Historia secreta - Procopio de Cesarea - E-Book

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Procopio de Cesarea

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Beschreibung

Obra descubierta siglos después y que hoy nos permite comprobar la evolución personal de un autor de la Antigüedad y, por lo tanto, sus íntimas contradicciones. La crítica velada e indirecta a Justiniano y Belisario en las Guerras se convierte en la Historia Secreta en una sátira abierta y despiadada contra el emperador y el general y sus respectivas mujeres, a las que Procopio (significativamente desde el punto masculino) hace responsables en gran medida de las decisiones tomadas por su maridos. En el comienzo de la Historia Secreta Procopio señala que había ocultado muchos sucesos en los libros de las Guerras porque ‹‹ no era sin duda posible consignar esos sucesos del modo en que debe hacerse cuando todavía estaban vivos sus actores ››

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Seitenzahl: 562

Veröffentlichungsjahr: 2016

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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 279

Asesor para la sección griega: CARLOS GARCÍA GUAL .

Según las normas de la B. C. G., la traducción de este volumen ha sido revisada por FRANCISCO JAVIER GÓMEZ ESPELOSÍN .

© EDITORIAL GREDOS, S. A.

Sánchez Pacheco, 85, Madrid, 2000.

www.editorialgredos.com

REF. GEBO364

ISBN 9788424932954.

INTRODUCCIÓN GENERAL

I. BIOGRAFÍA

1. Nacimiento, familia, formación jurídica

Son pocos los datos seguros que tenemos sobre la vida de Procopio y casi todos de ellos proceden de afirmaciones vertidas por él mismo en sus tres obras, las Guerras (Bella) , la Historia Secreta (Anecdota) y el libro De los Edificios (De aedificiis) , sobre los que hablaremos en el siguiente capítulo. En algunos pasajes de estos libros encontramos indicaciones expresas de Procopio sobre su propia persona, pero por lo general es el tenor del relato el que permite deducir en más de una ocasión que nuestro autor fue testigo directo de los sucesos que narra y nos permite así reconstruir sus movimientos.

De este modo sabemos que Procopio era nativo de Cesarea de Palestina1 , una importante ciudad costera fundada por los fenicios y rebautizada con su nombre griego por Herodes el Grande en honor de Augusto. Allí nuestro futuro historiador pudo tener acceso a una importante biblioteca formada a lo largo del siglo III por el teólogo Orígenes (†253 en Cesarea o Tiro) y organizada por su discípulo Pánfilo de Berito durante sus años como presbítero en dicha ciudad hasta su muerte como mártir en el 309. Si consideramos que Pánfilo fue a su vez el mentor de Eusebio de Cesarea, obispo de la ciudad en el reinado de Constantino e ideólogo del nuevo imperio cristiano, comprenderemos que la ciudad se convirtiera en el siglo IV en un centro intelectual de importancia con el que vemos relacionados a un personaje de la talla de Gregorio Nacianceno. De todas formas, aunque la fama de Cesarea parece ir ligada a escritores del campo cristiano, autores paganos como Libanio2 no dejan de referirse a ella como un centro floreciente y ya en época de nuestro autor sabemos que su tocayo el sofista Procopio de Gaza (465-post 530) permaneció en ella una pequeña temporada3 .

Pese a todo ya Haury buscó en la vecina Gaza, importante centro intelectual por aquellas fechas, el lugar de formación de Procopio y se esforzó en señalar algunos paralelos entre su estilo y el de algunos de los más importantes escritores de Gaza como Eneas, Coricio o Procopio de Gaza4 . Los paralelos resultan hoy por lo general poco concluyentes, pero más sugerente se muestra la hipótesis de Haury de que nuestro Procopio podría identificarse con un personaje del mismo nombre que Coricio de Gaza cita como discípulo suyo en un epitalamio que escribió cuando era todavía joven5 . El discípulo de Coricio se casó, según sabemos por esta obra, con una mujer originaria de Ascalón y tenía por padre a Esteban de Gaza. De la actividad de este último estamos bastante bien informados por diversas fuentes, que nos indican que fue astynómos o comisionado de obras públicas en Cesarea de Palestina antes del 526 y procónsul en dicha ciudad desde el 536 hasta la revuelta samaritana del 556, en la que perdió la vida6 . Según Haury la activa participación de Justiniano en la represión de la revuelta samaritana y su apoyo a las demandas de ayuda de la viuda del gobernador, la supuesta madre de Procopio, explicarían que nuestro escritor abandonase la postura hostil al emperador que caracterizó su obra histórica en los años previos (sobre ello volveremos) y redactase en agradecimiento, poco después de los sucesos, un panegírico de Justiniano7 .

La hipótesis es ingeniosa pero indemostrable y por ello ha sido casi unánimemente rechazada por la crítica8 , que sin embargo no ha podido sostener contra ella argumentos de peso. Se ha supuesto simplemente que si Procopio hubiera sido el hijo de tan importante personaje, alguna fuente lo habría mencionado, entre ellas quizás el propio Procopio. Pero considerando que casi no hay fuentes contemporáneas que hablen sobre Procopio y que éste no nos indica nada de sus circunstancias personales, no creo que se puedan sacar conclusiones de este silencio. Por otra parte, aunque las investigaciones de Rubin han permitido comprobar que el nombre Procopio era extremadamente frecuente en Palestina por esas fechas9 , tampoco desmienten la identificación. El hecho de que Procopio sea de origen noble, algo que ya Dahn dedujo de su hostilidad a los homines novi como Justiniano10 , permitiría relacionarlo con alguna importante familia de la época, aunque, de nuevo, no es argumento para identificarlo como hijo de Esteban. La cuestión en cualquier caso no puede darse por cerrada y merecería en los estudios cuanto menos más que una simple mención a pie de página11 .

Acerca de sus estudios tenemos escasas referencias, de nuevo indirectas y sacadas de su obra. Gozó sin duda de una profunda educación retórica en griego, probablemente su lengua natal12 , que se plasma en su estilo clasicista que pretende ser fiel reflejo del de sus modelos clásicos13 . Pero interesante para su carrera posterior debió de ser la formación jurídica a la que se orientó (ignoramos dónde cursó los estudios14 ) y que le permitió entrar en el año 527 como sýmboulos , es decir, «consiliarius», al servicio del general Belisario, que era entonces duque de Mesopotamia15 . El cargo de consejero jurídico era un puesto de gran responsabilidad que había ido convirtiéndose en necesario en el ejército romano a medida que una gran mayoría de generales (muchos de ellos bárbaros) carecieron de la formación necesaria para tomar medidas ajustadas a derecho en su trato con las autoridades locales o a la hora de firmar acuerdos con el enemigo. Ignoramos si Belisario tuvo algo que ver en la elección de Procopio como su asesor legal, aunque es probable que se limitase a confirmar su nombramiento, ya que aunque los generales tenían una cierta autonomía para elegir estos cargos, los consejeros eran personas de la administración imperial a sueldo del emperador16 . A pesar de que muchos historiadores han puesto en duda la base jurídica de Procopio17 , una ojeada a su conocimiento de las leyes en la Historia Secreta basta para refutar esta impresión18 . En cualquier caso, el año 527, en el que Justiniano había sucedido en el trono a su tío Justino, marca el comienzo de la carrera de Procopio y de la de Belisario.

2. Procopio y Belisario

Procopio permanecerá varios años en Oriente luchando contra los persas al lado de Belisario y narrará con prolijidad en su obra histórica los sucesos acaecidos en esos años de guerra, que parece haber vivido personalmente19 . La narración se interrumpe en el año 531, en el que regresa con Belisario a Constantinopla. En el año 532 nuestro autor debía de estar en la capital cuando tuvo lugar la revuelta de la Nika contra Justiniano (que a punto estuvo de costarle el trono), ya que su relato es muy detallado (Guerras I 24) y aunque Procopio no declara haber estado presente, algunos de los detalles dados apuntan a un testimonio directo.

