Jared y los maestros de las estrellas - Marianella Soto - E-Book

Jared y los maestros de las estrellas E-Book

Marianella Soto

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Beschreibung

"Deberían haberme visto arrodillarme frente a una magnitud de constelaciones". El cielo estaba repleto de estrellas como si en ellas pudiera hallar algún milagro o alguna respuesta que todo lo solucionara. Estaba tan exhausto y en el fondo ¡estaba tan molesto de que brillaran tanto! Eran tan hermosas y yo tan vacío. No quería estar enfadado pero parecían burlarse y saberlo todo. En ese momento solo quería subir por toda la constelación y gritarle al universo cuánto me dolía, cuánto la extrañaba, y cuántos milagros se necesitaban para arreglar esto. Me preguntaba si los maestros de las estrellas podían verme o si en esta galaxia, todo estaba ya perdido. Mi nombre es Jared y en este viaje comprendí una sola cosa: en mi universo, nada regresa hacia atrás..."

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Soto Bernardi, Marianela

Jared : y los maestros de las estrellas / Marianela Soto Bernardi. - 1a ed . - Córdona : Tinta Libre, 2018.

300 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-708-358-3

1. Novelas Fantásticas. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,

total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor. Está tam-

bién totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet

o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidad

de/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2018. Soto Bernardi, Marianela

© 2018. Tinta Libre Ediciones

Durante esta historia espacial, existe una promesa cósmica que será revelada en su final...

Respiren hondo, abróchense los cinturones, ¡y buen viaje!

Capítulo 1

Los telescopios galácticos

En la silenciosa calma del universo, las diferentes galaxias brillaban resaltando sus increíbles formas, que en la lejanía se apreciaban. Dentro de la constelación C-327, como técnicamente los geoespacialistas la llamaban, todo se hallaba tranquilo bajo la estrellada noche. Desde lejos, el planeta de Jared era uno de los más brillantes de su sistema. Algunos libros del espacio explicaban este fenómeno por la gran tri-vialáctea que en él surgía. Sobre un acantilado rocoso, cerca del pueblo, nacía el majestuoso conjunto de estrellas más extraordinario y visitado por todos los planetas cercanos.

En una noche con el cielo despejado, Jared, un joven encantador, preparaba su maleta para viajar a donde su abuelo había crecido y, hacía un tiempo, partido del mundo físico. Para Jared, él siempre había sido una de las personas más importantes, como también para todos en su familia. Con una gran reputación en su pueblo, su abuelo había sido el único de todo su árbol genealógico en formar parte del gran Ejército Azul, ejército cuya misión era custodiar su planeta y las partes de la galaxia donde se hallaban. Al haber soñado con él varias noches, Jared decidió volver después de tanto tiempo a aquella casa que tanta felicidad le había traído y que, llena de recuerdos, aún inmortalizaba las anécdotas e historias del espacio que desde pequeño le platicaba. En su corazón, Jared lo amaba; siempre le había enseñado a mirar las estrellas de una forma diferente, y ahora, ya sin él, sin sus consejos, lo echaba mucho de menos.

Mientras alistaba su campera negra, una gran tristeza lo invadió por la situación en la que se hallaba. Con lágrimas en los ojos se cuestionaba todo su presente. Perder a alguien amado, como su abuelo, era un vacío eterno, pero perder a alguien que había decidido marcharse de su lado por voluntad propia era un torbellino de interrogantes que lo comenzaba a arrastrar. Después de todo, su novia se había marchado tiempo atrás, y contra ello nada podía hacer.

Cerca de su ventana, las dos lunas de su planeta comenzaban a acercarse entre sí. Pronto los satélites quedarían uno tras otro por unos segundos, y observando el momento “Kali” de sus lunas, momento en que se convertían en una, decidió continuar armando su bolso para el viaje. Jared aún permanecía enamorado y sin respuesta alguna, esperaba llegar al único lugar donde todo lo más hermoso de su vida siempre había comenzado.

***

Sobre el pequeño pueblo donde las tri-vialácteas nacían, se encontraba uno de los observatorios más grandes de todo su sistema. Los astrólogos de distintas galaxias siempre se reunían en él a estudiar las treinta y cinco constelaciones que fácilmente desde allí se podían apreciar. El lugar estaba construido sobre un acantilado rocoso nombrado como “El camino de la luz” o “Explosión de estrellas”, según los primeros nativos del pequeño pueblo. Bajo el acantilado, un gran vapor blanco podía notarse fácilmente, mientras que tres inmensos caminos de estrellas nacían desde la oscuridad del precipicio hacia todo el espacio. Con carteles gigantes, los profesionales daban por advertido el peligro que corría cualquier ser que intentase bajar al nacimiento de las tri-vialácteas, que con grandes temperaturas podían acabar con cualquier vida que se les acercase. Solo los arqueólogos, buzos galácticos o rescatistas estaban autorizados a bajar por allí, y con mucha seguridad intentaban resguardar aquel magnífico lugar de la curiosidad de los visitantes.

La noche en que Jared viajaba para el pequeño pueblo, lo hacían también los astrólogos más reconocidos del universo. Todos en cada sistema los conocían como los astrólogos de Winser, cuyo grupo hacía honor al científico que había fundado la teoría de los Planetas Hermanos.

Los astrólogos de Winser eran un grupo muy selecto, podían hacer llorar de felicidad a las galaxias cada vez que hallaban a dos planetas hermanos. Eran los astrólogos más queridos, pero, a la vez, su labor implicabaaños luz de un sacrificio enorme. Pasaban encerrados todas las noches, calculando las distancias de cada constelación, estudiando cada planeta y cada forma de vida, sin cesar. Algunos decían que ellos eran la enciclopedia del universo, pero en vida.

