IDEA - Alejandro Mascó - E-Book

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Alejandro Mascó

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"No tenemos mucho registro de lo que significa la aceptación de la diversidad ni del impacto que generamos en el otro cuando nos alegramos por su felicidad, por su plenitud. Abrir nuestro corazón y entenderlo, nos acerca, nos une y nos hace más humanos". IDEA. Inclusión, diversidad, equidad y accesibilidad es el resultado de dos viajes. El primero, interior, implicó recorrer el camino de la diversidad en la vida personal. El segundo, tuvo y tiene como meta ofrecer esa experiencia.  IDEA. Inclusión, diversidad, equidad y accesibilidad es una invitación a descubrir, comprender, aceptar y abrazar lo diverso. A cuestionar cómo lomiramos en los diferentes aspectos de nuestra vida cotidiana, ya se trate del género o la sexualidad, de la fe, la etnia o la ideología, del ámbito educativo o el laboral, e incluso de la discapacidad. A reconocer y desafiar nuestros sesgos. A preguntarnos cuál es la parte que nos toca en la construcción de un nuevo paradigma de inclusión.

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Alejandro Mascó

IDEA

Alejandro Mascó

IDEA : inclusión : diversidad : equidad : accesibilidad / Alejandro Mascó. - 1a ed revisada. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Temas Grupo Editorial, 2022

Libro digital, Amazon Kindle

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-987-8387-62-8

1. Inclusión. 2. Acción Social. 3. Discriminación Social. I. Título.

CDD 658.001

© Alejandro Mascó, 2022

© TEMAS Grupo Editorial SRL, 2022.

Cerrito 136 Piso 3°A. Ciudad Autónoma de Buenos Aires C1010AAD. República Argentina Teléfonos: (5411) 4381.1182 o 4383.6336www.editorialtemas.com

ISBN 978-987-8387-62-8

1ra. edición, diciembre de 2022

1ra. edición digital, enero de 2023

Diseño de cubierta: Alexis "Koco", Creativo de Gimlet Agency

Corrección general: Julieta Berardo

Comité TEMAS Grupo Editorial

Dirección : Jorge Scarfi

Supervisión general: Betiana Cabutti

Diagramación editorial: Editorial Autores de Argentina

Conversión a formato digital: Libresque

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 Prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos de este libro en cualquier forma y medio sin previo permiso por escrito de los autores y/o titulares de Copyright.

Índice

CubiertaPortadaCréditosDedicatoriaAgradecimientosCarta a AleIntroducciónReligión, fe y diversidadReligión y diversidadAntiguo TestamentoEl judaísmo y la homosexualidad hoyNuevo TestamentoEl cristianismo y la homosexualidad hoyOtras Iglesias cristianasIslamOtras religionesTrabajo y diversidadGeneraciones y diversidadParadigmasGeneracionesDiversidad social y culturalMujer y diversidadDiversidad y discapacidadDiversidad sexualGlosarioDiversidad étnicaDiversidad y políticaConclusionesSobre este libroSobre Alejandro Mascó

Para los que se animan, luchan y sueñan.

Para los que abren su mente y su corazón.

Para los que están dispuestos a seguir aprendiendo.

Para vos, que me estás leyendo.

Agradecimientos

Gracias a Sofía, Juana, Felipe y Alejo, soles de mi vida. El camino recorrido y el esfuerzo realizado hoy me demuestran que luchar por los sueños es lo más lindo de la vida. El amor que siento por ustedes es infinito. Gracias, Gus, amor de mi vida, por caminar juntos durante ya veinticinco años y habernos animado a esta historia de amor con cuatro hijos.

 

Gracias, mamá y papá, por la fortaleza que me transmitieron para alcanzar los sueños de la vida. Sin ustedes, no lo hubiese logrado.

Gracias, Marinés y Juampi, pilares desde siempre. Inmensamente agradecido por lo que son.

Gracias Bety, mi querida suegra, por romper con amor todos los paradigmas.

 

Gracias a todos mis jefes, Julio, Arthur, Steve, Daniel, Gustavo, Roberto, Antonio, Javier, Olivier, Jean Claude y Sarah, por dejarme ser.

Gracias, Marisol y María, por empujar mis sueños desde hace tantos años.