En cualquier caso, al año siguiente, el 533, encontramos a Procopio tomando parte bajo el mando de Belisario en la campaña contra los vándalos africanos. El autor indica primero simplemente que «acompañó» al ejército después de que un sueño premonitorio disipara sus temores iniciales acerca del éxito de la expedición (Guerras III 12, 3-5), pero poco después señala que lo hizo en su condición de páredros de Belisario (Guerras III 14, 3), término griego que traduce el de «adsessor» latino y equivalente al de sýmboulos que desempeñó en Oriente20 .

Una vez llegada a Sicilia la flota bizantina, Belisario encarga a Procopio una misión de gran responsabilidad: que viaje a Siracusa para enterarse de cuáles son los preparativos de los vándalos ante la llegada de la flota romana. Por una casualidad Procopio se encuentra en Siracusa con un compañero de infancia de Cesarea que le informa de que la flota vándala se halla en Córcega y regresa con él a Caucana en Sicilia para informar a Belisario, que prepara acto seguido el desembarco (Guerras III 14). Procopio toma parte en la batalla de Décimo donde son derrotados los vándalos (Guerras III 19, 1) y entra el 15 de septiembre de ese año en Cartago, tal como él mismo declara, acompañando a las victoriosas tropas bizantinas (Guerras III 20). Poco después Procopio celebra un banquete en el palacio del vándalo Gelimer junto a las tropas de Belisario (Guerras III 21, 6).

Procopio debió de permanecer en Cartago después del regreso de Belisario a Constantinopla en el 534, pues nos cuenta cómo estuvo allí en el 536 cuando tuvo lugar el gran motín, del que huyó con las tropas del general Salomón a Misua y luego a Siracusa, donde se reencontró de nuevo con Belisario (Guerras IV 14, 39-41). Es probable que durante ese tiempo desempeñase en África el cargo de «adsessor» de Salomón, que sustituyó a Belisario en el mando de la zona, ya que su cargo estaba vinculado a la función y no a la persona del general a cuyo mando servía. De cualquier forma en su obra se recogen algunas informaciones que obtuvo personalmente Procopio durante su estancia africana21 .

Entre el 536 y el 540 permanecerá en Italia y describirá con gran detalle las campañas que llevó allí a cabo Belisario así como su participación en ellas. Ignoramos sin embargo qué función desempeñó Procopio junto a Belisario. No se puede excluir que actuase como secretario privado del general, ya que, a diferencia de las campañas anteriores, Procopio no señala que tuviera cargo público alguno22 . De todas formas Procopio no permanece ocioso e interviene decisivamente en la campaña cuando en el año 537 Belisario le envía a Nápoles desde la asediada Roma a fin de que traiga refuerzos y provisiones para las tropas. Procopio lleva a cabo con éxito la misión (recluta 500 soldados en Campania), que describe detalladamente en su obra (Guerras VI 4, 1-4 y 19-20). Antonina, la mujer de Belisario, participó con Procopio en la misión encomendada, lo que propició sin duda que nuestro escritor conociese mejor a la mujer de la que tan negro retrato iba a dibujar en la Historia Secreta . La campaña italiana está en cualquier caso llena de intervenciones en primera persona de Procopio23 , que participa en el asedio de Auximum en el 539 (Guerras VI 23, 23-29) y entra con las tropas bizantinas en Rávena en el 540 (Guerras VI 29, 32).

En el año 542 Procopio aparece en Constantinopla, donde vive directamente la plaga de la peste cuando ésta llega a la ciudad en primavera (Guerras II 22, 9). No sabemos cuánto tiempo permaneció en Italia tras la partida de Belisario en el 540, ni si participó con él en la campaña contra los persas que éste llevó a cabo en el 54124 . Es probable sin embargo que participase de nuevo al lado de Belisario en su campaña persa del 542, que es descrita minuciosamente en su obra25 . Esta campaña se inició probablemente a finales de la primavera, por lo que Procopio pudo observar ese año los efectos de la peste en Constantinopla antes de partir hacia Oriente. Al regresar de Oriente a fin de año fue también testigo de la caída en desgracia de Belisario por la acción de Teodora, ya que en H . S . IV 13-35 describe con gran vividez «el lamentable espectáculo» que ofrecía un Beliario que paseaba solo y medroso por las calles de Constantinopla, era rehuido en Palacio y sudaba de terror tendido en el jergón de su casa. Es quizás esta actitud sumisa la que provocó el distanciamiento de Procopio de su adorado general, que según se dice en H . S . IV 40-41 no supo rebelarse contra el emperador tan pronto como abandonó Constantinopla con nuevas tropas camino de Italia en el 545. Es difícil saber si Procopio partió de nuevo a Italia acompañando a Belisario en esta su segunda campaña allí entre los años 545-548, pese a que algunas partes del relato de los hechos de esos años son muy detalladas26 . No hay de hecho un solo testimonio personal que lo involucre claramente en los acontecimientos de aquellos años27 , que describe con frialdad y distancia, hasta el punto de dejar translucir a veces una mayor simpatía por el caudillo godo Totila que por el propio Belisario (Guerras VIII 31, 18-21). Cuando Belisario abandona Italia definitivamente en el año 548, Procopio no deja de subrayar el fracaso de su campaña (Guerras VII 35, 1-3 y H . S . V 13). El desengaño definitivo de Procopio con Belisario debió de producirse tras el año 548, cuando una vez muerta Teodora, nuestro historiador observó que el general seguía sin tener el coraje suficiente para ayudar a aquellos amigos y allegados que habían sido perseguidos y dañados por la emperatriz precisamente por haber sido fieles a sus promesas con Belisario. Esta es al menos la opinión que se expresa en H . S . V 25-26.

3. Los últimos años de Procopio

A partir de los años 554-555 no tenemos ninguna referencia directa sobre nuestro autor. Ignoramos pues la fecha de su muerte al igual que la de su nacimiento. Es posible que los años finales de su vida los pasara Procopio en su mayor parte en Constantinopla. El hecho de que la Suda dé a Procopio el título de illustris y de que la crónica de Juan de Nikiu hable de él como patricio y prefecto28 , hace pensar que nuestro historiador hizo carrera en la capital en los años siguientes al abandono de su cargo como asesor jurídico en las campañas de Belisario. El conocimiento que tiene Procopio de las interioridades en la corte tal como se revela en la Historia Secreta29 y al final del libro VIII de las Guerras , así como el panegírico al emperador que es su libro Sobre los Edificios30 se entienden más desde esta perspectiva como cortesano que como ayudante de un general en campaña. Cuando buscamos en las fuentes informaciones sobre un Procopio que ocupase puestos de relevancia en Constantinopla por esos años nos encontramos con que las crónicas de Malalas y Teófanes31 mencionan justamente para el año 562 a un prefecto de nombre Procopio. Dado que Juan de Nikiu califica de prefecto a nuestro historiador, la identificación del prefecto Procopio del año 562 con nuestro historiador parece factible, puesto que el simple título de illustris que da la Suda a Procopio era símbolo permanente del estatus senatorial al margen del cargo concreto desempeñado en cada momento por su titular32 . No obstante, la práctica totalidad de los estudiosos se ha negado a identificar a Procopio con el prefecto homónimo del año 562 basándose en el papel de juez de Belisario que Malalas y Teófanes atribuyen al prefecto Procopio en el proceso abierto contra el general ese año.

