La Bruja y el Hechicero - Verónica L. Vignolo - E-Book

La Bruja y el Hechicero E-Book

Verónica L. Vignolo

0,0
6,49 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Ellos son una pareja de brujos allá por el 1600. Ellos se conocerán de nuevo en el 2020. Mariana, protagonista en el año corriente, presiente que ya se conocen. Le fascina la numerología y su significado. Después de investigar en varios disciplinas, descubre que ellos quizás ya se han cruzado antes en otras reencarnaciones. Y que esta podría ser su última misión juntos. Si vida tras vida se buscan. ¿Qué obstáculos deberán vencer en esta oportunidad? Una historia cargada con dolor, pasión, y desencuentros. Un amor prohibido. La intriga y la incertidumbre, comprimira sus cuerpos por el dolor vigente de poder perderse el uno al otro, nuevamente.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 88

Veröffentlichungsjahr: 2021

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



VERÓNICA L. VIGNOLO

La Bruja y el Hechicero

Vignolo, Verónica L.

La Bruja y el Hechicero / Verónica L. Vignolo. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

100 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-87-1347-2

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título.

CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA

www.autoresdeargentina.com

[email protected]

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

¿Crees en la magia?

¿Es algo real?

Magia

Se cree que es la fuerza sobrenatural que nace del hombre; de su deseo; y de su fuego interno.

Una ciencia oculta que está llena de misterio y que combina conjuros, pócimas y hechizos.

Arte de hacer posible lo imposible…

Dícese que, en un tiempo remoto, había un hechicero muy poderoso al que se le atribuía la capacidad de alterar la naturaleza de las cosas y crear resultados que no respondían a la lógica o a la razón. Su conocimiento y poder eran impresionantes...

Y dícese también que un día conoció a una joven y prometedora bruja.

Y que, además, sin poder llegar a predecirlo, caería impresionado por su natural encanto y hermosura.

Ella llegaría a su vida de manera imprevista, y hechizaría sin previo aviso su rebelde y solitario corazón…

Año 1692Esmeralda y Michael

Eran tiempos duros y la escasez azotaba la época. Se vivían momentos hostiles y de gran violencia, causados por momentos de fuertes conflictos civiles y hambruna. La gente se peleaba por alimentos y recursos.

Mientras tanto crecía paralelamente un importante desarrollo de la magia dentro de la ciudad. Con sólidos antecedentes y fusiones entre tradiciones indígenas prehispánicas y la de los españoles tras su conquista. Proveían a la ciudad de una variedad extensa de ritos y preparados; pócimas y hechizos en búsqueda de soluciones milagrosas para la pobreza, la soledad y el mal de amores, entre los más destacados.

En ese contexto estaba Michael. Él era un hechicero muy prestigioso y de renombre para la época. Sus ojos negros azabache de un oscuro profundo lo marcaban con intensidad y fuego.

Se caracterizaba por su prominente mandíbula huesuda y escalofriante, y una barba que hacía juego con su entrecejo y lo hacía lucir una mirada reacia para el público, escondiendo detrás un alma de feroz contrincante.

Llevaba consigo su daga de plata con dije de ojo de topacio azul que siempre lo acompañaba. Era su amuleto y protección. Además vestía una elegante capa negra con detalles rojos. Unas sutilezas que consideraba genuinas y dignas de un buen mago y por las cuales era también muy fácil reconocerlo.

Por otro lado estaba Esmeralda, una bruja principiante, que vivía en un pueblo cercano a unos 13 km de donde vivía Michael. Ella no era tan conocida como él, todo lo contrario, ya que sus aplicaciones eran puramente caseras y sus conocimientos eran muy básicos.

Esmeralda tenía un hermoso cabello castaño–rojizo, piel blanca y aterciopelada como la de la luna, ojos entre verdes–amarronados junto a una sonrisa simplemente hechizadora.

Conquistaba con su simple presencia y dominaba varias artes de curación, adivinación, telepatía y empatía. Conectaba muy bien y muy rápidamente con las personas y sus emociones.

