Héctor Velarde -  - E-Book

Héctor Velarde E-Book

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Beschreibung

Héctor Velarde no ha sido solo un personaje emblemático en la historia de la arquitectura peruana; también lo ha sido para la historia de la Carrera de Arquitectura de la Universidad de Lima. Hemos recibido de él un legado que se ha ido materializando y consolidando en corto tiempo, con el desarrollo de los cursos y con una serie de exposiciones y actos académicos a los que ahora se suma esta publicación. En el recorrido por Lima en busca de sus obras, encontramos en cada una de ellas a un profesional de talento, ecuanimidad y coherencia, pero sobre todo a un ser apasionado por su profesión y amante de su ciudad, todo lo cual se traduce además en sus escritos como pensador y educador, a los que agregaba una dosis de picardía. Con el presente texto se quiere rendir homenaje a este hombre de excepcional calidad, y, al mismo tiempo, transmitir su vida y su obra a las nuevas generaciones de arquitectos que hoy formamos en la Universidad de Lima.

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Colección Encuentros

Héctor Velarde. Arquitecto y humanista

Primera edición digital: septiembre, 2018

© Universidad de Lima

Fondo Editorial

Av. Javier Prado Este 4600,

Urb. Fundo Monterrico Chico, Lima 33

Apartado postal 852, Lima 100, Perú

Teléfono: 437-6767, anexo 30131

[email protected]

www.ulima.edu.pe

Edición: Fondo Editorial de la Universidad de Lima

Diseño y carátula: Carrera de Arquitectura

Ilustración de carátula: Apunte de Héctor Velarde, 1932.

Versión e-book 2018

Digitalizado y distribuido por Saxo.com Perú S. A. C.

https://yopublico.saxo.com/

Teléfono: 51-1-221-9998

Avenida Dos de Mayo 534, Of. 304, Miraflores

Lima - Perú

Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro, por cualquier medio, sin permiso expreso del Fondo Editorial.

ISBN 978-9972-45-463-9

Contenido

Presentación

Prólogo

VIDA Y OBRA

Vida y obra de Héctor Velarde

Ramón Gutiérrez

ENSAYOS

Héctor Velarde: sabiduría, con un toque de humor

José García Bryce

Héctor Velarde y la historia de la arquitectura en español

Víctor Pérez Escolano

El humor como expresión de la verdad

Elio Martuccelli

Héctor Velarde en el contexto de la defensa de lo barroco en la cultura peruana

Augusto Tamayo

Recordando a don Héctor

Juvenal Baracco

ARTÍCULOS

Baños de Miraflores - 1934

Cristina Dreifuss Serrano

Hotel Mossone, Huacachina - 1942

Enrique Bonilla Di Tolla

La restauración de la iglesia de San Pedro - 1944

Aldo Lértora

Casino Náutico de Ancón - 1946

Octavio Montestruque Bisso

Casa Graña - 1955

Martín Fabbri García

Universidad de Lima - 1966

Martín Fabbri García

Octavio Montestruque Bisso

Ángeles Maqueira Yamasaki

ANÁLISIS GRÁFICO

Círculo de Investigación

Baños de Miraflores - 1934

Nunciatura Apostólica - 1940

Banco Industrial - 1940

Casa Mimbella (SMV) - 1941

Casino Náutico de Ancón - 1941

Hospital Hipólito Unanue - 1943

Casa Barreda (SNI) - 1945

Capilla del Seminario de Santo Toribio - 1948

Universidad de Lima - 1966

VELARDE HOY

Monumento a Fermín Tangüis - 1939

Nunciatura Apostólica - 1940

Casa Mimbella (SMV) - 1941

Hospital Hipólito Unanue - 1943

Capilla del Seminario de Santo Toribio - 1948

Universidad de Lima - 1966

Presentación

El presente libro es un homenaje a don Héctor Velarde, importante arquitecto y humanista peruano del siglo XX, cuyo vínculo con la Universidad de Lima se dio en los planos educativo, como profesor y autoridad universitaria, y profesional, como autor del primer conjunto de edificios del campus de nuestra Universidad.

Este libro es también el resultado de un trabajo conjunto de arquitectos teóricos, historiadores y proyectistas, así como de profesores y alumnos de la Carrera de Arquitectura, lo cual permitió un interesante intercambio de experiencias gracias al minucioso estudio de la obra escrita y edificada de Héctor Velarde.

En lo referido a la organización del libro, está estructurado en cinco partes. En la primera, Ramón Gutiérrez establece un marco general a partir del recuento de la vida y la descripción y análisis de la obra de Héctor Velarde.