En efecto, según nos cuentan ambas crónicas (aunque con más detalles y nombres la de Malalas), en el año 562 Eusebio, cónsul honorario y conde de los federados, descubrió una conspiración para asesinar a Justiniano el día 25 de octubre. Uno de los conspiradores, Sergio, se refugió en la iglesia de las Blaquernas, de donde fue sacado e interrogado para que delatara a los demás conjurados, entre ellos a Belisario. Entonces fueron llevados él y otro conspirador de nombre Ablabio a presencia del prefecto de la ciudad Procopio que los interrogó de nuevo en compañía del cuestor Constantino, el escribano Juliano y el asecretis Zenódoto. Al acusar ambos a Belisario, el emperador enfureció y el mismo 5 de diciembre se celebró el juicio ante él, que según Teófanes acabó con el arresto de Belisario, privado de todos sus títulos.

Para la gran mayoría de los estudiosos es una paradoja demasiado cruel que Procopio acabase condenando en juicio a Belisario, el general que había exaltado en las Guerras . Por ello dicen que el historiador no puede ser el prefecto del 562, dado que en ese caso autores como Agatías habrían mencionado esta circunstancia y no lo habrían llamado simplemente rhḗtōr . La identificación de Juan de Nikiu sería un error, explicable tal vez por la frecuencia del nombre Procopio33 . En realidad los estudiosos pasan por alto que el Procopio del 562 en su calidad de prefecto de la ciudad no inició el proceso contra los conjurados, sino que presidió el juicio cuando éstos fueron llevados ante él por obra de Eusebio y ya habían acusado a Belisario. En estas circunstancias era imposible que Procopio se negase a cumplir sus obligaciones como prefecto y dejase de juzgar a los condenados sin arriesgarse él mismo a ser acusado con ellos. A pesar de todo, en el relato de Malalas se dice que dos de los ayudantes del prefecto Procopio (Constantino y Juliano) fueron sospechosos durante el juicio de estar al lado de uno de los posibles conjurados. Los estudiosos no tienen tampoco en cuenta que según el relato de Teófanes, el prefecto Procopio fue depuesto de su cargo apenas cuatro meses después de concluido el juicio, en abril del 56334 . Aunque Teófanes no indica la causa de la destitución (que sí quizás habría aparecido en Malalas si se hubiese conservado esta parte de su crónica) es probable que el tibio papel desempeñado por el prefecto Procopio durante el juicio contra Belisario suscitase las sospechas del emperador, máxime si este Procopio era el historiador de las gloriosas campañas de Belisario. La breve y poco brillante permanencia de Procopio en el puesto de prefecto explicaría igualmente que las fuentes no mencionasen por este cargo a nuestro autor, que era sobre todo conocido por su obra histórica.

Pienso por lo tanto que la identificación de Procopio con el prefecto del 562 es perfectamente posible y que no hay razones (de hecho nadie las da) para desestimar el testimonio de Juan de Nikiu que califica al historiador de prefecto. Nada hay de extraño en pensar que el creciente desengaño de Procopio con la figura del general Belisario, le llevase a abandonar su puesto como asesor jurídico del general (quizás ya en el proceso del 542), y a iniciar una carrera dentro de la administración que pudo verse incluso fomentada por la redacción de su libro Sobre los Edificios , en el que como veremos, realiza un panegírico de la labor constructora de Justiniano por todo el imperio. Lo único realmente sorprendente en esta evolución es el hecho de que Procopio pudiese llegar tan lejos en su carrera después de haber escrito una obra tan crítica contra Justiniano como es la Historia Secreta .

4. Las creencias religiosas de Procopio

El cristianismo de Procopio parece hoy comúnmente admitido entre los estudiosos después de largos siglos de debate. El propio nombre de Procopio es el de un mártir de Palestina ejecutado en el año 303 y muy venerado en el área, lo que apunta a convicciones cristianas de su familia35 . Pero sería inútil buscar en su obra una declaración expresa de su credo cristiano. Procopio como historiador imitaba a Heródoto y Tucídides tanto en vocabulario como en la concepción del género histórico de acuerdo con los parámetros de la mímesis aticista tan en boga desde el siglo II d. C.36 Ello le obligaba a distanciarse lo más posible de los sucesos que relataba (de ahí que encontremos tan pocas referencias a su persona) y le impedía al mismo tiempo hacer mención en su obra a cuestiones dogmáticas o de historia de la iglesia que no tenían cabida en la Historia con mayúsculas que él cultivaba basándose en los grandes autores clásicos37 . Es más, el estilo aticista empleado por Procopio le fuerza a justificar el uso de nombres marcadamente cristianos, que son nuevos desde el punto de vista de la tradición clásica que imita, o incluso a recurrir a una serie de perífrasis fatigosas para referirse a esas nuevas realidades que denotan. Por ello alude a los monjes como «los más prudentes de los cristianos… a los que acostumbran a llamar monjes» (Guerras I 7, 22), designa a los obispos casi siempre como «sacerdotes», habla de «los escritos de los cristianos, a los que acostumbran a llamar evangelios» (Guerras IV 21, 21), se refiere al altar como «el lugar improfanable en el que es lícito celebrar los ritos inefables» (Edif . I 6, 14) o describe a Moisés como «un hombre sabio que era el guía de los hebreos en su camino» hacia Palestina (Guerras IV 10, 13). Casi no hay tampoco alusiones a la Biblia en su obra, algo excepcional en la época.

Es sin embargo inadecuado pensar que estos aspectos formales de su obra sitúan a Procopio lejos del campo cristiano y próximo al campo pagano, al que en definitiva pertenecen los autores que él imita. Hoy sabemos que los mecanismos estilísticos y formales que guían la mímesis de Procopio nada tienen que ver con sus profundas creencias cristianas. Para empezar encontramos en Procopio las mismas perífrasis empleadas para designar otra serie de términos no sancionados por la tradición, como gentilicios nuevos o nombres latinos y técnicos que no pueden ser admitidos en el marco aticista y que son por lo tanto aludidos indirectamente o justificados, pero casi nunca mencionados sin más. Así por ejemplo, cuando en Guerras II 23, 6, en vez de utilizar directamente la palabra referendario , escribe que «en la lengua de los latinos los romanos designan este cargo como referendario ». Lo mismo hará también en H . S . XXIV 1-2 y 12 al referirse a los logotetos y a los limitaneos , por no citar más que tres casos entre decenas de ellos38 . Tampoco es relevante para acreditar sus creencias el uso constante que hace del término týchē («fortuna»), porque aunque este término tuviera connotaciones paganas en los autores que él imita, en Procopio se convierte en un término comodín que le sirve para aludir a conceptos muy diferentes, que van desde la simple causación histórica hasta realidades próximas a la divinidad. Como bien afirma Rubin «La Týchē de Procopio debe su carácter a la tradición historiográfica y encierra significados como casualidad, suerte, providencia, destino, pero no rivaliza sin embargo con el concepto de dios, sino que representa una de sus facetas»39 .

Pero más allá de estos detalles formales, hay abundantes muestras en la obra de la fe cristiana de Procopio. Así por ejemplo indica que los tzanos se hicieron más piadosos al convertirse al cristianismo (Guerras I 15, 25); señala que Dios castigó a Juan de Capadocia por su falta de fe (Guerras I 25, 10); admite que la protección de San Pedro evitó que durante el asedio de Roma los godos atacaran una parte de la muralla que estaba medio derruida (Guerras V 23, 38); indica que la conversión de los lazos al cristianismo hizo que adoptaran una forma de vida más civilizada (Guerras VI 14, 34); considera que la fidelidad de Focio, hijo de Teodosio, a sus juramentos le valió la intercesión de San Zacarías que le sacó milagrosamente de la cárcel, mientras que el perjuro Belisario a partir de ese momento sólo cosechó derrotas por la hostilidad de Dios (H . S . III 27-31). Más muestras de sus creencias cristianas se encuentran en Edif ., donde las iglesias son presentadas constantemente como centros civilizadores40 . Para finalizar con los ejemplos, bastará quizás con copiar lo que Procopio afirma de Jesucristo cuando relata cómo el rey Abgar de Edesa le pidió que le curase su gota (Guerras II 12, 22-23):

Por aquel tiempo Jesús, el hijo de Dios hecho ya carne, vivía entre los hombres de Palestina y mostraba claramente no sólo por el hecho de que jamás llegó a cometer pecado alguno bajo ningún concepto, sino por realizar cosas imposibles, que era en verdad el hijo de Dios, pues resucitaba a los muertos al llamarlos, como si los sacase de un sueño, y abría los ojos a los que eran ciegos de nacimiento, eliminaba la lepra del cuerpo entero, liberaba a los tullidos y curaba cuantas otras enfermedades los médicos llaman incurables.