Su marca personal era un dije de ámbar naranja coñac, que adosaba a su pulsera de perlas blancas y una capa roja que le llegaba hasta la cintura. Era intrépida y curiosa, siempre ávida de aprendizaje.

Podía presentir que este era solo su comienzo dentro de la magia y que tendría un gran potencial.

Todo sonaba bastante prometedor dentro de su mente; pero la verdad era que su realidad pronto cambiaría drásticamente en el momento en que se cruzase y se encontrara con él...

Michael dedicaba casi todo su día a la brujería, estudiando, probando nuevas pociones e ingredientes extraños.

Para él todo problema social era un nuevo reto y, aburrido de las pócimas de amor, quería incursionar en algo más poderoso, que pudiera realmente cambiarles la vida a las personas.

Una mañana mientras estaba trabajando se frustró al darse cuenta de que se había quedado sin su ingrediente estrella: “la flor fresca de lavanda” .Un ingrediente muy presente en todos sus preparados. Sabía que de este modo no le quedaría más remedio que interrumpir todos sus experimentos e ir al campo más cercano en busca de nuevas provisiones.

Como dato para la búsqueda de cada ingrediente que usaba, tenía siempre de referencia a un pueblo no muy lejos de ahí, donde cultivaban diferentes flores y plantas. Y para lo que él necesitaba conocía una estancia cuyo dueño cultivaba, entre otras cosas, grandes espacios con hermosas plantas de lavanda.

Debería caminar para ello entre 10 km y 12 km; pero no le importaba porque sabía que el camino valdría la pena y por ahí, tal vez, encontraría algún otro ingrediente que le sería seguramente de utilidad.

Michael comenzó así su trayecto, que le suponía una prolongada caminata hasta llegar al lugar indicado.

Mientras tanto, por otro lado, estaba Esmeralda en su casa, ayudando en la cocina a su madre y esperando a que su novio Luis la viniera a visitar como de costumbre.

Luis vivía en una casa vecina, pero igualmente estaban a unos 7 km de distancia. Había pocas casas en ese pueblo y todas se encontraban muy distantes unas de otras.

Michael finalmente llegó a su destino y comenzó a recolectar las flores de lavanda salvaje, que perfumaban y pintaban colorida y alegremente los campos rurales.

Griselda era la mamá de Esmeralda, una mujer entrada en años, muy madura y trabajadora. En su juventud había sido siempre muy enérgica; pero con el paso y el peso de los años se agotaba con facilidad. Incluso más de lo normal. Griselda entonces decidió mandar a su hija afuera para que la ayude a entrar la ropa que habían antes lavado a mano por horas en una palangana con jabón. El trabajo había consumido todas sus energías, y Esmeralda no dudó en realizar esta tarea por su madre.

Cuando Esmeralda salió, vio a lo lejos a alguien vestido muy extrañamente con una capa larga y negra.

No sabía si era algo que estuviera imaginando o si esa figura era realmente real. Decidió acercarse, ya que su curiosidad era demasiado fuerte y no podía evitarlo.

Apenas el extraño se percató de su presencia, ambos se miraron, primero con desconfianza, después con una mirada penetrante e inquisidora como para identificarse sin hablar. El silencio y la curiosidad persistían, ninguno de los dos emitía palabra. Hasta que, por fin, Michael se animó y le dijo:

—–Disculpe, señorita, solo estaba de paso buscando algo de lavanda para un té. Sepa disculpar mi atrevimiento. Se la pagaré si así lo desea. Traigo conmigo unas cuantas monedas.

—¿Un té? –preguntó ella–. ¿Acaso tiene usted algún familiar enfermo? –insistió Esmeralda.

—No, es simplemente un dolor pasajero y sé que este ingrediente es muy recomendable para todo tipo de molestias, por eso lo busco.

—Seguramente con una canasta llena tendría para sanar a todo el vecindario –agregó y rio sutilmente–. No es necesario que me pague, aquí crece en abundancia.

Él agradeció con una sonrisa y se marchó al poco tiempo de finalizar la conversación.

Al llegar nuevamente a su casa Michael se puso a reflexionar sobre el impacto que le había generado la aparición de aquella desconocida.

