ha compartido su vida profesional entre el ejercicio clínico asistencial, en varios centros de salud de Madrid, la docencia universitaria y las responsabilidades en la gestión sanitaria. Durante ocho años fue presidente nacional de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria y primer director técnico del Museo Nacional Infanta Margarita de la Real Academia de Medicina. Durante casi cinco años dedicó su profesión a la gestión sanitaria. Ha sido director general de atención al paciente y viceconsejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid. En la actualidad desempeña el puesto de subdirector gerente del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y presidente de la Fundación Humans para la promoción de la humanización de la asistencia sanitaria.

Julio estuvo influido siempre por la figura de su profesor Pedro Laín Entralgo. Ha dedicado su actividad académica a la antropología médica y a la relación entre medicina y literatura. Tituló su tesis doctoral: “Análisis de la obra narrativa de Gustavo Adolfo Bécquer desde la perspectiva de la psicología arquetipal”. Es amigo y discípulo de escritores como Antonio Gala, Luis Mateo Díaz o José Luis Sampedro. Siempre ha combinado la poesía y la narrativa para llegar a la percepción y conocimiento de la persona enferma, desde una óptica integral. De la misma manera, su conocimiento de la simbología, la mitología y las tradiciones místicas le han convertido en un estudioso de la meditación y de la consciencia.

En su haber el autor ha escrito entre otros: La sombra del dolor; Ser y estar sano: cultura de la salud; El arte de ser médico; Encuentros con el silencio; GuíaBurros: La enfermedad como experiencia de transformación y GuíaBurros: Relajación dinámica.

Agradecimientos

A mi padre y mi madre, a los que debo mi vida.

A Dulce, Moisés, Sara, Yumara y Moi por ser mis chispas de vida.

A mis maestros Epicteto, Séneca y Marco Aurelio por mostrarme el camino de la virtud.

Qué es este libro y para qué sirve

“Haz cada cosa en la vida como si fuera lo último que hagas” .

Marco Aurelio, Meditaciones

Existen muchos tipos de libros que sirven para múltiples fines. La mayor parte de ellos tienen por objetivo distraer y divertir, sacarnos de nuestra vida rutinaria y llevarnos a otros mundos, otras vidas, otras formas de pensar. Este objetivo suele estar representado por la novela, la poesía y la narración en su conjunto. La obra que tiene entre sus manos pertenece a la categoría de ensayo y su objetivo fundamental es la trasmisión de conocimiento. Sin embargo, la trasmisión del conocimiento, en el momento que se petrifica en las páginas de un libro, pierde parte de su poder y se convierte en algo frío, rígido y anquilosado. Esto es así porque la verdadera trasmisión del conocimiento debe producirse de manera espontánea, viva, es decir, en la práctica de la vida cotidiana. El conocimiento sin vida es simple información; el conocimiento con vida y para la vida es sabiduría.

Este libro trata de trasmitir la forma de vida estoica y eso significa un modo de entenderla, de pensar y de sentir, y ante todo, una actitud hacia uno mismo y los demás. Una filosofía de vida es adoptar una forma de ser y estar en el mundo, y eso requiere de práctica, guías y referencias, y antes de nada, de persistencia en la conducta.

Hay filosofías de vida que se buscan y se encuentran. Otras nos llegan de una manera espontánea: siempre habían estado ahí, pero no las habíamos visto. En mi caso, este es un libro que recoge mi experiencia sobre cómo vivo la vida de una manera estoica. En ningún caso fue una filosofía buscada, sino que me encontró.

Siempre me he definido como un buscador, entendiendo por tal aquella persona inconformista que busca y anhela con curiosidad hallar el conocimiento, conocer y sentir la vida en su intimidad más honda y, sobre todo, conseguir ser mejor persona. Ya he pasado más de la mitad de mi vida en busca de las fuentes del conocimiento y la sabiduría, en busca de la perfección y la belleza, y en esencia, en búsqueda de mí mismo. Después de todo este tiempo y de las múltiples tribulaciones de la vida, podría decir que siempre buscaba, aunque no lo hacía en el lugar adecuado. El ser humano anhela buscar la verdad, la realidad de la vida, buscar a Dios…, para al final terminar de darse cuenta y ser consciente de que la verdadera búsqueda parte y termina en el mismo lugar: en uno mismo. Esto me recuerda la antigua historia sufí, que, como muchas otras, pertenece al acervo ancestral de la historia de la humanidad. Refieren los sufís cómo un joven tiene el sueño de encontrar un tesoro y parte en su búsqueda para terminar la historia en el mismo punto de salida, pues el tesoro no se encontraba en ningún país lejano, estaba en su propia casa. Nosotros, el ser humano, somos el tesoro de esta historia y tan solo, nada más y nada menos, tenemos que quedarnos en este aquí y este ahora eternos y profundizar en el conocimiento de nosotros mismos. Aún resuenan las graves palabras del oráculo de Delfos: “Conócete a ti mismo”.