Procopio relata que Cristo respondió a la petición de Abgar con una carta en la que no sólo le prometía su pronto restablecimiento, que se produjo a continuación, sino que le garantizaba que su ciudad Edesa sería inexpugnable. Para Procopio esta historia explica que el rey persa Cosroes no pudiera tomar Edesa porque confundió el camino de manera sorprendente cuando iba a asediar la ciudad41 .

Otras muchos pasajes de Procopio lo vinculan a un conjunto de creencias populares que no eran en realidad privativas del cristianismo, sino comunes a todo el espectro variado de religiones que todavía mantenían su arraigo en amplias zonas del Mediterráneo. Para empezar, en la ciudad natal de Procopio, Cesarea, había en el s. VI , además de diversas comunidades cristianas (monofisitas o jacobitas y ortodoxos o melquitas , fieles a la línea calcedoniana del emperador), comunidades de judíos y samaritanos. Así Procopio critica en H . S . XXVIII 16-18 que Justiniano prohíba a los judíos celebrar la Pascua según su calendario42 y acerca de los samaritanos se expresa en varias ocasiones con motivo de sus revueltas43 , manejando probablemente en ambos casos información de primera mano. En este ambiente de convivencia en el que se formó Procopio, las creencias populares circulaban libremente entre todas estas religiones más allá de los dogmas básicos de cada credo, sin ser exclusivas de ninguna de ellas. Fijémonos por ejemplo en la creencia en los demonios que se atestigua en la Historia Secreta , donde entre otras cosas se equipara al propio Justiniano con el príncipe de los demonios44 . Aunque hay razones para pensar que tras la figura del príncipe de los demonios se oculta la imagen del Anticristo, Procopio no lo dice expresamente ni estamos autorizados a pensarlo considerando que la tradición apocalíptica no es sólo cristiana. Los sentimientos religiosos personales se expresan también de manera vaga y ambigua, sin más que referencias genéricas a una divinidad que puede equivaler a la de cualquier credo. Hay además muchos pasajes que ligan a Procopio con supersticiones (Guerras VI 8, 1-2 donde habla que la «envidia de la fortuna» que acaba con la racha de éxitos de los romanos «porque deseaba añadir alguna desgracia a sus éxitos»), presagios (Guerras V 24, 22-27 sobre la descomposición de un mosaico de Teodorico, que anuncia la victoria romana), sueños premonitorios (Guerras III 10, 18-21 y 12, 3-5, relatando un sueño del propio Procopio) y prodigios (Guerras VIII 14, 39-40 con un niño de dos cabezas que anticipa la guerra de dos imperios) propios de la mentalidad de la época y que transcienden a cualquier credo en concreto. Si no entendemos ese crisol de cultos que era el mundo mediterráneo por estas fechas y la gran deuda que el cristianismo tiene con respecto a otras religiones o tradiciones en el nivel de las creencias populares, seremos incapaces de entender por qué el cristiano Procopio presta crédito en un determinado pasaje a los oráculos sibilinos (Guerras V 24, 28-37) sin perder por ello ni un momento su condición de cristiano.

Es este carácter abierto de las creencias de Procopio, sin duda generalizado todavía en muchos ámbitos cristianos del siglo VI pese a la política de persecuciones religiosas seguida por Justiniano, el que más ha desorientado a la crítica a la hora de juzgar el credo de nuestro autor. Descartando su adscripción al paganismo45 , muchos estudiosos se han negado pese a todo a admitir su condición de cristiano y han creado la imagen de un Procopio agnóstico o escéptico, equidistante de todos los credos46 . Un apoyo a esta imagen lo han encontrado en las críticas que el propio Procopio dirige en su obra a la política religiosa de Justiniano y a algunas de las persecuciones realizadas por él en nombre de la ortodoxia cristiana, incluidas aquellas de los samaritanos47 . En realidad lo que ocurre es que Procopio, como muchos intelectuales de su época, no adoptó una postura militante en defensa del cristianismo. Su postura personal es ajena incluso a toda querella cristológica del tipo de las que sacudieron su época, pues considera imposible que el ser humano pueda tener una noción exacta de la naturaleza divina. En Guerras V 3, 6 llega a decir «que diga cada cual sobre estas cosas lo que crea saber, sea sacerdote o ciudadano», pues él permanecerá en silencio. No hay nada en definitiva que apunte en Procopio a una crítica masiva contra la religión cristiana tal como la realizada pocas décadas antes por el historiador Zósimo (desde presupuestos paganos) que no tuvo para ello empacho en incluir cuestiones religiosas en su historia política frente a la postura más rigurosa de Procopio que excluye de entrada esos temas en su obra48 . El propio hecho de que en su Historia Secreta no haga ninguna mención a su paganismo y se muestre sólo crítico con la política justinianea pienso que es un argumento de peso en favor de su condición de cristiano. El supuesto problema puede resolverse si superamos, tal como acertadamente propone Averil Cameron, viejas dicotomías de «pagano versus cristiano» y pensamos, no que hubo muchos cristianos de fachada y paganos de corazón, sino que la propia tradición cultural pagana así como el espíritu cívico de tolerancia del imperio siguieron latentes en muchos de sus intelectuales, que aun siendo cristianos vivían el cristianismo de manera mucho más abierta y flexible que lo que dejan intuir a veces las fuentes históricas con sus relatos de monjes fanáticos y absurdos conflictos dogmáticos49 . Hay que recordar además que muchas de estas fuentes fueron escritas para servir de propaganda a la nueva ideología, en la que la crítica a la religión equivalía en gran medida a crítica al emperador50 . Procopio pudo ser cristiano en este sentido, pudo pues comulgar con la religión oficial a la que no era posible dar ya alternativas como en época del emperador Juliano o incluso la del historiador Zósimo, pero al mismo tiempo no renunciar a una visión más tolerante de las relaciones entre hombres y confesiones acorde con la que transmitían los grandes escritores del pasado de los que él se declaraba heredero. Espues un cristiano por su fe, pero un pagano por su cultura51 , una situación que puede parecer contradictoria pero que era perfectamente asumible en el mundo grecorromano después de los esfuerzos realizados por los intelectuales cristianos durante el siglo IV para incorporar la herencia clásica. Esto no quiere decir que no hubiese tensión entre ambos extremos y que el poder, receloso de la disidencia, no persiguiese a doctores, abogados e intelectuales sospechos de paganismo52 no tanto por sus convicciones religiosas cuanto por la amenaza que representaba una clase de librepensadores a un imperio con tendencias absolutistas53 .

II. OBRAS : TÍTULOS , CONTENIDO Y CRONOLOGÍA

En el marco de esta introducción general no es posible establecer más que un sucinto apunte de las obras de Procopio, que serán comentadas con más detalle en otros volúmenes de esta colección, con excepción obviamente de la Historia Secreta . Es sin embargo preciso establecer siquiera brevemente su contenido y cronología para determinar las relaciones existentes entre ellas, que son fundamentales para interpretar la Historia Secreta , una obra que es menos singular de lo que se piensa dentro del conjunto de la obra procopiana.

