Hidroeléctricas y sociedad chilena - Nicolás López Cvitanic - E-Book

Hidroeléctricas y sociedad chilena E-Book

Nicolás López Cvitanic

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Considerando la planificación, construcción y puesta en marcha de tres grandes centrales –Rapel, Colbún y Pangue-Ralco–, el presente libro analiza las representaciones sociales existentes en torno a la hidroelectricidad en Chile. Así, se postula que ha existido un sostenido tránsito desde un imaginario asociado a la modernidad tecnocrática, bajo las consignas del desarrollo y el progreso, hacia una resistencia anclada en el movimiento ambientalista, en el marco de la articulación de nuevos movimientos sociales en Chile y en el mundo. Lectura imprescindible para las discusiones en torno a la ecología, el cambio climático, la justicia ambiental y la alteración de los ecosistemas en contraposición a las crecientes demandas energéticas de la población.

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Hidroeléctricas y sociedad chilena

Del imaginario de la modernidad a la resistencia ambientalista (1897-2023)

Nicolás López Cvitanic

Ediciones Universidad Alberto Hurtado

Alameda 1869 - Santiago de Chile

[email protected] – 56-228897726

www.uahurtado.cl

Primera edición diciembre 2023

Los libros de Ediciones UAH poseen tres instancias de evaluación: comité científico de la colección, comité editorial multidisciplinario y sistema de referato ciego. Este libro fue sometido a las tres instancias de evaluación.

ISBN libro impreso: 978-956-357-459-3

ISBN libro digital: 978-956-357-460-9

Coordinador colección Historia

Daniel Palma Alvarado

Dirección editorial

Alejandra Stevenson Valdés

Editora ejecutiva

Beatriz García-Huidobro

Diseño interior

Elba Peña

Diseño de portada

Francisca Toral

Imagen de portada: iStock

Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.

Diagramación digital: ebooks [email protected]

Índice

Agradecimientos

Introducción

PRIMERA PARTEHidroelectricidad y modernidad

Capítulo I“La revolución del concreto”: Modernidad, electricidad e hidroelectricidad en Chile, 1897-1960

Capítulo IIModernidad y crisis rural en los años sesenta: la central hidroeléctrica Rapel

Capítulo IIIModernidad y neoliberalismo en tiempos de dictadura: la central hidroeléctrica Colbún

SEGUNDA PARTEAmbientalismo e hidroelectricidad

Capítulo IVDel Norte Global a Chile: el surgimiento del ambientalismo en la segunda mitad del siglo XX

Capítulo VArticulación y acción del ambientalismo en Chile: las centrales hidroeléctricas Pangue y Ralco, 1990-2004

Epílogo

Fuentes y bibliografía

Agradecimientos

Este libro no habría sido posible sin el apoyo de muchas personas e instituciones que participaron a lo largo del proceso. Aunque siempre existirá una cuota de injusticia al no poder indicar cada una de las contribuciones ni ponderarlas en su justa medida, a continuación intentaré contrarrestar aquello mediante breves pero cariñosas y merecidas menciones.

El proyecto original de esta investigación surgió el año 2018 en el marco de mis estudios de Magíster en Historia en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Por ese entonces, Fernando Purcell me invitó a ser tesista de su proyecto Fondecyt N° 1170055 “Agua y energía. Sociedad e imaginarios ambientales durante la Guerra Fría Global en Sudamérica, 1945-1970”. Agradezco a Fondecyt por financiar parte de esta investigación, así como a Fernando por su valioso y significativo acompañamiento como mi tutor de tesis. A partir de sus asertivas orientaciones durante el proceso investigativo, el texto fue tomando fuerza y se logró convertir en la base de este libro. Agradezco especialmente la calidad humana de Fernando, quien siempre tuvo un trato responsable, cordial y cercano.

Quisiera realizar un especial agradecimiento a Bárbara Silva y Camila Gatica, quienes realizaron certeros comentarios a versiones previas de este libro. Desde mis primeros pasos en el mundo de la investigación, ambas me han ayudado a perfeccionarme y profesionalizarme, motivándome así a creer en mis capacidades. Gracias por mostrarme el lado más humano del mundo académico, y sobre todo, por la confianza y amistad que me han entregado.

Agradezco también al Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile por la formación entregada durante mi pregrado y postgrado, así como por financiar parte de mis estudios. Del mismo modo, una serie de personas han marcado mi formación académica y profesional, influyendo, de alguna u otra manera, en el resultado de esta investigación. En este sentido, mis agradecimientos van para Marcos Fernández, Ximena Illanes, Nancy Nicholls, Rodrigo Henríquez, Brandi Townsend, Karin Rosenblatt, Tanya Harmer, Raffaele Nocera, Francisca Valenzuela, Francisca Peñaloza, Marianne Rippes, Rafael Gaune, María José Cot y Claudio Rolle.

También quisiera agradecer al comité científico y editorial de Ediciones Alberto Hurtado por otorgarme la posibilidad de publicar este libro, así como a los evaluadores anónimos por sus acertadas sugerencias y constructivos comentarios. Particularmente, a Daniel Palma, Alejandra Stevenson y Beatriz García-Huidobro por toda la colaboración brindada, así como por su excelente disposición durante el proceso editorial.

A nivel personal, agradezco a Flavio Maino por su compañía y contención permanente, así como por ayudarme a ser cada día mejor en tantos sentidos. Agradezco a Claudia Hervias y María de los Ángeles Ruiz por otorgar un soporte constante a mi vida a través de su complicidad sincera, y con cuya amistad han pasado a ser parte de mi familia. Del mismo modo, a mis amigos Gabriel Nachar, Francisca Juárez y Camila Tapia, a quienes conocí en la universidad, pero que con el paso de los años han pasado a conformar mi núcleo de apoyo, acompañándome incondicionalmente en los momentos más importantes de mi vida. También a Catalina Guerra y Nicolás Vicencio por su amistad desde hace tanto tiempo, que se formó descubriendo nuestras identidades, visiones de mundo y proyectos de vida. Asimismo, a Katia Lizana y Julio Reyes por introducirme en el mundo de las humanidades, ayudándome a desarrollar mi pensamiento crítico desde la pedagogía y, posteriormente, desde la amistad.

