La bitácora de Lupe - Facu Fernández - E-Book

La bitácora de Lupe E-Book

Facu Fernández

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Beschreibung

Dante Salvatierra estuvo cautivo, por decisión propia, en su vieja casona de la calle Comechingones 17 durante mucho tiempo. Después de un largo y tedioso proceso, ha logrado superar los traumas que lo tenían encapsulado en un mundo lleno de sombras. El mejor dibujante de todos los tiempos, con la ayuda de Lupe, ha decidido salir a la luz. Lo esperará un universo repleto de nuevas oportunidades, donde cambiará por completo la tranquilidad de su bella Ajllasga por la inquietante seducción de sucesos inesperados, que lo cautivarán y lo pondrán contra la espada y la pared. La posibilidad de afianzar su fama será notoria, gracias a la aparición de una nueva amistad inquietante y no menos fascinante. ¿Dante estará preparado para resurgir? ¿Estará intacta su capacidad de adaptación? ¿Qué impacto tendrá todo este cambio en su vida sentimental? ¿Seguirá siendo ese fuera de serie que lo llevó a ser el número uno, o quedará en el olvido como muchas personalidades destacadas? "Nuevamente, la agradable y dinámica narrativa del autor, nos llevará a sentirnos parte del universo de Dante. Podremos involucrarnos en su misteriosa historia, navegar en su cotidianeidad, y descubrir nuevas facetas de un ser humano fuera de serie". María Cecilia Bogado Lic. En Psicología.

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones. María Belén Mondati.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Fernández , Facundo Gabriel

La bitácora de Lupe / Facundo Gabriel Fernández . - 1a ed . - Córdoba : Tinta Libre, 2020.

176 p. ; 22 x 15 cm.

ISBN 978-987-708-566-2

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas de Misterio. 3. Novelas Románticas. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,

total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución

por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidad

de/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2020. Fernández , Facundo Gabriel.

© 2020. Tinta Libre Ediciones

“ Sé amable con tu cuerpo para que tu alma tenga ganas de habitar en él ”.

Teresa de Ávila

A ustedes, mis lectores

Agradecimientos

A la localidad de Achiras, por haberme enamorado desde pequeño y por haberse convertido en mi mayor musa de inspiración para crear ese lugar de ensueño, al que he llamado Ajllasga.

A mis hijos, a mis padres, a mis hermanas, a mi abuelo, a mis sobrinos, tíos y ahijados, a Jere López, a Clari; en fin, a mi familia, por ser quienes me acompañan en esta bonita profesión de crear y contar historias.

A Los Mosqueteros al diván, por ser esas espectaculares personas con las cuales recorro este loco peregrinar de letras por la Argentina y el mundo y por ser quienes a cualquier hora me ayudan con mis consultas disparatadas.

A todos los grupos de lectoras y lectores que convirtieron a esta bella historia en una conquista, pero aún más, porque gracias a ellos existimos.

A Fabi Stomas, a Vicky Luna y a Andre García por el “sí” rotundo y por su tiempo.

A María Cecilia Bogado, por comprenderme y por ayudarme a llevar a estas novelas, a lo que con mi ingenio y su conocimiento derivaron en lo que para muchos es una “historia distinta y atrapante”.

A mis amigos, a los que siempre estuvieron y a los que se fueron sumando a mi vida personal y literaria.

A Tinta Libre Ediciones, por confiar en mi trabajo.

A Mónica Gaido, por la corrección de la novela.

A Marcos Andrada, por el arte en “Secretos ilustrados” y en “La bitácora de Lupe”.

Pero me quiero detener en un gracias gigante a quienes son los verdaderos responsables de este éxito: Dante Salvatierra, Lupe y Mónica Butragueño.

La bitácora de LupeEl despertar de Dante

Facundo G. Fernández

El despertar de Dante

Ni bien terminó de escuchar cómo Lupe relataba su padecimiento, salió aturdido, con la vista firme a las sierras de Ajllasga, caminando hacia la casona.

Pero al pasar por enfrente de la iglesia detuvo su marcha. Al levantar su mirada hacia el campanario, sintió en su cabeza cientos de voces que le decían que actuara en consecuencia.

Apresado por su realidad, tomó la decisión de confesarse, acto totalmente ajeno a sus costumbres y creencias, pero el padre de la parroquia justo en ese momento no se encontraba en el templo. Abrumado ante la negativa, se arrodilló ante el santísimo y gritó:

—¡Dios, solo necesitaba un guiño, una señal para saber qué hacer! ¡Pero siento que mis plegarias nunca son escuchadas!

