Hacia la ciudad de umbrales - Stavros Stavrides - E-Book

Hacia la ciudad de umbrales E-Book

Stavros Stavrides

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Beschreibung

Esta obra recupera y muestra la vigencia del cuestionamiento que en su momento hicieron Foucault y Lefebvre acerca de cómo el despotismo de los proyectos políticos y urbanísticos sobre las ciudades se ve desobedecido o ignorado por heterotopías, por súbitas desjerarquizaciones del territorio, entradas en crisis del tiempo, por las que penetran o se despiertan energías oscuras, pero a veces esperanzadoras. Durante estos últimos años, la ocupación de plazas y otros espacios públicos –una manera de reclamar nuestras propias vidas y de proponer una manera distinta de componer la vida social– ha apuntalado una potente reinvención de la política y las relaciones sociales. Hacia la ciudad de umbrales constituye el estudio pionero y genial de estas nuevas formas de socialización y de uso –autogestionario, comunal– del espacio.

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Akal / Pensamiento crítico / 46

Stavros Stavrides

Hacia la ciudad de umbrales

Traducción: Olga Abasolo Pozas

Prólogo: Manuel Delgado

En la creación y uso social de los umbrales –esos espacios de transición entre puntos urbanos– surge una espacialidad potencialmente emancipatoria. Así, las imágenes de ocupaciones de plazas y otros espacios públicos, frescas aún en la retina, nos mostraron cómo reclamar nuestras propias vidas y proponer maneras diferentes de ordenar la vida social. Estas reivindicaciones, a su vez, han impulsado una formidable reinvención de la política y las relaciones sociales.

Hacia la ciudad de umbrales encierra un vigoroso análisis de las nuevas formas de socialización y de uso del espacio que estas experiencias comunitarias y de autogestión urbana desvelan, e intenta dar cumplida respuesta a esta cuestión espinosa: ¿puede la ciudad de umbrales convertirse en el equivalente espacial de un proyecto emancipador basado en la negociación entre diferentes –pero no excluyentes– identidades en el proceso de invención colectiva del futuro?

«Si hay algo que nos ha enseñado la crisis en Grecia es, primero, que el capitalismo es un desastre y, segundo, que no sabemos cómo superarlo. “¡Piensen, piensen, piensen!”, eso es lo que nos dice la crisis. “Piensen ahora, piensen urgentemente, piensen el tiempo, piensen el espacio, piensen contra el capital!”. Ahí radica el gran aporte de Stavros Stavrides. A partir de la experiencia griega, nos insta a repensar el espacio, la ciudad, la crisis, a pensar contra el capital. ¡Excelente!» John Holloway

«Una aportación de veras singular a la crítica de la usurpación capitalista de las ciudades.» Manuel Delgado

Stavros Stavrides es doctor arquitecto y profesor en la Universidad Politécnica Nacional de Atenas. Sus investigaciones, desarrolladas en numerosos libros y artículos, se centran en el espacio urbano y en las prácticas de habitabilidad que en él acontecen, abordando especialmente las formas que adoptan las luchas por el derecho a la ciudad. En tales luchas, a menudo, se ha implicado también activamente.

Diseño de portada

RAG

Motivo de cubierta

Antonio Huelva Guerrero

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original:

Towards the City of Thresholds

© Stavros Stavrides, 2016

© Ediciones Akal, S. A., 2016

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-4277-8

A Evgenia

AGRADECIMIENTOS

Las ideas principales de este libro se han contrastado tanto en medios académicos como entre los movimientos sociales. Debo mucho a mis alumnos de posgrado de la Escuela de Arquitectura (Universidad Politécnica Nacional de Atenas, ΕΜΠ), así como a quienes aportaron ideas y críticas mientras participábamos en las luchas sociales. Todas aquellas personas que colaboraron con sus opiniones a articular y desarrollar los argumentos del libro hallarán –confío en ello– la huella de su contribución en estas páginas. De varias maneras, y en diferentes lugares y momentos, dejaron su valiosa impronta Sotiris Dimitriou, Dimitris Karydas, Maria Kopanari, Fereniki Vatavali, Karen Franck, Quentin Stevens, Andrew Wernick, Eftijis Bitsakis, Costas Gavroglou, Sabine Horlitz, Oliver Clemens, Jenny Robinson y Anny Brychea, quien ya no está entre nosotros.