Con apenas unos rayos del amanecer sobre su cara, Jared —que poseía el cabello oscuro, ojos claros penetrantes y una sonrisa impecable que heredaba de toda su familia— escuchó el sonar del timbre del tren. Cansado por el largo viaje, y con sus ojos hinchados por algunas lágrimas derramadas, bajó del transporte. Mirando hacia la gente reconoció la sonrisa de quien lo esperaba. Feliz, entre la muchedumbre abrazó a su primo, quien lo esperaba alegre por su visita. Conocía la situación emocional de Jared; Mirko tenía tantas cosas que contarle y una gran invitación que hacerle.

—¿Cómo has estado? ¡Tanto tiempo! —exclamódándole un apretónen la espalda a Jared.

—Aquí estamos, primo, aquí estamos —respondió Jared, sin ánimos para hablar de su vida.

—No puedo creer que justo hayas llegado…

—¿Llegado para qué? —preguntó Jared, con sospecha.

—Lo sé, aún no se ha difundido mucho la noticia, pero quizás el mejor desfile que tus ojos verán vaya a darse pronto.

—¿Es el desfile que creo que es? —preguntó pensativo el joven recién llegado, por la fecha, que no coincidía.

—¡Así es! ¡Se rumorea que lo van a adelantar! Aún no se sabe con exactitud, pero si es cierto, vamos a poder verlo como cuando éramos chicos.

—Como cuando estaba... —y luego del silencio ambos respondieron con nostalgia al mismo tiempo—: Como cuando estaba el abuelo.

Sin decir más por unos segundos, ambos jóvenes se marcharon.

Esa tarde, en el pueblo donde se encontraban, el movimiento del tránsito en las calles era muy notorio. Había muchos turistas de visita, y la llegada de los astrólogos de Winser había revolucionado a todos los que allí vivían. Pero no solo ellos eran esperados por todo el pueblo sino que también, cada tres años lunares, el Ejército Azul recibía a los nuevos integrantes de la militancia espacial. La gran base militar se hallaba en las afueras del pueblo, y Mirko, junto con Jared, siempre había escuchado todo sobre ellos.

En la casa de su abuelo, a lo largo de los pasillos, cuadros de él decoraban cada lugar del hogar. Aún sobre la pared se encontraba la fotografía invaluable del día en que, junto a su tropa, descubrieron el planeta hermano del de Jared. Aquel día había sido el momento más memorable en toda la existencia de su planeta, y, deteniéndose aver el cuadro, Jared se hallaba una vez más frente a la fotografía que tanto le fascinaba desde niño, pero ya sin su abuelo a su lado.

Luego de unos minutos, se dirigió a la pieza de huéspedes, donde notó los mismos cometas dibujados en el techo, como en su infancia. Al recostarse sobre la cama, los recuerdos vinieron a su mente rápidamente. «Cuánto te necesito, abuelo, todo esto es un desastre»,pensaba mientras recordaba también el día en que le había presentado a su novia.

Mientras Jared aún no soltaba el pasado, en la casa del Gran General se oía el ruido de platos y ollas desde la cocina. Su familia, feliz de recibirlo, lo esperaba con un gran almuerzo de bienvenida.

***

Lejos del pueblo, sobre una colina, los caminos perfectamente marcados con letras azules conducían a la gran sede del Ejército Azul. Rodeada por una gigantesca laguna y con un puente blanco sobre la entrada, la hermosa estructura les daba la bienvenida a los visitantes antes de que ingresaran por la puerta principal.

Observando el sitio desde lejos, se podía apreciar el escudo iluminado rodeado de siete esferas galácticas. Cada esfera representaba uno de los siete planetas de su sistema, al que ellos cuidaban. Debajo, el emblema con las palabras Orden, Firmeza y Voluntad Cósmicaresaltaba la filosofía que repetían cada día en aquel estricto lugar.

Esa tarde, dentro de las altísimas paredes, los comandantes del Ejército Azul, preocupados, recorrían los pasillos del establecimiento desde una de las salas más importantes hacia la junta en el salón Messier. Con un ambiente extraño y misterioso, las naves espaciales que regresaban de distintas galaxias aterrizaban en las pistas del ejército. Por diferentes señalizaciones, todos podían notar desde lejos qué naves eran de otros planetas, ya que las banderas plateadas solo se usaban para los aterrizajes interplanetarios.

Intrigados, desde las ventanas, los alumnos veían estos movimientos inusuales. Algunos creían que el alboroto se debía a la bienvenida de los nuevos ingresantes, pero otros, los más antiguos, sabían que algo no estaba dentro de los parámetros normales del protocolo de inicio.

Cada uno en su habitación, los mellizos Max y Kaxy se hallaban muy ansiosos y sin noticia alguna; los rumores de la tragedia que aún nadie se animaba a confirmar cada vez se hacían más fuertes.

Luego de prender sus uniformes de sacos azules, botones y hombreras doradas, que los hacían lucir más rectos aun de lo que debían ser, en silencio todos los alumnos y trabajadores del ejército se dirigieron hacia la conferencia preparada para toda la galaxia en la próxima hora lunar.

Cuando anochecía sobre el pueblo, en la casa donde habitaban los parientes de Jared también esperaban tan importante conferencia. Con todas las banderas del Gran General colgadas en las paredes, Jared y Mirko se sentaron en la sala de estar y encendieron la pantalla de comunicación junto a su abuela. Los astrólogos de Winser habían publicitado desde la base militar aquella reunión para toda la galaxia.

Mientras tanto, sobre el acantilado de estrellas, los camarógrafos galácticos esperaban ansiosos filmar la salida de los astrólogos desde el observatorio hacia el predio del Ejército Azul.

