Justicia generosa - Timothy Keller - E-Book

Justicia generosa E-Book

Timothy Keller

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Beschreibung

La pobreza y la injusticia son temas que han preocupado a Timothy Keller desde que empezó como pastor hace más de treinta años. En "Justicia generosa" demuestra que aunque en el pasado era bien sabido que la Biblia es el fundamento moral de la justicia en la sociedad, las posiciones contrarias de los conservadores y de los liberales han polarizado tanto la opinión que ni siquiera la iglesia puede ponerse de acuerdo sobre qué significa "hacer justicia". Keller examina pasajes bíblicos clave que promueven la práctica justa y desvela que solo a través de una experiencia profunda de la gracia de Dios obtendremos la motivación para preocuparnos de los pobres.

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Elogios paraJusticia generosa

“Keller nos muestra cómo un… espíritu de generosidad unido a la justicia puede transformar totalmente no solo a una persona sino, en última instancia, a toda una sociedad … Hay muchas joyas que extraer de Justicia generosa”.

The Washington Times

“Justicia generosa es el mejor libro que he leído acerca de poner la fe cristiana en acción… Si todos los cristianos respondieran a la forma de entender la justica basada en la Biblia de Keller, no daría como resultado simplemente más programas, comedores y albergues sociales, y sistemas de salud para los necesitados. Daría como resultado un mundo definido por el shalom, una paz integral, un mundo en el cual los seres humanos florecieran”.

Beliefnet.com

“Este es el libro sobre ‘justicia social’ mejor fundamentado bíblicamente y más cuidadoso intelectualmente (¡leed las notas!) que conozco. Tanto los escépticos como los defensores de la justicia aprenderán cosas de Justicia generosa”.

Kevin DeYoung, TheGospelCoalition.org

“Un gran libro… Keller evita la retórica cargada y presenta una llamada clara y bíblica para que la iglesia ‘haga justicia’”.

EFCAToday.org

Elogios para Timothy Keller y sus libros

Dioses que fallan

“Ofrece una gran perspectiva del pastoreo en iglesias locales”.

Christianity Today

“Dioses que fallan es seguramente uno de los mejores libros que he leído este año”.

Tim Challies

“La sabiduría y la comprensión bíblica de Keller, ofrecida con una escritura clara y atractiva, puede ayudar tanto a cristianos como no cristianos a identificar los ídolos en nuestros corazones y reemplazar las promesas vacías con la esperanza en Cristo”.

World magazine

El Dios pródigo

“Keller toma una gran verdad y llega a ella desde un ángulo y con un lenguaje que nos ayuda a verla con nuevos ojos”.

John Piper, pastor de la Bethlehem Baptist Church

“La perspectiva que Tim Keller tiene acerca de dos individuos en la historia y el corazón del Dios que los ama a ambos… no es una exageración decir que lo he leído y que Dios me ha quebrado de nuevo”.

Bill Hybels, pastor de la Iglesia Willow Creek Community

La razón de Dios

“Si dentro de cincuenta años los cristianos evangélicos son ampliamente conocidos por su amor por las ciudades, su compromiso con la misericordia y la justicia y su amor por sus vecinos, Tim Keller será recordado como un pionero de los nuevos cristianos urbanos”.

Christianity Today

“A diferencia de muchas megaiglesias del extrarradio, gran parte de Redeemer es increíblemente tradicional. Lo que no es tradicional es la capacidad del doctor Keller de hablar en el lenguaje de su audiencia urbana… Es fácil comprender su atractivo”.

The New York Times

“Keller… el evangelista cristiano más exitoso [en la ciudad de Nueva York]… con sermones intelectuales y libres de azufre en los que se las apaña para citar tanto a Woody Allen como a Mateo, Marcos, Lucas y Juan, atrae a unos cinco mil jóvenes seguidores cada domingo. Los líderes de la iglesia le ven como un modelo a seguir en la evangelización de los centros urbanos de todo el país, y Keller ha ayudado a ‘plantar’ cincuenta iglesias cristianas basadas en el evangelio por toda Nueva York, además de otras cincuenta desde San Francisco hasta Londres”.