Querido lector, tiene en sus manos un libro práctico sobre cómo vivir una vida estoica en el mundo actual. Todo ser humano vive su propio mito, tal como Jung y Campbell nos relataron. Toda vida humana es el camino del héroe que nos lleva a nosotros mismos. Tenemos que partir a esa aventura pues en el camino, plagado de retos y pruebas, está el conocimiento y perfeccionamiento de uno mismo.

Este ha sido mi caso. Mi búsqueda comenzó hace muchos años y me llevó a muchos puertos interesantes. En todos ellos recalé, exploré, viví y recogí provisiones, y volví a reemprender la marcha con renovadas energías hacia otros puertos desconocidos, esperando encontrar otras aventuras. Hace muchos años encontré a mi maestro, Claudio Naranjo, alguien que me animó a emprender ese camino del héroe, sin desvelarme que esa búsqueda era solo la excusa para el autoconocimiento. Él había hecho lo mismo, viajó por muchos mundos, recogió provisiones y siguió viaje hacia otros lugares. Por ello, de su mano y de la de otros maestros, viajé a Oriente, al budismo, al zen, al sufismo y a tantas otras formas de pensamiento y sabiduría. De todas aprendí, de todas me nutrí y todas ellas me permitieron ser mejor persona y conocer un poco más la existencia.

Pero en los últimos tiempos, y solo gracias al sufrimiento de la vida, he experimentado el verdadero conocimiento de mí mismo. Este no es un libro autobiográfico, pero sí es un libro que trasmite lo que aprendí de la vida para poder convertirme en una persona de vida estoica. Porque, después de múltiples vicisitudes y aprendizajes, la verdadera esencia de la búsqueda estaba en mí y en mi propia tradición, la tradición occidental, la tradición griega o, como siempre se ha denominado, la cultura clásica.

En los últimos años he experimentado el dolor de la vida y el sufrimiento de vivir situaciones complejas que me han traído retos existenciales. Han sido estos retos y ese dolor los que me han llevado a la vida estoica. Tú, querido lector, si no lo has hecho hasta ahora, tendrás que elegir qué tipo de vida quieres vivir. Yo te mostraré cómo vivo yo, un estoico.

Por qué un libro sobre estoicismo en el siglo XXI

“Solo hay una manera de alcanzar la felicidad y es dejar de preocuparse por las cosas que están más allá de nuestro poder o de nuestra voluntad”.

Epicteto, Enquiridión

Vivimos tiempos convulsos y complejos, es un sentir generalizado que impregna nuestras conciencias y nuestras vidas. El siglo XX estuvo marcado por los grandes conflictos bélicos, la aparición de nuevas tendencias en el arte, el nacimiento de nuevas tecnologías y de grandes cambios sociales y políticos. Este inicio de siglo XXI está marcado por el cambio y la transición a otro mundo, a otra forma de ver y contemplar la vida, y por lo tanto estamos en un periodo de transición. El viejo mundo se ha esfumado, ha desaparecido, y otra existencia, otro mundo está eclosionando. A esta interfase, a este territorio entre fronteras, se la denomina crisis. La palabra crisis no tiene una connotación mala o negativa, solo significa “cambio, transición”. Es similar a la transición biológica entre el niño o niña y el adulto, aún no se es ni una cosa ni la otra, el adolescente se convierte en un ser de transición. Así pues, estamos en la adolescencia de un nuevo mundo.