Por último, el agradecimiento más importante es para las personas que siempre han estado a mi lado y me han apoyado en todo: mi familia. Agradezco a mi madre Alejandra por guiarme en cada paso que he dado, por ser el pilar más importante de mi vida y por su crianza que me ha entregado las herramientas y los valores necesarios para desenvolverme en el mundo. Gracias a mi padre Francisco por motivarme constantemente a dar lo mejor de mí. Gracias a mis abuelos –biológicos y adoptivos– Alejandra, Francisco, Celia, Walter, María Elena y Luis, por ser un incondicional apoyo en mi vida. Gracias a Cristián, Daniela, María José, Karina, Magdalena, Trinidad y Pedro, por todo el cariño entregado. Gracias a mi hermana Antonella por haber acompañado cada uno de mis procesos personales y profesionales, así como por todo su amor, tan único y auténtico. Y gracias a mis hermanos Joaquín, y Florencia quien desde hace algunos años me acompaña y cuida desde otro lugar.

Introducción

Entre el fin de la dictadura militar de Augusto Pinochet en 1990 y el estallido social de 2019, en Chile existieron relativamente pocas movilizaciones que alcanzaran un carácter masivo y transversal en la ciudadanía1. En ese lapso de treinta años, la sociedad civil se mantuvo más bien inactiva, inconexa y disgregada. Ello estuvo en sintonía con las políticas de coerción y represión llevadas a cabo por los militares desde el golpe de Estado de 1973, las cuales influyeron en que la sociedad civil se desarticulara y el tejido social sufriera vastas fisuras. Así, aun cuando el dictador entregara el poder en 1990, la organización ciudadana tardó varias décadas más en recuperar su capacidad asociativa2.

De todos modos, existieron algunas excepciones. Durante el periodo de la “transición a la democracia” se desplegaron ciertos movimientos sociales que fueron capaces de conseguir una amplia adhesión en la ciudadanía. Uno de ellos fue el conjunto de manifestaciones contra los planes de edificación de un gran proyecto hidroeléctrico en el extremo sur de Chile. Así, a pesar de que el 2011 sea recordado como un año significativo para el movimiento estudiantil, lo cierto es que esas movilizaciones se conjugaron con multitudinarias protestas que, desde distintos puntos del país, criticaron la implementación del proyecto HidroAysén. En definitiva, la ratificación y aprobación de HidroAysén por parte de los organismos estatales respectivos se transformó en uno de los principales detonantes de una intensa efervescencia social, la cual fue catalogada por el New York Times como el “Invierno Chileno”, en un evidente símil con la Primavera Árabe3. Por su parte, los impulsores del colosal proyecto defendieron fehacientemente la iniciativa, dando paso a un ambiente beligerante al interior de la opinión pública chilena.

El proyecto HidroAysén, a cargo de la Empresa Nacional de Electricidad (Endesa) y la compañía Colbún, ambas de propiedad privada, consideraba la instalación de cinco centrales hidroeléctricas en la Región de Aysén, en la Patagonia chilena. Los orígenes del proyecto se remontan a mediados del siglo XX, cuando Endesa, por ese entonces de propiedad estatal, propuso la construcción de grandes centrales hidroeléctricas en los ríos Baker y Pascua. En la década de 1970, con la ayuda de ingenieros japoneses, Endesa realizó estudios de factibilidad y diseñó el proyecto HidroAysén. Sin embargo, la iniciativa no prosperó debido a sus altos costos y a la privatización de Endesa, y recién volvió a ser retomada en el nuevo siglo. En 2005, Endesa anunció la construcción de HidroAysén4. El proyecto fue anunciado con bombos y platillos. Con un costo superior a los 7.500 millones de dólares, las represas aportarían más de 2,7 millones de kW al Sistema Interconectado Central (SIC), lo que en la práctica representaba el 20% de la generación de energía eléctrica del país5. En este sentido, para Endesa y Colbún resultaba imperativo construir las centrales teniendo en cuenta la creciente demanda de electricidad a nivel nacional y, en consecuencia, la necesidad de establecer una mayor autonomía energética en Chile6.

El caso de HidroAysén no fue aislado. Por el contrario, este proyecto se vinculó al sostenido auge que ha experimentado la hidroelectricidad alrededor del mundo en el último siglo. Actualmente, se estima que la fuerza hidráulica representa el 19% de la generación de electricidad a nivel global7. Y es que los beneficios de la hidroelectricidad han cautivado al mundo entero, especialmente si se considera que la fuente de energía empleada, el agua, se encuentra disponible sin mayores costos en los cinco continentes –aunque de forma diferenciada entre ellos y, ciertamente, de manera cada vez más escasa. A su vez, la hidroelectricidad no genera gases de efecto invernadero, por lo que, frente a la amenaza del cambio climático, se ha erigido como una de las formas menos nocivas a la hora de producir energía eléctrica8. Asimismo, las grandes centrales hidroeléctricas, a diferencia de las centrales hidroeléctricas comunes o de paso que emplean la fuerza directa del cuerpo de agua para generar electricidad, requieren de la construcción de represas, es decir, precisan de la creación de un embalse o lago artificial para almacenar el agua. En la práctica, ello ha significado beneficios complementarios a la generación de electricidad, como el aumento de las superficies de riego, así como un incentivo a actividades comerciales y turísticas en torno a los lagos artificiales.

