GuíaBurros: Metaverso - Frank Moreno - E-Book

GuíaBurros: Metaverso E-Book

Frank Moreno

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Beschreibung

Metaverso es un acrónimo compuesto por meta, un término griego que significa "más allá" y verso que hace referencia a "universo", por lo cual significa "el universo que está más allá", entendiendo que se refiere a entornos donde los humanos interactúan social y económicamente como avatares en un ciberespacio sin las limitaciones del mundo físico y compuesto por múltiples espacios virtuales tridimensionales compartidos. Pero, ¿el Metaverso existe o no?¿Cómo podemos realmente asegurar que algo que es virtual, existe de verdad? ¿Es posible que el Metaverso signifique un nuevo salto social y tecnológico del calibre de lo que en su día significó la aparición de internet? En este libro encontrará todo lo que hoy se hace indispensable saber sobre este "nuevo mundo" de un futuro que ya es presente.

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METAVERSO

Claves para entender el nuevo universo virtual

Frank moreno

www.metaverso.guiaburros.es

Sobre el autor

Frank Moreno es experto en Intraemprendimiento de la European Commision. Consultor, formador y speaker internacional, con más de 25 años de experiencia en entidades financieras (Caixabank, Banco Santander). También es capacitador para grandes empresas en Innovación y transformación digital y experto en tecnologías de datos (Big data, small data...). Además, es presidente y cofundador del Instituto Internacional de Intraemprendimiento.

Es coautor, junto a Efrén Miranda y Agustín Ruíz de GuíaBurros: Intraemprendimiento.

Agradecimientos

Agradezco este libro a todas las personas creativas, inquietas, que desean aprender nuevas técnicas y tecnologías y sobre todo, curiosear sobre cómo será el mañana que vendrá. Gracias a ellos, el mundo y lo que nos rodea evoluciona.

Metaverso: ser o no ser

Tengo que comenzar esta pequeña guía (que algunos llamarán libro por su formato) con la asimilación al conocido modelo de la goma elástica.

Este modelo permite enfrentarse a cualquier dilema. Digamos que, por ejemplo, un familiar o amigo nuestro debe enfrentarse a una decisión transcendental. Nos valdría un cambio de trabajo, un cambio de país, un cambio de forma de pensar o cualquier otro que, en definitiva, suponga transgredir nuestra zona de confort. Evidentemente, sería un dilema, un gran dilema.

Como todo gran dilema que se precie, y con el objetivo de tomar una decisión —y no cualquier decisión, sino la mejor— deberíamos sopesar los aspectos positivos y negativos. O eso sería lo lógico, ¿no?

En este caso, y en muchos otros, podríamos aplicar el modelo antes citado, el de la goma elástica. Este modelo se basa en el binomio:

¿Qué cosas me impiden el sí?

¿Qué cosas me ayudan al sí?

Seguramente, de pequeños, habremos jugado muchas veces a la cuerda. De un extremo, unos niños y niñas tiran denodadamente de su parte de cuerda para conseguir que el otro extremo, donde también están otros niños y niñas sujetando su parte de cuerda, venga a nosotros, y por tanto ganemos el juego. Es un modelo de equilibrio, donde la fuerza bruta pero también la resistencia juegan un papel transcendental.

Si volvemos al modelo de la goma elástica, la decisión que tengamos que tomar ante un suceso, sobrevenido o no, dependerá en gran parte de un equilibrio entre lo que me sujeta para no dar el paso (tomar una decisión en contra del dilema) y de lo que tira de mí (las fuerzas que me ayudan a tomar una decisión a favor del dilema).

Y ahora, creo que se entenderá mejor el dilema que supone el metaverso como fenómeno social, cultural, empresarial, lúdico y en definitiva, desafiante.

No será la primera vez ni la última, que accedo a la querida (y en parte incomprendida y poco valorada) Wikipedia, para entender una definición. Y esta es la que nos ocupa, y da sustancia y valor a este relato.

