Historia de las guerras. Libros VII-VIII. Guerra gótica. - Procopio de Cesarea - E-Book

Historia de las guerras. Libros VII-VIII. Guerra gótica. E-Book

Procopio de Cesarea

0,0

Beschreibung

Procopio es considerado por muchos el último historiador de la Antigüedad Tardía. Su obra es una fuente de primer orden para conocer buena parte de la historia de este periodo. El hecho de que fuera testigo presencial de los hechos que describe confiere una vívida intensidad a su narración. Procopio es considerado por muchos el último historiador de la Antigüedad Tardía. Su obra es una fuente de primer orden para conocer buena parte de la historia de este periodo. El hecho de que fuera testigo presencial de los hechos que describe confiere una vívida intensidad a su narración. La Historia de las guerrasabarca ocho libros, que pueden fácilmente dividirse en la crónica de varias campañas, en este volumen, las Guerras góticas, y el libro VII es un añadido posterior (que trata de los años 550 a 553 y no se limita a un único escenario bélico). Hay que consignar que Procopio es un gran narrador de las campañas militares, de estilo austero e inspirado en la mímesis de los historiadores griegos clásicos, especialmente de Tucídides. Y por ello el mejor testigo de una época muy importante de Bizancio.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 571

Veröffentlichungsjahr: 2016

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 358

Asesores para la sección griega: CARLOSGARCÍAGUAL.

Según las normas de la B.C.G., la traducción de este volumen ha sido revisada por PATRICIA VARONA CODESO .

© EDITORIALGREDOS, S. A.

López de Hoyos, 141; Madrid, 2007www.editorialgredos.com

REF. GEBO477

ISBN 9788424937324

Composición: Manuel Rodríguez

HECHOS Y PERSONAJES PRINCIPALES DE LA HISTORIA DE LAS GUERRAS VII Y VIII

LIBRO VII

La guerra continúa. Erarico y Totilas

1 .

Regreso de Belisario a Bizancio con el vencido Vitigis. Ildibado reúne a los bárbaros. Alejandro «el Tijeras». Derrota de Vitalio ante Ildibado. La enemistad entre Ildibado y Urayas y la muerte de Ildibado. Fin del sexto año de la guerra.

2 .

Erarico es nombrado rey e intenta pactar en secreto con Justiniano. Los godos matan a Erarico y nombran rey a Totilas.

El avance de Totilas

3 .

El ejército de Italia marcha contra Verona y luego a Faventia.

4 .

Totilas reúne a los godos y avanza contra los romanos. Los godos vencen en la batalla.

5 .

Totilas marcha contra Florencia. La batalla y la retirada de los romanos. Fin del séptimo año de la guerra.

Totilas cruza el Tíber

6 .

Asedio de Neápolis. Se apodera de Apulia y Calabria. Totilas vence a la flota romana cerca de Neápolis.

7 .

Una tempestad causa el desastre de la flota romana enviada a Neápolis. La ciudad se rinde. Fin del octavo año de la guerra.

8 .

El humanitarismo de Totilas y su justicia.

9 .

Los italianos son víctimas tanto de los bizantinos como de los godos. Totilas avanza hacia Roma. Justiniano envía a Belisario. Fin del noveno año de la guerra.

Belisario en Italia

10 .

Driunte se libra del asedio godo. Totilas toma Tíbur.

11 .

Belisario llega a Rávena. Sucesos en la zona de Bononia, Áuximo y Piceno. Fin del décimo año de la guerra.

12 .

Belisario pide tropas y dinero al emperador. Totilas conquista varias plazas.

Totilas contra Roma

13 .

Se prepara el asedio. Juan, Isaac y Narsés son enviados en ayuda de Belisario.

14 .

Los dos Quilbudios. Los bárbaros esclavenos y antas.

15 .

Besas, Valentín y Focas en Roma. El papa Vigilio intenta ayudar desde Sicilia. Fin del undécimo año de la guerra.

16 .

El papa Vigilio marcha a Bizancio. Placencia se rinde y en Roma se agotan las provisiones. El diácono Pelagio no consigue una tregua con Totilas

17 .

Carestía del trigo en Roma. La mayoría de la población de Roma sale de la ciudad.

18 .

Sucesos relativos a Juan, Isaac y Belisario. Este último marcha por mar hacia Roma. Desembarco en el puerto de Roma. Juan en Calabria. Su victoria en territorio brucio sobre Recimundo. Avance hacia Apulia.

19 .

El plan de Belisario en Roma. Vence la resistencia de los godos. Isaac es capturado. Belisario cae enfermo. El fin del godo Ruderico y de Isaac.

Totilas entra en Roma

20 .

Besas descuida la vigilancia en Roma. La traición de los isáuricos. Los godos saquean Roma.

21 .

Varios discursos de Totilas. Embajada a Justiniano para pedirle la paz. El emperador responde que es Belisario quien tiene la última palabra.

22 .

Sucesos en Lucania. Derrota de las tropas de Totilas. Belisario con una carta disuade a Totilas de destruir los edificios. El rey godo deja desierta Roma y marcha contra Juan y los lucanos.

Belisario avanza hacia Roma y vence

23 .

La acción de Martiniano. Los romanos entran en Espoleto. Totilas marcha contra Rávena.

24 .

Belisario llega a Roma, reconstruye las murallas y resiste los asaltos del ejército de Totilas. Las tropas romanas salen de la ciudad y vencen al ejército godo. Totilas se retira a Tíbur y Belisario envía al emperador las llaves de las puertas de Roma. Fin del duodécimo año de la guerra.

Nuevas acciones de Totilas

25 .

Totilas marcha contra Perusia y la asedia.

26 .

Acciones de Juan en Campania. Totilas marcha contra Juan, que huye a Driunte.

27 .

Justiniano envía otro ejército a Italia. Vero marcha contra Totilas y es vencido. Escila y otros ejemplos: lo histórico y lo mítico.

28 .

Belisario navega hacia Tarento, pero por una tempestad arriba a Crotón. Derrota romana en los Brucios. Belisario llega a Mesina en Sicilia.

29 .

Unos esclavenos cruzan el Istro. Terremotos en Bizancio. Crecida del Nilo. El monstruo Porfirio. Totilas asedia Rusciana. Fin del decimotercer año de la guerra.

Justiniano y Bizancio

30 .

Justiniano envía tropas a Sicilia. Muere la emperatriz Teodora. Los planes de Belisario, Juan y Valeriano. Rusciana se rinde a Totilas. Antonina llega a Bizancio.

31 .

Conspiración contra Justiniano. La boda frustrada de Artabanes y Preyecta. Germano se enemista con el emperador.

32 .

Maquinaciones de Arsaces contra el imperio. La actitud de Artabanes, Canaranges, Justino (hijo de Germano) y Marcelo, comandante de la guardia palatina. Denuncia ante el emperador y descubrimiento de la trama.

Justiniano y sus relaciones con otros pueblos

33 .

Los bárbaros se apoderan de todo el oeste. La Galia y los francos. Justiniano, los gépidas, los longobardos y los hérulos.

34 .

Gépidas y longobardos. Alianza de Justiniano con los longobardos.

35 .

Belisario en Bizancio. Ildiges y el trono longobardo. Indulfo, el lancero de Belisario, se pasa a los godos. Fin del decimocuarto año de la guerra.

Nuevo avance de Totilas contra Roma. Hechos posteriores

36 .

Los godos asedian y entran en la ciudad.

37 .

Totilas pide en matrimonio a la hija del caudillo de los francos y éste se niega. Totilas intenta conquistar Centucelas y luego los godos navegan hacia Sicilia, tras conquistar otras plazas. Germano y Liberio. Muerte de Vero.

38 .

Los esclavenos cruzan el Istro. Toman Topiro.

39 .

Totilas sitia Regio y marcha a Sicilia para atacar Mesina. Saqueo de Sicilia. Liberio, Artabanes y Germano, que ambiciona el trono de los godos. Fin del decimoquinto año de la guerra.