El 9 de mayo del 2011, luego de décadas de planificación de HidroAysén, los organismos estatales aprobaron la Evaluación de Impacto Ambiental (EIA) del proyecto9. En consecuencia, HidroAysén ya podía construirse. Sin embargo, la decisión de la Comisión Regional del Medio Ambiente no dejó indiferente a la ciudadanía, y a pesar de los eventuales beneficios del proyecto, se generaron masivas protestas en la Patagonia chilena, así como en distintas ciudades del país10.

Los manifestantes apuntaron a las consecuencias económicas, sociales y ambientales derivadas de la instalación de las centrales en el extremo sur del país. Patricio Rodrigo, director de Patagonia Sin Represas –principal organización opositora a la construcción de HidroAysén–, señaló que las externalidades negativas del proyecto “matan económicamente a mucha gente”. Justificaba lo anterior declarando que para Chile era más conveniente que existieran “cien proyectos de energía renovables no convencionales en distintas partes del país, con un sistema de transmisión mucho más light y cercano a la demanda, que tener grandes megafuentes productoras con enormes conducciones”11.

La principal preocupación de la ciudadanía pasaba por los daños ambientales derivados de la instalación de las grandes represas. Y es que, a pesar de sus ventajas, la instalación y el funcionamiento de centrales hidroeléctricas alrededor del mundo no han resultado del todo inocuos. Más bien, este tipo de construcciones han provocado serios daños al medioambiente y las personas alrededor del planeta. Entre ellos se encuentra la salinización de los suelos, la pérdida de ecosistemas únicos y la modificación de los estilos de vida de las comunidades locales12. Probablemente el aspecto más controversial asociado al desarrollo hidroeléctrico ha sido el desplazamiento de grupos humanos. Debido a su instalación, se estima que entre cuarenta y ochenta millones de personas de distintas partes del planeta han sido obligadas a dejar sus hogares. Muchas de esas personas han sido parte de minorías étnicas y habitantes de terrenos montañosos, quienes han debido migrar de sus tierras ancestrales producto de los intereses energéticos de los gobiernos de sus respectivos países13.

Para el caso de HidroAysén, los cuestionamientos aludían especialmente a la transformación del paisaje, la destrucción de ríos, y la eliminación de especies de flora y fauna, varias de ellas en peligro de extinción14. A ello se sumaba la inundación de humedales, bosques y tierras agrícolas, así como a la modificación de las dinámicas sociales de la Patagonia15. La construcción de HidroAysén habría significado trasladar a cinco mil trabajadores a la zona, duplicando la población de la ciudad más cercana a las centrales, Cochrane. Una de las cinco represas y su embalse habrían inundado partes de la Carretera Austral, la principal ruta de conexión vial en la Patagonia chilena, y también habría obligado al desplazamiento de catorce familias. De esta forma, los opositores a HidroAysén planteaban que la población local sería la menos beneficiada por el proyecto, más aun considerando que la electricidad se enviaría desde el extremo sur de Chile hacia al norte, en vez de ayudar a reducir las altas tarifas de electricidad en la región16. Así, las campañas de oposición se articularon en dos niveles: en Aysén, tendieron a la protección de los habitantes locales a partir de la preservación de las tradiciones y los estilos de vida patagónicos, mientras que en el resto del país apuntaron a un sentido compartido de asombro frente a la belleza de los paisajes naturales de la Patagonia17. Al respecto, resulta representativa una carta al director del periódico The Clinic, escrita por una joven de quince años, quien planteaba: “No quiero que se hagan las represas en la Patagonia. Es hermosa y hay que cuidarla. Esta tierra no es para siempre […]. ¡NO! Yo quiero que mis hijos conozcan la Patagonia. Esas torres hacen daño, está comprobado mentalmente y al oído por el sonido que provocan. Soy de la 5a. Región, no arruinen la Patagonia”18.

Fue así como miles de chilenos, de distintos lugares del país, y sin importar su género, edad, formación profesional o nivel socioeconómico, se manifestaron contra el proyecto hidroeléctrico no solo en las calles, sino que también en los medios de prensa y en las redes sociales. Como resultado de las campañas de visibilización, en medio de un sostenido y permanente auge de las telecomunicaciones, el descontento escaló a nivel mundial. En definitiva, desde distintas partes del planeta se repudió el accionar de las empresas Endesa y Colbún en el seno de la Patagonia chilena19. El apoyo que el presidente Sebastián Piñera le entregó a la iniciativa hidroeléctrica, lejos de disminuir las tensiones, no hizo sino profundizar la oposición ciudadana20. En efecto, las encuestas indicaron que más del 60% de la sociedad chilena se oponía a HidroAysén21. La investigadora Javiera Barandiarán plantea que ello representaba “un malestar general que había ido acumulándose durante algún tiempo: la crisis de legitimidad del Estado debido a su falta de capacidad para responder a las demandas ciudadanas”22. En efecto, los manifestantes culpaban al Estado de la destrucción del medioambiente, en tanto los proyectos contaminantes e intensivos en el uso de recursos, tales como minas, represas y plantas industriales, requieren de aprobación estatal para ejecutarse. Se criticaba así que las agencias estatales otorgaban permisos de EIA sin tener en cuenta toda la evidencia científica respecto a los impactos naturales y humanos generados por la instalación de megaproyectos, como era el caso de HidroAysén23.

El proyecto HidroAysén, inicialmente suspendido en 2012, terminó siendo cancelado de forma definitiva en los años posteriores (o al menos así lo aseguraron sus gestores). En 2015, el Estado chileno revocó el permiso EIA de HidroAysén, y en 2017 los inversores devolvieron los derechos de aprovechamiento de aguas involucrados en la construcción de las centrales hidroeléctricas24. Aunque las empresas a cargo de la iniciativa invocaron motivos de carácter económico para tomar dicha decisión25, pareciera ser que la masiva movilización ciudadana fue determinante en la revocación del proyecto.