Concepto de Metaverso

Efectivamente, la Wikipedia (que yo sepa no es un sistema robótico ni una inteligencia artificial que conozca absolutamente de todo) plantea una definición bastante lógica y práctica:

“Los metaversos son entornos donde los humanos interactúan social y económicamente como avatares, a través de un soporte lógico en un ciberespacio, que actúa como una metáfora del mundo real, pero sin las limitaciones físicas o económicas allí impuestas. El metaverso generalmente está compuesto por múltiples espacios virtuales tridimensionales, compartidos y persistentes, vinculados a un universo virtual percibido”.

A mí, como definición, me vale.

Si vamos a desentrañar el significado de la palabra, es muy fácil. Es un acrónimo compuesto por “meta”, una palabra griega que se podría traducir por “más allá”, y “verso”, que hace referencia al concepto de “universo”, por lo cual podríamos entender que viene a significar “el universo que está más allá”. Ahora bien, no indica el tipo de lugar, ni mucho menos que sea físico estrictamente hablando.

Como otra nueva definición, también me vale. Sin entrar en las posibilidades que puede tener este segundo término en cuanto a connotaciones espirituales, místicas o mágicas, lo cierto es que lo sitúa, a priori, lejos de nosotros.

Lo que sí que tengo claro es que es un concepto tan ambiguo, que muy posiblemente en los próximos meses sea la palabra más buscada en Google o en cualquier otro buscador, intentando de alguna manera entender el concepto para así sacarle todo el provecho.

Ya en LinkedIn, a marzo de 2022, el hashtag #metaverso, apenas contaba con 2671 seguidores en esta popular red social profesional, muy lejos de otros hashtag como #inteligenciaartificial o #innovacion. Pero demos tiempo al tiempo…

Sin embargo, aquí está precisamente el quid de la cuestión, y es inevitable volver al principio: ¿el metaverso existe o no? ¿Cómo podemos realmente asegurar que algo que es virtual existe de verdad? ¿En qué plano de consciencia o conocimiento? Y así, podría seguir escribiendo preguntas que crearían multitud de opiniones, y por tanto de conjeturas, sobre la realidad de un término y una definición que incluso la propia Wikipedia, como subtítulo en su definición, indica como “universo ficticio”.

Por tanto, ya se da por hecho de que existe como universo, aunque quizá, solo en la mente de las personas que, por algún sistema técnico y tecnológico, lo comparten, lo usan y a su modo, lo construyen. De momento…

Debe de ser cierto, en todo caso, que el metaverso, si no existe ya (que creo que sí), lo hará en pocos meses. ¿Razones? Múltiples. La primera de ella tiene una fuerza aplastante. ¿Cómo es posible que un gurú de la tecnología como es Mark Zuckerberg, se arriesgue a cambiar una marca millonaria y planetariamente conocida como “Facebook” por “Meta”, una nueva marca, pero en definitiva una apuesta tremendamente arriesgada? Parafraseando a Neil Armstrong (con todos los respetos), “un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la Humanidad”.

Mark Zuckerberg, en el evento virtual Connect 2021 del pasado octubre, lo hizo público y por tanto le otorgó carta de naturaleza, bendiciendo el cambio y metiéndose de lleno en un campo ligeramente embarrado, del que puede hundirse, o por el contrario, salir muy reforzado. Y en parte tiene mucha razón. Su objetivo es llevar las redes sociales a un nuevo mundo paralelo (real, ficticio o mixto, en todo caso diferente) a un nuevo nivel de consciencia, por el que está dispuesto a arriesgar todo, incluso la escasa reputación que los expertos le otorgan.