40 .

Los esclavenos cruzan el Istro. Justiniano envía contra ellos a Germano. Aquéllos se retiran a Dalmacia y éste en el camino hacia Italia muere de enfermedad. Juan y Justiniano, el hijo de Germano, conducen el ejército a Italia. Liberio navega a Siracusa. Artabanes también, pero una tempestad lo arroja de nuevo a una isla de Dalmacia. Totilas saquea Sicilia y regresa a Italia. Otros esclavenos cruzan el Istro y devastan los dominios romanos. Cerca de Adrianópolis los bizantinos son derrotados por los bárbaros, pero luego vencen a una parte de las tropas esclavenas. Los esclavenos vuelven a su tierra.

LIBRO VIII

Procopio habla de su obra. Digresión geográfica y etnográfica

1 .

El plan de la obra de Procopio y el presente libro. Tregua por cinco años con los persas. Un ejército medo invade Cólquide. Digresión sobre el Ponto Euxino.

2 -4 .

Continúa la digresión. Hunos y abasgos.

5 .

Godos tetraxitas y escitas. La Táurica y el Bósforo.

6 .

Los límites de Europa y Asia. El Ponto Euxino, sus límites y su corriente en el Bósforo.

7 .

Cosroes y Daras. Fin de la digresión.

Los persas y otros pueblos

8 .

Acampan junto al río Hipis el ejército persa, los lazos y los romanos. Gubaces y sus tropas. El ejército del emperador y la batalla. Fin de la invasión persa de la Cólquide.

9 .

Dagisteo acusado ante el emperador. Besas general de Armenia. Batalla contra los abasgos en la fortaleza de Las Quebradas. Victoria romana.

10 .

Apsilios y lazos. Juan Guces. El hijo de Cosroes, Anasozado, se alza contra su padre y es castigado.

Petra y Cosroes

11 -13 .

Termina la tregua de cinco años. El persa Isdigusnas. Asedio y toma de Petra.

14 .

La ciudad de Arqueópolis.

Nueva tregua. Los sucesos de Lácica. La seda. La situación en Libia

15 .

La firman romanos y persas.

16 .

Lácica bajo dominio persa.

17 .

Los monjes de la India y la seda. Libia.

Acontecimientos en Europa

18 -19 .

Gépidas, longobardos. Los hunos cutriguros y utiguros.

20 .

Los varnos y la isla de Britia, la «Isla de los Muertos».

Continúa la guerra gótica

21 .

Belisario en Bizancio. Fin del decimosexto año de la guerra. Narsés nombrado general de la guerra.

22 .

Totilas se prepara. Datos geográficos. Los godos en Corcira y en el continente griego.

23 .

Los ejércitos godo y romano en Ancón. Derrota goda en el combate naval.

La situación en las islas de Sicilia, Córcega y Cerdeña

24 .

Artabanes. Los francos.

Iliria y los gépidas. Sucesos en Italia y Bizancio

25 .

Los esclavenos sobre Iliria. Romanos, gépidas y longobardos. Terremotos en Grecia. Fin del decimoséptimo año de la guerra.

26 .

Narsés marcha contra Totilas.

27 .

El longobardo Ildigisal (Ildiges) en Bizancio. Gépidas, longobardos y romanos firman la paz.

28 .

Narsés en Rávena.

La muerte de Totilas

29 -32 .

Totilas avanza contra los romanos. La batalla. Huida y muerte de Totilas.

El jefe godo Teyas. Roma en manos bizantinas.

33 .

Narsés y las tropas longobardas. Teyas elegido jefe por los godos. Narsés marcha contra Roma. El asalto. Justiniano recibe las llaves de Roma.

Retirada goda y avance bizantino

34 .

Teyas y el franco Teodibaldo. Narsés en Cumas. Teyas en Campania.

35 .

El Vesubio. Los dos campamentos. La muerte de Teyas. Narsés accede a las peticiones godas. Acaba el año decimoctavo de la contienda y con él la guerra gótica.

LIBRO VII

(GUERRA GÓTICA III)