Al oír semejante declaración, la secretaria del cura se comunicó a la casa de la señora Lupe contándole lo que Dante había expresado y que lo había notado exaltado.

Su amiga, al enterarse, fue lo más rápido que pudo para encontrarlo, presintiendo que el dibujante pudiese cometer una locura; pero, producto de su discapacidad motriz, no pudo llegar a tiempo antes de que saliera disparado con rumbo incierto. Sin dudar, avisó a las autoridades de la localidad que de inmediato se hicieron presentes, con la precisa determinación de dar con Dante para que no cometiese ninguna fatalidad.

Defensa Civil y la policía, junto con los vecinos armaron un comité de seguridad y rastrillaje, y se alistaron para salir en su búsqueda.

—Salió corriendo para el lado de los murallones —dijo un niño que jugaba en el tobogán mientras señalaba con su mano.

Lupe les suplicó a los oficiales que fueran de inmediato hacia la represa hídrica de la localidad.

Dante cruzó campos y pequeños cerros durante unos veinticinco minutos, con la intención de llegar hasta allí y tal vez arrojarse, o quizás estar solo y pensar cómo poder continuar con su vida.

Cuando llegó al lugar, la soledad y la brisa que allí lo esperaban como únicos testigos lo calmaron por completo. La majestuosidad de esa obra arquitectónica lo tranquilizó. Él nunca había conocido ese nuevo avance de su amada Ajllasga; de hecho, en sus largas caminatas ni siquiera se había animado a acercarse hasta allí.

Siguió avanzando, tomándose de las barandas se paró observando el horizonte, vio como las enormes hélices del parque eólico, más conocido por todos como el parque de los vientos, giraban al son de los latidos de su corazón. Esos gigantes de acero a unos cientos de metros de donde estaba lo devolvieron a la actualidad; esos fantásticos progresos de la mano del hombre le hicieron darse cuenta de que todo avanza y que nada se detiene, y pudo comprender como su hermosa localidad había prosperado mientras él casi había quedado en el olvido.

En ese instante, fue cuando sintió que el silencio de Dios o el universo lo habían llevado hasta allí por algún motivo, o bien, para dejarle algún tipo de enseñanza. Esa enseñanza no era nada más ni nada menos, que su despertar y, en ese pensamiento positivo, decidió retornar.

Cuando escuchó el sonido de las sirenas de la policía, emprendió el regreso a su casa.

Al llegar a la entrada principal que separa la ruta 30 del camino que lleva hasta la tranquera de la represa, todas las personas que habían salido en su búsqueda quedaron sorprendidas cuando el jefe de policía se acercó al famoso dibujante y le preguntó:

—Dante, ¿está usted bien?

A lo que el ilustrador rápido de reflejos le respondió:

—¿Y usted cómo se sentiría si le dicen que habla con fantasmas?

La gente, ante semejante respuesta, le abrió paso en silencio.

“No es fácil sobrevivir al olvido del otro,aunque es peor sufrir del síndrome de la caducidad”.

Primera parte

Capítulo 1

El reencuentro

Como pudo, fue hilvanando cada suceso de los últimos cinco meses.

En su mente, aún persistía ese rompecabezas que conformaban sus 49 años. Sonrió con cierto enojo, pero a la vez con un dejo de resignación; conjugó cada recuerdo intentando darle cierta forma a alguna vaga idea de cómo poder continuar con su vida.

La resiliencia por ese entonces era una antología, un pasaje de idas y de vueltas de hermosos y tristes recuerdos, razón por la cual hizo que sus sienes colapsaran por el dolor causado por las revelaciones y verdades antes ocultas.

A los nombres propios y a sus fantasmas los fue acomodando uno a uno según cada cual había aparecido en su vida. Pudo darse cuenta del porqué de las apariciones y los motivos por las que las dejó involucrarse en su mundo, pero a la vez se sintió abrumado y con mucha vergüenza, por no haberse dado cuenta de que su capacidad no solo era crear obras que después se vendían en millones de dólares, se maldijo por tener la maldita manía de haberles dado libertades que él mismo había perdido.

Se resignó, cerró sus manos con fiereza y gritó mientras el sol caía detrás de las sierras de Ajllasga. Una y otra vez dejó salir la angustia de su corazón, él era Dante Salvatierra y quería resurgir, pero aún no tenía claro cómo.