1. Las «Guerras» de Justiniano (Bella)

La obra más conocida de Procopio son las habitualmente llamadas Guerras , una historia de algunas de las campañas militares más importantes del reinado de Justiniano en las que nuestro autor participó en gran medida personalmente. Esta obra consta de ocho libros según la propia división que hizo de ella Procopio. Los siete primeros fueron publicados, de acuerdo con la opinión casi unánime de los estudiosos, en torno al año 550-551 ya que relatan sucesos acaecidos entre los años 527, cuando Procopio entró al servicio de Belisario en el frente persa (Guerras I 12, 24), y el año 550 con la muerte de Germano (Guerras VII 40, 9) y la invasión eslava que se produjo a continuación en ese invierno (Guerras VII 40, 33)54 . La narración de los sucesos no es sin embargo cronológica, sino que se hace en función de los escenarios militares, una idea que Procopio pudo haber tomado de Arriano. Así, los libros I-II narran las campañas sostenidas por Belisario en el frente persa entre los años 527-549 (por eso se los cita también como Guerras persas I-II), con más detalle en los años iniciales (527-531) y en las campañas del 541 y 542, en los que Procopio pudo participar personalmente. Los libros III-IV están dedicados a las guerras contra los vándalos y los mauritanos llevadas a cabo primero bajo el mando de Belisario entre el 533-534 y luego bajo el de sus sucesores hasta la fecha de redacción de la obra (también citados como Guerras vándalas I-II). De nuevo los años de presencia de Procopio en África (533-536) son los más detallados en su narración. Siguen finalmente los libros V-VII sobre las campañas de los bizantinos contra los ostrogodos de Italia entre el 535 y el 550 (las llamadas Guerras góticas I-III), aunque Procopio sólo permaneció con seguridad en Italia entre 536-54055 . Todas estas partes vienen precedidas por introducciones históricas que intentan hacer una breve recapitulación de los sucesos que se produjeron antes de que diese comienzo la acción. Los asuntos de política interna apenas son mencionados, salvo que tengan que ver directamente con el desarrollo de las campañas. Las dos excepciones más notables son el relato de la revuelta de la Nika en el 532 (Guerras I 24) y el de la Peste en el 542 (Guerras II 22), acontecimientos ambos en los que estuvo presente nuestro autor.

Así pues, cuando en el año 550-551 Procopio publica sus siete libros sobre las guerras de Justiniano, algunos de los acontecimientos descritos en ellos estaban ya lejanos en el tiempo hasta más de veinte años, lo que ha hecho que autores como Averil Cameron hablen de diarios o anotaciones previas redactadas a medida que se iban produciendo los acontecimientos y que luego servirían de base a la versión final del 550-55156 . El largo tiempo transcurrido ha hecho pensar también a algunos estudiosos que la redacción de la obra empezó mucho antes de esta fecha de publicación. Ya Haury57 pensó incluso que Procopio había concluido una primera versión de la obra en el año 545, puesto que en este momento en los escenarios persa y vándalo se había alcanzado la paz y la recién iniciada campaña de Belisario en Italia hacía pronosticar lo mismo en el frente ostrogodo58 . Desgraciadamente la campaña italiana de Belisario se alargó durante años y concluyó de manera desastrosa y Procopio se vió obligado según Haury a actualizar su relato hasta el 550-551 haciendo pequeños añadidos en las secciones persa y vándala de sus Guerras y un relato más pormenorizado de los acontecimientos italianos hasta esa fecha59 . Procopio no habría retocado sin embargo lo escrito en el 545, una circunstancia que explicaría por ejemplo por qué en Guerras I 25, 43 se dice que Juan de Capadocia lleva tres años en el exilio egipcio (año 546) mientras que en Guerras II 30, 49-54 se habla ya del regreso de Juan de Capadocia a Constantinopla (año 548). Geoffrey Greatrex ha retomado recientemente esta convincente hipótesis y llegado a la conclusión, a partir de diversos indicios, de que Procopio empezó a redactar su obra en torno al año 542 agrupando por escenarios los sucesos de las campañas en las que él personalmente había participado, pero que luego a partir del año 545 se concentró en actualizar año por año los sucesos de los tres frentes, intercalando pasajes en su narrativa previa60 . La idea de una redacción en varias fases parece pues bastante probable.

En cualquier caso deberán transcurrir todavía unos pocos años antes de que Procopio escriba el libro VIII, el último de las Guerras , en el que abandona la ordenación por escenarios que había seguido en los libros anteriores. La razón nos la da Procopio en el proemio a este libro: puesto que las anteriores secciones estaban ya publicadas, le era imposible añadir a cada una de ellas los sucesos acaecidos después, por lo que no tuvo más remedio que registrarlos en un único libro donde describe los acontecimientos de los años 550 a 553 en todos los escenarios del imperio. La fecha de composición de este libro se sitúa por lo tanto probablemente en el año 554, pese a que Evans ha intentado retrasarla al 556-7 basándose en VIII 15, 16-17 donde Procopio habla de los pagos hechos por los romanos a Cosroes durante 11 años y 6 meses desde el año 54561 . En realidad esta indicación temporal, que se deriva de sumar dos treguas de cinco años y los 18 meses que transcurrieron entre ambas (tal como indica el propio Procopio en VIII 15, 3) no está puesta en boca de Procopio como narrador, sino dentro de las objeciones que plantearon amplios sectores de la población a la renovación de la tregua acordada en el 552-553 para cinco años más, con la que Cosroes había conseguido que los romanos le pagaran «por el momento»62 durante 11 años y 6 meses. Es decir: eso es lo que de momento había conseguido Cosroes en el 552-553, pero nadie sabía entonces qué es lo que iba a ocurrir en el 557 cuando concluyese ese acuerdo. Tampoco Procopio lo sabía, pues de lo contrario habría aludido a ese desenlace. No hay además ningún otro pasaje posterior a la derrota de los godos en Mons Lactarius por Narsés en el 553 al final del libro, por lo que no parece lógico retrasar la fecha de composición varios años después de esta fecha.

A lo largo de estos ocho libros de las Guerras se aprecia un cambio en la actitud de Procopio como narrador en la valoración de la figura de Belisario que va a ser fundamental para que comprendamos posteriormente el verdadero sentido de la Historia Secreta . En efecto, el tono de admiración con el que Procopio trata la figura de Belisario en los libros iniciales, contrasta con el progresivo desafecto con el que describe sus actuaciones en los últimos libros, sobre todo al narrar sus campañas en Italia. El punto de inflexión para algunos autores tiene que ver con el rechazo de Belisario a hacerse con la corona imperial que le ofrecen los rebeldes godos en el año 540 y su decisión de seguir fiel al emperador. Procopio, al describir la escena, indica que Belisario actuó así por respeto «al nombre del tirano» (Guerras VI 29, 20), una denominación que en modo alguno conviene al emperador y que sorprende en una obra que sabemos se publicó en vida de Justiniano63 . Conociendo la postura crítica de Procopio hacia el régimen justinianeo, se ha pensado que la inicial admiración del escritor hacia el general Belisario en su obra se debía a su esperanza de que el general con sus victorias resultase una alternativa sólida a Justiniano, cuya política hostil a los privilegios de las clases altas es vista con hostilidad por Procopio. Según esta interpretación, cuando esta esperanza desapareció a raíz de los sucesos del 540, Procopio empezó a perder aprecio hacia el general y a andar el camino que conduce hacia la Historia Secreta , en el que el desprecio que late hacia Belisario es no menor que el demostrado hacia Justiniano. Pienso sin embargo que la actitud de Belisario en el 540 no fue la que motivó el alejamiento de Procopio del general en el que quizás desempeñaron un papel más determinante razones de tipo personal como las expuestas en la Historia Secreta , donde se describe a Belisario como una especie de pelele sometido en todo a la voluntad de su mujer e incapaz de hacer frente al emperador64 . No menor papel en el alejamiento respecto a Belisario pudo desempeñar la propia ambición personal de Procopio que vio como su antaño protector era relegado de sus cargos en el año 542 por Teodora cuando se creía que Justiniano, enfermo de la peste, estaba próximo a morir, y se temía una conspiración del general. La asociación con el general, al que hasta entonces había seguido Procopio en casi todas sus campañas cesa precisamente cuando se produce la caída en desgracia de Belisario en los años 542-543, que quizás motivó que Procopio se alejase de su antiguo protector, el cual por otra parte pudo haberle decepcionado, tal como vimos.