SINOPSIS

1 . Belisario regresa a Bizancio con el vencido Vitigis. Recelos de Justiniano. Elogio de Belisario. Al enterarse de que Belisario había salido de Rávena, Ildibado reúne en torno a su persona a los bárbaros y a los romanos favorables a su causa. El «logoteta» Alejandro «el Tijeras» y sus excesos. El malestar del ejército y la derrota de Vitalio ante Ildibado. La enemistad entre Ildibado y Urayas. Asesinato de Urayas. El suceso de Velas y su prometida. La muerte de Ildibado. Fin del sexto año de la guerra.—2 . El rogo Erarico es nombrado rey. El acuerdo entre Totilas y Constanciano para la rendición de Tarvesio. Los godos le ofrecen el trono a Totilas. Erarico intenta un pacto secreto con Justiniano. Los godos matan a Erarico y nombran rey a Totilas.—3 . Acuciados por Justiniano, los comandantes del ejército de Italia marchan contra Verona. El plan de Marciano y el combate en Verona. El ejército romano marcha a Faventia.—4 . Totilas reúne a los godos. Discurso de Artabaces ante los comandantes del ejército romano. Discurso de Totilas a los godos. Tras plantear la estrategia, Totilas avanza contra los romanos. El combate entre el godo Válaris y Artabaces y la muerte de ambos. Los godos finalmente vencen en la batalla.—5 . Totilas manda un ejército contra Florencia. Justino pide ayuda a los comandantes de Rávena. La batalla y la retirada de los romanos. La benevolencia de Totilas con los prisioneros. Fin del séptimo año de la guerra.—6 . Totilas cruza el Tíber y llega hasta la Campania y el Samnio. Allí asedia Neápolis y toma otras fortalezas. Se apodera de Apulia y Calabria. El emperador manda con una flota primero a Maximino y luego al general Demetrio. La insolencia de otro Demetrio, el gobernador de Neápolis, y su intento de pedir ayuda. Totilas vence a la flota romana cerca de Neápolis. El castigo del gobernador Demetrio.—7 . Los generales piden ayuda a Maximino, quien, al fin, manda la flota a Neápolis. La tempestad y el desastre de la flota. La resistencia de Neápolis y la propuesta de Totilas. La ciudad se rinde. Fin del octavo año de la guerra.—8 . El humanitarismo de Totilas y su justicia. El caso del violador y las razones de Totilas para castigarlo.—9 . Los italianos son víctimas tanto de los bizantinos como de los godos. Constanciano y los demás comandantes se niegan a continuar la guerra. Carta de Totilas a los senadores romanos para pedirles que se pongan de su parte. Juan impide que le contesten los senadores. Totilas insiste y luego avanza hacia Roma. Belisario es enviado por Justiniano a Italia. Fin del noveno año de la guerra. —10 . Llega Belisario a Italia. Driunte se libra del asedio godo. Totilas toma Tíbur y les corta a los romanos la entrada de suministros por el Tíber.—11 . Belisario llega a Rávena y dirige un discurso a la población para ganársela, pero ninguno se deja convencer. Belisario manda tropas a la zona de Bononia. Los ilirios dejan el ejército y se marchan a su patria por ciertas razones. Totilas manda un ejército contra Bononia, pero sus tropas son vencidas. Lo ocurrido en la ciudad de Áuximo y en Piceno. Fin del décimo año de la guerra. —12 . Belisario le pide soldados y dinero al emperador. Totilas conquista varias plazas, aunque no Perusia.—13 . Totilas avanza contra Roma y prepara el asedio. Luego manda tropas a la región de Emilia. Belisario escribe al emperador para informarle de la situación y éste envía en su ayuda a Juan, Isaac y Narsés.—14 . La narración continúa con el suceso de «los dos Quilbudios». En medio de este relato se exponen las costumbres democráticas de los bárbaros esclavenos y antas, así como sus creencias, culto religioso, forma de vida y costumbres. Prosigue la narración acerca de Quilbudio. La propuesta de Justiniano a esclavenos y antas.—15 . En Roma, Besas no secunda los planes de Valentín y Focas. El papa Vigilio envía desde Sicilia barcos cargados de grano, pero los bárbaros se apoderan de ellos. Fin del undécimo año de la guerra.—16 . El papa Vigilio marcha a Bizancio por orden de Justiniano. Acuciada por el hambre, Placencia se rinde y en Roma se agotan las provisiones. Los romanos envían al diácono Pelagio para que pacte una tregua. Discurso de Totilas con sus condiciones inexcusables. Respuesta de Pelagio. Vuelve sin conseguir nada.—17 . A los romanos los aflige el hambre y, como los militares tienen aún mucha comida, les piden que los socorran. El trigo se encarece extraordinariamente y, al final, se acaba. Se recurre a las ortigas cocidas como alimento. La mayoría de la población de Roma sale de la ciudad de uno u otro modo.—18 . Se continúa narrando los sucesos de Juan, Isaac y Belisario. Belisario decide marchar por mar hacia Roma. Preparativos de Totilas. Belisario desembarca en el puerto de Roma y Juan llega a Calabria. Brucios y lucanos vuelven a quedar sometidos al emperador. Juan vence en territorio brucio a Recimundo y sus tropas, y se dirige a Apulia.—19 . Belisario idea un plan para llegar a Roma. Besas tampoco sigue sus órdenes esta vez. Belisario construye una torre incendiaria contra la defensa montada por los enemigos en el río. Logra vencer la resistencia de los godos. Isaac entonces, por su afán de ganar él también la gloria del vencedor, sale de Porto para intentar sorprender a los enemigos en sus atrincheramientos y es capturado. Belisario, al enterarse, se desespera; más tarde llega a Porto y cae enfermo. El fin del godo Ruderico y de Isaac.—20 . Besas en Roma sigue preocupándose por la venta de trigo y descuida la vigilancia. La traición de los isáuricos. Totilas, a pesar de sus sospechas iniciales, les hace caso. Entran en la ciudad y la mayoría de los romanos huye. En el templo de san Pedro, Pelagio le pide a Totilas que perdone a los ciudadanos que se habían quedado allí. Él accede, pero saquea Roma. Los romanos, incluidos los senadores, quedan en la más absoluta indigencia, si bien Totilas no permite que violen a las mujeres.—21 . Palabras de Totilas a los godos para que no se dejen llevar por la euforia y para que observaran siempre la justicia. Discurso a los senadores. A Herodiano y a los isáuricos, en agradecimiento, les dio los cargos senatoriales. Embajada a Justiniano para pedirle la paz. El emperador responde que es Belisario quien tiene la última palabra.—22 . Sucesos en Lucania. Derrota de las tropas de Totilas, quien en castigo derriba gran parte de la muralla de Roma y está a punto de destruir los edificios más importantes. Belisario se entera y lo disuade con una carta. Totilas deja desierta Roma y marcha contra Juan y los lucanos.—23 . La acción de Martiniano, gracias a la cual los romanos entran en Espoleto. Belisario avanza hacia Roma y vence a los enemigos en un combate en las cercanías. Juan concibe un plan para que Tarento y Calabria se atrevan a hacer defección de los godos. Totilas avanza contra Rávena.—24 . Belisario lleva a cabo una acción valerosa e importantísima para la guerra. Avanza hacia Roma con la intención de apoderarse de la ciudad. Reconstruye las murallas y resiste los asaltos del ejército de Totilas. Luego, sus tropas salen de las murallas, chocan contra el ejército godo y lo vencen. Los nobles godos censuran el comportamiento de Totilas. Éste se retira a Tíbur y Belisario envía al emperador las llaves de las puertas de Roma. Fin del duodécimo año de la guerra.—25 . El anterior asedio de Perusia por los godos. Totilas arenga a sus tropas, reacias a obedecerle. Tras el discurso marcha contra Perusia y se dispone a asediarla.—26 . Juan rescata en Campania, entre otros prisioneros, a unos pocos senadores que retenía allí Totilas. Totilas marcha contra Juan. En Lucania ataca su campamento de noche pero no consigue provocarle muchas bajas. Juan huye a Driunte.—27 . Justiniano, a instancia de Belisario, envía otro ejército a Italia y a varios generales. Uno de ellos, Vero, marcha irreflexivamente contra Totilas y es vencido. Los planes de los otros generales y del propio Belisario. Escila y otros ejemplos: lo histórico y lo mítico.—28 . Belisario navega hacia Tarento, pero una tempestad lo obliga a desembarcar en Crotón. Un destacamento de caballería es derrotado en los Brucios por Totilas. Belisario zarpa de allí y arriba a Mesina en Sicilia.—29 . Unos esclavenos cruzan el Istro. Terremotos en Bizancio y en otros lugares. Una gran crecida del Nilo. El monstruo Porfirio. Predicciones a raíz de estos portentos. Lo que dicta la razón. Totilas asedia Rusciana. Fin del decimotercer año de la guerra.—30 . Justiniano envía tropas a Sicilia. Muere la emperatriz Teodora. El asedio de Rusciana y otros sucesos. Los planes de Belisario, Juan y Valeriano. Rusciana se rinde a Totilas, que castiga a su comandante por no haber cumplido el pacto, pero perdona a los demás. Antonina llega a Bizancio y le pide al emperador que mande llamar a Belisario. —31 . Una conspiración contra Justiniano. La boda frustrada de Artabanes y Preyecta. El enojo de Artabanes. Germano se enemista con el emperador por la herencia de su hermano Boraides.—32 . Arsaces maquina contra el imperio y es castigado sin mucho rigor. Intenta ganarse a Artabanes aprovechando su enojo y lo incita a levantarse contra Justiniano. Se une al complot Canaranges. Sin embargo, Justino, hijo de Germano, se opone a secundarlo y se lo cuenta a su padre, quien, a su vez, informa a Marcelo, comandante de la guardia palatina. Marcelo quiere asegurarse de lo que ocurre y lo consigue. Denuncian los hechos al emperador. Justiniano manda encarcelar e interrogar a los culpables. Se descubre la trama y quedan absueltos los inocentes, a pesar del enojo del emperador contra Germano.—33 . Los bárbaros se apoderan de todo el oeste. La Galia y los francos. Justiniano, los gépidas, los longobardos y los hérulos.—34 . Enemistad entre gépidas y longobardos. Ambos recurren a Justiniano para que los ayude y mandan embajadas a Bizancio. Los discursos de unos y otros. Justiniano decide aliarse con los longobardos y le envía fuerzas. Los gépidas, ante esta situación, firman un tratado de paz con los longobardos. El ejército romano enviado a la zona se queda allí sin saber qué hacer.—35 . Belisario en Bizancio. Un presagio anterior anuncia la felicidad de su casa. Justiniano y sus preocupaciones. Ildiges y el trono longobardo. Indulfo, el lancero de Belisario, se pasa a los godos y saquea algunas plazas fuertes. Fin del decimocuarto año de la guerra.—36 . Totilas marcha con todo su ejército contra Roma y la asedia. Al principio la resistencia es enérgica y muy efectiva. Unos isáuricos entran en conversaciones con Totilas para entregarle la ciudad. Con esta ayuda Totilas planea una estratagema y entra en Roma.—37 . Totilas pide en matrimonio a la hija del caudillo de los francos y éste se niega, porque, según él, Totilas ni era ni sería nunca rey de Italia y por otras razones. Totilas intenta conquistar Centucelas. El comandante Diógenes llega con Totilas a un acuerdo y los godos marchan hacia Sicilia. Antes intentan la conquista de otras plazas. Justiniano nombra primero a Germano general en jefe y luego cambia de opinión y designa a Liberio, pero tampoco lo envía a Italia. Muere Vero.—38 . Los esclavenos cruzan el Istro. Toman la ciudad de Topiro. Crueles prácticas de los esclavenos.—39 . Los godos asaltan Regio, pero son rechazados. Totilas deja la ciudad sitiada y cruza a Sicilia para atacar Mesina. Saquean casi toda Sicilia. Justiniano manda una flota a las órdenes de Liberio, pero luego sustituye a éste por Artabanes, absuelto de anteriores cargos, y nombra a Germano general con plenos poderes en la guerra contra los godos. Germano ambiciona el trono de los godos. Planea casarse con Matasunta y consigue reclutar un gran ejército. Fin del decimoquinto año de la guerra.—40 . Los esclavenos cruzan el Istro y Justiniano envía contra ellos a Germano. Al enterarse, los bárbaros se retiran a Dalmacia y Germano, despreocupándose, emprende su camino hacia Italia y poco después muere por una enfermedad. La integridad y el carácter del fallecido. Juan y Justiniano, el hijo de Germano, conducen el ejército a Italia. Liberio navega a Siracusa y penetra en el recinto mientras la ciudad estaba siendo asediada. Artabanes navega también hacia allí, pero una tempestad lo arroja de nuevo a una isla de Dalmacia. Totilas saquea casi toda Sicilia, pero lo convencen para que regrese a Italia. Otros esclavenos, instigados por Totilas según la opinión de algunos, cruzan el Istro y devastan los dominios romanos. El emperador envía un ejército contra ellos y en un combate cerca de Adrianópolis los bizantinos son derrotados por los bárbaros. Posteriormente el ejército imperial los persigue y vence a una parte de las tropas bárbaras. Los esclavenos vuelven a su tierra.