El famoso dibujante detuvo su andar y se sentó calle abajo sobre el cordón de la vereda; la noche poco a poco se hizo presente y el silencio se convirtió esta vez en una dulce compañía.

Dante apoyó con suma paciencia sus manos a un costado de su cuerpo y extendió sus piernas. Al mismo tiempo inspiró y exhaló aire puro mezclado con la humedad del rocío y del frío que se balanceaba y se depositaba sobre sus mejillas, acción que repitió en varias oportunidades logrando, así, con su respiración, llegar a sentir la calma necesaria para todo su ser. De este modo simple y sencillo encontró la armonía que tanto anhelaba y que parecía haberla perdido vaya uno a saber en qué momento exacto de sus 49 años, algo tan intrigante como su vida misma.

En el mismo lugar en el que estaba, cuando las estrellas y la luna comenzaban a fusionarse con el sonido de los grillos, se recostó por completo, abrió sus brazos dejando que su pecho y sus ojos disfrutaran de la oscuridad. Durante varios minutos, acostado sobre la vereda que daba enfrente de la casona de la calle Comechingones 17, pensó, lloró y sonrió, pudiendo concluir en que estaba a las puertas de un cambio rotundo. Sintió que, por primera vez en su vida, se había sacado esa mochila repleta de broncas y enojos, como así también de miedos y visiones que lo detenían.

Dante pudo convencerse de qué debía hacer y llegó a la conclusión de que, si había podido superar el reencuentro con su madre, por qué no seguir ese camino y, tal vez, buscar la forma de verse cara a cara con el único y verdadero amor de su vida y, con esto, recomenzar.

Lleno de júbilo se reincorporó y puso en marcha el ingreso a su hogar. Esa enorme puerta de madera maciza que siempre había estado cerrada, esta vez se convertiría en un pasaje de ida y vuelta a su nueva existencia. De este modo, como todo un caballero lleno de esperanza, introdujo la llave y abrió de par en par ese mundo nuevo y se dirigió a la sala principal.

Encendió todas las luces y encaminó sus pasos hasta la estufa ya que el frío en la vieja casona se hacía sentir. Fue acomodando los troncos mientras los recuerdos de Bruna aún le retorcían las entrañas, pero, a la vez, sintió en su corazón la tranquilidad de que, más allá de haber sido una creación de su mente, esto le había ayudado para saber perdonar a su madre y, sobre todo para hacer desaparecer otra imagen fantasmal como la de Claudina. Cuando este recuerdo pasó por su cabeza, de manera automática fue hasta su atelier y trajo consigo todas las ilustraciones de quien él aseguraba que había sido su esposa. Seleccionó solo dos obras para utilizarlas en un futuro: una, para su museo allí en Ajllasga y la otra, para la casa de la calle Haití en Buenos Aires.

Hizo varios viajes y una gran cantidad de obras de arte fueron incinerándose una tras otra hasta convertirse en cenizas.

Ver el polvo negruzco y gris en el que se iban convirtiendo sus dibujos en la estufa lo llevó a recordar a su madre; aunque la escena pareciese terrible, a él lo llenó de ternura, de amor y, como respuesta al estímulo, se dijo: «Pensar que así terminaré mi vida, convertido en cenizas. No voy a dejar que esto suceda pronto».

Una algarabía importante hizo que sacudiera su cuerpo y comenzó a gritar de felicidad; se juró a él mismo, y a la memoria de sus padres, que era hora de enfrentar al mundo, ya que se sentía con las fuerzas necesarias para hacerlo.

Cuando logró cierta calma, recordó que en 48 horas le entregarían los restos de Isolina Cantoro, su madre; pero ese acontecimiento no le borró su sonrisa, al contrario, se conservó en su rostro la alegría. Él sabía que había mucho por hacer, pero si quería comenzar con algo concreto y verdadero debía tomar la iniciativa para lograr sus sueños, entonces se decidió a discar el teléfono y hacer esa llamada que tanto anhelaba.

El viejo aparato otra vez podría convertirse en el nexo de un reencuentro que llevaba muchos años en tiempo de espera y rogaba que Mónica Butragueño esta vez no olvidara su promesa.

Y la llamó.

—Hola, Dante. ¿Cómo estás? ¡Te estuve llamando! —dijo Mónica, ni bien su teléfono sonó.

Esas primeras palabras llenaron de amor genuino a Dante que apenas podía hablar.