Además, y por si no nos habíamos enterado de este paso a un nuevo mundo, en este cuarto de siglo escaso hemos recibido varios mensajes contundentes por parte de la vida. Primero fueron los atentados terroristas que asolaron el mundo reivindicando un nuevo orden social y religioso, haciéndonos sentir que nuestra aparente seguridad era ficticia. Luego siguió la quiebra económica y financiera de los mercados mundiales, que nos hizo asistir al desmoronamiento de un modelo económico hiperliberal y consumista que hace más ricos a los ricos y más pobres y esclavizados a los pobres. Por último, y por si no nos habíamos enterado con suficiente nitidez, el mundo se ha visto asolado por la pandemia del virus SARS-COV 2, cuya enfermedad, la covid-19, lleva diezmando durante más de dos años a la población mundial. ¿En serio aún seguimos sin estar convencidos de que el mundo está cambiando?

Las personas que nacimos en la primera mitad del siglo pasado estamos asistiendo a la aparición de una realidad tecnológica fascinante y a la vez amenazante. Lo imaginado por los grandes autores de ciencia ficción como Asimov, Dick o Clark se está haciendo realidad delante de nuestros ojos y casi sin ser conscientes de ello. El paradigma del trashumanismo como corriente de pensamiento que considera que la aplicación e incorporación tecnológica al ser humano nos llevará a un salto evolutivo es una de las corrientes más potentes en la actualidad y que más adeptos tiene. Hoy hablamos de datos, de nubes de datos, y no de personas. Hablamos del internet de las cosas y del big data, y no de conocimiento. Hoy hablamos de cíborgs y no de seres humanos. Es una realidad, el mundo está cambiando, y eso no significa que sea a peor, es que no sabemos aún hacia dónde va. Tenemos un breve atisbo de lo tecnológico y del metauniverso que nos espera, pero el ser humano aún no ha imaginado el mundo que quiere para la especie y para el planeta. Como no se cansaba de repetir el premio nobel de la Paz, el médico y filósofo Albert Schweitzer, el hombre debe tener un modelo del mundo en su cabeza; si no es así, sufre y camina descarriado por la vida. La pregunta es: ¿sabe el ser humano hacia dónde se dirige? ¿Cuál es el modelo de mundo y de vida que queremos tener para nosotros y nuestros descendientes?