En la segunda parte se recogen las ideas y contribuciones de los panelistas invitados al simposio «Héctor Velarde. Arquitecto y Humanista», organizado por la Universidad de Lima en junio del 2012, en el marco del 50 aniversario de su fundación.

La tercera parte la constituye una serie de artículos de los docentes de la Carrera de Arquitectura, quienes analizan algunas obras puntuales y rescatan el aporte de Velarde al panorama arquitectónico peruano del momento, donde se destaca el carácter ecléctico de su obra.

La cuarta parte muestra el trabajo de un equipo de alumnos de la misma especialidad, que durante cinco meses visitaron las obras, recogieron información y analizaron las más representativaspara lo cual contaron con el apoyo de los profesores del Área de Historia y Teoría, y de la Oficina de Proyectos y Eventos Académicos de la Carrera.

En su quinta y última parte, el libro presenta una serie de fotografías de obras seleccionadas de don Héctor.

Finalmente, quiero resaltar que se trata del primer libro de la Carrera de Arquitectura de la Universidad de Lima, que, de esta manera, inicia un plan de publicaciones que deberá recoger la vida, y sobre todo la obra, de los más destacados arquitectos peruanos.

Msc. Arq. Enrique Bonilla Di TollaDirector de la Carrera de Arquitectura

Prólogo

La Universidad de Lima, tan ligada a la obra y los entusiasmos de Héctor Velarde, nos ha convocado a un conjunto de arquitectos y críticos para recordar su trayectoria. Así, hemos participado en varias mesas redondas organizadas por el arquitecto Enrique Bonilla Di Tolla, director de la Carrera de Arquitectura, e integradas por colegas de América y España, quienes hemos tenido la oportunidad de referirnos a diversos aspectos de la riquísima actuación profesional y humanística de Velarde. Estas participaciones se recogen en este libro que, sin duda, apuntalará la generosa idea de la Universidad de Lima de fortalecer el reconocimiento al autor de varios de sus edificios fundacionales.

Creo que el ejercicio más importante que hemos realizado en esta oportunidad es el de la recuperación de la memoria. Una memoria, la nuestra, que padece evidentemente de omisiones que no son casuales; los silencios, como muchas veces los aplausos, expresan en definitiva los procesos de ausencia o de consolidación de nuestras historias. Hoy testimoniamos la voluntad de saldar parte de las deudas que la cultura arquitectónica tiene en todo nuestro continente. A nosotros, los latinoamericanos, nos corresponde replantear nuestros pensamientos y los focos de atención sobre nuestras circunstancias. No puede seguir siendo posible que descubramos al arquitecto Luis Barragán cuando se realice una exposición en Estados Unidos o que conozcamos la arquitectura moderna brasileña cuando se la publica en Estados Unidos, en el Brazil Builds de 1942 o en L’Architecture d’Aujourd’hui de 1947. Es nuestra responsabilidad construir el escenario de reconocimiento y la memoria como un hecho fundamental para preservar no solamente las raíces de nuestra arquitectura, sino también la documentación que posibilita realizar estas investigaciones. Ello nos permitirá comprender lo que ha significado la tarea y la lucha que implicó la trayectoria de Velarde para desarrollar algunas cosas en las cuales creía profundamente.

Su lucha se dio en muchos campos, tanto en el ámbito de la arquitectura como en el espacio de la literatura y, sobre todo, en la lectura de su ciudad, una ciudad en la que le preocupaba fundamentalmente su urbanismo y el deterioro ambiental y paisajístico a partir de una visión de incomprensión de aquellos valores que estaban más allá de los hechos físicos y tangibles. Velarde luchó con herramientas que no eran solamente las de su expresión de arquitecto. Fue un notable difusor de la arquitectura acompañando, desde otro plano, lo que Fernando Belaunde Terry hizo con El Arquitecto Peruano, es decir, consolidando su profesión, defendiendo que la arquitectura tuviera un significado claro y un reconocimiento en la sociedad.

Velarde, a pesar de las distancias que tuvo con el grupo «Espacio», no participaba de las polémicas. Probablemente su obra arquitectónica y literaria generaba polémica, pero él tenía sus propias ideas y lo que hacía era transmitir esas ideas y, a veces, contestaba las críticas con el humor y la ironía que lo caracterizaban. Lo hacía para decir no estoy en un campo de batalla, simplemente trato de hacer aquello que pienso que debo hacer. Los buenos arquitectos modernos de aquel tiempo, y cada vez nos convencemos más de esto, son aquellos que habían recibido una buena formación académica. La formación rigurosa daba la posibilidad de encarar con soltura la composición arquitectónica, el equilibrado manejo de las escalas, y atender cuidadosamente la relación entre las partes y el conjunto. Velarde recibiría en París, además, una sólida formación tecnológica.

