Hemos hecho lo querido y hemos querido lo hecho - Horacio Salinas - E-Book

Hemos hecho lo querido y hemos querido lo hecho E-Book

Horacio Salinas

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Hemos hecho lo querido y hemos querido lo hecho compende una serie de conversaciones entre Patricio Manns y Horacio Salinas, en las que el autor de "Arriba en la cordillera" repasa en detalle aquellos hitos que determinaron su vida y también las circunstancias que rodearon algunos de sus éxitos musicales más aplaudidos. "Mi infancia es esencialmente campesina. Yo conocí una ciudad cuando tenía unos 12 años. En mi casa no había electricidad ni agua potable, pero sí una gran biblioteca", recuerda Manns en estas páginas. "Yo siento que estoy hecho de sur, que mi cobija y mi techo son el sur, que el aire que respiro viene de los pulmones del sur. Si hasta cuando sueño, sueño con lluvias, relámpagos y truenos", dice en otro momento. El resultado de este diálogo es una recuperación vibrante y apasionada de la trayectoria de una figura clave de la Nueva Canción Chilena, un cantautor cuyo trabajo compositivo ha recogido, a través de delicados arreglos y letras indudablemente poéticas, la rica tradición musical latinoamericana. Plagado de anécdotas e ideas en torno a la creación artística, este libro discurre además sobre su largo compromiso político y social, sin dejar de mostrarnos otros ángulos menos evidentes, como su relación con Dios, las drogas y lo esotérico. "Escribo cosas que parecen estar ya escritas, que existen como lenguas perdidas que yo vuelvo a encontrar", dice Patricio Manns en este libro. Algo similar pasa con sus canciones, que parecen haber estado ahí desde siempre: las escuchamos, de niños, cinco o cien veces antes de saber que eran suyas. Y es que ya no son solamente suyas, porque sentimos que nos pertenecen, que le pertenecen a Chile. Este es un libro contundente, divertido, puntudo y conmovedor, que nos permite conocer un poco más a quien sin duda es uno de los artistas chilenos más relevantes del siglo XX y del XXI y del XXII" Alejandro Zambra.

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Hemos hecho lo querido y hemos querido lo hecho

Horacio Salinas ~ Patricio Manns

© SCD / Editorial Hueders

© Horacio Salinas

© Patricio Manns

Primera edición: octubre de 2017

Registro de propiedad intelectual N° 283.787

ISBN edición impresa 978-956-365-065-5

ISBN edición digital 978-956-365-208-6

Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida

sin la autorización de los editores.

Diseño de portada: Inés Picchetti

Diseño de interior: Valentina Mena

Fotografía de portada: Patricio Manns en París, septiembre 1979,

por Guillermo Haschke

SCD | www.scd.cl

Editorial Hueders | www.hueders.cl

SANTIAGO DE CHILE

Diagramación digital: ebooks Patagonia

[email protected]

 

 

Dijo un día Nicanor Parra, cuando le preguntaron qué pensaba de la canción “Arriba en la cordillera”: “¡Ah! Esas se hacen una vez a las quinientas”, dicho con asombro en su rostro. Me quedó dando vueltas la simpatía de su respuesta, quizás por la espontaneidad típicamente chilena de su comentario, así, de un suácate, como decimos, o tal vez por el aprecio que le daba una especial categoría viniendo de uno que de chilenidad entiende.

En otra ocasión escuché a Gustavo Becerra, músico académico, premio nacional de arte, decir que una de las de Manns, “Valdivia en la niebla”, era la mejor canción escrita por algún chileno. Fue por allá por los años 1970 o 71 y la canción de 1967.

No es mi intención mostrar certificados que avalen la obra y la inventiva de Patricio, solamente ampliar el impacto que sus canciones tienen más allá de la justa popularidad que han alcanzado. Porque, sin dudar, el trabajo de Patricio ha dejado una huella profunda y se empina en la cúspide de lo mejor del cancionero chileno. Tampoco me dejaré llevar por el regocijo inmenso de contemplar aquellas canciones que hemos compuesto juntos y que son cerca de 40. Eso ha sido una especie de sastrería encantada para mí, de juego de intensas emociones, una especie de cielo septembrino lleno de volantines. No es el caso de este libro pues se trata de conocer a Manns, sus canciones y ojalá su mundo interno.

