La Creación - Charles Haddon Spurgeon - E-Book

La Creación E-Book

Charles Haddon Spurgeon

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Beschreibung

La colección Salmos está basada en la gran obra de estudio y referencia El Tesoro de David. En ella encontraremos el mensaje de las Escrituras; desde los hechos de La Creación narrados en Génesis, pasando por la historia de Israel y los profetas, hasta la encarnación, vida y muerte expiatoria de Jesús el Mesías; su resurrección, ascensión a los cielos y segunda venida.

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La Creación

salmo de la creación

Salmo 19

C.H.Spurgeon

Editor Eliseo Vila

colección salmos

El Tesoro de David

EDITORIAL CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 VILADECAVALLS

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: [email protected]

http://www.clie.es

© 2015 por Eliseo Vila Vila para la presente versión española ampliada.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org <http://www.cedro.org> ) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra».

© 2015 Editorial CLIE

colección salmos

Salmo 19.La Creación. Salmo de la Creación

ISBN: 978-84-1684-554-5

Vida Cristiana

Crecimiento espiritual

Referencia: 224846

Impreso en USA /Printed in USA

1

Título:Al músico principal. Salmo de David. Sería una pérdida de tiempo tratar de investigar el período específico en que fue escrito este poema encantador, pues no hay nada en su título o cabecera que nos de alguna pista o nos ayude en la búsqueda. Las palabras Al músico principal. Salmo de David, nos aclaran que fue escrito por David y entregado al maestro o director de la música en el santuario para que pudiera ser usado en la adoración. Mientras guardaba en su juventud los rebaños de su padre en los campos, el salmista se dedicaba a estudiar los dos grandes libros de la revelación de Dios: la Naturaleza y la Escritura. Y tan profunda y exhaustivamente había penetrado en el espíritu de estos dos únicos volúmenes de su biblioteca, que era capaz de compararlos y contrastarlos con un criticismo piadoso, resaltando y magnificando las excelencias de su autor según se revelan particularmente en cada uno de ellos. ¡Cuán necios e impíos son aquellos que en vez de aceptar estos dos volúmenes sagrados y deleitarse contemplando en ellos la misma mano divina que los escribió, emplean todas sus energías y facultades mentales en descubrir y demostrar discrepancias y contradicciones entre ambos!1 Bien seguros podemos estar que los verdaderos “Vestigios de la Creación”2 nunca van a contradecir el Génesis; ni jamás un “Cosmos”3 correcto va a plantear discrepancias fundamentales con la narrativa de Moisés. De modo que el hombre verdaderamente sabio es aquel que lee ambos libros, el Libro de la Naturaleza y el Libro de la Palabra, como dos volúmenes de una misma obra de revelación, y que exclama con respecto a ellos: “Mi Padre escribió los dos”.

C. H. Spurgeon

Estructura: Este hermoso himno se divide en tres partes correctamente indicadas por los traductores de nuestras versiones de la Biblia. En los versículos del uno al seis, la Creación muestra su gloria (19:1-6); del siete al once, la Palabra muestra su gracia4 (19:7-11); y del doce al catorce, David ora pidiendo gracia (19:12-14). La alabanza y la oración se combinan en este hermoso poema de una manera magistral; pues el mismo salmista que canta proclamando la grandeza de la obra de Dios en el mundo exterior, ora fervorosamente implorando en su interior la obra de la gracia.5

C. H. Spurgeon

Versión poética:

Caeli enarrant gloriam Dei

Los cielos cuentan de su Dios la gloria,

con estilo sublime la proclaman,

y el firmamento mismo nos publica,

que todo es obra de sus manos santas.

Un día esta verdad dice a otro día,

una noche a otra noche la declara,

y no hay lengua ni idioma que no tenga

esta voz, y por todos se propaga.

Ya de la tierra en la extensión entera

esta idea está tanto derramada,

que a sus confines llega, porque en ellos

se escuchan sus enérgicas palabras.

Puso el Señor su habitación brillante

en el sol mismo, porque en medio se halla,

y sale de ella hermoso y refulgente

como el esposo de su lecho salta.

Sale lleno de ardor, pues correr debe

vastos espacios, y distancias largas,

y corre tan veloz, que en su carrera

con pasos de gigante se adelanta.

Sale de lo más alto de los cielos,

desciende a las partes las más bajas,

sin que de su calor nadie se esconda,

porque todo lo enciende con su llama.

La Ley de Dios es pura y sin mancilla,

capaz de convertir todas las almas;

su testimonio es fiel, y hasta a los niños

comunica su ciencia soberana.

Sus justicias tan rectas que, de gozo,

todos los corazones arrebatan,

y sus preceptos son tan luminosos,

que a los ojos alumbran con luz clara.

Su temor es muy santo. Permanece

los siglos de los siglos con constancia.

Sus juicios tan rectos, que en sí mismos

hacen patente su justicia tanta.