Sin embargo, las cinco represas de HidroAysén no fueron las primeras que se instalaban en el país. Por el contrario, al examinar la historia de Chile se revela un desarrollo hidroeléctrico de larga data que tuvo sus orígenes a fines del siglo XIX. En sintonía con aquello, la hidroelectricidad ha ocupado un lugar preferente dentro de la producción energética a nivel nacional, llegando a ser el mecanismo predilecto para generar la energía eléctrica que se distribuye a lo largo del país26. En este sentido, resulta pertinente explorar los antecedentes históricos que llevaron a la multitudinaria resistencia civil contra HidroAysén. ¿Cuáles fueron los orígenes de las percepciones negativas hacia la hidroelectricidad por parte de la ciudadanía? ¿Existió un punto de quiebre a lo largo de la historia de la hidroelectricidad en Chile que motivara dichas percepciones? ¿Qué efectos han generado en la ciudadanía otras centrales hidroeléctricas instaladas territorio nacional? En definitiva, la pregunta central que orienta la presente investigación es: ¿cuál ha sido el significado que la sociedad chilena le ha otorgado al desarrollo hidroeléctrico nacional a través del tiempo?

Este libro propone que el significado que le ha entregado la sociedad chilena a la hidroelectricidad ha experimentado diversas transformaciones en función de los distintos contextos históricos bajo los cuales se ha desenvuelto. Por décadas, desde la instalación de la primera central hidroeléctrica en territorio chileno en el año 1897, y hasta bien entrado el siglo XX, la hidroelectricidad estuvo asociada, de manera prácticamente exclusiva, al progreso de la nación, convirtiéndose en una señal inequívoca de modernidad. Dicha narrativa dominó durante buena parte de la pasada centuria, siendo empleada de manera predilecta por diversos actores, incluyendo funcionarios públicos, empresarios y tecnócratas. No obstante, desde el último cuarto del siglo XX se han modificado progresivamente las perspectivas ciudadanas en torno a las centrales hidroeléctricas, llegando a ser percibidas como una latente y creciente amenaza contra los espacios naturales y los grupos humanos, tal como ilustra el caso de HidroAysén. En este marco, los significados respecto a los megaproyectos hidroeléctricos han tendido a ser interpretados desde perspectivas derivadas del ambientalismo.

Así, en las siguientes páginas se estudia el desarrollo hidroeléctrico chileno a través de sus representaciones sociales. El concepto de representación social fue formulado por el psicólogo social rumano Serge Moscovici, quien en 1961 planteó que en minúscula, esta constituye una construcción simbólica creada continua y permanentemente a través de las interacciones sociales27. De esta forma, las representaciones sociales no son estáticas, sino que se encuentran en permanente modificación, pues condensan reflexiones colectivas elaboradas a partir de un conjunto de elementos simbólicos y las relaciones producidas entre ellos28. Por su parte, Roger Chartier define una representación como la relación entre una imagen presente y un objeto ausente, de manera que un análisis histórico respecto a las representaciones debiera examinar cómo las sociedades han vuelto inteligible una idea abstracta y con ello le han otorgado un efecto de realidad29. Para nuestro objeto de estudio, Fernando Purcell indica: “No hay nada más concreto que una central hidroeléctrica, cuya materialidad asociada a tuberías, muros, compuertas, turbinas y subestaciones eléctricas aledañas difícilmente puede escapar a la mirada de quien las confronte en los distintos tipos de espacios donde se ubican”30. Más allá de su componente concreto, la materialidad de las hidroeléctricas ha sido representadade distintos modos a través del tiempo, en tanto los vínculos que las personas poseen con el medioambiente y los espacios físicos se establecen en función de las representaciones forjadas a través de sus experiencias, valores, expectativas y preferencias, las cuales poseen un carácter dinámico y cambiante31. Consecuentemente, las hidroeléctricas han encarnado diferentes significados para las sociedades a través del tiempo, y aunque en determinados momentos han representadola modernidad, en otros también han representadouna amenaza para el medioambiente.

En este libro se analizan las representaciones sociales generadas a partir de las interconexiones existentes entre la hidroelectricidad, la modernidad y el ambientalismo a través de los procesos de planificación, instalación y puesta en marcha de tres centrales hidroeléctricas en Chile. La primera de ellas, Rapel, fue anunciada en 1960 y terminó siendo inaugurada en 1968 como un verdadero símbolo de la modernidad en el marco de la Guerra Fría global. Sin embargo, su instalación debió sortear una serie de problemas, varios de los cuales se vincularon a la existencia de una supuesta crisis en el campo chileno. La segunda central hidroeléctrica analizada es Colbún, construida entre 1980 y 1985, en un momento histórico marcado por los años más álgidos de movilización popular durante la dictadura militar, así como por la progresiva implementación del neoliberalismo en el país. Finalmente, el tercer caso de estudio es el complejo hidroeléctrico Pangue-Ralco, el que contempló la instalación de dos grandes centrales en la zona del Alto Biobío: Pangue, edificada entre 1990 y 1997, y Ralco, que fue aprobada en 1997 y entró en funcionamiento en 2004. Con el retorno de la democracia al país y el auge de los nuevos movimientos sociales –especialmente del ambientalismo–, la respuesta de la sociedad civil a este último proyecto fue mucho más contestataria que la generada por proyectos hidroeléctricos previos instalados en Chile.

Para estudiar las representaciones sociales en torno a la hidroelectricidad generadas en los tres casos de estudio mencionados, examinaremos sus expresiones en un espacio específico: la esfera pública. Este ha sido un espacio predilecto en el que la sociedad civil ha expresado sus imaginarios en torno a la hidroelectricidad, y donde impulsores y detractores de grandes proyectos hidroeléctricos han intentado cautivar a la ciudadanía y a los diversos actores sociales. En tanto expresión de la modernidad, la esfera pública es definida por Charles Taylor como…

…un espacio común donde los miembros de la sociedad se relacionan a través de diversos medios, ya sean impresos, electrónicos, etc., y también de encuentros cara a cara, para discutir cuestiones de interés común, y por lo tanto para formarse una opinión común sobre ellos. Digo “un espacio común” porque aunque los medios son múltiples, al igual que los intercambios que tienen lugar a través de ellos, se considera que todos se hallan interrelacionados32.