Empezó muchacho cuando en medio de un amor seguramente alborotado escribió: “Ya no canto tu nombre” (1965): “Mucho me paso sin decir nada / Morená que me dejaste / tanta palabra...” La música en esta oportunidad fue de su amigo guitarrista Edmundo Vásquez. Pero la memoria nos trae inmediatamente el eco del impacto de otra de sus primeras canciones famosas: “Bandido”, aunque esta es del año 1956: “La noche me abre su manto / su manto de estrellas blancas”. Y, finalmente, su consagración con “Arriba en la cordillera” (1965), hace 52 años.

Para quienes fuimos auditores en aquel primer lustro de los años sesenta, estas tres canciones eran de repetirse continuamente en la radiofonía chilena, compitiendo de igual a igual con el nutrido repertorio anglosajón y su correspondiente nacional, la Nueva Ola. Estas tres que he mencionado, forman parte de su primer disco Entre mar y cordillera (1966), bellísimo trabajo que nos da inmediatamente la dimensión de la apuesta poética de Patricio, que lo hará célebre en el cancionero nacional. Estos primeros años de los sesenta veían un panorama musical y radial de inusual pluralidad en los estilos difundidos. De una parte, la Nueva Ola con su versión chilena del rock and roll, el twist y algo de la canción italiana y argentina y el movimiento llamado neofolclore que capitaneaban los Cuatro Cuartos con su talentoso director, el Chino Urquidi. Precisamente será Urquidi quien acompañe a Patricio con las exitosas versiones de “Arriba en la cordillera” y “Bandido” utilizando recursos corales del todo novedosos en la canción chilena de raíz.

De este portentoso inicio son varias de sus canciones que han quedado en la memoria musical por la pulcritud poética y la original elaboración de sus melodías, donde se entretejen aspectos de la raíz folclórica y también estilos abiertos a lo que conocíamos entonces como “canción balada”. Ha confesado Patricio que “Arriba en la cordillera” es, en verdad, un ritmo de huapango mexicano. También ha dicho que no es folclorista, que es “baladista”. Lo cierto es que cumple, quizás sin habérselo propuesto, con una de las curiosidades que también caracterizaron a la Nueva Canción Chilena (NCCH.): la búsqueda generosa de variados ritmos y estilos para decir algo nunca antes cantado. Siempre del disco Entre mar y cordillera sorprenden “El andariego”, “Los mares vacíos”, “En Lota la noche es brava”. Cantos que nos muestran la dura vida ignorada de los trabajadores y el amor desgarrado puesto en versos dolidos con poesía profunda.

Al igual que Violeta y su disco Toda Violeta Parra del año 1961, Manns con este primer trabajo instala un modo cuidadoso y señero en la composición de canciones que dará un sello de calidad y una referencia obligada para distinguir a la Nueva Canción que se alzaba entonces con originales exponentes.

Algo más desconocido es el trabajo siguiente de Manns, donde en forma también sorprendente incorpora ritmos latinoamericanos y plantea una unidad temática que no conocía el mundo de la canción hasta entonces; El sueño americano se llamó este disco del año 1967, grabado junto al grupo Voces Andinas con destacados solistas de timbres únicos y potentes. Este disco que explora ritmos como la chacarera, el bailecito, la vidala y la zamba argentina, aires del Caribe como el calipso en “Canto esclavo” y también un guiño a la música llanera venezolana –mundo sonoro y rítmico que se instalará más adelante como casi parte del arsenal de los músicos chilenos–, nos sume en la historia de la conquista del continente y sus atrocidades, así como en la nueva colonización, esta vez por mano norteamericana, que se dejaba sentir prepotentemente en aquella década.

De El sueño americano aún resuenan “América novia mía”, el “Canto esclavo”, “Ya no somos nosotros”, aunque todas sus canciones cumplen con el sello del rigor en la escritura y la envolvente cadencia latinoamericana en sus ritmos. Escuchando nuevamente este disco, me asombra la clarinada que podemos sentir en el tratamiento vocal, tan típico de aquellos años donde el neofolclore convivió con la Nueva Canción Chilena y resultó ser un movimiento también a considerar en el tratamiento de la armonía de voces por quienes nos iniciábamos.