Es comprensible que el descontento con Justiniano, que Procopio, como veremos enseguida, ventila abiertamente en su Historia Secreta , se expresase más moderadamente en sus Guerras , que fueron destinadas, como el propio autor indica (Guerras VIII 1, 2), a la publicación. Pese a todo hay numerosos pasajes en los que la crítica a Justiniano es más que evidente, por más que no se exprese directamente65 . Aparte de la mencionada equiparación con un tirano, son numerosos los pasajes de las Guerras en los que se descalifica con palabras muy duras a diversos mandos o personajes que gozaban de la confianza directa del emperador, aspecto este que se encarga siempre de subrayar Procopio66 . Es también curioso cómo en el discurso que los embajadores de Vitiges dirigen contra Justiniano ante el persa Cosroes se acuse de nuevo a Justiniano de ambición desmedida y avaricia (Guerras II 2, 5-9): aunque Procopio descalifica esas palabras como producto de la envidia (Guerras II 2, 12), no dejará de llamarnos la atención que él mismo en la Historia Secreta acuse a Justiniano precisamente de lo mismo. El procedimiento de poner en boca de otros acusaciones contra Justiniano se repite en Guerras VII 21, 12-17, cuando el godo Totila enumera el resultado desastroso al que condujo a Italia la mala administración imperial67 . Otras críticas más o menos explícitas aparecen al final del libro VII68 , aunque alcanzan su culminación en Guerras VIII 26, 7, donde Procopio acusa a Justiniano de haber conducido negligentemente una campaña69 . Bajo esta perspectiva, las críticas más o menos contundentes que se encuentran por todas las Guerras hacia la política financiera o militar del imperio no dejarán de entenderse como referidas a Justiniano, por más que Procopio no pudiera señalar más directamente al emperador como responsable sin verse comprometido. Frente a todas estas muestras de descontento con el régimen justinianeo, sólo encontramos en todas las Guerras un pasaje que pueda considerarse tal vez elogioso hacia la persona de Justiniano. Se trata de Guerras III 9, 25, en donde se indica que el emperador era una persona que concebía rápidamente sus planes y no tardaba en ponerlos a la práctica. Pero incluso aquí no cabe excluir ironía.

2. La «Historia Secreta» (Anecdota)

Considerando las numerosas oportunidades de que dispuso Procopio en las Guerras de presentar favorablemente la figura del emperador y que no aprovechó, las críticas que desgrana contra su administración y sus hombres de confianza, cuando no contra el propio Justiniano, son más que reveladoras de la hostilidad de nuestro historiador hacia su régimen. Pese a todo una obra destinada a un público amplio como son las Guerras no podía ir más allá de las insinuaciones en su crítica a Justiniano. Muy diferente es sin embargo el caso de lo que la Suda denomina anékdota , es decir, «escritos inéditos» de Procopio, una obra que recibe tradicionalmente el nombre castellano de Historia Secreta . La crítica velada e indirecta a Justiniano y Belisario en las Guerras se convierte en la Historia Secreta en una sátira abierta y despiadada contra el emperador y el general y sus respectivas mujeres, a las que Procopio (significativamente desde el punto de vista masculino) hace responsables en gran medida de las decisiones tomadas por sus maridos.

2.1. Contenido de la obra y autoría de Procopio

La obra comienza con un breve proemio de Procopio en el que el autor declara su intención de revelar en el presente libro «las causas de muchos de los acontecimientos mencionados en los libros precedentes» (sin duda los libros de las Guerras ) que hasta entonces se había visto obligado a ocultar por miedo a represalias70 . Pese al temor que le domina, Procopio se declara sin embargo dispuesto a hablar sobre «las vidas de Justiniano y Teodora» (H . S . I 4) esperando que las cosas increíbles que cuente sobre ellos puedan ser creídas por sus lectores gracias al testimonio de sus contemporáneos y sirvan además en el futuro, como las vidas de Semíramis, Sardanápalo o Nerón, de ejemplo de cómo no se debe actuar. Así pues tras este exordio concluye Procopio diciendo que «por estas razones pues procederé en primer lugar a decir cuántas infamias cometió Belisario y luego expondré también cuántas infamias cometieron Justiniano y Teodora» (H . S . I 10). En esta última indicación antes del comienzo de la obra incluye Procopio a Belisario, al que no mencionó antes junto a Justiniano y Teodora: a él está efectivamente consagrada la primera parte de la obra.

En H . S . I 11 - V 27 cuenta Procopio la historia de Belisario y su mujer Antonina. Antonina es presentada como una mujer de vida disoluta, hija de una prostituta y amiga de hechiceros, que se hizo esposa del general cuando ya había tenido muchos hijos. Procopio nos narra con detalle los amores de Antonina con su hijo adoptivo Teodosio. Las intrigas amorosas de Antonina, los celos de Belisario y las crueles venganzas de su mujer contra aquellos que la delatan tienen todo el regusto de una novela71 y se desarrollan en el transfondo de las campañas del general que Procopio ha narrado en los libros previos y a las que hay frecuentes reenvíos. El extraño comportamiento de Belisario en su campaña persa del 541 encuentra ahora su explicación por las inquietudes que le provocó la escandalosa actitud de su mujer. El amplio espacio dedicado a esta campaña confirma que la narración de las infidelidades de Antonina tenía por objeto explicar la actitud del general que no pudo revelar en las Guerras (H. S . II 18-25). La emperatriz Teodora interviene en el enfrentamiento entre Antonina y Belisario, en apoyo de la primera, a la que debe «sangrientos favores», tortura así a varios seguidores del general (H . S . III 6-13) y devuelve a Antonina el acceso a su amado Teodosio, que había tenido que ocultarse huyendo de la persecución de Belisario. La consecuencia lógica de ello es la creciente enemistad de Teodora hacia Belisario y su caída en desgracia, descrita en H . S . IV 13-17. Aunque la emperatriz perdona finalmente al general, al que se envía de nuevo a Italia, se apodera sin embargo de sus bienes. La segunda campaña italiana de Belisario resulta un desastre, según Procopio por caprichos de la Fortuna (H . S . IV 42-45), aunque no faltan tampoco críticas a la actitud del general (H . S . V 1-7) y sobre todo acusaciones a Teodora por haber enemistado a Belisario con Juan, uno de sus oficiales (H . S . V 8-17). Sigue el relato de cómo Antonina rompió el compromiso entre la hija de Belisario y el nieto de Teodora tan pronto hubo muerto la emperatriz (548). Belisario demuestra su falta de personalidad según Procopio al secundar sin oposición alguna las decisiones de su esposa (H . S . V 24-27). Termina la sección dedicada a Belisario con estas palabras: «Estos son pues los errores cometidos por Belisario, que expuse sin ocultar nada».

Así como la primera sección ha servido para explicar los motivos de las actuaciones de Belisario en Persia y en Italia, una segunda sección de la obra (H . S . V 28-38) está destinada a apuntar brevemente los motivos de algunos sucesos acaecidos en la campaña de África y protagonizados por los generales Sergio y Salomón, que Procopio no pudo contar en su momento en las Guerras .