Según este autor, las discusiones producidas en la esfera pública no solo tienen cabida en espacios presenciales y no presenciales (como internet), sino que se mantienen en boga más allá de una determinada concurrencia. Asimismo, el espacio público se sitúa explícitamente fuera de las esferas de poder, de manera que, en base al uso de la razón, se instala como un control externo al poder político. Al hacer de la razón su principal herramienta y fortaleza, la esfera pública se fundamenta y depende exclusivamente de la acción humana33. En este sentido, la prensa constituye uno de los principales medios por los cuales se expresa la opinión pública a través del despliegue y la interconexión de ideas y opiniones34. Por este motivo, la principal fuente histórica de esta investigación serán periódicos locales, los cuales serán complementados con documentos oficiales y prensa de circulación nacional.

Ahora bien, es necesario realizar una serie de precisiones respecto al presente libro. La primera es que, al momento de la construcción de las centrales hidroeléctricas, las comunidades de Rapel, Colbún y Alto Biobío se situaban en zonas bastante aisladas que no contaban con medios de prensa propios. Por lo tanto, para otorgar la cobertura correspondiente, en la revisión documental se consideran aquellos periódicos de los centros urbanos más cercanos, los cuales poseen una cantidad de información respecto a las centrales hidroeléctricas de mayor magnitud y especificidad que la prensa de circulación nacional. Así, para el caso de Rapel se revisa la prensa de la ciudad de Melipilla (a 62 km de distancia), para Colbún hemos acudido a la prensa de Linares (a 35 km de distancia) y para el Alto Biobío hemos examinado los periódicos de Concepción (a 250 km de distancia)35. Sin perjuicio de lo anterior, de manera ocasional y complementaria también se consulta prensa nacional y de otras ciudades cercanas a los casos de estudio.

Segunda precisión: si bien la instalación de la primera central hidroeléctrica en territorio nacional ocurrió en 1897, no fue hasta mediados del siglo pasado que empezaron a construirse grandes centrales hidroeléctricas asociadas a represas en el país, lo que explica la selección de los casos de estudio desde 1960 en adelante. De esta manera, los tres proyectos hidroeléctricos que revisaremos en esta investigación están asociados a grandes represas que destacaron por sus magnitudes en cuanto a generación de energía36, aporte a la producción eléctrica nacional, tamaño de las obras de ingeniería, recursos materiales y humanos empleados en su edificación, e implicancias sobre los medios naturales y humanos en los que se asentaron.

Por último, una precisión respecto a la estructura del libro. Si bien se propone que el desarrollo hidroeléctrico, el imaginario de la modernidad y la resistencia ambientalista fueron parte de un proceso interconectado, la investigación se presenta en dos partes con fines pedagógicos y funcionales. La primera parte aborda el desarrollo hidroeléctrico de Chile y sus vínculos con la modernidad, e incluye el periodo que va desde la instalación de la primera central en territorio nacional, a fines del siglo XIX, hasta la puesta en marcha de la colosal represa de Colbún en la década de 1980. La segunda parte está orientada a revisar los antecedentes, tanto internacionales como nacionales, que desembocaron en la articulación y el desarrollo del ambientalismo en Chile, lo cual se conectó con la instalación del complejo hidroeléctrico Pangue-Ralco en la zona centro sur del país durante los años noventa e inicios de los dos mil37. Siguiendo esta estructura, los primeros capítulos de cada una de las partes –es decir, los capítulos I y V– cumplen una función principalmente contextual. En el capítulo I se abordan los antecedentes que contribuyeron a situar a la hidroelectricidad como un emblema de la modernidad. En el capítulo IV, en tanto, se examinan los antecedentes globales, regionales y nacionales que contribuyeron al surgimiento y la articulación del ambientalismo en Chile. A su vez, en los capítulos II, III y V se revisan los tres casos de estudio ya señalados: Rapel, Colbún y Pangue-Ralco, respectivamente.

A través del enfoque presentado en este libro, pretendemos aproximarnos a una nueva mirada respecto al panorama ambiental del Chile actual, así como a la comprensión de sus principales conflictos socioambientales. Ello se inserta en un interesante debate, con plena vigencia en los espacios políticos y sociales de nuestros días, entre generación energética y desarrollo sustentable. De esta manera, la presente investigación se inserta dentro de los estudios historia ambiental, considerando que “las relaciones humanas con el ambiente tienen una historia” y que “la percepción de esas relaciones también es histórica”38. Como plantean Emily Wakild y Michelle Berry, la historia ambiental puede ser útil a la hora de resolver la siguiente pregunta: “¿Cuáles son los problemas de justicia ambiental más urgentes en el mundo (o en la región o en la nación), y qué nos dice la historia sobre la mejor manera de abordar los problemas y resolver la injusticia?”39. En este sentido, el ejercicio de examinar el recorrido histórico de la hidroelectricidad también nos lleva a cuestionar la utilización del agua en las sociedades contemporáneas. Así, la presente investigación se orienta bajo la premisa de que “el uso del agua es más cultural, político, económico y social que hidrológico, ambiental o climático”40. Como sostiene Mark Carey, “ciertas limitaciones físicas en la disponibilidad del agua importan, claro, puesto que no todas las regiones del mundo tienen el mismo acceso al agua”41. En definitiva, dar cuenta de los contextos históricos en los que se han insertado las iniciativas hidroeléctricas también nos ayuda a comprender las distintas formas en que se han manejado los recursos hídricos en Chile, así como los modos mediante los cuales la sociedad civil ha ido incorporado una creciente conciencia ambiental en relación a la propiedad y la utilización de dichos recursos.

■ Imagen 1. Mapa con la ubicación de las hidroeléctricas revisadas en este trabajo42.