De este modo Belisario 1 , aunque todavía la situación era [ 1 ] inestable, regresó a Bizancio 2 y trajo consigo a Vitigis 3 , a los nobles godos y a los hijos de Ildibado además de todas las riquezas 4 . Ildiger, Valeriano y Martino junto con Herodiano 5 [2] eran los únicos que lo escoltaban. El emperador Justiniano se alegró de conocer a Vitigis y a su mujer y se quedó asombrado ante la belleza física y la estatura 6 de la tropa de bárbaros. [3] Tras recibir el tesoro de Teodorico, que era digno de verse, les exhibió en palacio a los senadores tal espectáculo a puerta cerrada, ufanándose de la suntuosidad de lo que había ganado 7 . Pero ni lo expuso ante el pueblo ni le concedió a Belisario el triunfo 8 , como cuando llegó tras haber vencido a Gelimer y a los vándalos 9 .

Todos, sin embargo, se hacían lenguas de Belisario: se [4] había ceñido la corona de dos victorias, como nunca antes coincidió que nadie hubiera conseguido; había traído a Bizancio a dos reyes cautivos 10 y contra todo pronóstico, había convertido en botín de los romanos 11 al linaje y los bienes de Gicerico 12 y Teodorico, y eso que nunca nadie vino a ser, al menos entre los bárbaros, más ilustre que ellos; y les quitó a los enemigos las riquezas para devolvérselas de nuevo al estado y recobró en poco tiempo para el imperio casi la mitad de las posesiones en tierra y mar.

A los bizantinos les gustaba ver cómo Belisario iba cada [5] día de su casa al foro y regresaba luego, y nadie se hartaba de contemplar aquel espectáculo; y es que sus paseos se [6] asemejaban a una procesión solemnísima, porque siempre lo iba escoltando un pelotón de vándalos, godos y moros. Era también de físico hermoso y era alto y el mejor parecido de todos. Asimismo, se mostraba cordial y afable con quienes [7] se encontrara, hasta el extremo de comportarse como alguien muy humilde y anónimo.

[8] El aprecio que hacia su autoridad como general sentían soldados y campesinos fue siempre irresistible. El caso era que con las tropas había sido el más generoso del mundo; pues a los que habían salido malparados en el combate, a base de dinero los consolaba de las heridas que les habían hecho y a los que se habían distinguido les ofrecía como recompensa brazaletes y collares, y el soldado que hubiera perdido en la batalla el caballo, el arco o cualquier cosa recibía de inmediato otro de Belisario. A los campesinos, por su parte, los trataba con tanto miramiento y consideración que jamás en ningún lugar bajo el mando de Belisario habían venido a sufrir ningún perjuicio; es más, contra lo que cabía esperar, lo que pasaba era que se enriquecían todos aquellos en cuyas [9] tierras acampara el grueso de su ejército; y es que les vendían todos los víveres al precio que se les antojaba. Cuando la cosecha estaba madura, él vigilaba cuidadosamente para que la [10] caballería no la dañara al pasar, y cuando los frutos de los árboles estaban en sazón, no le daba absolutamente a nadie permiso para cogerlos.

[11] También, en efecto, hacía alarde de una continencia con las mujeres fuera de lo normal. Y lo cierto es que nunca tocaba [12] a ninguna otra que no fuera su esposa 13 , y aun habiendo capturado tantas prisioneras vándalas y godas y de una belleza tal como nadie vio jamás, ni le permitía a ninguna venir a su presencia y ni siquiera que se cruzara en su camino.

[13] Además de todo esto contaba con una inteligencia extraordinariamente despierta y con una insuperable capacidad [14] para tener las mejores ideas en medio de las dificultades. Por otro lado, en los peligros de la guerra era animoso, pero con precaución, y muy audaz, pero con el debido cálculo; y fogoso o pausado en el ataque a los enemigos siempre según la necesidad de cada momento.

Aparte, en las circunstancias más terribles mantenía una [15] actitud esperanzada y mostraba estar por encima de la turbación general, y en los éxitos ni se engreía ni se dejaba relajar por la molicie; desde luego a Belisario nadie lo vio nunca borracho.

Así pues, todo el tiempo que estuvo al frente del ejército [16] romano en Libia 14 e Italia, lo pasó de victoria en victoria y adueñándose sin parar de lo que se le ponía por delante. Y [17] cuando se le mandó volver a Bizancio, su valía fue muchísimo más reconocida que antes; pues destacaba por esa valía [18] suya en todos los campos y, como por la gran abundancia de riquezas y por la fuerza de sus escuderos y lanceros 15 sobrepasaba a los generales de cualquier época, todos los oficiales y soldados lo miraban, lógicamente, con temor. Lo cierto es [19] que nadie, que yo sepa, se atrevía a oponerse a sus órdenes ni jamás le quitaban importancia al hecho de cumplir todo lo que mandara, porque reverenciaban su valía y sentían miedo de su poder.

Y es que él suministraba siete mil jinetes mantenidos a sus [20] expensas; y ninguno de éstos era como para menospreciarlo, al contrario, cualquiera de ellos se preciaba de formar en la primera fila y de desafiar a la elite de las tropas enemigas. [21] Cuando los viejos romanos estaban sitiados por los godos 16 y observaban lo que iba ocurriendo en los diversos combates de aquella guerra, muy asombrados exclamaban cómo sólo con los suyos conseguía destruir el poder de Teodorico.

[22] Pues bien, Belisario, capaz como era por su reputación y su inteligencia, según quedó dicho, decidía por sí mismo lo que convenía a los intereses del emperador y lo que había [23] resuelto siempre lo llevaba a cabo por su propia iniciativa. Los demás generales, como era mayor la igualdad entre ellos y no tenían en mente otra cosa que no fuera lograr su propia ganancia, empezaron entonces a someter a los romanos 17 al pillaje y a dejarlos a merced de sus soldados; y ni ellos se preocupaban ya de lo que hacía falta ni sus soldados obedecían sus órdenes. [24] Por eso cometieron muchos errores y el estado romano en su conjunto se vio destruido en poco tiempo. Y esto es precisamente lo que yo voy a contar de la mejor manera que pueda.

[25] Cuando Ildibado supo que Belisario se había marchado de Rávena y que ya venía de camino, congregó en torno a su persona a todos los bárbaros y a cuantos soldados romanos estaban a [26] favor de una revuelta. El poder constituía su principal interés y trabajaba con empeño por devolverle al pueblo godo el dominio [27] de Italia. Lo cierto es que al principio lo seguían no más de mil hombres y eran dueños de una sola ciudad, Ticino. Pero poco a poco vino a unírsele toda la población de Liguria y Venecia.