De esta forma Procopio ha cumplido ya su propósito de explicar brevemente las verdaderas causas de algunos hechos narrados por él en las campañas de las Guerras y pasa ahora a centrarse en las figuras de Justiniano y Teodora: «Pero ahora procederé a decir qué clase de personas eran Justiniano y Teodora y de qué modo arruinaron la causa de Roma» (H . S . VI 1). Se habla en primer lugar de los orígenes campesinos del emperador Justino y su incultura (H . S . VI 1-17) y se subraya que era realmente su sobrino Justiniano el que administraba el imperio por él (H . S . VI, 18-19). Justiniano es así el responsable de los incontables males que sobreviniero al imperio y Procopio lo juzga peor que la peste (H . S . VI 20-27). Se describe a Justiniano como el responsable de los desórdenes provocados por las facciones del circo, que él mismo tolera e instiga (H . S . VII). Describe a continuación cómo dilapidó Justiniano el dinero del imperio entregándoselo a los bárbaros (H . S . VIII 4-6) e invirtiéndolo en construcciones inútiles (H . S . VIII 7-8), al tiempo que desposeía a sus súbditos (H . S . VIII 9-11). Sigue un retrato físico y moral del emperador (H . S . VIII 12-33), al que se atribuyen todo tipo de defectos morales: «Era taimado, embaucador, falsario, de cólera soterrada, un hombre doble, astuto…» (H . S . VIII 24). La avaricia del emperador es el defecto que más se resalta. A continuación relata Procopio los orígenes prostibularios de Teodora (H . S . IX), quizás la sección más célebre del libro por las depravaciones sexuales que el escritor atribuye a la emperatriz con todo lujo de detalles72 . El matrimonio de Teodora con Justiniano fue posible sólo después de muerta Eufemia, la mujer de Justino, que se opuso a una alianza tan desigual. Procopio se sorprende de los caprichos de la Fortuna que permitió que Justiniano se casara con una antigua prostituta y se admira de la poca oposición que provocó este matrimonio (H . S . X 1-10). El retrato de Teodora es pergeñado por Procopio en una frase (H . S . X 11), a la que sigue una breve caracterización moral, que en realidad se deriva de las depravaciones antes narradas (H . S . X 12). Terminada así la sección dedicada a presentarnos los orígenes y el carácter de ambos gobernantes escribe Procopio: «Ahora en cambio, debemos mostrar sucintamente lo que hicieron tanto ella como su marido, ya que en su vida común nunca actuaron el uno sin el otro» (H . S . X 13).

Esta cuarta sección empieza describiendo cómo Justiniano y Teodora actuaban siempre en perfecta coordinación (H . S . X 13-23). A la hora de entrar en detalles Procopio se centra en la figura del emperador, aunque el uso del plural recuerda a veces que actúa en coordinación con su esposa. Nuestro autor enumera una serie de actuaciones de Justiniano en las que le guía la codicia y el fanatismo religioso y que fueron fatales para el imperio (H . S . XI). Las expropiaciones a los senadores ocupan un amplio espacio en la exposición (H . S . XII 1-13). A pesar del aparente carácter inconexo de los datos expuestos es claro que Procopio tiene en mente el propósito inicial de la Historia Secreta , pues en XI 11 declara: «Ya he relatado en los libros anteriores todas estas cosas… pero, como indicaba al empezar este libro, era preciso que dijera aquí la causa de lo sucedido». No faltan tampoco referencias a sucesos narrados en las Guerras (H. S . XII. 6-9 y 12). La causa última de las perversas actuaciones de los emperadores es vista por Procopio en su naturaleza demoníaca, en la que nuestro autor cree firmemente y de la que aporta una serie de testimonios. Con ello cree demostrar que el fin de la pareja imperial era la ruina del imperio (H . S . XII 14-32). Este pasaje encaja también con el propósito inicial de la obra, pues proporciona de nuevo causas a los sucesos que no pudieron revelarse en las Guerras .

Tras este clímax, se produce una cierta inflexión en la obra: Procopio sigue enumerando rasgos del carácter ambiguo y codicioso de Justiniano y describe su comportamiento en términos genéricos (H . S . XIII), para luego pasar a referirse a la corrupción que reinaba en su administración (H . S . XIV). Sigue sin olvidar sin embargo su propósito de desvelar las causas de los sucesos, pues en H . S . XIV 15 revela quién fue la primera persona que convenció al emperador para que aceptase sobornos «tal como anticipé al comenzar este libro». Agotadas las invectivas contra Justiniano, Procopio pasa a atacar ahora el comportamiento de Teodora, de la que destaca su autoritarismo y crueldad (H . S . XV) de los que es prueba la forma expedita con la que se deshizo de varias personas con las que se enfrentó, cuyas historias truculentas Procopio narra con detalle (H . S . XVI-XVII).

La naturaleza demoníaca de Justiniano y su pésima administración es de nuevo vista como la responsable de la desolación de Libia (H . S . XVIII 1-12) Italia y el Ilírico (H . S . XVIII 13-22). Acusa a Justiniano de su negligente actitud frente a las invasiones persas (H . S . XVIII 23-30) y de ser el causante de numerosas muertes en el interior del imperio, algunas de ellas debidas incluso a catástrofes naturales como terremotos, inundaciones o la peste (H . S . XVIII 31-45). Parece que para Procopio no es casualidad que todo ello tuviera lugar mientras gobernaba Justiniano, cuya naturaleza demoníaca parece ser la responsable última de estas desgracias. Relata nuestro autor a continuación cómo el emperador dilapidó las riquezas de Bizancio (H . S . XIX) así como las medidas económicas adoptadas por él y por diversos magistrados corruptos que tenían como fin el enriquecimiento personal a costa de la miseria de los súbditos (H . S . XX-XXI 26). Procopio concluye este apartado indicando que «Ésta era pues la situación de los romanos en lo que se refiere a sus magistrados» (H . S . XXI 26) y pasa entonces a contar brevemente cómo el emperador toleraba los saqueos de los hunos en los Balcanes (H . S . XXI 26-29). Vuelve sin embargo enseguida a la cuestión de la corrupción de los magistrados que ejemplifica en la gestión de Pedro Barsines como prefecto del pretorio y responsable de las finanzas: una secuela de abusos y corruptelas a la que Justiniano quiso finalmente poner coto. Aparece entonces de nuevo Teodora que protegió a Barsimes según Procopio por la pasión que sentía hacia él (H . S . XXII). Nuestro autor nos recuerda así el importante papel de la emperatriz en la gestión de gobierno. Concluye de nuevo Procopio este pasaje con una precisión idéntica a la que hizo en H . S . XXI 26: «De esta forma actuó el emperador en lo que respecta a los magistrados» (H . S . XXII 39). La repetición de esta fórmula indica no sólo que Procopio escribe de forma acumulativa, añadiendo datos conforme escribe, sino que intenta pese a ello mantener un orden y una estructura en su exposición, que se esfuerza en dejar claros a sus lectores.