Aquella joven tenía un vestido de color lila suave y de estilo sencillo, pero delicado, que hacía juego impunemente sacándole gran ventaja a la belleza misma de los campos perfumados de lavanda, tan primorosos y delicados. Su pelo ondulado medio rojizo al sol la hacía lucir tan bella y extrañamente poderosa que la había dejado realmente fascinado, y una inquietud en su interior le producía unas inmensas ganas de volver a verla.

Cuando Esmeralda terminó de entrar la ropa y completar sus quehaceres, también permaneció en ella un pensamiento remaneciente, de aquel hombre que había aparecido esa mañana en su campo. Pensaba en el magnetismo que le había generado aquel hombre de rasgos varoniles muy marcados y aspecto delgado, no era más alto que ella, sino de su misma estatura y no lucía para nada forzudo, era todo lo contrario a su novio Luis, que tenía una gran musculatura.

Ella había notado especialmente en este hombre extraño cómo resaltaba su rostro con su mandíbula marcada y su barba negra azabache que le quedaban realmente muy bien. Podía además intuir que detrás de su mirada escondía algo más allá de la anteriormente declarada recolección de lavanda para el té. Tenía muchísima intriga por descubrir cuál era realmente la finalidad de aquel hombre tan misterioso y tan magnético.

Pasó más de una semana sin ningún hecho elocuente, hasta aquel viernes algo nublado y ventoso, donde la madre de Esmeralda le pidió que le consiguiera ingredientes para una receta familiar que ellas preparaban y que le servía de remedio. Esmeralda debería ir hasta el centro del pueblo para conseguirlo.

Emprendió su viaje rápidamente, ya que debería recorrer todo el mercado central para encontrar lo que su madre le había pedido. Una vez ahí, pasaban las horas sin éxito, y sin encontrar lo que necesitaba. Los ingredientes para la medicación eran muy específicos. Su madre sufría de asma y además se encontraba muy debilitada por un par de gripes que había pasado.

Cuando se dio vuelta para ir al último lugar que le quedaba por visitar, se chocó con una persona que tenía detrás.

—¡Mil disculpas! No lo vi –dijo de inmediato ella.

Cuando levantó la mirada lo reconoció automáticamente. Era él, el mismo extraño del campo.

—¡Hola, qué maravillosa coincidencia! –saludó cordialmente Michael.

—Sí, la verdad, qué extraño, ¿no?

—¿Qué te trae por el mercado? Estás lejos de tu casa, tiene que ser algo importante –preguntó Michael.

—Sí, mi madre necesita ingredientes para un medicamento casero familiar y no logro conseguirlo.

—¿Qué medicamento necesitas preparar? Por ahí pueda ayudarte. Tengo muchas cosas en mi casa.

—Ella toma un medicamento a base de ruda, cúrcuma, ginkgo biloba y jengibre, pero me faltan casi todos los ingredientes y no puedo prepararlo.

—¡Sencillo! –dijo y sonrió–. Tengo todo lo que necesitas, ven y con gusto te los daré, ya que me has permitido cosechar lo que buscaba la otra vez.

Esmeralda dudaba y desconfiaba muchísimo en su interior. Igualmente sabía que muchas opciones no tenía, ya que eran ingredientes escasos en aquel lugar, y tenía su magia y valentía para protegerse ante cualquier inconveniente. Así que asistió ante la amabilidad de aquel extraño y lo acompañó en la búsqueda de lo que necesitaba.

—Antes que nada, ¿cómo te llamas? –indagó ella–. Nunca te pregunté tu nombre.

—Michael. Un gusto, señorita –respondió con alegría–. ¿Y tú?

—Esmeralda. Un gusto igual –ambos asintieron.

Michael le llevaba fácil más de diez años a ella, aunque como lucía un aspecto más joven por ahí no era tan fácil descifrarlo. Ella tendría unos veintitantos y él rondaba los cuarenta.

Cuando Esmeralda entró lentamente a la casa de Michael, descubrió para su fascinación un sinfín de frascos de todos los tamaños y colores; sales; especias; olores desconocidos que envolvían y deslumbraban sus sentidos por completo. Totalmente maravillada no podía creer lo que estaba viendo.