[28] En Bizancio había un tal Alejandro que estaba al frente de las cuentas del estado: a este cargo los romanos lo denominan [29] con el término griego de «logoteta» 18 . Siempre andaba acusando a los soldados del perjuicio que con sus gastos causaban a la hacienda pública. Y como no paraba de demandarlos por tales delitos, pronto se había convertido de individuo anónimo en personaje famoso y de pobre que era en inmensamente rico. Pero también al emperador le proporcionaba mucho dinero, tanto como nadie nunca le había conseguido; en cambio, de que los soldados fueran pocos en número y pobres y de que se hubieran vuelto reacios a afrontar los peligros, él era el que tenía más culpa que nadie. Los bizantinos incluso le pusieron [30] de mote «el Tijeras» 19 , porque para él era muy fácil cortar en círculo una moneda de oro para hacerla tan pequeña como quisiera, aunque conservando la misma forma redonda que tenía al principio (pues «tijeras» es el nombre que le dan al [31] instrumento con el que se hace eso). Al tal Alejandro lo envió el emperador a Italia, después de mandarle a Belisario que regresara. Y una vez que estuvo en Rávena propuso una [32] fiscalización de cuentas sin ningún sentido. Y es que, aun no habiendo tocado los italianos en ningún momento el fisco imperial ni cometido ninguna irregularidad en la hacienda pública, les exigió rendir cuentas y, tras acusarlos del injusto trato a Teodorico y al resto de generales godos, les obligó a pagar todo lo que habían ganado gracias, según él andaba diciendo, a sus engaños. Por otra parte, las heridas y los peligros de los [33] soldados los recompensaba con la insólita tacañería de sus presupuestos. Por eso los italianos le retiraron su favor al emperador Justiniano y ninguno de los soldados estaba ya dispuesto a afrontar los peligros de la guerra, sino que, por el contrario, con sus voluntarias demostraciones de cobardía provocaban que la situación de los enemigos fuera progresivamente a más.

[34] Pues bien, por estos motivos todos los demás generales permanecían quietos y fue Vitalio el único (pues coincidió que, en Venecia, aparte de su numeroso ejército, contaba con una muy nutrida tropa de bárbaros hérulos) que se atrevió a entrar en combate con Ildibado, temiendo que, como realmente ocurrió, en el futuro, cuando éste tuviera más fuerza, [35] no fueran ya capaces de contener su avance. Pero Vitalio fue severamente derrotado en una dura batalla cerca de la ciudad de Tarvesio 20 y huyó: salvó a unos pocos hombres pero perdió a la mayoría. En esa batalla cayeron muertos muchos hérulos [36] y entre ellos su jefe Visando. Teodimundo, hijo de Mauricio y nieto de Mundo, que no era todavía más que un muchacho, vino a estar en peligro de muerte, sin embargo pudo finalmente escapar con Vitalio. A raíz de este hecho, el nombre de Ildibado llegó a oídos del emperador y de todo el mundo.

[37] Algún tiempo después, sucedió que Urayas se enemistó con Ildibado por las siguientes razones. Tenía Urayas una esposa que por su dinero y su belleza física se llevaba la [38] palma entre todas las de esos bárbaros. Esta mujer en cierta ocasión acudió a los baños revestida de sus mejores galas y [39] acompañada por una comitiva muy señorial. Vio entonces a la esposa de Ildibado con ropas muy sencillas y no sólo no le hizo la reverencia 21 como correspondía a la consorte del rey, sino que incluso mirándola por encima del hombro la insultó. Y es que por entonces Ildibado estaba todavía en la pobreza y de ningún modo se habían cruzado aún en su camino fortunas [40] de reyes. La mujer de Ildibado, muy dolida por aquel insulto tan fuera de lugar, se presentó llorando ante su marido y se puso a exigirle que la vengara de aquel irreparable agravio [41] que había sufrido de la esposa de Urayas. Por este motivo Ildibado, primero, desacreditó a Urayas ante los bárbaros con la falsa inculpación de que iba a desertar y pasarse al enemigo y, poco después, lo mató a traición, con lo que se ganó la enemistad de los godos. Y es que éstos ni por asomo [42] querían que Urayas desapareciera así, de forma tan irrespetuosa, de entre los vivos; y muchos ya se fueron conjurando para echarle en cara a Ildibado el haber cometido algo tan impío. Sin embargo, nadie estaba dispuesto a vengarse de él por aquel crimen.

Pero había entre ellos un tal Velas, un gépida, que había [43] llegado al puesto de lancero 22 del rey. Este hombre había [44] pretendido a una mujer muy atractiva y estaba perdidamente enamorado de ella; pero, mientras estaba en una misión contra los enemigos para intentar junto con algunos otros una irrupción en su territorio, Ildibado casó a su prometida con otro bárbaro, ya fuera por desconocimiento o por cualquier otro impulso. Cuando Velas, al regreso de la campaña, [45] lo oyó, siendo como era temperamental por naturaleza, no pudo soportar el insulto que se le había hecho e inmediatamente decidió matar a Ildibado, en la idea de que así les iba a prestar un buen servicio a todos los godos. Esperó entonces [46] cierta ocasión en la que aquél invitó a un banquete a la nobleza goda y puso mano en su plan. Y es que mientras [47] come el rey, es costumbre que haya muchos a su alrededor y entre ellos sus lanceros. Pues bien, en un momento en que estaba tendido en su lecho 23 con la cabeza hacia adelante y alargando la mano para coger los alimentos, Velas de pronto le dio un tajo con su espada en el cuello, de modo que, mientras [48] todavía los dedos de aquel hombre estaban agarrando la comida, su cabeza cayó cortada sobre la mesa dejando a todos los presentes espantados y estupefactos. Ésta fue la venganza [49] que se le vino encima a Ildibado por el asesinato de Urayas. Y el invierno estaba terminando y cumpliéndose el sexto año 24 de esta guerra cuya historia escribió Procopio.

[ 2 ] Había en el ejército godo un tal Erarico, rogo de nacimiento, que estaba investido de un gran poder entre estos bárbaros. Los rogos son un pueblo godo que en la antigüedad vivía independiente, [2] pero Teodorico desde el principio los hizo sus aliados junto con algunos otros pueblos y así habían quedado entre los godos como grupo diferenciado 25 y los secundaban [3] en todas sus acciones contra los enemigos. Y en efecto, como no se unían jamás con mujeres de otras razas, la sangre de sus sucesivos descendientes era pura y de este modo conservaron [4] entre ellos el nombre de su pueblo. En medio de la confusión que se había producido con el asesinato de Ildibado, los rogos [5] repentinamente nombraron rey al tal Erarico, cosa que en absoluto agradó a los godos. Es más, a la mayoría le sobrevino un gran desánimo porque se habían frustrado las esperanzas que desde el primer momento pusieron en Ildibado, un hombre que sin duda habría sido capaz de devolverles a los godos [6] la soberanía y el dominio de Italia. Erarico, sin embargo, no hizo nada digno de consideración porque cuatro meses después murió de la siguiente forma.

[7] Había un tal Totilas, primo de Ildibado, de muchísima inteligencia y sumamente enérgico, que contaba con una gran reputación entre los godos. Coincidía que por aquel entonces el susodicho Totilas era comandante de los godos en Tarvesio. [8] Cuando se enteró de que Ildibado, de la manera como hemos contado, había desaparecido de entre los vivos, envió embajadores a Constanciano en Rávena para pedir que se le concedieran garantías de inmunidad a condición de entregarse él a los romanos junto con las tropas godas que mandaba y la [9] ciudad de Tarvesio. Constanciano oyó con agrado estas palabras y juró todo tal como se lo había pedido Totilas. Para la operación se pactó un día fijado por ambos, en el que Totilas y los godos de la guarnición de Tarvesio iban a dejar entrar en la ciudad a algunos de los leales a Constanciano y a entregarse junto con la plaza.