Vestido de blanco, el astrólogo Malver, junto al resto del equipo, estaba estupefacto al ver las fotografías de los restos de rocas que debían revelar. Mirándose a los ojos los cuatro, llenos de lágrimas, se lamentaban por la pérdida de aquel tan apreciado planeta. Respirando hondo pronto se dirigieron hacia las grandes pantallas de comunicación. Ninguno de ellos podía esconder la tristeza que sentía, más aun cuando debían ser los que reportaran lo que quedaba de aquel planeta a todas las constelaciones y galaxias donde la señal llegase.

Dentro del anfiteatro del ejército, los jóvenes hablaban mientras aún la conferencia no comenzaba. Por sectores, sentados en grandes tribunas doradas, se hallaban: los formadores de inicio (maestros de distintas áreas de estudio), los estudiantes de primer grado, los uniformados (rango de los que habían finalizado los estudios y ya trabajaban para misiones espaciales), y a su vez los trabajadores de cada área y servicio. En medio de un clima tenso, las grandes pantallas que cubrían todo el techo tridimensionalmente se prendieron. Mientras las imágenes de distintas partes de su hermosa galaxia rotaban, todos esperaban ansiosos la llegada de quienes darían comienzo a la conferencia.

En el escenario, se encontraba sentada la formadora de luz cósmica, una mujer de cabellos rojos cuyas orejas tenían dos cortes en la mitad, referente de la constelación de la que provenía. El formador de oro o formador dorado, como otros lo llamaban, poseía una túnica dorada y cabello claro, y era encargado de la inteligencia universal; los entrenadores Elis y Ferro, delegados de la resistencia física de cada alumno; el general Klarson, comandante de todo el Ejército Azul, quien esa noche vestía un traje negro con dorado.

De repente, las pantallas se prendieron en cada hogar. El momento había llegado. En cada sitio, hasta los más carenciados tenían una pantalla de conexión en sus manos. Y en silencio en el predio, parados rectamente, otorgaron la bienvenida a los astrólogos más esperados. Desde el hogar de Jared vieron subir a los científicos al escenario y saludar cordialmente a cada representante de la institución. Tomando uno de los micrófonos de luz estelar, que hacían que su voz llegase a cada pantalla sin necesidad de conexión alguna, el doctor Malver comenzó a hablar.

Instantáneamente las imágenes oficiales comenzaron a ser vistas por primera vez a través de las pantallas y del inmenso techo del ejército, que todos miraban asombrados. Al estar cubierto todo el lugar de la sala con un sistema de pantallas 3D, se sentían como si ellos mismos estuvieran dentro del universo. Lentamente las fotografías mostraron los restos de su amado planeta hermano, el planeta azul del sistema solar, como ellos lo localizaban, que había desaparecido inesperadamente cinco días lunares atrás.

Jared, impresionado, observó las fotografías tomadas por el telescopio en la sala de estar junto a sus familiares, quienes también se hallaban impactados. Pronto una sensación corrió por su cuerpo. Mirando a lo lejos la fotografía de su abuelo, quien había estado en la misión donde lo habían hallado, ahora veía las imágenes de aquel planeta, pero en pedazos. Rápidamente su planeta comenzaba a experimentar la pérdida más grande que jamás podría haber imaginado.

Todas las galaxias del cosmos sabían que los planetas hermanos eran planetas casi iguales en constelaciones distintas dentro del universo. Tenían tanta compatibilidad que hallarlo significaba poder compartir la diversidad de vida de ambos y crear más vida de la que ya en ellos existía.

Eran muy pocos los planetas hermanos hallados en todo el cosmos. Solo nueve habían tenido ese hallazgo invaluable. Y el planeta de Jared y el planeta azul del sistema solar habían sido encontrados hacía cuarenta y cinco años solares

Consternada, la sala del Ejército Azul quedó en silencio. «¿Cómo pudo haber explotado de esa manera? ¿Acaso nadie pudo salvarlo? ¿Dónde estaban los guardianes del Ejército Azul?», se preguntaban todos los alumnos rápidamente al ver aquellas imágenes de rocas y fuego dispersos por todo el sistema solar.

Pero cada respuesta comenzó a ser ofrecida por aquellos a quienes tanto les dolía informar todo lo sucedido.

—El planeta azul y sus habitantes sufrieron el impacto de un asteroide oscuro, inesperadamente, a las trece y veinte de su medición de tiempo. La nave c89 del Ejército Azul interespacial navegaba por el océano Pacífico bajo las profundas aguas cuando de repente, desde las torres de comunicación, perdieron la transmisión primero con la nave, y luego, desde nuestras bases, con todas las torres terrestres. Creemos que nuestra nave no pudo salir de las profundas aguas a tiempo, y luego, con la explosión, todos los infiltrados en el planeta Tierra, conocidos como los Logickans, también desaparecieron, al igual que los seres vivos, por la ola expansiva, el calor y la explosión global.

Al mirar las fotografías de los veintisiete Logickans, con rasgos humanos, que en el planeta Tierra vivían, las galaxias se hallaban impactadas.

—Aún estamos buscando todas las explicaciones posibles y seguiremos investigando este terrible hecho que nos hiere tanto como planeta, como civilización y como parte del universo. Deseamos poder aclarar sus dudas, pero por lo pronto es todo lo que podemos saber con seguridad. Prometemos seguir informando en cuanto estén todos los resultados —y mirando a todos los jóvenes uniformados desconcertados, el astrólogo Malver cerró la noticia con toda la tristeza que su ser sentía.