Mucho más de desear que no es el oro,

los diamantes, rubíes y esmeraldas,

más dulces que la miel aunque es tan dulce

y más que los panales de que mana.

Y por eso tu siervo los observa

con tanto celo, y con delicia tanta,

pues sabe que si humilde te obedece,

recompensa magnífica le guardas.

Mas ¡quién conoce todos sus delitos!

lava mis propias y secretas faltas,

y lávame también de las ajenas,

en que pude caer por ignorancia.

Entonces sí que libre de mis culpas,

tanto las propias como las extrañas,

será mi corazón inmaculado,

y mi conciencia quedará sin mancha.

Y entonces las palabras de mi boca

podrán llegar a tus oídos gratas,

y te serán no menos agradables,

que las meditaciones de mi alma.

Pues entonces con culto reverente

estaré siempre en tu presencia amada,

en la presencia tuya, que es el solo

fundamento feliz de mi esperanza.

Del “Salterio Poético Español”, Siglo xviii

1Diodoro de Tarso[¿?-392] en su Comentario a los Salmos nos recuerda que el Salmo 19 es un salmo doctrinal, como lo es también el Salmo 4; que también reprende a aquellos que dudan de la providencia divina (4:6), y avergüenza a los que afirman que la creación no es obra Dios, sino que las cosas creadas proceden de sí mismas. Pues obviamente, si proceden de sí mismas la conclusión lógica es que no actúan bajo la voluntad divina, y por tanto no precisan de un Creador.

2 Se refiere en forma irónica a la famosa obra de biología evolucionista titulada “Vestiges of the Natural History of Creation”, “Vestigios de la Historia Natural de la Creación”, más conocida simplemente como“Vestiges of Creation”, “Vestigios de la Creación” escrita por el científico escocés Robert Chambers [1802-1871] y publicada en dos volúmenes en 1844 de forma anónima por temor a la tempestad que las ideas evolucionistas y la crítica del relato bíblico hecha en el libro suscitarían y a verse directamente involucrado en la fuerte polémica que el libro levantó en aquella época.

3 Se refiere al libro titulado Cosmos, escrito por Friedrich Heinrich Alexander, Barón de Humboldt, también conocido como Alejandro de Humboldt [1769-1859], geógrafo y naturalista alemán, considerado como el padre de la Geografía Moderna. Publicó numerosos atlas, geografías y obras científicas y en su Cosmos, obra en cinco volúmenes que Humboldt comenzó a escribir cuando tenía ya 76 años (a la que se refiere Spurgeon), describe todos los conocimientos de la época sobre los fenómenos terrestres y celestes y pone de manifiesto la excitación de los intelectuales del siglo xix ante los continuos descubrimientos científicos y la necesidad práctica de progresar en la investigación científica.

4 El cambio de tema es tan radical que ha llevado a algunos críticos a identificar dos salmos distintos, uno de canto a la gloria de Dios en la naturaleza (19:1-7), y otro distinto proclamando las bondades de la Ley de Dios (19:8-15). Entre otros argumentos apoyan esta tesis en el hecho de que cada uno utiliza un término distinto para referirse a Dios: אֵלEl que traducimos por Dios en la primera parte, y יהוה yehôvâh, que nuestras versiones traducen por Jehová, en la segunda. Shöekel observa en este sentido que «puestos a dividir el salmo, Pérez de Valencia lo divide en tres partes: 2-7, 8-12, 13-15. Castellino lo divide en cuatro secciones: cielo y firmamento, sol, ley, petición». Kraus afirma al respecto: ««Hace ya mucho tiempo que se reconoce que Salmo 19 está compuesto de dos salmos. La sección A es un himno de alabanza a Yahvé por su manifestación en la naturaleza; la sección B es una glorificación de la תּוֹרָה. Las diferencias entre las dos partes del salmo son tan sorprendentes, que no necesitan ulterior explicación. Sin embargo, sería improcedente estudiar el Sal 19A y el 19B como dos textos completamente dispares. La tradición reunió ambas partes. Por este motivo, en un estudio de exégesis estamos obligados a investigar por qué se combinaron ambas partes y qué sentido tiene su combinación». Está claro, no obstante, que esta idea de los dos salmos no encaja en absoluto la opinión de Spurgeon ni de ninguno de los comentaristas por él citados, que no se molestan siquiera a defender o debatir la unidad del salmo porque no se plantean en absoluto tal posibilidad. Y buena parte de comentaristas y exégetas tanto de los antiguos, como es el caso de Franz Delitzsch, como también modernos, apoyan la idea de que se trata de un solo salmo.

5Teodoreto de Ciro [393-458] distingue en este salmo tres partes diferenciadas: «Al comienzo nos instruye sobre la creación y la providencia; a mitad del salmo, sobre la Ley; y en la conclusión, respecto a la gracia».