1 Mario Garcés, Estallido social y una nueva constitución para Chile (Santiago: Lom, 2020), 12.

2 A pesar de desenvolverse en un marco institucional democrático, los sucesivos gobiernos de centroizquierda posteriores al régimen no fueron necesariamente garantía de una mayor participación ciudadana, sino que, por el contrario, continuaron la lógica impuesta por la dictadura de desmovilizar a la sociedad civil, en gran parte debido a la persistencia del modelo político, económico y social heredado de los militares. Sofía Correa et al., Historia del siglo XX chileno (Santiago: Sudamericana, 2015), 339.

3 Con el mismo fin, algunos medios nacionales emplearon el concepto de “Mayo chileno”. “With Kiss-Ins and Dances, Young Chileans Push for Reform”, The New York Times, 4 de agosto de 2011, acceso el 23 de septiembre de 2018, https://www.nytimes.com/2011/08/05/world/americas/05chile.html?_r=4&ref=world; “El Mayo Chileno”, The Clinic, 26 de mayo de 2011, 7; “La revolución en el Chile del 2011 y el movimiento social por la educación”, Radio UChile. 20 de septiembre de 2011, acceso el 4 de diciembre de 2018, https://radio.uchile.cl/2011/09/20/la-revolucion-en-el-chile-del-2011-y-el-movimiento-social-por-la-educacion/.

4 Javiera Barandiarán, Lo que el Estado neoliberal no sabe. Conflictos científicos y política ambiental en Chile (Santiago: RIL Editores, 2021), 171-178.

5 Curiosamente, dentro de ese cálculo no se encontraban las regiones de Aysén y Magallanes, ya que en ellas la población no se abastece del SIC, sino que de sus propios sistemas de interconexión eléctrica: el Sistema Eléctrico de Aysén (SEA) y el Sistema Eléctrico de Magallanes (SEM). “Comisión aprueba HidroAysén pero exige medidas en la zona”, Emol, 9 de mayo de 2011, acceso el 25 de septiembre de 2018, http://www.emol.com/noticias/economia/2011/05/09/480621/comision-apruebahidroaysen-pero-exige-medidas-en-favor-de-la-zona.html.

6 “Hidroaysén: el proyecto que divide a Chile”, BBC, 20 de mayo de 2011, acceso el 15 de abril de 2021, https://www.bbc.com/mundo/noticias/2011/05/110520_chile_hidroaysen_preguntas_clave_pea.

7 Raúl Sohr, El mundo será verde o no será. Constitución y ecología (Santiago: Debate, 2020), 56; Joan Martínez-Alier, El ecologismo de los pobres. Conflictos ambientales y lenguajes de valoración (Barcelona: Icaria, 2011), 172.

8 John McNeill y Peter Engelke, The Great Acceleration. An Environmental History of the Anthropocene since 1945 (Cambridge: The Belknap Press of Harvard University Press, 2014), 33.

9 Creados en Estados Unidos, las EIA constituyen una política pública replicada en diversos países que orienta el manejo de recursos naturales, y que permite “conectar evidencia científica con participación pública en un procedimiento burocrático altamente regulado”. Barandiarán, Lo que el Estado neoliberal no sabe, 26.

10 Manuel Tironi y Javiera Barandiarán, “Neoliberalism as Political Technology: Expertise, Energy and Democracy in Chile”, en Beyond Imported Magic: Studying Science and Technology in Latin America, ed. por Eden Medina, Christina Holmes e Iván de Costa Márques (Cambridge: MIT Press, 2014), 309; Antonio Horvath, La revolución de los territorios y de las energías. Patagonia, aguas, glaciares y borde costero: libres (Santiago: Lom, 2015), 144; “Los seis grupos sociales que lideran la oposición a HidroAysén”, Revista EI, 20 de mayo de 2011, acceso el 15 de abril de 2021, https://www.revistaei.cl/2011/05/20/los-seis-grupos-sociales-quelideran-la-oposicion-a-hidroaysen/.

11 “Patricio Rodrigo, Director Ejecutivo de Patagonia Sin Represas: ‘Nadie puede decir que esto nació por generación espontánea’”, The Clinic, Santiago, 26 de mayo de 2011, 9.

12 Martínez-Alier, El ecologismo de los pobres, 174.

13 McNeill y Engelke, The Great Acceleration, 34.

14 “Hidroaysén: el proyecto que divide a Chile”, BBC, 20 de mayo de 2011, acceso el 15 de abril de 2021, https://www.bbc.com/mundo/noticias/2011/05/110520_chile_hidroaysen_preguntas_clave_pea.

15 “El problema / Impacto de las represas”, Patagonia Sin Represas, acceso el 23 de octubre de 2018, http://www.patagoniasinrepresas.cl/final/contenido.php?seccion=problema_impactorepresas.

16 Barandiarán, Lo que el Estado neoliberal no sabe, 174-175.

17 Barandiarán, Lo que el Estado neoliberal no sabe, 176.

18 “Hidroaysén V”, The Clinic, Santiago, 19 de mayo de 2011, 30.

19 En concreto, se registraron manifestaciones en países como Alemania, Estados Unidos, Francia, España, Argentina, Bolivia, Suecia, Dinamarca, Italia, México, Brasil, Honduras, Australia, Bélgica e Inglaterra. “Los seis grupos sociales que lideran la oposición a HidroAysén”, Revista EI, 20 de mayo de 2011, acceso el 15 de abril de 2021, https://www.revistaei.cl/2011/05/20/los-seis-grupos-sociales-que-lideran-la-oposiciona-hidroaysen/.

20 “Piñera realiza férrea defensa de HidroAysén durante cuenta pública ante el Congreso”, Emol, 21 de mayo de 2011, acceso el 15 de abril de 2021, https://www.emol.com/noticias/nacional/2011/05/21/482851/pinera-realiza-ferrea-defensa-de-hidroaysen-durante-cuenta-publicaante-el-congreso.html.