En silencio, Jared no podía evitar recordar las historias de su abuelo, de cuando había llegado a aquel planeta. No todos tenían permiso para ir hacia donde los humanos vivían en la actualidad, pero su abuelo los había conocido e incluso había sido él quien los había descubierto cuarenta y cinco años lunares atrás, en una misión en busca de otro planeta. Por accidente, se encontraron con lo que se conocía como planeta Tierra y, aterrizando sin permiso, hallaron a la civilización humana tan parecida a ellos físicamente que decidieron permanecer allí hasta encontrar el corazón del planeta, que diría si era o no su planeta hermano.

Atónitos, aún dentro del Ejército Azul, todos veían cientos de asteroides en llamas en cada fotografía que se seguía reproduciendo. Con un gran impacto y conmocionados comenzaron a retirarse del auditorio.

Los estudiantes, junto con los mellizos Max y Kaxy, sabían que ahora todas las galaxias hablarían de lo sucedido y de cómo el gran Ejército Azul no había podido evitar la tragedia de su planeta hermano. Con un nudo en sus corazones, dieron por terminada la transmisión de las primeras imágenes de lo que ya era una realidad.

Junto a la noche estrellada, cruzando el patio de la casa de su abuelo, Jared, Mirko y su abuela caminaban pensativos. En ese momento las dos lunas rotaban sobre su planeta, mientras que la única luna que poseía su planeta hermano aún giraba sobre su órbita sin nadie a quien alumbrar. Acompañando a su abuela, quien permanecía sin decir una palabra, se sentaron a mirar las estrellas con los ojos llenos de lágrimas.

—Es muy triste —exclamó su abuela sosteniendo el pañuelo del Gran General, quien había sido su marido.

Sus nietos la miraron y la dejaron continuar.

—No saben la emoción que tenía su abuelo cuando aterrizó de regreso de aquella expedición y bajó de la nave donde traían la mitad de la piedra del corazón de la Tierra para ver si era nuestro planeta hermano. Lo esperé tantas noches… Sabía que él estaba haciendo lo que más amaba, y eso me ponía feliz. Era tan apuesto, tan extrovertido, a veces ustedes me hacen acordar a él —dijo, entre las lágrimas que caían de sus mejillas—. El día que esa piedra se unió con la de nuestro planeta fue lo más hermoso que nos pudo haber pasado. Recuerdo que él estaba parado mirándola fijamente, no sacaba sus ojos de aquella roca de cristal, mientras que los comandantes que estaban a su cargo lo detestaban y amaban al mismo tiempo. Él había desobedecido todas las órdenes y había aterrizado de igual manera, para ver por qué éramos tan similares. Siempre había sido curioso, ¡y muy inteligente! —exclamó entre lágrimas y con su voz quebrada—. En esa exploración lo que hallaron fue el regalo más hermoso que pudieron hacerle a nuestro planeta.

»Lo más impactante fue que ese día estaban dos de los maestros de las estrellas de visita, con túnicas brillantes —una de un color purpura intenso y la otra de un color oro y rubí—, al lado de los comandantes de aquella época; pero nadie podía ver sus rostros. Todas las galaxias habían hecho conexiones para vernos, absolutamente todas, las espirales, las remolinos; fue como si el universo se hubiera detenido solo para ver si aquel milagro espacial era real. En cuanto sucedió, y ambas piedras de cristal armaron el corazón completo de los planetas hermanos, empezamos a llorar de la emoción. Todos lo hicimos. ¿Saben lo que es encontrar a tu planeta hermano? ¿Dimensionan lo que eso significa? ¡Nos sentíamos tan afortunados! ¡Y yo no podía estar más orgullosa de él! Recuerdo que por un tiempo todos queríamos viajar a la Tierra y decirle a los humanos cuánto los amábamos y todo lo que juntos podíamos hacer. Había tanto con lo que soñábamos… Incluso nosotros, que no estábamos dentro de ninguna misión espacial, soñábamos con algún día conocerlos.

Jared miraba el cielo mientras oía a su abuela. Se preguntaba si su abuelo podía ver todo lo que estaba sucediendo. Escuchar a su abuela hablar de él y de su infinito amor lo quebró más aún de lo que por dentro ya estaba. De repente todo estaba destruido, mirara por donde mirase; el caos no cesaba.

Luego de unos minutos, recostados en el pasto, Jared y su primo vieron a su abuela regresar a su hogar.

—Sabes, a veces pienso que el abuelo conocía a los maestros de las estrellas y nunca pudo contarnos sobre ellos —exclamó Mirko.

—Yo también lo creo —afirmó Jared mirando las estrellas—, siempre decía que el día que decidió bajar al planeta Tierra, él seguía las señales del universo. Me pregunto, ¿cómo sabía qué señales eran? ¿Acaso eran los maestros quienes lo guiaban? ¿Cómo lo supo?

—¿Cómo es que nunca preguntamos estas cosas cuando el abuelo aún estaba? —reflexionaba Mirko, ya con lágrimas cayendo sobre sus mejillas.

—Éramos tan chicos. ¿Cómo lo íbamos a saber?

—Hubiese deseado tanto entrar al Ejército Azul como él… Y ya fui rechazado dos veces, Jared. Dos. Lo he decepcionado tanto —exclamó su primo con voz quebrada.

—Yo tampoco he ingresado —respondió Jared, ya con un nudo en su garganta—. Quiero pensar que él no está desilusionado por eso —dijo, secando sus lágrimas mientras se levantaba del suelo y limpiaba su pantalón—. Solo espero que, donde sea que se encuentre, no lo esté —añadió, mirando el cielo por última vez antes de regresar a la casa.

En el silencio de la noche, Mirko no podía dejar de recordar a su abuelo e imaginar cómo se sentiría si aún estuviese con ellos. Mientras sus lágrimas aún caían por la angustia, los árboles de su patio brillaban más fluorescentes que de costumbre, debido a la cantidad de luz que absorbían de sus dos soles. Iluminado por las plantas, Mirko sentía que todo lo que era su abuelo ya había desaparecido.