New York Magazine

A los diáconos y diaconisas

de la iglesia presbiteriana Redeemer

y los líderes de Hope for New York,

con admiración y respeto

Publicaciones Andamio

Alts Forns nº 68, sót. 1º

08038 Barcelona. España

Tel. (+34) 93 432 25 23

[email protected]

www.publicacionesandamio.com

Publicaciones Andamio es la editorial de los Grupos Bíblicos Unidos (GBU) en España.

Justicia Generosa

© Publicaciones Andamio, 2016

1ª edición marzo 2016

Generous Justice

© Timothy Keller, 2010

Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin la autorización de los editores.

Traducción: Noa Alarcón

Diseño cubierta e interior: Sr. y Sra. Wilson

Edición del formato ebook: Sonia Martínez

Depósito Legal: B. 6646-2016

ISBN: 978-84-945511-0-9

Impreso en Ulzama

Impreso en España

ÍNDICE

Introducción

- 1 - ¿Qué es hacer justicia?

- 2 - La justicia y el Antiguo Testamento

- 3 - ¿Qué dijo Jesús acerca de la justicia?

- 4 - Justicia y tu prójimo

- 5 - ¿Por qué debemos hacer justicia?

- 6 - ¿Cómo debemos hacer justicia?

- 7 - Hacer justicia en la plaza pública

- 8 - Paz, belleza y justicia

Introducción

¿Por qué escribir este libro?

Le entregaron el libro del profeta Isaías. Al desenrollarlo, encontró el lugar donde está escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos”.

(Lucas 4:17-18)

Estas son las palabras que Jesús leyó en la sinagoga en Nazaret cuando anunció el comienzo de su ministerio. Se identificó a sí mismo como “el siervo del Señor” profetizado por Isaías, que “llevaría justicia” al mundo (Isaías 42:1-7). La mayoría sabe que Jesús vino para traer perdón y gracia. Menos conocida es la enseñanza bíblica de que una verdadera experiencia de la gracia de Jesucristo motiva forzosamente a un hombre o a una mujer a buscar justicia en el mundo.

Mientras trabajaba en este volumen escuché dos preguntas de unos amigos: “¿Para quién lo estás escribiendo?” y “¿Cómo es que te has interesado por el tema de la justicia?”. Las respuestas a estas preguntas son un buen modo de introducir la temática del libro.

¿Para quién es este libro?

Existen cuatro clases de personas que espero que lean este libro. Está la multitud de jóvenes creyentes cristianos que responden con gozo a la llamada de cuidar del necesitado. El voluntariado es la seña de identidad de toda una generación de estudiantes universitarios y recién graduados estadounidenses. El NonProfit Times informa de que los adolescentes y los adultos jóvenes están batiendo “el récord de solicitudes de programas de voluntariado”. Alan Solomont, presiente de la junta de la Corporation for National and Community Service, dice que “[esta] joven generación… está más interesada en servir que otras generaciones”.1 Las tasas de voluntariado entre los adultos jóvenes disminuyeron considerablemente en los setenta y ochenta, pero “los jóvenes actuales crecieron en escuelas donde era más probable tener programas de aprendizaje de servicios… encauzando a los jóvenes en el camino de los servicios comunitarios mucho más pronto que antes”.2

Como pastor cuya iglesia está llena de adultos jóvenes, he visto esta preocupación por la justicia social, pero también veo a muchos que no dejan que su preocupación social afecte a sus vidas personales. No influye en el modo en que gastan el dinero en sí mismos, en cómo dirigen sus carreras laborales, en cómo eligen y viven en sus vecindarios, o a quiénes buscan como amigos. Además, muchos pierden el entusiasmo por el voluntariado con el tiempo.

Desde su joven cultura se han empapado no solo de la resonancia emocional por la justicia social, sino también de un consumismo que socava la abnegación y la demora en la gratificación. La cultura popular joven en los países occidentales no puede provocar el extenso cambio de vida que se requiere de nosotros si pretendemos marcar una diferencia por los pobres y los marginados. Aunque muchos adultos jóvenes tienen fe cristiana, y también el deseo de ayudar a la gente necesitada, en realidad estos dos aspectos no están conectados entre sí en sus vidas. No se han parado a pensar en las implicaciones del evangelio de Jesús a la hora de hacer juticia en todos los aspectos de la vida. Yo voy a intentar hacer esa conexión en este libro.