Gracias, Diana, Diego, Érica, Andrea, Ana, Tati, Marcelo y Damián, por estar siempre.

Gracias, Laura, por acompañarme a compartir lo sentido.

Y obvio, Tía Nené, donde estés, gracias por darme siempre tu fortaleza para que siga soñando.

Carta a Ale

Estamos agradecidos.

Somos del siglo pasado, con sobrenombres del siglo pasado: Beba y Pepe.

¿Qué nos pasó?

El tercero de nuestros hijos, Alejandro, fue amado y educado como los dos que lo precedieron.

Seguimos la tradición, como era la costumbre. Nuestros padres, descendientes de españoles e italianos, hicieron lo mismo con nosotros. La familia, la escuela de Sarmiento, los valores del cristianismo y del judaísmo.

Y, sí, un día nos comunicó con lágrimas en los ojos que era gay.

¿Cómo? ¿Un hijo homosexual ahora, a nuestra edad?

 

Si los valores en los que fuimos tallados no iluminaban para aceptar la diversidad, estábamos fritos. Y por eso vale aclararlos con la mejor síntesis de la que teníamos y tenemos conocimiento: las páginas del Libro de los libros que habíamos aprendido a hojear de jóvenes.

 

Dos fragmentos imprescindibles.

Del Antiguo Testamento, los Salmos que nos regalaron los poetas. Salmo 84:

“El amor y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se abrazarán, la verdad brotará de la tierra y la justicia mirará desde el cielo.”

 

Del Nuevo Testamento, los Evangelios de Jesucristo en una apretadísima síntesis:

“La verdad te hará libre.”

 

Teníamos cinco nietos: Paula, Javier, Cecilia, Matías y Santiago. Y llegaron los cuatro tuyos: Sofía, Juana, Alejo y Felipe.

Nos hiciste crecer.

¡Gracias, Ale!

Beba y Pepe Mascó

Introducción

Abro estas páginas con cinco palabras que tengo dando vueltas por mi mente. Cinco palabras importantes. Cinco palabras que son el corazón y el fundamento de todo lo que quiero transmitir:

diversidad,respeto,amor,libertad,fe.

No sé si es el orden correcto, pero así salieron.

Para mí, la diversidad fue siempre un motivo de reflexión y, sobre todo, una manera de ser y de estar en el mundo.

El respeto a la diversidad –propia y ajena– es una tarea que nos trae a diario aprendizajes valiosos y que, por más abiertos que seamos, siempre nos presenta un nuevo desafío.

El amor es esa red invisible que nos sostiene y que guía nuestros actos.

La libertad es el valor que surge de la seguridad que nos brinda el amor.

La fe es la luz que vive en nosotros y que se enciende, más intensa y más brillante, cuando el espíritu flaquea.

Estas cinco palabras son las que me impulsan a transmitir mis pensamientos y a compartir mis experiencias. Las cinco atraviesan mi vida y este libro. Ojalá quienes lo lean también las hagan propias. Cada oportunidad que tenemos para repensar lo que tenemos como seguro nos hace más humanos, más cercanos.

Si esas cinco palabras guiaron el recorrido que me trajo hasta este libro, otras cuatro son las que le dan nombre: inclusión, diversidad, equidad y accesibilidad. ¿Por qué? Porque creo que representan la meta hacia la que debemos caminar, porque son el objetivo a alcanzar y porque, juntas, sus iniciales forman la palabra “idea”, esa chispa a partir de la cual los seres humanos podemos cambiar el mundo.

 

No tenemos mucho registro de lo que significa la aceptación de la diversidad ni del impacto que generamos en el otro cuando nos alegramos por su felicidad, por su plenitud. Abrir nuestro corazón y celebrar la felicidad del otro, que ha seguido caminos que tal vez no eran los que hubiéramos esperado, verlo encontrar su deseo, eso nos acerca y nos une.

Cuando pienso en mi vida, en las decisiones, en los hitos del recorrido, ¿fue suerte? ¿O fue esa red de amor que se construye durante años y que sostiene? ¿Fueron los demás que me entendieron? ¿O fui yo que, al ser tan honesto con lo que sentía, los dejé sin argumentos para oponerse y los llevé por un camino mucho más amoroso? Fue todo eso, ¿y qué más?