***

Pronto los dos gigantescos soles del planeta de Jared saldrían desde hemisferios opuestos. Mientras todos los habitantes del pueblo dormían, luego de la impactante noticia, el mellizo varón, Max, integrante del Ejército Azul desde hacía cuatro años lunares, comenzó a prepararse, antes de que sonaran las alarmas del recinto que levantarían a todos los estudiantes del lugar. Cuando la mayoría aún descansaba, el joven de cabellos y ojos lilas hacía una rutina de entrenamiento para mover su energía antes de arrancar el día. Conocido en casi todas las clases, Max había desarrollado la habilidad de ser excelente en todo lo que hiciese, y sabiendo que era una promesa dentro del ejército, se capacitaba para ser el mejor buzo galáctico de la historia.

Entre tanto, Kaxy, su melliza, era una ingresante nueva dentro del ejército; la primera vez que ambos intentaron el ingreso, la joven no había rendido la prueba física dentro del área de buceo y tuvo que esperar las próximas fechas. Luego de descansar en su área, Kaxy despertó con el sonido de las alarmas del lugar. Después de alistar sus cabellos lilas, bien recogidos, y su uniforme de buceo, salió junto con las demás chicas.

Bajando por el ascensor de cristales azules, miraba cómo cada área del ejército comenzaba desde temprano sus actividades: los pilotos espaciales de trajes plateados estaban formados en el patio principal; los buzos del último año, con sus trajes negros metalizados, cargaban sus cascos; los pilotos de vehículos terrestres y los guardianes de la galaxia vestidos de celeste se dirigían hacia las afueras del predio. Todo estaba sumamente organizado, y la prolijidad era una vibración que podía sentirse desde lejos. Aún así, el peso de estar bajo la mirada de toda la galaxia era algo que comenzaba a notarse con el pasar de las horas.

Al llegar al primer piso, donde estaban las aulas, Kaxy se sentó junto a los nuevos compañeros, que ansiosos esperaban al experto en lagunas y mares intergalácticos: Liam Gen, un joven profesor de cabellos prolijamente peinados, guardapolvo blanco y ocho insignias, una por cada mar descubierto por él.

Kaxy, al ver ingresar al profesor, quedó atónita. Todas las chicas de su clase habían quedado sorprendidas por el temple con el que habíaingresado, y sin duda alguna, el joven irradiaba una sensación difícil de descifrar. Pero lo que más llamó la atención de Kaxy fue la pierna de aluminio con la que el profesor caminaba sin dificultad. Luego de observarla con fijeza, inmediatamente regresó su mirada al rostro del profesor. No quería que notase que muchos hablaban de él por ser el primer explorador de mares con una pierna magnética. Con sus ojos verdes y su cabello un poco más largo de lo habitual, el profesor se paró frente a todos los jóvenes y exclamó:

—Quería darles la bienvenida a la primera clase de buceo del Ejército Azul. Todos han pasado pruebas de mucha resistencia y conocimiento, así que mis felicitaciones a todos están más que dadas. Soy el profesor Liam Gen, encargado de enseñarles cómo bucear en las distintas galaxias del universo. Como saben, no todas las aguas son iguales, e incluso no todas son visibles. Pero antes de comenzar a explicarles la clase, quería contarles la situación en la que nos encontramos como armada de nuestra galaxia. Nuestro planeta hermano ha desaparecido, y aún se está intentando descifrar los motivos de este hecho tan estremecedor y recuperar toda la información que se pueda. ¿Quién sabe algo de la base cuarenta y siete o base Antártida, como en la Tierra la llamaban?

Un joven enseguida levantó la mano. Y al darle el profesor su permiso con la mirada, el joven prosiguió:

—La base cuarenta y siete fue la primera base que se instaló en el planeta Tierra luego de su descubrimiento. El Ejército Azul había enviado ocho Logickans a construirla. Al comienzo las recepciones por parte de los humanos eran pacíficas, pero con el pasar del tiempo comenzaron a capturar cada nave que en la Tierra aterrizaba, y luego de que la nave kil-7 fuera raptada con cuatro Logickans dentro, todo cambió. Según nuestros científicos, esto se debía al miedo que el planeta tenía a todo aquello desconocido que proviniese del espacio. Fue así que se decidió hacer una base en un lugar donde el humano casi no pudiese llegar,y asícomenzaron a bucear por todas las aguas profundas de la Tierra. Los grandes océanos se convirtieron en nuestras rutas de visita, y solo los más experimentados se mezclaban con los humanos en sociedad.

Sonriente, el profesor asintió con la cabeza. La información era tan cuidada que ningún estudiante nuevo sabía toda la verdad del Ejército Azul.

—Está perfecto todo lo que nos cuentas, pero la base cuarenta y siete es mucho más de lo que imaginan. Antes de contarles, quiero recordarles que han firmado un acuerdo de confidencialidad que no se puede romper; saben que si lo hacen, las sanciones del comité de la galaxia son extremas. A partir de ahora ustedes estarán aprendiendo los secretos que solo alguien del Ejército Azul puede conocer. Tenemos lealtad hacia nuestro planeta y sobre todo hacia nuestro universo. “Nunca fallamos. Nunca damos pasos hacia atrás” —exclamó con mucha convicción el profesor.

Kaxy emitió una mueca al escuchar “nunca fallamos”. «Si ya fallamos con lo que más apreciábamos, ¿ que nos queda fallar como planeta?», se preguntaba en silencio. Enseguida su rostro se puso serio, mientras el profesor la miraba como si le hubiese leído la mente. En el fondo el joven maestro sabía que pronto los estudiantes se preguntarían sobre la credibilidad de todo lo que allí se enseñaba. Pero aun así, con firmeza debía continuar con sus clases.