He de agradecer especialmente a John Holloway y Michael Hardt todo su apoyo, así como a Manuel Delgado, quien ha llevado a cabo una iluminadora lectura de Hacia la ciudad de umbrales en el prólogo. Andrea Mubi Brighenti contribuyó decisivamente a que la edición en inglés del libro, en la editorial alternativa ProfessionalDreamers, viera la luz. He de agradecer asimismo a M. Hardt –nuevamente– y a Duke University Press que permitieran la inclusión, a modo de apéndice, de «Plazas en movimiento», publicado originalmente en South Atlantic Quarterly (111/3, verano de 2012).

La versión en castellano la llevó a cabo con infinito esmero y precisión Olga Abasolo. A ella debo la solución a intrincados problemas derivados de la traducción de terminología especializada; también que me diera la posibilidad de revisar algunos puntos que necesitaban de alguna modificación. Mi gratitud se hace extensiva a Cristina Martínez y Tomás Rodríguez, del grupo editorial Akal, quienes desde el comienzo apoyaron fervorosamente la publicación de la obra.

Zoe Stavrides-Mijalopoulou y Evgenia Mijalopoulou estuvieron siempre presentes en mi pensamiento durante el alumbramiento del presente libro, que transitó por infinitas etapas hasta su feliz conclusión. Les agradezco su compañía y paciencia infinitas en los momentos difíciles. Evgenia Mijalopoulou es la persona que consigue siempre, desde hace muchos años, alimentar mi trabajo con su pensamiento crítico y su entusiasmo. A ella está dedicada la presente edición.

PRÓLOGO

Espacios otros

Manuel Delgado

Sigue ahora una reflexión, ilustrada con ejemplos, de cómo es cierto que una ciudad es un lugar estable en que vemos desplegarse emplazamientos fijos y flujos regulares, pero también lo es que la vida urbana desmiente una y otra vez tales sujeciones para descubrir esa misma ciudad no como espacio a secas, sino como sistema de espacialidades, es decir, de percepciones, conocimientos y controles relativos a los potenciales cambios de posición de lo que en ese espacio se encuentra, no sólo en el sentido de lo que en él se halla, sino también en el de lo que en él se reúne. Lo que Stavros Stavrides pone de manifiesto en Hacia la ciudad de umbrales es que una ciudad no constituye un organigrama cerrado de funciones, estructuras e instituciones, sino que no cesa de conocer discontinuidades, rupturas, porosidades, lagunas…, en cada una de las cuales se expresa o se insinúa la presencia de lo otro, a veces de todo lo otro, es decir, de todo aquello que se opone o desacata la realidad existente. Esos intersticios pueden aparecer en la vida cotidiana o bajo la forma de «grandes momentos»; pueden ser moleculares –experimentados por cada individuo en lo que cree que es su «vida personal»– o masivos, cuando son colectivos y hasta tumultuosos; pueden estar marcados en el calendario –la fiesta– o surgir en forma de estallidos que desgarran la ilusión que los poderes se hacen de que existe algo llamado «normalidad ciudadana»: el motín y la revuelta.

Esta obra, por tanto, recupera y muestra la vigencia del cuestionamiento que en su momento hicieron Foucault y Lefebvre acerca de cómo el despotismo de los proyectos políticos y urbanísticos sobre las ciudades –para hacer de ellas espacios sumisos y homogéneos– se ve desobedecido o ignorado por lo que el primero llamó heterotopías, es decir, por súbitas desjerarquizaciones del territorio, entradas en crisis del tiempo, por las que penetran o se despiertan energías oscuras pero a veces esperanzadoras. Las razones y ejemplos que Stavrides nos propone desvelan lo ilusorio que es el sueño de los tecnócratas de la ciudad de hacer de esta un espacio del todo inteligible, liso, desconflictivizado y amable. El espacio urbano es un espacio agujereado: lo demuestran de las iluminaciones mínimas que provoca el mero merodeo cotidiano a las ocupaciones rebeldes de las plazas griegas o españolas en el 2011.