Sigue una exposición de los efectos perniciosos de los excesivos impuestos sobre los propietarios de tierras (H . S . XXIII) y de la miseria en que cayeron no sólo los soldados debido al recorte de sus pagas (H . S . XXIV), sino también numerosos comerciantes y artesanos asfixiados por las tasas imperiales (H . S . XXV). El fin de los subsidios imperiales a las ciudades es también criticado duramente por Procopio (H . S . XXVI 1-15). Llegado a este punto de su exposición y consciente tal vez de que ésta se asemeja cada vez más a una simple lista de acusaciones dispares contra el emperador, Procopio hace una minuciosa recapitulación de todos los sectores de la población que, de acuerdo con lo que ha expuesto hasta el momento, se vieron afectados por el gobierno de Justiniano (H . S . XXVI 16-17). De nuevo es perceptible su propósito de marcar las pautas de su narración. Dedica unos párrafos a la difícil situación de los pobres por el imperio (H . S . XXVI 18-44), tal como él mismo anuncia al comienzo de este apartado: «Pasaré ahora a decir cómo trató a los mendigos y gentes sencillas». Interesante son las acusaciones vertidas contra Justiniano en el capítulo que sigue (H . S . XXVII) de despreocuparse de proteger a las comunidades cristianas. Procopio fundamenta esta acusación a través de dos historias en las que están implicadas un obispo alejandrino y senador samaritano. A continuación relata sin embargo cómo el emperador modificó por ley los plazos de prescripción de las reclamaciones de deudas para favorecer los intereses de la iglesia de Emesa en un litigio basado en papeles falsificados (H . S . XXVIII 1-15). Tras aludir brevemente a las trabas que puso Justiniano a los hebreos para celebrar su Pascua de acuerdo con su calendario (H . S . XXVIII 16-19), Procopio relata cuatro historias con nombres y apellidos que prueban de nuevo el carácter codicioso, corrupto y voluble del emperador (H . S . XXIX). Se describe luego su actuación negligente en el mantenimiento del servicio de postas y la red de espías (H . S . XXX 1-16). Tras contar una pequeña anécdota que muestra la estrecha mentalidad del emperador (H . S . XXX 17-20: no permitió que un rétor fuese el dueño del paraje de Porfíreo por las connotaciones «imperiales» de este nombre) Procopio cierra el libro hablando del trato humillante que dieron Justiniano y Teodora a los senadores en el ceremonial (H . S . XXX 21-31). La mención de Teodora junto a Justiniano en el final del libro no deja de ser significativa una vez más de la concepción que tenía Procopio del gobierno solidario de la pareja imperial. Las últimas palabras de Procopio van dirigidas a las dudas que tienen los romanos sobre el destino de las riquezas del imperio: sólo la muerte de Justiniano desvelará la verdad.

Esta rápida panorámica por el contenido de la obra creo que sirve para descalificar las opiniones de algunos estudiosos que piensan que la obra es una amalgama confusa de escritos diversos73 . El plan general de la obra es claro. La primera parte está destinada a relatar los motivos de las actuaciones de Belisario en sus campañas de Persia e Italia, para lo que Procopio debe extenderse a veces excesivamente en el transfondo de su relación con Antonina (H . S . I 11 - V 27). La segunda sección, muy breve, añade algunas informaciones a su relato de la campaña de África en las Guerras (H. S . V 28-38). A partir de ese momento Procopio se centra en la política interior del gobierno de Justiniano, dividiendo su exposición entre una caracterización previa de los orígenes y personalidad de Justiniano y Teodora (H . S . VI - X 12) y una enumeración pormenorizada de sus perniciosas acciones (H . S . X 13 - XXX 34). Es verdad que en los capítulos finales se observa cómo el material en cierto modo desborda a Procopio, que acumula historias y datos, pero no menos cierto es que nuestro autor se esfuerza en todo momento en seguir un orden lógico y coherente a la hora de exponer los hechos, algo que se encarga de subrayar constantemente, tal como hemos podido ver, con frases de transición o recapitulación entre un tema y otro. Se puede aducir que la tensión entre el propósito de hacer una exposición ordenada y el deseo de relatar todo cuanto pudiera desacreditar a Justiniano y Teodora no ha sido resuelta satisfactoriamente por Procopio, que no contaba aquí con la cómoda guía que le proporcionaba una exposición cronológica y geográfica como en las Guerras . Pero ello no significa que estemos ante una masa desordenada de escritos, aunque cabe pensar que los desequilibrios en su estructura sean debidos a que la obra se compuso en dos fases74 . Es también probable que la obra carezca de una revisión final que hubiera podido limar muchas de estas desigualdades en la exposición75 .

Por otra parte, es innegable que la mayoría de los hechos expuestos a partir del capítulo VI tienen escasa o nula relación con lo expuesto en las Guerras , pero esto es debido a que las Guerras se centraban en las campañas militares y no en la administración del imperio (con notables excepciones al hablar de la revuelta de la Nika o de la peste). Sería por ello un error pensar que Procopio se aleja de su propósito inicial de proporcionar en la Historia Secreta una visión complementaria de los hechos narrados en las Guerras . Es muy probable que el silencio sobre los aspectos de política interna en las Guerras se debiera no sólo a la concepción de esta obra, sino a la incapacidad sentida por Procopio de tratar honestamente estos aspectos sin faltar a sus convicciones. Quizás ese fue el motivo que le impulsó a seguir precisamente una exposición histórica atípica, centrada no sólo en un marco geográfico, sino en un relato esencialmente militar de las campañas emprendidas por los generales del imperio. El creciente descontento de Procopio con la situación política, que le lleva a incluir cada vez más reflexiones sobre personajes de la administración central (especialmente en Guerras VII) puede explicar su deseo de escribir un libro como la Historia Secreta , en el que no sólo añada algunas claves para comprender las campañas militares, sino que también dé su propia visión sobre la política interna de Justiniano que no pudo ofrecer en las Guerras , de las que la Historia Secreta se convierte así en un perfecto complemento76 .

La explicación ofrecida de la estructura de la Historia Secreta permite no sólo entender su estrecha relación con las Guerras , sino que es ya de entrada un argumento en favor de la autoría de Procopio. Esta autoría hoy no es ya discutida por nadie, sobre todo después de que Felix Dahn hiciese un minucioso estudio estilístico de los estrechos paralelos de la Historia Secreta con las otras obras de Procopio77 . Las constantes referencias de Procopio a pasajes de las Guerras78 así como la visión coincidente que transmiten ambas obras sobre la política de Justiniano79 bastan también por sí solas para descartar a un falsario que se hiciese pasar por Procopio (la tesis más en boga durante siglos), pues un grado de compenetración tal con los escritos y las intenciones de un autor es algo realmente inconcebible. Con todo, pese a que nadie duda hoy ya de la autoría de Procopio, sí que hay muchas dudas sobre la sinceridad de los motivos que le llevaron a componer este escrito. Para poder abordar este problema, es preciso sin embargo considerar el de la fecha de su composición.

2.2. Fecha de composición

En varios pasajes de la obra80 Procopio señala que escribe en el año 32 del reinado de Justiniano, lo que supondría una fecha de composición en torno al año 558-559 si consideramos su nombramiento como emperador por Justino el 1 de abril del 52781 . Sin embargo Procopio considera en varios pasajes de la Historia Secreta que el reinado efectivo de Justiniano empezó en realidad desde el ascenso al poder de su tío Justino y de hecho atribuye a Justiniano hechos que sucedieron durante el reinado de éste, entre el 518-52782 . De acuerdo con esto Haury pensó que la obra fue compuesta en el año 550, pues Procopio computaba los 32 años a partir del 51883 . Esta idea ha sido aceptada por casi todos los estudiosos84 por varias razones. En primer lugar, consideran que la composición de la Historia Secreta se entiende únicamente si tuvo lugar prácticamente al mismo tiempo que las Guerras , ya que en el proemio (H . S . I 3) Procopio indica que el objetivo de la obra es proporcionar las verdaderas causas de los acontecimientos narrados en los libros previos de las Guerras , algo que es concebible en el año 550, pero difícilmente en el 558, considerando que, pese al añadido del libro VIII, Procopio no menciona ningún acontecimiento de los años 550-553 comprendidos en ese libro, ni de los años posteriores hasta el 558. Además Procopio no podría haber dicho en el año 558, tal como declara en H . S . I 1, que había narrado las guerras de los romanos hasta ese momento (lit. «hasta ahora») puesto que incluso contando con el libro VIII de las Guerras , su historia concluye en el 55385