 

Pensar la diversidad no es simplemente enfocarse en la diversidad sexual. Todos tenemos algo por lo cual somos diversos en la vida. Y todos tenemos diferencias. Algunas son más pronunciadas que otras. Algunos tienen diferencias que la sociedad encuentra más criticables o difíciles de aceptar, y eso genera dolor.

En general, las diferencias nos producen angustia porque desnudan nuestra dificultad para entender lo diverso. Muchas veces, generan angustias a los que las viven por su propio proceso. Otras veces, generan angustia por la mirada externa, que tiene un sesgo de crítica constante.

Es el deseo de poder ayudar a que pensemos distinto lo que me hace escribir este libro, porque cuando uno ayuda o cree que ayuda a los otros, también se está ayudando a sí mismo. En este caso, ayudarnos a pensar de una manera diferente. A desafiar esos “saberes” que nos atraviesan y que damos por ciertos. A encontrar en nosotros mismos las zonas grises; los propios miedos que podemos transformar en desafíos que nos hagan más empáticos, más humanos. Que entendamos la vida del otro.

 

Como siempre digo, lo diferente no está ni bien ni mal, y aceptar las diferencias marca nuestra posibilidad de evolución como seres humanos y nuestro respeto por la libertad propia y del prójimo.

Con el paso del tiempo, entendí que el respeto es uno de los pilares de nuestra relación con los otros. Que tenemos que ser flexibles para comprender que sus elecciones son diferentes de las nuestras porque las cosas que viven son diferentes. Que nuestros juicios y prejuicios pueden estar fundados en la falta de conocimiento. Que las posturas categóricas pueden transformarnos en personas duras y poco empáticas. Y que muchas veces, lo que nosotros pensamos que son decisiones, en verdad, son los caminos que al otro le tocó vivir. Tal vez, no tuvo tanto tiempo para realizar un análisis como tenemos nosotros desde afuera para analizar y juzgar. Solamente tuvo el tiempo para poder animarse a vivirlo.

La frase de autorreferencia “Yo soy conservador en estos temas” parecería que nos permite tener una mirada así. Sin embargo, cuando la decimos, no pensamos que podemos estar lastimando a otro por no ser capaces de preguntarle: “¿Por qué pensás así? ¿Por qué te pasa esto?”, o por darnos cuenta de que no pudo elegir.

 

Cuando pienso en mi historia y en las diferencias –y no hablo sobre la homosexualidad, sino de mucho antes de tener registro de esto–, me doy cuenta de que yo me sentía una persona diferente porque en mi adolescencia hacía cosas que eran paradigmáticas. Siempre fui –y siempre seré– un caradura. Muy caradura. Desde chico, me animaba a subirme a un escenario y hablarles a cientos de personas. Me sentía un líder.

Frente a las críticas a una persona, me gustaba señalar las injusticias; opinar, discutir, dar mi punto de vista. Eso es algo que sigo haciendo, ya no con la frescura y la soberbia propias de la adolescencia. Pero, de alguna manera, sigo haciéndolo porque siento que desde ese lugar puedo despertar a algunas personas que, sin actuar con maldad, no se dan cuenta de que están hiriendo a un semejante.

 

Sé que a veces soy muy desafiante, como por ejemplo una vez que estaba en una reunión en la que alguien se refirió a otra persona como “el puto”. No lo dijo como insulto, más bien parecía no recordar su nombre y sí recordaba su condición sexual. Lo dijo como podría haber dicho “el gordo”, “el grasa”, pero, en esos casos, me gusta marcar una línea muy definida, entonces le respondí: “Perdón, ¿es más puto o menos puto que yo?”. Cuando uno interviene de esa manera, la respuesta inmediata es el pedido de disculpas porque la persona presume que me lastimó a mí. En realidad, no es así. A mí no me lastima, simplemente no es una manera correcta de hablar de otra persona, sea quien sea. La diferencia puede ser sutil. Sin embargo, hay una profunda discriminación cuando uno se dirige a alguien o habla de otro identificándolo con rasgos personales. Ni “el puto”, ni “el negro”, ni “el grasa”, ni “el gorila”, ni “el cabeza”. Aun dichas “cariñosamente” –algo que en algunos casos es posible por la confianza o la familiaridad con otras personas–, esas etiquetas que están instaladas en el lenguaje cotidiano encierran un inocultable grado de agresividad.