La justicia y la Biblia

Otra clase de personas que espero que lean este libro se acercan al tema de “hacer justicia” con desconfianza. En el siglo XX las iglesias estadounidenses se dividieron entre la línea principal liberal que destacaba la justicia social y las iglesias fundamentalistas que enfatizaban la salvación personal. Uno de los fundadores del movimiento del Evangelio Social fue Walter Rauschenbusch, un ministro bautista alemán cuyo primer pastorado fue en las afueras del Hell’s Kitchen de la ciudad de Nueva York en 1880. El conocimiento de primera mano de la terrible pobreza de su vecindario le llevó a cuestionarse el evangelismo tradicional, el cual se cuidaba de salvar las almas de las personas pero no hacía nada con los sistemas sociales, encerrándolos en la pobreza. Rauschenbusch comenzó a atender “tanto el alma como el cuerpo”, pero conjuntamente a este cambio de método vino un cambio en la teología. Rechazó las doctrinas tradicionales de la Escritura y la expiación. Enseñó que Jesús no tenía necesidad de satisfacer la justicia de Dios y que por lo tanto murió solamente para ser un ejemplo de generosidad.3

En la mente de muchos cristianos ortodoxos, por lo tanto, “hacer justicia” está inextricablemente enlazado con la pérdida de la sana doctrina y el dinamismo espiritual. Sin embargo, Jonathan Edwards, el autor dieciochesco del sermón “Pecadores en las manos de un Dios airado”, era un firme calvinista y a duras penas entraría en el ideal de “liberal” de nadie. Aun así, en su discurso sobre “El deber de la caridad con el pobre”, termina diciendo: “¿Acaso tenemos un mandamiento en la Biblia dictaminado en términos más fuertes y con una urgencia más imperiosa que el mandamiento de dar al pobre?”.4

A diferencia de Rauschenbusch, Edwards defendía que no tienes que cambiar la doctrina bíblica clásica de la salvación para atender al pobre. Por el contrario, tal tarea mana directamente de la histórica enseñanza evangélica. Él vio entrelazados indisolublemente el compromiso con el pobre y la doctrina bíblica clásica. Esa combinación es relativamente rara hoy día, aunque no debería serlo. Estoy escribiendo este libro para gente que todavía no ve lo que Edwards vio, concretamente que cuando el Espíritu nos capacita para entender lo que Cristo ha hecho por nosotros el resultado es una vida invertida en actos de justicia y compasión por el pobre.5

Otras personas que espero que le echen una ojeada a este libro son los jóvenes evangélicos que han “expandido su misión” para incluir la justicia social junto con el evangelismo.6 Muchos de ellos no solo se han apartado de las antiguas formas de ministerio, sino también de las doctrinas evangélicas tradicionales de la expiación sustitutiva de Jesús y la justificación por la fe, que son vistas como algo demasiado “individualista”.7 Estos autores normalmente defienden que los cambios en el énfasis teológico —o quizá cambios descarados en la doctrina teológica— son necesarios si la iglesia se va a comprometer más en la búsqueda de la justicia social. El ámbito del presente volumen impide que nos detengamos en estos debates acerca de la expiación y la justificación. Sin embargo, uno de sus propósitos principales es mostrar que tal reestructuración de la doctrina no solo está equivocada en sí misma, sino que además es innecesaria. La formulación más tradicional de la doctrina evangélica, correctamente entendida, debería conducir a sus defensores a una vida de hacer justicia en el mundo.

Existe un cuarto grupo de personas que encontrarán este libro de interés. Recientemente ha habido una ola de libros y blogs acusando de que la religión, por citar a Christopher Hitchens, “lo envenena todo”.8 Desde su punto de vista, la religión, y especialmente la iglesia cristiana, es una fuerza primordial que promueve la injusticia y la violencia en nuestro planeta. Para tales personas la idea de que creer en el Dios bíblico implica necesariamente un compromiso con la justicia es absurda. Sin embargo, como veremos, la Biblia es un libro dedicado a la justicia en el mundo de principio a fin. Y la Biblia no solo no nos da una llamada despojada a preocuparnos por la justicia, sino que nos entrega todo lo que necesitamos —motivación, guía, gozo interior y poder— para vivir una vida justa.