Vivimos instalados en la queja continua sobre el modelo de vida que tenemos en la actualidad, pero tampoco hacemos nada para cambiarlo. Los grandes avances tecnológicos han acelerado la vida hasta límites vertiginosos y nuestra existencia se ha convertido en un desenfrenado deseo de adquisición de bienes, prestigio, poder y reconocimiento. La globalización de los países denominados ricos nos ha llevado a una uniformidad insustancial de nuestras vidas, donde se te reconoce por lo que tienes y no por lo que eres. Esto nos hace recordar las reflexiones que el filósofo Eric Fromm hizo hace más de medio siglo, cuando hablaba sobre el “ser” y el “tener”, y como se estaba forjando un ser humano hedonista ocupado solo en la adquisición de bienes y poder, y carente de principios y valores. Se ha instalado una insatisfacción en la sociedad, donde la angustia y la depresión son monedas de uso corriente. En estos momentos, las alteraciones mentales de niños y jóvenes se han convertido en un verdadero problema de salud pública. El ser humano vive una vida artificial: se nos prepara en las escuelas para adquirir conocimientos absurdos y no se nos enseña a adquirir sabiduría y a ennoblecer el verdadero arte de la Vida, con mayúsculas. Se nos entrena para ser productivos y agresivos en la jungla social a través de un darwinismo social recalcitrante, y a vivir con intensidad los momentos de placer y rechazar el dolor, la enfermedad, la muerte y el fracaso. Desde pequeños se nos enseña a ser los más guapos, competitivos, exitosos y reconocidos que podamos, y a pisar por la vida con fuerza, sin mirar a quién aplastamos o arrollamos. Pretendemos ser inmortales, no queremos enfermar y sí la juventud eterna. La llamada era de la comunicación nos ha trasformado la vida en muchos sentidos, en algunos casos para mejorarla y hacerla más fácil, y en otros casos para complicarla. Hoy en día a través del teléfono móvil podemos realizar cualquier gestión y acceder a cualquier parte del mundo a golpe de clic. Manejamos miles de datos en cuestión de segundos y el móvil se ha convertido en una herramienta imprescindible incluso para los niños. El móvil es nuestro ordenador: además de hablar por teléfono, contestamos correos electrónicos, disfrutamos de películas y series de televisión, escuchamos la radio o nuestra música preferida, es una cámara de vídeo y fotos, podemos leer libros... Una absoluta revolución tecnológica que de manera inevitable ha trasformado nuestro mundo y también nuestro cerebro. La globalización planetaria nos facilita la interconexión rápida a miles de kilómetros y podemos saber lo que acontece en el más recóndito rincón de la tierra. Todo es accesible, rápido, inmediato. Si accedemos a internet a buscar una información y esta se demora unos segundos más de la cuenta, nos quejamos de la lentitud de la red. La red de redes, internet, no solo nos ha facilitado la accesibilidad al resto del mundo, sino que también nos ha expuesto de manera total al resto de la humanidad. Hoy en día es posible conocer quién es una persona, su vida personal, su intimidad, sus gustos y preferencias, solo haciéndole un seguimiento en las redes sociales. La brutal eclosión de estas redes como Twitter o Instagram supone un auténtico desafío para el individuo. Conocemos a miles e incluso millones de personas de cualquier parte del mundo a través de nuestro móvil, ellos nos siguen, nosotros les seguimos, nos intercambiamos información, nos mandamos mensajes, y nos alabamos y atacamos a fuerza de pulsiones y tendencias de mercado. Soy consciente, según estoy realizando este relato, de que la descripción de las posibilidades y características de la nueva era podrían ser infinitas y que los simples rasgos que acabo de relatar son más que suficientes para hacernos una composición de lugar y una fiel fotografía de que este siglo XXI está marcado por una tendencia al cambio, por la aparición de un nuevo paradigma que generará un nuevo ser humano, lo cual a su vez llevará aparejado un cambio en nuestro cerebro. Esto, a su vez y de manera inevitable, provocará un cambio en nuestra consciencia. Según refieren los paleontólogos, la especie humana realizó un salto cualitativo en la evolución en relativamente poco tiempo y muy especialmente en el salto del neandertal al cromañón. Este salto de rasgos somáticos, que conllevó un cambio del volumen y peso del cerebro, estuvo asociado a cambios inevitables en la cultura de nuestros ancestros, en su forma de vida y por lo tanto en su consciencia. Muchas son las hipótesis que tratan de explicar este cambio evolutivo y posiblemente todas ellas sean parcialmente válidas, desde la aparición y sofisticación del lenguaje, los cambios en la sexualidad y su práctica, etc.; pero lo que es una realidad es que el cambio del entorno y determinados detonantes biológicos ocasionaron un cambio cerebral y en la conciencia que nos hizo más humanos. ¿Estamos en este siglo XXI en una situación parecida que posibilitará un cambio evolutivo en nuestra especie? Este es el paradigma trashumanista y la respuesta parece ser que sí. Las personas de mi edad que hemos vivido a caballo entre varias épocas y hemos conocido el mundo del siglo pasado y el actual, percibimos cambios objetivos en este sentido. Muchos de estos cambios los observamos en nuestros niños. “Los niños de hoy no son como los de antes”, decimos, y es cierto. Son generaciones de nativos informáticos que contemplan la vida de una manera muy distinta a como lo hacían sus padres y abuelos.

Como he contado al principio, este nuevo panorama del planeta Tierra y de la especie Homo sapiens sapiens que la habita tiene unas grandes ventajas (podría relatar cientos de ellas de un profundo calado: el aumento de la longevidad, la cronificacion de enfermedades antes mortales, la curación de infinidad de cánceres, el acceso al conocimiento sin restricciones y la información, la interconectividad de toda la humanidad, etc., etc.), y también ciertos inconvenientes (se podrían relatar cientos de ellos: la incomunicación entre personas, el estrés, la aparición de múltiples enfermedades mentales, la degradación del medio ambiente, el cambio climático, el egoísmo, la pérdida de valores, etc.). Parece ser una realidad establecida que el ser humano es hoy más infeliz y que, pese a todas las grandes comodidades y ventajas de esta era tecnológica, hay un cierto poso de insatisfacción. No sabemos muy bien la razón, es una sensación inespecífica de angustia, de incertidumbre e inseguridad, como si barruntáramos la llegada de una tormenta. No podemos atribuirlo a nada concreto, es una sensación de extrañeza, de ansiedad que nos lleva a estar enojados e irritables. Tenemos todo lo que queremos y más: un buen trabajo, una familia maravillosa…; sin embargo, tenemos la percepción clara de que algo falla en nuestras vidas. Tenemos cubiertas las necesidades básicas, incluso de más: hogar, alimentación, educación, sanidad, etc., pero…