Al respecto, entre las cualidades de este trabajo hay una que merece ser subrayada y que es una aportación de veras singular de su autor a la crítica de la usurpación capitalista de las ciudades. Se trata de cómo, para ello, se reclama la pertinencia de nociones de umbral y margen tal y como la antropología simbólica las ha considerado a partir de la teoría del ritual. En efecto, en el libro Los ritos de paso, publicado en 1909, el folclorista francés Arnold van Gennep describía en términos topológicos la distribución de las funciones y los papeles sociales: una casa con distintas estancias el tránsito entre las cuales se lleva a cabo atravesando distintas formas de antesala o pasillo. A la circulación protocolizada por los corredores que separan los aposentos de esa «casa social» Van Gennep la llamaba fase liminar o de margen, momento del proceso ritual en que se hace efectivo el tránsito de personas o grupos de un determinado estado a otro, transiciones entre ubicaciones estables y recurrentes de una determinada morfología social constituida por institucionalización o, como mínimo, perduración de grupos y relaciones.

Décadas más tarde, un africanista británico, Victor Turner, desarrolló esa noción de fase liminal o marginal aplicándola al sistema ritual de los ndembu de Zambia. Lo hizo para mostrar cómo existe un modelo básico de sociedad, la metáfora topográfica de la cual hemos visto que sería la mansión con una distribución clara de habitaciones, es decir, la sociedad como una estructura neta de posiciones bien definidas; no obstante, en todas las sociedades el periodo de umbral de los pasajes rituales, aquel en el que el neófito se ve en el trance de no ser ya lo que era, sin ser todavía lo que le espera. Es en ese entreacto que se abre una situación interestructural¸ algo así como un estado de excepción en el que la compartimentación de atributos, roles o identidades se desvanece o, cuando menos, se desdibuja, puesto que en el paréntesis suscitado por el paso entre estados sociales se insinúa todo un mundo de potencialidades, algunas monstruosas, que no hacen sino certificar el acecho de una alteridad que es al mismo tiempo la negación y el requisito del orden social, puesto que es al mismo tiempo el augurio de su demolición cercana pero también la sustancia básica de la que dependerá su reconstitución futura.

La función de la fase liminal de los ritos de paso es, en cualquier sociedad, la de advertir acerca de la revocabilidad de cualquier organización social, es decir, el señalamiento de que todo estado de cosas puede ser modificado a partir de lo que sucede en esos vacíos llenos de actividad que todo rito iniciático incorpora, para los que Turner sugería la imagen del punto muerto del cambio de marchas de un vehículo, que pone a disposición del conductor la posibilidad de volver a arrancar –empezar de nuevo– en cualquier dirección, a cualquier velocidad. Pero esos intervalos a veces bruscos que experimenta toda permanencia o duración estructural en no importa qué sociedad también cumplen una tarea de orden intelectual, puesto que corresponden a una lógica empeñada en crear lo discreto a partir de lo continuo, es decir, en forzar discontinuidades que hagan pensable el universo a partir de suponerlo constituido por módulos o ámbitos que mantienen entre sí una distancia que debe quedar vacante y, por tanto, disponible. Es como si la inteligencia le aplicara al mundo pensado una configuración que bajo ningún concepto podría ser perfecta, precisamente para recordar en todo momento su naturaleza reversible o, cuando menos, transitable. Lo haría porque lo que importa no es tanto que haya unidades separadas en el universo, sino que haya separaciones, puesto que el espíritu humano sólo puede pensar ese universo distribuyendo en él cortes, segregaciones, fragmentaciones. De ello se deriva que no son instancias separadas lo que se constata, sino la distancia que las separa y las genera. Percepción de cómo lo que la sociedad y la inteligencia humanas exigen ver asegurado no es tanto que exista una división entre entidades, sino los umbrales que las dividen y, con ello, que las fundan. De ahí esa obsesión humana no por establecer segmentos en sus distintos planos de lo real, sino tierras de nadie, no man’s lands, espacios indeterminados e indeterminantes cuya labor primordial es la de ser franqueables y franqueados, escenarios para encuentros, intercambios, fugas y contrabandismos, pero no menos para los choques y las luchas.