—Hola, Moni, mi madre murió.

—Lo siento muchísimo. Lupe me llamó para contarme. Pero sentí que ese era un momento muy íntimo y que debías enfrentarlo solo.

—Sí, es cierto, aunque admito que tenerte acá hubiera sido lo mejor para mí.

—Dante, ¿y quién te ha dicho que no voy a ir? Es más, sé que pasado mañana te entregarán los restos de tu mamá. Dentro de una hora salgo en un vuelo privado hasta el aeropuerto de General Celestino, en la madrugada me tenés en Ajllasga.

—¿No será otra de tus bromas? —preguntó Salvatierra.

—En absoluto, en dos o tres horas a más tardar estoy allí. No te preocupes, Lupe contrató a alguien de su confianza para que vaya a buscarme. Esperame con tus ricos mates.

—Moni, no sabés lo feliz que me hacés sentir, no veo la hora de abrazarte de nuevo.

—Yo también tengo muchas ganas de verte, si hasta aún recuerdo las primeras palabras que me dijiste cuando acepté que me dibujaras. Vos, ¿las recordás?

—Cómo olvidarlas. Sí, las recuerdo con mucho amor, ni bien entraste a la casona, te dije: “Resolver el laberinto que me plantea tu mirada, no hace más que acrecentar mis dudas sobre a quién dejar actuar primero, si a mi mente o a mi corazón”.

—Amor, creo que hiciste bien en dejarte llevar por las emociones. Ayer, ahora y siempre voy a ser tuya.

—Mónica, es hermoso escucharlo otra vez. La verdad me muero de ganas por tenerte junto a mí en la casona.

Mientras disfrutaban de la charla, la señora Butragueño estaba en todos los detalles y ante la incertidumbre del artista le expresó:

—Dante, con seguridad la noticia de mi visita va a expandirse pronto, por eso prefiero viajar de noche, así podemos estar tranquilos por un buen rato, aunque sea. Una vez que todos sepan que estoy por La Elegida, veremos cómo lo solucionamos. Espero que los periodistas sepan entender esta situación.

—No tenés de qué preocuparte —le dijo Dante—, entre los dos vamos a saber manejar todo esto. Gracias, me hace muy bien saber que la mujer de mi vida va a estar otra vez a mi lado.

—Dante, esta vez no nos separaremos, te lo prometo —le aseguró Mónica.

Los segundos se fueron transformando en minutos y estos en horas.

La espera se hizo eterna, pero todo cambió cuando el sonido de las ruedas de un auto se sintió golpetear contra los viejos adoquines producto de los frenos. Ese momento fue el primer indicio de un reencuentro que se estaba por concretar en algunos instantes después de muchísimo tiempo.

Ni bien el auto se detuvo, Mónica abrió la puerta y salió corriendo en busca de la campana que estaba en la puerta de rejas de la casona, pero no fue necesario, Dante Salvatierra, ante los primeros sonidos del coche, ya estaba en la galería de su vivienda esperándola.

A la distancia se vieron. La apacible luminosidad de una noche de finales del otoño hizo que sus cuerpos se entrelazaran entre abrazos y besos negados, para convertirse en realidades absolutas, donde las lágrimas de la alegría y el amor mutuo ya eran solo una. Dante y Mónica estaban nuevamente juntos después de 32 años de agonías retenidas por la distancia y la locura.

El chofer del taxi los dejó disfrutar de las caricias. Ni bien la pareja hizo un momento de respiro ayudó a bajar el equipaje de la famosa actriz. Dante, con un gesto de caballerosidad, saludó al señor y le entregó el dinero por el viaje y por la cortesía. El chofer, por su parte, aseguró que guardaría el secreto de la visita de la señora Butragueño. Al estrechar sus manos, el trato de honor y silencio se terminó de cerrar, luego el vehículo retomó su camino mientras los cuerpos de Mónica y Dante pasaban por la puerta y esta suavemente era cerrada por ambos, demostrando así que esta nueva etapa sería de a dos.

En la casona la temperatura era muy agradable, el mate ya estaba listo para compartirse, pero Mónica tenía en mente una idea aún mejor.

El baño estaba esperándola con la bañera llena de agua caliente, la luz estaba apagada pero unas velas iluminaban el lugar convirtiéndolo en un sitio por demás placentero y excitante. Siguieron avanzando tomados de las manos entre besos ardientes.