He identificado cuatro grupos de lectores que a primera vista parecen ser muy diferentes, pero que no lo son. Todos ellos, en algún nivel, yerran al ver que el evangelio bíblico de Jesús conduce necesaria y poderosamente a la pasión por la justicia en el mundo. Una preocupación por la justicia en todos los aspectos de la vida no es ni un añadido artificial ni una contradicción al mensaje de la Biblia.

¿Por qué estoy interesado en la justicia?

¿Cómo me llegué a interesar por este tema? Cuando era pequeño practicar la justicia no era mi fuerte. Mientras crecía rehuí al único niño que sabía bien que era pobre: Jeffrey, un chico de mi escuela en primaria y secundaria que vivía “debajo del puente de la calle Ocho”. En el sistema social estrictamente ordenado de mi escuela, estaban los miembros del grupo y los que no eran miembros y no molaban nada. Y después estaba Jeffrey, en una categoría para él solo. Su ropa eran prendas que no eran de su talla de tiendas de segunda mano, y olía mal. Se reían de él cruelmente, se le excluía de juegos y conversaciones y se le penalizaba en los trabajos de clase puesto que pocos querían cooperar con él en las tareas y proyectos. Confieso que le evitaba la mayor parte del tiempo porque yo era uno de los que no estaban “en el grupo” pero que esperaban mejorar su estatus social. En vez de identificarme con Jeffrey y reconocer la injusticia del modo en que era tratado, me volví contra el único chico que estaba incluso más fuera del grupo que yo.9

Cuando entré en la universidad a finales de los sesenta, sin embargo, me convertí en parte de una generación de estudiantes cautivada por el movimiento de Derechos Civiles. Aprendí acerca de la violencia sistemática que se llevaba a cabo en contra de los negros y los trabajadores por los derechos civiles del sur. Recuerdo haberme sentido especialmente impresionado por la imagen de James Meredith abatido a tiros a plena luz del día en una marcha por el derecho a voto en 1966, con su agresor observándolo tranquilamente en una de las fotografías. Estaba pasmado de que algo tan injusto como la segregación pudiera haberse racionalizado con tanta facilidad por toda una sociedad. Aquella fue la primera vez que me di cuenta de que la mayoría de adultos blancos mayores que formaban parte de mi vida me habían estado contando cosas que estaban totalmente mal. El problema no eran solo “unos pocos alborotadores”. La gente negra tenía el derecho a demandar la compensación y la rectificación de muchos errores.

“Eres racista, ¿sabes?”

Aunque había crecido yendo a la iglesia, el cristianismo comenzó a perder su atractivo para mí cuando estaba en la universidad. Una de las razones era la desconexión entre mis amigos seculares que apoyaban el movimiento de Derechos Civiles y los creyentes cristianos ortodoxos que pensaban que Martin Luther King Jr. era una amenaza para la sociedad. ¿Por qué, me preguntaba, los no religiosos creían con tanta pasión en la igualdad de derechos y la justicia mientras que a la gente religiosa que conocía no le podía importar menos?

Un gran avance vino cuando descubrí a un pequeño pero amable grupo de devotos creyentes cristianos que estaban integrando su fe con toda clase de justicia en la sociedad. Al principio simplemente importé mis puntos de vista sobre la justicia social y los añadí a la teología que estaba aprendiendo como cristiano. No vi que más tarde llegaría a darme cuenta de que, de hecho, la Biblia proporciona la base misma de la justicia. Descubrí que el relato de la creación de Génesis era el origen de la idea de los derechos humanos en Occidente10 y que la literatura profética bíblica hace constantes llamadas a la justicia. Años después descubrí que el movimiento por los derechos civiles de los años cincuenta y sesenta que tanto admiraba estaba enraizado mucho más en la visión del pecado y la salvación de los cristianos de las iglesias afroamericanas que en el secularismo.11