Su tercer trabajo fue aquel disco llamado El folclore no ha muerto, mi (1968). Creo recordar un momento de perplejidad y discusión en esos años, relacionado con la pertinencia del folclore como fuente y cantera de la inspiración. De ahí la exclamación algo enojada de Patricio en el título. Fue grabado junto a su mujer de entonces, la folclorista Silvia Urbina. Una de las canciones que con el tiempo supimos valorar en forma unánime los chilenos es “El Cautivo de Til-Til”, que aparece por primera vez en este disco en una versión cantada a modo solista con Silvia. Es, junto a las tonadas de Manuel Rodríguez de Pablo Neruda, de los bellos homenajes poéticos al guerrillero de la Independencia chilena. Interesante es el modo en que Patricio lleva la música a una especie de mazurca valseada de salón para dar un retrato casi de época a su canción. Otra del disco es “La tregua” que nos ilustra certeramente sobre el impacto emotivo y terrible de la guerra de Vietnam que convocaba en muchos lugares del mundo a la protesta furibunda de los artistas de todo oficio. Por último, destaca “La guitarrera que toca”, inspirada en la figura de la artesanía en greda cocida de Quinchamalí. Cuenta el propio Manns que una vez compuesta se la mostró a la Violeta pues a ella se le había caído la figura de las manos, la cual fue recogida por el cantautor y conservada en su casa. Violeta le habría dicho: “no le cambies nada, está perfecta”. En esta linda y curiosa canción Patricio introduce, como casi en todo el disco, formas de canto campesino en medio de melodías de libre inventiva. Este trabajo, precisamente, más que cualquier otro suyo, ahonda en formas tradicionales chilenas, seguramente por influencia de Silvia que militaba entonces en aquel valioso grupo de mujeres estudiosas de las tradiciones, como Gabriela Pizarro, Margot Loyola, Violeta Parra y varias más.

Al año siguiente Manns graba La hora final (1969), su disco más baladístico y donde podemos apreciar resabios del Neofolclore en el tratamiento de las canciones. “Tenerte morena muerte” y “Elegía sin nombre”, dos de sus canciones, han sido reinventadas en sus arreglos por Inti-Illimani en tiempos posteriores. “La gaviota”, en tanto, pudimos escucharla en aquellos años bien difundida por las radios. Pero en el contexto sonoro de la época, quizás este trabajo fue opacado por la nutrida producción de otros solistas y grupos y la inesperada aparición tardía de Patricio vestido de Neofolclore, movimiento en decadencia que ya daba paso a la NCCH.

En 1971, otro disco, esta vez llamado a secas Patricio Manns. No es fácil conseguirlo y se trata del primero hecho en su totalidad en colaboración con otros músicos y en la búsqueda por fortalecer la expresividad intensa de sus versos y melodías. Aquí participaron Luis Advis en arreglos con instrumentos sinfónicos, Inti-Illimani y Los Blops, grupo cercano al rock y al pop que también en esos años colaboraba con Víctor Jara. Es en este álbum donde aparece una de sus composiciones célebres, “La exiliada del sur”, aunque el primer nombre fue “El exiliado del sur”.

PM. Te interrumpo para decirte que este texto de Violeta Parra tiene una estructura femenina que en mi versión masculinicé, pero que Advis conservó para la versión del Inti. Violeta decía, por ejemplo: “Mi falda en Perquilauquén / recoge unos pececillos” y yo ni en Escocia, he usado minifalda. Estoy casi seguro de que el Inti tampoco.

Te dejo continuar.

Con ritmo de bailecito y música suya, esta canción es un texto de Violeta Parra, de sus décimas autobiográficas. Luego la tomamos junto a Luis Advis para el disco de Inti-Illimani Autores chilenos (1971) y sufrió la mutación a “La exiliada del sur” y una coda agregada. Es de aquellas que hoy se corean con entusiasmo. Me parece que es el único texto ajeno que Patricio ha musicalizado. Otra gran sorpresa del disco es “Valdivia en la niebla”, aquella del comentario de Becerra. “El río va boca abajo / burlando troncos y cerros / El agua es sombra tranquila / timoneando en el silencio...”. Esta canción –muy emparentada con “Arriba en la cordillera” en el trayecto de su melodía que asciende nota tras nota hasta estallar en un salto melódico que luego desciende hasta morir– narra a la perfección una bella y dolorosa historia de amor, como le gustan a Manns, en el conocido puente del río Calle-Calle en Valdivia. Es una balada que nos trae al recuerdo la intensidad y buena factura de aquellas de Jacques Brel, el trovador belga-francés. También este disco lleva el signo de la tragedia que se avecinaba en Chile con la canción “No cierres los ojos”, donde Patricio alerta sobre las conquistas del gobierno de Allende al acecho de la oposición. Por último, la canción “La ventana”, acompañada también por Inti-Illimani y que compitió sin éxito en el Festival de la Nueva Canción Chilena organizado por la vicerrectoría de comunicaciones de la Universidad Católica en conjunto con Ricardo García.