***

Mientras tanto, sobre el nacimiento de las tri-vialácteas, Jared, vestido con una chaqueta negra, miraba este fenómeno. Su abuelo siempre lo llevaba allí de pequeño, y junto con Mirko le hacía pedir tres deseos, uno para cada camino de estrellas. Cuando recodaba su cabello blanco y su voz gruesa y el día en que lo había llevado allí por primera vez, sus palabras todavía resonaban:

—Nuestro planeta es especial, Jared, porque las tres gigantescas víaslácteas cruzan a muchos planetas, pero en el nuestro, ellas nacen. Tenemos una gran luz dentro —exclamaba alegremente su abuelo cada vez

que podía.

Mientras miraba por sobre la pasarela que se había construido para que los turistas pudiesen apreciar la hermosura del camino de estrellas, el vapor que salía de las profundidades del acantilado comenzaba a mojarlo con gotas de agua estelar. Con su ropa empapada con minúsculos brillos, Jared se sacudió y se alejó. Pero antes de marcharse, un pensamiento lo detuvo. Con lágrimas en sus ojos, volteó a mirar nuevamente cómo los tres caminos de luz se dirigían hacia el espacio. La última vez que lo había hecho había sido con su exnovia, y encandilado con la luz de las estrellas, en voz alta exclamó:

—Abuelo, donde sea que estés, vamos a pedir los deseos como cuando me enseñabas a hacerlo. Mi primer deseo sería que estuvieses aquí conmigo, pero eso no lo puedo cambiar. Así que mi primer deseo es que en los próximos ingresos al Ejército Azul me ayudes a entrar y ser como tú. El segundo es volver a ver a Mila. Y el tercero es que tu recuerdo y el del planeta Tierra no desaparezcan jamás, aun cuando ya no quede nada de ustedes.

En silencio Jared soltó sus deseos a los tres caminos luminosos frente a él. Y sin dejar de pensar en su pasado continuó su rumbo hacia el pueblo.

***

Mientras tanto, cerca de allí, sobre los lagos subterráneos del acantilado, Max, junto con su clase avanzada de buceo, estaba a punto de ingresar en las brillantes aguas azules.

Preparando sus cascos para ver bajo el agua, el joven mellizo pensaba en los mares de la Tierra. Aun sabiendo que eran casi similares, salvo por los destellos de estrellas que el agua de su planeta tenía, debido al nacimiento de las tri-vialácteas, no podía dejar de imaginar cómo sería haber buceado en ellos.

Sin poder contenerse, Max preguntó en voz alta a su profesor:

—Si el agua de la Tierra era como la nuestra, ¿por qué los humanos no vinieron a vivir aquí con nosotros?

Su profesor, quien no tenía mucha empatía hacia él por su gran excelencia, respondió:

—¿No te contaron cuando eras niño la leyenda de cómo los humanos nos capturaban para ser sus mejores amigos?

Max no respondió, entendió el sarcasmo. Colocándose el casco esperó la orden para entrar en las lagunas junto a su equipo. Al hundirse en las profundidades, estaba enfurecido con lo que estaba sucediendo; era imposible haber perdido todo del planeta Tierra y que él jamás hubiera podido conocerlo. Buscando los tres torrentes que se introducían cerca del acantilado, los grupos de buceo se dividieron hasta llegar dentro del lugar. Probando su resistencia y destreza, había pequeños tramos por donde se les hacía muy difícil cruzar.

Dentro del ejército, el general Klarson junto con los astrólogos de Winser y algunos profesores se dirigieron hacia el observatorio. Cuando un secreto debía ser resguardado, lo mejor era salir del establecimiento lleno de estudiantes y visitantes.

Mirándose a los ojos con los otros astrónomos, Malver sacó las fotografías previas a la explosión del planeta.

—El meteorito que embistió la Tierra no estaba a la vista endías lunares previos, general.

El general Klarson, confundido, miró los registros detenidamente.

—Entonces, ¿cómo es que llegótan velozmente, sin previo aviso? —preguntó sorprendido.

—Es que no llegó sin previo aviso, alguien lo puso allí. O peor aún, alguien lo dejó entrar con permiso.

—¡Eso es imposible!

—No lo es, general. Entiendo que pueda ser confuso, pero no estoy tan seguro de que los guardianes del sistema solar no supieran cómo ingresó un asteroide de esa magnitud ycómo les arrebató un planeta entero, o yendo más a fondo, no sé cómo es que ustedes no lo pudieron advertir —dijo firmemente Malver.

Levantando la mirada al oír sus palabras, enfurecido, el general exclamó:

—¡No lo voy a permitir! ¿Dudar de la lealtad del ejército sin tener prueba alguna? ¡Es una falta de respeto a quienes cuidamos cada sistema y galaxia! ¡Ustedes no tienen idea de lo que esto significa para nosotros! Sea lo que fuere que haya sucedido, ¡ustedes son los encargados de saberlo! ¡Hagan su trabajo! —y antes de retirarse, advirtió—: En siete días lunares llegará el guardián del sistema solar, vamos a resolver esto del modo que sea necesario. Nos presentaremos ante los maestros de las estrellas si hace falta, pero lo vamos a saber.

Dando un portazo el general se retiró, mientras los formadores, en silencio, seguían sus pasos. Aún había temas que discutir. Y corriendo riesgo el inicio de las clases, todos querían saber cómo debían continuar.

***

Dentro de la casa de Mirko, Jared, quien regresaba de las tri-vialácteas, golpeó la puerta de la habitación de su primo.

—¿Podrías llevarme al jardín galáctico antes de mi regreso a casa? Quisiera ver cómo está después de tanto tiempo —preguntó, con muchas ganas de llegar allí.