Cuando fui al seminario a prepararme para el ministerio, conocí a un estudiante afroamericano, Elward Ellis, del que mi futura esposa, Kathy Kristy, y yo nos hicimos amigos. Nos dio unos cuantos consejos amables pero sin tapujos acerca de la realidad de la injusticia de la cultura estadounidense. “Eres un racista, ¿sabes?”, dijo una vez en nuestra mesa de la cocina. “Oh, no es adrede, y no quieres serlo, pero lo eres. Realmente no puedes evitarlo”. Dijo, por ejemplo: “Cuando alguien negro hace algo de cierta manera, dices: ‘Bueno, esa es su cultura’. Pero cuando los blancos hacen algo de cierta manera, dices: ‘Así es como se hacen las cosas’. No te das cuenta de que tú en realidad tienes una cultura. Estás ciego a la cantidad de creencias y prácticas tuyas que son culturales”. Empezamos a ver cómo, de muchas maneras, convertimos nuestros prejuicios culturales en principios morales y después juzgamos a gente de otras razas como seres inferiores. Lo que decía era tan cierto y justo que, para nuestra sorpresa, le dimos la razón.

Mientras estuve en mi primer pastorado en Hopewell, Virginia, decidí inscribirme en un programa de formación ministerial, y mi proyecto (la “tesis” del curso) trataba sobre formación de diáconos. En la organización eclesial de la iglesia presbiteriana hay dos clases de trabajadores: los ancianos y los diáconos. Los diáconos han sido designados históricamente para trabajar con los pobres y necesitados de la comunidad, pero a lo largo de los años su legado se fue perdiendo y en vez de eso acabaron evolucionando hacia conserjes y tesoreros. El tutor de mi programa me animó a estudiar la historia del oficio y a desarrollar modos de ayudar a las iglesias presbiterianas a recuperar este aspecto perdido de su vida congregacional.

Acepté el desafío, y fue un proceso transformador para mí. Fui al departamento de trabajo social de una universidad cercana, obtuve la lista de lecturas de sus cursos fundamentales, y devoré todos los libros. Hice una investigación histórica sobre el modo en que los diáconos de la iglesia servían como la primera estructura de servicio público social en ciudades europeas como Génova, Ámsterdam y Glasgow. Elaboré cursos de formación de habilidades para diáconos y escribí material para ayudar a los líderes a que tuvieran en cuenta no solo el ministerio “de la palabra” de la predicación y la enseñanza, sino también el ministerio “de los hechos” de servir a la gente con necesidades económicas y materiales.12

Después de mi pastorado en Virginia, fui a enseñar al Seminario Westminster en Filadelfia. En mi departamento había cuatro profesores que vivían en el centro de la ciudad y enseñaban ministerio urbano. Todas las semanas iba a la reunión del departamento un poco más pronto y tenía unos quince minutos a solas para hablar con el presidente, Harvie Conn. Harvie estaba comprometido con pasión a vivir y trabajar en la ciudad, y era vivamente consciente de la injusticia sistémica de nuestra sociedad. Cuando miro atrás a aquellos tiempos, me doy cuenta de que estaba aprendiendo mucho más de él de lo que creía en aquel momento. Leí su pequeño libro Evangelism: Doing Justice and Preaching Grace [Evangelización: Hacer justicia y predicar la gracia]13 hace veinticinco años y sus temas se hundieron en lo profundo de mi pensamiento acerca de Dios y la iglesia.

Inspirado por las enseñanzas de Harvie y por todas las experiencias que tuve en las iglesias urbanas de Filadelfia durante los ochenta, respondí a una invitación para trasladarme al centro de la ciudad de Nueva York en 1989 y comenzar una nueva congregación, Redeemer Presbyterian Church.

Sobre la gracia y el ser justos

Existen grandes diferencias entre el pequeño pueblo sureño de Hopewell, Virginia, y la gigantesca metrópolis de Nueva York. Pero había una cosa que era exactamente igual. Para mi sorpresa, existe una relación directa entre la comprensión y la experiencia de la gracia de Dios de una persona y su corazón por la justicia y los pobres. En ambos escenarios, cuando prediqué el clásico mensaje de que Dios no nos ofrece justicia sino que nos salva por medio de la gracia gratuita, descubrí que los más afectados por el mensaje resultaban ser los más sensibles a las injusticias sociales de su entorno. Un hombre de mi iglesia en Hopewell, Easley Shelton, pasó por una profunda transformación. Salió de una comprensión de la vida estéril y moralista y comenzó a entender que su salvación se había basado en la gracia gratuita e inmerecida de Jesús. Eso le dio una calidez, una alegría y una seguridad nuevas que todos pudieron ver. Pero tuvo otro efecto sorprendente. “¿Sabes? —me dijo un día—. He sido un racista toda mi vida”. Yo me quedé perplejo, porque nunca le había predicado a él o a la congregación sobre ese tema. Él había llegado a la conclusión por sí mismo. Cuando perdió su fariseísmo, su hipocresía espiritual, dijo, perdió su racismo.