De esta manera, y con cinco importantes trabajos discográficos, Patricio cierra el período más emblemático de su creación, aquel que va de 1965 a 1973, y que se ha definido como el tiempo de plena existencia de la NCCH. En este tramo de ocho años supo compartir la pasión del canto con otras curiosidades, no menos gratificantes para su labor artística e intelectual, como son: el periodismo y, sobre todo, la literatura. Una larga lista de celebrados libros, novelas, ensayos y poemas no serán curiosidad de este que escribimos, que ya deviene denso y sonoro con solo su repertorio de canciones. Pero estos años previos al desastre del Golpe Militar, tuvieron a Patricio como invitado a programas de televisión, dando entrevistas de todo tipo, ocupando también las portadas de las más importantes y glamorosas revistas dedicadas al fenómeno de la canción, como Ritmo y El Musiquero. Allí estaba el semblante alemán de Manns, con sus cabellos rubios y su mirada azul, como recordándonos a un extraño James Dean local. Creo, incluso, que más de uno, o una (en un medio propenso a la destrucción), deslizó el contrasentido de cantar folclore con ese aspecto foráneo. Como para quienes cantábamos entonces, fue un tiempo de compromisos casi diarios y Patricio lo repletaba con sus giras junto a varios más en esa caravana melodiosa que fue “Chile Ríe y Canta”, organizada por René Largo Farías.

Durante los 16 años de la dictadura hubo siete discos, que se grabaron en La Habana, París y Roma. En 1974 y 1975 grabó dos, junto al grupo Karaxú, formado por chilenos muy motivados a participar en la solidaridad y ayudar a la lucha de resistencia que se daba en Chile. En ambos discos se puede apreciar el desgarro, la desazón y la rabia aún fresca de aquellos meses manchados por la tragedia del Golpe Militar. Todo el repertorio muestra la rebeldía que se incubaba y la protesta que se hacía necesaria gritar a los cuatro vientos. No hay grandes novedades de textos originales, pues parte importante de las canciones son de autores diversos, como del uruguayo Daniel Viglietti y del actor chileno Nelson Villagra, con otras de Patricio tomadas de discos grabados en Chile en tiempos anteriores, salvo “La dignidad se convierte en costumbre”, dedicada a Bautista Van Schouwen y la “Canción a Luciano”, ambos dirigentes del MIR, camaradas de su partido.

El año 1977 aparece Canción sin límites, grabado en Cuba con arreglos para orquesta del músico Tony Taño y con un repertorio enteramente escrito por Manns, salvo en las canciones “Escrito en el trigo” y “Las raíces del llanto”, que fueron colaboraciones con Desiderio Arenas. La más emblemática de este trabajo es sin duda “Cuando me acuerdo de mi país”, canción llena de fuertes y afectadas imágenes, poesía original y un curioso y atrevido trayecto armónico de su melodía bastante sorprendente para la canción chilena.

A partir de este momento se inaugura un tiempo insospechado de colaboraciones con Inti-Illimani, y particularmente con quien escribe, que diversificará la creación de Patricio. Del disco Canción para matar una culebra de Inti-Illimani (1978), aparecerán los textos de “Retrato”, “Vuelvo” y “Samba Landó”, esta última junto a José Seves en la letra y parte de la música. Posteriormente, en el disco Palimpsesto (1981), otras dos canciones: “Palimpsesto” y “Un hombre en general”. Esta unidad creativa y el impacto que nos produjo –en un grupo con dificultades en la elaboración de los textos–, hizo que nos dispusiéramos generosamente en la factura y ayuda mutua de nuestros repertorios. Es por esto que el siguiente disco de Manns llamado Con la razón y la fuerza del año 1982 y La muerte no va conmigo de 1986, nos tuvieron como grupo acompañante o, si se quiere, a Manns como integrante de Inti-Illimani. Deseo secreto que, al parecer, estuvo en su pensamiento por allá en los inicios de los Inti, confesión hecha por Patricio, con el beneficio de la duda, naturalmente.

En Con la razón y la fuerza hace gala de su inclinación por la balada en “El pacto roto”, canción que estructura con una búsqueda musical cercana a momentos complejos y armonías más propias del jazz. Otro tanto es su guiño al bolero en “Antigua”. “La Araucana”, en cambio, es un poema de homenaje a las luchas del pueblo mapuche, de estructura libre y en una propuesta que va más allá del tiempo breve de una canción. Lo mismo sucede con “Concierto de Trez Vella” del disco siguiente La muerte no va conmigo