—¡Claro! ¡Está gigantesco! Incluso hace un tiempo han donado vegetación de la galaxia Oceamayor.

—¿Desde la Oceamayor? Wow, qué increíble —se maravilló Jared, al saber que en ella existían pequeños planetas-islas con las más asombrosas especies, aún desconocidas para todos. Eran tan exóticas que estaban cuidadas por cuatro planetas, y muy rara vez se compartía su vegetación.

—Fue en un encuentro de buzos dentro del ejército, los estudiantes botánicos recibieron aquel obsequio como agradecimiento —añadió Mirko.

—¿Sabes? No comprendo cómo el ejército no pudo salvar a nuestro planeta hermano, que era nuestro mayor regalo, nuestra mayor suerte; es algo que no logro comprender.

Haciéndole señas desde la cama, Mirko le indicó que cerrase la puerta, para hablar en privado.

—Yo tampoco lo entiendo, pero mañana habrá una manifestación de los defensores de la vida interespacial. Será en los puentes de la laguna de ingreso del ejército.

—¿Pero cuál será el reclamo? —preguntó Jared, extrañado.

—Que nos digan qué fue lo que sucedió. Después de todo, la Tierra nos pertenecía a todos y era nuestra mayor reliquia planetaria.

—¿Crees que nos están mintiendo?

—No lo sé, pero estaban los mejores defensores cuidándola. Algo sucedió, es todo muy extraño. Además, la abuela irá con banderas, así que la tendremos que acompañar.

Sonriendo, Jared no pudo evitar imaginarse a su abuela en una manifestación.

—Sí, lo sé —añadió Mirko al ver la cara de su primo—, es gracioso, pero quiere ir y tenemos que acompañarla —respondió sonriendo también.

—Bueno, avísame y vamos juntos —dijo Jared cerrando la puerta de la habitación.

Retirándose, observó desde lejos a su abuela, de cabellos largos y blancos, mientras se hacía trenzas en su hermosa cabellera junto a las banderas para su reclamo. «Quizás a ella le duelamáspor ser la esposa de quien lo descubrió», reflexionaba al verla tan callada y serena.

En el fondo Jared comprendía que todos en su pueblo estaban susceptibles por la tragedia, y ya la incertidumbre comenzaba a sentirse incluso en las calles y dentro de su casa.

Mientras pasaban las horas lunares del día, dentro de la cocina del Ejército Azul, rodeados de inmensas cocinas de titanio, todos los cocineros vestidos con dentales negros con constelaciones de estrellas dibujados en ellos se hallaban escuchando al encargado, quien los había reunido con suma urgencia.

—Serán los primeros en saberlo —dijo el chef encargado, quien lo era desde hacía más de treinta años lunares—, pero ya está confirmada la realización del desfile anual del Ejército Azul. La diferencia de este año será que, dado este terrible acontecimiento, habrá una conmemoración a nuestro querido planeta Tierra. Vendrán los distintos planetas de nuestra galaxia, las diferentes corporaciones cósmicas,y se haráuna gran conmemoraciónyun tributo a la Tierra. Así que el desfile será mucho más grande de lo que imaginábamos, incluso se hará un encuentro íntimo entre los ejércitos para el que tendremos que realizar nuestros mejores platillos.

Luego de escuchar atentamente, un joven enseguida interrumpió:

—¿Cuál es el plan para abarcar tantos grupos? Somos setenta en el personal y debemos atender a más de dos ejércitos.

El encargado, atento a ello, respondió:

—Ya hemos pedidomáspersonal al general, pero necesitamos armar las comisiones para cada planeta que vendrá, saber exactamente sus comidas y realizarlas. No tenemos mucho tiempo, pero si comenzamos pronto, llegaremos. ¿Quién está dispuesto? —preguntó el encargado, con la formadora cósmica a su lado.

Y todos, levantando la mano, confirmaron su presencia haciendo honor al emblema: “Orden, Firmeza y Voluntad Cósmica”.

Enseguida los setenta voluntarios comenzaron a ver los planetas confirmados y, dividiéndose, se prepararon para especializarse como chefs ante toda la galaxia.

Contenta, la formadora, vestida con su traje rojo y su cabello suelto, se dirigió hacia el salón junto al formador dorado y el general Klarson, quienes estaban en los detalles del inmenso encuentro espacial que se había decidido realizar horas atrás. En un pizarrón gigantesco de neón, letras en verde lo decoraban, y ya con la comida en proceso de armado, prosiguieron con la estructura del evento.

—Tendremos la presencia de tres planetas de nuestro sistema, la visita de Marte y Júpiter del sistema solar, de la Confederación de la Estrella Polar y de la Confederación de las Damas Solares. Incluso vendrán los entrenadores Jena y Omega —añadió el capitán mientras miraba a la formadora sonreír por la gran noticia.

—Si usted sonríe no me quiero imaginar cómo lo hará cada ser de este recinto cuando se entere de que viene el gran Omega, pero también viene Jena, así que habrá deslumbramiento para todos, ¿no cree? —dijo el formador dorado sonriendo.

Entre chistes, y con las carpetas de los nuevos diseños de trajes del Ejército Azul, el general Klarson esperaba que sin duda fuesen los mejores del todo el desfile.

Mirando el calendario lunar y las pantallas con los pedidos de participación para el desfile, la formadora cósmica, con sus extrañas orejas, añadió:

—Deberíamos dar el comunicado a toda la ciudad esta misma tarde. Será un acontecimiento más grande de lo que imaginábamos, muchas galaxias quieren despedir a nuestro planeta hermano.

—Tienes razón, tendremos que hacerlo lo antes posible —reflexionó el general—. Quizás aún no termino de convencerme de lo que está sucediendo. Me duele saber que este desfile será una despedida para ellos más que una gran celebración —concluyó, entristecido.