Pero ya por entonces los godos llevaban muy a mal el [10] mando de Erarico, porque veían que aquel hombre no era el adecuado para dirigir convenientemente la guerra contra los romanos. Y casi todos le afeaban a las claras el que se les hubiera convertido en un obstáculo para la consecución de grandes logros, por haberse quitado de en medio a Ildibado 26 . Finalmente, se pusieron de acuerdo en que una embajada fuera [11] por Totilas a Tarvesio a ofrecerle el trono. Y es que ya iban sintiendo una gran nostalgia del gobierno de Ildibado y sus esperanzas de victoria las volvían hacia Totilas, su pariente 27 : esas esperanzas estaban fundadas en que aquel hombre tenía sus mismos deseos. Cuando los embajadores llegaron a su presencia, [12] les reveló sin tapujos su pacto con los romanos pero les dijo que, si antes del día fijado los godos mataban a Erarico, se iría con ellos y todo lo llevaría a cabo tal y como querían. En [13] cuanto los bárbaros oyeron sus palabras, empezaron a tramar un plan que supusiera el fin de Erarico. Y eso es lo que estaba ocurriendo en el campamento godo.

Mientras tanto, el ejército romano disfrutaba de la seguridad [14] que le reportaban los problemas en que estaba envuelto el enemigo, y ni organizaban sus fuerzas ni proyectaban ninguna acción contra los bárbaros. Erarico, por su parte, [15] convocó a todos los godos y los convenció para que mandasen una embajada al emperador Justiniano con la petición de que firmara una paz con ellos en los mismos términos que antes, cuando quería pactar con Vitigis bajo la condición de que los godos se quedaran con el territorio que ocupaban al [16] norte del río Po 28 y se retirasen del resto de Italia. Y una vez que los godos dieron su aprobación, escogió a algunos de los más leales a su persona, entre los que había uno llamado Cabalario, [17] y los mandó como embajadores. Ellos supuestamente iban a tratar con el emperador estas cuestiones que antes he explicado, pero bajo mano les encargó que no negociaran otra cosa que lo siguiente: él recibiría una gran suma de dinero y sería inscrito entre los patricios y, a cambio, le entregaría toda [18] Italia y renunciaría al título de rey. Y esto fue lo que, al llegar a Bizancio, se pusieron a negociar los embajadores. Pero, en el ínterin, los godos mataron a traición a Erarico. Tras su muerte, de acuerdo con el pacto hecho con ellos asumió el poder Totilas 29 .

[ 3 ] Cuando el emperador Justiniano se enteró de lo sucedido con Erarico y de que los godos habían sentado en el trono a Totilas, se lo echaba en cara, ridiculizándolos, a los comandantes [2] del ejército de Italia y no los dejaba tranquilos. Por este motivo Juan, el sobrino de Vitaliano, Besas, Vitalio y todos los demás establecieron guarniciones en cada una de las ciudades y se reunieron en Rávena, donde se encontraban [3] Constanciano y Alejandro, al que arriba he citado 30 . Cuando todos estuvieron reunidos, decidieron que lo mejor era, en primer lugar, dirigir sus tropas contra Verona, que está en Venecia, y una vez conquistada la ciudad y capturados los godos que allí había, marchar, entonces sí, contra Totilas y la plaza [4] de Ticino. Pues bien, ese ejército romano que se había congregado era de unos doce mil hombres con once comandantes, a la cabeza de los cuales coincidía que estaban Constanciano y Alejandro, quienes también avanzaron derechos a la ciudad de Verona. Cuando estuvieron muy cerca, a unos sesenta [5] estadios 31 , acamparon en la llanura de aquel lugar. Y es que en aquel territorio hay llanuras, fácilmente transitables para la caballería, que se extienden en todas direcciones y llegan hasta Mantua, que está a un día de camino de la ciudad de Verona 32 .

Pues bien, había un hombre de gran reputación en Venecia [6] llamado Marciano, que vivía en una fortaleza no muy lejos de Verona y que, siendo como era sumamente adicto a la causa del emperador, estaba poniendo todo su empeño en entregarle la ciudad al ejército romano. Y como uno de los guardianes [7] era conocido suyo desde niño, le mandó a algunos de sus mejores amigos para que, ofreciéndole dinero, lo convencieran de franquearle la entrada en la ciudad al ejército del emperador. Una vez que el guardián de las puertas estuvo de acuerdo, [8] Marciano envió a los que habían negociado con él a presencia de los comandantes del ejército romano para comunicarles el trato y penetrar con ellos de noche en la ciudad. Los comandantes, [9] por su parte, decidieron que era conveniente que uno de ellos fuera delante con unos pocos soldados y si, en efecto, el guardián abría las puertas, que las sujetaran para que el ejército pudiera entrar con total seguridad. Pero lo cierto era [10] que ninguno estaba dispuesto a arrostrar aquel peligro, excepto únicamente Artabaces, un armenio especialmente dotado para la guerra, que se presentó voluntario para la acción. Este [11] hombre mandaba una tropa de persas que Belisario coincidía que había enviado con Blescames poco antes a Bizancio desde territorio persa, tras la toma de la fortaleza de Sisauranón 33 . [12] Eligió entonces a cien soldados de todo el ejército y aún era [13] noche cerrada cuando se apostó muy cerca del recinto. Y cuando el guardián les abrió las puertas, como habían convenido, unos cuantos se situaron allí e hicieron venir al ejército y otros escalaron la muralla y, cayendo de improviso sobre los centinelas [14] que allí estaban, los mataron. Cuando todos los godos se percataron del descalabro, huyeron por otra puerta.

Pues bien, hay una roca muy alta que se eleva delante del recinto amurallado de Verona, desde donde se puede observar todo lo que pasa y contar a los pobladores de la ciudad, e [15] incluso ver la mayor parte de la llanura. Allí fue adonde los godos huyeron y donde descansaron toda la noche. El ejército romano avanzó hasta unos cuarenta estadios de la plaza 34 , pero no siguió adelante, porque los jefes empezaron a discutir [16] entre ellos por las riquezas que había en la ciudad. Y todavía andaban peleándose por el botín cuando ya brilló la luz del día. Los godos, que habían observado atentamente desde la cima tanto a los enemigos desplegados por la ciudad como la distancia a la que se había detenido el resto del ejército que partió de Verona, avanzaron a todo correr hacia la ciudad y entraron por la misma puerta por la que coincidió que habían salido antes. Y es que los que habían entrado no fueron capaces [17] de asegurar la posición. Pues bien, los romanos pensaron todos al unísono en refugiarse por el almenaje del recinto y, cuando los bárbaros atacaron en gran número, todos ellos, y particularmente Artabaces, hicieron un admirable despliegue de valentía en sus acciones y de grandísima firmeza al rechazar a los asaltantes.

[18] Fue ya entonces cuando los comandantes del ejército romano se concertaron entre sí en la cuestión de las riquezas de Verona y decidieron avanzar contra la ciudad con todo el [19] resto del ejército. Pero como encontraron las puertas cerradas y a los enemigos defendiéndolas muy enérgicamente, retrocedieron con rapidez, aun viendo que los otros estaban luchando dentro del recinto y que les pedían que no los abandonasen, sino que se quedaran allí hasta que pudieran huir hacia sus filas y salvarse. Y fue por esto por lo que Artabaces [20] y los suyos, forzados por la multitud de enemigos y desconfiando del socorro de sus propios compañeros, saltaron todos de la muralla hacia fuera. Así, los que vinieron a caer [21] sobre terreno llano alcanzaron sanos y salvos el campamento romano; y entre ellos estaba Artabaces. Por el contrario, a todos los que cayeron en escarpa, los mataron allí mismo. Y cuando llegó Artabaces al campamento romano, no paró [22] de proferir contra todos ellos insultos y reproches. Cruzaron luego el Erídano 35 y entraron en la ciudad de Faventia 36 , que está en la región de Emilia 37 y a ciento veinte estadios 38 de distancia de Rávena.