21 Barandiarán, Lo que el Estado neoliberal no sabe, 172.

22 Ibíd., 23.

23 Ibíd., 23.

24 Ibíd, 173.

25 “Colbún y ENEL ponen fin al proyecto HidroAysén”, Cooperativa, 17 de noviembre de 2017, acceso el 15 de abril de 2021, https://www.cooperativa.cl/noticias/pais/energia/hidroaysen/colbun-y-enel-ponenfin-al-proyecto-hidroaysen/2017-11-17/141337.html.

26 En 2008, un 37,6% de la energía eléctrica del SIC provenía de la hidroelectricidad, versus un 36,1% del gas natural, un 15,6% del carbón y un 9,3% del petróleo. Annie Dufey, Natacha Marzolf y Pablo Ceppi, Energía - Instrumentos Fiscales y No Fiscales a Las Energías Renovables de Chile (Washington: Banco Interamericano de Desarrollo, 2010), 12.

27 Moscovici propuso una reconstrucción del concepto de representación colectiva que había elaborado Émile Durkheim a fines del siglo XIX. Durkheim había señalado que las representaciones sociales no pueden explicarse mediante la psicología individual y que constituyen productos mentales fabricados socialmente, compuestos por una faz figurativa y una faz simbólica. A su vez, Moscovici complementó aquello indicando que las representaciones sociales no son estáticas, sino que se encuentran en permanente modificación, pues condensan reflexiones colectivas elaboradas a partir de un conjunto de elementos simbólicos y las relaciones producidas entre ellos. Serge Moscovici, El psicoanálisis, su imagen y su público (Buenos Aires: Huemul, 1979), 27-54; Edgar González, “La representación social del cambio climático”, Revista Mexicana de Investigación Educativa 55 (2012): 1051-1052.

28 Ibíd., 53.

29 Roger Chartier, El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural (Barcelona: Gedisa, 1992), 58; Sylvia Dümmer, Sin tropicalismos ni exageraciones. La construcción de la imagen de Chile para la Exposición Iberoamericana de Sevilla en 1929 (Santiago: RIL, 2012), 24.

30 Fernando Purcell, “Imaginarios socioculturales de la hidroelectricidad en Sudamérica 1945-1970”, Atenea 518 (segundo semestre 2018): 98.

31 Óscar Navarro, “Representación social del agua y de sus usos”, Psicología desde el Caribe 14 (2004): 226.

32 Charles Taylor, Imaginarios sociales modernos (Barcelona: Paidós, 2006), 105.

33 Ibíd., 105-123.

34 Ibíd., 107.

35 Particularmente para el caso de Pangue y Ralco no fue posible encontrar prensa local cercana, más aun considerando lo aislada que se encuentra la zona cordillerana del Alto Biobío. Sin embargo, factores como la instantaneidad de la información en un contexto cada vez más globalizado, teniendo en cuenta que se estudia lo ocurrido en la zona durante las décadas de 1990 y 2000, así como el grado de repercusión mediática generada por el conflicto del Alto Biobío, contribuyeron a que se desarrollara un amplio reporteo sobre las centrales Pangue y Ralco desde periódicos de la capital regional, Concepción, que corresponden a las principales fuentes consultadas para este caso.

36 Antes de la puesta en marcha de la central Rapel en 1968, cuya capacidad de generación energética alcanzó por sí sola los 350 mil kW, ninguna central chilena había sobrepasado los 140 mil kW. Lo mismo ocurriría con la instalación de los proyectos Colbún (1985) y Pangue-Ralco (2004), cada uno de los cuales supuso, en su debido contexto, la puesta en marcha de la central hidroeléctrica con mayor potencia que existía a la fecha a nivel nacional.

37 Parte de los resultados expuestos en los capítulos IV y V fueron publicados en el siguiente artículo: Nicolás López “De Estocolmo al Biobío. El surgimiento de la cuestión medioambiental en el Norte Global y su recepcíón en Chile (1970-2000). “Estudios Avanzados 32 (julio 2020): 1-17”.

38 Joan Martínez-Alier, “Ecology and the Poor: A Neglected Dimension of Latin American History”, Journal of Latin American Studies 23, núm. 3 (octubre 1991): 636. Traducción propia.

39 Wakild y Berry, Una guía para…, 165.

40 Carey, Glaciares, cambio climático…, 287.

41 Ibíd., 287.

42 Elaboración propia en Google Maps. Se ha sumado HidroAysén, que constituye el punto de inicio y el cierre en nuestra investigación.

PRIMERA PARTE

Hidroelectricidad y modernidad

CAPÍTULO I

“LA REVOLUCIÓN DEL CONCRETO”: MODERNIDAD, ELECTRICIDAD E HIDROELECTRICIDAD EN CHILE, 1897-1960

En este capítulo se analizarán las representaciones sociales de la electricidad y la hidroelectricidad en Chile, desde fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, considerando fenómenos de carácter global, regional y nacional.

El periodo se puede dividir en dos fases. La primera, desde 1897 hasta la década de 1920, examina el surgimiento de la hidroelectricidad en el país como una iniciativa del mundo privado y en un contexto de evidentes contradicciones sociales. En este sentido, considerando que la electricidad constituía un bien escaso y poco accesible para la población en su conjunto, los sectores populares se vieron prácticamente desconectados del anhelo de la modernidad encarnado, en este caso, en la electricidad. La segunda fase, que se inicia en la década de 1930, explora la creciente responsabilidad del Estado en la administración eléctrica y, por consiguiente, en los proyectos chilenos de hidroelectricidad. De la mano con lo anterior, también profundizaremos en los nuevos modelos de desarrollo de los países latinoamericanos a raíz de las reformulaciones estatales provocadas por la Gran Depresión, así como en los impulsos a la generación energética en el marco de la Guerra Fría global, ahondando especialmente en la conceptualización de la modernidad. En este contexto, la hidroelectricidad era presentada de una forma moderna y novedosa en función del progreso de las naciones. En definitiva, se trataba de una verdadera revolución, la cual no solo se traducía en generación energética, sino que también impactaba en la experiencia cotidiana de actores históricos mediante el consumo de electricidad y el uso sistemático de electrodomésticos.