En la presentación del libro y en los textos que lo integran se ratifica la fuerza que tenía la función en el caso de Velarde. El movimiento moderno nos decía que la forma seguía a la función, sin embargo terminaron casi todos en el más rotundo formalismo y la función fue desapareciendo. ¿Por qué?, porque se creó la exigencia protagónica de estar todos los días descubriendo algo nuevo. Aquí es donde es interesante, desde mi punto de vista, la preocupación de Velarde por desprenderse de ser original, por no buscar permanentemente destacar ni pelear por la figuración y la visibilidad en los escenarios creados por los arquitectos. A Velarde le interesaba encontrar un camino para la arquitectura peruana y su búsqueda iba en ese sentido, no en el sentido de que cada obra fuera la tapa de una revista de arquitectura de la semana siguiente. Hay que rescatar el papel que tuvo Héctor Velarde con su libro Historia de la arquitectura y con la enorme difusión que alcanzó. Velarde fue de los primeros que llevó la arquitectura americana a otros continentes en circunstancias en que no pudo realizarlo ningún otro arquitecto peruano ni ninguno de muchos otros arquitectos de nuestro continente, que han sido figuras muy destacadas. Lamentablemente, a Velarde no se le ha reconocido este espacio y, sin embargo, su otro libro monográfico de arquitectura peruana fue el primero no solo en el país sino en toda Sudamérica. Únicamente Mario Buschiazzo, en 1944, había publicado un libro sobre arquitectura americana y Diego Angulo Iñiguez y Enrique Marco Dorta en 1945, publicaban su primer tomo de Arte hispanoamericano referido en ese ejemplar a México y el Caribe.

Tenía también Velarde una dimensión latinoamericana con sus corresponsales. Se escribía con historiadores como Buschiazzo, de Argentina; Toussaint, de México, y con el ecuatoriano José Gabriel Navarro, de quien hizo justamente el elogio, es decir, tenía muy claro que él estaba en una dimensión local aportando y pensando en su continente. Pero poseía además una gran capacidad de relación con los «modernos»: se escribía con Sert, con Gropius, con Wiener, es decir, estaba en una situación excepcional y por ello lo invitaban a los diálogos internacionales de arquitectos. Hubo también otros arquitectos latinoamericanos que participaron en las reuniones del Congreso Internacional de Arquitectos Modernos (CIAM) como representantes de sus países; pero cuando invitaron a Velarde, lo hicieron junto a Zevi, Argan y Picasso. Era este un espacio de reconocimiento, cimentado en su amistad con José Luis Sert, a quien conoce cuando viene al Perú para la realización del plan de Chimbote. Es evidente que Sert conoció a muchos arquitectos en el Perú, pero hizo una valoración especial de la tarea que estaba realizando Velarde.

Es también imprescindible rescatar la temprana participación de Velarde, desde 1935, en el tema del patrimonio y su papel protagónico luego del terremoto de 1940, cuando actuó dinámicamente en la restauración de muchas obras limeñas. Debemos recordar lo que fue su encomiable trabajo en la Junta Deliberante, en la Comisión de Monumentos y en el Patronato: un arquitecto que acompañó durante cincuenta años de su vida la defensa del patrimonio arquitectónico peruano. Solo por esto merecería ya nuestro respeto, ocupar otro lugar en la memoria y otra consideración en nuestra sociedad. Velarde valoraba el mundo de su barroco limeño. Entendía que lo barroco estaba más allá de las formas e impregnaba los sentidos y los modos de vida. Barroca era la relación de la gente con la arquitectura y en su literatura cargada de humor e ironía rescataba el espíritu barroco. Él entendió que América sigue siendo barroca, en su literatura y en su forma de ser, en la tónica de las relaciones sociales, en las fiestas, en los modos de comunicación; en la relación con el paisaje de nuestras comunidades, en la búsqueda de valores trascendentes y en las ideas, aquellas viejas ideas de los siglos XVII y XVIII de participación y de persuasión.