Es como si de algún modo se supiera que es en los territorios sin amo, sin marcas, sin tierra, donde circulan todo tipo de informaciones, donde se interrumpen e incluso se llegan a invertir los procesos de igualación entrópica y desaparición de diferencias y donde se producen verdaderos islotes de libertad y de belleza. Convicción última de que lo más intenso y más creativo de la vida social, y también de la vida afectiva y de la vida intelectual de cada ser humano, se produce siempre en sus límites; expresión de la vida a secas, que encuentra en sus orillas sus máximos niveles de frenesí y complejidad. Todo lo humano y todo lo vivo encuentra en su margen el núcleo del que depende. Ese espacio de frontera es el espacio de todas las audacias, lo que hace comprensible la estrecha vigilancia a que es sometido constantemente. Cobra valor y se demuestra como no arbitraria la pluralidad de sentidos de la palabra margen como, a la vez, borde, espacio en blanco y ocasión para un suceso. Viene a la cabeza la reflexión que Gilles Deleuze, concluyendo su Lógica del sentido, hace sobre el protagonista de La bestia humana de Zola, Jacques Lantier, que a veces ve abrirse algo parecido a unagrieta, en esas ocasiones en que experimentaba «repentinas pérdidas de equilibrio, como fracturas, agujeros por los cuales su yo se le escapaba en medio de una especie de gran humareda que lo deformaba todo».

He ahí como Stavros Stavrides viene a hacernos el elogio de las virtudes explicativas de la antropología y su método comparativo. Unas herramientas conceptuales habilitadas para hacer comprensible la lógica de los tránsitos rituales en sociedades consideradas obsoletas o remotas pueden resultar clarificadoras para entender las dinámicas de contestación y cambio que conocen contextos contemporáneos urbanizados. ¿En qué sentido lo hacen? Pues estableciendo una distinción clara entre sociedad y estructura social. Es decir, no todo está estructurado en una sociedad, la nuestra o cualquier otra. Existen ciertos momentos y espacios –espacializaciones, nos dirá Stavrides– que aparecen como ni estructurados ni desestructurados, sino estructurándose, es decir, ámbitos excepcionales en los que emergen acontecimientos que son anuncios de formas otras de vivir y convivir –alteridades, nos dirá el autor–, cuyos protagonistas son seres o grupos marginales o que han devenido tales, pero que, porque son marginales, porque son fronteras vivientes, porque agitan páginas en blanco, están instalados –aunque suene chocante– no en un rincón o periferia, sino en el epicentro mismo de lo social. Son su corazón.

En todas las sociedades vemos entrar de vez en cuando en acción a esas gentes del umbral a las que se refiere Victor Turner, gentes que no son ni lo uno ni lo otro, sino todo lo demás; que ya han salido,pero todavía no han llegado; individuos o colectivos que descubren fronteras y las cruzan luego; bestias que, solas o en manada, abren en canal las servidumbres de la vida cotidiana y nos la muestran como preñada de oportunidades de que pasen cosas que a veces pasan. Esas gentes del umbral se mueven entre dos luces: son seres al mismo tiempo del alba y del crepúsculo, puesto que, también en las ciudades, anuncian el fin de una jornada y, a la vez, la inminencia de otra nueva.

