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En este número de la serie Vindictas. Poetas latinoamericanas, Carmen Lucía Alvarado presenta una breve selección de la poeta guatemalteca Isabel de los Ángeles Ruano, una voz inusitada y cuasi inédita de la poesía latinoamericana de entresiglos.
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Seitenzahl: 29
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Índice
Nota introductoria
Alas de su nombre
Carmen Lucía Alvarado Benítez
De Cariátides
Alas de mi nombre
Los del viento
Del irse cotidiano
Dolor
De Tratado de los ritmos
Los desterrados
De Tratados de las olas
Mis furias
La noche
Los cantos se hacen solos
Imágenes destruidas
Sin ningún itinerario
El verbo
De la nada provengo
De Los muros perdidos
III
X
XV
XVIII
XXII
XXVI
XXXVI
XLI
XLII
XLIII
XLVII
De Canto de amor a la Ciudad de Guatemala
Himno al retorno
El diseño de mis funerales
De Iconografía del tiempo
Fantasmagoría
Fogatas de memoria
Notas al Pie
Aviso legal
Carmen Lucía Alvarado Benítez
¿Cómo decirles que nací con la palabra, que no soy como todos?
I. Á. R.
Hacer esta selección no fue sencillo. No podía serlo. Es una obra monumental la de Isabel de los Ángeles Ruano, y ante una obra así, las selecciones se tornan complicadas. Nunca se queda atrás la sensación de estar dejando lo esencial en el camino. Y sin embargo, confío en que los ojos lectores de estas páginas comprendan que esta es apenas una puerta que se abre ante una escritura desbordada de imaginación, pensamiento, intuición y un lenguaje preciso.
Es curioso hablar de precisión en la poesía cuando lo que hacemos ante ella es un trato: en un poema el lenguaje muta, se adapta para abarcar lo que se pueda de comunicación, pensamiento e intuición. También ritmo. No se puede hablar de poesía ni de Isabel de los Ángeles Ruano sin mencionar el ritmo. Su conciencia de habitar en la delgada línea que divide a la poesía del canto le dio desde sus inicios una identidad propia a su escritura.
El primer poema que leí de Isabel se llama “Los del viento”, es de su libro inicial, Cariátides. Título que, por cierto, vio la luz a mediados de los años sesenta en México. De esos años y de esa escritura que parecía ser la poesía nombrándose a sí misma, mucho se dijo, y sin embargo —como el viento que nombra en su poema— esas palabras se fueron volando y quedó, entre aquel recibimiento y los años futuros de la poeta, un pacto de silencio.
Pero quiero volver al poema. Tenía yo 18 años y recién había llegado de mi ciudad, Quetzaltenango, a vivir a la Ciudad de Guatemala. Ya tenía la idea de una poeta que caminaba las calles del Centro, vestida con traje de hombre, vendiendo lapiceros y poemas. Pero sólo eso. Tomé el libro delgadísimo y morado, de formato parecido a los libros infantiles, con un retrato al oleo encerrado en un cuadrado y letras blancas y grandes: Los del viento, Isabel de los Ángeles Ruano.
Puedo escribirlo de memoria:
Nosotros, los del viento
los que llevamos versos incrustados
al centro del timón de nuestra sangre.
Nosotros, los portadores de enredaderas turbias
nacidas en lo incierto de la raza
Sí, los que llevamos el destino broquelado
más allá del color de nuestro sexo
más allá de las voces de la herencia
más allá del color de nuestro grito.
Sí, iremos cantando, cantando,
como si no germinaran las palabras
y no fuera prestado nuestro aliento;
como si en verdad la luz nos recubriera
y no tocara la muerte a nuestra puerta...