La lujuria y el ritmo cardíaco de ambos hicieron una hermosa lucha cuerpo a cuerpo mientras se sacaban a tirones sus ropas. La famosa “R” que conformaban los cuadros de dudosa interpretación cayeron al suelo por el arrebato de pasión; sus manos no dieron abasto, su piel era el infierno y el cielo al mismo tiempo. El cabello rubio de Mónica Butragueño se mezcló y se amalgamó con el cabello cubierto de canas de Dante.

El éxtasis no los dejó ni siquiera llegar hasta el baño. El reloj que muchas veces había sido el mundo de Dante fue el testigo de lujo del reflejo de Mónica, su aliento por causa de los gemidos de placer tiñó de vapor el vidrio. Sus manos lo tomaron como sostén ante los movimientos salvajes de Salvatierra. Él la atrapó de atrás con energía, apoyó sus dedos sobre la sensual figura de Mónica; ella separó sus piernas y se inclinó de tal manera que la hombría de Dante entrara y se adueñara de su sexo. Una y otra vez la pasión retenida por años de ausencia se fue dejando atrás, sus cuerpos tenían memoria selectiva del otro; se necesitaban y en ese primer acto de goce quedó de manifiesto que la pasión, la lujuria y el amor, cuando son sinceros, nunca se terminan.

Ni bien acabaron de hacerlo, se metieron dentro de la bañera mientras que los besos y las caricias se continuaban sin descanso. El deseo no quería detenerse, cada centímetro de su piel fue conquistado y el mapa original de seducción fue dibujado mientras se hacían el amor.

Ambos sabían de los gustos personales de cada uno, se supieron satisfacer sin vergüenzas ni ataduras. Aquel Dante de antes de la llamada parecía haber desaparecido y Mónica lo pudo disfrutar a pleno. Ella fue la chispa y él las ramas secas y, entre ambos, se encendieron en el infierno del regodeo.

Se hicieron de todo, hubo sexo irrespetuoso, hasta se podría decir cavernícola, no les importó, se necesitaban, esta vez la locura se adueñó del lugar, tal cual como había pasado en su adolescencia.

Cuando el deseo dijo basta, se relajaron por completo. Ella quedó apoyada sobre el cuerpo de Dante, mientras que él la abrazó con todas sus fuerzas, demostrándole lo que uno y otro se habían prometido. Esta vez nadie los separaría y estaban dispuestos a disfrutarse.

Durmieron un buen rato; cuando el agua se enfrió salieron de la ducha. Dante fue en busca de sábanas y colchas que tiraron frente a la estufa. De este modo lograron conectarse desde la charla, mientras que Mónica sacó desde un pequeño bolso su whisky preferido para compartir junto al artista.

Se emborracharon de amor y satisfacción.

Las horas fueron pasando y la madrugaba se hizo día. No hubo tiempo para más. Así, de este modo, todas las promesas se fueron saldando con creces y esto daría pie a un nuevo comienzo, que traería consigo un sinnúmero de consecuencias.

Capítulo 2

En el living

Despertaron muy tarde, la maratónica madrugada los había dejado exhaustos, así mismo pudieron abstraerse del mundo por algunas horas donde fueron un solo cuerpo al servicio del otro.

Ambos habían cumplido con la promesa de que, cuando se reencontraran, saldarían cada segundo de sus vidas en los que habían estado separados y realmente así lo fue.

Se levantaron y se ducharon juntos; nuevamente se hicieron el amor, se pusieron sus ropas y Dante comenzó a preparar el almuerzo que tranquilamente podría haber sido la merienda. Exprimió unas naranjas, preparó unos sándwiches, mientras Mónica lo observaba de pies a cabeza y le sonreía al verlo tan feliz y contento.

—Bonito, la verdad es que te miro y seguís tal cual te recordaba. Estás hermoso con esas canas y esa barba ahora tan prolija; sos el mismo, solo con algunos años más.

Dante giró su torso y caminó unos pasos hacia ella y la besó con una intensidad que demostraba que la amaba y ella le correspondió quedándose sentada abrazándolo con sus manos, apoyando su rostro sobre el cuerpo del gran amor de su vida.

La charla continuó:

—Moni, mañana iré a buscar los restos de mamá, no sé si vos tenés ganas de acompañarme, no creo que tu visita haya llegado a las noticias aún.

—Te dije que vine para estar a tu lado y a acompañarte en todo, acá la gente es muy distinta, es respetuosa. No creo que tengamos mayores problemas —le dijo Mónica con mucha seguridad en su voz.