PRIMERA PARTE

De la ciudad de enclaves a la ciudad de umbrales

CAPÍTULO I

Ritmos metropolitanos ejemplares y la ciudad de enclaves

RITMOS, PRÁCTICASSOCIALESYESPACIOPÚBLICO

Las ciencias sociales han abordado y teorizado sobre la idea de la espacialidad urbana no sólo como aquello que alberga la vida social, sino como expresión de los valores sociales necesarios para la reproducción social. Esta idea parece formar parte ya de las diversas aproximaciones del conocimiento social, así como de los conocimientos orientados hacia prácticas concretas como, por ejemplo, las de los agentes inmobiliarios, los tecnócratas municipales, los expertos en publicidad y, por supuesto, los políticos. De estas aproximaciones cabe extraer tanto diversos interrogantes como algunos hallazgos que podemos rescatar para otro enfoque (quizá complementario): ¿puede el espacio de la ciudad expresar y fomentar prácticas y valores distintos o incluso opuestos a los dominantes? ¿Intervienen en los espacios fuerzas reproductoras o también fuerzas y actos de resistencia o de diferenciación cultural? ¿Cabe referirnos a las espacialidades en las que fracasa la reproducción social como moldeadoras de valores culturales alternativos, donde emergen nuevas formas híbridas de cultura pública? Con el fin de localizar espacialidades y prácticas que secreten, expresen y recurran a semejantes condiciones espaciotemporales, necesitamos explorar en el espacio urbano y localizar no sólo sus características dominantes sino sus puntos de ruptura, donde tales características entran en disputa, quedan suspendidas o se invierten. Desde esta perspectiva, el debate sobre la crisis contemporánea del espacio público puede ser un buen punto de partida. Probablemente, lo que está aquí en juego no es sencillamente el uso real o potencial de determinadas configuraciones físicas existentes, sino cómo se generan y qué formas adquieren los espacios a través de prácticas y modos de habitar y de perspectivas compartidas (por ejemplo, la memoria o sueños colectivos).

Cabe pensar el espacio público como un sistema coordinado de distinciones espaciales que corresponden con distinciones sociales que tienen una relevancia crucial (cfr. Bourdieu, 2000: 134). Pero ¿acaso es posible interpretar las relaciones sociales y sus mediaciones políticas sin observar cómo se produce constantemente el espacio y cómo lo interpretan los actores sociales a medida que se despliega la experiencia de la vida pública? En ese caso, requeriríamos conceptos capaces de captar las formas «performativas» del espacio en las prácticas cotidianas, conceptos capaces de revelar el cambio no meramente formal de las espacialidades sino, sobre todo, el de las prácticas que en ellas se suceden. E, indudablemente, dichos conceptos deberán permitir captar las transformaciones que no dejan marcas observables a primera vista, en el carácter público del espacio público. ¿Cómo conceptualizar las construcciones temporales como, por ejemplo, las «zonas rojas» que se crean en circunstancias excepcionales y que al poco tiempo se eliminan? ¿Acaso no afectan estas marcas espaciales al espacio público incluso cuando parecen no estar presentes? ¿Cómo podemos discernir sus mutaciones posibles o reales?

Para responder a estas preguntas, necesitamos integrar la variable tiempo en el espacio público, y no sólo el tiempo vacuo que miden los relojes, sino el tiempo socialmente significativo y performativo de las prácticas. Las zonas rojas, que son un ejemplo fundamental de la transformación en marcha del espacio público metropolitano, podrán conceptualizarse como construcciones de un nuevo espacio-tiempo social concreto. Las zonas rojas son performativas y, cabría defender, a través de su perfomance se promulga un nuevo modelo de ciudadanía y de gobernanza.

LALÓGICADELASZONASROJAS

Cuando Pierre Bourdieu insiste en que existe una «lógica de la práctica» diferente y distintiva de aquella otra lógica que empleamos para interpretar la práctica, en realidad se encuentra haciendo hincapié en la temporalidad inherente de toda acción social significativa (Bourdieu, 1977). Si revelamos las «falacias de la norma», que tienden a reducir las prácticas a relaciones de causa y efecto, veremos cómo las prácticas utilizan los intervalos temporales para sacar provecho de circunstancias diversas (ibid.: 6). Así, las prácticas, como series de actos interrelacionados, están definidas por su tempo, por el modo en que se despliegan en el tiempo, por las formas en las que emplean y reproducen simultáneamente distancias sociales significativas en el tiempo. Desde una perspectiva antropológica, «el uso del tiempo» significa entender cómo los ritmos y prácticas garantizan el fortalecimiento de las relaciones sociales humanas y cómo las performances