El origen: Snow Crash

Neal Town Stephenson, escritor nacido en Maryland, EE. UU., tenía que tener pesadillas. Algo le debía rondar la cabeza, cuando hace 30 años, se le ocurrió escribir Snow Crash, un alegato de ciencia ficción, ciberpunk, informática y tecnología mezclado con no sé qué estilo. Este libro, que habría pasado ya de moda de no haber dado Mark Zuckerberg su “pequeño paso” hacia el Metaverso, se ha convertido en libro de culto, al menos no para entender el fenómeno que nos atraviesa de lleno en este año pospandémico de 2022, sino para establecer un vínculo lógico: por qué ahora, y por qué con esta inusitada fuerza. Curiosamente, el título de esta novela (inclasificable seguramente en cuanto a su catalogación técnica) alude a una especie de error informático en los computadores de la marca Apple; este fallo generaba el famoso “fin de la programación” que en España y en muchos países del mundo daba lugar a una falta de señal que se manifestaba con ruido y una especie de células grises, moviéndose a una gran velocidad, sin ningún sentido del movimiento, en aquellos televisores “muertos” sin color, y con una relativa escala de grises que generaba su emisión en blanco y negro.

Pero lo verdaderamente valioso de esta obra, a mi juicio, es lo que quería expresar: el caos que provoca la falta de información (infocalipsis en el libro). Una información que no es que no exista, sino que no la vemos, que está en algún lugar y se escapa a nuestro control, o al menos a nuestra vista o entendimiento. ¿Y dónde estaría esa información que no vemos? Sí, correcto. En un ciberespacio que bautizó como “Metaverso”.

Claro, es evidente (o lo debería ser) que en estos momentos exista una cierta comparación nostálgica con Matrix, un metaverso letal donde tu vida corre peligro si eres desactivado o mueres en ese lugar, paralelo a la realidad de quienes luchan contra las máquinas en la famosa trilogía de las herman@s Wachowski.

Y creo que hay que darle un poco más de espacio a la novela de Neal, porque precisamente habla del “ser o no ser” de este ciberespacio que llamamos Metaverso. En la historia de Snow Crash, Hiro, un pizzero al uso en el mundo real, quizá alguien que debe trabajar para mantener su vida, pero que posiblemente no es feliz (vaya, no lo debe ser cuando quiere salir de su realidad), se convierte en un aguerrido samurai en el ciberespacio (metaverso). Sin echar en falta la componente emocional (Hiro conoce a una patinadora que trabaja como mensajera, TA) el núcleo de la trama plantea, a través del conocimiento de Hiro de un virus informático en el metaverso, la proyección de una imagen de ruido constante sobre los monitores, que afectan directamente a la capacidad del lenguaje de las personas que contemplan dicha imagen. Y claro, ahí está el malo de la película (mejor dicho, de la historia de la novela), Cuervo, al que rodean una serie de mitos, leyendas y magias relacionadas directa o indirectamente con Babilonia.

Pero otro de los fenómenos que introduce Neal, y con gran acierto, es el de “avatar”, como imagen más o menos fidedigna de una persona en un universo virtual, internet, mediante una aportación directa a los famosos juegos de rol masivos conocidos como MMORPG (Massively Multiplayer Online Role-playing Game), traducible como “Videojuegos de rol multijugador masivos en línea”, que son fundamentales para construir la historia del metaverso, principio y fin de la novela, o eso al menos quiero creer.

Snow Crash, se proclamó, con todo derecho, la novela de estilo ciberpunk más vendida de los años 90, todo un honor, me atrevo a decir, y también una heroicidad, en tiempos en los que internet era algo posible, pero no probable, y desde luego, en absoluto un negocio. Por algo es, con toda rotundidad, una de las cien mejores novelas en inglés escrita desde hace cien años, según la revista Time. Y eso son palabras mayores.

Si con este pequeño libro obtengo que tú, estimado lector, leas alguna de estas novelas de Neal Stephenson (a ser posible y por lo menos Snow Crash), me doy por pagado. A fin de cuentas, el conocimiento es valor, y en muchos casos incalculable.