Estos aspectos que están presentes en la vida eran los que Velarde percibía en su búsqueda de arquitectura, con las permanencias, con las persistencias, con los cambios. Buscó rescatar el espíritu del espacio, el color, la textura, la luz, esas cosas de las cuales nos hablaba y que potenciaban sus ideas. Nos legó una arquitectura respetuosa de la opinión de sus clientes que les hacía amigable la vida. Su respuesta no estaba en la forma, sino que estaba en el espíritu. Este repensar a Velarde a través de su obra y sus escritos nos facilita esta posibilidad de volver a rescatar su figura y nuestra memoria. En ello nos acompañan en esta oportunidad José García Bryce, Víctor Pérez Escolano, Elio Martuccelli, Augusto Tamayo, Aldo Lértora, Martín Fabbri García, Enrique Bonilla Di Tolla, Octavio Montestruque Bisso, Cristina Dreifuss Serrano y Ángeles Maqueira Yamasaki, quien tuvo a su cargo la tarea editorial, así como un núcleo de alumnos de la Universidad de Lima que realizó las fichas de algunas obras de Héctor Velarde.

Ramón GutiérrezConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet, Argentina)Centro de Documentación de Arquitectura (Cedodal, Argentina)

Vida y obra

de Héctor Velarde

Ramón Gutiérrez

Doctor en Arquitectura, es investigador superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet), miembro de las academias nacionales de Historia y de Bellas Artes de Argentina, consultor de la Unesco en patrimonio cultural latinoamericano, director y miembro-fundador del Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana de Buenos Aires (Cedodal). Ha sido profesor de varias universidades en Argentina y en otros países de Latinoamérica y España. Autor de más de ciento cincuenta libros, entre ellos: Arquitectura latinoamericana en el siglo XX, Barroco iberoamericano: de las pampas a los Andes, Pueblos de indios: otro urbanismo en la región andina, y Arquitectura y urbanismo en Iberoamérica.

En primer lugar, deseo agradecer muy especialmente a la Universidad de Lima por la posibilidad de recordar nuevamente a Héctor Velarde. Velarde significa para quienes trabajamos sobre arquitectura latinoamericana una magnífica ocasión para reflexionar acerca del tiempo y del espacio y nuestra incipiente inserción en aquella época. Cuando Sert le escribe una carta a Velarde invitándolo a participar en el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM) en Bérgamo (1949), y le cuenta que Miró Quesada había pedido participar en representación de la Agrupación Espacio, Velarde le dice que participará y Sert contesta: «Así está bien, usted representará aquí el Tiempo; ellos, el Espacio». Esta frase recordaba justamente la obra Espacio, tiempo y arquitectura de Sigfried Giedion, secretario en ese momento del CIAM, que vino a testimoniar lo que Le Corbusier le pedía a Giedion: «Ha llegado la hora de que escribamos sobre lo que debe pensarse de nosotros, fundamentando una lectura del surgimiento del Movimiento Moderno».

Héctor Velarde expresa una trayectoria de arquitecto que motiva a reflexionar muy particularmente sobre ella para comprender lo que fue nuestra arquitectura continental del siglo XX. Nacido en Lima en 1898, hijo de un diplomático, le toca vivir esa segunda década del siglo signada por profundas transformaciones en el medio universal: la Primera Guerra Mundial, la Revolución rusa y, en nuestro continente, la Revolución mexicana de 1910, el surgimiento de los movimientos indigenistas, la importante operación de repensar en y desde América. En 1909, Ricardo Rojas escribe en Buenos Aires La restauración nacionalista, donde cuestiona aquel proyecto europeo que había sido el que motivó a toda una legión de intelectuales en el continente. De pronto, en esa dialéctica que Sarmiento había definido en el XIX como «civilización es Europa, barbarie es América» la Primera Guerra Mundial estaba demostrando que la civilización podía estar en América y la barbarie en Europa.

Esta crisis le toca a Velarde de cerca, porque después de haber estudiado en diversos lugares, fundamentalmente siguiendo a su padre en Petrópolis y en Lausanne, estudia en París, y no en el sitio donde habitualmente estudiaban los arquitectos, que era la École des Beaux-Arts, sino en la École des Travaux Publics, vinculada a la formación tecnológica y a la enseñanza de la ingeniería y la arquitectura en forma común. Esta es una huella que aflora de modo palpable en la trayectoria de Velarde y que le permite cubrir justamente uno de los senderos más prolíficos de su manera de aproximarse a la arquitectura. Esta escuela, fundada en 1903, estaba preocupada sobre todo por vincular sus conocimientos técnicos con aquellas ideas troncales de las bellas artes a través de los tratados de Gromort, de Guadet y de aquellos tratadistas que, en definitiva, vivían a principios del siglo la crisis de la propia enseñanza académica y que entendían la necesidad de una apertura. Ello era así porque la reiteración de las normas fijas e inamovibles estaba llevando a la repetición, a la copia, y en definitiva también a un dejar de utilizar la historia como una cantera para poder proponer alternativas para su tiempo, pues la reiteración de elementos historicistas simplemente trataban de imitar aquello que ya se había hecho en la historia.