 

La homosexualidad no se elige. Sí se elige cómo vivirla. No es fácil. Pero es así. Yo elegí vivirla plenamente, y en esa elección tienen mucho que ver mis hermanos. Ellos fueron los primeros pilares incondicionales. Con la que hablé primero sobre lo que sentía que me estaba pasando fue con mi hermana Marinés. Y su respuesta fue una visión que siempre me acompaña: “Caminemos juntos, Ale, para encontrar el camino”. Mi cuñado, Ricardo, me dijo: “No quiero que vengas a casa solo, vení con el novio que tengas. Si no, no vengas”. A mi hermano, que es médico y, por lo tanto, la visión que yo tenía de él era la de un hermano muy cercano pero conservador, le dije que no quería que se angustiara y él me respondió: “Si me angustio por lo que me estás contando, urgente pedime un turno con un psicólogo porque seguramente lo que me pasa no tiene que ver con tu vida. Yo estoy para estar con vos, hermano”.

Mi cuñada, Gaby, que es de pocas palabras, me dejó un mensaje en el contestador –en esa época había contestadores– esa misma noche en que había hablado con Juampi, donde decía: “Te amo, cuñado”. No tuvo nada más que decir. Eso lo decía todo.

 

¡Mis amigos! Estaban los que me conocían de toda la vida y no entendían por qué había organizado una comida para contarles lo que me pasaba: “¿A esto vinimos?”. Toda una preparación impresionante para comenzar a charlar. Y cuando llegaba el momento, me miraban preguntándose “¿Todo esto para esto?”.

También estaban los amigos que fui conociendo siendo quien era, y que no se planteaban nada. Habrá seguramente algunos que prefirieron no acercarse. Baja puntos ser amigo de un gay: “Si sos amigo, es por algo. ¿Será contagioso?”. He escuchado muchas veces decir cosas como “Mi hermana no quiere que vea a mis sobrinos porque dice que soy un mal ejemplo”. Ojalá puedan algún día abrir sus cabezas y sus corazones.

 

Mis padres me acompañaron. Mucho. Fuerte. Incondicionalmente. Cada uno a su manera. Mi papá tuvo el amor y la sabiduría de estar muy presente: “¡Te amo, hijo! ¿De qué me estás hablando? Te amo”.

Mamá lo procesó diferente, hasta que dijo, con el inmenso amor de siempre: “Ya está”. Y ahora la veo con mis hijos y es conmovedor. Ver abrazar y jugar a mamá con sus nietos me enseña que yo también tengo que saber respetar con amor los tiempos de los otros, sin enojarme. Ver a mis viejos tirados con sus años en el suelo con sus cuatro nietos encima es una foto que habla por sí misma. Sin barreras, aman a sus nietos, obviamente, porque con cuatro más, ahora tienen nueve, pero también saben que el estar tirados en el suelo, para mí, que soy su hijo menor, es una imagen que sigue construyendo la fortaleza de la libertad de la vida. Ellos lo saben.

 

Si quiero ser actor, pero el mandato familiar dice que tengo que ser abogado, no tiene sentido que estudie Derecho. Y si estoy en cuarto año de Derecho y quiero dejar, tengo que hacerlo porque me faltan dos o tres años más, y son dos o tres años que le quito a mi vida y a mi deseo. Es muy triste no poder luchar por lo que uno ama y, en vez de cumplir sus propios deseos, tener que cumplir los de otra persona. La vida es demasiado corta para eso.

 

Nunca dudé en vivir con intensidad lo que me pasaba porque estaba convencido de que era la realidad. Y con la realidad se construye la felicidad. Seguramente, había algo en mi formación, en la educación que me dieron mis padres, que me hizo afrontar esa verdad con muchísima seguridad. Probablemente, eso mismo hace que mi visión sobre ciertas cosas de la diversidad sea acotada. Mis padres me enseñaron valores por los cuales luchar, me impulsaron a que buscara ser feliz, a que buscara el amor y a que me jugara por lo que quiero. Hicieron todo eso sin pensar que yo era homosexual. Papá un día le dijo a mamá: “¿Cuántas veces le dijimos a Ale que luchara por sus sueños? ¿Cuántas veces se lo repetimos desde niño? Nos escuchó y nos hizo caso”.