Es necesario realizar dos alcances sobre el contenido de este capítulo. En primer término, como se señaló en la introducción del libro, las siguientes páginas cumplen una función principalmente contextual que se basa en investigaciones realizadas por terceros, así como en bibliografía sobre una serie de procesos históricos que tuvieron lugar durante la primera mitad del siglo XX. A través de dichas aproximaciones buscamos establecer cómo la hidroelectricidad se transformó en un emblema de la modernidad, para así examinar posteriormente su aplicación práctica mediante nuestros casos de estudio. En segundo término, se plantea que la hidroelectricidad constituye, en esencia, un mecanismo para producir electricidad. En este sentido, para comprender la clave moderna bajo la cual fueron enunciados los proyectos de hidroelectricidad en Chile, se torna necesario realizar un análisis de las representaciones asociadas a la electricidad y al consumo eléctrico. De allí deriva nuestro interés por revisar, además de la hidroelectricidad, el desarrollo histórico de la electricidad como un símbolo de modernidad para la sociedad chilena.

“Las luces del progreso”: Hidroelectricidad y electricidad en el Chile de inicios del siglo XX

El agua es inherente a la sobrevivencia humana. Además de tratarse de un elemento indispensable para el funcionamiento fisiológico, ha sido en torno a ríos, lagos y océanos donde se han asentado pueblos, ciudades e imperios a lo largo de la historia de la humanidad. Las principales actividades económicas han dependido del agua, en tanto esta permite el riego, la agricultura, la ganadería, la navegación y, por lo tanto, el comercio y el intercambio económico y cultural entre distintas sociedades.

Por otra parte, desde hace siglos que la fuerza del agua ha sido utilizada como fuente de energía. Los registros arqueológicos indican que los griegos del siglo II a.C. habrían sido los primeros en transformar la potencia del agua en energía cinética a partir de la creación de instrumentos mecánicos que molían el trigo y lo convertían en harina1. Sin embargo, recién en 1878 se produjo por primera vez electricidad a partir de la fuerza del agua2. La eficiencia de la primera central hidroeléctrica de la historia, ubicada en suelo estadounidense, fue de tal magnitud que el modelo empezó a replicarse por todo el país. Así, para 1907 el 15% de la generación eléctrica estadounidense provenía de la energía hidroeléctrica. En 1940, la cifra aumentó al 40%3.

La hidroelectricidad venía a solucionar las crecientes demandas energéticas de la población mundial. Específicamente, en los albores del siglo XX la energía eléctrica ya se empezaba a percibir como una necesidad transversal a las naciones, pues a través de ella se podían perfeccionar las actividades productivas, industriales, domiciliarias, de salud y de transporte. Lenin definió al comunismo como la suma de la electrificación más el poder soviético, y Franklin Roosevelt llevó a cabo una ambiciosa política de electrificación rural durante su gobierno4. Se configuraron complejos regímenes energéticos a partir de la combinación de diversas fuentes, modos de conversión, formas de almacenamiento y usos diversos. En consecuencia, “el petróleo, la hidroelectricidad y la fisión nuclear se unieron al carbón, el viento y los músculos para impulsar el siglo XX”5. En ese escenario, frente al sostenido aumento en el uso de energía por parte de la humanidad, la generación hidroeléctrica se presentaba a la vez como una oportunidad y una necesidad.

La nueva tecnología de la hidroelectricidad se masificó por el mundo en un fenómeno que ha sido denominado la “revolución del concreto”6. Entre 1890 y 1930, miles de pequeñas centrales hidroeléctricas fueron construidas en Europa y Norteamérica, y de forma incipiente, pero creciente, también en algunos países del Sur7. Fue el caso de Chile, donde entre los años 1896 y 1897 fue construida Chivilingo, la primera central hidroeléctrica del país y la segunda de Sudamérica8, la cual tenía como objetivo principal iluminar las minas del carbón de Lota. Este proyecto fue el sueño del empresario y filántropo chileno Luis Cousiño, quien había tomado la idea de su amigo estadounidense Thomas Alva Edison. Por desgracia, Cousiño no alcanzó a cumplir su sueño en vida, por lo que la encargada de hacerlo realidad fue su viuda, Isidora Goyenechea9.

Chivilingo, hoy declarada Monumento Histórico por el Estado chileno10, fue la primera de una serie de pequeñas centrales hidroeléctricas en el país. Siguiendo su modelo, las empresas privadas se encargaron de la planificación, construcción y funcionamiento de las plantas hidroeléctricas durante las primeras décadas del siglo XX11. De esta forma, el Estado no tenía mayor injerencia en la administración de la hidroelectricidad nacional. Ello respondía a que, a pesar de que gracias a ella se iluminaran distintos pueblos y ciudades del país y se entregara electricidad a una serie de ámbitos productivos, se trataba más bien de una generación de energía limitada, menor y de carácter local.

Aunque fuera focalizada, la nueva forma de producción energética a partir de la fuerza del agua de todas formas significaba un aporte para la creciente demanda eléctrica del país, y especialmente de los sectores urbanos. Si bien desde mediados del siglo XIX que existía alumbrado eléctrico en las principales calles de Santiago, se trataban de faroles a base de gas o parafina con una débil luminosidad y que no funcionaban más allá de las once de la noche. Básicamente, las grandes ciudades del país seguían enfrentándose a una “batalla contra la oscuridad”, la que recién empezaría a resolverse, muy lentamente, con la iluminación de la Plaza de Armas de Santiago a través de lámparas incandescentes desde 188312.