Totilas, cuando supo lo ocurrido en Verona, mandó venir [ 4 ] a la mayoría de los godos de la ciudad y a su llegada, con su ejército completo de unos cinco mil hombres, avanzó contra los enemigos. Al enterarse los comandantes del ejército romano, se reunieron en asamblea para deliberar sobre la situación y Artabaces se adelantó y dijo lo siguiente: «Que ninguno de [2] vosotros, comandantes, consienta ahora mismo en menospreciar a los enemigos por ser inferiores en número a nosotros, ni avance contra ellos como el que no quiere la cosa, pensando que lucha contra gente a la que esclavizó Belisario. Y es que [3] son muchos los que, engañados por una falsa apariencia, se buscaron su propia ruina; y a otros un desdén improcedente no les valió sino para destruir el poder que tenían, porque además esa desgracia que ha tomado la delantera es para estos hombres [4] como una invitación al éxito. Y es que la propia fortuna, cuando llega a hacernos perder la esperanza, se transforma [5] en una audacia extraordinaria. Y no son sospechas las que me han empujado ahora a hablar así ante vosotros, sino que el arrojo de estos hombres lo he conocido bien en los peligros [6] que hace muy poco corrí al enfrentarme a ellos. Y que nadie crea que me asombra su fuerza porque me han vencido a mí y a unos pocos soldados más: que el valor de unos hombres, y no importa que sean superiores o inferiores en número, a quienes les queda patente es a los que luchan contra ellos. [7] Así pues, opino que lo más conveniente para nosotros será aguardar a que los bárbaros estén cruzando el río y, en cuanto cruce la mitad de ellos, atacarlos mejor entonces que cuando [8] ya estén todos juntos. Y que a nadie le parezca que tal victoria es infamante, pues ‘gloria’ o ‘infamia’ son sólo nombres que suele dar el resultado de los acontecimientos y son los que han vencido quienes acostumbran a recibir las alabanzas de los hombres, sin que éstos investiguen la manera en que se produjo la victoria».

[9] Así habló Artabaces. Pero los comandantes no hacían nada de lo que debían sino que permanecían allí quietos malgastando aquella oportunidad.

[10] Pero ya se encontraba muy cerca el ejército godo y, cuando estaban a punto de cruzar el río, Totilas los convocó a todos y los exhortó de la siguiente manera: «Todas las demás batallas, camaradas 39 míos, se muestran por lo general bastante equilibradas y por esta misma razón también empujan a los ejércitos a la lucha. Pero ahora nosotros nos disponemos a un combate contra los enemigos en el que la suerte no está nivelada, sino que la situación es muy distinta. Y es que ellos, [11] aun en el caso de ser vencidos, podrán dentro de no mucho tiempo emprender de nuevo la lucha contra nosotros, pues en sus fortalezas de toda Italia les ha quedado un gran contingente de tropas y, además, no es improbable que, de inmediato, otro ejército venga en su ayuda desde Bizancio. Pero si somos nosotros quienes sufrimos la derrota, lo que nos va a quedar no será más que el ocaso del nombre y de las esperanzas de los godos. Y es que, de doscientos mil que éramos, hemos venido [12] a quedar reducidos 40 a cinco mil. Pero tras haber dicho previamente esto, creo que tampoco está fuera de lugar recordaros lo siguiente: cuando decidisteis con Ildibado alzaros en armas contra el emperador, la suma de vuestras fuerzas no era mayor de mil hombres y todo el territorio dominado por vosotros lo constituía la ciudad de Ticino 41 . Pero una vez que habéis salido [13] victoriosos en el choque, tanto nuestro ejército como nuestro territorio se han visto incrementados. De manera que, si también ahora queréis comportaros como valientes, tengo la esperanza de que en el transcurso de esta guerra, como es lógico, vais a someter totalmente a los enemigos. Pues lo que [14] siempre les sucede a los que han vencido es que se hacen superiores en número y en poder. Por eso, que cada uno de vosotros se anime a avanzar al encuentro del enemigo con toda su fuerza, teniendo bien sabido que, si no alcanzáis la gloria en esta batalla de ahora, será después imposible emprender de nuevo la lucha contra vuestros adversarios. Y, desde luego, vale la [15] pena que vayamos a combatir a los enemigos con buenas esperanzas y encorajados por las injusticias que han cometido estos hombres. Pues ha sido tan grande su violencia para con los [16] súbditos que a los italianos ahora ya no hay necesidad de darles otro castigo por la traición que se atrevieron a perpetrar contra los godos, sin que éstos la merecieran. Así que, en resumen, no hay desgracia que no les haya venido encima por obra de aquéllos [17] a quienes tan hospitalariamente acogieron. ¿Y qué enemigo podría ser más fácilmente domeñable que aquél que no demuestra integridad ni siquiera en las cosas que ha hecho en nombre de Dios? Y además, aunque sólo fuera por el miedo que les inspiramos, convendría que entráramos confiados en [18] combate. Pues los hombres contra quienes avanzamos no son sino los que hace muy poco, después de introducirse en el mismo centro de la ciudad de Verona, la abandonaron sin ninguna razón y, aunque nadie en absoluto los perseguía, se precipitaron [19] vergonzosamente a la huida». Tras esta arenga, Totilas mandó a trescientos de los que le seguían que cruzaran el río a unos veinte estadios 42 de distancia y que se apostaran a la espalda del campamento enemigo y, en cuanto se trabara batalla, atacasen su retaguardia disparando y hostigándolos con toda su fuerza, para que aquéllos en medio de la confusión no [20] pensaran en ningún tipo de resistencia. Él, por su parte, con el resto del ejército cruzó al instante el río y avanzó derecho [21] contra sus adversarios. Los romanos de inmediato les salieron al encuentro y, cuando ya unos y otros venían de camino y estaban muy cerca, un godo llamado Válaris, de alta estatura y aspecto terrorífico, pero también enérgico y dotado para la guerra, arreó su caballo y se plantó delante de las filas en el espacio entre los dos ejércitos. Desde allí, protegido por una coraza y con el casco en la cabeza, se puso a provocarlos a todos, desafiando a quien quisiera luchar contra él 43 . [22] Pues bien, los demás, atemorizados, permanecían quietos y fue Artabaces el único que se dispuso a combatir con él. Y, en [23] efecto, ambos espolearon a sus caballos el uno contra el otro y, cuando ya estaban muy cerca, arrojaron sus lanzas. Pero Artabaces se anticipó e hirió primero a Válaris en el costado derecho. El bárbaro con aquel golpe mortal iba ya a caer en [24] tierra de espaldas, pero la lanza quedó por detrás de la víctima clavada en una roca del suelo e impidió que el cuerpo cayera. Entonces, Artabaces se fue apoyando todavía con más fuerza [25] en la lanza empujándola hasta las entrañas de aquel hombre, pues hasta ese momento no pensaba que hubiera recibido una herida mortal. Y lo que sucedió fue que la punta de hierro de la [26] lanza de Válaris, que había quedado hacia arriba prácticamente en vertical, tocó la coraza de Artabaces y poco a poco se fue introduciendo hasta traspasar todo su grosor y, deslizándose, alcanzó la piel del cuello de Artabaces. Y quiso la fortuna 44 [27] que el hierro, en su avance, cortara una arteria que allí hay 45 y enseguida se le produjo una gran hemorragia. No sintió, sin [28] embargo, ningún dolor y guió de nuevo a su caballo hacia el ejército romano. Válaris cayó muerto en aquel mismo lugar. Pero también Artabaces, como no dejó de perder sangre, dos [29] días después desapareció de entre los vivos y con esto arruinó todas las esperanzas que en él habían puesto los romanos, porque el hecho de que él no pudiera combatir en la batalla que entonces se entabló provocó en no poca medida que la situación para ellos se tambaleara. Y es que mientras él, preocupado [30] por su herida, salía fuera del alcance de las flechas, ambos ejércitos chocaron.