Elaine Scarry, de Harvard, escribió un pequeño librito fascinante llamado On Beauty and Being Just [Sobre la belleza y ser justo].14 Su tesis es que la experiencia de la belleza nos vuelve menos egocéntricos y más abiertos a la justicia. Durante décadas he observado que cuando la gente ve la belleza de la gracia de Dios en Cristo, eso les conduce de manera poderosa hacia la justicia.

Este libro, pues, es tanto para creyentes que encuentran en la Biblia una guía confiable como para aquellos que se preguntan si el cristianismo es una influencia positiva en el mundo. Quiero que el ortodoxo vea lo central que es la justicia para los pobres y marginados en el mensaje de las Escrituras. También quiero desafiar a aquellos que no creen en el cristianismo para que vean la Biblia no como un texto represivo, sino como la base de la interpretación moderna de los derechos humanos. A lo largo de este libro comenzaré cada capítulo con una llamada a la justicia tomada directamente de la Biblia y mostraré cómo estas palabras pueden convertirse en el fundamento de una comunidad humana justa y generosa. No espero provocar un acuerdo en todos los lectores, pero espero presentarle a muchos un nuevo modo de pensar sobre la Biblia, la justicia y la gracia.

1 La Corporation for National and Community Service es una agencia independiente del gobierno estadounidense creada para apoyar el servicio comunitario y el voluntariado. Esta agencia es la que publica Volunteering in America. El artículo del que provienen las citas que aparecen en este párrafo es de Mark Hrywna, “Young Adults Fueled Spike in Volunteers”, en The NonProfit Times, 28 de julio, 2009: http://www.nptimes.com/09Jul/bnews-090728-1.html.

2 Ibíd.

3 Ver Walter Rauschenbusch, A Theology for the Social Gospel (New York: Macmillan, 1922), capítulo 19, “The Social Gospel and the Atonement”, donde Rauschenbusch rechaza la teoría de la muerte sustitutoria y ve la muerte de Jesús como algo que revela la injusticia social de este mundo, y como muestra de la generosidad sacrificada y desinteresada que debe caracterizarnos si queremos sanar este mundo del mal.

4 Jonathan Edwards, “Christian Charity: The Duty of Charity to the Poor, Explained and Enforced”, en el vol. II de The Works of Jonathan Edwards, ed. Sereno Dwight (Carlisle, Pa.: Banner of Truth Trust, 1998), p. 164.

5 Se podría objetar que aquí Jonathan Edwards solo está hablando de caridad hacia los pobres, no de justicia. Pero para Edwards, la palabra “caridad” significaba más de lo que significa para nosotros hoy. Hablaremos más de la visión de Edwards en otros capítulos.

6 Ver Amy Sullivan, “Young Evangelicals: Expanding their Mission” en Time, 1 de junio, 2010: http://www.time.com/time/printout/0,8816,1992463,00.html (visto el 10 de julio, 2010). Sullivan escribe: “Los jóvenes evangélicos de hoy responden a otro patrón totalmente diferente. Tienen conciencia social, se involucran en distintas causas y sienten aversión por la controversia. Se están convirtiendo a toda rapidez en un mercado creciente para las organizaciones de voluntariado seculares, tales como Teach for America. Esta organización ha recibido el doble de solicitudes que en 2007, ya que las perspectivas de trabajo para los recién graduados han disminuido. Pero al estudiar las solicitudes, vemos que el número de solicitudes provenientes de graduados de universidades cristianas se ha triplicado. Wheaton College aparece en el puesto número seis, por encima de instituciones tradicionales como Carleton College y Oberlin, en cuando a número de graduados que envía a Teaching for America. El típico estudiante de Wheaton, como muchos otros de este nueva generación evangélica, es alguien apasionado por esparcir las Buenas Nuevas y hacer el bien”.