2

Salmo completo: El escenario majestuoso al que hace referencia este salmo parte por entero de la contemplación de la naturaleza en la soledad y aislamiento propio de la vida de un pastor de ovejas. Una contemplación gratificante, llevada a cabo al cénit del mediodía o más probablemente a primera hora de la mañana, cuando el sol comienza a despuntar por el horizonte y va eclipsando con la gloria de sus rayos a todos los demás cuerpos celestes del firmamento. Forma, por tanto, un contraste perfecto con el Salmo 8 con el que se complementa, compuesto este último evidentemente por la noche; por lo que debería leerse en relación con él, ya que es probable que fuera escrito aproximadamente por la misma época. Ambos son cánticos de alabanza derivados de los fenómenos de la naturaleza, y por tanto apropiados de modo peculiar a la vida rural o pastoril.6

John Mason Good [1764-1827]

“An Historical Outline of the Book of Psalms”, 1842

Salmo completo: Plutarco,7 decía que el mundo es lo más parecido a una escuela de teología. Y nosotros podemos añadir que en ella, como nos dice la Escritura, Cristo es nuestro catedrático que nos instruye con sus obras y con sus palabras a la vez. Así como Aristóteles tenía dos clases de escritos, unos llamados exotéricos para los oyentes comunes, y otros acromáticos para sus estudiantes privados y amigos personales, así también, según David da a entender en este Salmo, Dios tiene dos clases de libros; a saber: el Libro de la Creación, un libro común abierto y accesible a todos los seres creados: Los cielos cuentan la gloria de Dios (19:1-6); y el libro de sus Estatutos, las Escrituras, abierto sólo a sus estudiantes privados y amigos personales, esto es, la Iglesia: La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma (19:7,8). El gran libro de la creación, es un infolio8 que bien puede equipararse en cierto modo al “el calendario del pastor”9 o al “alfabeto del labrador”10, en el cual incluso los más ignorantes pueden leer. Es una carta patente, una epístola abierta dirigida a todos los hombres en general, como David bien lo expresa: “Aunque no hay lenguaje ni palabras (...) por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras” (19:4). Pues a pesar de que el cielo, el sol que está en ese cielo y la luz que emite, son cosas mudas, su voz es vista y puede ser comprendida por todos; y esa voz proclama a los cuatro vientos los principios fundamentales de la fe: que existe un Dios; que ese Dios es un Dios único; y que ese Dios único está por encima de todas las demás cosas y las excede en poder y majestad. “Universus mundus nihil aliud est quam Deus explicatus”11, “el mundo entero en todas sus formas, no es otra cosa que una revelación del propio Dios”. Por ello el apóstol Pablo, escribiendo a los Romanos, no duda en exclamar que: “las cosas invisibles de Dios, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas”12. Los cielos declaran esto, el firmamento anuncia aquello, el día declara lo otro, y la noche lo certifica. El sonido estruendoso del trueno lo proclama, por así decirlo, en todo el orbe; y el viento transporta sus palabras con su silbido penetrante hasta los confines de la tierra. Pero más que cualquier otra cosa, el sol, que como esposo que sale de su tálamo, se alegra cual gigante para correr el camino. Su masa (como los matemáticos han calculado con certeza) es ciento sesenta y seis veces más grande que toda la tierra, y sin embargo, pese a su tamaño gigantesco, el dedo de Dios lo conduce día tras día en su viaje, en su largo y dilatado curso, que de llevarse a cabo sobre la superficie terrestre, recorrería a lo largo de cada hora del día doscientas veinticinco millas alemanas.13 Es cierto que no podemos ver y palpar a Dios con nuestros sentidos, pero él se nos hace visible, por así decirlo, a través de sus obras, como el divino poeta (Du Bartas)14 tan dulcemente lo expresó:

Nuestros dedos lo palpan, nuestro olfato lo huele,

nuestro paladar saborea sus virtudes sobresalientes;

se revela ante nuestros ojos y habla a nuestros oídos

en los movimientos ordenados de las esferas celestes.

De modo que “los cielos declaran”, esto es, hacen que los hombres proclamen la gloria de Dios al ver su estructura, movimientos e influencias admirables. Una predicación que resulta maravillosa en tres aspectos:

1. Por su continuidad. Es una predicación constante toda la noche y todo el día, sin interrupción (19:2): “Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría”.

2. Por diversidad. Es una predicación en todos los lenguajes posibles (19:3): “No hay lenguaje, ni palabras, pero su voz es oída”.

3. Por su amplitud. Es una predicación que llega a todas partes del mundo, y se realiza en todo lugar (19:4): “Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras”.

Los elementos de la naturaleza son predicadores diligentes, que predican sin cesar; son predicadores capaces, que predican en todos los idiomas; y son predicadores ecuménicos o universales, que predican a todos en todos los lugares. Por tanto, en esta inmensa Universidad de la naturaleza, (en la que escuchamos constantemente la voz de tantos ilustres doctores) no hagamos como hacen los alumnos pícaros y truhanes en otras academias, matar el tiempo admirando las tapas del libro y contemplando sus dibujos e ilustraciones interiores, pero sin leer el texto ni aprender la lección.