En lo más encarnizado del combate los trescientos bárbaros [31] avanzaron por la retaguardia del ejército romano y aparecieron de improviso. Los romanos, al verlos, creyeron que el número de sus atacantes era grande, les entró miedo e inmediatamente se dieron a la fuga, cada uno como bien pudo. [32] Y mientras los romanos huían en total desorden los bárbaros los iban matando; a los que capturaron vivos los pusieron bajo vigilancia y se apoderaron de todos los estandartes, cosa que nunca antes les había ocurrido a los romanos 46 . En cuanto a los comandantes, cada uno huyó como pudo con unos pocos hombres y, una vez a salvo en las ciudades que encontraron a su paso, las mantuvieron defendidas.

[ 5 ] No mucho tiempo después Totilas mandó un ejército contra Justino y la ciudad de Florencia. Los comandantes que puso al frente eran los más bravos guerreros de todos los godos: Bledas, Ruderico y Uliaris. Cuando llegaron a Florencia, asentaron el campo en tomo a la muralla y se dispusieron al [2] asedio. Justino, muy intranquilo porque coincidía que no había acarreado víveres, envió un mensajero a Rávena para pedir a los comandantes del ejército romano que vinieran a toda prisa [3] en su ayuda. El emisario, por la noche, alcanzó Rávena sin que los enemigos lo advirtieran y les informó de lo que estaba [4] pasando. A raíz de ello, un ejército romano muy considerable partió de inmediato hacia Florencia, comandado por Besas, [5] Cipriano y Juan, el sobrino de Vitaliano. Cuando los godos se enteraron de esto por sus exploradores, levantaron el sitio y se retiraron a un lugar llamado Mucelis 47 , a un día de camino [6] de Florencia. Cuando el ejército romano se unió al de Justino, dejaron allí a unos pocos de la escolta que iba con él como guarnición de la ciudad y a los demás se los llevaron consigo para avanzar contra los enemigos.

Cuando ya iban de camino, creyeron que lo más conveniente [7] sería que uno de los comandantes escogiera a los guerreros más destacados de todo el ejército para ir en avanzadilla y hacer una incursión inesperada contra los enemigos; mientras, el resto del ejército marcharía más despacio hasta llegar allí. Y al respecto echaron suertes y aguardaron impacientes a ver lo que la fortuna decidía en aquel asunto. Pues bien, salió [8] la suerte y le tocó a Juan, pero entonces los comandantes ya no quisieron llevar a cabo lo acordado, así que Juan fue [9] obligado a ir por delante para atacar a los enemigos sólo con las tropas que lo seguían. Pero los bárbaros, al saber que sus adversarios venían contra ellos, decidieron, presas del pánico, abandonar la llanura en la que habían acampado y corrieron a la desbandada hacia una colina que por su altura sobresalía en aquel lugar. Cuando las tropas de Juan llegaron allí, echaron [10] a correr hacia arriba y emprendieron el asalto contra los enemigos. La resistencia de los bárbaros fue enérgica: mucho [11] fue el empuje y muchos también los que por uno y otro bando cayeron haciendo un admirable despliegue de valentía. Por su [12] parte, Juan, entre voces y gritos, se lanzó sobre los enemigos que se le enfrentaban, pero sucedió que uno de sus lanceros 48 cayó herido por la jabalina de un enemigo y, a consecuencia de esto, los romanos empezaron a ser rechazados y fueron retrocediendo.

En ese momento, también el resto del ejército romano había [13] alcanzado ya la llanura y estaba allí detenido en formación de falange 49 . Y si hubieran aguantado la huida de las tropas de Juan, habrían avanzado todos juntos contra los enemigos, los habrían vencido en el combate y hasta podrían haberlos [14] capturado a casi todos. Pero quiso la fortuna 50 que por el campamento romano corriera el falso rumor de que Juan había perdido la vida a manos de uno de los lanceros de su guardia [15] en aquella acción. Y cuando la noticia llegó a oídos de los comandantes, ya no consintieron en mantener la posición y todos [16] se entregaron a una retirada vergonzosa. Y es que no fue ni en formación ordenada ni por secciones como emprendieron la huida, sino cada cual como bien pudo. En aquella huida, precisamente, fueron muchos los que perecieron y los que se salvaron continuaron huyendo muchos días a pesar de que [17] nadie iba persiguiéndolos. Algún tiempo después, al penetrar en las fortalezas que fueron encontrando, la única información que daban a los que les salían al paso era que Juan había muerto. [18] Por este motivo, ni se ponían ya en contacto entre ellos ni tenían ninguna intención de unirse posteriormente para marchar contra el enemigo, sino que cada uno se quedaba en el interior de los recintos de sus fortalezas y se preparaba para [19] el asedio, por temor a que los bárbaros lo atacaran. Totilas mostró una gran benevolencia con los prisioneros y fue capaz de ganárselos, hasta el punto de que la mayoría de ellos, en adelante, militó en sus filas contra los romanos. Y el invierno estaba terminando, cumpliéndose el séptimo año 51 de esta guerra cuya historia escribió Procopio.

[ 6 ] Posteriormente Totilas tomó las fortalezas de Cesena y Petra. Poco después llegó a Tuscia 52 y tanteó algunos de los lugares de allí. Pero como ninguno quiso pasarse a él, cruzó el río Tíber y, sin traspasar en absoluto las fronteras de Roma, alcanzó de inmediato la Campania y el Samnio, conquistó la plaza fuerte de Benevento sin ningún esfuerzo y demolió sus murallas, para que ningún ejército que llegara de Bizancio pudiera salir desde aquella fortificación, como base de operaciones, y ocasionar problemas a los godos. Luego decidió [2] sitiar Neápolis 53 , porque no quisieron en modo alguno dejarle entrar en la ciudad, a pesar de sus seductoras palabras. Era, en efecto, Conón el que custodiaba aquel lugar con un retén de mil romanos e isáuricos 54 . Totilas acampó con el grueso de su [3] ejército no muy lejos del recinto amurallado y permanecía allí quieto, pero a una parte de sus fuerzas le encargó otra misión y así tomó la fortaleza de Cime junto con algunas otras plazas fuertes y de esta forma pudo hacerse con grandes sumas de dinero. Y a las esposas de los senadores que allí encontró no [4] sólo no las maltrató sino que, con mucha benevolencia, las dejó libres, lo que le valió para ganar gran fama de inteligente y humanitario entre todos los romanos.

Y como ningún enemigo le salía al paso, siempre mandaba unos pelotones por los alrededores y así llevaba a cabo acciones muy considerables. A los brucios y los lucanos 55 los [5] sometió y se apoderó de Apulia y Calabria. Era él quien recaudaba los impuestos públicos y los ingresos los obtenía también él, en vez de los dueños nominales de aquellos territorios, y, en todo lo demás, se comportaba como si se hubiera convertido en señor de Italia.

[6] Por esta razón, los ejércitos romanos no cobraban a su debido tiempo las pagas acostumbradas y era mucho el dinero [7] que les adeudaba el emperador. A raíz de esto, los italianos habían sido desalojados de sus propiedades y de nuevo se veían metidos en un gran peligro, por lo que reinaba en ellos el desánimo. Los soldados, por su parte, se mostraban aún más desobedientes a sus mandos y se quedaban muy a gusto en [8] el interior de las ciudades. En efecto, Constanciano ocupaba Rávena; Juan, Roma; Besas, Espoleto 56 ; Justino, Florencia; Cipriano, Perusia 57 y, del resto, cada uno estaba en la ciudad que primero encontró en su huida y en la que pudo salvarse 58 .

[9] Cuando el emperador lo supo, se quedó angustiado y a toda prisa nombró a Maximino prefecto del pretorio 59 en Italia, con el fin de que se pusiera a la cabeza de los comandantes en la guerra y les procurara a las tropas las provisiones [10] necesarias. También envió con él una flota cuya tripulación estaba formada por soldados tracios y armenios. Al mando de los tracios iba Herodiano y de los armenios el ibero