—Ánimo, tenemos que encender nuestra llama de entusiasmo. ¿Cuánto más nosotros deberíamos confiar en lo que nos está sucediendo? —dijo el formador dorado, encargado de la sabiduría cósmica, quien había venido desde la Constelación Remolino hacía siete años lunares.

El formador cósmico era reconocido por los pequeños ejércitos donde también había participado. Retirándose joven de su constelación, donde había iniciado sus estudios en el templo de la gran hermandad dorada, y con el permiso de todos sus formadores, emprendió la misión de enseñar a cada ejército la inteligencia por la que el universo se regía. La sabiduría de cada alumno no podía ser hallada por él, sino que cada uno la encontraría cuando así lo decidiese. A esto el formador lo llamaba trueno de luz, un trueno cuyo ruido se manifestaba en las mentes de quienes querían ir más allá de la compresión habitual, en una búsqueda de mayor sabiduría para crear una realidad nueva.

Armado de una paciencia infinita, el formador reconocía y apreciaba los distintos tiempos de cada alumno y cada camino personal dentro de su enseñanza. Con una gran confianza en el universo, intentaba levantar los ánimos de todos allí.

***

Al otro día, parado frente a la entrada del jardín galáctico, Mirko dejó a su primo y se fue a acompañar a su abuela a la organización de la protesta que en horasmás se realizaría.

Mirando a algunos turistas pasar, Jared observaba las nuevas cámaras que tomaban fotografías en 3D. El nuevo artefacto guardaba el momento de la fotografía en miniatura, pero con sus características reales. Sin jamás haber tenido una en sus manos, Jared caminó por los senderos de ingreso y notó que había tres bosques más que la última vez que había ido.

Al entrar en el que buscaba específicamente, Jared observó que ningún cuidador lo viese. Recorriendo el camino, llegó frente al grupo de flores volcán. Mirándolas nuevamente, como lo había hecho años atrás, recordó lo que allí había ocultado.

Las flores volcán eran flores con pétalos naranjas de lava que salían de su centro. Al tomar contacto con el aire del planeta de Jared, la lava se enfriaba y se densificaba. Nadie podía tocar las flores, debido a su temperatura extrema. Pero mirando su mano,vio que aún tenía la cicatriz de una de ellas, del día en que junto a Mila habían escondido allí piedras talladas por ellos mismos.

—Recuerdo todas las cosas locas que hicimos. ¿Qué se supone que debería hacer para que estuvieras aquí? —reflexionó Jared, al haber pasado un tiempo sin saber nada ella.

Sin que nadie lo notase, el joven cruzó la cerca que lo mantenía al resguardo de las erupciones de lava que las flores emitían cuando se sentían en peligro. Pisando lento y calmado, Jared recordó que debía aguantar la respiración lomás que pudiese: un soplido de más aceleraba el proceso de densificación de los pétalos, y antes de que se endurecieran por completo habría una lluvia de lava por todo el jardín.

Al encontrar el lugar donde habían dejado las dos piedras. Notó que solo una de las dos estaba.

Dándola vuelta, leyó la promesa que juntos habían hecho tiempo atrás. Cuando alguno de los dos se hallara en un momento de mucha tristeza y el otro no pudiese estar allí, dejarían sus palabras en un lugar donde el tiempo jamás las borrase, y la fascinación de Mila por las flores volcán hizo que aquel sitio fuese su lugar secreto. Leyendo su “te amo” sobre la roca, Jared aún no entendía por qué se había marchado, pero al observar el lugar donde había ocultado la de él, enseguida lo supo. Mila ya había sacado su piedra en algún momento. Esperanzado en que eso fuese una señal, Jared salió con cautela del jardín que irradiaba un hermoso paisaje.

Sonriendo, guardó la piedra en su bolsillo y, con la ilusión de que en algún momento Mila regresase, se dirigió a acompañar a su abuela a la marcha frente al Ejército Azul.

***

Esa misma tarde, los preparadores físicos Elis y Ferro felicitaban a Max, quien acababa de ganar la competencia individual de buceo sobre las aguas bajo el acantilado.

—Max, apenas demos inicio a las clases, quiero que seas mi ayudante —añadió Ferro.

—Por supuesto, entrenador —aceptó él con orgullo.

A metros, Kaxy lo esperaba junto con dos compañeros de clase que querían conocerlo. Acercándose, el joven buzo los saludó a los tres.

—Sabes, no es nada fácil ser tu hermana aquí —exclamó Kaxy observando cómo las jóvenes del predio miraban a Max.

—Claro que no, hermana, ¿qué esperabas? —señaló su mellizo mientras secaba sus ojos mojados por el agua del acantilado—. ¿Qué necesitan? —agregó rápidamente.

—Queremos que nos enseñes cómo cruzas los acantilados.

Max la observó y, luego de unos segundos, exclamó:

—Tendrá que ser luego del desfile. Tengo mucho que entrenar antes de que venga Omega, para ganarle —dijo sonriendo mientras se alejaba.

—¡Pero Max! ¡Necesitamos practicar!

—Allí tienes el lago y los libros, Kaxy —concluyó, ya alejándose y saludando con la mano, apurado para llegar a su próxima clase.

Desconcertados, los tres jóvenes no entendían por qué tanta prisa. Reflexiva, Kaxy comenzaba a sentirse molesta por la arrogancia de su mellizo.

—¿Saben qué? Lo haremos nosotros mismos. Al diablo Max —añadió mientras lo miraba alejarse.

De repente unos tambores comenzaron a sonar desde el exterior del ejército, y llamaron la atención de todos en el lugar.

Los guardias de las torres de control enseguida dieron aviso al general.