7 Un ejemplo es Joel B. Green y Mark D. Baker, Recovering the Scandal of the Cross (Downers Grove, Ill.: Inter-Varsity, 2000).

8 Christopher Hitchens, Dios no es bueno (Random House Mondadori Debolsillo, 2009).

9 “Jeffrey” (no es su nombre auténtico) era uno de los estudiantes más inteligentes de la escuela. Cuando acabó la secundaria, los estudiantes que tenían las mismas notas que él entraron en universidades privadas y de prestigio. Él no se lo podía permitir y fue a una universidad pública. No obstante, logró doctorarse y hoy enseña en una de las mejores escuelas de posgrados de EE.UU.

10 Ver Brian Tierney, The Idea of Natural Rights: Studies on Natural Rights, Natural Law, and Church Law 1150–1625 (Grand Rapids, Mich.: Eerdmans, 1997). Ver el capítulo 1. Ver también el capítulo 2, “A Contest of Narratives”, en Nicholas Wolterstorff, Justice: Rights and Wrongs (Princeton: Princeton University Press, 2008).

11 David L. Chappell, A Stone of Hope: Prophetic Religion and the Death of Jim Crow (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2004). Ver también Richard W. Willis, Martin Luther King, Jr., and the Image of God (New York: Oxford University Press, 2009). Este libro defiende que King y la iglesia afroamericana se basaron en la explicación bíblica de que todos los seres humanos son creados “a imagen de Dios” y por tanto son iguales y deben ser tratados con dignidad.

12 Algunos de los resultados de esta investigación aparecen en mi libro Ministries of Mercy: The Call of the Jericho Road (Grand Rapids: Zondervan, 1986).

13 Harvie M. Conn, Evangelism: Doing Justice and Preaching Grace (Grand Rapids: Zondervan, 1982).

14 Elaine Scarry, On Beauty and Being Just (Princeton: Princeton University Press, 1999).

- 1 - ¿Qué es hacer justicia?

Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios.

(Miqueas 6:8)15

“No sabía quién me iba a disparar primero”

Hace poco conocí a Heather, una mujer que asiste a mi iglesia en Nueva York. Después de graduarse en la Facultad de Derecho de Harvard consiguió un lucrativo trabajo en un importante bufete de abogados de Manhattan. Era un sueño hecho realidad para muchos jóvenes profesionales ambiciosos como ella. Era una abogada societaria con mucho poder, “vivía la vida” en la gran ciudad y aun así se sentía extrañamente insatisfecha. Quería marcar una diferencia en la vida de las personas, y se preocupaba por aquellos en la sociedad que no se podían permitir la clase de honorarios que sus clientes pagaban a su bufete. Por una porción de su antiguo salario se convirtió en asistente del fiscal del distrito de Nueva York, donde muchos de los criminales que procesa son los que han explotado a los pobres, particularmente a las mujeres.

Cuando era profesor de un seminario teológico a mediados de los ochenta, tenía un joven estudiante llamado Mark Gornik. Un día, esperando en la fotocopiadora, me dijo que estaba a punto de mudarse a Sandtown, uno de los vecindarios más pobres y peligrosos de Baltimore. Recuerdo que me sorprendí bastante. Cuando le pregunté por qué, él simplemente dijo “para hacer justicia”. Habían pasado décadas desde la última vez que alguien blanco se habíamudadoa Sandtown. Durante el primer par de años allí estuvo en una situación precaria. Mark le contó a un periodista: “La policía pensaba que era un traficante, y los traficantes pensaban que era un policía. Así que durante un tiempo no sabía quién me iba a disparar primero”. Pero con el paso de los años Mark, junto con los líderes de la comunidad, establecieron una iglesia y un amplio conjunto de ministerios que lentamente han transformado el vecindario.16

Aunque tanto Heather como Mark tenían vidas cómodas y seguras, se empezaron a preocupar por los miembros más vulnerables, pobres y marginalizados de nuestra sociedad e hicieron sacrificios a largo plazo para poder servir a sus intereses, necesidades y causas.

Eso es lo que, según la Biblia, significa “hacer justicia”.

Justicia es cuidar del vulnerable