Velarde estaba terminando sus estudios en 1919, cuando finaliza la guerra y se va a trabajar con Laloux en la Gare d’Orsay. Luego colaboró en los planes de las ciudades devastadas por la guerra buscando un camino de reflexión que encuentra curiosamente en su viaje a Buenos Aires.

Los tres primeros años de la gestión profesional de Velarde se realizan en Argentina, entre los años 1921 y 1924. La primera obra literaria que escribe se tituló De París a Buenos Aires (1922), y es una suerte de relato de viajero de los personajes que encuentra en el barco, entre ellos, de sus enamoramientos idílicos de alguna joven, de una amistad con una persona con la cual siente una gran empatía, de las sorpresas de sus formas de relación en esa especie de viaje iniciático. Cuando se encuentra en Buenos Aires, plantea su primera participación en la arquitectura a través de un concurso realizado para el Hospital de la Sociedad Española, en 1922, en el cual obtiene un premio. En esa obra ya se puede observar la estructura de la formación de Velarde en el parámetro de lo académico: la opción por los ejes de simetría, la forma de las composiciones por partes, de los elementos; la utilización, además, de un sistema de pabellones como era habitual en ese momento como una de las alternativas para resolver la arquitectura hospitalaria. Lo interesante en este caso es que él trabaja este proyecto con un compañero de estudios de Lausanne, Emilio Lorents, que, al parecer, falleció muy joven. Precisamente, Velarde le dedica uno de sus primeros libros.

En 1924 escribe un segundo libro, En passant, en francés, con poemas que fueron creados en París, Boulogne Sur Mer, Nueva York y Washington, en 1924, porque en este año ya había ingresado a la carrera diplomática y viajaba a Estados Unidos pasando por Lima. En su ciudad natal escribe un único poema que está vinculado al cementerio y a una situación probablemente de crisis que no se manifiesta luego con claridad. Ya en Washington, como profesional, tiene una actuación destacada pues trabaja con Frederick Sage, un estudio importante que realiza en esos años el Banco de Boston de Buenos Aires. La obra responde también a un espíritu que ya estaba manifestándose en Velarde: el de la arquitectura vinculada al renacimiento del siglo de oro español. Quisieron hacer esa obra del Banco de Boston en Buenos Aires como expresión del academicismo francés, y desde Estados Unidos dijeron que la imagen del banco tenía que estar vinculada al espíritu de lo que fue la Colonia en esa época y, por lo tanto, recurrieron a la arquitectura renacentista.

En Estados Unidos, Velarde participó en un Congreso muy importante, el City Planning del año 1925. En ese momento el urbanista alemán Werner Hegemann había editado un libro conocido como el «Vitrubio americano», el «Civic art», que marca la huella de lo que debía ser una identificación funcionalista de las ciudades, abriendo toda una línea que nuevamente volveremos a tener en América del Sur en 1930, cuando Hegemann realiza viajes y dicta conferencias en distintos países.

En 1927 Velarde se casa en París con Leonor Ortiz de Zevallos y regresa al Perú en 1928. Aquí estuvo entre nosotros en una trayectoria que comenzó en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima y en la Universidad Nacional de Ingeniería, en el año 1931. De su relación inicial con Emilio Harth-Terré, que ilustró con croquis y viñetas su primer libro, En passant (1924), como se mencionó, tuvo una articulación que fue de diversas aproximaciones y distancias a través del tiempo.

El ideario que plantea Velarde empezó a ser un pensamiento de síntesis que buscaba la compatibilidad entre la modernidad y la tradición; pero también entre la técnica y la historia; esa idea de una vanguardia con tradición, una historia que es la propia y no la general va marcando muy claramente una visión humanística de carácter geocéntrico. Por otra parte, cuando escribe Fragmentos de espacio (Lima: Compañía de Impresiones y Publicidad, 1933), plantea la universalidad de su aldea, de su lugar, de su sitio, de su Lima, excluyendo la perspectiva de una universalidad abstracta, general, que no nos identifica con ningún lugar. Estas ideas, que son troncales, lanzadas muy tempranamente, tienen que ver con una capacidad de absorber las distintas realidades.

Velarde estuvo en París pero regresó al Perú en 1924; por lo tanto, no participó en la Exposición de Artes Decorativas. En 1925 se realizó la exposición del Art Decó, que fue un punto de confluencia de varios arquitectos importantes de América Latina: Luis Barragán de México, Martín Noel de la Argentina, Mauricio Cravotto del Uruguay; y cada uno de ellos observa, en esa exposición, cosas diferentes: Mauricio Cravotto describe en la Revista de Arquitecturadel Uruguay