 

Porque, para mí, la homosexualidad fue un tema, pero no fue el tema de mi vida. Fue un tema más, como otros que uno lleva en la vida y que los va desarrollando. No hice que este tema fuera el tema de mi vida, digamos; este es un tema más como otros que tengo. Creo que eso me permitió vivirlo como una parte más de lo que soy. Entonces, no fue una parte estructural.

 

También es cierto que me cuesta callar lo que pienso, que mi primer impulso es rebelarme frente a lo que considero injusto y señalarlo. La mayoría de las personas presta poca atención a lo que dice, o cree que conoce un tema, y en realidad sabe muy poco. A esas personas me gusta hablarles porque con una pregunta se desarma toda la estructura de prejuicios y de frases hechas de la que a veces ni siquiera son conscientes. Hablar de las cosas que no se hablan, en verdad, es hablar de lo que nos pasa. Y muchas veces, es lo que nos pasa en la familia, en el grupo de amigos, en el trabajo. Sabemos de cosas que no ponemos en palabras, con un corazón abierto, para que aquella persona pueda sacarse un tema enorme de su espalda. Cuánta gente cerca en nuestras familias sabemos que esconde algo y en verdad no lo esconde, lo que sucede es que nosotros no queremos visualizarlo. ¿Y sabemos la angustia que podemos estarle generando a esa persona? ¿Preferimos negarlo y que nadie se entere? ¿Nos da vergüenza? ¿Un ser querido que decimos amar nos da vergüenza?

Frente a la dificultad, para adelante. A construir posibilidades. Siempre. Y a entender que el amor y el respeto están por encima de todo.

 

Yo no hago de mi diversidad una bandera. Nunca hice de mi homosexualidad una bandera. Yo milito con mi vida, con cada cosa que hago. Obviamente, en mi historia personal hay hitos que fueron marcando mi proceso evolutivo. Pero creo que lo más significativo ha sido siempre jugarme por algo. Por el deseo o como quiera que se llame. Jugarme por eso y transitarlo en los momentos más fuertes y en los más débiles. En los más luminosos y en los menos luminosos.

 

¿Cómo transmitir esto en un escrito? ¿Cómo explicar la importancia de jugarse por lo que uno cree? Y si a los otros no les gusta, ¿qué voy a hacer?, ¿voy a dejar de vivir por lo que dirán? Hace unos años, pude poner en palabras algo que me parece central. La idea de que la homosexualidad es una elección está muy difundida. Mucha gente piensa eso. Y no. Como mencionaba antes, la homosexualidad no se elige. No existe una ley que la valide y la legitime. Lo que sí se puede elegir es cómo vivir la homosexualidad. Y para mí eso es lo importante. Porque yo puedo elegir vivirla con frustración, a escondidas, tener una doble vida con esposa e hijos, dibujarla, mentirme... Eso le pasó a mucha gente. No está ni bien ni mal. Es lo que cada uno puede hacer y es la manera en que cada uno puede transitar su vida.

Yo podría haberme encerrado en un seminario y estar ahí toda mi vida. Ser cura y ser célibe o tener un novio. Pero elegí otra cosa. Elegí tener una familia. Una pareja desde hace veinticinco años, cuatro hijos. Esa es mi vida. Soy consciente de que hay gente que no acepta lo que yo elegí. También sé que no puedo hacer nada para cambiar sus pensamientos y que mis convicciones y mis valores son mucho más fuertes que los prejuicios de los otros. Pero, si me lo permiten, les puedo contar que luché por mis sueños, que busqué mi felicidad, que busqué amar como lo buscaron ellos. Y el legado más grande que quiero dejarles a mis hijos es que los sueños deben hacerse realidad, porque nadie vive por vos. Animate a vivir tu vida.

Religión, fe y diversidad

Buenos Aires, 28 de abril de 1987

Señor.

Abre mis labios y mi boca proclamará tu alabanza.

Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme.